“Lo que el mundo realmente necesita es más amor y menos papeleo” – Pearl Bailey
1. La clase de la mañana de SeHun fue psicología 3. No sabía porque una clase de nivel junior estaba tan temprano en la mañana, pero quizá era que SeHun había demasiado holgazán para tomarla el semestre anterior cuando la mayoría de los junior lo hicieron, tan solo fue unas pocas semanas antes de dejarla. Se sentó en la parte de atrás medio dormido, pretendiendo seguir la lectura del profesor. Había llegado a su casa justo después de las doce lo cual le daba al menos seis horas de sueño, pero SeHun había estado levantado hasta tarde en la noche mirando una película americana que nunca admitiría a LuHan haber visto. Pensaba que iba a hacer un documento sobre ello. Además, él no la había visto desde que vivió con KyungSoo y SuHo. A ellos les gustaba mirar esas películas viejas en blanco y negro de romance.
En el momento en que el profesor terminó la clase, SeHun estaba preparado para enterrarse en sus hojas o las de alguien más siempre y cuando eso significaba que podía dormir después. Habían pasado un par de meses desde que él se había acostado con alguien. LuHan lo había atrapado y gritado cosas horribles por cinco horas. Pero, LuHan no era un mortal, entonces no tenía las sensaciones de urgencia de compañerismo de los humanos. Y era un virgen de una década (o media década. Sehun no estaba muy seguro de cuando había nacido LuHan). SeHun estiró sus brazos y bostezo ignorando la mirada que el profesor le envió. La clase ya había terminado, así que no tenía que pretender estar interesado. Reunió sus libros, demasiado para el número de páginas que habían visto, y se dirigió fuera del aula de lectura y el edificio de recursos humanos.
El viento había soplado desde que SeHun hubo despertado esa mañana. Siempre estaba cálido cuando despertaba y salía con solo una campera liviana y una remera, pero ahora deseó haber agarrado al menos una bufanda para cubrir su rostro del helado invierno golpeándole. Sus ojos siguieron a través del camino alrededor de las manchas de césped que la escuela había plantado y que los estudiantes seguían pisando, a pesar de los carteles que decían no hacerlo. Ocasionalmente sus ojos capturaban piernas desnudas que llegaban hasta las faldas tan cortas y se preguntaba como las chicas seguían caminando así cuando solo sus mitades superiores estaban cubiertas por abrigos muy gruesos y pareciendo muñecos de nieve, y orejeras de la mitad del tamaño de su cara. Paró de repente cuando un par de zapatos marrones brillantes aparecieron frente a él. Sus ojos viajaron hacia arriba, unos pantalones caqui planchados y un saco un poco más oscuro, que se veía extrañamente familiar, con una cámara que parecía carísima y el cuello de una camisa de vestir azul, y luego SeHun miró el rostro de la persona y frunció el ceño.
—Oh, te encontré —dijo el chico de la gabardina del día anterior.
SeHun inclinó su cabeza. —¿Eres un pervertido?