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Haikyuu!! - Seether - (KuroTsukki) por Sickactress

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Notas del fanfic:

¡Hola! Si sienten que se confunden en algunas escenas, despreocupense, entenderan mejor a medida que vayan leyendo. ^w^

 

Notas del capitulo:

Nombre de la canción: Seether - Veruca Salt (live)

*Llamada perdida*

 

Extendido a sus anchas sobre su cama, aún vestido con la ropa del día anterior, Tsukkishima disfrutaba de su extenuado cuerpo después de una duradera semana. Sus ojos caídos del sueño, desvariaban temblorosos en un punto aleatorio del techo de su habitación, sin percatarse del vibrar de su teléfono a un lado suyo sobre la cómoda. 

 

*Llamada entrante 00:30 a.m.*

 

– Pequeño fantasma… – susurró adormecido a costas de la vibrante música – ¿Estas rondando alrededor de mí… en este momento…? – dijo, siguiendo el ritmo con el dedo sobre su abdomen… 

 

El día no había sido para nada agitador para él; en el sentido en que todo le parecía igual de aburrido y monótono como siempre. Todo le resultaba repetitivo; tanto durante las clases del instituto con los profesores vestidos en traje viejo, como en las prácticas de vóley en el gimnasio.

 

*Llamada perdida*

 

– Porque siento un poco de frio… Y las puertas no están abiertas en mi camino… – bostezó con una ronca voz al término de sus palabras y una lágrima resbaló producto de la somnolencia.

 

Es sus límites, Tsukkishima recogió una de sus mullidas almohadas y la arrastró consigo hacia su boca. Tirando con desenfreno de su endurecido miembro y sintiendo consumir sus últimas fuerzas, abandonó su esforzado autocontrol; rindiéndose por quinta vez a la satisfacción.  

 

*Llamada entrante 00:33 a.m.*

 

Ya era de noche cuando Tsukkishima llegó a casa. Sentía el cuerpo extremadamente exhausto a causa de su exigente entrenamiento, proyectándose la imagen de sí mismo durmiendo hasta altas horas de la mañana del día siguiente. Sin más se tumbó sobre su cama, viendo el vacío.

 

Tal vez se debiera al mal recuerdo que cruzó por su mente cuando atravesó el umbral de la puerta pero llevaba reproduciendo la misma “mierda”, como él ya la considerada, una y otra y otra y otra y otra vez… en su reproductor mp3 mientras observaba a la nada.

 

– Trato… de mantenerla atada… t-trato de… ahh… – acelerando los movimientos en su izquierda, apretando inocentemente un puño con la derecha sobre su piel con la derecha.

 

*Llamada perdida*

 

– Trato de dejarla inconsciente… trato de meterla de nuevo en mi boca… – gimió, desprendiéndose de sus audífonos en su agitación. – S-seether… ungh… – suspiró, agitado.

 

Sus gemidos se entremezclaron con el murmullo de la música y su acelerada frustración por recuperar un poco de aire; forzando a la almohada a ingresar a su garganta, sintiendo su mordida al otro lado del algodón y una lagrima, producto de la somnolencia, corriendo por su mejilla.

 

Con el cuerpo abatido y la mandíbula ligeramente adolorida por el brutal esfuerzo, sintió su cuerpo totalmente paralizado víctima del cansancio y los vestigios de su orgasmo. Tembloroso, hizo un último esfuerzo, pero fue su final; el último clímax resultó ser el más explosivo de todos…

 

Los pañuelos aún seguían dentro del cajón de la cómoda, indolente a cogerlos aunque su simiente estuviese resbalando por el contorno de su mano. La vista de Tsukkishima se nubló pausadamente; sintiendo la viscosidad en sus dedos y dejándose caer en un profundo sueño.

 

*Llamada entrante 2:38 a.m.*

 

El reproductor mp3 resbaló al suelo a causa de su impresión. Tsukkishima saboreó su mal aliento mientras extendía pesadamente el brazo a responder su teléfono celular. Acomodando sus gafas, observó la pantalla con un entrecejo debido a la cegadora luz. El número en la pantalla era desconocido para él o no podía hacerse la idea de quién podría llamarle a altas horas de la madrugada; estaba muy cansado. Con una recelosa mirada, contesto la inesperada llamada.

 

– Diga… – dijo con pesadez; dándose de pronto una clara idea de quien podría tratarse.

 

– ¿Qué hace alguien como tú en este preciso momento…? –

 

– Kuro… – bostezó afirmando sus sospechas – maldición, estaba durmiendo ¿Qué más podría hacer a las tres de la madrugada? – preguntó un tanto incrédulo y un tanto disgustado.

 

– Hablar conmigo… – sonrió Kuro al otro lado del teléfono. – Estaba dando una de mis caminatas sin sentido y entonces pensé… – corto silencio – que había pasado un largo tiempo sin verte… –

 

Sin expresión alguna en su rostro, Tsukkishima recostó su espalda sobre la cama; llevándose la izquierda a la frente; deteniéndose al tiempo en que recordó que no se había lavado las manos. Adormecido se detuvo a ver lo que parecía ser una fina capa de polvo en la palma de su mano.

 

– Sabes que perdí el placer de hacerlo hace mucho tiempo… – dijo, bajando la mirada hacia su flácido miembro. – Ya deberías borrar mi número de tu agenda. –

 

– heh… sí bueno… – insertando otra moneda al teléfono – No pude hacerlo, ¿tú sí…? –

 

– ¿En serio quieres que responda a esa pregunta…? Creí que era muy obvio desde el principio. –

 

Del otro lado del auricular, contando los pocos segundos de crédito que dictaban en la pantalla del teléfono público, Kuroo se esmeraba por reponerse ante su desastrosa respuesta. Tsukkishima podía ser muy irritante pero esto, a raíz de su actual condición, realmente le había dolido. Apretó el auricular y miró hacia el techo de la cabina con una amarga sonrisa.

 

– ¿Aún continúas molesto por lo que pasó…? – preguntó, intentando no sonar suplicante.  

 

– Escucha, yo… – bostezando muy abiertamente – estoy muy cansado ahora… ¿Por qué no…? –

 

– ¡¡Espera, no cuelgues…!! – temiendo que Tsukkishima lo deje sólo del otro lado. 

 

El cuerpo de Tsukkishima se estremeció de la impresión, sintiendo un punzante dolor en su oído derecho. Muy a punto de responderle con el mismo tono de voz, se contuvo puesto que todo estaba muy silencioso a su alrededor y no quería levantar un alboroto dentro de su casa.

 

– ¡¡Jodido bastardo…!! – rugió en un susurro; conteniendo su enojo y frotando su oído. Aquello causo gracia en Kuro, quien disfrutaba de provocar a los demás. – ¡¿Qué haces despierto?! –

 

– Converso contigo. – respondió al instante.  

 

– ¿Y antes de eso? –

 

– Cogí el teléfono… – asintiendo con tono imbécil desde el otro lado.

 

– Adiós, Kuro – dijo aborrecido, arrastrando las palabras como quien quiere mandar al carajo.

 

– ¡¡No, no, no, por favor, no cuelgues!! – suplicó, sosteniéndose desesperadamente del teléfono.

 

Aún con el rostro impaciente, escuchó por enésima vez la molesta voz de la operadora. Kuroo apretó el auricular con mayor fuerza que la anterior y comenzó a golpear el teléfono público con la misma; frustrado porque los últimos segundos cortaran su tan esperada comunicación con Tsukkishima. Pero sobre todo, avergonzado porque lo escuchara suplicar porque no colgara.

 

– ¡Maldito, maldito, maldito…! – gruñía en cada “batazo” que daba, hasta el momento en que se detuvo cuando se golpeó en un dedo – ¡ahh…! – dando saltos por el dolor.

 

A punto de lanzarle una patada, percibió la furtiva mirada de un policía al otro lado de la calle. Kuroo se arregló la chaqueta y pronto abandonó la cabina; tranquilizándose pausadamente en su andar y sintiéndose avergonzado porque Tsukkishima le escuchara suplicar por teléfono.

 

– Joder… ahora pensará que estoy realmente desesperado – sufriendo en silencio.

 

*Llamada entrante 3:41 a.m.*

 

– Esto… no puede estar sucediéndome… – retorciéndose pesadamente bajo sus sabanas.

 

La configuración del tono de llamadas actual era el de una alerta vibrante, sin embargo, ésta aún podía escucharse sobre la madera de su cómoda. Tsukkishima intentó ignorarlo sumergiendo su cabeza entre las almohadas, pero nada era más inquietante que la curiosidad.

 

Incómodo, extendió ciegamente el brazo hacia la cómoda, rozando con los dedos su teléfono, causando que este se cayera al suelo. Tsukkishima sintió la molesta tarea de tener que levantar su pesado cuerpo, acercarse al borde de la cama e inclinarse a recogerlo del suelo.

 

– Que te jodan, Kuro – exclamó, adormecido, apuntando con el dedo medio a la nada.

 

*Llamada perdida*

 

Su largo brazo aún pendía del borde de la cama. Su mano colgaba, inerte, de su muñeca al caer dormido cuando la llamada se perdió. La pantalla del teléfono aún brillaba en la oscuridad, pero ésta no le molestaba pues él estaba cubierto de sabanas hasta la cabeza y echado boca abajo.

 

Tsukkishima era invencible a las provocaciones de Kuroo estando sumergido en un sueño pesado; sin embargo, nada lo preparó para lo siguiente y es que Kuroo se tomó la indecencia de llamar a su casa. Tsukkishima apuñeó la almohada con una vena palpitante en su sien y corrió.

 

– ¡¡¿Acaso eres imbécil?!! – rugió enfurecido, no importándole el tono de su voz. 

 

– ¡¡Que quede claro, yo no te supliqué que no colgaras!! – contando los escasos segundos que le quedaban de la afortunada moneda que encontró en el cajetín de devoluciones – ¡Fue el…!

 

– ¡¡Llamaste al teléfono de mi casa!! – enfatizando su estúpida acción.

 

A pesar de la distancia, éstos se entendían muy bien con el oír de sus voces. Kuroo se detuvo a meditar un segundo, dándose por enterado de que Tsukkishima acababa de resaltarle lo desesperado que estaba por la osadía de llamarle directamente a su casa. No era nada bueno.

 

– Oh… mierda. Esto era precisamente lo que no quería… – dijo Kuro, muy pero muy avergonzado.

 

– ¡¡No vuelvas a llamarme nunca más!! – gritó amenazador, convencido de que sus padres o su hermano pudieron haber escuchado su conversación a través de los otros auriculares. 

 

Golpeó el auricular al colgar, dándose por enterado del movimiento que esto acababa de generar en la habitación de sus padres; tal vez porque uno de ellos tenía el oído pegado al teléfono al colgar con brutalidad, pensó. Por otro lado, no escuchó movimiento alguno en la habitación de su hermano, podría estar tranquilo pero esto resultaba ser igual de sospechoso.

 

Balanceando ambas posibilidades, era a su hermano a quien debía mantener aún más a  distancia de Kuroo. El incidente que tuvo con Kuroo resultó ser aún más incómodo para él de lo que se había imaginado. Por supuesto, su hermano sería incapaz de matar a Kuroo como le había amenazado esa última vez que se vieron las caras; pero bien podría enfrentarle.

 

Convencido de que éste resultaría ser un día relativamente malo, Tsukkishima regresó a su habitación; agudizando sus oídos al caminar frente a la habitación de Akiteru. Recogió el teléfono del suelo y se sentó sobre su cama; negando con la cabeza a las incontables llamadas perdidas de Kuroo. Entonces el teléfono volvió a vibrar en sus manos.

 

*Llamada entrante 3:52 a.m.*

 

– Aquí vamos de nuevo… – suspiró, contestando a la llamada – ¿Qué es lo que quieres…? –

 

– ¿E-eres tú… verdad, Kei…? – tartamudeó, Kuroo, intimidado desde el otro lado del teléfono.

 

– Depende de con quien quieras conversar, supongo… – dijo sarcásticamente.

 

– ¿Sasha Grey…? – sugirió con aliviada sonrisa – Escuché que estuviste en Brasil… –

 

– Sí… – siguió el juego, inconsciente de que correspondía a su sonrisa. Considerando que juntos habían visto esa película, sabía qué era lo que tenía que decir. –… una larga estación en Brasil –

 

– Perfecto… ¿Y c-cómo estuvo el clima por allá…? – tragando saliva al termino de sus palabras.

 

– Muy húmeda… – respondió Tsukkishima muy pausadamente.

 

Si fuese posible personificar al silencio, en definitiva acababa de unírseles a ellos en una especie de llamada grupal. Pronto sus respiraciones se agitaron por la ocurrencia, dando rienda suelta a sus contenidas risas, las cuales no pararon hasta que la llamada se colgó por la falta de crédito.

 

Tsukkishima buscó el número de Kuroo en la lista de llamadas recientes; pero claro, el desgraciado sólo le había llamado desde teléfonos públicos y no era conveniente, ni inteligente, pedirle su número a alguno de sus contactos con Nekoma. Se supone que se odien a muerte.

 

– No tienes remedio, Kuro… – susurró entre risas, esperando la siguiente llamada. 

 

*Llamada entrante 4:01 a.m.*

 

– Jamás vuelvas a hacer eso en tu vida… – se apresuró a decir Kuroo, entre risas. Como si estas no hubiesen parado desde el término de la llamada anterior. – ¿No te gustaría personificar…? –

 

– Espera, Kuro… éste no parece ser el número de un teléfono público… – dijo, extrañado.

 

Kuroo extendió el cuello para aliviar la tensión; sosteniendo el teléfono celular pegado al oído. Pedirle prestado el teléfono celular al policía que lo llevaba persiguiendo, no fue para nada agradable. Que Tsukkishima notara algo extraño cuando recibiera la llamada, cuando él ya había sospechado que lo haría, le hizo sentir que lo conocía tan bien…

 

Kuroo bajó la mirada, idealizándolo a Tsukkishima de pie frente a él: con su indiferente mirada y su inexpresivo rostro. Como si fuera a recibir una reprimenda, le sonrió cálidamente y tembló.

 

– ¿Quieres saber qué es lo que hacía antes de llamarte…? – dijo Kuroo con profunda voz.

 

– Como si pudieras mantenerte serio por cinco minutos… – bostezó frotándose los ojos.

 

– Sabes que no puedo hacer algo como eso. – dijo casual, apoyándose en el capó del oficial.

 

El policía que lo miraba con recelo a su costado, se cruzó de brazos; advirtiéndole de la delgada línea que estaba cruzando al apoyarse confianzudamente en el auto de un oficial. Kuroo desvió la mirada hacia el indignado policía y leyó en sus labios un: – Muévete, muchacho… – A lo que Kuroo respondió con un – Ya, perdón… – en el mismo lenguaje silencioso, con ligera molestia.

 

– Tampoco es como si me importara saber pero te lo estoy preguntando… – continuó, Kei.

 

– Heh… no sé cómo decírtelo, Kei… – teme su reacción – Esto podría no gustarte, mucho… –

 

– Entonces dilo de otra manera para que pueda irme a dormir… – estirándose del sueño.

 

– Cuando estoy perdido… – dijo, Kuroo, en un hilo de voz – sólo te tengo a ti, Kei... –

 

El decepcionante suspiro de Tsukkishima, el cual Kuroo afirmaba sentir penetrándole en su oído y acumulándose en su garganta en busca de una amarga salida entre sus labios, lo desencajó. Del otro lado del teléfono, Tsukkishima volvía a acomodarse sus gafas; sobrellevando la escalofriante sensación que corría por su espalda en ese momento.

 

– Tiene que ser una broma… – negando con la cabeza, llevándose una palma a la frente.

 

– En otras circunstancias tendrías toda la razón. – afirmándolo con notable orgullo.

 

– La segunda vez esta semana… – preocupado – espero que no salgas fuera de control, Kuro –

 

Como si hasta el momento sólo se hubiese limitado a expedir el aire de sus pulmones, Kuroo recuperó el aliento al saber que a fin de cuentas Tsukkishima había estado al pendiente de él a pesar del inevitable quiebre de su amistad. Inevitable… porque no eran ellos en ese momento.

 

– Creí que no te importaba lo que hacía – le reprochó desenvainando una victoriosa sonrisa.

 

– Ahora que lo mencionas, es cierto… – exclamó, sarcástico, dándole la razón absoluta.

 

– No, no, no… – deteniéndole de colgar – Me portaré bien… lo prometo –

 

– ¿De dónde es el teléfono, Kuro? – indagó, Kei, planeando una estrategia para ir por él. 

 

– En realidad… esta es una despedida, Kei… –

 

– ¿Ahora de qué estamos hablando…? – dijo, arqueando una ceja en su inexpresivo rostro.

 

– Estoy ebrio… muy ebrio, Kei… Yo sólo quería hacer una llamada así que… “pedí prestado” un maldito teléfono – el rostro inexpresivo de Tsukkishima se tornó a uno extremadamente preocupado – Pero estos chicos no son tan buenos como en las películas que solíamos ver… –

 

– Vaya… en serio te gusta vivir en la calle, Kuro – bromeó de mal gusto, colgando el teléfono.

 

*Llamada entrante 4:29 a.m.*

 

– Habitación Tsukkishima, sede central de apoyo para pendejos… ¿busca una inscripción? –

 

– ¡¿Tienes idea de lo difícil que fue conseguir un teléfono?! – enfatizando que se trataba de otro.

 

– No. – respondió, desinteresado – Ahora, dime dónde estás antes de que me arrepienta… –

 

– Está bien… – arrastrando las palabras como quien no quiere la cosa – ¿Recuerdas… el lugar donde “llegamos hasta el final” por primera vez…? – sintiendo su acelerado pulso al decirlo.

 

– El lugar donde… – sintiendo una extraña sensación en su vientre bajo – donde tú y yo… –

 

El recuerdo de Kuroo observándole por encima de su espalda, desenvainando una lujuriosa sonrisa, le descuadró de sobremanera. Nunca podría olvidar ese angustioso día en que ambos perdieron las nociones del tiempo, distraídos en sus insatisfacciones carnales. Sólo había algo que no cuadraba del todo en ese recuerdo; y tal vez por eso Tsukkishima se enderezó, atravesó la habitación en dirección a su ventana y apartó las cortinas de su campo de visión de la calle.

 

– Eso sucedió en tu casa… grandísimo animal – observando a Kuroo bajar de un taxi frente a su casa – Llamar a mi casa fue malo, ¿qué te hizo pensar que venir a ella fue lo más inteligente? –

 

– Sólo abre la maldita puerta ¿quieres? – discutió con él, atajando la demanda del taxista sobre su teléfono celular – Y trae unos billetes, por favor… Estoy jodidamente quebrado, ahora. –

 

– Bien… – suspiró aborrecido, apartándose de la ventana. – dame un minuto… – tembló.

 

Sosteniendo su cuerpo contra la pared, afectado por ver a Kuroo después de tanto tiempo, Tsukkishima tragó saliva de lo preocupado que se sentía. No preocupado porque corrieran el peligro de que los encontraran; poco les importaba lo que pudieran pensar de ellos, sino por cómo reaccionarían el uno por el otro. Siempre existía esa extraña conexión entre los dos.  

 

– ¿Kei…? El viejo este está a punto a apuñalarme en la cara, lo sé… – suplicó, Kuroo, por ayuda. 

 

– D-dile al taxista que se detenga dos cuadras más adelante o algo… iré en seguida… –

 

Colgó, sintiendo una extraña sensación en el estómago. Sin demora, se ajustó los tenis y cogió una aleatoria chaqueta en la oscuridad. Antes de atravesar el umbral de la puerta, regresó a recoger las llaves y su billetera. El sonido del motor del auto estacionado frente a su casa rompió el silencio y con ello, su falta de concentración. Seguro de tener todo lo necesario, Tsukkishima corrió, silenciosamente, escaleras abajo y se aventuró a salir por la puerta de entrada.

 

Inseguro de qué dirección tomar, caminó hacia la vereda; encontrándose con el auto amarillento, al otro lado de la calle, muy ingeniosamente apartado de su casa. Esperó impaciente algún movimiento que pudiera invitarlo a avanzar hacia él, cuando de pronto vio el cuerpo de Kuroo ser derrumbado sobre el hormigón de la calle.

 

– ¡¿Pero qué…?! – susurró indignado, corriendo a velocidad en la misma dirección.

 

Imposibilitado de alarmar a Kuroo para avisarle de su cercanía, presenció la escena de él intentando protegerse del taxista quien buscaba golpearlo por el dinero que le debía. Dos, tres, cuatro cuadras pasaron rápidamente y aún no parecía acercarse al auto o alejarse de su casa, lo suficiente. Nunca antes había odiado tanto la tranquilidad que le rodeaba; era como si el menor murmullo pudiera escucharse a una considerable distancia.

 

Tsukkishima apresuró la carrera; la calle parecía interminable para él, pero sobretodo, en contra de Kuroo de quien estaba seguro que acababa de verle ya que comenzaba a apuntarle, desprotegiéndose un poco para avisar a su golpeador de su presencia… pero el castigo no cedía.

 

– Ese bastardo… se alejó a propósito para… golpearlo… – observó, enfurecido. – Kuro… –

 

Si quería que Kuroo se quedara, debía ser malditamente silencioso, pensó frustrado. Claro, eso si es que realmente deseaba que Kuroo se quedara con él. Era consciente de que el menor alboroto generaría innecesaria perturbación a su alrededor; sin embargo, cuando notó el exagerado abuso del taxista sobre el inestable cuerpo de Kuroo, no lo soportó más.

 

– ¡¡¡Oye, ya basta!!! – rugió embistiéndolo, desequilibrándolos a ambos por completo. 

 


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