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Entre machos por Uberto B

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Notas del fanfic:

Mi primer relato, espero que lo disfruten.

La mañana era espléndida, el sol parecía haber adivinado que ese día iba a ser especial. A bordo de su lujoso Peugeot, y con la música a todo lo que el costoso estéreo podía, el joven empresario manejaba rumbo a su destino favorito. La inversión en Nueva York le demoró menos de lo que pensaba. Iba a ser extraordinario darle esa sorpresa. El jovial hombre de apenas veintiocho años, de cabello cobrizo y ojos celestes, sonreía a todo aquel que se atravesara por su camino, persona, animal o señal de tránsito, nada podía eliminar la alegría que llevaba por dentro.

 

Pese a que sus finas gafas cubrían su sensual mirada, arrancaba suspiros a cualquier chica que por casualidad saludara. Más de una quedó embobada con aquel guapo espécimen masculino. Moviendo su cabeza al ritmo de la música, Gustavo sentía la alegría desbordarse de su cuerpo. En su estadía en el extranjero pudo comprar algo que estaba seguro sería del agrado de la persona que lo recibiría, no lo dudaba. La suerte le sonreía, joven, rico, guapo e inteligente, todo iba a su favor. Luego de varios minutos, en los cuales hasta el tráfico vehicular jugó a su favor, llegó a aquel edificio de departamentos ubicado en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Se estacionó en el sótano del mismo, guardó el obsequio que entregaría y tomó el enorme ramo de rosas rojas que había comprado en el camino. El hombre de 1.78, con pantalón  color gris, camisa de tono azul muy claro, arremangada hasta casi llegar al codo y de figura espigada y bien formada subió por una pequeña escalinata para poder llegar al elevador. Presionó el botón con el número ocho y el aparato comenzó a subir. Silbaba alegremente, cuando la campanilla sonó anunciando que su destino era alcanzado, salió y seductoramente se deshizo de las gafas que aún llevaba. Caminó rumbo al departamento que conocía. Unos pasos después, estaba frente al que tenía el número 801. Iba a tocar el timbre, pero si lo hacía arruinaría la sorpresa de ver despertar a su persona favorita, por lo cual, tomando su juego de llaves, abrió cuidadosamente.

 

Abriéndose paso, hubo oscuridad prontamente, las cortinas estaban cerradas, no era muy temprano, pero tampoco tan tarde como para que se hubiera levantado ya. Negando con la cabeza caminó rumbo a la recámara. Su sonrisa se ensanchó, pronto estaría frente a su amor, cuidando de no hacer mucho ruido abrió la puerta color melón, se adentró a la habitación alfombrada que dejaba pasar unos tenues rayos de sol por la cortina a medio cerrar, pero sus músculos se tensaron y su sonrisa se apagó en milésimas de segundo, ella estaba acostada, pero a su lado estaba alguien, otro hombre, que no conocía.

 

-¡Sabrina!- gritó encolerizado, esto logró que los durmientes abrieran los ojos con rapidez.

-¡Eh!- la chica se incorporó medio somnolienta, pero segundos después supo quién había gritado- ¡Gustavo!- se dio cuenta que tenía los senos al aire y rápido se cubrió con la sábana.

-¿Qué significa esto?- estaba anonadado- ¡¿Qué es esto?!- repitió pero con más furia.

-Se suponía que regresarías el fin de semana- para ello faltaban tres días.

-Eres una zorra- tirando las flores con violencia, fue donde el hombre que había permanecido en silencio todo el tiempo - ¿Y tú imbécil? ¿Quién diablos eres?- el tipo, guapo, pero el típico niño rico, con ínfulas de grandeza pero que al primer problema se orina de miedo lo miró temeroso.

-Yo no sabía, te juro que ella me obligó a venir acá- se excusó

-¡Vaya! Se ve que te gustan muy hombrecitos… mujerzuela- se refirió a su chica, luego volvió al tipo- Te metiste con la zorra equivocada amigo- con fuerza lo sacó de la cama y una vez de pie le propinó un puñetazo en la cara- A ver si con eso se te quitan las ganas de andar cogiendo mujeres ajenas-con puños cerrados y en posición de defensa esperaba el golpe del otro.

-¡Te juro que no sabía que tenía pareja! ¡Ella… ella me drogó!- exclamó. La justificación, tan irrisoria, logró sacarlo de quicio y por tal motivo le dio otro golpe en la cara.

-Para eso me gustabas, aparte de todo mariquita- uno, otro y otro golpe se fueron impactando en el perfecto y musculoso cuerpo de chico.

-¡Ya déjalo! Lo vas a matar- le gritó la mujer que se enredó una la sábana en el cuerpo.

-¡Quítate zorra! Eso es lo que quiero ¡Matarlo!- el tipo enfurecido empujaba a la chica semidesnuda.

-¡No! ¡No quiero que mates a nadie en mi casa!- le gritó intentando jalar con todas sus fuerzas el fuerte brazo de su pareja.

-No seas cínica, ¡Este departamento te lo puse yo! Así que es mío y yo puedo matar a quien quiera- ahora ambos discutían, se había olvidado del ensangrentado muchacho, que tratando de ser inadvertido, se puso de pie con la finalidad de irse.

-Es mi casa, aquí vivo, y aunque tú lo hayas pagado, está a mi nombre por lo cual es mío… ¡Y no dejaré que mates a nadie!- le gritó enojada.

-Eres un perra- le dijo mirándola con ira y acercando peligrosamente sus manos al fino y blanco cuello de la mujer- Me dan ganas de acabar contigo con mis propias manos… ¡Y yo que pensaba pedirte que..!- ella lo miraba aterrorizada, sin embargo, Gustavo pudo ver con el rabillo del ojo, que el amante se escapaba, pronto dirigió su furia nuevamente a él- ¿A dónde vas?- a grandes zancadas lo alcanzó y jalándolo violentamente lo soltó unos momentos después, sin embargo no calculó la fuerza de su empujón y el chico en lugar de ir a dar a la cama, fue directo a un enorme espejo que estaba empotrado en la pared, su cabeza rebotó en el mismo y al instante decenas de pedazos de cristal cayeron junto con el joven hombre, la alfombra se llenó de pedazos filosos y sangre del chico.

-¡Pero qué has hecho!- Sabrina corrió rumbo al hombre que yacía en el piso, lo movió un poco, pero no hubo respuesta- ¡Lo has matado Gustavo! ¡Mataste a este hombre!- gritó aterrada. Gustavo miraba atónito la escena, un hombre desnudo, tirado en el piso de la recámara de la que era su novia, muerto… estaba claro que su grandioso día se había convertido en una pesadilla.

 

 

 

 

 

El campo, el verdor se podía ver por dondequiera, hectáreas llenas de pasto,  árboles, vacas, borregos, caballos pastando, aún podía olerse la tierra húmeda, el rocío de la mañana se veía aún en la flora silvestre, algunas piedrillas del camino se movían, aquel cuaco pisaba fuertemente, quién lo montaba lo hacía magníficamente. Cabalgaba a gran velocidad, como le gustaba, no podía negar, amaba esas tierras, amaba trabajarlas, amaba recorrerlas todas las mañanas, al filo de una pequeña barranca detuvo magistralmente a su animal. Muy cuidado y de color blanco, Tanagra era su orgullo, el mejor de todos los equinos que tenía en el rancho.

Bajando con estilo propio de un jinete, el moreno hombre de facciones robustas y varoniles se posicionó al lado de tu bestia sujetándola con las riendas. Sonrió, un gesto que hacía cuando algo le agradaba completamente.

Quitándose el sombrero con la mano derecha, y acomodándose el paliacate que traía amarrado al cuello, se refrescó un poco. Vestido con sus pantalones vaqueros color negro, camisa blanca doblada descuidadamente hasta los codos y botas algo gastadas, el guapo hombre miraba el paisaje, amaba hacerlo.

-¿Ves Tanagra?- decía mientras seguía viendo al frente- Esto es vida… esto da energía… mi tierra- sonreía encantado por el lugar- Aquí algún día mi vieja y mis hijos jugarán como lo hice yo cuando era chamaco- soltó las ataduras del caballo y acarició  su fino pelaje- Vas a ver, y una de tus crías debe ser pa’ mi hijo, cuando lo tenga- le maravillaba su tierra. Pronto un sonido lo interrumpió de su tranquila visión. Otro caballo se acercaba, y era evidente que con él una persona.

Volvió el rostro para ver de quién se trataba. Entrecerró los ojos para visualizar bien a la persona de la cual se trataba. No tardó mucho en saberlo.

-¡Nacho!- un jovencito, de apenas unos diecisiete o dieciocho años le gritaba.

-¿Qué pasó Jacinto?- el otro le preguntó cuando el chico aún no arribaba.

-Nacho, la patrona me mandó a buscarte, quiere que la acompañes a la misa de cabo de año de doña Matilde- el recadero jadeaba, al parecer hizo gran esfuerzo para alcanzarlo.

-¿Es hoy? ¿No era mañana?- estaba confundido, recordaba que debía acompañarla, pero no recordaba cuándo.

-Pos eso me dijo, que hoy, por eso me mandó a buscarte- le replicó.

-Pos ya- resignado, se acercó a su caballo- Amos Tanagra, si no la jefa se enoja- se subió con suma facilidad al enorme animal y con postura completamente recta, tomó firmemente las riendas del equino y comenzó su firme pero rápido andar.

-Ora me toca ir de retache, ay este Nacho- reuniendo fuerzas de nuevo se subió a su animal y fue tras el otro, no tenía la misma habilidad que el mayor, era evidente.

 

 

 

 

 

Gustavo manejaba a toda velocidad por la céntrica autopista, hablaba por teléfono con su mejor amigo y socio. El problema era grave, había matado a un hombre.

-¡Tranquilízate! ¿Estás seguro que eso ocurrió?- preguntaba el del otro lado de la línea.

-Te digo que sí, está el cuerpo en casa de Sabrina, lo maté… ¡Lo maté!- gritó con desesperación.

-Esto es un problema, ¿Qué piensas hacer?- le cuestionó.

-No tengo ni idea Adán, necesito que me ayudes, estoy desesperado, esto… esto no sé cómo solucionarlo- su voz se entrecortaba.

-Calma, lo primero que debes hacer es desaparecer, tienes que irte de la ciudad, no te puedes quedar y menos si todo lo del hombre muerto es cierto- se calló unos segundos- ¡Demonios Gustavo! ¿No te pudiste controlar?- lo regañaba.

-No pude controlarme, ese perra se estaba revolcando con ese idiota, no pude contenerme a partirle la cara- su respiración se tornaba agitada.

-Vamos a hacer esto, te veo en mi casa, pero ya, ahí planeamos bien, por favor, apresúrate- el otro dando su respuesta positiva, se encaminó donde su amigo.

 

Media hora más tarde, el par de amigos ya estaban reunidos.

-¿Estás seguro que murió?- le cuestionó

-Sí, estaba inerte, lleno de sangre, ese tipo está muerto, lo dejé con Sabrina, y estoy seguro que pronto esa zorra me denunciará y la policía me buscará- se pasó una mano por el desordenado cabello.

-De acuerdo, esto es lo que haremos, tienes que irte, no puedes quedarte porque si todo ocurre como dices, esa mujer te cortará la cabeza, te daré una cantidad para que te puedas mover, creo que mi ropa te queda, te daré un poco y te irás lo más pronto posible, no puedes llevarte el auto, tiene rastreo satelital, si lo hallan estarás perdido- el joven rubio, de piel clara y vestido de traje, daba vueltas mientras con su mano en la barbilla pensaba en un plan exprés- No sé… debes irte sin dejar precedente de dónde- el otro asentía.

-¿Y qué hago entonces?- con exasperación el otro preguntó.

-Eso, te daré una maleta, dinero, y te vas a ir… mientras, tú límpiate un poco, yo iré a buscar la ropa, algo que sea poco llamativo- sin más el rubio fue a su alcoba para sacar lo necesario.

-Aaaaah…- Gustavo cubrió su rostro con las manos en señal de frustración- Maldita zorra, yo te hubiera dado todo, ¿Qué necesidad tenías de hacer esto? Me has complicado la vida terriblemente.

 

Pasaron unos minutos, los cuales le parecieron eternos, cuando su amigo regresó.

-Toma, aquí tienes todo lo necesario para unos días, en este sobre- le alcanzó un paquete en papel blanco- hay dinero, lo suficiente para que te escondas un tiempo, por favor, vete a un lugar donde sea difícil localizarte, algo donde no haya tanta civilización- el otro asentía a todo.

-Lo haré, tu encárgate de que nadie me siga la pista, por favor Adán, quiero que esto se acabe pronto- decía suplicante.

-Claro que si amigo- le puso la mano en el hombro- Nos conocemos desde muy jóvenes, eres como mi hermano, yo me haré cargo de todo- le sonrió y abrazó- Vete ya- le dio una palmada, Gustavo ya iba a la puerta cuando el otro lo detuvo -Espera- corrió a su encuentro- Esto, fírmalo, es la inversión de la cuenta de Nueva York, debes autorizar la transferencia, con esta última acción trabajaré tu dinero, así cuando todo acabe habrá más, o quizás sea necesario para comprar gente, abogados, jueces… qué se yo- el otro sin perder tiempo firmó los documentos.

-Sí, si…- terminó de hacerlo- Estaré en contacto contigo- respiró hondo- Gracias por todo-

-Nada, anda vete ya, no vaya a ser que esa bruja te esté buscando- lo despidió y el otro salió presuroso. Por la ventana podía ver a Gustavo marcharse a toda prisa. Segundos después tomó su teléfono…-¿Todo bien?- en la otra línea tardaron unos segundos en contestar.

-Sí, aunque hay un poco de desorden por aquí- le respondieron.

-Bien, limpia y ven pronto, ya es momento- una sonrisa descarada se formó en su cara.

-¿Lo tienes?- le cuestionaron

-Claro, lo tengo, casi todo está en mis manos… Sabrina- afirmó el rubio sonriendo triunfalmente…

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Espero les haya gustado


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