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Entre machos por Uberto B

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A pesar de ser noche, y que en San Margarito, la gente a esas horas comenzaba a encerrarse en sus casas, un puñado de personas se acercaban al sitio donde dos mujeres discutían y una acababa de golpear a otra. Con su mirada de autosuficiencia, notoria claramente gracias a las farolas encendidas del parque, Sabrina veía a la joven que había agredido tallarse la mejilla. Su acompañante, Lorenzo, continuaba inamovible en su lugar con una sonrisa ladina dibujada en los labios. El viento frio de la noche, y varias personas se hicieron presentes en la plazoleta del parque.

-¿Te pegó esa vieja?- Meche, quien vio todo desde la acera de enfrente corrió donde su amiga, corría cuidando que la bolsa con el pan no se le rompiera.

-Hazte pa’ allá Meche, cuida que mi pan no se enmugre- María vio a la citadina, se notaba a leguas que estaba furiosa, era de menor altura que Sabrina, pero no parecía importarle esa diferencia- Ora sí cusca, vas a ver pa’ que naciste- cerró los puños en señal de atacar, sin embargo la otra continuaba mirándola sin miedo alguno, subestimaba a la menor.

-¿Qué puede hacerme una garrapata como tú?- dijo muy confiada, alrededor de diez personas ya estaban cerca de ellas, la pelea había llamado la atención de los lugareños, los cuales cuchicheaban a cerca de lo ocurrido.

-¡Pérate tantito!- terminó de hablar, y sin esperarlo, María dio un seco y fuerte golpe en la cara pulcra y blanca de su rival, la bofetada le volteó la cara al lado izquierdo- Eso es por haberle ido a gritar a mi mamá- la otra se giraba para reincorporarse y un nuevo golpe la hizo voltear a la derecha- ¡Ese es por insultar a mi hermano!- la mano de la menor no era para nada leve, las marcas eran claras, dos manos rojas se marcaron en las mejillas de la citadina.

-¡Estúpida! ¡¿Cómo te atreves?!- Sabrina iba a intentar dar un puñetazo cuando la otra la detuvo con otra bofetada, ésta más fuerte que las otras, tanto que logró derribarla. En el suelo, se colocó sobre ella y tirando de su larga cabellera comenzó a abofetearla sin compasión

-¡no te vuelvas a meter conmigo! ¡No te vuelvas a meter con mi hermano! ¡Tú no sabes cómo somos las viejas de acá! ¡No nos dejamos de nadie!- entre cada frase iba una lluvia de golpes.

-¡Suéltame!- la diferencia de fuerza era mucha, Ángeles, pese a ser como era, la vida en el campo la hizo fuerte, la fuerza que con años de trabajo logró, Sabrina no era rival para ella- ¡Ayúdame, Lorenzo!- gritaba desesperada intentando quitarse a la chica de encima- ¡Quítamela!- con los brazos intentaba evitar los golpes de la otra.

-Yo no me meto en peleas de viejas, además, no debiste pegarle a la Ángeles, es bien sabido por todos que es re broncuda, y pega duro- soltó una carcajada mientras miraba la escena, las otras personas allí, veían con curiosidad la paliza que le daba la hija de Remedios a la “querida” de Lorenzo, como le decían a la otra mujer los lugareños. Satisfecho, el hombre caminó hacia ellas, y tomando con fuerza la cintura de la menor, la quitó de encima- ¡Ya estáte, chamaca!- levantando a Ángeles, mientras esta pataleaba, por fin las separó. Ambas tenían el cabello hecho un desastre, el vestido de la hermana de Nacho, se rompió de un tirante. La otra, tenía la nariz rota, y le fueron arrancados varios mechones.

-¡Déjame!- María gritó y el hombre la arrojó con fuerza lejos de él- a ver si controlas a tu querida, pa’ que deje de meterse onde no la llaman- como podía se intentaba arreglar el vestido.

-Mejor dile a tu hermanito que solo es el principio, porque esta vez, ni Dios Padre lo salva, buenas y santas noches tengas, María- mencionó el hombre, para luego levantar a la que yacía en el piso aún y llevársela a dónde dejaron la camioneta. Era una amenaza evidente, y por la forma en la que se la dijo, María se preocupó.

-Lo sabe… lo sabe…- dijo en voz muy baja, ese era su temor, que Lorenzo Gavilán supiera lo de su hermano y Gustavo. Por la impresión dejó su vestido maltrecho por la paz, era lo que menos le importaba en ese momento.

-¡Ya! Sáquense a sus casas, que ya se acabó la tranquiza- Meche, comenzaba a ahuyentar a las personas que se enfilaron para ver el espectáculo- ¡Ándale, Vicenta! De segurito dejaste de servir la cena por venir de chismosa, jálate pa’ tu casa, que allá están tu marido y tus hijos- con una mano empujaba a una regordeta mujer que era mejor conocida como la chismosa del pueblo- ¡Ay manita! Esa vieja te rompió tu vestido, y mira tus greñas, te las dejó re feas-

-No importa, que sepa que no se debe meter con mi familia- decía mientras miraba al frente. Reflexionando en lo que acababa de descubrir.

-¿Pos qué les hizo?- la amiga de Ángeles esperaba ansiosa una respuesta.

-Nada manita, cosas de la casa- intentando peinarse el cabello, pidió su bolsa de pan- Ya mañana nos vemos, buenas noches- no quiso decir más y se encaminó a su hogar, su cara mostraba la preocupación que sentía por Nacho, Lorenzo era de cuidado, y sabiendo lo que sabía le daba miedo lo que ocurriera con su hermano.

 

 

En la casa grande, la familia estaba sentada a la mesa, llevaban un buen rato esperando a Ángeles, por tal motivo aún no comenzaban a cenar, comenzaba a preocuparles la tardanza de la muchacha.

-¿Nomás fue por el pan, madrecita?- Nacho cuestionaba mientras fruncía el ceño.

-Si hijo, le dije que fuera solo por eso porque ya se había acabado- la mujer entrelazó sus manos a manera de calmarse.

-Pues la voy a buscar, ya se tardó- intervino Gustavo poniéndose de pie.

-Yo también voy, esta chamaca ya se dilató harto y no me voy a quedar sentadote esperando…- ni bien terminó de hablar cuando la voz de la anciana Consuelo se escuchó.

 

-¡Virgen del cielo! ¿María que te pasó?- esas palabras alertaron a todos en el comedor, que sin demora, se levantaron para ir a la sala. Lo que vieron los dejó sorprendidos. María de los Ángeles, con rasguños, el cabello enmarañado y el vestido roto llegaba cargando la bolsa del pan, la cual Consuelo tomó segundos después.

-¡Hija! ¡Dios mío! ¿Qué te pasó?- Remedios fue la primera en correr donde su hija.

-¡Ángeles!- un Nacho igual de preocupado se acercó también.

-¿Te hicieron algo mija? ¡Habla por favor, que me tienes en ascuas!- la matriarca volvió a preguntar.

-Me agarré a cachetadas en el pueblo, total, mañana ya todo San Margarito lo va a saber porque ahí estaba la chismosa de la Vicenta- contestó apenada, se notaba la preocupación que llevaba encima.

-¿Te peleaste con la Vicenta?- preguntó el ranchero

-No- con la cabeza gacha, la jovencita contestó con el monosílabo.

-¿Entonces con quién?- Remedios comenzaba a perder la paciencia y los presentes lo sabían.

-Con la vieja que vino en la tarde- los demás quedaron helados con la respuesta, Ángeles se había agarrado a golpes con Sabrina, el más sorprendido por la noticia fue Gustavo, quien miraba a la chica.

-Pero por todos los santos, chamaca atarantada, ¿por qué hiciste eso?- su madre la reprendía, le preocupaba que algo le ocurriera a causa de su imprudencia.

-No me podía quedar quieta sabiendo lo que vino a hacerle a usted y a mi hermano, esa vieja me las tenía que pagar,  y le di la revolcada de su vida, hasta los pelos güeros le arranqué- vociferó orgullosa de su acción, por momentos su semblante preocupado desapareció- Pero…- hasta ese instante su emoción llegó- El Lorenzo… creo que él sabe lo de ustedes dos- habló mirando al par de hombres que tenía al frente.

-¿El Lorenzo lo sabe?- Nacho se atrevió a preguntar, se notaba su nerviosismo.

-Creo que sí, y me dijo que de lo que te espera, ni Diosito te salva- comentó para luego abrazar su hermano mayor- No quiero que te pase nada malo Nacho, ese hombre es bien malo, no quiero que te haga nada- los gimoteos no se hicieron esperar, la joven mujer estaba realmente asustada, su hermano le preocupaba.

-Cálmate, nada malo me va a pasar, me sé cuidar y ese desgraciao no me va a madrugar, te lo prometo, tu táte tranquila- con todo su cariño fraternal le besó la frente para luego acariciarle el alborotado cabello.

-Sí mija, tu no cargues, todos vamos a estar bien- en un abrazo familiar, los tres se unieron, la muchacha sufría, pues temía por Nacho, por lo que pudiera ocurrirle.

Gustavo miraba la escena, no pudo contenerse, y sin pensarlo, salió a toda prisa de la Casa Grande, necesitaba un respiro.

 

 

Sabrina aún con todo lo adolorida que iba, manejaba sin cuidado alguno por el camino, su respiración agitada, el crujir de sus dientes y la fuerza con la que apretaba el volante eran las señales claras de la furia que experimentaba, estaba claro que no solo detestaba al ranchero que le había quitado el amor, odia a toda la familia, a cada uno de los miembros de esa familia.

-Vieras de arreglarte las greñas antes de llegar, no vaya a creer que quieres ser su ayudanta- Lorenzo soltó una carcajada.

-¡Cállate imbécil! No se me olvida que dejaste que esa india me golpeara- la respiración agitada comenzaba a agitarse más.

-Ya te dije que no me meto en pleitos de viejas, y menos por un macho, si se quieren guamasear, háganlo pero no me metan a mí en sus chismes- dijo sin tacto alguno, ignorando completamente la furia de la mujer a su lado.

-Eres un completo idiota, mejor dime si vamos a llegar ya, no conozco este rumbo- trató de ignorarlo, a sus planes no convenía aún hacerle pagar su incompetencia.

-Métete por esa vereda y al fondo está- encendiendo las luces a toda potencia, pudo vislumbrar a lo lejos el lugar que buscaban, el jacal se encontraba ahí.

 

No tardaron mucho en llegar, la camioneta se estacionó justo al frente de aquella casucha vieja y fétida. Sabrina fue la primera en bajarse, volvía, pese a no querer, volvía con la bruja, no sabía bien el por qué con ella, pero así lo hizo. Intentando no respirar el nauseabundo olor que se percibía, tocó la puerta mal hecha. Pronto la figura encorvada de la que habitaba en aquel sitio apareció.

-Ya sabía yo que el diablo te traería de vuelta… pasa…- haciéndose a un lado le permitió la entrada. La anciana miró a Lorenzo – Tú no puedes pasar, los criados no entran- aquel comentario hizo que el hombre pusiera un semblante asesino, el cual poco importó a la vieja, que cerró la puerta en su cara.

-He venido por algo que me sirva, algo que sea definitivo- mencionó la joven sin perder tiempo.

-Si… sí, en algún momento te lo dije, a quien tú quieres ya tiene quien lo quiera, y solo mi señora sería capaz de separarlos, porque el de arriba los tiene bien cuidados, bastante diría yo… siéntate- ordenó la anciana quedando una frente a la otra, el cuarto era cubierto en su mayoría por las tinieblas, unas cuantas veladoras proporcionaban una tenue luz que apenas y les alumbraba los rostros.

-Quiero separarlos como sea- indicó severamente la más joven.

-Ta bien, la vida es un misterio que nunca se resuelve, y se hace más grande cuando otro misterio aparece… la muerte. Mi señora se los lleva a todos, no importa si son ricos, pobres, hombres o mujeres, ella es pareja y no perdona, hay quienes quieren ocupar su lugar cortando el hilo de la vida de los demás, pero todos aquellos que se atreven a dizque ayudarla, terminan siempre pagando su osadía… ¿Estás segura que tú quieres ayudarla?- preguntó la mujer mostrando una mueca macabra.

-Sí…- temerosa contestó.

-Ya lo imaginaba, tú cargas ya unas “ayudaditas” en tu haber, y una mas no sería problema pa’ ti- soltó una carcajada, en una pequeña caja que tenía sobre la mesa que las separaba, la anciana sacó un pequeño saquito, lo levantó a la altura de sus ojos- Esto es algo que te ayudará a lo que quieres, las grandes cosas siempre vienen en cosas pequeñas, cuando el tecolote canta, el indio muere, y cuando eso pase tú lograrás lo que deseas, pero cuidado, un error puede ser fatal pa’ ti, porque ahora estás jugando con algo que no conoces, pero que si usas bien, triunfarás en lo que quieres- extendió su mano para entregarle el envoltorio.

-¿Qué es esto?- con cierto cuidado tomó el objeto.

-Esto es sal de muerto, un polvito que el que lo toma, se muere más pronto de lo que crees, dáselo a quien quieras y lo separarás de este mundo…- la anciana la miró fijamente- También puedes probarlo en alguien más pa’ que veas cómo funciona- maliciosamente la bruja le comentó, a lo que Sabrina la miró entendiendo a qué se refería.

-Así lo haré…- contestó poniéndose de pie. Le entregó un billete y se dispuso a salir.

-Que el demonio te acompañe, aunque ya lo llevas dentro, úsalo como mejor te convenga- al salir, cerró la puerta, antes de que Lorenzo la viera, escondió el saquito en su pantalón, lo usaría como mejor le conviniera.

 

 

 

Gustavo salió a toda prisa de la casa, era noche, ya el cielo se había oscurecido, las estrellas se veían claramente, no sabía ni siquiera a dónde ir, solo deseaba escapar, respirar, sentirse tranquilo, sin embargo apenas había puesto un pie en la entrada cuando el ranchero ya iba detrás de él, por tal motivo, luego de una carrera algo larga entre el monte, ambos hombres se encontraron en uno de los grandes pinos que se alzaba por el rumbo.

-Esto se me está escapando de las manos…- frustrado, el citadino estampó su puño en la rasposa corteza del  tronco de aquel gran árbol- Todo está mal…- respiraba agitadamente.

-¿Y tú crees que pa’ mí es fácil?- imitándolo, Nacho también estrelló su puño en ese tronco- ¿Tú crees que yo no pienso en lo que los argüendes del pueblo van a decir de mí, de mi familia… de ti- comentó apesadumbrado.

-Esto… esto es más complicado de lo que muchos creen, a veces siento que esto que me nace de acá- con fuerza apretó su camisa, a la altura de donde se supone está el corazón- está bien, que es natural, que es de lo más normal, pero a veces pienso que trae más problemas que la felicidad que da, nunca me había fijado en un hombre, siempre me creí normal, tuve la idea de casarme, tener hijos, formar una familia con una mujer, pero… pero luego apareces tú, que cambias mi mundo, mis ideas, mi manera de ser y comportarme… No sé…- hablaba apretando los puños con fuerza.

-¿Y te piensas que yo no?- con rudeza lo encaró- ¿Te crees que yo no siento lo mismito? Yo también quería una vieja, tener chamacos, heredarles el amor por la tierra, ir a montar con ellos, que mi esposa me hiciera de comer todos los días, abrazarla y quererla hasta hacerme viejo, pero un buen día apareciste tú, con esos ojos que me enviciaron desde la primera vez, tú me viniste a cambiar, a hacerme sentir como si fuera otro, como si hubiera dejado de ser yo pa’ convertirme en este que soy ahora- caminando apresuradamente se posicionó frente a él, con rudeza le levantó la cara- ¿Mírame y dime si también tienes miedo? ¡Dímelo!- el otro de un manotazo se quitó aquellas callosas manos del rostro.

-Sí, si lo tengo, porque ahora se está conociendo esto, mientras lo mantuvimos escondido era más fácil, mucho más simple, pero ahora más de una persona lo sabe, y me da miedo porque es algo que nunca he enfrentado. Es algo que desconozco, porque estoy en un lugar lejano donde las costumbres, los pensamientos y las formas son otras, sí, tengo miedo- Gustavo le respondió.

-Y pa’ que estamos juntos si no pa’ cuidarnos las espaldas, porque yo soy capaz de dejarme matar si con eso tú estás bien, porque, aunque te suene a cosa de viejas, yo no podría vivir si a ti te pasa algo malo, yo no podría estar aquí si tú no estás bien- con la palma de la mano le golpeó a la altura del hombro, logrando que Gustavo se hiciera para atrás unos pasos.

-Nacho…- comentó el otro.

-Ora te callas, que estoy hablando, ¿te crees que no tengo miedo? Pos claro que lo tengo, pero no por lo que me pueda pasar a mí, yo no importo, me da miedo por lo que puedan sufrir mi madrecita, la Ángeles, la Consuelito, y tú, que eres la persona que amo, ¿contento? Te amo güero, y grábatelo porque esto no te lo voy a decir seguido, te amo y por ti hago lo que sea, aún si quieres dejarme, pero si con eso eres feliz tá bueno, pero a mí háblame claro, no me gustan las cosas a medias- una rabiosa lagrima se escapó de sus ojos, le dolía decir aquellas palabras, pero era momento de hacerlo.

-¿Quién te has creído, ranchero imbécil de pensarte tan especial como para decir eso?- ahora era él quien empujaba a Nacho- No, tú no eres el único, yo también te amo, ranchero pretensioso y estúpido, te amo como no he amado a otra persona, por ti he dejado de creer en el pasado para pensar en un futuro, y si tengo miedo, pero me lo aguanto, porque quiero estar contigo, dormir contigo, despertar contigo y besarte hasta que me canse, y si yo también tuviera que dejarme matar para salvarte a ti lo haría, porque si te llega a pasar algo, más tardaría en pasarte que en que yo me estuviera dando un tiro en la cabeza para alcanzarte- el también lloró- Porque yo tampoco podría vivir sin ti, pedazo de imbécil- se acercó y con violencia lo tomó de las mejillas y comenzó a besarlo en los labios, un beso que en principio fue frenético, y poco a poco se transformó en algo pacífico- Y tampoco te acostumbres, porque no lo diré seguido- mencionó cuando se separaron para obtener el aire que les faltaba.

Y ahí al cobijo de ese árbol, esa noche, envueltos en valor y miedo, se juraron amor eterno.

 

 

 

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Aún se encontraba en Business Center, eran casi las diez de la noche, habían sido tiempo duros, las demandas y el desprestigio amenazaban a la empresa. Héctor se encargaba de aclarar aquellas situaciones para poder salvar a aquella compañía de la quiebra y la mala fama, poco a poco lo iba consiguiendo, con los socios logró hacer pactos, alianzas y convencerlos de que la capacidad económica de aquella empresa era sólida y estable. Estaba cansado, solo había unos momentos en los cuales todo se congelaba para darse el tiempo de soñar despierto, aquellas llamadas que recibía por las tardes eran las que le daban alegría y fuerza para seguir adelante, se estaba enamorando cada vez más. La recordaba, mientras se des estresaba a mente llegaba la imagen de aquel dulce rostro y esa tierna voz, sin pretender encontrar el amor, lo había hallado en el lugar menos pensado. Sonrió, sin embargo la calma duró poco. Sin darse cuenta uno de los auditores junto con otro de los abogados de Business Center, entraron en su oficina.

 

-Señor Montenegro, hallamos algo, y nos parece importante hacérselo saber a usted y al señor Gustavo- el semblante de los dos que tenía al frente no era alentador.

-¿Son buenas noticias?- cuestionó algo preocupado.

-Depende, usted valórelo- hizo una pausa para proseguir- haciendo las auditorías solo corroboramos que el licenciado Adán efectivamente estuvo desviando fondos a sus cuentas personales, y sumas millonarias, también pudimos corroborar que las propiedades que tenía en otros países eran adquiridas con prestanombres, por ello no podíamos localizarlas y adjudicárselas a él-

-Maldito, y ahora no se le puede hacer pagar- rio por la frustración.

-Así es, él no puede pagar ya, pero su cómplice sí- intervino el abogado, un hombre mayor de semblante serio y cansado- su secuaz puede pagar por esos delitos- aquella información descolocó a Héctor.

-¿Quién es ese criminal? ¿Quién es el cómplice de esa rata?- quería el nombre, con ello empezaría la búsqueda.

-No es el cómplice, sino la cómplice- Montenegro los miró expectante.

-¿Es una mujer? No me digan que es…- imaginaba de quién se trataba.

-Sabrina Quinto, las propiedades en Estados Unidos, Monte Carlo y Argentina están a nombre de la señorita, y en la casa de Adán se halló documentación en la cual indica que esa mujer y el occiso estaban casados por bienes separados, todo bajo una absoluta discreción, esa matrimonio civil se llevó a cabo hace varios años, y fue con la intención de que Adán pudiera tener la seguridad que esa mujer le sería útil para sus planes en el desfalco de Business Center- Héctor estaba atónito, esos dos estaban casados, eran un matrimonio, Sabrina resultaba no ser tan inocente como pensaron, y esa información debía dársela a Gustavo pronto, antes de que la situación empeorara- Y no podemos aún confirmarlo, pero todo indica que efectivamente ese hombre asesinó a los padres del señor Gustavo y pudiera ser que esa mujer esté implicada, pues de lo que sí tenemos conocimiento es que esos dos se conocen desde los quince años- el amigo de Prado San Millán quedó impactado, esos dos eran más que amantes, eran esposos, cómplices y muy probablemente unos asesinos, debía ir donde Gustavo lo más pronto posible, no debía demorar en comunicarle todo lo que acababa de descubrir…

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

 


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