Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Red Night. por Onny

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Ya! ¡Por fin! Después de medio año, lo sé, pero más vale tarde que nunca, ¿no?...

 

*Se pide un taxi y se va*

 

Pero bueno, espero que las ganas de matarme disminuyan y que lo disfrutéis~

Por un segundo noté el temblor en su cuerpo cuando sus manos se agarraron firmemente a mis caderas y entonces me miró con tal revuelto de emociones en los ojos que no supe descifrar ninguna de ellas. Tampoco pude descifrar las mías.

 

Mi respiración se entrecortó, mis labios se entreabrieron y noté como los ojos se me cerraban poco a poco. Pude jurar que de fondo se escuchó una de esas estúpidas bandas sonoras que ponían en las escenas de besos en las películas y simplemente me dio igual.

 

Lo único que me resultó importante en ese momento fue sentir como sus labios apenas rozaban los míos y los barrían de una manera lenta y sensual. Las mariposas estallaron en mi estómago, como si una red plagada de las susodichas hubiera estallado dentro de mí, y mis rodillas flaquearon ligeramente.

 

Un beso se convirtió en varios y en divertidos y juguetones mordiscos y lamidas. Mis manos se abrieron paso acariciando sus brazos hasta llegar a su cuello y rodearlo. Con esa simple acción nuestros besos sufrieron una repentina transformación.

 

Su lengua se adentró, traviesa, dentro de mi boca para llamar a la mía a jugar. Agarré el pelo en su nuca con agresividad y sus manos me presionaron fervientemente a su cuerpo. Aseguraría que ni siquiera un ráfaga de aire sería capaz de pasar entre nosotros en ese momento.

 

A la vez que mi respiración estaba entrecortada, la de Azrael se hizo pesada entre beso y beso y perdí la capacidad de raciocinio por completo. El demonio deslizó sus palmas por mi espalda hasta mi trasero y me alzó en brazos, yo rodeé su cintura con mis piernas en un movimiento instintivo y suspiré en su boca.

 

Él caminó hacia atrás sin separarse de mi lo más minimo hasta acabar sentado en la cama, yo en su regazo. Entonces despegué mis labios de los suyos y lo miré a los ojos.

 

Y todo se vio claro.

 

Yo realmente era suyo. Su alma tiraba de la mía con intensidad, de un momento a otro me vi temblando entre sus brazos y a punto de llorar. Me picaban los ojos y la nariz y tenía la necesidad de fundirme en sus brazos hasta desaparecer en ellos.

 

– ¿Q-que es esto, Azrael? Tengo miedo – susurré con la voz quebrada.

 

– No te asustes, pequeño ángel, eres mío y tu alma lo sabe, eso es lo que te está pasando, tu interior grita por estar conmigo, pero el mío no es diferente, también lo necesita.

 

La primera lágrima rodó por mi mejilla.

 

Él la retiró con un dedo haciendo uso de una delicadeza propia del roce de una pluma en la piel. La palma de su mano vagó por unos instantes por mi mejilla y cerré los ojos ante el contacto. Sentí sus labios en mi cuello dejando pequeños besos de mariposa en una línea descendente y poco a poco me giró hasta tenerme tumbado en la cama y debajo de él.

 

Mi camisa desapareció con un chasqueo de dedos de Azrael y me estremecí cuando devolvió su boca al contacto con mi piel. Llenó mi cuello de besos de nuevo, y se fue deslizando hacia abajo. Besó mis clavículas, mis hombros y mi nuez, de ahí bajó por el centro de mi pecho hasta mi estómago y mi ombligo. También besó mi vientre y dejó un suave mordisco a cada lado. Luego volvió hacia arriba y entonces empezó a jugar con mis pezones.

 

Torturó uno con su lengua y dientes mientras presionaba y acariciaba el otro con sus cálidos y suaves dedos. Gemí y me retorcí bajo el calor de su trato y de su cuerpo. No era la primera vez que tenía sexo, pero sí que era la primera vez que lo sentía de aquella manera. Sentía que el pelirrojo no estaba simplemente excitándome, sentía que realmente estaba adorando mi cuerpo.

 

– Llevas razón, pequeño, cada pedazo de tu cuerpo es digno de adoración y a partir de ahora, juro que seré el único que tenga ese privilegio.

 

– Deja de hacer eso – me quejé con una sonrisa juguetona en los labios.

 

Azrael miró hacia arriba y me sonrió de una manera mucho más traviesa de lo que yo lo había hecho. Solté una carcajada y entonces acaricié su cara. El demonio fijó su mirada en la mía y el color ónix me absorbió por completo. Caí en picado por las profundidades de sus pupilas y me quedé sin palabras.

 

– Mío – gruñó – solo mío, para mí – sus ojos se volvieron salvajes, la calma se convirtió en tormenta y arrasó con todo – dilo, Uriel, eres mío.

 

Me lamí los labios, asentí y hablé.

 

– Soy tuyo.

 

– Mi caída fue el día que naciste, supongo que Lucifer ya lo sabría en ese momento.

 

Entonces toda nuestra ropa desapareció.

 

Ese era un truco realmente interesante, los poderes de un demonio iban desde lo más extraño a lo más práctico. Ya no se dedicó a besar mi piel, sino a recorrer cada centímetro y cubrirlo con mordiscos y lamidas.

 

Bajó e ignoró mi entrepierna para ir más abajo. Cuando sus manos abrieron mis piernas y sentí su lengua sobre mi lugar más íntimo gemí sobresaltado, tensé mi cuerpo, apreté las sábanas entre mis dedos y arqueé la espalda. La carcajada que soltó vibró en lo más profundo y me hizo temblar. Jodido demonio pervertido.

 

>> ¡Oh, venga ya! Sabes que te encanta – dijo moviendo las cejas de manera sugestiva.

 

– ¡Cállate y vuelve a lo que estabas haciendo! – me quejé con la cara totalmente colorada.

 

Rió de nuevo y entonces hizo una especie de reverencia.

 

– Lo que su alteza angelical requiera.

 

Y entonces atacó con la lengua y gemí. Separó los cachetes de mi trasero para tener un acceso más fácil a mi entrada y se divirtió dando golpes de lengua sobre la fruncida estrella rosada. No sabía lo que sentía en ese momento, perdí el sentido y no era capaz de pronunciar una frase coherente ni aunque lo intentara. En lo único en lo que podía concentrarme era en la húmeda sensación en mi parte baja.

 

Llevé las manos a su cabeza y revolví su cabello en movimientos al azar de mis manos. Mi miembro erecto descansaba sobre mi vientre y, de la cabeza hinchada, caían gotas de presemen que manchaban mi piel. Gemí y moví la cabeza de lado a lado sobre la almohada sin detener el movimiento de mis manos.

 

Un mordisco en el cachete derecho marcó la finalización de la tarea allí abajo y cuando volvió a acercar su cara a la mía lo besé con impaciencia. Nuestras lenguas se enredaron en una batalla de dominación que la suya ganó con diferencia.

 

Separó sus labios de los míos con un último lametón y alargó su brazo y su cuerpo sobre el mío para poder alcanzar el cajón de la mesita de noche y poder rebuscar en él. Cuando volvió a la posición anterior trajo consigo un bote de color amarillo ¿Amarillo? Había visto el rojo, el violeta, el marrón e incluso los dos tipos de azules que eran de fresa, cereza, calor, frescor y original respectivamente pero el amarillo no.

 

– ¿Piña colada? – dije en voz alta cuando leí la etiqueta.

 

– ¿Qué? ¿Porque sea un demonio no puede gustarme lo dulce? – preguntó con una ceja alzada.

 

– Yo no he dicho eso – respondí riéndome.

 

Me sacó la lengua en un gesto burlón y abrió la tapa. Presionó el bote y dejó caer el líquido espeso en sus dedos, lo calentó con un par de movimientos circulares y entonces bajó su mano a mi entrada y empezó a rondarla con el dedo índice.

 

Sin embargo no se entretuvo más de unos segundos porque el trabajo de su lengua había hecho que el anillo de músculos se relajase e introdujo un primer dígito hasta el nudillo sin ninguna dificultad.

 

Me estremecí y clavé los dedos en la piel de sus hombros.

 

Azrael hundió la cara en el hueco entre mi cuello y mi hombro y pude notar su sonrisa pegada contra mi piel. No te rías de mí, cabrón. Es por tu culpa y lo sabes.

 

– Sé que es mi culpa – aclaró – eso es lo más gracioso – y remarcó la jodida palabrita añadiendo un segundo dedo de golpe que me hizo saltar y gemir.

 

Abrí más las piernas, Completamente como una puta.

 

>> Mi puta.

 

– Sí, sí, como quieras – murmuré entre gemidos.

 

Moví mi mano derecha hacia su pelo para agarrar un mechón y la izquierda la deslicé por su espalda para luego arañar la piel color canela en un movimiento ascendente. El demonio gruñó por la sensación y no pude contener una sonrisilla victoriosa que se vio rápidamente borrada por una mueca de placer cuando sus dedos golpearon mi próstata.

 

Gemí como una absoluta puta barata y arqueé la espalda. Me deshice por completo en sus brazos y respiré de manera pesada mientras intercalaba gemidos entre inhalaciones.

 

– Siempre he pensado que ese ha sido el punto más maravilloso que posee el ser humano – musitó con un tono burlón en mi odio.

 

– Pues entonces eres un pervertido, yo siempre he preferido fijarme en los ojos – balbuceé en un intento de seguir bromeando.

 

De alguna manera conseguí que el pelirrojo se riera y entonces arremetió con un tercero, y rogué que también último, dedo.

 

– No seas impaciente, necesitas estar bien preparado para la acción.

 

– V-venga ya, no creo que sea para tanto – gemí mordiéndome el labio inferior.

 

– Tú mismo te lo has buscado.

 

Cuando se incorporó comprendí mi error. Tal vez era un poco exagerado pero podría decir que el demonio presumía de una tercera pierna. Su miembro tenía el mismo color canela que el resto de su cuerpo, a excepción de la bulbosa cabeza con aspecto cricuncidado, que se veía de un rojo violáceo inflamado por el exceso de sangre. En el tronco de la erección se marcaban varias gruesas venas y, lo que más me llamó la atención, fue el nudo de nervios que se encontraba justo debajo del glande.

 

Me relamí los labios y sonreí. Giré sobre mi estómago, coloqué la cabeza de lado en la almohada, pegué los hombros al colchón y separé mis nalgas para presentar mi entrada a Azrael como un regalo.

 

– Ve a por ello, grandullón.

 

– Ni se te ocurra pedirme que pare ahora. Igualmente no lo haré si me lo pides. No podré. O simplemente no me dará la gana.

 

Y entonces una estocada. Una jodida estocada. Pude jurar que sentí como su descomunal miembro golpeaba la parte posterior de mi garganta. Y grité tan fuerte que rogué porque Azrael no tuviera vecinos en al menos veinte kilómetros a la redonda.

 

Sus manos se colocaron sobre las mías y las arrastró en un suave roce sobre las sábanas de seda. Era una sensación muy agradable, nunca había tenido contacto directo entre mi piel y ese tipo de tela y ahora podía sentirla rozar cada centímetro de mi cuerpo.

 

Nuestras manos acabaron entrelazadas a ambos lados de mí, a la altura de mis hombros. Cerré los ojos y respiré hondo. Por un momento me sentí tan perdido que fui capaz de escuchar los latidos de mi corazón mezclados con las bocanadas de aire que tomaba por la boca.

 

La primera estocada me pilló por sorpresa. Fue un movimiento rápido y conciso, salir y entrar con un golpe. Gemí y apreté los dedos color canela entre los míos.

 

– Tan apretado – susurró Azrael en mi oído.

 

Pegó su pecho a mi espalda y su calor corporal hizo que mi piel se erizara. Mordió mi nuca con suavidad y empezó a mover las caderas. Eran movimientos lentos pero profundos, llegaban lo más hondo posible y cada nervio en mi interior se veía estimulado. Un gemido salía de mi boca abierta por cada golpe de su parte.

 

Sin embargo y aunque aquello se sentía bien, necesitaba más. Necesitaba pasión, descontrol, locura, rudeza, así que empujé mi trasero hacia arriba e hice un sonido parecido a un gruñido.

 

– Más fuerte.

 

– Si lo hago más fuerte no seré capaz de controlarme – habló costosamente en mi oído.

 

– No quiero que te controles, Azrael.

 

Y la pronunciación de su nombre en mis labios fue el detonante para que su cordura saltase por uno de los ventanales hasta el agua de la playa.

 

Sus manos soltaron las mías, una de ellas acabó debajo de mi pecho y la otra en mi cadera. La que estaba debajo de mi pecho me levantó hasta que me encontré erguido y con la espalda pegada de nuevo a su pecho. Sus estocadas aumentaron la velocidad y en esa postura la punta de su miembro presionaba con más intensidad las paredes internas de mi canal.

 

Estiré los brazos hacia atrás y rodeé su cuello con ellos, luego dejé caer mi cabeza haca un lado sobre su hombro y gemí mientras movía mis caderas para encontrarme con sus embestidas, las cuales aceleró por momentos.

 

Sus manos rodeándome y sus besos en el cuello me hacían estremecer mientras sus estocadas me hacían temblar y gemir. Cuando una de sus manos bajó por mi vientre y rodeó mi miembro sin dubitación ninguna me lamí los labios resecos y me dejé caer en cuatro.

 

La espalda arqueada, el sudor resbalando por el puente de mi nariz, y las sábanas apretadas entre mis dedos. Entonces Azrael tuvo el atino de encontrar mi próstata en uno de sus golpes más fuertes y volví a gritar de placer.

 

Un hilo de saliva cayó por mi barbilla y goteó en las sábanas a la vez que algunas lágrimas de placer por la continua estimulación de mi punto más sensible resbalaban por mis mejillas. Los golpes del demonio eran descontrolado, locos, como si fuera una bestia salvaje.

 

El sonido del choque de piel con piel rebotaba entre aquellas cuatro paredes y los gruñidos que Azrael dejaba salir con cada embestida se mezclaban con el mismo.

 

– ¡Azrael! N-no no puedo m-más – pronuncié de manera trabajosa – Vo-voy a...

 

– Hazlo – rugió – déjame ver cuanto te excito, déjame ver el poco control que tienes sobre ti mismo cuando te toco, déjame ver como tu cuerpo responde ante el toque de su dueño.

 

Sus palabras me hicieron tomar aire de manera brusca y apretar las sábanas con mas fuerza entre mis dedos. Un cosquilleo en la parte baja de la espalda fue el único aviso que tuve antes de llenar la mano del pelirrojo con mi liberación.

 

Gemí su nombre en alto mientras notaba como mis músculos internos convulsionaban apresando el miembro del otro en mi interior. Ante la presión aceleró aun más sus movimientos y mi interior, completamente sensible tras el orgasmo, notaba el roce de cada una de las venas sobresalientes.

 

Entrelazó de nuevo sus dedos con los míos al dejarse caer hacia delante y justo en el momento en el que nuestras pieles se pusieron en contacto mordió la carne blanda entre mi cuello y mi hombro con fuerza. No con la suficiente como para abrir la piel pero sí como para que todo mi cuerpo hormigueara por la sensación. A la vez que me mordió un grito ronco fue amortiguado por mi piel y entonces noté el líquido caliente llenarme.

 

Gemí ante la sensación y respiré de manera pesada sobre la almohada. A su vez la propia respiración dificultosa del demonio flotaba contra mi oído y me daba escalofríos.

 

Salió de mí con cuidado y dejé salir un quejido lastimero al perder la sensación de sentirme lleno y completo desde hacía mucho tiempo. Perdí el calor de Azrael durante un par de minutos y, justo en el momento en el que iba a quedarme dormido, fui levantado en volandas y llevado al baño.

 

¡Joder! ¡Avisa antes de asustarme de esa manera!

 

– Me gusta demasiado sorprenderte como para avisarte antes de las cosas – comentó con sorna y con una sonrisa de superioridad.

 

– Que te den – hinché los mofletes indignado.

 

Grité un poco cuando el demonio subió dos escalones para entrar en la bañera/piscina, como me había decidido a llamarla, pero cuando nos sentó a ambos en el agua caliente me relajé contra su cuerpo e hice burbujas en el agua.

 

– Ahora no te quejas, ¿Eh? – susurró en mi oído en tanto acariciaba mi brazo con la yema de los dedos.

 

Me quedé embobado por la diferencia de pigmentación. Mi piel blanca parecía relucir en contraste con su caramelo. Y el hecho de ver su piel así me hizo querer probarla de nuevo, y es que aún no había descubierto su sabor. Sí había saboreado lo picante de sus besos y la suavidad de sus labios, pero su piel aún era un misterio para mí.

 

– No me quejo – murmuré girando para quedar en frente de él – pero tengo algo que hacer.

 

Ataqué su cuello con mi boca y aspiré la piel, la mordí y la saboreé con todas mis ganas. No era dulce, ni picante como pensaba, era salada. Tal vez el sudor también influía en eso pero realmente era salada como el agua de mar, pero era un sabor adictivo como ningún otro. Solo me retiré de aquella zona cuando pequeños puntos rojos empezaron a aparecer en la piel y supe que tendría un chupetón allí durante un tiempo.

 

Cuando miré a Azrael tenía los ojos cerrados y una expresión de serenidad en la cara. Abrió solo un ojo para mirarme de refilón y sonreí.

 

– Tú me has dicho y redicho que soy tuyo, pero espero que eso signifique que tú también me perteneces solo a mí.

 

Una carcajada vibró en su pecho, me rodeó con los brazos, me sonrió y entoncés me besó con dulzura.

 

– Todo tuyo, mi ángel.

 

Como una hetérea masa de polvo de estrellas, el arcángel Uriel observaba como su decisión había sido la correcta. Su nieto no encontraría a nadie que lo amase y respetase como aquel demonio. También tenía suerte de parecer un hombre honrado que recolectaba las almas de manera imparcial. Lo que sí tenía claro el arcángel era que, si el demonio hacía llorar a su nieto tan solo una vez, él mismo se haría cargo de enterrar el cadáver para que nadie lo descubriera. Porque sí, los ángeles también podían ser malos de vez en cuando, sobre todo si tenían que defender a su familia.

Notas finales:

¡Y listo!

 

Ahí termina este pequeño two-shot extraño sacado de mi perversa mente. 

 

¡Espero vuestros reviews!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).