Es un día lluvioso, el clima ha estado así por más de tres días, es una lluvia intensa e incesante, a pesar de eso, decidí arriesgarme y salir
Pronto llegue a mi destino, una hermosa cafetería, en el centro de la ciudad, entro rápidamente al local, hago mi pedido, me siento en una de las mesas que están junto al ventanal de la fachada, y comienzo a esperar.
Una y otra vez, no dejo de beber mi café, su calor me reconforta un poco, el tiempo parece que trascurre lentamente, más de lo normal.
Comienzo a aburrirme, entonces decido mirar a través del ventanal, observo detenidamente el pasaje que se me ofrece, una ciudad cubierta por la lluvia, pocos autos por la calle, ninguna persona caminando en las aceras, ahora es cuando me doy cuenta que de hecho soy el único cliente en la cafetería, debo ser un loco al salir con un clima así.
Pero, ¿Qué es eso que veo en la calle? Una gran sombrilla colorida, debajo de ella, una chica y un chico corren apresuradamente, una fuerte ráfaga de viento se lleva volando la sobrilla, la peculiar pareja al parecer comienza a reir, lo sé porque puedo alcanzar a ver sus rostros. Si eso me hubiera pasado a mi, seguro estaría maldiciendo mi suerte. Veo como el chico se quita su abrigo y se lo ofrece a la chica, muy seguramente son novios – pienso - y confirmo mis sospechas cuando la chica le da un tímido beso en los labios al chico, como en señal de agradecimiento, después aquella pareja corre nuevamente, buscando donde refugiarse
Qué envidia me dan esos chicos, ¿acaso yo podría estar en esa misma circunstancia? ¿Acaso yo también puedo amar y ser amado?
Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de la puerta de la cafetería, volteo rápidamente hacia esa dirección, ahora lo veo, debe ser él, no hay duda, el parecido con sus muchas fotos que me ha enviado es innegable, es él. De repente, me ruborizo, no por el calor del café, sino por la emoción. El recién llegado voltea a todos lados, como buscando a alguien, y por fin voltea a verme, nuestras miradas se cruzan, nos miramos fijamente, el rubor en mis mejillas crece, la emoción es incontenible, pero en el momento en el que pienso que aquel chico va a acercárseme, da la vuelta, y sale de la cafetería.
¿Qué ha pasado? ¿Qué hice? Porque, después de tanto tiempo de esperar a pasado esto, después de charlas interminables por teléfono, mensajes de texto, chats, porque ahora ese chico me ha dejado así, sin si quiera acercarse? ¿Por qué? ¿Por qué una vez más me vuelve a ocurrir? ¿ qué numero de ocasión es esta? ¿La número 20, quizás…?
Vuelvo a preguntarme, ¿alguien podrá amarme?
Mi respuesta es: no lo creo, no creo poder alcanzar algún día ese amor, ¿Por qué? Sencillamente porque una y otra vez, sin saber el motivo, me encuentro solo, cuando por fin encuentro a una persona a la cual querer, sin saber yo el porqué, esa persona decide desaparecer, ¿Qué tengo que hacer para encontrar a una persona que me ame?
Simplemente no encuentro el motivo, todo va bien mientras no conozco personalmente al chico con quien quiero comenzar un noviazgo, pero en el momento en que por primera vez nos vemos en persona, en el mejor de los casos, me dice que siempre no soy su tipo, y en el peor de los casos, sucede lo que me acaba de ocurrir, ni si quiera se acercan a mí. Me ignoran, se desentienden, como si jamás hubiese existido.
Y no encuentro una excusa que valga, ¿es mi actitud?, no lo creo, pues algo nos conocimos por medio de llamadas, mensajes y chats, ¿mi aspecto físico? Difícilmente, si bien no soy un modelo, tampoco soy feo, soy común, igual que todos los hombres, ni gordo ni flaco, ni alto ni bajo, ni moreno ni blanco, soy común, ¿o acaso será porque soy muy común? ¿Ahora todos quieren salir con alguien fuera de lo común? ¿Ya nadie quiere a una persona sencilla, pero que entrega todo su amor? ¿ahora ya todo es sexo y nada de amor?
En esta ocasión, siento que algo se ha quebrado en mi interior, no lo soporto más. Termino mi café, el poco que aún quedaba en mi taza; mi mente ya no razona de forma lógica, siento que la realidad poco a poco se está distorsionado. La taza cae de mis manos, se rompe, trato de levantar los trozos, pero rápidamente una camarera se acerca y me dice que lo deje, que ella se encargara. Me levanto de mi asiento, me dirijo hacia el baño de hombres, en mi recorrido he dejado un casi imperceptible rastro con el goteo de mi sangre, me he herido mi mano, pues en ella estoy sujetando uno de los trozos de aquella taza. Entro al baño de hombres.
La puerta se va cerrando lentamente detrás mío, mientras susurrando digo para mi:
- Vaya sorpresa que tendrá, aquel que entre primero a este baño -
Me siento en el suelo, y pienso que lo último que mis ojos verán no será una mirada de amor, sino la oscuridad de mi sangre, que ahora brota de mis muñecas y se esparce por todo el suelo., sangre tan obscura como el café, lo que me hace decir, como burlándome de mi suerte:
- Que frio hace, ojala tuviera otro café -