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Desde siempre y para siempre tuyo por Strigoi Bathory

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Notas del capitulo:

 

Buenas~

Gracias por entrar al capitulo y sin más espero y disfruten la lectura~

-Con permiso.

Lenta y tímidamente se adentró el joven sirviente de la familia real en la gran habitación que alguna vez perteneció a la pareja de grandes monarcas de aquel pequeño pero prospero reino, siendo ahora habitada por el único hijo y descendiente del noble linaje.

-Mi señor, El duque de Schelles acompañado de su esposa e hijos ha llegado y espera poder darle sus felicitaciones por su coronación.

Un silencio turbio se alzó sobre el lugar que mantenía las luces apagadas y que únicamente era iluminado por la luz de la luna que se adentraba muy vagamente por lo cual difícilmente era reconocible cualquier cosa, casi como si estuviese vacío.

-Señ...-

- El tío Grey y la tía Ann conocen este palacio como la palma de su mano, me niego a creer que les sería difícil salir por donde se les ha ocurrido entrar así que no considero que sea necesario ir, ¿no lo crees? - Le cuestionó. De entre las penumbras la voz salió con un tono desganado e irónico - Además, desearía evitar los "reconfortables" abrazos tan fuertes de mi querido tío que pareciera poder quebrarme los huesos con un solo apretón, puedo asegurarte que aun desea darme su pésame. Aunque ya sea la novena vez. Igualmente no soporto el fétido perfume de su esposa que parece haberlo obtenido del mismísimo tocador de la muerte. Simplemente repugnante. - al otro lado de la habitación yacía de espaldas un joven que miraba anhelante hacia la ventana como si fuese un ave enjaulada, ligeramente recargado en la cabecera de un viejo sofá de tapices terraceos con las prendas de la coronación aun vistiéndole de pies a cabeza. El joven azabache admiraba el profundo cielo nocturno que se ceñía en el ahora su reino.

El pequeño rubio suspiro al ser ya la cuarta vez que su amo se comportaba de manera tan egoísta e infantil. Cosa que no era de extrañarse de aquel hombre.

-Señor- volvió a hablar el muchacho- disculpe mi insolencia e insistencia pero la fiesta ya ha avanzado considerablemente y creo que como soberano recién nombrado deba de dar su acto de presencia ante los invitados, después de todo es su celebración.

- Sabes tú mejor que nadie que detesto este tipo de reuniones, aun después de haber aclarado que no hacía falta- el mayor se volteó y comenzó a caminar hacia aquellos ojos garzos que le miraban atentamente hasta quedar frente a él, lo que provoco que el cuerpo del chico se congelara en su lugar.

- Pero fue una petición de su majestad la reina que en paz descanse - defendió el chico.

El otro suspiró e hizo un ademan de mano restándole importancia- aun así, no me apetece el regodearme por personas que lo único que esperan es aumentar su estatus. Haz que Charles de un agradecimiento de mi parte, que coman y beban lo que les apetezca y después se larguen.

-Pero-

-He dicho- el tono de voz del rey fue duro y directo, dejando sin palabra alguna al joven que solo atino para hacer una leve reverencia, dar media vuelta y dirigirse de regreso a la puerta.

-Diego.

El rubio de inmediato se giró sobre sus talones- ¿si su majestad?

-En cuanto le vocees a Charles lo que te pedí quiero que regreses a esta habitación- el morocho regresó hacia el lugar donde se encontraba al principio mientras que el sirviente tragó saliva, asintió y salió del lugar.

-...- un suspiro fue lo último que se escuchó en aquella sombría alcoba.


•••♦•••


El ojiazul caminaba lentamente por los extensos pasillos de aquel recinto, su cabeza se sentía dar vueltas, su rostro le quemaba y sus manos habían comenzado a sudar.

Aquella noche regreso a su cabeza, ¿de verdad lo volverían a hacer?, se sentía que moriría de la vergüenza, pero era inevitable, o... ¿podía hacer algo?... no, no podía, eran mandatos de su príncipe.

No.

Ya no era su príncipe, sino su rey, así que ahora eran más valiosas sus instrucciones. Aunque, aun así, ¿estaba bien eso?...

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios inconscientemente al pasar por su mente varias cosas con referente al joven que seguía encerrado en la alcoba mayor.

- ¡Ah!

- ¡Fíjate por donde caminas niño!- un golpe en su hombro le saco de sus pensamientos.

-D-discúlpeme por favor- hizo una reverencia hacia el invitado con el que había tropezado y siguió caminando adentrándose entre la multitud de gente que reía, charlaba y bebía, todos con sus trajes a la medida y su joyería carísima. Era una gran fiesta, se podía decir que todo el reino había asistido a la velada, lástima que no podrían ver al recién nombrado...

Hacía apenas dos semanas que el rey había muerto. Su esposa, la reina, había contraído una enfermedad desconocida que le debilitaba torturándola de tanto en tanto matándole lenta y dolorosamente. Sin alivio. Sin cura.

Cuando la reina espiró su último aliento el rey no aguantó su perdida y se encerró en su alcoba.

Nadie podía sacarlo de su auto confinamiento, de por si era muy raro que abriera para poder recibir comida o ser checado su estado de salud, que llegase a salir de la habitación realmente se convirtió en una tarea imposible.

Un día como los demás se le llevó comida a su habitación, pero este no abrió.

Dejaron pasar el desayuno y esperaron a la comida, era común que el rey desistiera una o dos veces de abrir la puerta pero siempre lo terminaba haciendo.

Al llegar la hora de la cena y no ser atendido el servicio al cuarto comenzó la preocupación y en la mañana próxima varios asistentes del castillo colaboraron para abrir la puerta derribándola ya que la única llave la tenía el mismísimo rey.

Grande fue su sorpresa cuando encontraron el cadáver putrefacto del que había sido llamado rey al pie de su cama.

Una gran cantidad de alcohol y el dolor del corazón roto le habían hecho cometer suicidio y con una fina tela del vestido de la amada fallecida había atado este a su cuello para así morir de una forma rápida e insonora. Gracias a esto, el reino completo se había vestido de luto por la muerte de sus honorables reyes y dejando a cargo a su único hijo: el príncipe heredero Gerald.

De entre la gente logro divisar al veterano empleado que estaba buscando para informarle sobre su misión fallida.

- ¡Charles!- alzo la vos para así llamar la atención del mayordomo lo cual logró exitosamente.

-Charles.

- ¿Qué pasó pequeño? ¿Ya viene en camino? - preguntó el mayor esperando una respuesta acertada.

-Emm, bueno, hablé con él, pero... -bajó la cabeza- dijo que tu dijeras algo por él- el chico se encogió y desvió la mirada como si fuera a recibir una gran reprimenda.

- ¿Pero qué?... ahh. De nuevo ese niño mimado quiere hacer lo que le plazca- el mayor se apretó la sien de ambos lados de la frente con la mano. - ¿Pero no pudiste hacer tan solo que cediera un poco? Mira que es raro que no te haga caso en una petición que tú le haces.

- Lo sé, pero... Esta vez no funcionó- El chico volvió a dirigir su mirada al suelo recordando tiempo atrás como era su relación con el aun joven príncipe, aquel niño con un alto ego pero con la mirada eternamente triste. De recién que se conocieron fue algo difícil el entablar cualquier tipo de relación con el mayor y aun recordaba la vez que había pisado por primera vez aquel rebosante palacio. Como sus destinos habían terminado entrelazados.


•••♦•••

 

Flash back

 

 

Su padre llevaba un buen rato que no le dirigía la palabra, ni siquiera le volteaba a ver lo cual comenzaba a impacientar al pequeño niño, estaba cansado de tanto tiempo que llevaba en el carruaje, desde muy temprano le habían despertado y sacado de casa, estaba envuelto en varias telas y una gruesa piel de algún animal ya que hacia un frió tremendo para aquellas fechas donde se avecinaba la primavera.

Su padre le dijo que irían a un lugar para festejar su cumpleaños, estaba feliz, por fin en sus siete años de vida le darían un obsequio.

Al despertar rápidamente se cambió y salió de su habitación haciéndose camino por el pequeño pasillo de su casa para salir a la sala y al pasar por la habitación de sus padres pudo escuchar un sonido o más bien sollozos viniendo de dentro de aquel cuarto.
Al parecer su madre estaba llorando, trato de abrir la puerta pero fue inútil, estaba atrancada.

-Ma...

No pudo terminar la palabra cuando fue tomado por ambos hombros y dirigido hacia la puerta de entrada.

-Papá, ¿Qué tiene mami?- susurró tallándose los pequeños ojos cristalinos que quedaron después de un perezoso bostezo. - ¿no va a venir con nosotros?

-creo que tu madre no se siente bien así que no vendrá, anda, súbete al carro- el niño miró un carruaje muy elegante en frente de él, dirigido por dos caballos grandes del color del ébano, también pudo divisar que había un chofer con sombrero y traje elegante, se le hizo extraño, era raro que gente pobre como ellos pudieran viajar de esa forma. Hacia frió y era obvio para una madrugada de invierno que hasta una leve capa de hielo ya se acomodaba ligeramente sobre el pequeño formando una coronita de color albar en los cortos risos rubios.

El niño obedeció y subió. 
Por dentro también era magnifico, por demás elegante, se emocionó, nunca había viajado de esta forma pero después de tres horas de camino ya no pensó igual.

-P-padre, ¿pronto llegaremos? ¿A dónde vamos?- preguntó pero no recibió respuesta, se sentía inquieto, todo era tan raro, sintió ganas de regresar, saber lo que tenía su madre antes de salir de casa. - padre...

- tranquilo, ya casi llegamos. - la gran mano de su padre se posó en su cabeza tratando de reconfortarle y aunque lo logró aún se sentía algo desesperado por la incómoda sensación en su pecho.

-llegamos. - la carroza se detuvo y la puerta fue abierta desde afuera, el pequeño salió después de su papá, y lo que vio le sorprendió de sobremanera.

Se encontraban frente al palacio real, como cien, no, mil veces más grande que su diminuta casa, las paredes eran de un color blanco como la nieve que cubría el suelo, desde donde estaban se podían divisar varias torres y por diferentes lugares hombres con armaduras caminaban o charlaban en sus puestos.

-Sígame por aquí - el señor que dirigía el carruaje se puso en frente de ellos y comenzó a caminar adelante para ser seguido por el padre y el hijo.

El niño no perdía detalle del lugar puesto que era impresionante, ¿así es como vivían los ricos?, estaba fascinado.

Pasaron por varios pasillos gigantescos con ventanales colosales, había cuadros de retratos y paisajes por todos lados y en cada mesa se encontraban algunos arreglos con flores de temporada.

Siguieron hasta llegar a una elegante puerta con toques dorados en la madera caoba, esta fue abierta por dos guardias que les acompañaban, y en el centro un gran trono acompañado de otro un poco menos llamativo estaban en el lugar y estos por supuesto estaban ocupados.

Su manita fue soltada por su padre y este se arrodillo. El niño miraba a su padre y después al rey que tenía los ojos puestos en él.

La mirada era analítica, una que incluso hizo estremecer al pequeño. El rey comentó algo con su esposa y sin una sola palabra asintió.

El hombre del carruaje entregó al padre una gran bolsa que hacia sonido metálico a cada movimiento, el niño sintió una gran mano sobre su hombro siendo sostenido por aquel hombre. Se sentía extraño.

Sintió ansiedad. Algo no estaba bien.

 

¿Porque todos estaban callados?

 

¿Por qué nadie decía nada y solo le miraban con ojos de lastima?

¿Por qué....

 

 

¿Porque su padre salía por la puerta sin llevarle a él consigo?




Ahí fue cuando su mente chasqueó y le golpeó fuertemente la realidad de la situación, lo que llevaba su padre, era dinero.

Trato de correr pero no se le permitió, no, era imposible que sus padres le cambiasen por dinero, pero si ellos lo amaban, ellos lo amaban... ¿cierto?

¿¡Cierto!?

El pequeño rubio rompió en llanto, gritando a cada momento una explicación, pidiéndole que volviera, que no le abandonara, pero fue inútil. Su padre no volvió a atravesar esa puerta.
Jamás volvió por él...


Los días pasaron y se le había asignado una habitación. Desde que llegó no paraba de llorar, gritaba de rabia, golpeaba cosas, no sabía que iba a hacer, no tenía ganas de comer y se sentía triste e impotente, lloraba cada vez que recordaba, quería volver con su familia, pero le dolía recordar que él, para ellos, solo era mercancía. Con los días solo se pasaba el tiempo mirando por la ventana que había en aquella habitación, sin animo ni ganas de volver a llorar. Nunca más.

-Niño- un guardia entró a su habitación- el rey ordena verte- el chiquillo como pudo se levantó de su cama y siguió al centinela que como todos no le dirigió alguna sola palabra en todo este tiempo, se estaba cansando de eso.

Al llega al lugar hizo una leve reverencia y miro a su comprador.

-Veo que ya te has calmado lo suficiente- dijo- has llegado a este lugar para ocuparte en servir a la familia real, ahora este es tu hogar, ahora la servidumbre de este lugar será tu familia y deberás cumplir cualquier mandato que se te asigne por mi parte o la de mi señora e hijo.

El joven solo le miraba sin mover algún musculo.

-bueno, para lo que te he llamado es para darte tu primer tarea. Quiero que atiendas y brindes tu servicio a mi único hijo, como son casi de la misma edad creo que estará bien así que Charles llama a Gerald aquí. - aquel hombre, el mismo que condujo el carruaje salió por una puerta alterna dejando con su ida un silencio turbio.

-Y dinos ¿cuál es tu nombre pequeño?- por primera vez escucho la voz de la mujer al lado del rey, era dulce y melodiosa, como la de su madre... Su madre...

El niño volteo con una expresión lastimera respondiendo inmediatamente - D-Diego, su majestad.

-Muy lindo nombre y ¿qué edad tienes?

-Siete.

-Es muy pequeño-le comentó ahora al hombre a su lado, el solo atinó a asentir.

-Disculpe la demora- de la misma puerta por donde salió regreso el tal Charles con un niño un poco más grande que Diego, de cabello azabache y unos ojos del mismo color, arrogantes y penetrantes, iba vestido con un fino traje de color vino y detalles en color negro como sus zapatos de charol, medias blancas, y un listón como moño en el cuello.

Cuando entró sus miradas se encontraron. Por una parte le dio miedo ya que se veía más grande y tosco que él pero por otra se alegraba de que en ese lugar hubiera alguien casi igual de chico que él. Sentía que aquel niño podría entender su sufrimiento.

-Diego, este es nuestro hijo. Gerald el será tu servidor y compañero de juegos de ahora en adelante, si en algo incumple o te provoca alguna molestia no dudes en decirlo.

El chico solo siguió mirando en silencio al niño que se sentía en demasía humillado. Después solo dio media vuelta y salió del lugar.

Eso había sido raro, sus esperanzas de tener un amigo se esfumaron, pero que más daba, no podía escapar de lo que el destino le había dado.

Con los días el pequeño niño fue vestido de acuerdo a la servidumbre y se le había sido varias veces ordenado que atendiera al joven amo, sin embargo siempre recibía un "no necesito nada" como respuesta y una puerta cerrada en la cara, veía que el príncipe pasaba la mayoría del tiempo en un lugar que desconocía ya que siempre mantenían la puerta cerrada y donde no se le permitía el paso a menos de que alguien le otorgara el permiso. Y ese alguien aun no había llegado.

Estaba harto de no hacer nada siempre, solo esperar a aquel insolente muchacho que lo único que hacía era ignorarle y evitarlo.

No era como si fuera alguien espantoso como para no quererlo ver, o quizás si, apenas se daba cuenta que era el único en aquel lugar con un color de cabello diferente, "quizás por eso me desprecia" decidió pensar que esa era la razón aunque ni siquiera se acercara a la realidad.

Siempre se preguntaba ¿que había en aquel lugar que tanto le entretenía al príncipe? ¿Sería un cuarto de juegos?

La curiosidad le invadió y planeo entrar costara lo que costara a aquel lugar tan solo una vez, tan siquiera así mataría un poco de tiempo.

Escondido entre los pilares espero durante toda la tarde el ver salir de aquel lugar a príncipe para regresar a sus aposentos, aún era temprano así que nadie le buscaría en su propia recamara. Cuando salió, al no haber ya rastro del rincipe, corrió y como pudo abrió la enorme puerta para cerrarla detrás de él al entrar.

- Uwaa....- una pequeña exclamación se escapó de sus labios. Libros. Muchos libros, infinidad de ellos en todo el lugar. 
Había estantes tan altos como los gigantes ventanales y eran demasiados. En medio de la sala una mesa también colosal estaba atascada de libros y royos de papel, se dirigió hacia ella y comenzó a ver los libros pero ninguno le gusto o más bien todos estaban llenos de garabatos que no conocía ya que por desgracia no sabía leer.

Siguió viendo de entre todos los que había ahí hasta que uno le llamó la atención. Tenía un bonito diseño en la portada y sin más se sentó en una de las sillas y comenzó a hojearlo, habían muchos dibujos, un hombre con pico y alas de pájaro, una mujer con la parte baja de su cuerpo como venado y también tenía cuernos, un animal con cabeza de águila, con alas y cuerpo de león y así más cosas extrañas. Pero, se detuvo al ver un ave, al parecer estaba envuelta en llamas pero no parecía quemarse, se le hizo muy hermosa y quiso admirarla un rato más, su plumaje eran ascuas vivas y brillantes, su cuerpo se veía dócil podía ser fuerte también, sus ojos eran del color del mar, como los de él. Después de verla sintió envidia, ella si podía ser libre y no estar encerrada como él lo estaba y si alguien intentaba atacarle de seguro se defendería no como el pobre niño que no podía hacer nada.

-Es un ave fénix- una voz detrás de él le hizo dar un salto y soltar el libro cayendo este al suelo.

- ¡Lo-lo-lo lamento mucho!, yo no quería hacer nada malo solo quería ver que había en este lugar, de verdad discúlpeme- el chico se dio media vuelta para hacer una reverencia ante el joven amo.

- ¿Te gustó?

- ¿Eh?- levanto un poco su rostro para ver al príncipe con un toque de duda en este.

- ¿Que si te gustó el ave?- dijo recogiendo el libro y hojeándolo hasta llegar a la misma página y mostrárselo al niño.

-Sí, me gustó mucho, pero disculpe, no pude leer el nombre- comentó penosamente volviendo a erguirse, era la primera vez que el joven príncipe tenía una conversación tan larga con él.

-Mmm.... ¿No sabes leer?

Diego sostuvo nervioso sus propias manos y le contesto- no su alteza.

El príncipe se sentó donde momentos antes estuvo el chico y aclaro su voz.

-"El ave fénix es una ave mítica del tamaño de un águila, su plumaje es de color rojo, anaranjado y amarillo, incandescente, de fuerte pico y alas.

Se dice que esta ave tiene el don de curar con sus lágrimas y también que cada 500 años muere incinerándose por cuenta propia para después renacer de sus cenizas. En si el fénix es y ha sido un símbolo de renacimiento tanto físico como espiritual, del poder del fuego, de la purificación y la inmortalidad".

-Asombroso- los ojos del pequeño niño se iluminaron y se acercó un poco más a su amo- y ¿qué es esto?

- Ella es medusa.

- ¿Y este de aquí?

-Es una hidra.

- Wow, eres genial. Saber leer es lo mejor- comentó el infante mirando con admiración pura al mayor.

- Si quieres puedo enseñarte a leer- el príncipe trató de sonar serio aunque por dentro le encantaba ser elogiado.

- ¡¿De verdad?!- el chico se levantó y miró con ojos brillantes al contrario quedando solo a escasos centímetros del rostro del mayor que solo retrocedió por ver aquel rostro tan cerca y su corazón comenzar a acelerarse.

-L-lo haré, solo con la condición de que harás todo lo que te diga y estudies mucho - un pequeño sonrojo decoró el rostro del morocho que solo desvió la mirada.

El rubio contestó un alegre "si" con una sonrisa imborrable en sus comisuras.

Duraron un buen rato hablando del libro, el príncipe regodeándose de la admiración del chico por saber leer y el niño por aprender nuevas cosas y ver que el joven heredero no era tan malo como lo parecía.
Cuando menos se dieron cuenta ya la luna se encontraba en el firmamento, el ama de llaves fue en busca del príncipe y el niño, se despidieron y aseguró Diego que volvería a buscarle al día siguiente para comenzar sus clases.

Desde ese día el príncipe a diario le leía y además le enseñaba paciente el leer y escribir.

Pronto se volvieron inseparables.

Diego con el tiempo y edad comenzó a encargarse de todo lo que el príncipe pudiera necesitar, comida, vestido, organizar sus cosas, entre otras tareas, el chico adoraba al príncipe y le seguía a donde fuera...

Así fue por once años.

Hasta el día de hoy...


Fin flashback



•••♦•••

 

- ¡Hey, Diego! Te estoy hablando.

El joven salió de su mente que se había encargado de traer aquellos gratos recuerdos de vuelta. - ah perdón, ¿mande?

-muchacho, te decía que fueses a llevarle tan siquiera algo de la comida del banquete que preparamos para el joven amo- Charles le entrego una bandeja con una vasta cantidad de aperitivos y una copa para el vino que de seguro había en la habitación del rey.

-Eh... está bien- el chico tomó las cosas y se fue. Bueno tan siquiera cumpliría con el mandato del amo, pero en cierto modo era ir por si solo hasta la boca del lobo.

Salió del concurrido salón y se encamino por el mismo pasillo por donde había llegado instantes atrás. De nuevo sintió su sangre hervir y subir hasta su rostro, aferro sus manos a la bandeja para que no se le cállese y después de un rato llego de nuevo a la habitación, toco en la puerta y al escuchar un "adelante" abrió con dificultad.

-Veo que me has obedecido- la sala seguía oscura, pero había algunos candelabros ya encendidos por lo cual distinguió perfectamente al joven rey.

-No, bueno yo, le he traído algo de la cena que se sirvió esta noche por si gusta probarla... Charles me mandó- el chico fue hasta un lado de la cama para colocar en la mesa de noche la comida.

-Mmm...- escuchó hacer un sonido al amo y después distinguir sus pasos a través del lugar. Estaba ansioso, su corazón latía desesperado.

-Bueno, si me disculpa...- el sirviente salió de su trance y trató de girarse para salir de ahí pero fue detenido al acomodarse el joven monarca detrás de él y abrazarle por la cintura.

- ¿Pero cuál es la prisa? ¿No piensas darme de comer tú?- por un momento guardó silencio- Últimamente me estas evitando, ¿podría saber la razón?

-No lo evito señor, yo... Ngh...- el criado se sobresaltó al sentir un beso ser depositado en su nuca haciéndole estremecer.

-Claro que lo haces, ¿te desagrado?

-No mi señor, no me desagrada, en lo absoluto, nunca lo haría- el chico trato de moverse pero el agarre no cedía.

-Entonces-dijo el rey- ¿no te disgusta que haga esto? - volvió a besar el cuello del muchacho, esta vez mordiendo con cuidado la suave piel del chico haciendo que un escalofrió le sacudiera nuevamente.

-Ah... No...- el chico gimió quedo ahora más alterado, no le disgustaba, para nada, pero era raro, se sentía extraño, porque así un sentimiento desconocido le invadía, impaciencia, desespero, con algunos toques de gusto, pero era imposible que un soberano tuviera algún enlace de esta alcurnia con un sirviente como él.-Su majestad....

-Te he dicho que me digas por mi nombre, siéntete honrado de que solo tú puedes hacerlo Diego- el rey tomó y giro al chico hasta tenerle de frente a él, pudo ver aquella piel tornarse de un carmesí ligero y sentir aquel cuerpo temblar bajo sus manos, le encantaba, desde el primer momento, cuando le miró con aquella fascinación y admiración.

¿Cómo podía un joven ser tan perfecto?

-G-Gerald- sus miradas se fusionaron lentamente al igual que sus labios, despacio y con tranquilidad fueron probando poco a poco al otro, el joven criado volvió a sentir lo mismo de aquella vez, la noche en la que el joven Gerald cumplió la mayoría de edad mientras él solo tenía quince, cuando le pidió ser su obsequio de cumpleaños... Él, dudó un momento pero no le negó el ofrecerse como obsequio, por dentro también lo deseaba aunque no lo demostrara. Como poder olvidar aquella primera vez donde el en ese entonces príncipe tomo todo de él y él se entregó con gusto, pero, después desesperanzándose de que volviera a ocurrir. Aun así lo estaba haciendo, de nuevo esa sensación que solo él, su príncipe, sabía otorgarle, y ahora después de cuatro años le volvía a dar a probar el mayor de los placeres...

Lentamente le dirigió a la cama donde le recostó, cada roce de los dedos contrarios quemaba contra su piel, se sentía mareado, embriagado por aquella saliva, todo se desvanecía, todo se derretía, le eran incomprensibles las mil y un cosas que pasaban por su mente.

Poco a poco fue entregándose y a la vez uniéndose a aquel que no solo era dueño de su libertad, sino que también le pertenecía todo su sentir.

La ropa fue cediendo de entre ambos cuerpos, la habitación se inundó de calor, de erotismo, mientras que aún se podía distinguir el sonido de la música que provenía del gran salón, cada nota de aquella lejana tonada se fundía con los suspiros que el rey arrancaba de la dulce boca del muchacho.

El mayor fue recorriendo desde el lóbulo de la oreja, por el cuello hacia el hombro, de las clavículas hacia sus pequeños botones, bajando por el plexo solar y disfrutando de la hendidura de su ombligo hasta llegar a la zona más acalorada de su ser.

-Ahhh, no. Su majes....ahh-Diego se retorcía, tomaba fuertemente las sabanas y apretaba los dientes. Se sentía caer, delirante ante las sensaciones recibidas, todo se desvanecía, todo, absolutamente todo se lo regalaba a aquel hombre.







-¡¡QUE VIVA EL REY!!-







Un aclamo al unísono se escuchó por el castillo, los invitados aplaudían a un festejado inexistente en aquel animado salón mientras el soberano yacía en su habitación disfrutando de su propia velada, arremetiendo rítmicamente contra el endeble y flexible cuerpo ajeno. Sentía su cuerpo arder al ser uno con aquel chico que, a pesar de ser hombre, le había cautivado en demasía conforme la curiosidad del chiquillo crecía, conforme demandaba el acercarse, al haber roto aquella barrera que había creado hacia todos y todo, lo que tanto trabajo le había costado crear y dar forma de repente alguien menor que él había sabido de una forma magistral hacerle frente e irrumpir dentro de su burbuja.

Al principio tenía temor por lo que comenzó a sentir, no lo creía real, era algo extraño, no era posible, miles de cosas pasaban por su cabeza haciéndole daño, pero, al final terminó aceptándolo. Aun así ese no era el mayor problema, él no tenía idea de cómo transmitir aquello que sentía y si lo hacía ¿sería correspondido?

El amor prohibido que en su cuerpo comenzó a nacer se reprimió por alrededor de ocho años, hasta que su locura salió y, con temor a lo que pasaría se atrevió a dar el primer paso pero enmascarándolo como un simple capricho de un recién adulto.

Sus manos recorrían ansiosas el cuerpo ajeno queriendo arrancar todo de él, queriendo quebrarlo, corromperlo pero al mismo tiempo sin querer hacerle daño.

Lo que en esta noche ocurría era lo que en aquella vez pasó cuando juntos estuvieron, los dos reprimieron sus sentimientos todo por el bien del otro, todo por no corromper la tranquilidad del otro, todo por hacer sentí bien al otro, con temor a cometer una equivocación, con miedo a mas, sin embargo en cada abrazo, en cada beso, se recitaban mil y un frases de amor.

Sin necesidad de palabras se confesaban incansablemente,
precavidamente, 
preciosamente.

Hasta la llegada del astro rey...


•••♦•••

 

Una suave sensación en sus labios le fue deponiendo el sueño. Poco a poco sus pupilas se llenaron de los brillantes colores que adornaban la habitación y de entre ellos unas lagunas nocturnas que parecían brillar por si solas, esos cristales parecían sonreírle de manera cálida y añorante.

-Buenos días- la ronca voz de su soberano le hizo sentir un pequeño calor en su pecho, reconfortante y sin querer una sonrisilla se le escapó.

-Buen día mi señor- se quedó recostado mientras miraba aquel rostro que para él era perfecto, tan varonil pero al mismo tiempo nada tosco.

-Cuantas veces te debo decir que me digas por mi nombre. - se acercó para besar la nariz del chico, la imagen era bellísima, aquel delicado cuerpo de piel nívea a su alcance cubierto por las costosas sabanas, con su rubio cabello revuelto y sus ojos radiantes.

-Disculpe su maj.... - abrió la boca como si fuera a decir algo pero la cerro de inmediato.

-Tu... pequeño...

-Eh... ¡Ah! - se abalanzó contra él para comenzar una batalla de cosquillas, toda la cama se removió mientas una guerra de risas y reclamos se escuchaba por todo el lugar, tan típico de ellos desde que eran pequeños.

Después de un rato Diego por fin logro detener las manos del otro que aprovecho el momento para prenderse de los labios ajenos como si nada, pero el tiempo pasó y las caricias se hicieron más demandantes.

-Me, me tengo que ir- farfulló el menor colándose por un lado y sentándose en el la orilla para después levantarse por su ropa. El otro tan solo se dedicaba a mirarle fijamente sin decir alguna otra palabra.

Ya con su ropa puesta se miró al espejo para solo acomodarse el cabello con la mano. Cerró totalmente su camisa ya que cierto azabache le había dejado algunas marcas bastante comprometedoras.

-Entonces, si me permite me retiro- dio media vuelta y como siempre solamente se dispuso a salir, pero antes de poder abrir la puerta una mano lo evito y otra le volteo para volver a sentir como sus labios eran hambrientamente devorados.

- Esta noche te quiero aquí de nuevo - susurro sobre sus labios aquel hombre de ojos demandantes.

-C-c...como usted ordene- contestó el pequeño mozo con la cabeza mirando hacia un costado totalmente ruborizado.

-Diego...

-Sí, su majestad.

-Te amo....

-...- No emitió ningún sonido, lo único que hizo fue abrir sus ojos lo más que pudo y quedarse pasmado ante la confesión.

El monarca besó ligeramente los labios del chico para después abrirle la puerta rápida y nerviosamente.

-Entonces espero cumplas mi orden así que nos vemos más tarde - habló rápida y nerviosamente el mayor sacando al sirviente y cerrando la puerta sin detenimiento. Se dejó caer contra la puerta avergonzado por la repentina confesión que dio, recapitulando lo que había dicho y sintiendo su rostro arder, mientras que al otro lado de la puerta un rubio se encontraba absorto en sus pensamientos analizando lo que había escuchado.

Después de un momento una risilla se le escapó al rubio de sus delgados y finos labios, de seguro sería un día largo, pero, no sería el único que esperaría con impaciencia la llegada de la noche....


Yo también le amo, mi señor Gerald...♦

Notas finales:

•••♦•••

 

 

 

Hello~ Strigoi Bathory reportándose *^*)7

 

Bueno, espero y hayan disfrutado la historia y les gustara aunque sea un poco.

 

Les agradezco de todo corazón que llegaran hasta acá, espero desde aquí comenzar a subir mis historias más seguido y poder compartir con ustedes el gusto que tengo al escribir y poder compartir todos los mundos que se forman en mi loca cabecita.

 

Gracias de nuevo y espero leer los comentarios que dejen~ d84;

 

Los reviews son vida, los reviews son amor uwu

 

Besos y abrazos -3- <3


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