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Mi acosador personal. por MA-D

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El moreno caminaba de prisa, iba por la calle en la que hacía 10 minutos había bajado el Baozi. Sí, le pensaba llamar así, porque de verdad que tenía una cara de bollito, blanco y redondo.

 

Quizá se pensó que si volvía a aquella parada, y comenzaba a caminar y caminar, acabaría cruzándose con el Baozi. Lo esperaba y deseaba.

 El móvil llamó, fue cuando LuHan salió de sus pensamientos y de su podrido mundo. Cogió el móvil, apunto de contestar, pero fue el nombre que leyó, que le hizo planteárselo

Maldita bruja.

No contestó. Le dio miedo. ¿Quién era esa maldita bruja?  Porque a nadie le llamas así, a no ser que sea tu enemigo. LuHan no era tonto, tampoco hacía falta pensar tanto.

Porque pensando claramente, si ves a un chico que parece turista, con una mirada ida, sin mochila ni nada, con pintas de no haber venido a una ciudad en su vida, pero con tal móvil…  Claro, la teoría de que había robado el móvil seguía de pie, pero él era demasiado bonito como para ser un ladrón. Entonces esa maldita bruja, era mala, entonces no debía contestarla.

Fue a los 5 minutos que se dio cuenta, que menos mal no contestó a esas llamadas. ¿Cómo es posible que en 5 minutos le llamase 34 veces? Ni siquiera esperaba a que se encendiese el contestador… Tampoco le grababa mensaje ni nada, solo volvía a llamar.

¿Estarás metido  en algún lío, enano?

Y Luhan caminaba y caminaba, pero no había rastro de ese niño. Preguntaba a gente, describiendo al chico, pero todos negaban, o le ignoraban. Solo las chicas le hacían caso, y era arriesgado preguntar, a saber si le reconocían. Sí, él vivía en constante miedo. Pero ahora se había puesto la máscara que le tapaba media cara, ahora se podía decir que estaba seguro.

A la hora y media decidió darse por vencido. Había recibido 250 llamadas, más o menos,  quizá más que menos. Y se daba por vencido no porque no quería buscar más a ese Baozi, sino porque pronto se debería ir a trabajar, y no podía arriesgar su trabajo, por un, al fin y al cabo, desconocido.

 

La casa de Luhan no era gran cosa. Su pisito estaba en un 6º piso de un edificio algo viejo, pero no tan viejo, simplemente, quizá construido 10 años atrás. Un piso de dos dormitorios, un dormitorio más grande que el otro. Y sí, LuHan dormía en el grande, que era simplemente un cuarto con una cama en la pared de la derecha, pegado a la pared que quedaba en frente. La cama no se podía considerar de matrimonio, pero que tampoco era la típica cama de un niño pequeño.  Al lado de ella estaba la mesilla, con una lámpara de esas baratas, que si encendías, producían una luz amarillenta algo depresiva.

Luhan no podía no dormir con la lámpara encendida, simplemente no podía. Tenía miedo, mucho miedo. Era como una enfermedad, paranoias constantes, pensamientos enfermizos… Pero con la lámpara encendida, todo parecía estar bien. Era su lámpara protectora, junto a su almohada cuadrada, de color rosa, la cual abrazaba siempre mientras dormía.

Para ser el cuarto grande, solo tenía esos muebles, luego estaba el armario, incrustado en la pared, así que no ocupaba espacio. En él tenía su ropa, que, siendo sincero, no era mucha. Para él salir de compras era algo “poco masculino”, y como ya todos sabían, LuHan era un macho alfa potente.

En el cuarto pequeño era donde tenía su tendero, la mesa de planchar (que poco uso le daba), y su escritorio. En ese escritorio solía dibujar a veces, o leer,  o estudiar, cuando estudiaba.

El baño se encontraba en el pasillo con las dos puertas que llevaban hacia los cuartos. Era un baño con una bañera grande, en la que cabía una persona perfectamente, bueno, o sus piernas. También tenía su ducha colgada en la pared. Luhan no tenía la cesta de ropa sucia en el baño, la tenía en el cuarto pequeño, porque si ponía una cesta en el baño, no habría apenas sitio, y él se agobiaba fácil con ese tipo de cosas.

El salón y la cocina estaban en un mismo cuarto, era una cocina americana, a la que él no daba mucho uso normalmente, porque él solo sabía de repostería, y odiaba los malditos dulces. Quizá no había probado el sabor de algo dulce desde el momento en el que empezó a trabajar con sus tíos en su pastelería.

En la parte del saloncito había un sofá algo desgastado, de naranja feo. Delante de él estaba la tele, tampoco de último modelo, pero sí era plana. A un lado en esa estantería había vasos y platos que había comprado en su cumpleaños número 20, para celebrar con sus amigos, y al otro lado, figuritas de animes. A Luhan le encantaba esa mierda, coleccionaba todo tipo de figuritas. Quizá fue SuHo el que le metió en el mundo de las colecciones, pero LuHan no estaba obsesionado, solo le parecían muy monas las figuritas de chibis.

La cocina era una cocina corriente, aunque el lavabo lleno de platos de quién sabe cuándo…

Y eso era su casa, una casa simple. LuHan sabía que su casa era de esas casas de típicos solterones de 30 años que jamás tendrán familia, que vivirían con 70 gatos. Bueno, o él se imaginaba así.

 

Abrió la puerta, adentrándose, cerrándola después. Lanzó su abrigo al sofá, cogiendo el móvil y yendo a sentarse a la mesa que estaba en la parte del salón, con dos sillas solo.

Empezó a revisar las llamadas. Había como 50 de “Maldita bruja” otras llamadas de “Imbécil sin alma” pero lo quizá gracioso era que detrás de ese nombre había “1”,  “2”, “3”, y de esos más o menos había 200 llamadas. La única llamada que no se repetía era la llamada de “Viejo infeliz” Solo una, hacía media hora. A partir de entonces, las llamadas habían parado.

-Maldito Baozi, ¿quién eres? ¿Cómo te encuentro? – Hizo una pausa, dando un suspiro pesado. No sabía que hacer ahora, solo sabía que debía comer algo.

Y se hizo un filete, al que añadió mucha sal para darle sabor. Ya le había cogido el truco a la cocina: Simplemente compras carne, le echas sal, y la metes en la sartén con un poco de aceite. Y de mientras, pones arroz a hervir. Quizá la carne no le salía muy sabrosa siempre, o era siempre o muy cruda o muy quemada, y el arroz, o muy aguado, o poco hecho, pero era comida al menos. Y siempre podía comerse una manzana si sentía que estaba muy mala la comida. Pero Luhan estaba vacío, y le daba igual comer algo que supiese mal, con tal de que le aportase energías.

Después de comer se lavó las manos, después de acumular de nuevo los platos tras el desastre de filete que había preparado. Caminó al sofá, cogiendo su propio móvil. “Ven media hora antes. SuHo.”

 

 

 

Quizá había pasado una hora, pero Minseok no dejaba de caminar. Sentía que si dejase de caminar ahora, las personas a las que solía llamar padres, le atraparían. Y él no lo soportaría, jamás. Por eso caminaba tanto, mirando al frente, a la vez disfrutando del ambiente.

Sí, todo era ruidoso y muy luminoso como para su gusto, pero era una nueva experiencia, y se sentía bien. Le encantaba ver personas, diferentes caras, no las de siempre, siempre las mismas. Él quería diferentes caras, diferentes emociones, buscaba esa diferente vida.

Sabía que le sería muy difícil, sobre todo este primero día, y más la noche, pero estaba dispuesto a dormir en la calle. Todo, absolutamente todo era mejor que aquella casa. Aquellos rostros llenos de falsedad.

Se adentró en una cafetería, porque sentía ganas de ir al baño, así aprovecharía de beber algo de agua. Al salir se dirigió a uno de los asientos, se sentó ahí. Si le preguntaban algo, diría que esperaba a alguna persona. Porque Minseok era así, él no usaría ya nunca más el dinero de sus padres, y sabía que todo lo que había tenido él era gracias a sus padres, ni siquiera el dinero que sus abuelos le daban, nada. No tenía ni un won, y no le podía dar más igual. Quería deshacerse de ese reloj y del anillo, los vendería más adelante, a pesar de su “valor sentimental” Minseok no sentía ese tipo de afecto por los objetos de su “familia”.

Al rato se le acercó un mesero de estructura delgada y alta, con una sonrisa leve, de pelo rubio casi blanco, teñido. Era un  chico quizá más joven que él, muy guapo.

-Qué deseará? – Preguntó. Su voz era extraña, entre dulce, y al parecer no sabía pronunciar bien algunos sonidos, lo notó a continuación. – Tenemos una oferta especial. Le traigo el menú? –

Minseok se planteó qué decir. ¿Quería el menú? Será que así podía parecer de verdad interesado en comprar. Quizá así no sospecharían que estaba sentado en ese lugar solo porque no tenía a dónde ir, y quería calentarse un poco, descansar.

-Señor? – Y de nuevo la mirada algo fría ahora de ese mesero le sacó de sus pensamientos.

-No, por ahora no. Estoy esperando a una persona. – Minseok sonrió. Mentía tan bien, que se sorprendía a sí mismo.

El rubio bajó su cabeza, su sonrisa se borró cuando se giró. A Minseok le parecía curioso. Quizá ese chico era de los suyos, de los que sonreían delante de personas, pero luego sus sonrisas desaparecían.

No había mucha clientela, y la mayoría eran chicas que al parecer venían solo para ver el marcado trasero del mesero.

No, qué pensaba.

Sí tiene el trasero muy redondo y marcado, pero Minseok, no te fijes en esas cosas.

Se regañó a sí mismo mentalmente. Desvió su mirada hacia otro cualquier lado.  Anteriormente había visto que ese mesero tenía su nombre en una tarjetita. “SeHun”

No era el único trasero…No! No era el único mesero ahí, sin embargo. Había otro de quizá la misma edad de Sehun, de piel algo oscura, algo más bajo que el rubio, con un rostro más coreano, de pelo natural marrón oscuro, y bonitas y suaves facciones, no como su compañero de trabajo, de facciones más salvajes. “Kai”

Llevaba ya una hora y algo en esta pastelería. Se sentía mal consigo mismo por ocupar el espacio así. Se le había acercado anteriormente el mesero Kai, ofreciéndole un vaso de agua gratis, porque le veía esperar mucho. Hasta le había dado conversación…

-Está esperando una dama, señor? –

Y Minseok se había quedado perplejo, pero luego había adoptado su característica sonrisa falsa, asintiendo.

-Debería venir ya… -

Se sentía muy mal, de verdad. Demasiado mal.

A los minutos pensó que era suficiente. Se puso de pie, despidiéndose con los dos meseros, que habían bajado su cabeza al decir un “Vuelva pronto, señor”

Minseok estaba pensando en a donde se debería de dirigir ahora. Quizá sería prudente ir a dar una vuelta y ver si alguien busca trabajo, porque por ahora, nadie le estaba raptando ni llevándole a alguna casa de “esas”

No se dio cuenta de que había alguien delante, cuando chocó, cayendo al suelo. Se enfadó, soltando unos quejidos y maldiciendo en su mente. Elevó la mirada, al ver como unos ojos oscuros de ciervo le estaban observando, con clara expresión de sorpresa.

–ERES TÚ! BAOZI!! – 

Notas finales:

Gracias por leer.


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