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¿Perderte o tenerte? por JessiHado

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Notas del fanfic:

Los personajes ya quisiera yo que me pertenecieran. Este oneshot lo he escrito en honor a una de mis series favoritas Queer As Folk. 

Notas del capitulo:

Como ya mencioné en las notas, los personajes no me pertenecen y éste escrito que es un revoltijo entre mi imaginación y la serie. Y, es en honor al tv show queer as folk.

Caí derrotado boca abajo sobre la cama cuando mi amante salió dentro de mí. Acabábamos de hacer el maldito Kamasutra por cada rincón de su piso de loft.


-Eso definitivamente fue uno de los top 5 de las mejores folladas que he tenido. – escuché la voz de mi novio a mi lado.


-Si que lo fue. –voltee la cabeza para mirarle recostado a mi lado y sonreí de medio lado. Me acarició la melena rubia y se puso de pie.


-¿Vienes? – hablaba de la ducha.


-Después. Dame un respiro.


-Como quieras. – y se perdió dentro del baño. Suspiré y volví a enterrar la cabeza en las almohadas. Cómo te despedías de todo esto. El hombre perfecto, que folla perfecto, es imperfecto y al que amaba completamente como un demente. Jodido delirio empecé con mi conflicto mental de todos los días antes de sumergirme en los recuerdos…


 


Acababa de conocer la cara de dios, su nombre era Brian Kinney. Media hora después estaba en su casa, en su cama con él encima de mí masturbándome.


-¿Hay algo en especial que te guste hacer? – sentí su aliento contra mi oído y me encogí un poco. La humedad de su aliento en mi piel me parecía de lo más erótico y me daba placer.


-¿Hacer? No sé… - comencé, me encontraba más allá de la vida y la muerte. – Ver la tele, dibujar, escuchar música… – apenas pensaba mientras el ritmo frenético de su mano me bombeaba el pene con fuerza. No faltaba mucho para que me corriera. De pronto, él detuvo la actividad y salí del ensimismamiento en el que estaba, haciéndome abrir los ojos. Él ya me estaba mirando con la ceja alzada.


-Me refiero en la cama.


-Uh, pues… lo que haces ahora está bien. – traté de hablar sin titubear, no quería que supiera lo inexperto que en realidad era por tratarse de mi primera vez.


-¿Eres activo o pasivo? – abrí la boca para contestar y no salió nada. ¿Qué era lo que me estaba contando? ¿Activo? ¿Pasivo? Dios, debí aunque sea averiguar algo por la internet.


-Ehm, ¿los dos? – el alzó los hombros y yo me mordí el labio con fuerza.


-Versátil entonces. – asentí lentamente. – ¿Te gusta el rimming? – volvía a quedarme frito con la pregunta y por consiguiente de la respuesta. Pero no iba decepcionarlo. Quería que este dios griego me hiciera suyo. Me armé de valor y más seguro que nunca respondí;


-Si. Me encanta.


-Bien. Vamos a ello. Ya sabes lo que tienes que hacer. – se apartó de mí y me miró como esperando que hiciera algo y entonces me entraron los nervios.


-¿Qué-qué quieres decir exactamente? – puso los ojos en blanco y luego se relamió los labios con su rosada lengua. Puso sus manos en mis caderas y me hizo colocarme boca abajo.


-Relájate. – estaba tenso, como si tuviera un palo atravesado en el culo por lo cual reí internamente al darme cuenta del mal chiste. Pronto tendría Su palo navegando en las profundidades de mi culo.


Su lengua me distrajo de mis pensamientos cuando empezó a deslizarla de mi mejilla a mi oreja y por consiguiente a mi nuca. Lameteando, dejándome lleno de su saliva empalagosa que justo ahora me parecía de lo más excitante.


Me arquee cuando su lengua traviesa se comenzó a pasear a lo largo de mi espina dorsal hasta comenzar adentrarse en…


-Ah… - en la raja de mi culo y, y… oh dios, más allá.


-Ahora sabes lo que es el rimming. – fue lo último que recordé antes de que hiciera con su lengua algo más que lengüetear…


 


-Tu turno. – la voz de Brian junto con la nalgada que acababa de recibir me trajeron de vuelta al mundo real.


-Tengo un problema. – respondí bajando mi vista hasta mi entrepierna.


 


-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*


 


-¿Y esas maletas? – Mi novio acababa de llegar a casa cuando me vio sentado en el mueble con todo mi equipaje a los lados.


Le hice seña para que se acercara y cuando lo hizo, le tomé la mano y dejé un beso en ella. Él me miraba extraño.


-Justin… ¿Qué jodidos pasa?


Yo solo opté por acariciarle el rostro. Brian era tan malditamente guapo. Su rostro maduro de treintañero pegado a ese cuerpo trabajado lo hacía parecer un jodido príncipe encantado. Su pelo castaño y sus ojos verde espeso junto con sus labios y su mandíbula fuerte instaban a cualquier mortal querer adorarlo todo el día. Sus manos, fuertes y para nada delicadas suplicaba tanto por dentro que me tocaran, junto con su polla, enorme, navegando en las profundidades de mi culo. Tocando el punto de mi máximo placer…


Sollocé sin poder evitarlo y me lancé a su cuello. Envolviendo con mis brazos sus hombros y enredando mis manos en su suave pelo. Lo amaba tanto que dolía, y aún más estando cerca de él. Le sentí apretarme con sus brazos propios. Subiéndome a su regazo le apreté más fuerte.


-¿Te vas verdad? – sentí su aliento húmedo en mi cuello. Saqué mi rostro de su hombro para mirarle y me sequé las lágrimas. Asentí y me puse de pie. Él asintió cruzando los brazos sobre su pecho y pasando su mano fuerte por su barbilla afeitada.


-No puedo… no puedo seguir con esto.


-Es la tercera vez que te vas. Te juro que me estoy cansando de este jueguito.


-Para juego me tienes tú a mí, ¿no? – repliqué con sarcasmo.


-No somos un jodido matrimonio. Lo sabes, sabes mis términos y yo acepté los tuyos y los he cumplido hasta ahora. Un ligue por noche, no repetición, no besos en la boca excepto contigo, nada de dar mi número telefónico… ¿Qué coño es lo que quieres?


-Lo que no me puedes dar. Precisamente eso… así que creo que será mejor que me vaya.


-Haz lo que quieras. – soltó con frivolidad que a estas altura me seguía sorprendiendo. Yo sabía que él no amaba a nadie excepto a sí mismo.


Mordiéndome el labio cogí ambas valijas y caminé hasta la puerta de entrada. Sentí sus pasos seguirme y adelantarme el paso. Él mismo abrió la puerta. Crucé el umbral y le miré desde fuera. Compartimos mirada y soltando las valijas me acerqué y le besé una vez más. Quizás la última. Afirmando mis manos y brazos en su cuerpo le besé con pasión y recibí con ansia su lengua experta cuando invadió mi cavidad. La enrede con la suya y la saboree y chupé. Toda su dulce boca hasta quedarme casi sin oxígeno hale aún sus labios como si quisiera comérmelo. Besé su mejilla y dando media vuelta cogiendo mi equipaje me adentré al elevador. Y allí lo contemplé por última vez.


Ya sabía que él no vendría a por mí. No me perseguiría y mucho menos me detendría y aunque me repetía mil veces que ya lo sabía, aún seguía doliendo.


A la media hora llegué a la residencia de mi mejor amiga Daphne donde empezaríamos a compartir alquiler.


-¿Estas bien? – me preguntó al verme llegar. Estaba sentada en el mueble con su novio Brad.


Yo asentí y me acerqué para darle un beso en la mejilla.


-Estaré en mi habitación, tengo que acomodar mis cosas.


-Seguro. – Fue su respuesta. Me aparté para darles privacidad y me encerré en el que a partir de ahora sería mi cuarto.


Lo primero que hice fue lanzarme en la para nada cómoda cama y pensar en Brian y cómo hacer para olvidarlo.


Al día siguiente tenía a Michael, mejor amigo de mi ex novio, frente a la puerta de mi residencia.


-Si vienes hablar de Brian será mejor que…


-Hey, hey. – Me cortó – Que tú y yo aún tenemos un negocio en común. – Suspire y le di paso para que se adentrara. -Se me ha ocurrido algo estupendo…


Michael y yo trabajábamos juntos en un cómic de nuestra propia invención. Él escribía los diálogos y yo dibujaba las caricaturas. Habíamos hecho hasta el volumen 3. Brian como gran publicista que era se había encargado de los impresos y hacerle una gran publicidad de la cual le debíamos el éxito.


-… Y le termina haciendo una gran mamada a Rage. – Sonrió victorioso. – ¿Qué? Es genial. – arrugó el ceño de inmediato poniendo cara de cabreo ante mi ausencia de entusiasmo.


-Ya, es que… Dios Mickey, acabo de romper con Brian. – expuse revolviéndome el pelo. – No romper como quien dice porque ni siquiera tengo claro lo que éramos. Pero ahora que hemos acabado con lo que sea que fuimos, no creo que quiera seguir adelante con esto.


-Oh, vamos… –  empezó él.


-Basamos el personaje de Rage en Brian. Lo creamos en base a él, con sus virtudes y defectos… demonios Michael, necesito un respiro. – hablé exasperado.


-No puedo creer que quieras acabar con esto.


-Yo sí. – abrió la boca sorprendido como si le acabara de hacer una vil traición.


-No puedes estar hablando en serio. – Guardé silencio y eso le hizo enfurecer aún más. Solo asintió y salió dando un portazo que casi hace volar la puerta.


-Hey. – Daphne mi amiga acababa de llegar a casa. – Me he cruzado a Michael en la entrada. ¿Ha pasado algo con Brian? – puse los ojos en blanco y sin responderle me giré camino a mi habitación. – Eh, rubito, no me des la espalda, estoy hablando contigo pequeño cabrón. – Me siguió a mi habitación y cerro la puerta tras ella al entrar. Yo me lance a la cama y me tapé la cara con una almohada.


-Daria mi culo por no escuchar el nombre de Brian aunque sea un día.


-No es para tanto. – sentí su peso en la cama y me quité la almohada recargando mi peso sobre los hombros.


-Es para mucho.


-No, no lo es. Has terminado con él porque has querido. Ni te traicionó ni nada por el estilo. – habló como si nada mirándose las uñas.


-¿Perdón? Creí que estabas de mi lado.


-Y lo estoy. Pero no apoyo esa idea absurda que te traes. Ya antes le habías dejado por el tonto del violín porque estabas harto de la poligamia de Brian de la cual tengo entendido disfrutabas mucho. Pero te fue mal con ese tío, te fue infiel. Te falló, al contrario de lo que tú creías. Por lo menos Brian no te lo ocultaba. Nunca te traicionó porque nunca te prometió nada y la verdad creo que es mejor así.


-Estás loca. Y en cuanto a Ethan, se que cometí un error garrafal pero las orgías ya no me parecían divertidas. No puedes culparme por aunque sea querer intentarlo.


-Y no lo hago. – replico levantando las manos en defensa. – Pero no es como si fueras a encontrar a alguien que te sea fiel. Los hombres siempre te van a mentir, tan mal que siempre terminas descubriéndolos y es peor el dolor de la traición… escucha cariño, el amor de que viene, viene. En su momento, pero nunca va a venir como te lo esperas. Jamás. Y tú te has enamorado de Brian, y te toca lidiar con eso. Yo sé que él te quiere. – bufé ante eso. – a su manera pero lo hace y lo sabes. Te salvo de Chris Hobbs cuando te bateó la cabeza con aquel bate. No pasó ni un día que no fuera a verte al hospital cuando estabas en coma. Te llevo con él, te cuido, te ayudó a recuperarte. Te compró esa maldita máquina de última tecnología para que pudieras dibujar con mayor comodidad porque por el accidente tu mano derecha ya no tenía la misma capacidad. Te pagó la universidad. Te dio otra oportunidad aun cuando le dejaste por Ethan. Hizo una campaña enorme cuando tú y el friki de su mejor amigo crearon ese cómic del súper héroe gay. Si eso no es querer a alguien no sé que lo sea entonces. Que no te prometa flores de espinas y castillos de arena son solo detalles. Yo digo que vayas corriendo a decirle que te equivocaste y quieres volver con él. Además, está buenísimo, yo le perdonaría todo. – mencionó lo último con una sonrisa divertida.


-No quiero hablar de eso Dap.


-Vale, como quieras. Haré algo para cenar. – y lanzándome un beso desapareció de la habitación. Dejándome cabezón y pensativo. Daphne no lo entendía y yo no daría marcha atrás.


Al otro día me despertó el estropicio desquiciante del timbre. Le grité a Daphne para que abriera y al no recibir respuesta imaginé que no estaría en casa. Me pasé la mano por la cara como si con eso lograra quitarme el sueño de mi rostro adormilado y entre juramentos y maldiciones me obligué a salir de la cama. Cuando abrí la puerta quise meter la cabeza en el marco y cerrarla.


-Brian, ¿qué haces aquí? – Apagó el cigarro y lo lanzó a alguna parte. Estaba malditamente sexy con esa chaqueta de cuero y el pelo alborotado… Me preguntaba si acababa de follarse a alguien.


-¿No me invitas a pasar? – preguntó.


-No.


-Gracias. – mencionó haciéndome a un lado y adentrándose al interior del lugar. Mordiéndome el labio entré en casa y cerré la puerta. Él ya se había puesto cómodo en el sofá. – ¿Te desperté?


-No.


-Díselo a tu cara.


-Lo que sea. No creo que hayas venido para verificar si respiraba. Habla.


-Nunca duermes hasta tarde. – se hizo un silencio que para mi era por demás incómodo. Yo solo tiré la vista hacia el reloj de pared. Joder que era tarde. Tardísimo. - ¿Estas bien? – preguntó luego de un rato.


-¿Y a ti qué te importa? – respondí con brusquedad no sabía por qué estaba tan enojado, conmigo y con todo el mundo. Le miré desde el buró donde yacía recostado con los brazos cruzados y empecé a temblar cuando sacó su culo del sofá y se empezó a acercar.


-Tienes razón, no me importa en absoluto. Solo vine porque me enteré que no quieres continuar el maldito cómic. Y me parece infantil y estúpido. Échale huevos y aprende a separar lo personal de lo laboral. Tienes un contrato. Negocios son negocios rubito, piénsalo. – y en menos de lo que me di cuenta ya se había ido.


Negué con la cabeza despellejándome el labio inferior y decidí volver a la cama, cuando estuve cerca de la puerta oigo el timbre sonar de nuevo. Maldigo al karma y abro de un tirón más que enojado.


-Qué coño quie… mamá...


-¿Qué maneras son esas de recibir a alguien?


-Lo siento. Pensé que era alguien más. – le dejé espacio para que entrara y al pasar por mi lado dejó un beso en mi mejilla. – ¿Qué haces aquí?


-¿No puedo visitar a mi hijo?


-Claro que sí.  -  Respondí, aunque lo que me hubiera gustado preguntarle es cómo demonios se había enterado que ya no vivía con Brian. Supongo que los chismes corrían rápido.


Me acomodé junto a ella en el sofá y recosté mi cabeza de sus piernas. Pronto enredó sus dedos en mi pelo rubio.


-No sabía que habías terminado con Brian. – empezó e inmediatamente dejé los ojos en blanco deseando llorar sangre y acomodé mi postura en el sofá.


-Dios, por favor ten piedad.


-Nunca me cuentas nada y siempre termino enterándome de las cosas por boca de los demás.


-¿Los demás? Querrás decir Debbie.


-Como sea. Me he enterado igual y me entristece que sea una boca ajena la que me informe lo que pasa en la vida de mi hijo.


-Vale mamá, si has venido imaginando que me encontrarías en el baño flagelándome los brazos llorando mientras me pregunto por qué la vida es tan puta, lamento decepcionarte. Estoy bien.


-No te ves bien.


-¿Quien se ve bien acabando de levantarse?


-¿Estabas durmiendo a ésta hora? Son las seis de la tarde. Nunca duermes tanto excepto cuando estás deprimido.


-No estoy deprimido. – respondí malhumorado. -me acosté tarde anoche, es todo. Estoy bien, muy… bien.


-De acuerdo. – mencionó y guardó silencio mientras se miraba las manos. Enseguida me alarme.


-¿Pasa algo? ¿Molly está bien?


-Tu hermana está bien. -suspiró y me tomó de las manos. -Es solo que… bueno cariño, hace mucho que me divorcie de tu padre. – yo asentí mientras recordaba ese episodio. La había pasado muy mal. – Y pues… creo que tengo derecho a rehacer mi vid…


-Tienes un novio. – le interrumpí terminando la frase por ella. -Es genial, mamá.


-¿De verdad? – me pregunta incrédula.


-Si. Aunque lo tengo que conocer para darle el visto bueno.


-Claro que si, por supuesto.


-Bien. – mi madre aún parecía nerviosa y yo sabia que aún faltaba algo grande. -¿Mama?


-Escucha. No quiero que cuando le veas… hagas comentarios incómodos acerca de… su edad, o la mía.


-Vaale tranquila. ¿Acaso tiene 100? 


-De hecho… – se puso de pie y empezó a caminar de un lado a otro. – Tucker… tiene 24 años.


-¡¿Qué?! ¿Pero tú estás loca?


-Hey, hey, ten cuidado con lo que dices. – me puse de pie para enfrentarla.


-¿Cómo se te ocurre salir con un chaval casi de mi edad? ¡Podría ser mi hermano!


-Pero no lo es. Y, vaya ironía. Porque tú tienes 22 y Brian 34.


-Definitivamente no es lo mismo. No voy a permitirlo de ninguna manera.


-Claro que vas a permitirlo, de la misma manera que yo lo hice cuando me opuse a tu relación y la de la misma forma lo terminé aceptando cuando me di cuenta que él era tu felicidad. ¿No puedes hacer lo mismo por tu madre? – le di la espalda y negué con la cabeza.


-No, no puedo. Lo siento.


-Es bueno saber que cuento contigo, hijo. – escuché la nota de decepción en su voz y lo próximo, el estruendo de la puerta al ser cerrada sin recato alguno. Ahora si me fui a mi habitación y eché en la cama a pensar hasta quedarme dormido nuevamente.


 


-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*


 


-Hey.


-Mmmm


-Despiértate


-Mmmm


-¡Justin!


-¡¿Qué?! – grité molesto cubriéndome con una almohada para aminorar los gritos de mi mejor amiga.


-Levántate


-¿Qué coño quieres?


-Que te despiertes.


-Ya lo estoy.


-Vamos, arriba. – me sentí desnudo cuando apartó la suave cobija. El frío me erizó los poros en la piel desnuda cubierta por solo el pedazo de tela del bóxer.


-¿Cuál es tu problema? ¿No tienes algo qué hacer con Brad?


-No. Estará fuera de la ciudad por una semana, vamos.


-¿A dónde?


-Hay una fiesta.


-Dap, no tengo ganas de festejar nada y por si tus sentidos no te lo permiten percibir bien, no soy buena compañía ahora.


-Vamos.


-¿Pero tu estas sorda?


-No. Te vas a levantar y  te darás un baño, apestas. Llevas como cinco días sin salir de la cama. Así que iremos a esa jodida fiesta, te levantaras un buen culo y follaras hasta que vuelvas a ser el mismo. Arriba. – empezó a tirarme del brazo molestamente.


-Basta... Dap, basta… coño ¡he dicho que pares! – Daphne se quedó estupefactada puesto que nunca le había gritado de esa forma. -No estoy de ánimo, ¿vale? No quiero salir, no me quiero bañar y no quiero follar. Voy a dormir hasta las dos semanas que me faltan para irme a Nueva York. Así que si me permites… - le arranqué la cobija de las manos y me cubrí hasta la punta del pelo.


-Vale, si eso quieres… - cerré los ojos y me puse cómodo en la almohada. -¿Alo? ¿Brian? Soy yo, Daphne. Verás…


¡Perra! – salí de la cama a trompicones y me lancé hacia ella como un jaguar preparado para atacar su presa y despellejarla. Le arranqué el celular de las manos y corté la llamada. -serás… - ella me empujó y me arrojó a la cama con una expresión que no le había visto nunca.


-Deja de comportarte de manera infantil y afronta lo que tú mismo haz causado. ¿Vas a quedarte ahí tirado en la cama todo el día esperando un milagro del cielo o le vas a echar huevos y luchar por lo que tanto quieres? … Esto no eres tú. El Justin que yo conozco no se deja vencer con nada, es luchador, no descansa hasta que consigue lo que quiere… no puedes echarte para atrás ahora. Has roto con Brian, muy bien. Quieres encontrar a alguien que te ame y crea en la monogamia. Perfecto, entonces sal a buscarlo, pero no voy a dejar que te pudras aquí delante de mí. – y con ese ultimátum salió de la habitación y luego de la casa haciendo temblar sus bases. Nunca había visto a Daphne tan molesta y… ¿dolida al mismo tiempo?


Suspire y restregando mi mano por mi rostro me puse de pie y me metí a la ducha.


Al salir me coloqué unos vaqueros, una sudadera y me calce unas zapatillas. Cogiendo las llaves y la cartera salí de casa y me dirigí a un bar cercano en la Avenida liberty.


El cantinero que ya me conocía me saludó con un asentimiento de cabeza. Cogí asiento en la barra y le pedí un vodka que no tardó en traerme. Luego otro, otro y otro más.


-¿Ahogando las penas? – una voz que mi cerebro no tarda nada en registrar hace que mi corazón comience a latir como si corriera un maldito maratón, me sopla la piel del cuello como una brisa suave.


Brian con su sonrisa socarrona de siempre y malditamente sexy como de costumbre.  Toma asiento a mi lado y ordena un trago. Yo le miro y solo levanto mis hombros para volver mi mirada a mi vaso de vodka sobre la barra.


-No es por ti. – le digo por si está creyendo que estoy a punto de suicidarme por él. Aunque casi lo esté. Escucho su risa y volteo a verle de nuevo cabreado.


-Hablo de tu madre y tu nuevo “papi”. – arrugo un poco más la frente y hago amago de levantarme para huir de ahí, de él y de todo lo que su presencia me causa. -Hey, hey, está bien, me callo. – dice pasándose un cierre imaginario por los labios y vuelvo a tomar asiento. – Si no quieres hablar de eso, está bien. Aunque… - le miré fijamente para escuchar seguramente otra de sus estupideces. -Tu madre está grandecita, estoy seguro que sabe lo que hace. No debes preocuparte. – habla seriamente mirándome.


-No lo entenderías. – Es mi replica. Brian pide dos tragos para los dos.


-Tienes razón. Pero si sé que es no contar con tus padres, así que no dejes que una pelea tonta arruine la relación entre ustedes. Conoce al chico, dale una oportunidad, si de verdad quiere a tu madre deberías estar contento de que ya no esté sola. – volvió a pedir un trago para él y yo le miré. Estaba serio, no había tono de burla alguna en su voz, no había sarcasmo… pellizcándome el labio inferior volví la vista a mi bebida.


-¿No deberías estar en Babylon? – es todo lo que digo dando por cerrado el asunto de mi madre y su pedofilia.


-No estoy de humor. – habla aún sin mirarme. Pide otro trago nuevamente.


-¿Quién eres tú? – eso le hace girar la vista hacia mi y medio sonreír.


-Realmente no lo sé. Porque el Brian que conozco no diría... esto: te echo de menos.


-Brian…


-¿Es tan importante para ti la monogamia? Antes solías divertirte conmigo.


-Dejó de serlo. No contaba con… - él levantó la ceja al dejar la frase en el aire para que continuara. Me llevé el vaso a los labios y terminé de beber el contenido en él para continuar. -Creo que fue suficiente. Probé de todo y más y quiero asentar la cabeza. Sé que para ti es estúpido. Pero… quiero, una casa, un perro, alguien que me ame… quizás hijos… - Brian asintió deslizando los labios alrededor de la boquilla de su bebida con la mirada perdida. Luego la enfocó en mí.


Me removí inquieto en mi asiento en lo que sacaba la cartera de mi pantalón. Saqué algunos dólares de ella y los dejé sobre la barra. Le miré una vez más y suspirando salí de allí.


Una vez estuve fuera la brisa me azotó el  rostro. El viento estaba helado puesto que el invierno ya se acercaba a pasos agigantados. Ajusté la bufanda a mi cuello y con las manos en los bolsillos empecé a caminar. La residencia donde vivía con Daphne no estaba muy lejos, y caminar me haría bien. Estirar las piernas tomando en cuenta que había pasado prácticamente una semana en cama. Casi que había olvidado cómo hacerlo.


Esta noche las calles de Liberty aveniu, estaban muy concurridas, bueno, en realidad así era siempre. Había gays, travestis, homos, lesbianas, drag queen y  cualquier otra denominación que se les diera a las personas que gustaban de otras de su mismo sexo. Yacían regados, por todas partes, algunos besándose en las esquinas, otros quizás follando en los callejones, incluso varios quedando para hacer alguna orgía o cuarteto, había quienes entraban y salían de discotecas, saunas, cuartos oscuros, algún bar gay… y recordé cuando era yo quien con 17 ya entraba y salía también de esos lugares, follando sin parar, con cualquiera… hasta que con los años aprendí que más que experiencias y satisfacción no era nada más. Era un mundo vacío, y vicioso. Peligroso y a la vez excitante. ¿Quién no quería tener un rato de diversión con sexo, entrando y saliendo con el máximo de placer y el mínimo de mal rollo? Parecía ser que aquí todos buscaban lo mismo. Pero será que no había quienes quisieran más que dar o recibir por el culo con quienes ni siquiera se llegaban a enterar de sus nombres? Había a parte del sexo un montón de cosas que en algún momento el alma empezaba a ansiar. Amar y ser amado era una de ellas. Y la que había empezado a anhelar aparentemente. Por desgracia la vida no era un puto cuento de hadas, la vida era… cruel, con realidades crudas, verdades dolorosas, personas falsas y mentirosas, y el amor… el amor parecía estar especialmente escaso.


Negué con la cabeza como si con eso sacudiera los análisis estúpidos que rondaban ahora por mi cabeza. Y antes de lo que creí, ya estaba en casa. Al abrir la puerta visualicé a Daphne echada en el mueble. 


-Hey, si saliste.


-Si. Wohoo. – fingí emoción batiendo mis manos y ella me lanzó un almohadón que por mi buen reflejo rápidamente atrapé. 


-Oye, ¿Aun tienes esa botella que sobró de tu fiesta de cumpleaños? – le hablé despojándome del abrigo y la bufanda.


-Eh, creo que si.


-¿Qué tal si la destapamos? – Daphne me miró con ojos entrecerrados y luego corriendo salió del sofá a su habitación saliendo a los minutos con una botella de vidrio en las manos.


 


-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*


 


-Te voy a extrañar un montón, ven aquí…


-Dap… no es para tanto. – mi amiga me asfixiaba en un alebrestado abrazo. Estábamos en el aeropuerto esperando solo la voz que anunciaba mi vuelo a nueva york donde pretendía un comienzo para mi vida. -Más te vale estar aquí para navidad.


-Vendré, lo prometo. – aseguré devolviendo el apretón de mis manos con las suyas. Seguí su mirada cuando se quedó estática mirando sobre mi hombro y me quedé de piedra al observar a quien menos imaginé, acercarse con pasos acelerados. Oh no.


-Te juro que yo no le dije nada. -  habló Daphne.


-Justin… ¡Justin!


-Madre. – apretó mi cuerpo con el suyo en un cálido abrazo al llegar a mí.


-Cariño… - me acarició el pelo y frotó su pulgar en el lóbulo de mi oreja  -¿Por qué siempre soy la última en enterarme?


-Lo siento. – me disculpé. – Prometo que a partir de ahora te informaré sobre todo. – mi madre me volvió a abrazar. -Voy a estar bien…


-Vas a cuidarte, ¿me oyes?


-Lo haré. – susurré apretándola también y separándonos luego.  – vendré para navidad. ¿Podrás hacerme lugar junto a Molly y… Tucker? – mi madre abrió los ojos sorprendida. – Prometo no ser desagradable ni hacer comentarios incómodos.


-Oh, cielo. – nos abrazamos una vez más hasta que sentí una mano ajena en mi hombro. Se trataba nada más ni nada menos que de Brian. Daphne convidó a mi madre hacia el baño.


-Hey.


-Hey… - respondí de vuelta.


-Necesito que me acompañes a un lugar. – pidió y yo resoplé enojado. 


-¿Al baño, en serio? No voy a dejar que me folles ni siquiera por última vez.


-No, no al baño, aunque no suena mal. El coche está fuera.


-Estoy a punto de coger mi vuelo. Están a nada de anunciarlo.


-Te compraré otro boleto para dentro de dos horas en primera clase si quieres.


-No, estás loco.


- ¿Por favor? – dijo uniendo las manos en plegarias y yo negué con la cabeza.


-No me lo puedo creer, o más bien sí. Eres un egoísta de mierda.


-Lo sé, pero necesito enseñarte algo.


-Y no lo pudiste hacer, no sé, ¿ayer? ¿Anteayer?


-No.


-Jodete no voy a acompañarte a ninguna parte.


-Lo harás por las buenas o por las malas, elige una.


-Esto es lo que elijo. – me incliné y cogiendo un pequeño bolso de mano, le di la espalda dirigiéndome hacia los puestos de espera.


-Señores pasajeros con vuelo al destino de  la ciudad de Nueva York por favor dirigirse a la puerta de embarque número 15. – detuve mis pies y tragando pesado me giré a verle por última vez. En menos de lo que me percaté, estaba sobre el hombro de Brian como un saco de patatas.


-Brian… ¡Brian! ¡Suéltame, estas loco! ¡Ese es mi vuelo!


-Te di a elegir, sunshine.


 


-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*


 


-¿Dónde coño me llevas? No querrás matarme y arrojar mi cuerpo por algún cañaveral por ser el primero en rechazar a Mr. Kinney, ¿o si? – Indagué luego de un tiempo en carretera. El paisaje que dejaba entrever las ventanillas era meramente rural, la ciudad con todo su estropicio había quedado atrás desde un buen rato. No se me ocurría otra cosa por la que Brian pudiera traerme por este camino.


-Relájate, estamos apenas a media hora de Pittsburgh.


-Si es otro de tus jueguitos te juro que tus tan queridas bolas corren peligro.


-Espera, ya vamos llegando.


Diez minutos después giró el coche por un camino independiente de la vialidad. Los pinos en fila a los laterales y  la nieve que empezaba a hacer su aparición esparcida por doquier  hacían parecer que estaba entrando al paraíso. Y no me equivocaba cuando aproximadamente algunos metros de distancia se apreciaba una maldita quinta preciosísima con una fachada de ensueño. Los árboles sin hojas por el clima por doquier le daban aire de bosque y me parecía genial. Abrí la boca maravillado. Mi acompañante no tardó nada en detener el coche. Silbé en cuanto estuve fuera del auto.


-Wow. – expresé maravillado.


-¿Te gusta?


-¿Bromeas? Gustar se queda corto.


-Y espera a ver la pista de tenis y los establos. Vamos. – me tendió su mano y le miré por un segundo, sin dudarlo la tomé y sentí su breve apretón.


-¿Qué hacemos aquí? ¿Quién vive…? – dejé la frase en el aire cuando en un cartel a letras grandes y claras pude leer “Residencia Taylor-Kinney”. Me detuve en seco con la boca abierta por el letrero con nuestros apellidos y le miré en busca de respuestas.


-Nosotros. Nosotros vivimos aquí. – Alcé las cejas incrédulo. -Ven. – tiró de mi brazo hasta la puerta donde incrustó la llave sacando los cerrojos.


Dentro era un magnífico palacio. Una escalera tallada en madera pulida  en forma de caracol que servía como separador de varios espacios. Aún seguía sin cerrar la boca.


Sentí el tirón de Brian guiarme hacia un salón que perfectamente pudiera ser…


-Habías dicho que tu estudio pequeño y sin encanto tendría que servir hasta que tuvieras una casa de campo.


El sueño de cualquier artista. Espacioso, con una chimenea incrustada en la pared, un caballete y algunos muebles en medio cubiertos por varias sábanas blancas.


-Espero que esto sea lo que el artista que llevas por dentro buscaba.


-Y más. – declaré perplejo asintiendo en lo que observaba cada detalle de la habitación. Finalmente reparé en él. -Pero… no entiendo nada.


-Quiero que te cases conmigo. -  soltó como si nada. Le miré más tetrapléjico aún.


-No bromees con algo así. – le advertí.


-¿Te parece que es una broma? – fue su respuesta y le observé sin detenimiento la expresión del rostro buscando algún indicio de burla.


Y no lo hallé.


Brian Kinney, 34 años de edad, promiscuo de nacimiento, amador del cuarto oscuro, las discotecas, el sexo, el alcohol y las drogas alérgico a cualquier tipo de relación que conllevara a algún tipo de compromiso y repudiante número uno del matrimonio no estaba bromeando con lo que me estaba contando. Le seguía mirando perplejo aún. Como esperando que alguien me dijera “hey, despierta. Estas en un sueño”.


-Me-me parece que no he oído bien lo que…


-Cásate conmigo. – repitió. No había ramo de rosas, anillo con diamantes, incluso no tenía una rodilla en el suelo, pero viniendo de él era lo más mágico y romántico que pudiera haber. Su mirada brillosa segura y autosuficiente de siempre parecía temblar ante mi ausencia de respuesta.


-Eres increíble. – fue lo primero que pasó por mi mente. Me tomé del pelo largo que  me rozaba la nuca y lo halé un poco en desespero. -Has… comprado este… palacio...


-Para mi príncipe. – dijo rápidamente y volvió a dejarme atónito con sus palabras. En este punto no sabía si pudiera estar alucinando, incluso delirando.


-Y… y, ni siquiera sabías cual sería mi respuesta, o siquiera si vendría. Si me iba a gustar… Brian…


-En el amor hay que tomar riesgos, ¿no?


-Dímelo tú. Haz arriesgado tu credibilidad como soltero de oro… ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?


-No soy nada… sin ti. Y sé que no debió ser así. No es la manera más romántica el tener que perderte para darme cuenta de… lo importante que eres para mi y… lo mucho que te amo. Que los placeres de allá fuera no se comparan, no se comparan cuando estas conmigo, cuando me tocas… me besas… me dejas hacerte… el amor mientras me entregas todo de ti con tanta pasión… Que prefiero… mil veces dejar esa vida desordenada si con eso te retengo a mi lado. No hay nada, más valioso en mi puta vida que tú. – para éste punto las lágrimas me tenían el rostro empapado en lágrimas y sollozos incontenibles que resonaban haciendo ecos en el lugar. Él aún aguardaba mi respuesta. Sacó un pañuelo de su bolsillo y a paso lento se acercó hasta mí, deslizando la tela por la piel húmeda de mi cara. Finalmente y sin poder resistirme salté a su cuello aferrándome con fuerza.


-¿Sabrás que eres el peor candidato vivo al matrimonio verdad? – hablé mirándole sin quitar mis manos de sus hombros. Sentí otra lágrima salir y la calidez de su pulgar atrapándola en el camino hacia mi barbilla.


-Lo sé. Y es la razón por la cual también soy el mejor. – bufé. Definitivamente era él. – Porque… con la misma fuerza con la que me oponía a la idea, estoy… apasionado y fervientemente comprometido. Solo sé que te he perdido ya un par de veces y… no me la he pasado muy bien. No prometo que será perfecto, me conoces, no soy la clase de príncipe de cuento con el que todo mundo desea casarse. Pero… si me dejas intentarlo, prometo hacer que no te arrepientas. – no pude evitar la curva tonta que tomaron mis labios hacia arriba. Esto era algo que ni en mis sueños más surrealistas era posible. – Entonces… ¿No dirás nada? – me mordí el labio a la vez que empezaba a asentir.


-Si…


-¿Si? – me siguió alzando las cejas.


-Hagámoslo.  – subí mis manos a su cuello acercándome más a su rostro.


-Dilo. – pidió y sonreí de tal manera que perfectamente podrían estarse viendo mis muelas del juicio.


-Acepto. – susurré contra su labios sosteniéndole la mirada. – Acepto casarme contigo. – dije al fin y rectifiqué mis palabras en un beso lánguido donde nos sumergimos. Totalmente apasionados, sin apuros, sin prisas, simplemente tomándonos el tiempo de saborearnos y enredar nuestras lenguas en una húmeda batalla por el poder. Estábamos… haciendo el amor con nuestras bocas y no dudaba que dentro de poco con nuestros cuerpos.


 Sus manos que me sujetaban una en la parte posterior de mi cabeza para entrar más en mi boca, y la otra en mi espalda aprisionándome más hacia él me hizo sentir una dulce caricia placentera al sentirla deslizarse a mi trasero. Sabía que le encantaba meter mi mano ahí y lo que no era la mano también. Y a mi fascinaba.


Con un mordisco, un lametón y un breve halón a mi labio inferior bajó al ataque de mi cuello. Su zona con mordidas de colección. Me arquee delicioso entre sus brazos cuando sentí la exquisitez de su lengua húmeda deslizarse en mi piel. Gemí cuando sus dientes me mordisquearon sin contemplación alguna. Estaba completa y absolutamente rendido a él. 


Dando traspiés mientras luchábamos con la ropa me hizo acostarme sobre el suelo apenas cubierto por varias mantas. Se deshizo de mis pantalones y de mi bóxer deslizándolos a lo largo de mis piernas para luego meterse entre ellas.


Inclinándose a mis labios, nos devoramos como la primera vez, con hambre, deseo y lujuria. Con el libido sexual a punto de ebullición.


-Penétrame. – pedí jadeante y no tardé nada en recibir lo que quería. -Ag…


Me estaba deshaciendo en placer al ritmo de sus embestidas. Sentí que se me iba la vida cuando cogiendo mi muslo lo presionó sobre su cadera entrando más hondo. Sus bolas chocando con mis nalgas eran música erótica para mis oídos, así que dándome vuelta le dejé debajo y empecé a cabalgarlo. Con la cabeza hacia atrás porque el gozo era tremendo.


Sus manos ávidas recorrían mi pecho con ansias mientras yo me balanceaba hacia adelante y atrás sobre su polla. Gemidos roncos y hermosos salían de sus labios y eso solo lograba encenderme más.


Cuando llevó sus manos a mis huevos empezando a menearlos con tanta profesionalidad sentí que me podía correr hasta por los ojos.


-Mierda… ah, ah, oh, uhm, Brian... – me deleitaba meneándome con más fuerza, con más ahínco.


Apoyé mis manos en su pecho cuando sentía que no podía más y él retomó su posición dejándome bajo su cuerpo ardiente nuevamente.


Me penetro un par de veces más y en cuanto sentí que tocó el borde de mi alma en un punto que me hizo salir y entrar a mi cuerpo nuevamente, mi semen salió como la lava caliente de un volcán en erupción. 


-Oh dios…


Tras dos penetradas sentí un choro llenarme por dentro junto con un gemido agónico junto a mi oído y cayó flácido sobre mi cuerpo pasando sus brazos sobre mi cabeza. Así estuvimos unos minutos hasta que salió de mí y se echó a un lado. 


-Solo tengo una duda. – habló agitado aún por las actividades anteriores.


-¿Cuál? – quise saber y me recliné sobre el codo para mirarle mejor acariciando con mis dedos su mandíbula.


-¿Después que nos casemos… seguirás mamándomela verdad? – solté una risa mientras sentía el pecho saltarme de mil maneras. El agite, las emociones, de amor…


-Solo si prometes hacerme el amor… en cada rincón de nuestra nueva casa.


-Hecho. 

Notas finales:

Aquí les dejo una foto de la couple 

 

Espero les haya gustado, si es así dejen sus comentarios y hagan feliz a una lombriz.


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