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Kyōka Suigetsu (鏡花水月) por Atomic Flea

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Los primeros rayos de sol se cuelan a través de unas cortinas que no fueron siquiera cerradas la noche anterior, u horas antes, cuando su dueño caminó somnoliento hacia la cama. Cama que en esos momentos se encontraba vacía, el ruido del agua de la ducha siendo lo único que rompe el silencio.

No hay alarmas sonando, cumpliendo su función de despertar o alertar de qué hora es. No hay sonidos de pájaros dando la bienvenida al nuevo día, ni siquiera el ruido de los primeros madrugadores yendo a sus trabajos en coche consigue colarse por las ventanas. Solo silencio, una vez que la persona de la ducha ha terminado y ha cerrado el agua.

Es la misma rutina todas las mañanas desde hace unos cuantos años, no importa que sea día laboral, fin de semana o festivo. Que realmente tenga trabajo en ese momento o que tuviera que estudiar cuando aún estaba en la universidad. No importa que no tenga nada que hacer o que incluso haya salido la noche anterior, aunque es un poco complicado recordar cuándo fue la última vez que alguien le avisó para ir a tomar unas copas a algún bar cercano. O la última vez que aceptó.

El silencio vuelve a romperse ligeramente pero esta vez es culpa de la cafetera, su zumbido apenas molesto una vez que te has acostumbrado a oírlo todas las mañanas.

Mientras el café se está preparando, pasos sigilosos paran frente al armario, abriendo sus puertas y contemplando las pocas opciones de ropa entre las que elegir. No es como si realmente necesitara muchas más.

El invierno está acabando; todo el mundo ha comenzado a dar la bienvenida a la primavera y todo lo que ello conlleva. Pobres alérgicos, es lo que él siempre piensa. Pero no importa con cuantas ganas la estén esperando porque el frío aún sigue presente, incluso haciendo que no note la planta de los pies debido a mantenerse descalzo mientras decide si vestir la camisa negra o la blanca.

La cafetera lanza una advertencia de que el café está terminado en forma de un pequeño pitido justo cuando termina de abrochar el último botón del cuello de la prenda. Café en mano y abrigo y bufanda rodeando de manera protectora su cuerpo, desde el espejo en la entrada del apartamento su misma figura le lanza una mirada. “Por otro día igual al resto”, se dice a sí mismo, alzando el café en un pequeño brindis que sabe, no va a ser respondido por nadie más que por la figura del espejo.

Quizás sea la rutina, o quizás el estar acostumbrado a la soledad, pero mientras algunos le llamarían loco por hablar consigo mismo él disfruta con esos pequeños gestos. Palabras de ánimo de él para él.

Contra todo pronóstico no hace suficiente frío en la calle como para ser necesario tomar el metro hasta su trabajo, por lo que acaba dando un pequeño paseo, observando distraídamente todo a su alrededor sin llegar a fijarse completamente en algo. Simplemente disfrutando de los pequeños momentos a solas que le quedan durante el resto de la mañana. Una vez que atraviesa la entrada del edificio donde trabaja, después de haber pasado la seguridad, su mente deja de ser del todo suya para centrarse en otras personas.

“Oh, Minseok. Tan puntual como siempre”, escucha a sus espaldas mientras termina de ponerse su uniforme de trabajo; una camiseta de manga larga color azul claro y unos pantalones a juego, junto a unas deportivas blancas e impolutas.

Junmyeon es quien le ha saludado, yendo a su propia taquilla para también cambiarse de ropa, y Minseok le devuelve el saludo educadamente. Están en el mismo rango, siendo compañeros desde hace mucho tiempo, pero se siguen tratando con la educación que se tratan dos personas que se acaban de conocer y Minseok no espera ningún tipo de cambio en un futuro cercano.

Trabajar en una clínica mental es algo delicado y más aún cuando eres enfermero, como él, cuando tienes que gastar todo tu tiempo y esfuerzo en ser la ayuda que las personas que acuden allí necesitan. Más de una han sido las veces en las que le han preguntado qué se siente estar allí cinco días a la semana, a veces seis, en un manicomio, como lo llaman algunos. Minseok simplemente sonríe ligeramente y se encoge de hombros. Niega que sea un manicomio, solo una clínica donde acude gente que necesita ayuda para curar heridas que no son visibles para todos.

Pero Minseok las ve. Puede ver las emociones mezclándose en los ojos de los pacientes que ayuda, tintineando como luces fundidas. Puede notarlas nadando junto a las palabras que salen de algunos de ellos, esas veces que necesitan contar algo y a alguien que les escuche.

La mayor parte de los pacientes no son casos graves, simplemente depresiones pasajeras, demasiado estrés acumulado que les ha llevado al borde, quizás algún que otro pequeño trauma del que quieren librarse. Ellos son los que vienen pidiendo ayuda, desconectar del mundo exterior por un tiempo, y Minseok pone en uso sus cuatro años de estudios psicológicos y el año de preparación como enfermero en práctica. Quizás es por eso que la clínica parece algo fuera de lo normal, con los pacientes entrando y saliendo a su gusto, sin llegar a estar ligados a un ingreso obligatorio, pero a él poco le importa mientras pueda ayudar.

Está considerado como uno de los mejores enfermeros del centro, sus superiores recibiendo opiniones positivas de todos los pacientes que tuvo a su cargo, y él lo sabe, gracias a comentarios lanzados a su espalda por parte de otros compañeros no tan amables como Junmyeon. Otra cosa que a él poco le importa, ya que cuando termine su horario toda su reputación se quedará entre esas pareces, mientras que él regresa a un piso vacío donde poco importa cuán bien haga su trabajo.

Aun así, es gracias a su trabajo, que cuando entra en la oficina del jefe de su sección éste le recibe con una sonrisa y la carpeta de un nuevo caso esperando sobre su mesa.

“Buenos días, Minseok. ¿Qué tal el fin de semana?”, le saluda amigablemente Yifan desde detrás de su mesa, rodeado de papeles que parecen no desaparecer ni con el paso de las semanas. El desorden es siempre reinante en ese despacho y Minseok siempre intenta no estar en él más tiempo del necesario, sus ganas por ponerse a limpiar hasta la última esquina creciendo con cada segundo que pasa.

“Nada nuevo. Descansando, preparándome para atender a un nuevo paciente. Me había acostumbrado a cuidar de Jihye”, contesta, cogiendo la carpeta marrón con lo que necesita saber antes de ponerse a trabajar.

“Es algo normal, con diferencia ha sido la paciente que más tiempo has tenido que cuidar”, hace parecer que vuelve a centrar su atención en los documentos sobre su mesa, pero en realidad lanza miradas furtivas mientras Minseok ojea el documento en sus manos, esperando una reacción. “¿Ha sido ingresado por la familia?” es lo primero que le llama la atención, despegando su mirada momentáneamente de los papeles para posarla sobre Yifan.

En la hoja, junto a una lista con información separada por puntos, un chico sonríe a Minseok, con sus ojos convertidos en medias lunas, sonrisa risueña.

“Es un caso especial”, responde Yifan, dejando un par de segundos de silencio entremedias antes de continuar. “Muestra signos de alucinaciones y distorsión de sí mismo y el mundo a su alrededor. Empezó entre los once y doce años, pero después de haberle llevado a varios psicólogos y probar con algunos medicamentos, sus padres no sabían qué más hacer”, termina de explicar los puntos importantes, al mismo tiempo que Minseok lee esa información en la ficha.

Normalmente, eso es suficiente para ponerse a trabajar, pero este es un caso completamente distinto a cualquiera que haya tenido antes, hasta el punto de que llega a preguntarse por qué Yifan ha decidido dejar a él de encargado cuando hay enfermeros especiales para casos como ese.

“¿Por qué no siguió con la medicación?”, hay mil preguntas en su cabeza, pero decide que esa es una de las importantes de la que debe recibir una respuesta clara antes de presentarse ante su nuevo paciente. Alucinaciones y medicación ya son dos temas bastante delicados como para ser nombrados juntos y aunque Minseok confía en la seguridad del centro, no quiere arriesgarse a ser víctima de algún ataque repentino producido por la enfermedad en cuestión o la falta de tratamiento correcto.

“La medicación tuvo un efecto negativo. Mientras que en la mayor parte de los casos las alucinaciones y distorsión de la realidad llevan a depresión o incluso casos de esquizofrenia, el paciente no ha mostrado ningún signo de estar sufriendo nada de eso durante estos años”, explica Yifan calmadamente, recostándose contra el respaldo de su silla. “Fue únicamente cuando estaba medicándose para acabar con esos síntomas que comenzó a empeorar anímicamente. Le retiraron la medicación, pero aun así necesita vigilancia, razón por la que está aquí. Sus padres no podían permitirse un sitio especializado y no querían dejar a su único hijo en manos del Estado, si no en manos de personas que supieran cuidarle como corresponde”.

Sus últimas palabras no son tan neutrales, si no que llevan consigo un par de emociones entremezcladas, lo que hace que Minseok suponga que Yifan ha hablado personalmente con los padres del paciente y conoce a fondo la situación.

Una vez dicho todo eso, después de haberse asegurado de que su paciente es completamente inofensivo, Minseok pone rumbo a la habitación donde le están esperando para recibir su ayuda.

Su trabajo es sencillo, a veces se siente más como un canguro que como un enfermero, pero no es tan malo como muchos llegan a pensar. Salvo por respetar el horario de desayunos y comidas, a veces cenas si le toca quedarse de guardia, el resto del tiempo simplemente tiene que preocuparse de que no le falte nada a la persona que esté cuidando en ese momento, quizás escuchar sus pensamientos de cuando en cuando, pero con sus respectivos descansos para sí mismo.

Aunque Minseok está seguro de que este será uno de esos casos que necesitan su atención la mayor parte del tiempo.

No sabe que esperar realmente cuando abre la puerta de la habitación número veinticuatro, pero es cierto que se siente un poco sorprendido cuando lo primero que ve es la cama completamente vacía. Confundido, entra en el cuarto, buscando con su mirada mientras se mantiene completamente alerta, solo por si acaso.

La habitación, justo como todas las otras del centro, es sencilla. Una cama cómoda contra la pared, una estantería en otra de las paredes, llena de libros que antiguos pacientes pidieron para pasar los ratos muertos, una mesa con dos sillas en una de las esquinas y una especie de zona acolchada justo al lado de la ventana donde poder tumbarse y observar el exterior. Es ahí donde encuentra a su paciente, acurrucado con la frente contra el cristal, una mirada soñadora en su rostro y sonriendo a lo que sea que está observando. Si es real o no, Minseok no lo sabe.

Es el sonido de la puerta cerrándose tras de sí lo que hace que el chico, de veintidós años según su ficha, giré su cabeza para observarle. Y así es como hace, moviendo sus ojos de arriba a abajo, desde la cabeza de Minseok hasta sus pies, sin siquiera molestarse en disimular.

“Buenos días, Baekhyun. Mi nombre es Minseok y voy a ser tu enfermero. Si necesitas algo, sólo tienes que pedírmelo”, se presenta, su tono bajo por si hablar en alto hace que el otro se sobresalte. Pero, otra vez en contra de sus expectativas, Baekhyun sonríe, no realmente el mismo tipo de sonrisa que en la foto de su ficha, pero igual de sincera.

No habla durante las primeras horas, ni cuando le pregunta si quiere algo de comer, aunque Minseok va a buscar una bandeja con algo de comida de todos modos, si no que se queda al lado de la ventana y él no tiene otra opción más que observar cada una de sus acciones, ya que sabe que Yifan va a querer un informe inicial cuando acabe el día. Pero lo único raro que llega a observar es un par de veces en las que Baekhyun sigue con la mirada algo que se mueve por la habitación, aunque Minseok no lo vea.

Es cuando está a punto de irse, el reloj marcando las ocho y media y Baekhyun habiendo cenado ya, si es que se le puede llamar cenar a comer un croissant, que éste último habla por primera vez.

“Tienes unas mejillas bonitas”, comenta en un tono más alto del que Minseok usó esa mañana cuando se presentó, haciendo que se pare cuando ya tenía el pomo de la puerta sujeto con una mano, mirando a Baekhyun con los ojos como platos. Espera por unos segundos a que diga algo más, pero cuando no lo hace Minseok simplemente murmura un gracias y se despide, diciéndole que volverán a verse mañana y espera que descanse.

Es la primera vez en todos los años que lleva trabajando que regresa a casa sintiéndose extraño por algo que le ha dicho un paciente, ya que normalmente sabe hacer que ese tipo de cosas no lleguen a afectarle. Ha escuchado muchas cosas en tres años, pero es la primera vez que alguien le dice algo así y más con una sonrisa de oreja a oreja.

Quizás hoy no ha sido un día igual al resto, justo como esperaba esa mañana.


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