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Las complicaciones vienen siempre juntas y de golpe por Ren Phanteas Mircea

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Notas del fanfic:

Magi me va a pertenecer algún día! Lo juro! eso y que Kouen será mio junto a Belial (?)

Notas del capitulo:

El Sinbad x Kouen es canon! nah, mentira, ni yo sé como escribi esto (?)

Hakuryū se había despertado esa mañana al escuchar los sonidos de gritos en la entrada de la casa de la familia que le adoptó hace unas dos semanas. Era la primera vez que escuchaba tal escándalo. Comúnmente las mañanas solían ser tranquilas y si alguna discusión se presentaba era algo que se solucionaba con paciencia, autoridad y un par de risas.

Era una familia normal, nada fuera de lo común y algunas veces la encontraba agradable. Faltaba tiempo para que se acostumbrase a todas sus primas y sus primos. Por suerte, su hermana Hakuei, quien daba la casualidad también fue adoptada en la misma familia, le ayudaba a que sus días en esa casa fuesen más entretenidos.

Hakuryū tenía doce años y su nueva familia parecía querer acogerle como uno más de ellos con cierta desesperación.

Hakuei le decía que si hace cuatro años no se hubiese escapado del orfanato, lo más seguro es que ambos hubiesen llegado a ser adoptados por la familia Ren al mismo tiempo. Hakuei se empecinaba en contarle cosas sobre ellos, en decirle el nombre, la edad y los gustos de cada miembro de esa familia. Hakuei parecía esperar una reacción de su parte, Hakuryū no entendía cual. Al final, su hermana lo abrazaba y le decía entre susurros que sería cuestión de tiempo para que entendiese y recordase esa parte de la vida que ahora tenía en blanco.

Hakuryū, sinceramente, no entendía. No comprendía las palabras de su hermana y las miradas fugaces que los integrantes de su nueva familia le dedicaban. Todos parecían buscar una respuesta desesperada de su parte. En especial, de aquel que ocupa el asiento de líder de la familia a la hora de la cena. El mayor de sus primos, Ren Kouen. Él le miraba con una desesperación que parecía estar al borde de la locura.

Y eran los gritos de Ren Kouen los que se escuchaban desde el primer piso.

Una vez Hakuryū dejó la cama y sus pies tocasen el frío suelo no alfombrado, este se transmitió por todo su cuerpo. Su cola esponjosa se movió de un lado a otro y sus orejitas se hecharon hacia atrás. Frío y no tibio ni caliente. Hakuryū era, igual que unos pocos que conocía, un gato. Esa característica era de familia, al parecer. O eso fue lo que su hermana le explicó. El niño de doce años encontraba entretenido que la familia que les hubiese adoptado también estuviese llena de felinos.

Cuando la sensación del frío fuese aceptada, sus partes felinas, se ocultaron. Sus orejitas, se escondían bien entre su cabello suelto y su cola enrollaba en su cintura.

Kouen seguía gritando.

Nadie estaba en casa esa mañana excepto por él mismo y un par de sirvientes que no se atreverían a intentar detener un pleito entre su señor y un desconocido.

Después de tanto, Hakuryū se decidió por bajar las escaleras usando su traje de dormir y unas pantuflas oscuras. Restregó su ojo derecho, bostezó. Todavía seguía adormilado y de seguro seguiría en cama de no ser por el pleito del primer piso que le había despertado. Caminó con pereza hasta quedar parado a un lado de Kouen. Volvió a restregar su ojo en un agotado intento por quitarse el sueño. Ni uno de los dos mayores reparó en su presencia, a excepción del otro niño que parecía venir con el hombre que Hakuryū desconocía.

Kouen, si no recordaba mal, tenía ya dieciocho años cumplidos y la persona con la que estaba discutiendo parecía estar por los veinticinco años. Hakuryū no se fijó mucho en el sujeto de ocelos dorados y larga cabellera sujeta en una coleta baja. Ni siquiera se preguntó porque ese individuo traía unos colgantes tan grandes en las orejas. Lo que había llamado fuertemente su atención, fue el niño que se sujetaba a las ropas del desconocido.

Hakuryū le calculaba unos meses mayor a los doce, casi trece. El niño también estaba mirándole. Unos hermosos ocelos ámbar le escudriñaban con curiosidad.

Hakuryū no cayó en cuenta de cuando sus partes felinas se mostraron, tan solo estaba concentrado en las orejas puntiagudas y en la cola alboratoda. Rubio con unos toques anaranjados. Era un pequeño zorro.

El niño soltó las ropas de quien le acompañaba y se le aproximó. Hakuryū también dió un par de pasos para acercarsele. De un momento a otro tenían la nariz pegada al cuello del otro, olisqueandose. Sus colas, suaves al tacto y de tonos tan contrarios, se movían de un lado a otro, con entusiasmo. El de ocelos azules se sintió temblar cuando el blondo lamió su mejilla. Correspondió el acto con otra lamida, una más tímida a la que le habían dado.

— ¿Hakuryū?

— ¿Ali Baba?

La voz de Kouen lo sacó de su ensoñación, ocasionándole un respingo y el niño del cual había descubierto recién el nombre, le abrazó de forma sobre protectora. Hakuryū se sintió temblar otra vez y se removió, inquieto ¿Qué es lo que se supone estaba haciendo?

— Y-yo.. Buen día, hermano Kouen

El mayor de los cuatro presentes parpadeo, mirándole con una profundidad espeluznante para alguien de su edad. Ali Baba le abrazó con más fuerza. Para cuando el de ocelos dorados estiró una mano para poder tocarle, ocurrió dos cosas: Un manoteo y un gruñido.

— No te atrevas, Sinbad —el mencionado rodó los ocelos al darle una miradita rencorosa a Kouen y su atención se dirigió al pequeño niño rubio.

— ¿Es mi imaginación, o acabas de gruñirme, Ali Baba?

Esta fue la oportunidad del blondo para sentirse inquieto. Había gruñido. Le había gruñido a su tío sin pensar en lo que hacía realmente. Pero.. Fue algo instintivo, del tipo de acciones que ocurrían cuando su parte animal se ponía en alerta.

— Lo siento, Sinbad-san —el mayor suspiró por la respuesta.

— Esta bien, no hay problema, a mi también suele pasarme un par de veces —otra miradita rencorosa hacia Kouen.

Este chasqueo la lengua, no, no iba a hablar del tema ni admitir ante nadie que Sinbad le había celado en ciertas ocasiones al verle estar en confianza con personas que no eran él. Kouen se lo tomó como una broma pesada a la que decidió no darle importancia. Eso cambió el día en que a Sinbad se le ocurrió acorrarle en un callejón, con la clara intención de morderle y marcarle como suyo. Kouen, al ser Kouen, no se dejó a las oscuras intenciones del adulto. Eso hacia unas semanas, de allí, a que el mayor siempre quisiese hablar del tema y terminasen peleando, justo como esa mañana.

El pelirrojo frunció por un segundo su entrecejo, buscando entender a profundidad el obvio significado de los cortos brazos que se aferraban al pequeño de su familia en un fuerte abrazo. Eso y luego el hecho de que hace unos minutos esos niños se olisquearan con tanto gusto.

Hakuryū era demasiado joven como para intentar escoger una pareja. Pero al parecer la fisiología animal se había sobrepuesto a la humana. Sucedía un par de veces. A él le ocurrió lo mismo con Hakuyū.. Hakuyū.. Añoraba su presencia cálida y su regazo en el cual buscaba consuelo cuando se peleaba con su padre.

Internamente, se preguntó si Koumei seguiría añorando la presencia de Hakuren y pasaría, al igual que él, por ese primer amor que no logró disfrutar por mucho tiempo debido a las circunstancias.

Pero debía volver, por el momento, al asunto más importante en ese instante…

Cuando vio que el niño rubio volvía a lamer la mejilla de Hakuryū, sacándole un ronroneo, y que Sinbad sonreía ante eso, tuvo un mal presentimiento. Como si la preocupación de que su pequeño primo hubiese perdido la memoria de los pasados siete años y no recordase a sus difuntos hermanos mayores ni al resto de la familia no fuese suficiente.. ¿Ahora debía de encargarse de alejar a su primer pretendiente?

Kouen hubiera respondido que algo así no sería difícil, pero el que Sinbad fuese evidentemente a meterse en el problema –la sonrisa de ese desgraciado así se lo decía- transformaba todo ese nuevo asunto en una futura odisea.

Hakuryū soltó una risilla, encantado. 

Notas finales:

Si, otro fic (?) Y no sera de muchos capitulos. Gracias por leer <3 ¡REVIEWS!


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