Capítulo 12: El tono de tus ojos, el color de mi vida… vida rescindida.
Dolor.
Cualquiera lo clasificaría de sufrimiento y pesar pero, en realidad es la única prueba de que en realidad existimos y no somos un simple sueño o alucinación.
Desde el ventanal se podía contemplar perfectamente la luna llena, lo raso del cielo en contraste con el brillo de las estrellas, las noches frías y mañanas cubiertas de hielo habían llegado sin que nadie más lo notase como algo especial.
El aire helado penetraba en la habitación bajando cada vez más la temperatura del lugar, la sombra posada en el ventanal completamente inerte daba la sensación de soledad, perfecta atmósfera para el ocupante de la habitación.
La puerta se abrió lentamente como hacía mucho tiempo no sucedía.
-… El frío comienza a escarchar las cortinas, deberías entrar y tratar de dormir.
-… — La sensible figura se mantuvo inmóvil, como siempre.
Con resignación, el único visitante realizó lo mismo de cada noche. Atrajo suavemente a la fina figura entre las sombras y cubriendo sus penas del cálido consuelo de la piel humana reconfortó a un ser sin alma.
El sufrimiento en la mirada era casi palpable al tacto y aun así, prefería poseer aquella hermosa figurilla.
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Siempre lo supo, desde el primer día en que le encontró cubierto en carmesí.
-Lo amo…
Había dicho con una dulce y hechizante sonrisa que incluso ahora recordaba perfectamente.
-Me ama…
Sollozó la primera vez que obtuvo un hueso fracturado por causa de ¨aquel tipo¨
-…Yo…
Fue su última palabra antes de que lo encontrase agonizando en el suelo a causa del abuso físico y mental del que había sido víctima.
Trató de salvarlo y simplemente le causó mucho más dolor.
-No puedes ¨ayudar¨ a una persona que simplemente no desea ser ayudada.
Su sentencia a una vida en la que él simplemente sería ¨inalcanzable¨ para alguien de su tipo.
Tragó su dolor, su orgullo y rabia e incluso le suplicó para huir nuevamente, ser libres en una vida digna de ser vivida; Sin más sangre, sin más dolor, sin… él.
Más sin embargo… Solamente pudo ser un fiel perro.
-No lo comprendes… no resistiría sí él vuelve a irse, estoy seguro de que… moriría. Por favor… déjame volver a la vida que elegí para mí.
No pudo comprender el llanto de ese día, ni tampoco sus propias lágrimas brotando inconteniblemente. Podía decir que dolía como el mismo infierno pero, simplemente sonrió tratando de asimilar el rechazo de la única persona que había amado.
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Una mañana como cualquier otra, entró en silencio dejando de lado el desorden y dirigiéndose a la habitación donde siempre le esperaba su único paciente, se congeló al escuchar los gemidos y sollozos que provenían del dormitorio.
-¡¡Aahg!! Tan duro… ¡¡Aagh!! ¡¡¡ KYYAAAGH!!! Me… Ugh… des-garras…
~Sheek… sheekk… khishh~
Las palabras obscenas y sollozos e incluso los gemidos de lujuria eran completamente normales pero, aquel sonido, por su profesión sabía que le era inconfundible. Apresuradamente derribó la puerta y en el instante en que entró, pudo verlo.
Un hermoso ángel, para él eso era definitivamente.
Aquel pequeño rubio con una mejilla rojiza probablemente por una bofetada y que sonreía aun con el latente dolor, el cabello dorado revuelto luego de una noche sin dormir, los hematomas violáceos resaltando el su pálido cuerpo y aun con semen escurriendo entre sus piernas con evidente sangre entremezclada.
Le conoció como un pequeño brote de primavera que fue amado un día y al otro pisoteado y roto que aún se niega a morir y sigue tratando de retoñar entre la basura.
Al mirar dentro de la habitación por fin abrió los ojos a la repugnante realidad.
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Cuando la masacre de Hunter Love terminó, Leorio presenció la forma en que Kurapika soltaba las pequeñas manos de Killua y Gon para ir presuroso al encuentro de Chrollo, la forma en que se lanzó al suelo suplicando el perdón del moreno prometiendo obedecer todo cuanto le pidiese.
-Apestas, camina detrás de mí, tomarás un baño de agua fría antes de subir al auto.
-Sí.
Desde lejos observó como el rubio se acicalaba con agua de un grifo viejo y oxidado en plena calle y por ello odió mucho más al moreno culpándolo por la vida que padecía el menor.
Por ese joven muchacho regreso a la vida que llevaba previamente.
Y solo por él soportó en silencio.
Por Kurapika.
Pero, ahora el rubio, su misma adoración.
Sin pudor alguno, montaba al mismo moreno que le causaría tal sufrir.
El mayor, recostado en la cama bocarriba obligaba al rubio a penetrarse sin ningún cuidado y la sangre que escurría de su entrada lo evidenciaba, o al menos eso parecía pues Kurapika apuñalaba continuamente a Chrollo Lucilfer.
Del cuerpo ya ni siquiera brotaba sangre, ya toda había terminado de secarse entre las sabanas.
El hombre que asesinó a su familia, mismo que le había torturado y humillado, estaba muerto desde hacía varias horas pero, el rubio no dejaba de montar el miembro rígido y frío.
Kurapika derramaba interminables lágrimas, sus manos sostenían un cuchillo con el que había apuñalado por sorpresa al mayor pero, en su arrepentimiento y desesperación por recibir una respuesta había usado el cadáver cual juguete sexual, esperando alguna reacción, alguna señal, algo de… vida.
-Chrollo… no te vayas… no me dejes… — Kurapika murmuraba entre cada gemido y puñalada al cadáver del moreno sin dejar de follarse él mismo con el cuerpo ya completamente tieso —… Por favor… Ahg~… tómame… como siempre… como quieras… ¡¡Chrollo Lucilfer, viólame!!
El rubio terminó gritando estallando en completo llanto y con rabia clavó el cuchillo en su propio abdomen.
-¡¡KURAPIKA!!... — Leorio se apresuró a quitarle el cuchillo al rubio y tratando de detener la incontenible hemorragia derribó al rubio sin importarle si aún tenía dentro de sí el pene de su putrefacto amante.
-¡¡¡LLÉVAME AL INFIERNO DONDE ESTAS!!! ¡¡¡LLÉVAME CONTIGO, CRHOLLO!!! ¡¡¡AAAHHG!!! ¡¡¡NO ME DÉJES SOLO!!!... — El rubio perdió la razón.
Suplicó por que se calmase… imploró al cielo entrase en razón… e incluso mendigó al infierno una pizca de resignación pero, todo lo que obtuvo fue silencio.
Un silencio interminable por parte del rubio, no comía, no bebía y por supuesto que nunca volvería a sonreír.
Lo recordó y supo que era cierto, sin aquel criminal acompañándolo Kurapika no tenía idea de cómo seguir viviendo.
Ese mismo día, Leorio lo comprendió todo.
Aquel tierno brote, murió desde el primer día en que conoció a Chrollo Lucilfer.
Pero, por suerte…
Él aún tenía un delicado y hermoso cuerpo que nunca se negaba a sus caricias llenas de amor y ni siquiera le rechazaba o se negaba en abrir las piernas cada vez que deseaba poseerlo aunque fuese con simple y violenta lujuria.
Después de todo, él amaba a Kurapika y nunca lo lastimaría.
Y aunque así fuese, aunque el rubio terminase con alguna hemorragia interna, moretones o incluso algún juguete sexual olvidado en lo profundo de su trasero, no había ningún inconveniente, porque Kurapika nunca más volvió a rechazarlo.
Incluso, ayer que por fin sacó un par de vibradores de entre sus esbeltas piernas, a Leorio le pareció que por fin había gemido al sentir como introdujo sus dedos tan íntimamente y sin ningún cuidado.
Ahora Leorio no dudaba que Kurapika disfrutaba del sexo duro, quizá incluso probaría la idea de aquel video, atar el pene del rubio e introducir el más grande vibrador a máxima velocidad.
-Me pregunto ¿Cuánto aguantarás sin correrte, amor?... — Acarició la mejilla del rubio arrodillado frente a él y sin dejar de embestir duramente hasta el fondo en la boca del rubio le obligó a tragar todo su semen derramado sin poder evitar sonreír —… Trágalo todo cariño, sé que es tu favorito.
Continuará…