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2010 por Andhara

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Notas del capitulo:

Aquí estoy! No he tardado demasiado con lo que es habitual en mi ¿no?

En este capitulo se presenta uno de los personajes secundarios del fic. ¿Quien sera? ¿Quien sera?

Os dejo con el capitulillo, a ver que tal.

"Qué frio", pensó entre temblores mientras el agua le balanceaba al son de las olas. El agua estaba fría, mucho, hasta el punto que no sentía ciertas partes de su cuerpo. Pese a eso seguía allí, estirado panza arriba, mirando un cielo despejado y azul sin muchas novedades desde los últimos 20 minutos. Y es que realmente no había mucho más que hacer por allí a parte de tostarse al sol. Había chocado ya con una decena de turistas cuando se dispuso a emprender el nado. Vio entonces como Marina se acercaba nadando, a su paso patoso de sirena coja. Solo ella creía ser una sirena realmente.


- Voy a ir más allá de las boyas amarillas.-dijo al llegar a él entre sofocos.


- Es peligroso, es zona de circulación de barcos.


- Tú me vigilarás desde aquí, así que si ves que me ahogo me vas a rescatar.- sonrió resolutiva y retomó su brazada débil.


Marina se acercó a un pequeño barco velero, donde un chico o hombre joven de pelo negro revolvía cuerdas y cabos. El hombre apoyó un pie en la borda dirigiéndose a Marina, ella, aun en el agua le contestaba. Edu empezó a enarcar la ceja, con los músculos cada vez más tensados por la alerta. Poco a poco se empezó a acercar, extremando precauciones. Cuando le quedaban pocos metros para llegar vio como el chico (sí, era más joven de lo que de lejos parecía) le ofrecía una escalerita para subir a la barca. Edu empezó a nadar más rápido, escuchando su corazón bombeando desbocado. Un pederasta, joder. Un puto pederasta.


Se quedó parado, delante de la borda mirando con los ojos más estrechos que dos cuchillas.


- Je peux vous aider?- dijo el chico moreno desde arriba.


Edu aún se quedó más bloqueado, sin saber bien bien que había dicho ni si directamente insultarle. Había dado francés de pequeño pero no recordaba absolutamente nada.


-Edu, ¿Qué haces?-dijo Marina con el rostro abochornado.


-Ah, ¡os conocéis! Perdón tío, hay mucho francés raro por aquí.


- Es mi herma-n.-empezó Marina a pronunciar.


-Marina, nos vamos.-dijo Edu sin levantar la mirada del pseudo-marinero


-¡Adiós Ariel!- dijo el muchacho levantando la mano y con una gran sonrisa. A Edu le asqueó.


Durante largos minutos nadó con el ceño fruncido, con un monólogo de fondo de Marina comentando lo aburrido y antipático que era.


- No vuelvas a hacer eso.-dijo serio.


- ¿El qué?-dijo ella sorprendida.


- Hablar con desconocidos y ¡mucho menos subir a su puta barca! ¡Ya eres grandecita!- elevaba el tono a medida que hablaba, cada vez más enfadado, cada vez más lleno de una culpa extraña. 


- ¡Eres como los papas! ¿Por qué te piensas que todo el mundo es malvado? Hay gente buena en el universo.


- Mejor no quedarse a descubrirlo.


Marina chasqueó la lengua y aumentó el ritmo de su nado. Entre chapoteos Edu escuchó un ligero "amargado" pero no contestó. Prefería ser un amargado que ver a su hermana violada o muerta. Quizás era un exagerado, ¿pero quién cojones invita a subir a su barca a una cría? ¡Un degenerado!


Marina era inocente, inocente y crédula como un bebe de la selva. No diría que de buena era tonta, porque sabía sacar una malicia insospechada de lo más cruel, pero en ocasiones tonta era un rato. Marina creía que todo el mundo era bueno, que todos dormían entre cojines de plumas y viajaban por la ciudad en taxi. No le extrañaba teniendo en cuenta que de momento no había vivido nada más, y tampoco lo había hecho él, pero si sabía leer la desesperación y la rabia en los ojos de las personas. Puede que él también fuera así antes, antes de sentir el miedo al pasar por al lado de un mendigo durmiendo en una esquina o de un grupo de adolescentes como él con afición a las navajas. Puede que fuera así hasta que salió de la burbuja cálida y segura que le habían proporcionado siempre sus padres. Un nuevo miedo le asaltó. La burbuja donde todos ellos vivían estaba en peligro de descomponerse. ¿Qué pasaría si de repente se cambiaran de colegio? Marina en un instituto público no sobreviviría más de dos días. ¿Qué pasaría cuando tuvieran que coger el tren o metro para llegar a la escuela? Ahora estaba él, pero el año que viene iría a la universidad. Se imaginó a su pequeña y diminuta hermana, con sus faldas de franela y sus trenzas recargadas, mirándose los pies abstraída en los oscuros y mugrientos pasillos del metro de Barcelona. Rodeada de peligros, ajena a todos ellos. Un pánico inusitado le invadió. ¿Cómo centenares de niñas hacían eso cada mañana? ¿Cómo se permitía? El nerviosismo empezó a agitársele bajo la piel volviendo sus brazadas más fuertes y rápidas. Antes de darse cuenta ya estaba en la orilla, saliendo a paso torpe con el pelo chorreante y los pezones mirando al frente.


++++++++


La noche era fresca y ventosa, como solía ser en aquellas tierras. Edu no pudo evitar coger su camisilla tejana para cubrirse del aire. Pese a eso, bajo la fina tela tiritaba de frio en su camiseta de tirantes. Cenaron en el puerto, sus padres hablaban y hablaban. Edu no prestaba demasiada atención, se limitó a mirar por las cristaleras, observando el mar nocturno. Era oscuro y tranquilo, parecía un vino tinto, o cocacola. Fuera lo que fuera, a Edu se le antojaba bañarse en él, como si de una gran copa se tratará, abriendo la boca mientras nadaba.


En una zona del puerto había montado un escenario. A Edu, por la distancia, solo le llegada el sonido de un bajo eléctrico pausado. Sus padres quisieron acercarse. Una chica en la trentena cantaba arriba del escenario, sentada en un taburete y con las manos entre los muslos. Iba en un vestido veraniego de manga corta, Edu aplaudió su coraje. El pelo largo y castaño se le agitaba por el aire y ella se lo recogía metódicamente tras las orejas. Tenía una voz dulce y clara, llena de fuerza en los versos más intensos. A su lado, un chico joven acompañaba con la guitarra española, el rostro cubierto por el pelo. Notas lentas y pausadas al ritmo de la Habana. Edu conocía pocas habaneras, ninguna de su agrado. Esta vez, con las luces del puerto reflejadas en el agua, la brisa y las letras de pérdida y marinería, el vello se le erizó. Comprendió la estética del género, no tenía más sentido más allá de la vida curtida a sol y sal. El chico moreno agitó la cabellera sin dejar de tocar. Un sonido de sorpresa por parte de Marina completó la escena para arruinarle el aire místico que reinaba en la playa.


Ese cabrón pedófilo.

Notas finales:

Tururu!

Es cosa mia o hago los capítulos muy cortos? Decidme algo, si más, si menos. 

Comentarios! Siempre!

Hasta la próxima!


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