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2010 por Andhara

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Notas del capitulo:

Mañana empiezo examenes y eso siempre significa un buen momento para escribir y actualizar.

Anda a leer!

Edu sintió un gran alivio cuando un grupo de ancianos gordinflones subió al escenario a seguir con el recital. Se alegró profundamente de no tener que aguantar ni un minuto más a Pedobear con sus aires de marinero seductor subido al escenario. Y aun se alegró más de no tener que escuchar a Marina explicando a su madre quien era él, lo guapo, simpático y amable que era el tal Pol.

Durante todo el recital no había podido sacarle los ojos de encima. Tocaba bien, hacia los coros bien. Tenía carisma arriba del escenario y eso solo le hacía odiarle más. Él nunca sabía bien como moverse. No podía evitar ver la mirada de todos los asistentes. Algunos reían. ¿Se reirían de él? Y así se pasaba todo el concierto. Con los músculos tensos y la sonrisa forzada. Esos dos estaban ahí, como si nada les importara, como si la playa fuera suya y supieran que estaban seduciendo a todos los presentes con una magia extraña. El incidente fue suficiente para arruinarle la noche. Pasearon por las calles del pueblo, Edu con los puños cerrados y mordiéndose la lengua.

- Tu madre se va con Marina a la casa. ¿Quieres que vayamos a hacer algo tu y yo? - dijo su padre agitándole con la mano los rizos castaños.

- ¿Pero qué dices, papa? ¿Qué hacemos tu y yo por ahí?

-Ah, ya entiendo... Soy un viejo cuarentón. Entiendo que no quieras que te vean conmigo. -dijo su padre suspirando.

-¡No! No es eso. -pero sí lo era.

-Mira Edu, sé que esto no te gusta. Quizás deberías intentar hacer unos amigos. Para hacerte el verano más ameno...ya sabes.

-Sí. ¿Cómo se supone que voy a hacer amigos? ¿Me acercó a alguien por detrás y le pregunto si quiere ser amigo mío? Voy a parecer un puto enfermo.

- Mira, he visto un cartel por ahí que pone que en un bar de la Vila hacen jam sesions de esas. A ti te gustan esas cosas. Cuando me llames te vengo a buscar.

Edu suspiró. Sí le gustaban esas cosas, pero no cuando estaba solo como un marginado social. Pese a eso pensó que no le iría mal despejarse un poco de las Habaneras traumáticas de un rato antes.

+++++++++

Entró al bar que rezaba "La Taberna" en el rétulo exterior. Era un antro oscuro, de paredes recargadas y objetos extraños pegados en el techo. Muy hípster, pensó. Sonaba una música extraña, de muchos instrumentos. Un toque folck, algo de bluegrass, algún residuo de música gitana. Fuera lo que fuera, se acercó a la pequeña tarima rodeada de gente. Un chico bajito y delgado taconeaba frenético al ritmo del banjo. Una chica de pelo rizado y alborotado cantaba con la voz rasgada. Tenía magia, era sucio, era de trance. Único. Y eso es lo que Edu sentía que faltaba a su música. Podía ser él, como podía ser cualquier otro.

-Queremos que suba una persona al escenario hoy. -dijo la leona con su acento de Girona.-Queremos que suba nuestro antiguo vocalista, a veces trompeta, a veces guitarra, a veces lo que hiciera falta.- los aplausos se extendieron por la sala, como si todo el mundo conociera tal personaje.-Venga Pol, sube al escenario que todos sabemos que te encanta.

El público rió y Edu vió ante su mirada petrificada como una figura alta de mata negra llamada Pol subía con socarronería al escenario. No podía ser. No podía ser. Puto pueblo enano de mierda. ¿Solo había 10 personas distintas o qué? Eso en Barcelona no pasaba. Coño. ¿Era su puto demonio personal dispuesto a amargarle la vida?

El chico se acercó al micrófono con la sonrisa torcida, los ojos ambarados chispeantes.

-Supongo que uno nunca se puede negar lo que realmente desea. Suerte que me habéis llamado antes de que subiera al escenario yo solo. -dijo mirando a sus excompañeros.

Él público volvió a reír. Encima graciosillo, pensó Edu. Podría haberse ido, darse la vuelta y salir por la puerta. Algo dentro de él  quería mantener allí, mirando a PedoPol pavonearse. Se convenció de que lo que quería era verlo fracasar. Olvidarse de la letra, desafinar... cualquier cosa valía. La música cambió a algo más lúgubre. Pol empezó a cantar entre murmullos, voz rasgada. La música iba aumentado de ritmo, llegando a un semiscreamer lleno de furia y desesperación. Edu tubo ganas de hacer diversas cosas; una, salir de allí, dos, llorar, tres, morir de envidia. Él no era capaz de mover los brazos más de dos centímetros y ese chico odioso ardía con su música en el escenario.

Edu sintió una vergüenza que le invadía. Una congoja se apoderó de su pecho y le impedía pensar en nada más. Que patético era. Tenía que ser sincero, no era un buen músico ni nunca lo sería. ¿Cómo podía serlo si empezó en todo eso para gustar más a las chicas? Recordó de nuevo a Clara y la imaginó al lado de ese chico tan alto, tan guapo, tan abierto y lleno de magia, de experiencia. ¿En qué momento pensó que la podría mantener a su lado? ¿Si él mismo no tenía ni idea de la vida que cojones quería contar en sus canciones? ¿Amores de instituto y discoteca?

Edu nunca supo cuánto tiempo se quedó parado, ahí, de pie. Cuando volvió al mundo la banda ya bajaba del escenario. El público vitoreándolos, pasaron por su lado.

-Eh. Eres del de esta mañana. -Pol le miraba con los ojos abiertos, sorprendido

-Sí, supongo...-. Ni siquiera tenía ya rabia dentro, solo decepción.

-Qué suerte tengo, ¡joder! -le agarró del brazo y le apartó ligeramente del gentío. - He estado pensando todo el día. ¡Lo siento! O sea, no estaba intentando nada raro, solo estaba hablando con ella. Vamos, que no pienses mal. Es que he estado pensando y...Joder, podía parecer muy raro desde fuera.

Edu se sorprendió antes tales palabras, no sólo por la disculpa, no solo porque "llevara pensando todo el día", sino por su forma de hablar. Todo el carisma, toda la oratoria que le rebosaba por los poros arriba del escenario había desaparecido. Era un chaval normal, tres años más joven de lo que parecía allí arriba. Un chico que se entrebancaba al hablar y no sabía cuáles serían las palabras adecuadas.

-N-no te preocupes. Es decir, yo también me he pasado. Soy Edu. –le tendió la mano.

-Pol.- se la estrechó con fuerza y una gran sonrisa.

 

Notas finales:

Patapam


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