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Promesa por Lissirih

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Notas del fanfic:

Declaimer: Los personajes no son de mi propiedad, solo la historia en sí.

»Notas de la autora: Bueno, este es mi primer oneshot, espero que les agrade y emocionetanto como a mí al escribirlos. <3

Mikaela llamaba ansioso al teléfono de su novio, era de esperarse que actuara así, iba a ser el primer cumpleaños que le celebraba a su moreno en pareja, y ciertamente, eso tenía que ser especial. Justo al tercer pitido contestó una voz adormilada.

—¿Hola? ¿Quién es? —. Al parecer no había visto el número quien le había marcado, lo que hizo que soltara una risilla al saber que su novio, incluso ya cumpliendo la mayoría de edad, seguía tan despreocupado como hace cuatro años. —Ah.... Mika —. Se dio cuenta de quien era tras oír la risa tan cautivadora del blondo, antes de ver la hora y fecha en su reloj despertador a pocos centímetros de la cama, por si era muy temprano, para así poder reclamarle por algo, al ver que ya eran pasadas las doce del día, sólo preguntó por la razón de su llamada. —; ¿Necesitas algo?

La poca dulzura en el tono de voz de Yuu hizo que el de dorada cabellera confirmara que recién venía despertando y aún ni se enteraba de qué día se trataba.

—¡Feliz cumpleaños, mi amor! —. Exclamó tras unos segundos en los que se mantuvo tratando de darle "tensión" o que el menor recordara el día. Por su parte, aunque el rubio no lo estuviese viendo, las mejillas del pelinegro ardían en un carmín, totalmente apenado por como le había llamado, y porque se haya acordado de ese día que fue a ser especial para él desde que lo conoció, hace más de diez años, en el hospital -aunque no tuviera consciencia de ello-.

—¿Eh?... Ah, sí, gracias. —. Las palabras no salían correctamente y solo pudo responder eso antes de gritar un poco fastidiado por su actitud de chica enamorada por tan solo ese acto, aunque no tenía mucha lejanía a la comparación que hacía, él estaba muy enamorado del oji-zafiro y lo dejaba emocionado cada pequeña acción como esa. Aunque para disimular el muy bien sospechado sonrojo que tenía, le lanzó una bromita, recién espabilando. —¡Y ni creas que solo me conformaré con eso!, ¡ven, dame mi regalo y deséamelo en persona, maldito rubio oxigenado!

El rubio soltó una carcajada ante eso, era la acción que esperaba del moreno, siempre era así cuando estaba nervioso y totalmente sin palabras más que algún insulto.

—¡Sí, tenía planeado hacerlo, idiota! —Le sonrió al celular, como si con quien estuviera hablando pudiera verlo, aunque sabía bien que ya se imaginaba hasta su postura. —; pero me desocuparé un poco tarde, ¿Está bien si es a las ocho y media, en tu departamento?

—Claro, aquí estaré. —. También sonrió, ahora levantándose para ir a buscar algo de comer. —¡Y prométeme que estarás aquí a esa hora en punto! De verdad que quiero verte hoy...

Eso le dejó desconcertado, a veces su sinceridad lo tomaba por sorpresa y en esos momentos mataría por ver el puchero que sabía que hacía su pareja.

—Lo prometo, bebé.

—Bien, hasta más tarde, a...amor. —Cortó antes de que el rubio pudiera decir algo por como lo había llamado, ya que era muy poco común que lo hiciera y cada vez que lo hacía en persona, terminaban en situaciones subidas de tono, aunque esta vez lo hacía porque de verdad le hizo inmensamente feliz que la primera felicitación fuera de su novio/mejor amigo.

Dejó el celular en el mesón frente a él y fue a la heladera a por algo de comer, para luego mirar el desastre que había en su pequeño departamento, suspirando con pesadez por tener que limpiarlo por sí mismo antes de que el blondo llegara y tener que preparar la cena o lo que tendría para ofrecerle a su chico.

—Bien, iniciemos por la sala... —. Totalmente desganado, fue en busca de unos guantes de limpieza, la escoba y pala, para dirigirse a la supuesta sala, donde tenía cajas de pizza, latas vacías de soda y ropa, mucha ropa de él y Mikaela.

(...)

Ya se cumplía la hora, cada minuto que pasaba aumentaba el nerviosismo y ansiedad del chico. Hace poco tenía tanta emoción, que apenas podía mantenerse quieto una vez terminó todo lo necesario para la noche, pero sin razón aparente un pensamiento negativo lo llenó, al punto de no poder calmarse hasta ver a su Mikaela cruzar por la puerta del departamento.
Su mal presentimiento se incrementó al verificar por milésima vez la hora, comprobando que ya pasaban las ocho con cuarenta.
-¿Diez minutos no es gran cosa, verdad? Seguro que el tráfico... Sí, debe estar pillado en el tráfico. - Aunque lo decía más para calmarse, quería creer fuertemente en eso. Él se lo había prometido, por lo que iba a creer, incluso si llegaba tres horas después e incumplía en lo dela hora.

Sus paranoicos pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abrirse, haciendo que este saltara del sofá para ir a comprobar que realmente era él. En cuanto lo vio, fue inevitable no lanzarse a sus brazos.
— ¿Por qué tardaste tanto? —. Había comenzado a sollozar por la tensión, escondiéndose en el cuello contrario.
—Eso no importa, lo importante es que estoy aquí, ¿verdad? —. Sonrió como de costumbre, quitándole las preocupaciones de encima al cumpleañero, mientras le limpiaba las lágrimas a su novio, y este volvía a apoyar su peso sobre sus propios pies.

—Hum... bien, luego me dirás... — Le devolvió la sonrisa. — ¡Ven, está todo listo para una noche de películas!

El blondo siguió al más bajo aún sonriente, la verdad es que estaba completamente feliz por encontrarse luego de dos semanas y además, esta junta fuera tan pacifica y casi sin problemas. Casi...

—Yuu-chan, ¿Qué película veremos? —. Cuando este estaba prendiendo el televisor para poner la película, el rubio se le acercó por detrás, rodeándole la cintura con un abrazo, sobresaltando al menor.

—Uhm... veremos... no sé, alguna random no más. —. Apuntó cualquiera de la lista de "terror" en la pantalla del aparato, para luego pausarla y darse vuelta aún abrazados. El rubio se acercó lo suficiente a su rostro como para que sus labios estuvieran rozando, el pelinegro pasó ambos brazos por detrás de la cabeza ajena.

—Feliz cumpleaños, mi amor. —. Repitió lo dicho hace menos de ocho horas y disminuyó la distancia entre ambos, comenzando un beso dulce y tierno, que el pelinegro no dudó ni un instante en corresponder de la misma forma, sin siquiera tener la intención de subir el tono, mientras que ambos intentaban demostrar el amor que sienten el uno por el otro en tan solo una pequeña acción y anhelando permanecer en esa postura por siempre. Mas el aire se hizo escasear, haciendo que nuevamente haya una ligera distancia entre ellos.

—S...Sí, ¿V- veamos la película mejor? —. Su rostro dejaba ver un ligero carmín, que luego ocultaría en el pecho del contrario, cuando se acomodaran en el mullido sillón. Su respuesta fue un muy sonriente asentimiento y que fuera a lanzarse al sofá con total confianza, seguido por el dueño de casa, que se acomodó entre sus brazos.

En esa posición permanecieron durante la hora y media de duración de la película, salvo cuando tomaban uno que otro chuche de la bandeja en la mesa de centro o cuando Yuichirou se escondía por alguna escena muy sangrienta o demasiado grotesca.

Ambos estaban dispuestos a ver otro largometraje, cuando el sonido que provenía del pantalón de Yuichirou hizo que este saliera de la habitación, pidiendo a Mika que permaneciera ahí, comiendo algo de las golosinas que quedaban.

Vio el número de teléfono algo confundido al darse cuenta que se trataba de la madre de Mikaela de quien se trataba y no alguno de sus amigos que le llamaba para joder momentos con el rubio.

—¿Hola? —Se oyó que su Tía, como le decía de cariño, sollozara luego de hablar.

—¿Pasa algo,  Tía? — Su preocupación no se hizo esperar, volviendo a sentir las ansias que tenía hace dos horas por el rubio, inundando por completo su ser.

—Mi hijo... Mika está...

— Sí, está conmigo. —Cortó a la señora de inmediato, ¿Había pasado algo en su familia? Iba a llamar a Mikaela cuando se oyó un llanto más fuerte y un "no".

—Yuu-chan... Él... — Hizo una pausa realmente angustiante, y lo incrementó que en el departamento de Yuichirou se fuera la luz. — Él murió... tuvo un accidente y... — Un nuevo sollozo se escuchó.
— Y no alcanzó a llegar al hospital...

Yuichirou estaba atónito, ¿Qué estaba pasando ahí? Se supone que Mikaela estaba ahí con él, celebrando sus dieciocho años juntos y su cumpleaños, no en una morgue del hospital. De inmediato intentó ir donde se suponía que se encontraba el rubio,  pero fue impedido por él, que le tomó del brazo antes de que comenzara a caminar. La llamada mantenía activa, en silencio.

—Yuu-chan, ¿Sabes que te amo y nunca te rompería una promesa, verdad? — Tomó la palabra el mayor, haciendo que el más bajo sintiera un escalofrío por toda su espalda, quedándose en absoluto silencio. —Por eso es que estoy aquí, sabes, mi madre no miente, sé que en tu interior lo sabes pero no te explicas cómo estoy aquí y esa parte terca que tanto me gusta de ti, se niega a creer.
— De los ojos del pelinegro comenzaban a salir gotas saladas, aún sin decir palabra, solo sintiéndose mal por lo que diría su pareja y lo que podía oír de la otra línea, lo que le daba paso a Mikaela a seguir.
—Yo... no iba a romper nuestra promesa, mi amado Yuichirou..., te amo demasiado como para hacerlo — De los ojos de Mikaela también brotaron lágrimas, y atrajo al moreno hacia sí para abrazarle una última vez, haciendo que el celular cayera y salieran las partes por diferentes lugares. Lo estrechó entre sus brazos, mientras susurraba en su oído:
—Te amo, para siempre. — Y comenzaba a desaparecer entre la oscuridad, y cuando ya no quedó nada más que un recuerdo de él en esa habitación, se volvieron a encender las luces, dando una visión de un pelinegro de rodillas, abrazándose a sí mismo llorando.

 


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