[ https://www.youtube.com/watch?v=7_VqETW9LrU ]
-¿No has dejado de fumar?
La pregunta de Kibum lo toma por sorpresa, pero Minho no puede evitar esbozar una sonrisa apenas lo escucha porque diablos, la situación es tan irónica que casi es gracioso. No sabe qué es exactamente ese ardor en el pecho causándole deseos de morir, si el humo del cigarrillo quemando en sus pulmones, o la imagen de Kibum vistiéndose, listo para irse de nuevo, atravesando su corazón. No se apresura en decir algo, más el hecho de dar una profunda calada para luego soltar el humo en el aire le parece respuesta suficiente.
-Ya veo.
Hay más de un vicio que no puedo dejar, quiere decirle, pero no le parece apropiado. Después de todo, su adicción por Kibum iba a terminar por matarlo antes que su adicción por la nicotina.
Ahí están de nuevo. ¿Es ya la sexta, o tal vez la séptima vez que se reconcilian en el mes? Esta vez ya ni sabe por qué terminaron. Recuerda vagamente que Kibum le gritó algo sobre sus "malditos ojos enormes", pero discuten tanto que ya no puede distinguir qué argumento pertenece a qué pelea. Minho ya ha perdido la cuenta de cada riña, hace rato que ha perdido el control y ya no lo quiere de vuelta. Trata de ser fuerte, de verdad lo intenta, pero cada vez que Kibum aparece en su vida, toda la fuerza de voluntad se le va al mismísimo diablo y termina cediendo ante él. Cuando el rubio llama a su puerta, ya sabe que volverá a caer, y siempre lo hace, siempre. Se entumece al verlo pero pronto se ve envuelto en sus brazos, secuestrado nuevamente por las emociones que el mayor le provoca. A veces es Kibum quien busca sus besos, otras veces es él mismo quien clama por besar aquellos belfos rosados y en forma de corazón, pero es que no puede deshacerse de él una vez que lo saborea en los labios. Kim Kibum es un fastidio, sí, porque cada vez que lo prueba es como dar una maldita calada del mejor cigarrillo. No, es peor, Kim Kibum es peor que la nicotina.
-Malditos sean tus besos, Kim Kibum -pronuncia entre jadeos y gemidos-. Malditos sean tus besos y todas las cosas horribles que haces.
-Cállate y bésame, imbécil -obtiene como respuesta-. Bésame y fóllame.
Esta vez es Minho quien grita, mete cosas en un bolso, y deja la casa (probablemente sea la novena pelea del mes). Arrasa con todo a su paso, como un incendio, pero es porque prefiere arder antes que desvanecerse lentamente. Se va porque sabe que es mejor irse que ser reemplazado, no soporta la idea de ver cómo más de uno mira a Kibum. Está perdiéndolo porque no es suficiente rival para ninguno de aquellos, lo tiene claro y eso lo enloquece.
Aunque fuma un paquete entero esa noche, ninguna de las caladas sabe a Kibum.
-Esta es la última vez -afirma mientras saborea el dulce cuello de Kibum-. Una vez más y luego habremos terminado.
Kibum no responde, se limita a devorarle los labios para hacerlo callar. Pero Minho entiende que Kibum está de acuerdo (siempre lo está, lo ha estado las diez veces anteriores que han terminado) porque no lo ama de la misma forma, nunca le corresponderá.
-Cortaré cada lazo que nos una -insiste en cuanto el mayor se separa de él para tomar aire-. Te juro que cortaré cada puta cosa que me una a ti.
Y ahora es Minho quien inicia el beso nuevamente, envolviendo los adictivos labios del mayor con los suyos, saboreando su dulce gusto hasta enloquecer. Siente con cada beso cómo se consume la relación, porque desde el principio el rubio ha sido igual que un tóxico cigarrillo, y está dando la última calada de él. Sí, estar con Kim Kibum es exactamente igual a fumar para Minho: tener de su amor es como dar una calada, cada vez que lo prueba este se consume más, se extingue en sus propias manos.
Pero Minho es un adicto, y en verdad lo necesita. Lo necesita tanto. Porque Kim Kibum es peor, mucho peor que la nicotina.