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Drown me slow [XiuChen] por Shiza-chan

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Notas del fanfic:

Meh

Notas del capitulo:

Escuchen esto

Va lento y acompasado, como un par de plumas volando a merced de lo que dicte el viento.

Se pierde y se reencuentra. Baja y sube otra vez.

El aire se vuelve pesado. Ya no respira.

El negro se apodera de todo una segunda, una décima, una centésima vez antes de que el blanco brote como un botón de rosa a mitad de la nada y se quede ciego una vez más; en esta ocasión por la luz.

Los cables van hallando su camino y sus sentidos de nuevo se ponen en marcha. Lento, lento, y luego con más velocidad. Se va abriendo paso la función; el mundo entero entra en reversa y de repente ya no hay más piezas rotas. 
La incertidumbre del dónde y el por qué desaparece y él deja de estar a mitad de una nada gris e insípida. Los colores se abren paso. Pinceladas irregulares llenan el vacío de a poco, parsimoniosamente; se forman figuras irregulares e imágenes difusas y entonces, en un segundo, hay una escena. Una calle. Una calle de un lugar que conoce.
Lo sabe, ha estado ahí antes; pese a que los nombres y números no encuentren un orden concreto para formar una dirección o algún pequeño indicio, tiene la conciencia de que ese lugar lo ha visto más de una vez en el pasado, de que ha entrado, como mínimo, una vez a todos los edificios y pequeños comercios de la zona y de que el olor a tránsito y humanidad no le es completamente ajeno.
No le llegan los sonidos, como si estuviera en una clase de película muda. 
Pero la película sigue y las imágenes se mueven. La cinta corre.

Siente como el mar de personas chocan con él al intentar pasarlo de largo con rapidez; todos están huyendo del agua que sueltan las nubes negras en el cielo, todos quieren escapar de ese frío que te cala hasta los huesos y el aire helado que te hace doler la garganta. Él no. 
MinSeok, a diferencia del resto, está buscando a algo..., a alguien. Y tiene miedo de no encontrarlo.

Pasan apenas un par de segundos cuando siente que por fin puede moverse y lo primero que atina a hacer es correr. El cuerpo le pesa más a medida que la ropa se le empapa, pero en realidad no le importa, simplemente continúa; los músculos ya le arden cuando da vuelta en la doceava calle a la derecha.
Los sonidos regresan para cuando sus ojos se acostumbran a la cortina de agua que le baña el rostro; empieza como un murmullo, pero luego llegan con un tono seco y agudo, como cuando algo te aturde y te deja completamente desorientado por segundos que se miran eternos.

Enfoca la vista: el puente Banpo.

Desde donde está se ve intimidante e imponente, estando por arriba de las aguas desmesuradamente agitadas del río Han. El sonido de las corrientes golpeando y desgarrándose entre sí le perfora el pecho, llenándolo de una ansiedad que está seguro no haber experimentado nunca antes en su vida. 
Y el tiempo se ralentiza. 
Hay sombras y algo parecido a una bruma desagradable que se empeña en querer quemarle los pulmones. Todo adquiere una velocidad inimaginable y así como lo hace, se detiene. El miedo se vuelve terror. 
Sus ojos se están moviendo erráticos de un extrema otro del puente. Van y regresan, se centran en un punto por momentos y luego continúan su camino. Buscando, desesperado. La silueta de los autos cruzando se torna borrosa a medida que éstos aceleran queriendo alejarse de la tormenta que arrecia a cada minuto que pasa y a MinSeok el corazón le aporrea con fuerza el pecho, como queriendo salir y advertirles a todos esas personas que están en peligro; que deben frenar, bajar la velocidad, detenerse. Pero nadie lo escucha ni a él ni sus súplicas mudas.

Lo que sigue es inevitable.

Pasa lo que tiene que pasar.

MinSeok no cae en cuenta de en qué momento ha cruzado la calle en dirección al puente, pero ahora es capaz de verlo todo.

El chirrido de las llantas derrapando atraviesa el aire por encima del sonido de la lluvia y las corrientes del río que parecen desesperadas por llegar a la barrera de protección. El metal colisionando, estelas de humo negro ascendiendo a medida que el olor a combustible quemado lo inunda todo, los gritos abriéndose paso...

Y en medio de todo ese caos, MinSeok sólo puede tener en cuenta a la única persona que no ha logrado salir de su auto a tiempo.

JongDae...

— ¡JongDae!

El cristal se rompe. El mundo se oscurece una vez más.

X

Rápido, de golpe. Así entra el aire a sus pulmones una vez que sus ojos se abren y la tela de la inconsciencia se rasga y la luz vuelve. Su garganta quema.

Se toma su tiempo antes de intentar levantarse; los martillazos en su cabeza amenazando con noquearlo de nuevo y un espantoso sabor pastoso explotando en su boca cada que intenta abrirla. Siente todos los huesos del cuerpo tronarle y sus músculos gritar en protesta cuando encuentra la fuerza para alzarse y quedar apoyado contra la pared más cercana. 
Por un segundo, todo es dolor.

Ya no recuerda la cantidad de veces que ha estado así, perdido y derrotado; ¿cuántas veces ya no ha roto su promesa? Sus ojos comienzan a vagar por el espacio de la habitación y algo en su cabeza le dice que solamente tiene que contar las botellas de licor en piso para saberlo.

Las lágrimas en los ojos le pican y él tiene que tallárselos con el dorso del brazo antes de que cualquiera tenga oportunidad de salir.

Se está ahogando lento. JongDae y su ausencia lo están arrastrando a un mar negro y revuelto; incluso cuando no es consciente de ello. Pero para MinSeok aquello está bien. Está bien porque es su JongDae y todo lo que venga de él es bueno, aunque JongDae mismo no lo entienda.
Cierra los ojos con fuerza, haciéndose a la idea de que cuando los abra, JongDae va a estar ahí. Ya lo ve.

— Tienes que nadar, MinSeok. — Dirá él.

Pero MinSeok solamente sonreirá. Va a negar con la cabeza y seguirá con el mismo paso a medida que esa voz de seda regrese para intentar sacarlo a flote. Y al volver a abrir los ojos, su ángel estará ahí frente suyo; tendrá el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho al tiempo que lo ve con reproche y tristeza. MinSeok va a murmurar un lo siento que apenas será perceptible y luego agachara la cabeza, sintiéndose repentinamente culpable. Pero sabe que JongDae no puede enojarse del todo con él, porque aunque parezca que es así, en realidad no es completamente ajeno al hecho de que está dañando a MinSeok, incluso si eso es lo último que desea.

— Por favor, MinSeok, debes hacerlo. — Repite; esta vez la voz le sale más aguda y hay cierto atisbo de desesperación en ella.

Pero MinSeok vuelve a negar.

Su cabeza se alza hasta quedar apoyada en la pared detrás de él y sus ojos suben hasta dar con los de JongDae. Están vidriosos, como si estuviera a punto de romper en llanto y MinSeok no sabe que más hacer aparte de alcanzar su mano y tirar de ella hasta tener al chico envuelto entre sus brazos. 
Los temblores del cuerpo de su novio se mezclan con los suyos y en algún punto se vuelve incapaz de reconocer a quién le pertenecen esos sollozos.

— Te necesito aquí conmigo. — Dice dejando un reguero de besos sobre su cabeza.

— Lo sé — responde el menor —, pero no puedo quedarme.

A MinSeok aquello le produce un tirón en el pecho, más que nada porque sabe que tiene razón.

JongDae es como una estrella fugaz. Viene por momentos y luego se va, desaparece en el cielo, siempre dejando una estela de luz en señal de que estuvo allí. La estela de JongDae son las piezas del corazón de MinSeok. Son pequeñas, brillantes y están rotas, no encuentran su lugar.
Con el tiempo, MinSeok aprendió a juntarlas y traer de vuelta a JongDae, pero aquello nunca dura más que un par de horas antes de que el chico se escape de entre sus dedos y él peso de la soledad regrese con latigazos fuertes y desgarradores.

— Quédate, por favor, por favor, por hoy quédate. — Ruega abrazándolo con más fuerza. Escucha al menor suspirar entre lloriqueos flojos, pero se niegan a soltarlo hasta que éste murmura un está bien antes de acomodarse en su pecho.

A partir de ese momento, MinSeok no siente más frío. Y sin embargo, sabe que nada está bien. Cierra los ojos, pero tiene miedo de dormir y que JongDae ya no se encuentre ahí al despertar. La ansiedad se extiende por todo su sistema como un tsunami y la impotencia que dicta la situación lo impulsa a sostener con recelo el cuerpo de JongDae contra el suyo.

No quiere que la ilusión desaparezca.

No lo dice, pero en el fondo, teme seguir ahogándose. Quiere ser capaz de escuchar esa voz de terciopelo decirle palabras de amor al oído sin necesidad de que el alcohol le queme antes la garganta. Quiere respirar y poder sentir el perfume del chico sedar sus sentidos. Quiere sentir su calor. Quiere saborear sus besos y tener la posibilidad de hacerle el amor cada noche.

MinSeok quiere a JongDae.

Cuando era niño, su madre solía decirle que para tener a un ángel, muchas veces tenías que dar tus alas a cambio. Él le había entregado sus alas al otro desde que sus ojos lo vieron por primera vez, pero lo amaba tanto que seguía dispuesto a entregar todavía más que eso.

Si el precio por tener a JongDae (aunque fuera a ratos), era hundirse, lo iba a pagar.

Por JongDae, MinSeok se iba a ahogar lento.

 

Notas finales:


Perdón, hasta yo siento que me pasé.
Well, si veo que les gusta escribo la segunda parte, si no, ahí queda.

Bueh, BSL~

 


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