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Desordenando a Acuario por kailu

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Notas del fanfic:

 

Me tomo obviamente algunas libertades con la serie y con la mitología. 

Todo feo pero con todo el amor del mundo a estos dos. 

Notas del capitulo:

 

Gracias a mi beta Sib  y a Cid que me anima a esto. 

 

 

– ¿Por qué no dejas de observar y te unes al entrenamiento Aiacos?  –  Una sonrisa adornó los labios venenosos de aquel sujeto tan hostil como bronceado – dános el gusto de darte una paliza como la que seguramente aun recuerdas.  Tú y tu ejercito de cadáveres inútiles supo hacer muy poco ante los Santos de Athena.

 

– Suficiente Milo, deja al Espectro seguir contemplando, no es su entrenamiento el que nos interesa.

 

– Además, a Athena le preocupa más tu entrenamiento en combate que el de tu lengua afilada. –  El Garuda sonrió y observó como el caballero de Escorpio apretaba los puños y tensaba ésa varonil mandíbula de rasgos griegos. –  A menos, claro está… Que en la próxima Guerra Santa pretendas matarme de aburrimiento. –   Aiacos observó de reojo como algunos caballeros dorados se acercaban a ellos como tiburones oliendo sangre antes de ser derramada y añadió –  Te diré algo… La verdad es que estás muy cerca de lograrlo porque cada que abres la boca me aburres mortalmente.

 

Milo abandonó las palabras y se lanzó sobre Aiacos dispuesto a golpearlo, aunque por la mirada de odio que tenían sus ojos azules parecía estar más dispuesto a arrancarle la lengua al Espectro con esas largas uñas teñidas de carmín.

El puño de Escorpión nunca llegó a su destino,  sus dedos se separaron y rasgaron el espacio que lo apartaba del intruso como si con eso pudiera acercarse lo suficiente para herirle. – ¡Hazte a un lado Camus!  ¿Por qué diablos defiendes a éste maldito? –

 

– Sabes perfectamente por que intervengo Milo. – La voz calmada y la mirada fría de Acuario pareció congelar los ánimos de los presentes como si les recordara que no eran más peleas lo que deberían estar buscando. – No está aquí como enemigo; de ser así, hace días que estaríamos combatiendo…  – La mirada de Acuario recorrió a los demás dorados hasta toparse con los ojos del Gran Patriarca de quien parecía estar buscando la aprobación, seguramente recordando el castigo de los traidores. –  Es un invitado de Athena … –   Las palabras le salieron forzadas y su mano se encargó de apartarle antes de soltarlo. –  Y como tal debemos tratarlo.

 

– ¡Es absurdo que Athena nos pida tratar a este maldito como un invitado! –

 

La rabia de Milo se había incrementado de pronto y los presentes solo intercambiaron miradas. – Es cierto, no entiendo que es lo que quiere Athena de este encuentro, Milo pero son ordenes… –  El caballero de Geminis volvía a interferir en favor de Milo como si su penitencia por la traición fuera exactamente esa y se hubiera resignado a todo tipo de berrinches. 

– Según la petición de Athena que se me ha extendido… – sonrió el Garuda observando el rostro de los presentes. – Espera que entablen amistad conmigo – su sonrisa se amplió; y antes de poder continuar tuvo que ceder al impulso de reírse. –  Un gesto muy noble de su Diosa, ligeramente ingenuo por donde se le mire… Creo que aspira a que se les trate mejor cuando finalmente sean habitantes permanentes del Inframundo. – El rechinar de dientes ya no solo provenía de la boca del Escorpión y alzó las manos como señal de paz. – Oh, no se ofendan, lo de ingenuo lo digo por el hecho de que quieran entablar amistad conmigo, no por el trato que estoy dispuesto a darles.

 

De nuevo Escorpión se lanzó al ataque, esta vez tomó con la guardia baja a Acuario que solo alcanzó a llamarlo por su nombre.

 

Por suerte, esta vez tuvo la inteligencia de apartarse del golpe, El espectro de Garuda le sonrió a Milo y miró a Saga quien había estado dirigiendo el entrenamiento toda la mañana. – Creo Géminis, que ya he interferido bastante con tu trabajo por un día, así que te dejo volver a lo tuyo.  – Giró sobre los talones y comenzó a subir escaleras sin bajar la guardia en caso de que el griego volviera a escaparse de las manos del francés.

 

– ¡¿A donde crees que vas Aiacos?! … Tal vez seas un invitado de Athena pero eso no te da libertad para moverte a tu antojo en nuestras casas. –  El esprectro se detuvo al escuchar el grito de Milo, y se giró solo para asegurarse de que no estaba aventando espuma por la boca, lo observó un momento.  Sonriendo, aunque tenía ganas de lamentarse; si tuviera rabia podría matarlo como al perro que era.

 

– A la biblioteca Milo – Garuda le sonrió tanto a él como al guardian del recinto. – Después de días de observarlos me queda claro que es el lugar donde el entrenamiento es más arduo. – Aiacos hizo un gesto con la cabeza para despedirse del Patriarca  y comenzó a subir de nuevo. –  Deberías intentarlo algún día, seguramente hay algo acorde a tus facultades.

Notas finales:

Saludos. 


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