– ¿Por qué no dejas de observar y te unes al entrenamiento Aiacos? – Una sonrisa adornó los labios venenosos de aquel sujeto tan hostil como bronceado – dános el gusto de darte una paliza como la que seguramente aun recuerdas. Tú y tu ejercito de cadáveres inútiles supo hacer muy poco ante los Santos de Athena.
– Suficiente Milo, deja al Espectro seguir contemplando, no es su entrenamiento el que nos interesa.
– Además, a Athena le preocupa más tu entrenamiento en combate que el de tu lengua afilada. – El Garuda sonrió y observó como el caballero de Escorpio apretaba los puños y tensaba ésa varonil mandíbula de rasgos griegos. – A menos, claro está… Que en la próxima Guerra Santa pretendas matarme de aburrimiento. – Aiacos observó de reojo como algunos caballeros dorados se acercaban a ellos como tiburones oliendo sangre antes de ser derramada y añadió – Te diré algo… La verdad es que estás muy cerca de lograrlo porque cada que abres la boca me aburres mortalmente.
Milo abandonó las palabras y se lanzó sobre Aiacos dispuesto a golpearlo, aunque por la mirada de odio que tenían sus ojos azules parecía estar más dispuesto a arrancarle la lengua al Espectro con esas largas uñas teñidas de carmín.
El puño de Escorpión nunca llegó a su destino, sus dedos se separaron y rasgaron el espacio que lo apartaba del intruso como si con eso pudiera acercarse lo suficiente para herirle. – ¡Hazte a un lado Camus! ¿Por qué diablos defiendes a éste maldito? –
– Sabes perfectamente por que intervengo Milo. – La voz calmada y la mirada fría de Acuario pareció congelar los ánimos de los presentes como si les recordara que no eran más peleas lo que deberían estar buscando. – No está aquí como enemigo; de ser así, hace días que estaríamos combatiendo… – La mirada de Acuario recorrió a los demás dorados hasta toparse con los ojos del Gran Patriarca de quien parecía estar buscando la aprobación, seguramente recordando el castigo de los traidores. – Es un invitado de Athena … – Las palabras le salieron forzadas y su mano se encargó de apartarle antes de soltarlo. – Y como tal debemos tratarlo.
– ¡Es absurdo que Athena nos pida tratar a este maldito como un invitado! –
La rabia de Milo se había incrementado de pronto y los presentes solo intercambiaron miradas. – Es cierto, no entiendo que es lo que quiere Athena de este encuentro, Milo pero son ordenes… – El caballero de Geminis volvía a interferir en favor de Milo como si su penitencia por la traición fuera exactamente esa y se hubiera resignado a todo tipo de berrinches.
– Según la petición de Athena que se me ha extendido… – sonrió el Garuda observando el rostro de los presentes. – Espera que entablen amistad conmigo – su sonrisa se amplió; y antes de poder continuar tuvo que ceder al impulso de reírse. – Un gesto muy noble de su Diosa, ligeramente ingenuo por donde se le mire… Creo que aspira a que se les trate mejor cuando finalmente sean habitantes permanentes del Inframundo. – El rechinar de dientes ya no solo provenía de la boca del Escorpión y alzó las manos como señal de paz. – Oh, no se ofendan, lo de ingenuo lo digo por el hecho de que quieran entablar amistad conmigo, no por el trato que estoy dispuesto a darles.
De nuevo Escorpión se lanzó al ataque, esta vez tomó con la guardia baja a Acuario que solo alcanzó a llamarlo por su nombre.
Por suerte, esta vez tuvo la inteligencia de apartarse del golpe, El espectro de Garuda le sonrió a Milo y miró a Saga quien había estado dirigiendo el entrenamiento toda la mañana. – Creo Géminis, que ya he interferido bastante con tu trabajo por un día, así que te dejo volver a lo tuyo. – Giró sobre los talones y comenzó a subir escaleras sin bajar la guardia en caso de que el griego volviera a escaparse de las manos del francés.
– ¡¿A donde crees que vas Aiacos?! … Tal vez seas un invitado de Athena pero eso no te da libertad para moverte a tu antojo en nuestras casas. – El esprectro se detuvo al escuchar el grito de Milo, y se giró solo para asegurarse de que no estaba aventando espuma por la boca, lo observó un momento. Sonriendo, aunque tenía ganas de lamentarse; si tuviera rabia podría matarlo como al perro que era.
– A la biblioteca Milo – Garuda le sonrió tanto a él como al guardian del recinto. – Después de días de observarlos me queda claro que es el lugar donde el entrenamiento es más arduo. – Aiacos hizo un gesto con la cabeza para despedirse del Patriarca y comenzó a subir de nuevo. – Deberías intentarlo algún día, seguramente hay algo acorde a tus facultades.