La idea de que Athena estuviera feliz con aquellas “visitas” había sembrado la idea errónea de que Garuda volvería al Santuario y las batallas verbales entre el Espectro y el Escorpión celeste volverían a ser el centro de atención en los entrenamientos; Todos habían notado que los aprendices y los soldados pasaban más tiempo cerca del coliseo cuando el rival estaba ahí: contemplando los ejercicios de los doce caballeros dorados.
Sin embargo esta vez el visitante no era el espectro moreno proveniente de Nepal, sentado en el coliseo se encontraba su medio hermano, sosteniendo una sombrilla que protegía su piel y sus ojos extremadamente sensibles a la luz por causa de su albinismo. A diferencia de su medio hermano que solo asistía a esos entrenamientos para perturbar a Los Santos, el Grifo realmente parecía concentrarse en los movimientos de los presentes, ponía especial atención a sus técnicas y rostros como si estuviera ahí para juzgar su desempeño y calidad como soldados al servicio de una deidad.
El espectro permanecía en silencio durante los entrenamientos y tan sólo se permitía una pequeña sonrisa cuando escuchaba la manera en que se referían a Aiacos; casi siempre en relación a lo “decepcionado” que debía encontrarse Milo al ver que Garuda no había vuelto al Santuario.
—¿Acaso eres mudo? … tu amigo se la pasaba echándonos en cara sus conocimientos sobre mitología, y tú no has dicho palabra desde que llegaste. —
Milo había hablado mientras miraba de reojo a Minos, la pasión de los enfrentamientos se había enfriado ante un oponente que parecía indiferente a sus comentarios, que respondía solo con medias sonrisas y parecía bastarle con escuchar todo y anotarlo mentalmente para usarlo en su contra en algún futuro cercano…
Los caballeros presentes sonreían de medio lado sin percatarse de que compartían aquel gesto con el albino. — En realidad hablo bastante pero la mitología no me atrae demasiado… — sonrió y buscó con la mirada al guardián de Aries que amablemente lo había aceptado en su templo como invitado. — Creo que iré a mi habitación a esconderme del sol. —
— Cuál vampiro… — soltó el rubio mientras se deshacía de las vendas que cubrían sus puños durante los entrenamientos.
— Cuál vampiro — repitió el Grifo sonriendo — los veré al atardecer, si es que bajan al pueblo a divertirse. — Algunos Santos intercambiaron miradas rápidas antes de decidir volver a ocuparse de su entrenamiento.
Minos avanzaba despacio, su destino era la primera casa así que no tenía prisa por llegar ademas había notado que uno de los doce Santos le seguía, se detuvo a esperarle y Camus pudo ver su sonrisa a pesar de que se cubría con la sombrilla. — ¿Cansado del entrenamiento, Acuario? — el francés no respondió a la pregunta, ni hizo gesto alguno que indicara que acompañaría al huésped hasta Aries.
— ¿Tú no lo extrañas?… parece que tus amigos se habían acostumbrado a él. — La sonrisa de Minos se amplió mientras observaba ese perfil tan serio. —Pero tú, que viviste con él no lo has mencionado… ¿No quieres que te hable de él?—
— ¿Por qué habría de querer algo como eso? — La pregunta de Camus había roto su silencio y el juez sintió que había ganado su primer batalla contra Acuario.
— Es normal querer saber sobre los amigos — La risa del Grifo acompaño aquellas palabras y Camus se dio cuenta de que la muralla de indiferencia que había puesto entre ambos había sido derrumbada.
— ¿Qué te hace pensar que somos amigos?—
— Él me lo dijo — sonrió observando el rostro de Acuario lo mejor que podía con aquella luz de medio día, con el flequillo sobre sus ojos, con la sombrilla intentando ayudarle a reducir un poco La Luz… si Camus hubiera estado más lejos habría sido tan sólo una mancha difusa — Y aunque no me lo hubiera dicho, lo hubiera sabido tarde o temprano por qué lo conozco mejor que nadie. — Volvió a reír y el francés no supo si su molestia era por aquella risa o por lo que decía.
Si todo lo que había dicho Aiacos era cierto entonces ellos dos tenían una historia demasiado larga como para contarse, tal vez no alcanzarían los libros de su biblioteca para narrar sus vivencias, sus guerras, su trabajo; y cada nueva era, cada nueva cuerpo se agregaban nuevos detalles a aquella historia de medios hermanos…
— Así que te ha dicho que somos amigos… Dudo mucho que sea el termino utilizado por el resto del Santuario… Fue mi huésped y eso es todo. — Al finalizar aquellas palabras habían terminado de recorrer la escalinata que subía hasta Aries. Minos finalmente salía del resguardo de su sombrilla para disfrutar de la sombra que proporcionaba el Templo.
— Entonces te ha juzgado mal — el albino avanzaba por delante en aquel templo — por algo nuestro padre Zeus me dejo a cargo de los juicios — se había detenido a tomar un libro que extendió a Acuario — yo no fallo al juzgar a nadie… — La sonrisa de Minos fue su despedida y Camus se quedo contemplando el libro y la carta que llevaba atada con un lazo. En el sobre se leía claramente las palabras “tu amigo Aiacos de Garuda”.
El libro era un raro manuscrito de botánica que no se atrevió a agregar a la biblioteca y sin embargo lo había llevado a su propia habitación pensando en que lo iría leyendo de apoco cada día. La carta por otro lado la había leído apenas había cruzado la puerta de su templo.
He dejado tanto trabajo atrasado por estar de turista en el Santuario que lo más fácil sería darle todas esas almas pecadoras a Cerverus sin perder tiempo, pero no sería justo, sobre todo para Cerverus. ( no come cualquier cosa aunque parezca lo contrario )
Minos se fue tranquilamente porque su ayudante-sirvienta-amante-amigo- Lune es capaz de realizar el trabajo de juzgar gracias a su libro de cuentas. Espero que esté libro sea útil para tu biblioteca, noté que Piscis solo lee de plantas… Tienes que enseñarlos a leer más.