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Besos Ocultos por Svanire

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Notas del fanfic:

Esta historia está contada desde la perspectiva de Castiel.
Como podrán darse cuenta, es una historia AU.
Retomo algunos nombres de personajes de Supernatural, los cuales son propiedad de Eric Kripke. El argumento es mío.

Espero que sea de su agrado. Gracias por leer y comentar ^^

Notas del capitulo:

Más Destiel! 

Espero que disfruten mi nuevo fanfic. Gracias por darle una oportunidad. Espero que puedan dejarme sus comentarios, agradezco mucho la retroalimentación. Nos leemos pronto ^^

Él podía mirar a través de mis ojos y descubrir mi alegría, mi enojo y mi tristeza. Sabía cuando mentía. Sabía también cuando revelaba una verdad dolorosa. Conocía gran parte de mis secretos e incluso sabía la contraseña de mi correo electrónico (después de todo, él me ayudó a crearlo). Adivinaba qué iba a ordenar en el restaurante o cuál sabor de helado iba a elegir, después de dar vueltas una y otra vez frente al escaparate.


 


Dean sabía tantas cosas de mí, incluso algunas las inferia. Me conocía tan bien que me era difícil entender por qué aún no se había dado cuenta de que estaba perdidamente enamorado de él. Cierto, era mi secreto más celosamente guardado, pero no podía creer que, después de todos esos años, mi mejor amigo no se hubiera dado cuenta.


 


-Cassy, ¿qué harás después de clases? -me preguntó aquella tarde, con esa hermosa sonrisa espontánea, al tiempo que me pasaba un brazo por los hombros.


-Tengo mucho que estudiar para el viernes…


-Por favor, no -apartó su brazo y me miró con fastidio.


-Lo lamento -dije apesadumbrado.


 


Caminamos juntos hasta mi casillero. Él lo hizo silencioso, mirando al suelo con fastidio, pateando una lata que acababa de tirar él mismo. No podía expresarle lo atractivo que se veía cuando se enojaba conmigo. Su boca hacía un puchero cada vez que lo miraba, y si no lo hacía, suspiraba ruidosamente. Metía sus manos en los bolsillos del pantalón del uniforme y caminaba con los hombros caídos. Sus ojos verdes rezumaban frustración pero siempre había un aire de triunfo en ellos porque sabía que yo diría:


 


-¿Qué querías hacer?


-¿Eh? ¿Yo? Nada.


-Dime


-No, estudia. Es importante…


-¿Tan importante que no lo haces?


-¡Sí lo haré! -respondió enojado.


-Estudia conmigo


-Ok…


-Después de que hagamos lo que quieres…


-¡¿De verdad?! -saltó alegre, repuesto de su fastidio y apatía -Sabía que querrías. Tengo excelentes planes.


 


Por supuesto que no los tenía, sus planes siempre eran horribles e implicaban alcohol, chicas o alguna clase de vandalismo. Podía implicar las tres cosas juntas. De cualquier manera, terminé accediendo como tantas otras veces, anteponiendo su compañía a la de mi montaña de libros.


 


Así que nos saltamos las últimas clases y fuimos a jugar videojuegos. Ahí conoció a una chica con la que terminamos bebiendo malteadas en una cafetería. Hablaron, coquetearon y al despedirnos, se besaron. Al final, él tenía un número telefónico más y yo una nueva razón para odiar sus planes y a las chicas que juegan videojuegos mejor que yo. Aún así, lo prefería a la vez que me obligó a colarme en un table dance; dejé de hablarle por una semana, contando las 72 horas que estuvimos encerrados en esa celda de la Jefatura de Policía.


 


Así fui siempre con él, así seguía siendo y sabía que, a pesar de todo, así seguiría siendo. Podía hacer cualquier cosa por él aunque siempre me negara lo único que deseaba a cambio. ¿Qué importaba? No lo hacía a propósito, él no tenía ni idea de mis sentimientos. Era mejor así, prefería tenerlo cerca aunque fuera sólo como amigo. Si se enteraba de lo que sentía por él, probablemente lo perdería para siempre.


 


Esa tarde, tras despedirnos de la chica, Dean me acompañó hasta mi casa para que cumpliera su parte estudiando conmigo. Mi madre lo adoraba, no podía culparla, ¿cómo no adorarlo? Sin embargo, debo decir que lo adoraba porque no tenía ni idea del demonio que era en realidad. Para ella era un ángel bien portado que cuidaba de mí como si yo fuera su propio hermano. Tal vez le ayudaba a extrañar menos a Gabriel, mi hermano fallecido. Y a Dean yo sabía que le ayudaba a sentirse como en una familia otra vez. Él había perdido a sus padres, su hermano Sam vivía con sus abuelos paternos, pero lo triste aquí era que ellos no quisieron hacerse cargo de la “manzana podrida” de la familia. Así que ellos, Sam y Dean, no se habían visto en años. Dean vivía con un viejo amigo de su padre, Bobby, quien siempre había sido un hombre solitario y dedicado a la bebida. Desde que aceptó hacerse cargo de Dean había cambiado mucho y algunas veces incluso me invitaba a comer con ellos, (básicamente chatarra y alguna cerveza con la condición de no contárselo a mis padres). Es un buen sujeto y sé que quiere mucho a Dean. Fue gracias a él que mi madre jamás se enteró del asunto del table dance.


 


-¿Te quedas a cenar, cariño? -le preguntó dulcemente mi madre a Dean aquella tarde.


-Claro, sería un placer -respondió con inimaginable educación.


 


Subimos a mi alcoba para estudiar. Él, por supuesto, sólo se tiró en mi cama y empezó a hojear una historieta mientras yo sufría y me estresaba por el examen de cálculo. En parte tampoco podía estudiar por la distracción de tenerlo junto a mi, y porque sabía que faltaba poco para que empezara a formular sus preguntas bobas que yo siempre terminaba respondiendo.


 


-Si pudieras tener algún superpoder -inició con ésta, en aquella ocasión- ¿cuál sería?


-Super inteligencia -dije sin dudarlo mientras borraba por enésima vez el resultado de mi ecuación.


-No, hablo de algo que no tengas ya.


 


Alcé la vista para saber si se estaba burlando de mí pero lo vi muy serio, mirando la historieta y esperando una respuesta de mi parte. ¿Acaso me había hecho un cumplido?


 


-¿Entonces? -insistió.


-¿Crees que soy “super inteligente”? -pregunté a mi vez, riendo nerviosamente.


-Obvio que sí


 


Desde la silla de mi escritorio lo contemplé un instante. Estaba recostado boca arriba, sosteniendo con ambas manos la historieta. Su uniforme era un desastre: el pantalón arrugado, la camisa desfajada y los puños arremangados. Se asomaba levemente parte de su abdomen, tuve pensamientos impuros sólo de contemplar ese trozo de la piel que siempre ocultaba, aunque en sí no fuera muy revelador.


 


-¿Cas? -volvió a insistir con su pregunta- ¡Cas, deja esos malditos libros y hazme caso!


-¡Ah!… -me sobresalte- No lo sé… ¡Visión de rayos X!


-Jaja sí -rió de buena gana- para espiar a las chicas en los vestidores.


 


Tenía que rematar todo con alguna idea patanesca. O tal vez me parecía así porque a mí no me apetecía espiar a las chicas desnudas.


 


-¿Sabes a quién me encantaría espiar? -me dijo, incorporándose y dejando de lado la historieta- A Jo Harvelle.


 


Me reí y volví a mis ecuaciones. Prefería no poner atención a la sarta de vulgaridades que diría con respecto a esa chica. Le gustaba desde hacía mucho tiempo pero, aunque ella le coqueteaba por igual, nunca había aceptado tener algo con él. Odio decirlo, pero la chica no era tonta, sabía la clase de hombre que era Dean y sabía que, después de unos cuantos besos en el armario del conserje, la dejaría por otra.


 


Tristemente Dean era esa clase de hombre. Aunque yo habría dado lo que fuera por esos minutos en el armario, a oscuras, en ese estrecho espacio. Su cuerpo tan pegado al mío, su respiración rozando mi manzana de Adán y sus manos metiéndose suavemente en los bordes de mi ropa interior. Tuve una erección sólo de pensarlo, me vi forzado a salir lo más rápida y discretamente posible. Alcancé a escuchar que Dean preguntaba a dónde iba pero yo apenas pude formular una respuesta.


 


Me encerré en el baño. Me vi reflejado en el espejo y sentí vergüenza de mí mismo, del estado de excitación en que me hallaba y de los pensamientos que me habían conducido a ello. Eso no me impidió acariciar mi miembro por encima de la ropa, muy suavemente, y luego de manera directa. Hice todo lo posible para no emitir ni un sólo sonido pero mis manos parecían ser las de otro, con enormes ganas de hacer que me corriera. Lo frote con fuerza y firmeza, con el único pensamiento de Dean y yo, encerrados en ese armario, ambos jadeando, besándonos apasionadamente, la saliva de nuestras bocas mezclada, nuestras lenguas chocando y entrelazándose. No podía más, mis manos eran las suyas y el sudor que me llenaba las sienes eran sus besos, su respiración me recorría en la forma de esa gota que escapó por mi cuello. Entonces decidí decirlo:


 


-Dean…


 


Gemí su nombre. Renovados bríos me hicieron frotar con más fuerza mi pene, la velocidad aumentó y todo desembocó en mi clímax con un Dean que en mi mente me pedía que me corriera para él. Fue maravilloso, nunca me había masturbado de aquella manera.


 


Pasado el placer, comencé a tener miedo de haber sido más ruidoso de lo que creí. Me moje la cara, me arregle y salí lo más relajado posible (y de hecho, lo estaba). En mi habitación yacía Dean, hojeando la historieta por enésima vez. Cuando me vio, me preguntó:


 


-¿Estás bien?


-Sí -respondí de inmediato.


-Tu madre dice que bajemos a cenar.


-Ah, pues vamos.


 


Salió antes que yo, dejando tras de sí el rastro de su aroma. Acababa de follar con él en mi imaginación y, no obstante, con sólo percibir su aroma, ya quería hacerlo otra vez.


 


-¿Cas?


 


Salí a la fuerza de mis pensamientos y lo miré. Él se había vuelto hacia mí, acercándose de manera peligrosa. Sus manos bajaron hacia el cierre de mis pantalones y yo me puse a temblar. Cerré los ojos y emití un leve gemido.


 


-Tienes abajo el cierre.


 


Estuvo a punto de subirlo él mismo, pero se detuvo a centímetros y alejó sus manos en un rápido movimiento. Me regaló una sonrisa burlona y se marchó escaleras abajo. Yo me quedé un rato en el umbral de mi puerta, escuchando mi propia respiración.


 


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