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Besos Ocultos por Svanire

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Notas del capitulo:

Aquí está el segundo capítulo de esta historia.

Mil gracias a quienes se han tomado la molestia de leer y dejarme un review. Espero que éste nuevo capítulo sea de su agrado ^^

Cuando Dean se quedaba a cenar en mi casa, se creaba una extraña pero cálida atmósfera; supongo que se podría decir que era una atmósfera familiar. Dean hablaba mucho y comía mucho también, podía devorar todo un pay si quería. Mi madre reía de las cosas que decía, incluso reía de su manera de molestarme. No lo hacía con malicia, sólo jugaba y mi madre lo sabía, así que reía con nosotros como si ambos fuéramos sus hijos, contándole nuestras andanzas del día. A veces, sin que ella se diera cuenta, la miraba y notaba un brillo especial en sus ojos mientras se le formaban unas arrugas al dibujarse su más amplia sonrisa. Así solía mirarnos a Gabriel y a mí cuando, a la hora de la comida, le hablábamos sobre nuestros juegos y ocurrencias. Gabriel era el que más hablaba y el que resultaba más gracioso, yo siempre fui demasiado tímido, pero mi madre nos miraba a los dos con el mismo amor y la misma calidez. Y de esa misma manera nos miraba a Dean y a mí. Sabía que no trataba de reemplazar a Gabriel ni en su mesa ni en su corazón, pero que de alguna manera se lo recordaba y tal vez le hacía sentir que mi hermano seguía cerca.

 

Aquella noche, tras la cena, mi madre le sugirió a Dean que pasara la noche en la casa, ya que era tarde y le preocupaba que se marchara solo; yo también insistí en ello.

 

-No quiero causar molestias -dijo él, tomando su mochila.

-No digas tonterías -le dije- Quédate. Además, podemos desvelarnos estudiando.

-Oficialmente, me has quitado las ganas de quedarme -dijo; mi madre sonrió divertida.

-Quédate, cariño -dijo ella- Háblale  a Bobby y avísale. Puedes compartir la cama con Castiel o puedes dormir en el sillón, si lo prefieres. Iré por unas mantas extras.

 

Cuando mi madre habló de “compartir cama” con Dean, un estremecimiento me recorrió el cuerpo y recordé lo que había hecho en el baño, pensando en él. Mis nervios se alteraron e hice todo lo posible por controlarlos, pero ya era demasiado tarde. Dean había accedido a quedarse, y tras marcar por teléfono a su casa, se unió a mí en la habitación, donde lo esperaba sentado en la silla que estaba frente al escritorio.

 

-¿Seguirás estudiando? -me preguntó con fastidio.

-Tal vez… -dije, volviendo la vista a mi cuaderno de notas.

-Ya sabes lo suficiente, veamos alguna película o una serie.

-No veré hentai de nuevo -le dije, recordando su colección personal de videos.

-¿Por qué? -se quejó- ¡Es arte! No lo veo sólo por el sexo, las pantaletas y los enormes pechos.

-Claro…

 

Le permití usar mi laptop para que se entretuviera en algo mientras yo continuaba estudiando, aunque sin lograr concentrarme lo suficiente. Lo escuchaba reírse de los videos graciosos que había encontrado en alguna página de internet; también lo escuchaba teclear para responder mensajes en su red social. Me causaba estrés pensar que podía tratarse de alguna admiradora, incluso de la propia Jo Harvelle con la que estaba tan encaprichado. Estuvo un buen rato así, hasta que todo se quedó silencioso y me di cuenta de que se había quedado dormido con la laptop sobre su regazo. Miré el reloj: eran las 2:01 a.m., así que decidí dejar el estudio y acercarme a Dean para despertarlo y mandarlo a dormir al sillón.

 

Su cabeza casi se resbalaba de la almohada donde había estado apoyada, lo desperté justo a tiempo para que eso no ocurriera.

 

-Ve a dormir, Dean -le dije, quitándole la laptop de encima.

-Dormiré aquí.

 

Y al decir eso, se dio la vuelta y se acurrucó sobre mi cama, dejándome un breve espacio. Me sentí tan nervioso que, por varios minutos, no supe qué hacer, si recostarme a su lado o bajar a la sala a dormir en un sillón.

 

-Cas, apaga la luz, ¿quieres? -gruñó mi invitado, cubriendo su cara con la cobija.

 

Me decidí a dormir ahí, así que apagué la luz y me metí en la cama, a su lado, cubriéndome como pude con un trozo de manta que dejó libre. Accidentalmente mi espalda rozó la suya y temblé como un pequeño cachorro asustado, me sentí avergonzado a pesar de que él no estaba despierto para notarlo. Sin embargo, lo peor vino después, cuando me di cuenta de que, por más que lo intentara, no podía conciliar el sueño. Era imposible, teniéndolo junto a mí, en la cama, sobre la almohada en la que descansaba mi cabeza repleta de pensamientos suyos antes de dormir. Comencé a darme cuenta de que, aún si no dormía en toda la noche, no me sentiría mal ni lo lamentaría, me bastaba con saber que mis sábanas tendrían el aroma de su cuerpo.

 

-Cas…

 

Lo escuché susurrando mi nombre a eso de las 3:00 a.m.

 

-Castiel…

-¿Qué pasa, Dean? -contesté, fingiendo voz adormilada.

-¿Estás dormido? -preguntó, bobamente.

-Ajá…

 

Sentí su cuerpo girando sobre la cama, así que decidí girarme para quedar frente a frente; su cercanía me resultó abrumadora.

 

-Perdón por despertarte -me dijo- No puedo volver a dormir.

-¿Por qué? -pregunté.

-Hay algo que tengo que decirte…

-¿Qué es?

 

Podía percatarme del nerviosismo de su mirada a pesar de que estábamos en penumbras.

 

-Bueno, tal vez no sea la gran cosa… -inició- Tal vez no sea nada, pero…

-¿Ajá? -no tenía ni idea de lo que podía ser pero me estaba alterando más los nervios.

-Es que…

-¡Dean, dilo de una vez!

-Creo que… Creo que de verdad…

-Dean…

-Creo que de verdad me gusta Jo Harvelle.

 

Me quedé en blanco y estuve a punto de decirle que iría a dormir al sofá, en la sala. Se había despertado sólo para decirme que le gustaba esa chica, mientras que por mi mente habían pasado mil y un fantasías. Odiaba que jugara conmigo de esa manera, sobre todo porque no tenía ni idea del daño que me causaba.

 

-Que bien -dije con desgano- Díselo mañana.

-Ah, ojalá fuera tan fácil…

-Sí, ojalá…

 

El muy idiota siguió hablando al respecto, no le importó que le dijera que teníamos que dormir, que ya era muy tarde. Incluso me di la vuelta de nuevo para darle a entender que deseaba dormir ya, pero él siguió parloteando:

 

-¿Qué debería decirle? ¿O qué debería hacer? Normalmente no me lo pregunto, siempre encuentro la manera de conquistar a la chica que sea pero ella es diferente. Tal vez si la invito a salir… Aunque probablemente después querrá formalizar… No sé… Tal vez deba invitarla al baile… Pero qué pasa si quiere que conozca a sus padres…

 

Llegué a mi límite, había escuchado suficiente.

 

No fui yo mismo, algo en mi interior me hizo establecer un punto y aparte. Fue como si hubiera activado algún interruptor que ponía a dormir al Castiel habitual, mientras que el Castiel con la fuerza y la determinación que nunca demuestro hubiese emergido de su escondite, de las sombras donde lo tenía recluido.

 

Me di la vuelta una vez más, lo tomé del cuello de la camisa y mi boca clausuró el discurso de la suya con un beso. No fue un beso apasionado, fue un simple roce de labios. Su boca tan sensual cuyo sabor y textura me habían sido ajenos por tanto tiempo, al fin me revelaban un poco de sus secretos. Sus labios eran suaves, los míos se debatían entre alejarse o permitirme un instante más unido a ellos. Finalmente, me forcé a salir de mi fantasía realizada:

 

-Sé directo con ella -le dije, no sin un poco de amargura- Es lo mejor.

-Castiel...

 

Pronunció mi nombre en un susurro apenas audible, estaba estupefacto.

 

-Buenas noches.

 

Fue todo cuanto pude decir antes de girar y darle la espalda nuevamente. Hubiera querido que él me abrazara o que me obligara a mirarlo una vez más para continuar besándonos. Por supuesto, no ocurrió. Mi corazón se resquebrajó cuando lo sentí girando sobre el colchón, para darme la espalda también. Me aferré con fuerza a las cobijas y ahogué un sollozo: acababa de arruinarlo todo entre él y yo.






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