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Drapetomanía - Taegi. por yoongiwontletme

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Notas del fanfic:

Drapetomanía: (n.) imperiosa necesidad de huir.

Notas del capitulo:

Navego mucho por internet, esa es la verdad. Vi un par de cosas, unas de acá, otras de allá, libros que he leído y bueno, fusioné todo en un oneshot Taegi.

La verdad es que no me tiene tan convencida porque vengo luchando con el relato haCE CUATRO DÍAS pero a mi cabeza loca le gustaba la idea entonces acá estamos meditando si explotar o tener una crisis existencial, nah. Por eso de que no me tiene tan convencida es que agradecería que dejaran un review si les gustó o lo que sea♥

PRIMERA PARTE: imitando a McCandless.

Llevaba una gran mochila en su espalda. Probablemente esta pesaba unos ocho kilos, pero aun así él la cargaba sin problemas. Sus botas marrones estaban algo desgastadas. Llevaba un gran abrigo y un gorro que cubría su cabello despeinado.

Había llegado a Anchorage hacía algunos momentos. Un camionero lo había dejado en la estatal, correspondiendo a ese único pedido que le había hecho el chico desde que lo encontró en la frontera de Canadá.

Disfrutaba mucho de caminar por el costado del asfalto y sentir los autos pasando a su lado, y mientras más caminara, era mejor. Contribuía a su entrenamiento para cuando hiciera el camino por la Senda de la Estampida.

Caminó por más de dos horas hasta llegar a la ciudad, estaba realmente en el centro de Anchorage. Se detuvo en una esquina e inhaló el frío aire del ártico, era tan satisfactorio saber que estaba cada vez más cerca de su destino.

Había pasado por más lugares de los que cualquier persona podría contar con los dedos de las manos y los pies, escapando de ser como los demás que conocía, escapando de la universidad, escapando de las opresiones de su familia. De todo lo que tanto odiaba.

Él quería ser un alma libre, vivir un poco de lo que el salvaje mundo le regalaba, sentir el miedo erizándole la piel y el placer de la naturaleza antes sus ojos, hinchándole el pecho de emoción.

V podría contarte sobre la belleza y tranquilidad de cien mares y cien desiertos. Sobre diferentes tipos de sonrisas e historias. Él podría hablar horas y horas sobre lo que es hacer autostop en la fría noche, porque ese es su peor trauma de todo el viaje.

Podría contar con una gran sonrisa la vez que se quedó encerrado en un baño en el estado de Nueva York porque fue realmente divertido, o de esa vez que la hija de la familia que le había dado alojamiento, lo peinó y maquilló mientras él dormía porque fue tierno.

Este chico había aprendido infinidad de cosas y había vivido miles de experiencias en solo seis meses que llevaba siendo un vagabundo, como alguien le gritó mientras él caminaba tranquilo a un costado de la ruta.

Sabía que ahora menos que nunca podría volver atrás. Muchos kilómetros recorridos para llegar a la cercanía de su gran sueño. Desde Houston traía su corazón lleno de ilusiones, desde Houston traía toda su rabia por las injusticias de su vida.

Su vida.

Primero que nada, su nombre ni siquiera era V, él se llamaba Kim Taehyung, pero ese chico había muerto en la habitación que compartía con su hermano en Houston, hacía mucho tiempo. Tenía veinte años, los había cumplido hacía apenas tres meses. Y no era nativo de Estados Unidos, él había nacido en Corea del Sur, sus padres lo arrastraron hasta a América cuando él era tan solo un bebé.

En segundo lugar estaban los problemas con sus progenitores, personas de bien, como se hacían llamar ellos, pero el chico no creía eso, porque les sabía los más oscuros secretos. Sabía sobre las infidelidades y las estafas en las que su padre participaba. Sabía la adicción por el juego que su madre tenía y de lo poco que realmente le importaba su familia, aunque no lo demostrara en la sociedad. Y sí, todas esas cosas le causaban problemas a Taehyung, porque realmente lo lastimaban.

Tercer punto pero no menos importante era la dificultad que tenía el chico para poder adaptarse a la sociedad, le gustaba ser alguien solitario. Prefería salir a la playa y quedarse allí leyendo algún libro sobre aventuras antes de estar con los chicos del colegio.  Disfrutaba mucho de su propia compañía.

Básicamente todos estos puntos lo habían empujado a donde estaba ahora, a solo un pequeño tramo de su más grande fantasía. Pero de todas formas  le encantaba estar en una ciudad realmente agradable para su vista y corazón como Anchorage.

Después de estar varios minutos mirando a su alrededor, ubicó un café con la vista y se metió para recobrar el calor, era marzo pero seguía helando mucho en el norte, no quería ni pensar cómo iba a calarle los huesos el frío cuando estuviera en Healy, él que tan acostumbrado estaba al calor. Pero ni el frío calador podría pararlo, su irreversible destino era ese.

Suspiró al cerrar la puerta del lugar y se quitó la mochila de los hombros, sintiendo un gran alivio, porque aunque amara a El Monstruo (apodo que una chica le dio a la mochila cuando estaba en Canadá) a veces necesitaba un descanso para su espalda.

Buscó una mesa cerca de la ventana, no se quería perder la nieve cayendo tan pacíficamente. Una vez que estuvo  ubicado, se le acercó una chica que al parecer era mesera en el lugar. Le dejó la carta pero el chico enseguida demandó un gran tazón de papas fritas, un licuado de frutilla, un trozo de tarta y un sándwich, estaba realmente hambriento después de haber caminado tanto. La chica asintió con la cabeza y se fue.

V siguió mirando la nieve caer, meditando sobre cuantos días debería quedarse, pero era en vano porque al final todo dependía de las situaciones. Por ejemplo, en Carolina del Norte solo permaneció dos días después de la discusión con un empleado en el alojamiento que había conseguido.

Quince minutos después tuvo toda su comida sobre la mesa, comió despacio, sintiendo cada sabor y tratando de encapsular el momento, como hacía cada vez que llegaba a un lugar nuevo.

Después de darse el aperitivo de la semana, sacó un cuaderno gordo y gastado y escribió con su desprolija cursiva: “Hoy es veinticinco de marzo, son las tres de la tarde, el chico ha llegado a Anchorage y está cada vez más cerca de lo que quiere. Opina que es una hermosa ciudad y contempla seguir recorriendo hasta que la luz desaparezca del cielo. Está feliz, realmente feliz de estar aquí. –V!”

Sí, escribía en tercera persona. ¿La razón? Ni él podía responderse sinceramente, algunas veces se decía que era porque quería ser su propio biógrafo, otras, porque imitaba a un tal Chris McCandless. ¡Si alguien pudiera sacar a relucir la verdad en las palabras de ese chico loco!

Miró sus platos vacíos, miró a la chica en la lejanía, miró los platos nuevamente y finalmente se levantó para pagar. Algunos dólares sobre la barra y de vuelto una tarjeta de alojamiento. Asintió como agradecimiento y levantó su mochila para volver a salir a la nieve. Simplemente le encantaba, pero no tanto como le podría llegar gustar la Senda de la Estampida.

Caminó algunas cuadras hasta que se encontró con que estaba llegando a la universidad de la ciudad. Muchos chicos salían de ahí, eran todos distintos entre sí, pero aun así, con todo el revuelo de gente, él solo pudo notar a uno de ellos.

Era pequeño físicamente pero su cara delataba que tenía más de veinte años. Tenía los ojos delicadamente rasgados, la piel tan blanca que V creyó que tal vez solo era un muñeco de nieve. Los mechones de cabello que se le veían debajo del gorro eran de un turquesa cautivador  y sus orejas adornadas con dos piercings plateados.

Era hermoso ante los ojos de V, tan hermoso que éste tuvo que sentarse en una banca para asimilar lo que veía: el chico sonreía con sus dientes pequeños por un mohín que la chica que tenía a su lado había hecho, después se despidió de ella y emprendió su camino por un parque no sin antes mirar a V pareciendo un idiota, boquiabierto y tildado.

Cuando se alejó de la vista de V por la lejanía, éste reaccionó y se paró para buscar una cabina de teléfono, tenía que llamar al número de la tarjeta que la mesera le había dado si quería tener alojamiento esa noche.

Pero no podía sacárselo de la cabeza, no dejaba de repetirse la imagen de su adorable sonrisa, ni siquiera una hora después, cuando estuvo acomodado en un pequeño cuarto, eran casi las seis de la tarde y nuevamente tenía hambre.

Miró en la pequeña heladera que había, estaba vacía. Entonces volvió su mirada hacia El Monstruo, sacó unos cuantos dólares y salió por la puerta trasera hacia el supermercado, una pizca de esperanza le hacia cosquillas en la nariz, esperanza de volver a ver al chico.

No caía nieve ya, la Madre Naturaleza creía que era suficiente por ese día. V caminaba energizado y emocionado a pesar de tener hambre. Divisó el primer supermercado cuando ya había andado casi por diez minutos y motivado por el hambre entró sin pensarlo dos veces.

Recorrió todo el lugar, solo una cantidad de gente moderada paseaba por ahí, así que V no se sentía nervioso, podía ver la cara de cada persona que cruzaba en los pasillos, cada una de las caras y aunque buscaba una en especial, todo le parecía tan fascinante, cada nueva sensación la guardaba en su corazón para siempre.

Resignado, al no encontrar a quien buscaba, tomó todo lo que creía necesario y pagó con un par de billetes arrugados y una sonrisa rectangular. Salió del lugar y abrió un paquete de galletas dulces, miró su reloj y decidió seguir caminando por la extensión de la ciudad, quería seguir conociendo todos los rincones que le fueran posibles, quería seguir  buscando entre las monstruosas montañas sobre su cabeza a ese chico mítico de cabello turquesa.

De todas formas sonreía ante tal belleza como lo era estar vivo, en ese lugar. Sonreía ante los pensamientos de pronto estar en su anhelado destino. Viajar lo había resucitado, lo había hecho renacer como V.

V de vagabundo, de viajero, de vivir, de viento, de ver, de valentía, de valor, de variedad. Y todas palabras que encajaran en su vida de mochilero.

SEGUNDA PARTE: desobedeciendo la filosofía.

Era el último día en Anchorage para el vagabundo que exploró la ciudad por cinco días y se encontraba profundamente enamorado de ella para siempre, como había escrito en su diario la noche anterior. Anchorage; otro éxito para su bitácora.

Todos los días desayunaba y merendaba en el café del primer día, se había vuelto muy unido a la mesera del lugar. Habló con ella de cada viaje, de cada ampolla en la planta de los pies, de cada anécdota. También esperaba por algo, por alguien que estaba cruzando la calle pero le era inalcanzable.

Comenzó a desarrollar sentimientos por esa persona de cabello llamativo  que pasaba todas las mañanas y todas las tardes por la vereda y le daba una disimulada mirada de curiosidad y afecto. Comenzó a dudar de su filosofía de vida pero finalmente se convenció de haber desistido de cualquier idea que se le hubiera podido ocurrir.

Ahora que estaba a punto de irse y dejar todo eso, le entraba la melancolía. Se reprendía por nunca haber cruzado la calle y dejar que sus sentimientos se convirtieran en las piedras que lanzó al mar.

Antes de que se pusiera a llorar, metió todo en la mochila, se abrigó frente al espejo y se dijo mentalmente: ¡Bien hecho, V!  Finalmente tomó un bolígrafo y en una pared escribió: La Tierra, eso es suficiente, citando a Whitman. Salió del lugar casi saltando en un pie porque su próxima parada era mucho más cerca de la Senda, igual, roto por dejar a ese amor fugaz que se le había aparecido en el camino.

Se despidió del amable hombre que también había escuchado sus historias, cada medianoche. Le dio las gracias por el cuarto  y saludó a la fría mañana con su particular sonrisa rectangular después de cerrar una puerta que no sabía si volvería a abrir nuevamente.

Emprendió viaje hacia la derecha, hacia la estatal. La izquierda significaba recuerdos, significaba el café, una amiga y un enamoramiento fallido. Significaba tener que volver a despedirse y tristeza. La derecha era ahora su nuevo comienzo. La derecha era todo lo que necesitaba.

Mientras V caminaba para salir de Anchorage, cierto chico de cabellos turquesa entró al café, con la esperanza de que aquella persona, aquél chico al que había estado observando desde la calle de enfrente los últimos cinco días cuando iba y volvía de la universidad, estuviera ahí. Estaba dispuesto a hablarle antes de que se fuera para siempre de la ciudad. De su vida.

Al buscarlo y no verlo se sintió un tonto, todo ese valor recaudado para nada, ¡para que el vagabundo ni siquiera estuviera ahí! De repente alguien dijo su nombre, Yoongi. Era la mesera, le estaba saludando y sacando del pequeño trance. Le preguntó a qué se debía su visita, como si sospechara de algo, de todo y de nada al mismo tiempo.

La verdad era que ella era mágica y sabía deducir la mirada de la gente, no hacía falta que le dijeran que esos dos eran el uno para el otro. Fantaseaba con que en realidad V había aparecido allí por el amor de su vida y no por la Senda.

Yoongi no pudo guardarse esos sentimientos que había desarrollado solo mirando al chico viajero, que ni siquiera le sabía el nombre, pero le había despertado una infinidad de sentimientos, lo había inspirado a hacer cosas que nunca en su vida haría e incluso era su trabajo de la semana en la clase de pintura, un dibujo de él con la mochila en la espalda.

Le contó a la chica lo que hacía ahí, le dijo a quién estaba buscando. Brevemente, ella le habló un poco sobre V y le dijo que probablemente estaba en la estatal haciendo autostop. Yoongi no dudó ni dos segundos, le dio las gracias y corrió a la puerta.

Corrió por la avenida, desobedeciendo los semáforos peatonales o cualquier otra reglamentación. Corrió con la mirada desesperada y el corazón agitado. Hizo muchos kilómetros antes de divisar una figura sentada a un costado del asfalto.

Sabía que era él, sabía que era V. Se acercó lentamente con todo su malestar de haber corrido y caminado tanto, con su miedo de que el chico lo rechazara, pero V no iba a hacerlo, porque lo consideraba hermoso, porque también lo había visto antes, solo que nunca podría haberle hablado, eso significaba ir en contra de su filosofía.

“¡Buscándote, hice hoyos en mis zapatos y dejé que mis mejillas se quemaran con el frío! ¡Buscándote a ti, que eres un vagabundo!” Gritó repentinamente Yoongi cuando estuvo solo a tres metros del vagabundo. “Pero he visto tus ojos y supe que eras el único capaz de curarme de esta locura.” Terminó cuando V lo miró a los ojos.

No estaba sorprendido por la repentina actitud por parte del chico de cabello turquesa cautivador, sabía muy bien quien era porque le habían contado todo, sabía muy bien lo que había estado haciendo. Pero nunca espero realmente que lo buscara, porque se había resignado a pensar que todo era una fantasía, que se estaba volviendo loco.

“¡Hola!” Solo pudo responder eso con el miedo de arruinar todo,  “Soy V.”

Yoongi se le acercó bruscamente, no tenía paciencia para que el otro se fingiera hacerse el desentendido justo en ese momento. Las miradas que se habían dado un par de veces lo decían todo, se atraían como imanes, era simple: el destino había arrastrado a Yoongi hasta allí.

“¡¿Es lo único que vas a decir?! ¡Lo sé! ¡Sé quién eres!” Lo empujó haciendo que V se desestabilizara de donde estaba sentado.

El viajero se paró de encima de su mochila y miró desde arriba a Yoongi. Sonrió de costado y siguió jugando con él.

“¿Qué más podría decir, chico sin nombre?” Pero sabía su nombre.

Yoongi gritó, gritó con rabia y corrió hacia V, chocándose contra él con fuerza e impacto. Su cabeza fue a dar contra el pecho del más alto y con sus manos le dio pequeños golpes ahí mientras sentía un abrazo cálido que lo envolvía y una risa locamente perfecta.

“Creí que no te volvería a ver jamás, Min Yoongi.”

“¿Cómo lo sabías?” Respondió tímidamente el chico. Estaba completamente rojo por el abrazo, por las miradas, por la cercanía. Por todo.

V no dijo más nada, tomó la cara del chico entre sus manos, lo miró a los ojos y sonriendo, le besó la mejilla derecha. “Yoongi, mi estrella en el norte.” Y la mejilla izquierda. “Quiero descubrir colores que no se ven con los ojos solo contigo.  De esos colores que se sienten en la piel y que nadie me ha mostrado.” Finalmente le besó los labios.

El beso se prolongó varios segundos que se convirtieron en un minuto, luego dos y tres. Fue Yoongi quien se separó, algo incómodo por las bocinas de los autos pero feliz de haber besado a esa persona que tanto le causó con un par de miradas.

“Y sentir tus manos conectando las constelaciones en mi espalda. Y sentir tu voz llamándome desde detrás de un árbol. Soy terco, salvaje, escapo de las cosas pero sé que sufres de drapetomanía y yo también. Entonces yo podría llevarte conmigo para que te alivies, y podría buscarte si te pierdes en lo blanco de la nieve. Porque hiciste que luche contra esto de no desobedecer mi filosofía y terminé rindiéndome gracias a tu cara.  Eres mis raíces y quiero que no nos establezcamos nunca en un lugar, jamás, pero vamos a estar juntos y eso me basta. Te quiero llevar más allá de mis palabras porque sé la razón que te trajo hasta este lugar, porque sé que estoy aquí por ti.”

TERCERA PARTE: cometiendo un acto de drapetomanía.

Después de esas dulces palabras dichas por V, Yoongi lo besó nuevamente, dejándose llevar por el suave toque del viajero, dejándose llevar por todos los pensamientos. V realmente le provocaba todo y más desde el momento en que lo vio con cara de idiota en la banca frente a la universidad.

Ese día, V fue el único pensamiento que hizo que se olvidara de los que lo hacían lo sufrir. Funcionó mejor que los auriculares contra los gritos de sus hermanos y lo hizo olvidar las cosas que lo ponían triste, como que estaba obligado a vivir con su madre, cosa que lo llenaba de rabia porque a) la razón de vivir con ella, era que su padre había muerto y b) la mujer pretendía hacer como si nada hubiera pasado, como si nunca lo hubiera abandonado cuando era un bebé y pintaba todo de una asquerosa y falsa perfección.

De todas esas cosas que lo agobiaban se olvidó esos días en los que V estuvo en su vida y ahora que lo tenía iba a poder escapar para siempre del dolor.  Iba a poder saciar sus ansias de libertad, libertad para su corazón. Iba a huir de la tristeza porque había encontrado a alguien que lo sabía estabilizar con un simple abrazo y juntos iban a encontrar un camino o una Senda para caminar hasta sentirse renacidos.

Una mirada bastó para que los dos entendieran todo, V se llevaría a Yoongi consigo para que  cometiera su acto de drapetomanía que tanto quería. Lo ayudaría a huir de todo menos de él. Lo haría feliz de todas las formas posibles, lo llevaría en su viaje y le compartiría la felicidad al llegar a destino.

El Universo había trazado un plan perfecto en las galaxias, en el momento justo y en el lugar perfecto dos almas similares se cruzaron para no separarse jamás, para caminar de la mano por la Senda de la Estampida.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Como siempre, ¡muchas gracias a todos por leer! 

FIGHTING!


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