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Bitácora de Kozume Kenma por Ichigosan

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Notas del capitulo:

BUENNAAASSS NOCHES. Hola, quizá algunxs que hayan leido algunos de mis fics anteriores me recuerden, y si me recuerdan deben odiarme por no terminar ninguno. LO SIENTO. Algun día lo haré lo juro. Por el momento me concentraré en este y trataré de acabarlo. (No me crean). Bueno en fin, toda la historia será narrada por cabeza de puddin, los primeros seis capitulos Kenma contará sobre acontecimienos del pasado para luego a partir del capitulo siete centrarse en el presente. ASÍ ES YA ESCRIBÍ HASTA EL CAPITULO SIETE así que por lo menos esos estan asegurados jajaj. Bueno, eso es todo. Ojalá les guste. Me voy a sacar mis fideos del fuego antes que se me peguen. Adiooos  

El amor es complicado. Es hermoso, excitante, pero muy complicado, y a veces hasta doloroso. Hay personas que tienen la suerte de enamorarse de quienes les corresponden y les hacen vivir un amor con más felicidad que tristeza. Pero nadie puede elegir de quien enamorarse. Y por eso estamos aquellos con mala suerte, que nos enamoramos de personas que jamás nos mirarán del mismo modo. Yo soy uno de ellos, no solamente estoy enamorado de alguien que también es un hombre, sino que además es mi mejor amigo. Sí, definitivamente mis esperanzas son menores a cero.

Sin embargo no hay nada que pueda hacer, solo amarlo en silencio. Confesarme no es una opción, porque no quiero ni imaginar cómo se lo podría tomar, y pensar que podría perder la única relación que tengo con él que es nuestra amistad, sería un dolor insoportable. Pero tampoco puedo renunciar a él, es imposible. Intenté sacarlo de mi cabeza millones de veces, mirar otras personas, mujeres y hombres, pero nadie capta mi atención. Sólo él.

La verdad ya ni me acuerdo cuando fue que empecé a sentirme así, pero sí recuerdo claramente el día en que lo conocí, es algo que jamás olvidaré…

Era el caluroso verano de mis siete años. Estaba en vacaciones, pero a diferencia de los demás niños de mi edad que seguramente estaban jugando bajo el sol, tomando un helado o pescando en el río, yo estaba encerrado en mi cuarto jugando videojuegos. No tenía amigos, me costaba mucho hablar con los demás, era tímido y retraído. El simple hecho de tener que relacionarme con los demás me generaba ansiedad y muchos nervios. Mentiría si dijera que no me parecía divertido cuando los veía desde mi ventana corretear por la vereda, pero no me atrevía a bajar y unirme a su juego; me resultaba más fácil esconderme bajo las excusas de “no me parece divertido”, “no me gusta cansarme”, “prefiero los videojuegos”. Pero la verdad era que me sentía muy solo con la vida que llevaba.

Esa misma tarde noté muchos  ruidos en la casa de junto. Me asomé por la ventana de la sala para investigar y mi madre se acercó a mí. Ella me explicó que la casa vecina había sido comprada hace poco, después de estar en venta unos tres meses desde que los anteriores vecinos se mudaron a otra ciudad. Sin embargo no teníamos ni idea quienes ni cómo serían los nuevos vecinos.

El servicio de mudanza estuvo casi toda la tarde haciendo su trabajo. Llegado el atardecer mi madre me sacó a tomar un helado a una heladería que estaba a unas calles. Yo sabía que ella sufría mi soledad, y por eso trataba de animarme y sacarme de la casa seguido. Si se puede llamar a una madre tu amiga, sin dudas ella era la única que tenía. Luego de un rato volvimos rumbo a casa, con una mano iba comiendo lo poco de helado que me quedaba y con la otra iba sosteniendo la mano de mi madre. Justo cuando llegamos a la entrada de nuestra casa vimos un auto negro estacionarse en la de junto. Un matrimonio joven se bajó y se dirigió directo a los trabajadores de mudanza para agradecerles por su labor, mientras tanto de la parte trasera del auto salió un niño bastante más alto que yo pero que no parecía ser muy mayor. Su cabello era negro y estaba todo desordenado, y tenía una enorme sonrisa en su rostro. Esa sonrisa enseguida me intrigó. Jamás había visto a alguien sonreír con tantas ganas.

–¡Wow, la nueva casa es enorme! –exclamó en niño parado frente a su nuevo hogar mientras sus padres despedían al camión de mudanzas que se alejaba.

–¿Te gusta hijo? –comentó su madre sonriente e inmediatamente notó nuestra presencia-. Buenas tardes –dijo amable y dulce.

–Buenas tardes, somos sus nuevos vecinos, es un placer conocerlos –dijo mi madre acercándose hasta ellos, mientras yo maldecía en mi interior, no me gustaba estar cerca de desconocidos-. Vivimos aquí al lado, mi nombre es Kozume Sora.

–Mi nombre es Kuroo Yura, y él es mi esposo Rei –el hombre quien era muy alto e intimidante mostró una amistosa sonrisa y nos saludó-. Y él es nuestro hijo…

–¡Tetsuro! Kuroo Tetsuro –interrumpió con mucha energía y su gran sonrisa, intimidándome y asombrándome al mismo tiempo.

Mi madre soltó una cantarina risa ante la simpatía del nuevo vecinito, mientras yo hacía intentos desesperados por esconderme detrás de ella y permanecer inadvertido. Pero fracasé notablemente cuando el niño gritón sacó su vista de mi mamá y descubrió mi presencia. Otra sonrisa se dibujó en su rostro y se adelantó tan ágilmente hacia mí que me paralizó de los nervios.

–¿Quién eres tú? –preguntó curioso.

Obviamente yo no contesté, solo atiné a aferrarme al pantalón de mi madre lo más fuerte que pude.

–El es mi hijo, Kenma. Discúlpenlo, es muy tímido –dijo como si realmente se sintiera culpable por ello, y yo no pude evitar sentirme mal. O mejor dicho, peor de lo que ya estaba.

–Es un placer conocerte Kenma-kun –dijo amable la madre del niño en un claro intento de hacerme sentir más en confianza, y debo reconocer que un poquito me relajó.

–¡Kenma! ¡Qué lindo nombre! –volvió a gritar otra vez el niño, haciéndome sentir unos nervios diferentes a los que acostumbraba sentir. Era la primera vez que alguien que no fueran mis padres me elogiaba.

–Tetsuro, Sora-san dijo que Kenma-kun es tímido, deja de gritar o te creerá un loco –regañó graciosamente su padre.

–¡Lo siento! –se inclinó en dirección a mí, pidiendo perdón como si hubiese cometido un crimen-. ¡Lo siento, lo siento! ­–no pude evitar soltar una risita que no pasó desapercibida para nadie. Mi madre era la más sorprendida.

–Kenma, ¿cuántos años tienes? –me preguntó el niño.

–… S-Siete –apenas murmuré pero él me oyó bien.

–¿De verdad? Yo tengo ocho, en seis meses cumpliré nueve. ¡Tenemos casi la misma edad! –dijo contento, ¿por qué se alegra por algo tan tonto como eso?, pensé yo. Pero su alegría era reconfortante, por alguna razón no me sentía tan incomodo.

–Papá te dijo que dejaras de gritar –lo regañó esta vez su madre-. Disculpen, es un revoltoso –dijo con gracia hacia a nosotros y mi madre rió.

–Descuiden, fue un placer conocerlos. Cualquier cosa que necesiten estamos aquí al lado.

–Muchas gracias, espero que nos llevemos bien de aquí en adelante –respondió la mujer y educadamente nos despedimos de ellos.

–¡Adiós Kenma! –gritó el vecinito mientras yo me dirigía con mi madre hasta nuestra puerta.

Me volteé a verlo y estaba agitando su mano con energía mientras sonreía. ¿Siempre está sonriendo?, me pregunté a mi mismo. Y casi sin darme cuenta, le devolví una disimulada sonrisa y un gesto con mi mano.

Una vez dentro de nuestra casa mi madre sonreía tontamente mientras me miraba. Yo estaba intrigado, pero no dije nada, sabía que ella sola hablaría.

–¿Te agradaron los nuevos vecinos Kenma? –preguntó y yo tras unos segundos asentí-. ¿Tetsuro-kun también? –preguntó ahora con más interés.

Yo sabía las intenciones de mi madre, seguramente veía en Tetsuro un posible amigo. Pero la verdad era que aunque no me haya desagradado, no me atrevía a hablar con él, menos sin ella ahí. Solo me limité a asentir otra vez, pero un poco más inseguro que la vez anterior, y pude notar como esa palpable inseguridad rompió las esperanzas de mi madre.

Ella me miró unos segundos, como analizándome. Finalmente solo suspiró y me acarició con cariño la mejilla. Sentía que la decepcionaba, sentía que debía cambiar no solo por mí, sino por ella. Pero por mucho que lo deseara era imposible para mí.

Esa noche me fui a dormir con esos pensamientos autodestructivos en mi cabeza, que eran esporádicamente interrumpidos por recuerdos del niño de al lado. Su sonrisa, su voz gritona, esa alegría que le salía por los poros. Me generaba sana envidia. Si yo fuera como él, me sería más fácil ser un niño normal. Lo admiraba por ser así, pero aun no sabía que en el futuro lo admiraría aun más, lo admiraría por todo, por nada, por solo existir. Lo admiraría, lo adoraría, lo amaría tanto que el pecho me reventaría de amor. Pero aun faltaba para eso. Apenas lo había visto por primera vez, pero como dije, era algo que jamás olvidaría.

Y a partir de ahí, las cosas tomaron un curso extraño… Les contaré mejor, y entenderán por qué fue tan inevitable para mí enamorarme perdidamente de Kuroo.

Notas finales:

Disculpen si hay errores de ortografía. Revisé pero puede que algo se me haya escapado. En fin, sientanse libres de dejar cualquier tipo de comentario, todas las criticas son válidas!! 


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