Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

PRGTNA TH5-2A por Whitekaat

[Reviews - 13]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

capítulo nuevo saliendo :3

 

Gracias por leer y por comentar gns, caronte y Yae, me alegra que les guste el fic.

nos leemos :3

sólo quedan tres capítulos más.

CAPÍTULO III

CONOCIDOS

 

El encierro, la rutina, el no tener conexión alguna con el exterior lo producía, el tiempo se volvió efímero e inclusive una mentira, sabía que era de día o de noche sólo cuando apagaban las luces, pero no sabía que día, que fecha, que hora y cuanto tiempo de su vida había pasado desde que estaba encerrado; el tiempo pasaba lento, sus días eran todos iguales, exámenes por la mañana los lugares de punción siempre cambiaban, al igual que las sondas, jamás se lograría acostumbraría a eso, luego debía comer al desayuno lo que le sirvieran, en un pequeño baño podía hacer sus necesidades, agradecía que al menos el papel higiénico y el agua nunca faltaba, luego venían otra serie de pruebas antes del almuerzo, luego la soledad del encierro y para terminar con la pruebas nocturnas y una última inyección que lo ponía a dormir por toda la noche.

Las primeras semanas fueron las más difíciles, cada día lloraba, cada día gritaba, no había día que no pidiera a gritos ser rescatado sin que nadie lo oyera, había estado mucho tiempo amarrado a la camilla para que no se escapara, estaba inestable según ellos, pero no podían pedirle que se quedara quieto, no cuando experimentaban con él cada día.

El doctor Mitumasa sólo aparecía por las noches cada cierto tiempo y revisaba los datos y hacía un chequeo general e indicaba las dosis de hormonas que se le debían inyectar, siempre le decía al menor que era su favorito, que gracias a él todo estaba saliendo como quería, pero a Saga tan solo verlo le causaba repulsión, odiaba  a ese hombre con su alma, pero no podía expresarlo libremente, no desde la última vez que lo golpeó por mirarlo mal, no desde la última vez que apretó su cuello con sus manos cuando se negó a desvestirse, debía ser un muñeco para el doctor, sólo eso, un conejillo de indias que el pudiese manipular.

El doctor Kido era un ser despiadado, sin escrúpulos un completo hijo de puta, al que Saga sólo le deseaba la muerte y que la peor de las maldiciones le cayeran de golpe, por todo lo que le hacía a él y muchos otros que de seguro lo estaban pasando quizás hasta más mal que él.

Pero sí había algo diferente, algo por lo cual no llorar.

Había algo que si había agradecido durante el tiempo en el que estaba ahí, había leído una vez acerca del síndrome de Estocolmo pero jamás pensó que de verdad se pudiese dar, pero al sentir la sonrisa del castaño y la amabilidad con la cual lo trataba lo hacía pensar todo lo contrario, era estúpido sentirse tan feliz y agradecido con alguien que lo mantenía prisionero y que además lo obligaba a ser parte de tan horrible experimento.

//**//

— Sé que nuestro comienzo no fue muy bueno, pero debo ser duro en este lugar, mi nombre es Leo trabajo para la corporación Kido, soy mano derecha del doctor en la investigación hace seis meses que trabajo aquí, sólo un poco antes que tu llegaras, Saga— el gemelo al sólo escuchar su nombre sintió su pecho rebozar de felicidad, no era un número más, el conocía su nombre, lo había dicho y escucharlo por la boca de otra persona luego de tanto tiempo se sentía simplemente glorioso.

— ¿No dirás nada? —el castaño  buscaba su mirada con insistencia mientras el aún se sentía emocionado por dentro, hasta que notó que el otro esperaba que dijese algo.

—Ah, sí, lo siento es que creí que no volvería escuchar mi nombre nunca más, gracias— el rostro del siempre serio Saga cambió a una mueca de felicidad, un felicidad que logró hacer sonrojar al castaño que estaba frente a él.

— Soy Saga, solía ser un estudiante universitario, solía tener una relación de cuatro años, solía tener un hermano, ahora soy sólo Saga el sujeto 205 que recibe comida gratis— la mirada del castaño cambio, no quiso mirarlo a la cara, el gemelo supuso que había removido algo dentro del cruel corazón del hombre de blanco.

— Yo lo…—el castaño fue interrumpido por la voz del otro antes de que terminara de hablar.

— Descuida en parte es mi culpa por siempre confiar en los demás— ahora era él mismo quien no quería que el otro lo mirara a los ojos, se estaba abriendo al otro sin cuidado alguno, no podía mostrarle sus debilidades a su captor, no podía entregarle en bandeja las heridas de su corazón a alguien que lo mandaban a cuidarlo.

—Bueno, soy tu enfermero personal, cuidaré de ti y te ayudaré en lo que necesites, sólo confía en mí— a Saga esa frase se le hizo conocida, esa frase que venía acompañada de una caricia pero al no recordarlo bien le restó importancia.

 

//**//

 

Los meses en aquel lugar habían transformado su relación con el castaño, cada día ansiaba más verlo, tenía tanto que agradecer y la vez odiar que no sabía cuál era la correcta sentir, gracias a Leo había conseguido poder lavar su cabello día por medio, y su cuerpo todos los días, no era de la manera en que el deseara pero al menos sentir que podía quitarse la suciedad lo hacía feliz, había conseguido además traerle golosinas, el muchacho lo consentía, por primera vez en su vida disfrutaba tanto el sabor del chocolate o de las galletas dulces que el castaño le traía a escondidas a su habitación para que ambos compartieran, Saga encontró en el otro el apoyo que tanto necesitaba, se había aferrado a él como su última luz de esperanza entre tanta oscuridad.

Se veían todos los días desde la mañana hasta terminar la noche, conversando supo que el castaño era mayor que él por siete años, que al igual que él tenía un hermano que desde comenzó a trabajar había dejado de verlo y cortado toda relación, al igual que Saga el personal que trabajaba ahí dormían en cuartos y tenían instalaciones especiales para ellos.

El castaño con confianza le contó cada detalle del lugar, que habían guardias armados, cámaras de seguridad en cada pasillo, que estaban debajo de la clínica del doctor Kido, unos ocho pisos más abajo quizás, que actualmente habían sesenta sujetos en las instalaciones a los cuales les realizaban la pruebas.

Saber que estaba atrapado y que la única forma de salir era muerto no le daba muchos ánimos, pero al menos ahora existía alguien con quien podía hablar, alguien que lo cuidaba, alguien que al menos procuraba no lastimarlo al tomar las muestras de sangre, alguien que cumplía al menos algunos de sus caprichos, alguien que le sonreía de verdad y no dejaba que se volviera loco.

 

***°***

¿y bien, cómo estoy?— el menor no quería aceptarlo pero estaba algo asustado, no había presentado ninguna molestia en todo el tiempo que llevaba encerrado y acostado sobre la cama pero eso no significaba que por dentro estuviese del todo bien.

El león sostenía sobre sus manos unos papeles, esos eran los papeles de los exámenes de Saga y dentro de ellos de seguro venía aquel de la endoscopía que le realizaron para ver cómo se encontraba el implante, Saga sólo esperaba una cosa, no estar muriéndose más de lo muerto que estaba por dentro al igual que todos los demás.

— No quiero mentirte, Saga, estas embarazado— el rostro de Leo lo decía todo, lucía  serio y hasta podía decirse que algo molesto, pero él era un manojo de nervios, por un momento sintió que le faltaba el aire hasta que la voz del otro lo trajo nuevamente a la realidad— sólo bromeo, deberías ver tu cara, pensé que no caerías ¿Acaso piensas que los niños se hacen solos? ¿No tuviste la charla de como nacen los bebes? —el hombre de bata blanca reía a carcajadas tomándose el estómago con una mano mientras el gemelo quedaba boquiabierto.

— ¡Eres un idiota, me lo creí! —con su cara llena de vergüenza comenzó a lanzar las cosas que tenía a la mano contra el castaño, para después tomar la almohada y comenzar a golpearlo.

— Lo siento, lo siento —Leo seguía riendo mientras tapaba con sus brazos los golpes mullidos que le daba Saga— no lo volveré a hacer— los golpes de Saga cesaron y el castaño pudo mirarlo detenidamente, su cara seguía roja y miraba hacia otro lado en esas actitudes rencorosas que ya conocía del menor.

— Sé que lo volverás a hacer y por cierto si me dieron la charla, pero tú seguirás siendo un idiota— el geminiano se recostó en la camilla tapándose hasta la mitad de la cabeza con la sabana, buscando no ver al otro, estaba molesto y avergonzado pero más lo segundo que lo primero.

— La próxima vez que te lo diga prometo que será verdad— dijo Leo descubriendo un poco la cara del gemelo.

— Como tu dijiste, no se pueden hacer hijos de a uno— su orgullo no lo dejaba mirarlo, no quería cruzar miradas con el otro, no supo en qué momento se volvieron tan cercanos al punto de hacerse ese tipo de bromas y en qué momento el empezó a aceptarlas, “el encierro te cambia” pensó.

— Pero eso es fácil de solucionar, como te dije puedes pedirme lo que sea— Saga se tensó al sentir la mano del castaño apoyarse contra su vientre, esta frase sonaba diferente a sus bromas de siempre, por un momento se imaginó estar junto a Leo, fuera de ese lugar, caminando, quizás riendo y una lágrima cayó por la comisura de su ojo.

— Quiero mi libertad, Leo— su voz sonaba temblorosa, la pena había vuelto a él, por mucho que le agradara la compañía de su cuidador, no podía olvidar que arriba estaba su vida y que él seguía bajo tierra, no podía olvidar que era un experimento para un monstruo que sólo buscaba gloría y reconocimiento.

—Pronto, lo prometo— el hombre quitó la mano del vientre de Saga y acarició con cuidado la cabeza de este, consolándolo, aplacando su dolor y tristeza con su mano mientras el cuarto se quedaba en silencio, mientras afuera los gritos seguían  y el olor a muerte de los pasillos se hacía cada vez más denso. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).