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Mad Love ~ [Twoshot] por BicthLVL100

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La vida está llena de cosas hermosas, que yo quiero destruir… Entre ellas está él.

Su nombre era Samuel; un joven, atlético, desde hace mucho que se había interesado en el deporte, y según los rumores de algunas clientas era lo suficientemente atractivo para acaparar la atención. Entrenador privado en un gimnasio que se encontraba justo en el centro de la ciudad, el sueño perfecto de las chicas y motivación perfecta para atraerlas al mundo del ejercicio.

Atendía en su mayoría a chicas, una gran cantidad se interesaban en él, simples chicas huecas que solo querían su compañía durante un rato en el día, y muchas veces intentaban seducirle de la manera más descarada posible.

Algo que simplemente nunca sucedió, pues Samuel era bastante selectivo con sus amistades y muy pocas veces les dio importancia a estas insinuaciones, no era un chico muy romántico o sociable en sí. Desde hace mucho había aprendido algo:

El humano está hecho de sangre, huesos y un montón de sentimientos estúpidos…

Y lo había aprendido a las malas, no volvería a caer en lo mismo. Pero eso no le impedía divertirse de una o de otra manera con cada pequeña arpía que se le cruzara en el camino.

Claro que estaban sus excepciones, también tenía chicas que se preocupaban por su salud, que les gustaba hacer ejercicio o que simplemente querían cuidar su apariencia.

Lo último siempre se le hizo extraño, ya que él tenía sus propios métodos de belleza…

Tip #671: Para verte mejor desfigura las personas que te rodean.

Aquel muchacho tímido, servicial y amigable era lo mejor que cualquier chica pudiera toparse dentro de mucho tiempo. Todo un sueño, con cuerpo, cara y actitud reluciente.

Si, Samuel era toda una caja de sorpresas, la mayor de ellas aparecía cuando se encontraba a solas y las ventanas dentro de su hogar se sellaban y el silencio de su sótano era irrumpido por sus memorias manchadas de rojo.

Y es que Samuel era un poco, mucho, demasiado inestable en cuanto a su otra personalidad de trataba, de hecho, disfrutaba de cosas que las personas normalmente no harían.

Matar, por ejemplo… el chico no era lo suficientemente bueno como para clasificarlo como asesino serial debido a que, a sus veintiséis años solo lleva un total de seis víctimas mortales. Pero si tenía los suficientes créditos para que la policía y varios jueces le dieran una condena considerable tras las rejas.

Independientemente de que la mayoría de las veces no quería relacionarse con sus clientas, hacia un buen tiempo que le había puesto especial cuidado a una pequeña chica de quince años.

No era como que la niña le interesara, no tenía la edad suficiente o la apariencia para satisfacer sus fantasías; Lo que de verdad llamaba su atención era el chico que siempre venía a recogerla al terminar sus clases.

Su hermano, Guillermo…

Había cruzado un par de miradas y una que otra palabra rápida con él, lo que terminó fascinándole aún más, deseaba aprender más de él, lo que le gustaba… lo que no.

Era un muchacho bastante lindo, tez blanca y una complexión perfecta, un cabello castaño oscuro que era perfectamente complementado con esa tierna sonrisa y la manera tímida y cohibida en la que se presentaba cada vez que aparecía en busca de su pequeña hermana.

Lo odiaba, odiaba su mirada, sus labios que dibujaban esa asquerosa sonrisa, aquella sonrisa perfecta, repugnante…

Déjame enseñarte como se conjuga el verbo odiar…

Era una víctima demasiada perfecta para él; Se había estado conteniendo desde la primera vez que lo vio. Pero algo dentro de él, sabía que la espera valdría la pena…

Se había convertido es su obsesión. Una enferma y muy extraña obsesión, debido a que, a diferencia de sus otras presas, no solo quería verle muerto, agonizar o retorcerse, también lo quería, lo quería para él.

¡Aquel mocoso había hecho que nuevas sensaciones y “sentimientos” brotaran en él con tan solo una de sus estúpidas miradas, tenía que aniquilarlo!

Y bueno, La mejor manera de quitarse las ganas de matar a alguien es matándolo… eso es obvio.


~~~~~~~~~~~~

 

− ¡Hasta mañana Samuel!... − se despidió la pequeña acomodando su mochila en la espalda.

− ¿Llegó ya por ti tu hermano? − se extrañó de no ver al chico a su lado, siempre le ayudaba con la mochila.

− Creo que se atrasó, pronto va a llover y no quiero quedarme aquí, así que le envié un mensaje avisándole – respondió ella.

− Bueno, ten cuidado y hasta mañana Carol… − se despidió con esa sonrisa falsa que ya era de costumbre, en el mundo real, ese que estaba fuera de su hogar y la tranquilidad de su sótano no podía darse el lujo de tratar mal a las personas.

Quizás seria para la próxima, su víctima podría esperar unos días más, aunque siendo honestos, estaba ansioso, mucho más de lo normal. 

Quería tenerlo entre sus manos, las ansias de estrujar aquel cuello hasta dejar manchas en la fina piel, arrancar la piel y desgarrar la carne. Deseaba con todo su cuerpo escuchar el suave sonido de sus huesos crujir debajo de su cuerpo, quería matarlo, deseaba aniquilarlo.

− ¿Que caraj…? – finalmente algo sacó al sujeto de sus enfermas fantasías.

Notó aquel bulto en su entrepierna, sus sueños a veces lo emocionaban más de la cuenta, quería probar ese cuerpo a fondo, violar y despedazar cualquier gramo de inocencia en él.

Sentir aquel liquido rojo manchar su piel, junto con esos gritos de terror agonizantes que por alguna razón le parecían mil veces mejor que cualquier obra compuesta por el mismísimo Beethoven.

Sus enfermos pensamientos lo mantuvieron entretenido durante unas horas, hasta dejarlo solo en aquel establecimiento, fue mucho más tarde cuando un nuevo ruido interrumpiese.

− ¿Y ahora que…? – Samuel se giró bruscamente, intentando no perder el control de si mismo.

Solo para encontrarse con aquella pequeña figura, nervioso, tembloroso y con una sonrisa nerviosa.

− Lo siento, vine por mi hermana, me retrasé un poco y mi celular se quedó sin batería… − ahí estaba el, en todo su esplendor, la pequeña sabandija había venido hacia él después de todo.

− Ella se fue hace poco… − mostró de nuevo esa falsa sonrisa, el destino era bueno con él, todos se había ido y estaban totalmente solos…

− ¿De verdad?, ah van a matarme en casa… − maldijo, mirando nuevamente sobre sus manos aquel teléfono apagado.

− Ya está bien, no tienes por qué alterarte Guille… − Samuel respondió dando una palmada en la espalda del menor intentado tranquilizarle, este simplemente le regreso una sonrisa. Esa repugnante sonrisa que él amaba.

− De todas formas, gra… −

− No tienes porque, pero me sentiría muy honrado si aceptaras a tomar algo conmigo, desde lejos se ve que eres un chico interesante… − interrumpió, sus planes finalmente se cumplirían.

− Sí, bueno yo… no quiero causarle molestias, además… − el más grande notó la incomodidad de este al hablar − La razón… bueno, de cierto modo me alegra que no esté Carol… yo quería decirte…− titubeaba, mientras su rostro bajaba con aquella expresión tierna y adorable, era molesto, desagradable, lo detestaba,

− Me gustas…  −

Entonces todo se aclaró; El chiquillo estaba interesado en el…

 

POV’S Samuel~

− Anda no aceptare un no por respuesta, después de todo voy de salida − bien, punto para mi…puse mi mochila en el hombro y saqué las llaves, cerré la puerta de enfrente, para después tirar del brazo de mi pequeña víctima, guiándonos al estacionamiento…

− ¿Eres el dueño del gimnasio?… − el mocoso habló.

“¿Si fuera el dueño, tendría la necesidad de estas aquí trabajando como un vil esclavo en lugar de estar en casa cómodamente?”

− No, pero a veces me quedo hasta muy tarde y lo hago − contuve mis ganas de estamparlo contra el vidrio de algún auto, tengo suficiente con la pequeña bruja como para ahora soportar las estupideces de este mocoso consentido, sin embargo, mi curiosidad tenía que ver más de él antes de terminar…

− ¿Cuál es tu auto? – preguntó.

− Yo no tengo un auto… − respondí intentando ser amable.

− Entonces ¿porque venimos por aquí…? –

Para que nadie escuche tus gritos mientras te saco los intestinos uno por uno.

− Porque, si salgo por enfrente las chicas van a hablarme y ahora voy contigo… −

Inicié una conversación, no tenía intenciones de que fuera larga, ni siquiera interesante… según mi familia yo soy tan profundo como un charco.

Pero de alguna manera, la charla avanzó, teníamos bastantes cosas en común, no era como que compartiera mi gusto por despellejar gente y colgarla de un gancho. Pero… no resulto ser la rata miserable y pendenciera que creí.

Atravesamos el lugar, tenía poca iluminación y estaba desierto, era perfecto… pero algo me impidió acercármele. Era un chico bastante singular, parecía un buen chico, un miembro productivo de la sociedad que amaba a todo y todos a su alrededor… pobre imbécil.

− Yo no… mentía − habló de repente, mirándome de nuevo con esa expresión… esos ojos negros, brillantes y profundos, el sonido de su voz chocando contra la soledad de las paredes, me hacía sentir de alguna manera extraño.

− Yo, te amo Samuel… − estaba tan acostumbrado a esas palabras, al igual que el cariño de la gente, la sinceridad y las suplicas cuando el filo de mi cuchillo rozaba contra la carne, desde hacía mucho que no significaban nada para mí.

− Desde la primera vez que te vi… incluso le he pedido a mi hermana que me hable sobre ti, lo cual es muy difícil porque ella dice que tú eres muy centrado en tu trabajo, pero la verdad es que… − casi gritó, volviéndose a mí con aquella expresión decidida mientras que el rojo de sus mejillas brotaba lentamente.

Oh no, no te atrevas a mirarme así, ¡no te atrevas, maldita rata!

− Lamento mucho si te hago sentir incomodo con esta repentina confesión, pero yo… yo no puedo…−  noté como aquellas gotas comenzaban a caer por sus mejillas, pero no me sentí bien… no alegre, ni siquiera pude disfrutarlo.

Detente….

-Yo también…- respondí.

¡Detente ahora mismo, maldita sea!

Lo abracé, por primera vez mis manos se encontraban temblorosas, por primera vez fui yo quien tuvo miedo de que alguien se acercara a mí. Su pequeño cuerpo pronto correspondió a mi toque, y sus manos se posaron suavemente alrededor de mi cuello.

Hacia tanto que no me sentía tan bien… no de esta manera, sin gritos, sin golpes o sangre.

− Te amo…− susurró, a pocos centímetros de mi rostro, aquella voz tímida y mirada oscura dio paso al tacto cálido de sus labios. Rosando contra los míos, cálidos, suaves y pequeños, quería tenerlos, quería probarlos… quería que fuesen de mi propiedad hoy, mañana y para siempre.

Hay millones de personas en el mundo, pero definitivamente tu eres la peor…

− Te amo… − dijo, segundos antes de besarme, como si hubiese leído mi mente. Una sensación estática atravesó totalmente mi cuerpo al sentir sus labios sobre los míos, junto con un calor, el fuego del infierno finalmente me reclamó junto con mi corazón y el resto de mi cuerpo del que hoy fui víctima, y es que la carne es débil.

− Te amo... − respondí aun hipnotizado por su perfume, ¿Iba a cambiarme? De alguna manera… ¿iba a arrepentirme de esto?, lo más seguro es que sí.  No sería nada nuevo…

Lo odio y le llevaré siempre en mis pesadillas, metido en mi putrefacto corazón.

Le odio con todo mi ser, mis ganas de terminar con su vida no cesarán jamás; pero aun así no lo haré, porque desgraciadamente le echaría de menos junto con todo lo que me hace sentir.

 

Todo en mi vida ha sido una desgracia, Hasta que llegaste tú…y te convertiste en la peor de todas.


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