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Cómo salvar una vida - Vhope. por yoongiwontletme

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Notas del capitulo:

Demasiado indie rock para mi.

PARTE UNO: muñeco de porcelana roto.

Se sentó en las rocas más cercanas a la marea, como siempre. Inhaló el aroma a salitre y cerró sus ojos, escuchando el golpe brusco del agua contra las piedras. Suspiró pesadamente y apretó el papel dentro del bolsillo de su abrigo. 

La luz del amanecer estaba por aparecer, el reloj marcaba las cinco y media de la madrugada. Eso significaba que todo comenzaba a funcionar de nuevo en la ciudad. Todo a mil por hora. Gritos. Frenadas bruscas. Luces artificiales. Gente alocada. Estereotipos y los que te juzgan.

Nada de eso le agradaba a Taehyung.

Y se perdió pensando en el fastidio que la sociedad le causaba, entre otras tantas cosas.

Los pasos de Hoseok no interrumpieron sus pensamientos. El chico de cabellos negros volvía de la estación de servicios con dos latas de Coca Cola Zero, le tendió una al rubio y se sentó a su lado.

Juntos admiraron las ariscas olas y sintieron el suave salitre en la cara. Taehyung abrió la lata con un suave clic, Hoseok lo imitó y ambos dieron un sorbo. Ninguno hablaba, tan habitual.

Tomaron tranquilos la bebida, Taehyung seguía arrugando el papel en su bolsillo y pensando. Hoseok le miraba el perfil de vez en cuando y se le escapaba una sonrisa boba, de verdad le gustaba ese muñeco de porcelana roto.

Cuando las latas estuvieron vacías, Hoseok las agarró y se paró a tirarlas en un cesto de basura. Él estaba consciente de la contaminación ambiental aunque a Taehyung realmente no le importara.

El rubio ni siquiera miró al pelinegro cuando éste volvió. Seguía concentrado en el papel arrugado en su bolsillo y las duras palabras que contenía. Esas últimas palabras.

Necesitamos el dolor para poder expresar lo que realmente sentimos porque el dolor es lo que saca todo a la luz. Poetas o no el dolor siempre va a decidir acompañarnos. Poetas o no nuestro corazón pesa. Poetas o no lloramos, la diferencia está en que los poetas lloramos palabras que se convierten en historias.

Mis lágrimas nunca lo van a ser.

El dolor nos regaló a los poetas más talentosos.
El dolor nos regaló los poemas más hermosos.
El dolor nos convirtió en los poetas más famosos.
El dolor te convirtió en mi amor más tortuoso.
El dolor me convirtió en el ser más morboso.

Y SEGUIRÉ QUEBRADO.

Hoseok lo sabía. Sabía lo que significaba esa nota, lo que era ese papel, a quien pertenecía antes, sabía toda la dolorosa historia que los tenía a ambos sentados frente al mar.

Mar al que el cuerpo de Jeon Jungkook se impulsó bruscamente un quince de marzo después de escribir la nota de suicidio más confusa de todos los tiempos. Mar del cual Taehyung no se podía apartar porque tontamente buscaba consuelo.

Y Hoseok solo podía sentarse a su lado, esperando que el corazón del rubio volviera a ser accesible, para amarlo como su piel demandaba, para poder darle todo el cariño acumulado en su pecho.

Y el reloj marcó las seis de la madrugada, Taehyung se paró sin mirar atrás y comenzó a recorrer la vereda que lo llevaba a su casa, como siempre, como todos los días a las seis se iba sin decir nada.

Hoseok hizo un leve puchero y también se paró, comenzando a caminar en la dirección contraria. Se preguntó si alguna vez caminarían hacia el mismo lugar, tal vez hacia adelante, al mar. Tal vez a la izquierda, a la casa de Taehyung. Tal vez a la derecha, a la casa de Hoseok.

El pelinegro caminó con sus auriculares puestos. And I swear that I don't have a gun. No I don't have a gun. No I don't have a gun. Come as you are le explotaba los sesos. Memoria, memoria, memoria.

Recuerdos, recuerdos que mantenían a Taehyung en shock. Recuerdos que no dejaban que Hoseok avanzara en su misión de salvar la vida del muñeco de porcelana roto. Porque sí, eso era lo que Hoseok quería desde que lo encontró sentado en las rocas en plena madrugada.

Y es que Hoseok lo quería, lo quería hasta caerse de rodillas en el asfalto. Lo quería hasta el renacer y el amanecer. Lo quería hasta en la madrugada más fría tomando Coca Cola porque habían estado horas y horas mirando el mar.  Y esas eran las reglas.

Mirando el mar como si Jungkook fuera a aparecer de entre los muertos, como si Jungkook fuera capaz de arrepentirse de su suicidio, como si en algún momento fuera a salir de las olas y pedir perdón por todo el dolor causado.

PARTE DOS: costa de la demencia.

Puntualmente a la medianoche, dos chicos maniáticos estaban sentados en las rocas de la costa en la que Jeon Jungkook se quitó la vida, admirando el mar, las olas yendo y viniendo. El vapor de sus alientos saliendo en los suspiros, tan juntos y tan alejados.

No creas que es fácil para Hoseok tenerlo a unos centímetros de sí físicamente, pero a kilómetros mentalmente. ¿Cómo arrastrarse en esos pensamientos? ¿Cómo borrar el trauma? ¿Cómo deshacer el bucle?

Ni las palabras funcionaban, él lo había intentado una vez susurrando el nombre del chico. Y lo único que obtuvo de respuesta fue: “Sí, sí, sí… ¡Taehyung! Son las seis de la madrugada. Él se fue sin decir nada.”

No supo que quería decir eso hasta que logró dar con uno de los antiguos amigos del rubio. Éste le explicó que eso fue lo último que el señor Jeon dijo por teléfono justo cuando Jungkook murió.

Todo tenía tanto y nada de sentido a la vez. Hoseok sabía todo y nada. Era simple y confuso. Era claro y oscuro pero, ¿cómo entenderlo? ¿Cómo unir todos esos puntos para sacar de la laguna a Taehyung?

No lo conocía, eso estaba claro, pero por alguna razón se quedaba a su lado todas las madrugadas, admirándolo. Estudiando su respiración, Hoseok no era tan loco maniático como todos pensaban.

El único demente, y de amor, era Jungkook. La costa de la demencia fue creada por ese chico suicida, ese chico que tan enamorado estaba que terminó por desaparecer. La costa de la demencia que había secuestrado la mente de Taehyung.

Eran ya las dos de la madrugada. Hora de la primer Coca Cola de la noche. Hoseok se paró y corriendo cruzó la calle. Taehyung ni sentía la ausencia del pelinegro, Taehyung solo imaginaba como había sido la última noche de Jungkook.

Porque sí, eso era lo que Taehyung hacía. Salía de su casa a la misma hora que su mejor amigo lo hizo ese oscuro quince de marzo; a las diez de la noche. Caminaba unas cuantas cuadras hasta la costa y se sentaba en las rocas.

Taehyung recreaba en su mente, como un bucle, todas las acciones que Jungkook pudo haber hecho durante esas horas antes de su muerte. Tal vez escribió, tal vez cantó, o tal vez lloró antes de morir.

El pelinegro volvió con las dos latas de Coca Cola Zero y repitieron las mismas acciones de siempre. Sorbo, suspiro, sorbo, suspiro. Ni siquiera llanto o gritos. Sorbo, suspiro. Y a la mitad de la noche, la nota en la mano de Taehyung.

La mano en el bolsillo arrugando el papel por tres horas consecutivas. Sentimientos que rebalsaban en la cabeza de Taehyung y Hoseok lo miraba expectante. Simplemente lo miraba, en silencio.

Y esperaba que el rubio hablara, que dijera una mínima palabra, estaba bien si se daba cuenta de que estaba a su lado, que lo había estado por los últimos cuatro meses. Pero Taehyung no iba a salir del trance, no esa noche.

Porque es la costa de la demencia y nadie sabe cuánto cuesta la fianza para salir de ahí.

PARTE TRES: escribe un poema y sana las penas.

El pasado era oscuro como ese par de pupilas que tiene Jung Hoseok. El pasado está tan roto como el pecho de Taehyung. Pero es solo una hoja de otoño que se llevará el viento de invierno.

La chica de la estación de servicios todavía no podía descifrar cuantas noches llevaban ahí esos dos chicos sentados, pero solo sabía que eran consecutivas y siempre llegaban a la misma hora. Y nunca hacía nada.

Ella rogaba porque todo cambiara, porque el pelinegro le contara la historia. Algún día.

El viento era más fuerte ese día, las hojas jugaban en el aire y se chocaban entre sí. Hoseok estaba finalmente dispuesto a sumergirse en la costa de la demencia sin importar qué y rescatar al muñeco de porcelana roto.

Como cuando el príncipe rescata a la princesa del dragón, pero ahora era de verdad.

“Kim Taehyung, es suficiente.” Dijo con voz imponente después de meditarlo casi por cuatro horas. Realmente le había costado, hasta la voz le había temblado. No obtuvo reacción de parte del rubio. Ni una mirada, ni un movimiento. El chico seguía sumido en su mundo de imaginación.

Hoseok suspiró pesadamente. Levantó su mano y tocó el hombro de Taehyung. “¿Puedes escucharme?” Cuestionó en un susurro, tratando de buscar la mirada del rubio. Nuevamente, ninguna reacción.

Recordó el apodo que alguna vez le dijeron que Jungkook usaba para Taehyung: V. Pensó en si estaba bien usarlo. Apenas si se animaba a hablarle por su nombre. Tal vez ese apodo realmente era algo. Tal vez el apodo lo destrozaría. Ya no importaba.

“¡V!”

Un impulso. Una reacción.

“¿Jungkookie?” Preguntó Taehyung confundido.

Una reacción. Un impulso.

“¡Soy Jung Hoseok!” Gritó el pelinegro.

Pero Taehyung seguía sin entender nada. ¿Cómo ese (ahora que le había dicho que no era su mejor amigo) desconocido sabía del apodo? V, que era tanto en la amistad del rubio con el suicida. Esa broma interna que ambos tenían. ¿Cómo lo sabía ese tal Hoseok?

“Hoseok, escribe un poema y sana tus penas.” Dijo Taehyung en tono amable y le regaló una sonrisa antes de volver su mirada al mar y su mente a la laguna. Esa frase era algo que tenía con Jungkook, una forma dulce de mandar a alguien a la mierda.

Pero Hoseok no lo entendió. Escribe un poema y sana tus penas. Sonaba bien en voz alta, a él le gustaba. Sacó su móvil del bolsillo de su abrigo y abrió el bloc de notas:

Afuera está frío.
Su cabello cubierto de nieve.

Afuera está frío.
Y la sangre corre en mis venas todavía.

Afuera está frío.
Las penas flotan en el aire lentamente.

Afuera está frío.
Toma mi mano por el resto de la noche.

Afuera está frío.
¿Vas a estar de vuelta a las tres?

Él no era escritor, pero ahí estaban sus penas. Había que ser cauteloso para entender. Hoseok esperaba que Taehyung lograra entender cada una de esas líneas. No era tan difícil.

“He escrito algo, ¿vas a leer?” Dijo el pelinegro. “¡V!”

El rubio se volteó, frunciendo el ceño pero miró a los ojos a Hoseok. “¿Qué?”

“He escrito un poema para sanar mis penas.” Le extendió el celular.

Taehyung comenzó a leer, el bucle de su mente se dispersaba lentamente en cada palabra. Trataba de interpretar lo mejor que podía, pero estaba claro que era un genio interpretando poemas.

“Alguien te dejó en invierno, has estado cerca de la muerte por esa persona. Y todo eso te atormenta o atormentaba. La quieres de vuelta, le preguntas retóricamente si va a volver, porque ya sabes la respuesta: no va a volver nunca.” Resolvió Taehyung.

Estaba en lo cierto, tan acertado que dejó al pelinegro boquiabierto.

“Te toca.” Dijo Hoseok.

Si él hubiera sabido que los poemas quemarían ese bucle mental que tenía Taehyung alejando así de fácil, lo habría hecho desde el principio. Se habría evitado cinco meses de frío y confusión. Pero estaba bien por otra parte, había aprendido algunas cosas.

Taehyung tomó el móvil y comenzó a escribir:

¿Sabes lo que es sentir el fuego por dentro
y una impotencia que no sale por otro lado
que no sean tus ojos?

Lo que es llevar una mirada triste
y que tu sonrisa se quiebre en la mitad.

¿Sabes lo que se siente estar completamente roto,
hecho pedazos, quebrado?

Lo que es sentir que nunca
más vas a ponerte “bien”

Lo que es estar sumido
en un horrible bucle mental.

No lo sabes, Jeon Jungkook, porque no fue
tu mejor amigo el que se suicidó.

Porque a ti no te dejaron partido al medio de dolor.

Penas que quemaban. Penas llenas de furia. Porque Taehyung estaba enojado, y dolido. Ahora que una tonta consonante y unos tontos poemas había deshecho el bucle mental en su cabeza, todo era más claro para él.

La sociedad con la que tan enojado estaba por haber llevado a su amigo a la costa de la demencia, se hacía presente en sus pensamientos más claros. La sociedad que crucificó al demente de Jeon Jungkook por amar de esa manera loca y apasionada a un tal Kim Seokjin.

“Hay otras costas, Taehyung. Voy a llevarte a conocer otras aguas, tal vez no sientas a  Jungkook allí pero es que ya es hora de dejarlo partir. Es hora de dejarlo que nade en paz en su dolor hasta curarse, como tienes que curarte tú.” Dijo Hoseok al terminar de leer y tomó la cara de Taehyung entre sus manos.

Los pómulos fríos subieron cerrando sus ojos por una sonrisa boba. “Llevas mucho tiempo aquí, ¿verdad, Hoseok?” Dijo el rubio y rio.

Ya fuera de cualquier red, Taehyung miró bien a la cara del pelinegro e imaginó todas las cosas que éste había hecho por él sin conocerlo, solo con la intención de hacer que siga en el mundo de los vivos.

Creyó que merecía un premio, y se dio cuenta que estaba volviendo a ser quien alguna vez había sido porque solo podía pensar en un beso como premio. No sabía mucho de nada pero él quería besarlo en forma de agradecimiento.

Tal vez era por la manera en la que los ojos de Hoseok lo miraban o la expresión de interés puro que su cara delataba, pero Taehyung moría por besarlo. Sentía su corazón descongelarse, como si los hilos que lo habían convertido en una marioneta se cortaran.

Finalmente ambos incineraron la distancia entre sus labios y como si fuera algo de toda la vida, se besaron. Un beso de amor verdadero que salva a la princesa del sueño eterno.

Es fácil salvar una vida, se trata de la presencia, constancia e interés. Se trata de volverte un maniático sin importar qué. Se trata de soportar cosas que jamás soportarías por voluntad propia. Salvar una vida es darlo todo para lograrlo. Salvar una vida es perderse a uno mismo con tal de devolver al otro a este mundo, hacer que se quede.

Salvar una vida es tener esa ceguera que te lleva a lograr lo que te propones. Es escribir algunas cosas y reventarte los sesos de tanto pensar soluciones. Salvar una vida es buscar todas las alternativas posibles.

Taehyung perdió a un amigo, gran parte de la vitalidad se fue por un tiempo, pero Hoseok salvó su vida con paciencia, dándolo todo. Y ahora se la iba a compartir hasta donde su cuerpo pudiera.

Notas finales:

:-)


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