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¿Buscas Venganza? por Wermai

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Muchas gracias a todos lo que leyeron el primer capitulo de este fanfic :3 

Espero que este y los pricimos capitulos, complan sus expectativas :')

Es cosa de Genética II.

Eren era hijo único. Era el único hijo de Grisha y Carla Jeanger, aquellos catalogados casi como la pareja más feliz de todo el pueblo.

Se conocieron el día de “La Gran Tormenta”, cerca de la madrugada. Cuando comenzaron a sonar las alarmas de la acaudalada ciudad sin luz.

Por la radio los reportajes del incendio e inundación frustraban el corazón de todas aquellas personas de bueno sentimientos, tal como lo era Grisha, quien desde su pent-house podía escuchar el llanto de niños llamando a sus nanas por la falta de luz, los incesantes chillidos de las ambulancias, camiones de bomberos y patrullas de policía. Ya para ser las tres de la mañana, la situación era más que desalentadora. Viendo el cielo, Grisha creía que se comenzaría a grietar y caer en cualquier momento; pensó que era el fin del mundo. Se sentía algo mareado por los constantes sismos que cada vez era un poco más fuertes y el humo de la reserva natural que comenzaba a empapar la ciudad.

Le pareció irónico, con esa tormenta y un incendio.

Le temblaban un poco las manos, no sabía nada de su familia y comunicarse era casi imposible ya que, gracias a los truenos, la estática parecía cortar cualquier señal de telefonía. Hasta algunas veces el viejo radio a pilas dejaba de funcionar. La ansiedad  por no saber absolutamente nada, lo estaba volviendo loco.

Mas y como si de alguna especie de raro milagro se tratase, la señal intermitente de la radio comenzó a pedir a gritos voluntarios para ayudar a los rescatistas en la zona de la inundación, por lo que sin pensarlo dos veces, Grisha tomo su gabardina de gamuza y salió en plena tormenta.

Las calles eran un caos total, coches estrellados, semáforos sin funcionar, las vías inundadas y una obscuridad total, levemente rota por los relámpagos.

La idea del fin del mundo volvió a su cabeza.

Se congeló lleno de temor en el marco de su casa, observó las llaves del auto en su mano y notó lo imposible que era llegar si quiera a la tienda de la esquina. Pensó en una sombrilla, y al entrar por una, su mente rememoró las escasas ocasiones en las cuales, en plena tormenta, los viejos Toons de Cartoon Network casi mueren a causa de un trueno.

Pero eso no pasaba en la vida real ¿Cierto? ¿Cierto?. Con pleno incendio en la ciudad, Grisha dudo.

Nuevamente se posó frente al ventanal. Nunca había sido una persona valiente, pero como si esos truenos a lo lejos fuesen una señal de ayuda y temor, sintió como si el cielo entero le pidiera hacer algo, cualquier cosa.

Salió corriendo de su casa sin siquiera cerrar la puerta. Aunque claro, temblando hasta el dedo pulgar del pie.

Corriendo hacia la estación de radio, Grisha pudo notar la más pura desesperación, algunas personas intentaban ir a las zonas aledañas al incendio o inundación donde vivían sus familiares, muchos otros intentaban escapar de la ciudad. El ruido de los carros era insoportable, solo escuchaba pitidos, sirenas y una que otra ocasión un policía llamar a la calma mediante un megáfono.

Sin embargo, justo en ese momento, un relámpago alumbro la ciudad y Grisha pudo apreciar el momento exacto donde un hombre viejo pasaba junto a él a una velocidad desorbitante, y junto a él, una joven muchacha.

Pasado el estallido del trueno, la luz del mismo auto de hace un momento incendiándose volvió a alumbrar la calle. Había chocado contra un poste de luz a solo escasos metros de su posición.

Grisha corrió hacia el coche. A pesar de la lluvia, las llamas no bajaban y estaba seguro que pronto explotaría. Sin tiempo a meditarlo, abrió la puerta del copiloto donde saco a una hermosa mujer de unos veinte años de edad, con el cabello castaño más hermoso que hubiese visto en su vida. Estaba inconsciente.

Tuvo que correr buscando ayuda, no le quedó más que ver por la mujer que había salvado de la muerte. Los hospitales estaban llenos y el servicio era escaso, sobre todo por las maquinas carentes de energía. A raíz de eso, Grisha cuidó de ella en su propio hogar, no salió más a la calle y se limitó a orar por la buena salud de todos.   

Al día siguiente los medios lo catalogaron como héroe, lo mismo que la muchacha, llamada Carla, por supuesto. El padre de Carla, su único familiar, murió debido a la poca atención médica y, aunque la chica era adinerada y no la faltaba absolutamente nada, la soledad atacó su salud mental, llevandola a un duro periodo de depresión. Fue Grisha quien estuvo con ella en cada momento hasta que, juntos, salieron de eso.

Grisha llego a cuidar a Carla como su hija, hermana menor, madre y también, como la mujer que amaba.

Un año después se casaron, el mismo día de la Gran Tormenta. Otro año más y nacería lo que sería la más pura felicidad de la pareja: Eren.

Cuando Eren nació, el sol brillaba con fuerza, el pueblo estaba en las fiestas de pentecostés y lo primero que vio el bebé al nacer, fueron las grandes sonrisas de sus padres. Lástima que más adelante no pudiese recordar absolutamente nada de ello.

Al minuto lo olvidó y lloró como ningún otro niño en ese hospital lo hubiera hecho antes. Lloró, no por hambre, ni frío, tampoco se sentía mal. El bebé Eren lloraba por un profundo dolor en su pecho, aunque físicamente estaba perfecto.

Los médicos dejaron consignados que era posible que hubiese nacido con alguna clase de enfermedad mental que le mostrara horribles alucinaciones, debido a los dos días siguientes en los que continuó su llanto. Pensaron que moriría, de hambre o cansancio, pero al tercer día se detuvo y el episodio nunca más en su vida se repitió.

Sion embargo, la perfecta pareja Jeanger no escatimó en llevar al pequeño a un especialista de la salud mental.

Lo que paso allí adentro solo lo sabe Eren. Y el difunto psiquiatra.

El pequeño Eren de siete años no quiso decir nada, por lo que su especialista diagnosticó que era un niño completamente sano. No fue necesario nada más para ellos.

Y es que Eren siempre fue un niño “tranquilo”. Amaba las cosas y personas de su alrededor, y con él nació el deseo y los sueños. Tenía una fuerza interna que no lo dejaba rendirse tan fácil. Carla siempre dijo de él que era un chico testarudo. Poseía, también, un alto sentido de la justicia, defendía lo que creía correcto y obraba conforme a su propia conciencia.

El problema del joven Eren radicaba en que no tenía una idea clara de justicia y, como todo, esta iba cambiando conforme a las situaciones. No entendía el funcionamiento de la vida, como tampoco entendía el funcionamiento de los pensamientos y la psiquis humana. Lo ignoraba, en realidad.

Entonces las malas intenciones hacia él pasaban desapercibidas. Era más bien como si algo dentro de él se hubiese atrofiado, pues no huía del peligro obvio pues, básicamente, no lo creía tan obvio.

Creció rodeado de buenos sentimientos. Prefería salir a jugar que ayudar a su madre en casa, sus bicicletas no duraban más de un mes gracias a los golpes que le daba y el uso constante. Sus padres, sin embargo, siempre fueron comprensivos. Admiraban la tenacidad de su hijo y su amor por la vida, por querer experimentar sentimientos diferentes en cada momento pues sabían que Eren llegaba a ser algo lento y bueno casi en exceso, mas aquello lo vieron como una bonita cualidad que como un error que deberían de corregir.

En resumidas cuentas, Eren era un idiota.

Pero con más idiotas como Eren, el mundo sería mejor.

El chico de ojos esmeralda siempre vistió ligero. Su “armadura” siempre tenía que estar preparada para todo. Hoy para rescatar a Armin de los brabucones, mañana para hacer los recados de su madre, tal vez otro día para luchar contra un Dragon legendario y, posiblemente, para la tarea más aterradora y alocada de todas, pasar cerca de la casa de los Ackerman.

A pesar de los rumores, Eren no entendía porque nunca fue capaz de pasar cerca de la casa de los Ackerman o del laboratorio del Sádico Doctor. Admitía que les temía, pero existía algo que latía fuertemente en su pecho cuando pensaba en el Señor Doctor Ackerman. Más que miedo, el menor sentía una inmensa curiosidad.

La primera vez que le vio fue a sus 13 años, cuando llego a compartir clase con él.

Iba vestido con unos pantaloncillos marrones que apenas tapaban sus muslos, junto con unos tirantes rojos sobre una camisa de cuello blanca, implacable, sin mangas. Adornado con un único botón y un moño igualmente rojo y un par de viejos zapatos de amarrar.

Lejos de su atuendo, son rodillas eran demasiado blancas, casi le parecía ver un fantasma. Su baja estatura se veía extraña comparado a lo largo de sus manos y dedos. Un cuervo posaba en su cabeza, o eso le pareció notar.  Su rostro era fino, muy fino. Como una caricatura.

Mas no vio sus ojos, no esa vez.

A Eren de 6 años le fascino el Levi de 8. No solo por su estilo que definía, dentro de su restringido vocabulario, como diferente, algo chistoso y casi mágico, bizarro, para ser más preciso. Y es que su obscuro cabello simulaba ser el punto más profundo de un agujero negro, sus manos eran elegantes y estilizadas, lo que sumado su imponencia a la hora de caminar lo hacía catalogarlo como fuera de este mundo. Simplemente le encantaba todo de ese sujeto, hasta el alarido ronco y molesto que surgió de sus labios en contra de su hermana.

Era increíble, era como si la propia ambientación del lugar cambiaba gracias a él, para él.

A la menor de los Ackerman le lucia bien aquel vestido hasta el cuello y aquellas medias a rayas verde oscuro y negro, lo mismo que sus zapatos planos. Papá Ackerman, por otro lado, era alto y delgado, pintaba una sonrisa casi de payaso junto con un perfecto traje negro con infinidad de detalles y un gorro idéntico al que usaba Michael Jackson. No tenía nada que decir de la extraña pipa que alejaba y acercaba a su boca cada cantidad de tiempo.

Cuando Levi pasaba la gente se corría un poco, le lanzaban un par de miradas de respeto y curiosidad para luego chismosear un rato. El ceño fruncido de Levi, mostraba un millar de sensaciones: fastidio, diversión, satisfacción, engaño y un gran sentido de superioridad y autosuficiencia.

Eren no supo que pensar.

Al poco tiempo fue su cumpleaños. Armin le regalo una consola Wii con todos los accesorios. Grisha y Carla remodelaron por completo su cuarto, cada vez uno más animado que el anterior. Hubieron dulces y pasteles, bebidas de todos los colores y sabores. Vecinos de toda la manzana asintieron  y en poco tiempo la casa de los Jeager pareció ser una juguetería.

Hasta que finalmente llegaron los deseos del cumpleañero. Como cada año, Eren tenía derecho a pedir un obsequio por cada año de vida.

Pidió que su madre hiciera tortillas con mermelada todos los miércoles durante un mes, que Grisha trabajara menos, entre otras cosas, hasta que el séptimo regalo del cumpleañero llegó: Eren pidió un poster de la película animada “El cadáver de la novia” y aunque sus padres se extrañaron un poco, no le dieron trascendencia.

Poco tiempo después, fue su cita con el psiquiatra.

El hombre quien atendió a Eren, algo gordo y pálido, caminaba extraño pues sus piernas eran demasiado cortas y delgadas para el tamaño de su panza por lo que cuando comenzaron con la sesión, el pequeño Eren pensó que ese hombre estaba loco.

-¿Cómo te llamas? –Pregunto rutinariamente. Su voz era algo chillona y su sonrisa pequeña daba algo de escalofríos.

-E-eren, señor. –Dijo algo cohibido.

El hombre le dio la espalda y comenzó a mirar a la ventana hacia en dirección al sol.

-¿Te gusta el sol, Eren? –Dijo, nuevamente, sin darle cara.

-Supongo, es divertido jugar en el sol. –Dijo con dulzura impregnaba.

A Eren solo le sorprendía pensar que ese hombre llevara un caleidoscopio cuando no era médico.

Un par de minutos se hizo silencio. Eren estaba en una silla alta viendo la espalda del doctor. Meneando suavemente sus pies de adelante hacia atrás intercaladamente.

De pronto el silencio se vio interrumpido por las risas bajas del doctor, que, sin previo aviso, volteo con fuerza dando la cara a Eren, riendo a carcajadas.

-¿Y la vida, Eren? ¿Qué crees de la vida, niño? ¿Te gusta? ¿La desprecias? ¿La amas? O ¿Acaso alguna vez la viste? -Le dijo, casi gritando.

El niño tragó saliva antes de responder.

-¿La vida se puede ver, Señor Doctor? –Dijo tímido, ante lo cual no obtuvo respuesta alguna. –No-no entiendo muy bien su pregunta… pero consideraría la vida ¿normal?  Es como todo, la casa, mi bici, mamá y papá y Armin. Creo que es normal.

El doctor inspecciono al niño un par de minutos antes de relajar visiblemente su semblante y resoplar lentamente. Saco desde un cajón una gran paleta roja y blanca.

-Tienes razón, Eren. –Le dio la paleta. –La vida es normal. Como tú. Tus padres son algo paranoicos ¿No crees? Estás perfecto.

La imagen de ese hombre pareció cambiar, Eren ya no lo vio tan godo y bajo como anteriormente. Tampoco tan pálido.

Se sorprendió un poco por el cambio brusco de actitud, pero no estaba seguro de la cantidad de trastornos que ese hombre poseía. Recibió sin recelo la paleta del extraño especialista, quien sin más se limitó a observar su reloj de muñeca.

-Aún nos queda algo de tiempo, pequeño. ¿Te gustaría preguntarme algo en particular o contarme alguna anécdota? –Dijo amablemente, ante lo cual el joven Eren se mordió levemente el labio.

-Creo que es mentira lo que dice. –Confeso. –Hay algo mal conmigo. –Las manitos de Eren se juntaron mientras las entrelazaba y soltaba nerviosamente.

-Puedes decirme lo que te angustie. –Ofreció el Doctor. –Mi diagnostico ha terminado, no diré nada de esta conversación a tus padres.

Ante aquellas palabras, Eren asintió.

-Creo que tengo algo mal porque, aunque todas las personas dicen que el Señor Sádico Doctor Ackerman es alguien malo, no me parece que sea así. –Eren confeso aquello de forma rápida, apretando sus párpados con fuerza, como si estuviese a la espera de un regaño.

Un silencio se prolongó por varios segundos, más el hombre no tenía la intención de regañarlo.

-¿Hablaste con él? Es decir ¿Hablaste y él te respondió? –Preguntó.

-No, señor. Solo lo vi en la calle.

El hombre saco de nuevo una paleta, la desenvolvió de su envoltorio y comenzó a comerla.

-Te contare una historia, pequeño. –Se reclinó levemente en su cómoda silla y miró el techo con seriedad- El doctor Ackerman y yo somos amigos desde hace cuatro años. Hemos compartido un par de experiencias y tienes razón, el doctor Levi no es un mal niño, en realidad es muy inteligente, sabe mucho, más que yo cuando tenía su edad.

-¡¿Conoce al Señor Sádico Doctor Ackerman?! –Preguntó emocionado.

-¿Podemos evitar lo de Sádico por ahora? –Eren rió por lo bajo mientras asentía. –Al igual que a ti, para ingresar a la escuela, el Doctor Ackerman vino a mi consultorio. Le hice las mismas preguntas de rutina, hasta utilice diversos test para observar su estado anímico.

-¿Y qué salió? –pregunto, emocionado.

El doctor hizo una pausa.

-Todo perfecto. Un niño de 5 años que comprendía el funcionamiento de la vida y el universo, hasta la psiquis de la persona más que cualquier libro de autores viejos que dedicaron su vida a ello. Debatimos un par de estos, todos los desacreditó. Aun así, cuidaba sus palabras y expresiones, no note nada más allá fuera de lo normal, solo una incómoda sensación en el pecho. Con Mikasa y Don Kenny sucede algo similar. Pero no como el joven Ackerman, es un prodigio.

-¿Pero ustedes son amigos?

-A veces necesita cosas y como aún no tiene ingresos fuera de su padre, le presto lo que necesita. No quiere que su padre sepa que compra algunas cosas.

-¿No está mal eso? –Preguntó Eren, confundido.

-No para el Doctor Ackerman, aunque ¿sabes? Subí un poco de peso desde que lo conocí, hasta me encogí un poco. Puede que experimente conmigo. –En esta ocasión el doctor se reclinó sobre la mesa, acercando su rostro a Eren, como contándole un secreto.

-Señor Doctor, disculpe, pero eso no tiene sentido. –Reprochó entonces, haciendo que el hombre se riera un poco.

-Tienes razón. –Y después de una pausa, prosiguió.- Eres un niño en perfecto estado, Eren, dudo que Levi tenga intención de hablarte. Simplemente no le sirves, pues ¿Para qué? No te veo con una función, no eres como Mikasa o la señorita Hanji.

Luego de verbalizar aquellas palabras, el medico rio por lo bajo justo en el instante en que la alarma sonó indicando que el tiempo de la consulta había terminado. Ante aquella alarma y sin emitir palabra alguna sobre lo dicho, Eren se despidió amablemente y con un brinquito llegó al piso.

-¿Sabes de la gran tormenta? –pronunció el hombre y Eren asintió. –El número de las personas que murieron dan un nombre: Tu abuelo, Su nombre comenzaba por I, fue la primera persona en morir; Una enfermera del hospital cuyo nombre empieza por V; la señora Ackerman dando a luz, dicen que su nombre comenzaba por E.
Pero hubo alguien más, aunque toda la gente lo ignore, el día que el Doctor Ackerman nació también murió… Da la casualidad que el número de personas que murieron y la inicial de su nombre, es Levi. Aunque, es solo una casualidad.

Eren escuchó sin saber que responder mas luego de una pausa, procedió a abandonar el inmueble.

Durante varios días no dejó de circular por la cabeza de Eren las palabras del extraño Doctor, pero de igual forma, aquella historia solo consiguió aumentar su interés por el mayor de los hermanos Ackerman, aquella persona en la que pensaba cuando veía al techo y notaba el poster de “El Cadáver de la Novia.”

Lo mismo que hacía cuando veía la mano de la “otra madre” de Coraline.

Este poster había sido fruto de su trabajo en la casa de Hannes, cortando césped, sacando la basura y recogiendo las hojas en otoño. Hasta en una ocasión tuvo que pintar la cerca… o bueno, solo ayudar a Hannes en todas aquellas labores, casi haciéndole el trabajo al hombre rubio, el doble de difícil. Pero la señora de Hannes amaba tener al pequeño Eren a su lado y a pesar de todo le dio el dinero exacto para conseguirlo, aparte de llenarlo diariamente de dulces y limonada.

Tuvo que pedirlo vía internet, y al notar su localización satelital, creyeron que hablaban con el mismísimo Ackerman, hasta que el niño aclaro el malentendido.

Dos días después llegó y lo pegó en la pared al lado derecho de su cama. Eran muy similares a las manos de Levi, delgadas y blancas.

A pesar de todo, no tenía muy en claro que pensar con respecto a él.

Finalmente, llegado el momento que el destino apreció correcto, Eren salvo a una niña de caerse en el pueblo al estilo de la reina de corazones. El resultado no pudo ser otro que salvar a la mismísima Merlina. Desde allí se hizo amigo de Mikasa y se acercó más a la familia Ackerman, en especial a Levi. Pero aunque muchas veces cuando los veía en el pueblo y se acercaba a saludar a Mikasa, al saludar a los dos Ackerman mayores, era trsitemente ignorado. Pocas veces Kenny sonrió y le devolvió el saludo.

Pero Levi jamás lo hizo.

Cuando se atrevía a mirar a sus ojos no veía más que un reflejo gris perdido en otro mundo.

Una vez más, un miércoles cualquiera con Mikasa, pensó en él. Ya habían empezado a estudiar juntos y en los meses que llevaban Levi no se percataba de su existencia, Eren siquiera intentaba ya acercarse. Recordó, de pronto, lo que dijo el doctor. No pudo contener más la curiosidad y, ya con trece años, se atrevió a preguntar aquello que sepultó durante años en su corazón.

-Mamá, ¿Cómo era el abuelo?

Carla lavaba calmadamente algunos trastes que dejó caer en la cocina. Al escuchar la pregunta sus ojos se llenaron de lágrimas y sus manos temblaron casi con violencia. Algo apretaba su corazón con fuerza a la par que un montón de nostálgicas imágenes desfilaban en su mente.

-Estoy feliz que lo preguntes. –Dijo, atrapando a su hijo en sus brazos. –Era una persona maravillosa, veo mucho de él en ti. Comenzando por esas cejas pobladas. –rió serenamente.

Durante esa tarde, Carla se dedicó a rememorar a su padre y a compartir con su hijo unos de los recuerdos más valiosos para ella.

Cuando llegaba la hora de la cena, Carla se dispuso a marcharse.

-Una pregunta más. ¿Cómo se llamaba el abuelo? –Le detuvo Eren.

Carla rió un poco.

-Claro, casi olvide decírtelo. Que tonta. Su nombre era Bartolomé.

-¿Bartolomé? –Cuestiono.

-Sí, Bartolomé.

Eren estaba algo desconcertado.

-Pero entonces no empieza con I o E o V, ¿su apellido tampoco?

-¿Qué? Claro que no. A menos que tuviera otro nombre y mamá y yo jamás supimos.-Rió nuevamente. -¿Por qué tanta curiosidad?

El preadolescente suspiró.

-Nada en particular.

Exactamente era lo que necesitó escuchar. Era imposible que Levi fuese una mala persona, aparte de su gran cerebro, su mala mirada y su lúgubre estilo, no era un muchacho que debía catalogarse como malo o extraño, era casi normal.

Casi y perdió por completo el interés en él, hasta que…

-Emm Disculpe, Señor Levi. –No entendía que lo había impulsado a decir aquello.

Levi siempre había llevado esplendidas creaciones e inventos a clase, pero jamás había hecho algo como aquello. Con ese bicho a su lado hasta parecía que sus ojeras se ensanchaban.

Y por primera vez en su vida, Levi dirigió unas palabras hacia él. Varias, de hecho, aunque todas mal intencionadas.

Cuando Eren levantó hacia él su rostro pudo apreciar nuevamente su criatura. Era mucho más inteligente que las que ha traído antes, casi que razonaba similar a un niño pequeño. No tenía más que unas delgadas y finas manitos robóticas. Y por donde se viera era como un diminuto fantasma de trapo, pero con plumas. Levitaba, aunque no tenía alas, su cabeza, también traposa de plumas, poseía unos ojos grandes y una boca como cocida. Sus cabellos eran despeinados y puntiagudos.

Era hermoso, todos morían de ganas por tocarlo.

-¿Te gusta esta cosa? –Fue cuando Eren vio directo a sus ojos, y por primera vez en todo el tiempo que lo conocía, Levi estaba en la tierra, allí con él, viéndolo a él.

Conoció sus ojos y sintió que algo le recorrió por todo el estómago. Un montón de colores se agruparon en un solo orbe, azul y gris. Le gustó, más aun cuando pudo combinarlo con el resto de su cara perfectamente dibujada y esa voz ronca que dedicaba solo a él.

Casi chilló de emoción al ver ese leve sonrojo sobre el pómulo izquierdo del Señor Sádico Doctor Ackerman.

-Te la doy, entonces.

Aunque la situación se sintió a su lado malhumorada y la clase entera miraba extrañados al Ackerman, hasta incluso la misma Merlina, él no despegó sus ojos ni Eren apartó la mirada de aquellos orbes.

Hubo una eclosión. Y aunque su sonrojo llegaba hasta sus orejas, ni para ello tenía tiempo de pensar.

La sonrisa de Levi le recordó a Sweeney Todd.

Pero no le molestaba, le gustaba. Y rogaba que ese momento no acabase jamás.

No por ahora, no en esta vida.

Vida, por favor.

Por favor…

Notas finales:

De nuevo, gracias a todos lo que leyeron este cap.

Espero cualquier tipo de opinión en los reviews, todos seran bien recibidos <3


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