Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Inocencia por Arawn87

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Saludos a todos, esta es una historia escrita para el ficsoton MiloxAfro. Va dedicado a todas quienes participaron del evento, y por supuesto, a todos quienes gustan de los personajes y la pareja.

Notas del capitulo:

Saint Seiya no me pertenece (si lo hiciera Afrodita tendría mayor protagonismo), es propiedad de Masami Kurumada y Toei animación.

Inocencia

Caminaba a tropezones, sin lograr prestar atención al camino. El sol pegaba fuerte esa mañana, recordando que aún se encontraban en verano, y su reflejo en la tierra hacía que el pequeño aspirante sudara a proporciones. Normalmente estaría buscando alguna sombra para refugiarse, pero no en ese momento, ahora solo quería alejarse rápidamente de aquello que confundía su infantil raciocinio. Estaba confundido, él admiraba a ambos, pero era raro verlos así, muy raro, demasiado raro. No entendía, eran hombres y los guerreros más poderosos de la Orden ¿tenían permitido esa clase de comportamiento?

El aprendiz de Escorpio iba tan concentrado en sus reflexiones que no notó cuando el camino de tierra se convirtió en un pequeño prado.

- ¡¡No pises las flores!! –una voz llamó la atención de Milo, quien detuvo su andar para ver hacia donde estaba la persona que le gritó, encontrándolo a unos metros a su derecha.

Era un niño con el que no solía hablar mucho, porque no se encontraba dentro de su círculo de amistades. Afrodita, el aprendiz de Piscis.

- ¿Cuáles flores? –preguntó viéndolo acercarse.

- Las que estás pisando tarado, son mis flores, yo las planté aquí… -respondió molesto, mientras se cruzaba de brazos.

- ¿Tarado? –Repitió sintiéndose ofendido- Es tu culpa por plantar en medio del camino…

- No es el medio del camino, es la zona de entrenamiento correspondiente a MI SIGNO –recalcó el otro- agradece que no las hice venenosas o ya estarías en el suelo…

Milo abrió los ojos a más no poder, viendo a su alrededor. Estaba rodeado de hermosas y pequeñas rosas rojas. Recordó que su maestro le había ordenado mantenerse alejado de la zona Piscis, precisamente porque su aprendiz ya había aprendido a crear rosas venenosas cuya esencia se esparcía varios metros a la redonda, y por ello el área de ese signo se encontraba tan apartada del resto. Todos los aspirantes tenían claro que no era un lugar por el cual debieran cruzar, ¿cómo no se dio cuenta hacia donde se dirigía?

- Bueno, yo…

- Como sea, solo vete de aquí niño, me estás interrumpiendo… -le dijo con cierto desdén, dando media vuelta para continuar con la que fuera su labor. Sin embargo, el pequeño griego se caracterizaba por ser fácil de provocar, y considerando lo grosero que estaba siendo el otro niño, no le dieron ganas de obedecerlo.

- ¿Interrumpiendo qué? si solo estás vagando. Además, mira lo que hago con tus cochinas flores… -sin dar tiempo al otro de replicar, Milo comenzó a arrancar las rosas, con sus pies y manos, sin importarle que esto último le produjera profundos cortes.

- ¡¡Para tonto!! –Afrodita corrió a toda velocidad hacia el niño y sin más le lanzó un puñetazo en el pómulo, logrando que fuera a parar al suelo.

De esa manera, ambos aspirantes comenzaron a rodar sobre las flores, golpeándose con lo que pudieran, incluso dando mordidas, como la que casi deja una cicatriz en el antebrazo de Milo. Estuvieron así un buen rato hasta que ambos se cansaron, terminando de espaldas en el suelo, uno al lado del otro, respirando agitados e intentando recuperar el aliento. A eso le siguió un largo e incómodo silencio, que fue roto por el menor.

- Golpeas fuerte… es difícil de creer viniendo de ti –comentó mientras se tocaba el labio partido. Fue algo inocente, pero aún así hizo que el otro volteara a mirarlo con el ceño fruncido.

- ¿Qué significa eso?

- Eh, nada malo, en serio. Es solo que te ves muy frágil y delicado... Sin ofender –agregó al ver la cara que ponía el otro- No lo digo por molestar, yo de verdad…

- Olvídalo, no eres el único que piensa eso… -lo cortó con voz cansada, volviendo a ver hacia el cielo.

Pasó otro rato en el que se dedicaron a observar las escasas nubes del firmamento, sintiendo el aroma de las rosas llegar a ellos gracias a una suave brisa que comenzaba a soplar. Luego, en perfecta sincronía ambos se incorporaron hasta quedar sentados frente a frente, sintiéndose algo avergonzados por lo que acababa de ocurrir.

- Tu mano está sangrando…- el comentario de Afrodita llamó la atención del pequeño escorpión, que hasta ese momento no había notado el profundo corte en su mano derecha producto de su arranque de ira contra las rosas.

- No es nada, ni me duele… -señaló intentando ocultarla tras su espalda, pero Afrodita se la tomó antes de que lo consiguiera.

- Se te puede infectar, créeme, lo sé –murmuró  examinándola con cuidado. Un ligero rubor se apoderó de las mejillas de Milo al sentir el cálido y gentil contacto de su futuro camarada- Te la vendaré…

Para desconcierto del menor, de un segundo a otro Afrodita se quitó la camiseta y comenzó a rajarla en varias tiras para iniciar con su tarea de enfermero. Milo no fue capaz de replicar, estaba demasiado embobado mirado al otro niño para conseguir articular palabra.

Era primera vez que tenía un contacto tan cercano con el aprendiz de Suecia y no sabía cómo reaccionar frente a ello. A Milo le parecía un niño misterio y retraído, que solo hablaba con Shura y aquel italiano que nadie sabía cómo se llamaba. En otro aspecto, siempre le llamó la atención su particular belleza, era etérea, como de un pequeño angelito perdido, desde el primer día dudó que lograra convertirse en un guerrero. Sin embargo, con los golpes recibidos hace solo unos momentos cambió de opinión, era la prueba de que las apariencias engañaban.

En el caso de Afrodita, nunca prestó real atención a los aprendices menores, para él solo importaban Saga, Shura y Ángelo, a Aioros lo miraba de lejos, ya que parecía solo tener ojos para su hermano, a quien tampoco conocía mucho. La existencia del resto era irrelevante. Sin embargo, ahora inexplicablemente se encontraba atendiendo las heridas de uno de esos mocosos, ¿sería que el calor le estaba afectando?

- Estás listo… -dijo una vez terminó con su tarea. Milo se tocó suavemente las vendas y sonrió agradecido, luego tomó una de las pisoteadas rosas que estaban a su lado.

- Lamento haber arrancado tus rosas… son bonitas –se disculpó con timidez, fijando su atención en la maltrecha flor que sujetaba entre sus dedos. Afrodita sintió algo parecido a la empatía.

- Descuida, puedo hacer más… -señaló tratando de relajar al otro, luego ladeó la cabeza en gesto curioso- ¿Puedo hacerte una pregunta? –Dijo seriamente, a lo que Milo asintió- ¿Te pasó algo antes de venir aquí? Lucías alterado.

- Emm… bueno… yo… -el titubeo del pequeño divirtió al sueco- Lo que pasa es que vi algo extraño y no supe cómo reaccionar…

- ¿Qué cosa? –Preguntó interesado- Vamos, prometo no decirle a nadie –insistió inclinándose un poco hacia el menor y mirándolo fijamente con sus grandes ojos celestes.

- De acuerdo, pero jura que no se lo dirás a nadie –el otro asintió de inmediato- Bien, lo que pasa es que mi maestro fue llamado por el Patriarca y me dio la mañana libre, entonces fui a caminar cerca de la playa y… -tomó una profunda respiración antes de continuar- y vi a Saga con Aioros… -finalizó en un susurro, haciendo que Afrodita lo mirara incrédulo.

- ¿Y eso qué tiene de raro? Son amigos, es normal que anden juntos de vez en cuando…

- No entiendes –replicó el menor- ellos no estaban como amigos, estaban como esposos… -ahora la cara del pequeño piscis fue de desconcierto.

- ¿De qué estás hablando niño? Creo que el calor te derritió el cerebro…

- ¡¡No te burles de mi!! Lo digo en serio, yo los vi, estaban como esposos… -se defendió Milo- ellos estaban… ¡¡se estaban besando!! –apenas dijo lo último se tapó la boca con ambas manos, como si hubiese soltado la peor de las blasfemias.

Hubo un momento de silencio en que ninguno se movió, el cual fue interrumpido por la espontánea risa de Afrodita, haciendo que Milo lo mirara boquiabierto, pensando que definitivamente se estaba burlando de él. Debía admitir que su futuro camarada se veía aún más lindo carcajeándose con soltura, pero no le gustaba que fuera a costa de él.

- No me estoy riendo de ti –se excusó Afrodita, adivinando lo que pensaba el otro. Sin embargo, le tomó un par de segundos más lograr tranquilizarse y tosió un poco antes de hablar- ¿Y por eso haces tanto escándalo? No tiene nada de terrible lo que viste

- ¿¿Cómo que no?? Son amigos y además son hombres, se supone que tienen que estar niño con niña y no de otra forma… -dijo un tanto intrigado de que al otro aprendiz le pareciera normal la situación.

- Es curioso que pienses eso siendo griego, más aún cuando fuimos educados en base a la cultura antigua –comentó con cierta altanería. Luego adoptó una pose más paternal, mirando con dulzura hacia su acompañante- ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco o seis?

- Seis… ¡¡pero ya voy a cumplir siete!! –agregó como si necesitara justificarse.

- Yo tengo ocho, y por eso se más que tu sobre estas cosas –dijo orgulloso, sonriendo de medio lado hacia el más pequeño. Milo entrecerró los ojos frente a esa nueva pose de superioridad.

- ¿Y qué tanto sabes? –preguntó cruzándose de brazos.

- Que da lo mismo si eres hombre o mujer, si quieres besar a alguien lo haces y ya ¿a quién le importa? –respondió como si fuera lo más obvio.

- Mhm, no creo que sea tan simple…

- Por supuesto que lo es, cuando crezcas lo entenderás –continuó malicioso. Se divertía haciendo notar la ligera diferencia de edad entre ambos, como solían hacer Ángelo y Shura con él. Milo infló las mejillas en un mohín infantil y luego comenzó a soltar un ininterrumpido monólogo.

- ¡¡Pues yo no creo que lo entienda, porque es raro, siempre ha sido raro y seguirá siendo raro y nada de lo que digas me hará pensar diferente!! Además ¿Qué sabes tú? Eres solo un poco mayor que yo, no te creas tanto, y también…

El parloteo de Milo fue detenido bruscamente cuando Afrodita se acercó sin que lo notara y posó sus rosados labios sobre los suyos. Eran cálidos y sabían a fresa, esa fue la sensación que tuvo el pequeño griego y lo que mantuvo en su memoria sobre ese momento. No sabe exactamente cuánto duró aquel inocente contacto, solo recuerda que abrió los ojos sorprendido a más no poder y se vio reflejado en los cristalinos celestes de su compañero, que lo miraban con simpatía, y no fue capaz de apartarlo.

Afrodita terminó rompiendo el beso, separándose un poco sin dejar de mirarlo, y volvió a sonreírle, ya no con burla o altanería, era el reflejo de algo que ni él comprendía bien, así como tampoco entendía el impulso que lo llevó a besar al otro niño. Pero como era mayor, no podía mostrarse arrepentido o inseguro.

- Pareces un tomate… -murmuró finalmente, haciendo referencia a las acaloradas mejillas del pequeño griego.

- Tu, porqué… porqué… -balbuceaba sin comprender, palpándose los labios con la yema de sus dedos, sintiendo aún el cosquilleo de aquel primer beso.

Sin saber cómo reaccionar, el pequeño Milo se levantó de un salto y emprendió una rápida huida. Le había gustado ¿porqué le gustó? Si él mismo había dicho que era raro y estaba mal, ¿por qué se sintió bien? ¿Por qué pensó que sabía a fresa?, estaba seguro de que era fresa, su fruta favorita, los labios del otro niño tenían ese dulzor. No entendía nada, por eso corrió y corrió sin detenerse hasta llegar a un riachuelo y arrojarse de lleno al agua, esperando con ello lograr enfriar su cabeza. Flotó de espaldas dejándose arrastrar por la corriente, observando la improvisada venda de su mano, con un solo pensamiento en la cabeza, “Afrodita”.

El pequeño Piscis regresó a  su cabaña a paso lento, sin importarle encontrarse semi desnudo, dado que su camiseta fue sacrificada en pos de curar a un herido. Al ingresar vio su reflejo en el espejo de la pared y notó  sus mejillas rojas a más no poder, “debe ser el calor” pensó, pero en el fondo sabía que no era así. Su maestro le decía que debía ser más analítico antes de actuar y ahora sabía que tenía razón. Entró a su habitación y se arrojó de espaldas en la cama, observando la rosa que había llevado consigo, una de las pisoteadas por el otro aprendiz. Estuvo un rato en esa posición con un solo pensamiento en la cabeza… ¿cómo se llamaba el pequeño escorpión?

 

FIN

Notas finales:

Así termina este corto.

Esta vez no hubo drama y angustia como suele ocurrir en mis relatos. No viene mal tratar de innovar de vez en cuando :p

Si desean, dejen sus impresiones y comentarios, yo los leeré con gusto.

¡Saludos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).