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Manque de mémoire por ignace

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   Las cosas con Basile, a pesar de que comenzaron rápido, avanzaron bastante lento. Él seguía invitándome a su casa, cada vez con más frecuencia. Ya no solo le visitaba los viernes después de clase, a veces también pasaba los días de semana y me quedaba a pasar la noche. Dormíamos abrazados y desayunabamos juntos. Actuabamos como una pareja aunque ninguno de los dos le preguntó al otro sobre formalizar las cosas, ni tampoco ninguno de los dos confesó en algún momento que nos gustabamos mutuamente.

 

    A pesar de que estar en una relación tan ambigua como esa no me satisfacía, yo simplemente me dejaba llevar. Basile estaba haciendo bien su trabajo; me mimaba y me daba cariño, me distraía y me hacía olvidar a esa otra persona, aun cuando solo era por momentos cortos. Y yo… Yo realmente no hacía mucho. A veces le cocinaba u ordenaba un poco su apartamento. Le hacía compañía y le ofrecía mi consejo, pero él nunca tomaba este último, pues Basile jamás se abrió sentimentalmente a mí, no por completo.

 

    La primera vez que le invité a salir en una cita fue para ver un espectáculo en el centro de la ciudad. Una caravana de no-sé-qué estaba pasando por nuestro tranquilo pueblo y yo quería verla. Cuando lo propuse, Basile se negó, alegando de que eso era para niños pequeños, que nosotros éramos adultos, que mejor nos quedábamos en el apartamento bebiendo y cogiendo (honestamente, el libido de Basile me impresiona hasta el día de hoy, siempre estaba dispuesto a tener sexo).

 

—Pues iré solo, entonces. —Recuerdo haberle dicho cuando rechazó mi idea, y salí por la puerta sin despedirme.

 

   En el camino a la calle principal, por donde pasaría la caravana, comencé a pensar en Basile y la relación que llevábamos. Desde el inicio había sabido que estaba mal, porque yo solamente lo estaba usando, sin embargo, había logrado evitar esos pensamientos por varias semanas y así no sentirme tan culpable.

 

     «Basile es más joven que yo». Pensé mientras caminaba cabizbajo. «Basile es más serio que yo. A Basile le gusta la cerveza barata y la comida chatarra, pero a mí no. A Basile no le gusta hablar con la gente, Basile no es sociable. Basile tiene un complejo de superioridad, Basile se cree mejor que los demás. Basile cree tener completo poder sobre todo, pero lo tengo bajo la palma de mi mano. Basile… es un estúpido».

 

     Tanto pensar en él y en su jodido nombre me dio un dolor cabeza y terminé cayendo en medio de la calle (esta parte la recuerdo bien porque fue cuando conocí a Haul, pero esa es otra historia).

 

    Al final, luego de ver pasar a la caravana (la cual fue bastante decepcionante), volví a mi apartamento decidido a terminar todo con Basile. No había razón para estar con él, después de todo, éramos totalmente distintos y solo nos llevábamos bien cuando ambos estábamos un poco borrachos (o eso me parecía en ese momento).

 

    Pero no pude decirle que todo se acababa.

 

    Al llegar a mi hogar, el cual era el apartamento justo por sobre el de Basile, me lo encontré sentado en la escalera junto a mi puerta. Se veía adormilado, pero sobrio.

 

— ¿Se te olvidaron las llaves y te quedaste fuera de tu apartamento? —Le pregunté con burla.

 

    Él solo me miró, con sus malditos ojos faltos de sentimientos, y no dijo nada. No había estado llorando pero su rostro estaba algo demacrado. Solo le había dejado un par de horas y ya estaba así: mal.

 

    «¿Qué pasaría con este muchacho si le dejo definitivamente?» Esa pregunta no dejaba de inundar mi mente, pero intenté ignorarla.

 

— ¿Estás bien? —Inquirí luego de un rato, intentando que hablara.

—Rompí mi promesa. Te dije que te mimaría pero no lo hice, me negué a uno de tus caprichos y… Bueno, estuvo mal, no cumplí con el trato que hicimos.

 

     Entonces en ese momento tuve otra realización (como las que llevaba teniendo todo el día); Basile no tenía sentimientos por mí, simplemente hacía lo que hacía porque me lo había prometido. Hasta el día de hoy desconozco sus razones para hacer tal promesa, pero si lo hacía no era por mí, sino por él mismo (y eso era lo único que estaba claro).

 

     No me molestó darme cuenta de aquello, él podía utilizarme todo lo que quisiera, porque, después de todo, yo también lo estaba utilizando. Suponía que era lo justo.

 

—Está bien, la caravana era un asco de todas formas.

—Te pagaré por esto. Pídeme lo que quieras y lo haré, no importa lo que sea.

—Quiero que me respondas algo.

—Dime.

— ¿Eres una especie de masoquista? —Cuestioné con el ceño fruncido. Aquello era algo que llevaba ya algo de tiempo pensando.— ¿Acaso vas por la vida buscando a alguien que te mande y te dé órdenes todo el tiempo? Porque, honestamente, no me va mucho eso del BDSM o como sea el nombre.

—Quizás lo soy, aunque esta es la primera vez que me pasa. —Lo noté nervioso, lo cual me hizo feliz. Era la primera que le veía mostrar una emoción, ni siquiera cuando llegaba al orgasmo era realmente expresivo. —Usualmente era yo el que mandaba, siempre pensé que estaba en lo más alto. Algo así como un rey, pero no puedo ser un rey si tú me controlas, ¿no?

—Supongo que no.

—Esto me complica. Tú me complicas, pero esas dificultades que me presentas me agradan. ¿Es eso ser un masoquista?

—No sé.

 

     Nos quedamos en silencio y yo abrí la puerta. Le hice un seña para que me siguiera.

 

—Anda, entremos a mi apartamento. Quédate a dormir.

— ¿Vamos a follar? —Rodé los ojos al oír su pregunta. Lo tenía malacostumbrado, ya me había dado cuenta.

—No, no estoy de ánimo. Simplemente no quiero dormir solo.

 

    Esa noche nos acostamos temprano. No bebimos, solo yacimos uno al lado del otro, mirando el techo y hablando de estrellas y constelaciones. Basile me confesó algunas cosas mientras estaba medio dormido; me contó, por ejemplo, acerca de su sueño de ser astrónomo, y también me dijo acerca de sus relaciones anteriores. Todas parecían haber sido bastante desastrosas, nada de lo que me contó tenía ni una pizca de felicidad.

 

     Y fue esa noche en que me di cuenta que Basile y yo éramos prácticamente iguales: unos fracasados débiles y dependientes que no sabían como amar a otros apropiadamente.


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