Serían aproximadamente las seis de la noche, la espesa cortina anaranjada empezaba a adueñarse de todo, tiñendo hasta el último centímetro con gran rapidez. Antes de ser reemplazada por la bellas estrellas y mucho más, la luna… tal y como habían pronosticado las noticias de la noche anterior; hoy sería una luna llena. Y quizá esto podría significar algo especial… ¿Tal vez? Lo cierto es que para los jóvenes del Instituto Seishun Gakuen, mucho más conocida como Seigaku era un día común y corriente; de una extensa jornada de estudios hasta el atardecer y una vez sonada la campana su segunda jornada de entrenamiento en su deporte predilecto apenas comenzaba. Todos los días era la misma historia con ellos, la única diferencia era que el ambiente entre todos los muchachos se había vuelto algo tenso, su próximo torneo estaba a la vuelta de la esquina y ellos con el gran prestigio que se han esforzado mucho en conseguir debían dar mucho más que el año anterior.
Su entrenadora siempre con gran fe en cada uno de sus estudiantes había preparado una muy minuciosa lista de nuevos ejercicios con la ayuda del capitán del equipo; un hombre de gran reconocimiento y no sólo en su instituto, se podría decir a nivel nacional; Tezuka Kunimitsu sería el encargado de llevar a cabo cada punto ilustrado por la mujer encargada del equipo de Tenis del Seigaku. Siempre teniendo en cuenta que el entusiasmo es lo que debe reinar en sus compañeros por lo que no dudaron en pedir la colaboración de uno de los titulares y estudiante del último año, Inui Sadaharu.
Y sin darse cuenta el anochecer los había tomado por sorpresa, todos los miembros del dicho Instituto tuvieron una reunión de última hora y sólo bastaron diez minutos para ver a cada uno de ellos salir corriendo despavoridos; unos emocionados y muchos más asustados por los nuevos planes para su entrenamiento diario.
--No me lo creo… -- relajó toda tensión, concentrándose en dejar salir aquel suspiro que pareció audible hasta el otro lado de la ciudad. Dejó caer sus hombros y parte de su espalda; caminando de manera casi encorvada. Iba el sub capitán del Seigaku, Oishi Shuichiro. Él siempre portando correctamente su uniforme color azul y blanco, su corto y oscuro cabello humedecido por el agua que vertió después de la dura jornada; siempre portando su inseparable raqueta.
Su recorrido hacia su hogar apenas comenzaba al adentrarse por una calle bastante larga pero con una bella vista, teniendo a un lado varias viviendas llamativas y al otro extremo un lago que se extendía lo mismo que su trayecto. Escenario muy familiarizado con cada uno de sus compañeros y ahora era su turno…
--¡Por cierto!—levantó su cabeza --¿Dónde se ha metido Eiji?—miró a los lados muy extrañado de su compañero de dobles de toda su carrera de tenista hasta el momento. –Apenas terminó el entrenamiento salió corriendo, ni siquiera se quedó a la reunión… debo informarle del nuevo plan que nos planteó la entrenadora Ryuzaki…-- su mirada se suspendió en el ya oscuro cielo, involuntariamente divagó quizá con la intención de responderse a sí mismo su propia cuestión pero sólo se pudo encontrar con imágenes del simpático pelirrojo, su mejor amigo.
--S-supongo no tengo otra opción…-- susurró resignándose a seguir perdido en sus pensamientos, reanudó su caminata y despistó su mirada. Un movimiento captó no muy lejos de su paradero, alado del vasto lago…
El inconfundible carmesí proveniente de aquel chico siempre tan híper activo, acompañado por su amplia y blanca sonrisa fue lo primero que divisó y no necesito saber más para darse cuenta de quien se trataba, quien era aquella persona que caminaba alado de las cristalinas aguas.
Y hablando del rey de Roma, pensó mientras una tierna sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro --¡Oye!—alzó su mano para hacer su llamado mucho más vistoso, pero aquel joven a escasos metro de él ni se inmutó.
--¡¡Eiji!!—reiteró alzando mucho más su voz.
--… ¿Eh?...—sus grandes ojos siempre asemejados a los de un felino reaccionaron y su mente reconoció de inmediato la voz que lo llamaba. Kikumaru Eiji, un joven de piel bronceada y ardiente cabello hizo brillar sus orbes azulados y oscuros ante la imagen de su amigo. Llevó su atención hacia donde se encontraba Oishi.
--¡Hoi, Hoi! ¡Oishi!—abrió ambos brazos como cuando se ofrece un enorme abrazo y relució intensamente su gran sonrisa, Eiji no dio un paso más.
--Eiji ¿Dónde te habías metido?—frunció el entrecejo y optó la postura de una madre cuando regaña a su hijo, muy típico de Oishi. Siempre tan amable y preocupado por todos sus compañeros por lo que a veces lo llamaban “la madre del Seigaku”
--Perdón, perdón…-- Eiji llevó su mano atrás de su cabeza sin perder su amplia sonrisa – Tenía unos encargos pendientes, nya. — él siempre imitando a un felino a cada término de sus frases.
--Hemos tenido una reunión al final del entrenamiento.
--¿De verdad? Espero Tezuka no se moleste conmigo, nya.
--¿Y lo dices con una gran sonrisa?
--¿Así?
--No tienes remedio…-- Oishi volvió a suspirar pero esta vez notablemente mucho más aliviado. – ¿Qué esperas? ¡Sube! Vamos juntos a casa. —
--¡¡A la orden, nya!!—hizo un ademán poniendo su mano en su frente y procedió a subir la pequeña cuesta a la banqueta… y aquella sensación electrificante lo invadió de inmediato; un fuerte dolor se estrelló en el tobillo derecho de Eiji y no le permitió completar su primer paso, grave de cierta manera ya que lo obligó a descender al verde pasto no sin antes dejar salir un quejido.
--¡Ay!—
--¡¡Eiji!!—no pasó ni medio segundo y Oishi al ver a su mejor amigo en aprietos ignoró la inclinada cuesta y se deslizó por ella, bajando torpemente llegó a ayudarlo.
--Eiji…-- con tono de preocupación lo tomó por lo hombros y lo ayudó a levantarse --¿Estás bien?—continuó con su seria expresión. Aquella que no hizo más que empeorar al tener una mejor imagen del joven pelirrojo.
La luna era realmente grande y luminosa pero eso no quitaba el hecho de que ya era de noche y la oscuridad hace ya un tiempo los envolvió, nublando la vista y sólo fue hasta tenerlo en frente que pudo darse cuenta de algunas cosas.
--E-Eiji…-- el joven pelinegro lo miró de pies a cabeza y el mencionado, se limitó a bajar su felina mirada. --¿Se puede saber que te pasó?—
La inquieta mirada no dejaba de clavarse en cada moretón en la bronceada piel, cada raspón y algunas heridas teñidas de rojo. Muchas en sus brazos y la mayoría en sus piernas, ensuciando el claro uniforme, dándole un aspecto lamentable.
Eiji vaciló un poco antes de responder con su expresión de costumbre. –Es que me caí mientras corría un poco. —volvió a sonreírle, esta vez de manera nerviosa.
--Entonces ¿Saliste corriendo para continuar entrenando?
--¡Exacto! Nya—guiño un ojo totalmente convencido.
--Eiji…-- insistió, delineando cada letra del nombre y sin dejar de lado su acusante mirada, le pareció ver una gran pizca de mentira en las palabras de su amigo y como su responsabilidad por todos los años de amistad que ambos habían compartido, le obligaría a decir la verdad.
--¿Nya?
--Eiji. —esta vez se alejó y cruzó los brazos, después de todo lo conocía perfectamente como para adelantarse a lo que vendría.
--…-- y el joven pelirrojo no dijo nada, limitándose a bajar su cabeza, buscó impacientemente su propio cabello para que le ayudase a tapar su colorado rostro. –O-Oishi…-- la cristalina gota rodó por su mejilla aun dudosa. Eiji alzó su dolida expresión hacia su compañero y dejó en libertad sus sollozos abiertamente, no pudo continuar con aquel juego de ponerse una máscara y ocultar sus verdaderos sentimientos.
Oishi se desconcertó a verlo llorar --¡Eiji! ¿Qué sucede?—un ligero calor invadió sus mejillas debido al nerviosismo de no poder manejar la situación.
--T-tuve un partido…-- trató de articular entre su lloriqueo – c-contra Mukahi-san…-- concluyó tratando de controlar su propia voz ahogada.
--Entonces… saliste corriendo… -- el joven pelinegro comenzó a comprender la situación.
--¡Él vino a verme!—
--Eiji, sabes que no podemos jugar a menos que sean partidos oficiales.
--Pero…
--Tú no eres de las personas que se deja llevar por provocaciones estúpidas.
--¡No dejaré que nadie me gane en lo que soy mejor!
Ambos quedaron en silencio después de la estruendosa declaración…
… el sol brillaba intensamente como todas las tardes y los alumnos apenas llegaban a los vestidores para mudarse de su estricto uniforme azul marino por la cómoda indumentaria de deportes. Las canchas abrieron sus puertas y el primero en llegar con gran energía como la mayoría de las veces fue el “gato” del equipo.
--¡Hoi, hoi!—entró saltando muy animosamente mientras jugaba con su raqueta.
--Kikumaru Eiji…-- una prepotente voz se situó a las espaldas del joven de cabello carmesí.
Aquel no dudo en girar hacia la nueva dirección y encontrar a la persona que acababa de mencionar su nombre.
--… ¿Eh? Gakuto… Mukahi-san… de Hyotei-- concluyó, analizándolo de pies a cabeza.
--Si, en efecto. – Mukahi, un joven de la misma edad que Eiji, de baja estatura y de contextura delgada. Su apariencia casi afeminaba se destacaba al llevar su cabello largo hasta altura de su mentón y de color semejante a las cerezas. Por supuesto, por su manera de hablar demostraba ser de personalidad antagónica a su delicado aspecto.
--¿Nya?...—Eiji inclinó la cabeza como señal de confusión. --¿Qué haces aquí?—
Y él contrario bufó – Siempre habrá alguien por encima de ti… -- sonrió mientras lo señalaba con su raqueta. – Desde hace un tiempo me eh estado planteando tener un partido contra ti… después de todo el próximo torneo está muy cerca y no hay espacio para dos jugadores acrobáticos ¿No crees?—
--Lo siento… pero yo paso. —Sonrió de manera inocente el joven felino – Además… -- hizo un puchero –No estamos permitidos jugar partidos no oficiales, nya. —
--Oh, ya veo… ¿estás asustado gatito?
--¿Eh? Yo... ¿nya?—un deje de molestia brotó de su infantil expresión.
--Cada jugador se destaca por una característica en especial y bueno yo sólo quería saber quién sería el mejor en este campo…-- Mukahi se volteó hasta darle la espalda –Y como me lo esperaba, pues soy…--
--¡Espera!—Eiji lo tomó por el hombro, claramente algo más colorado que de costumbre y esta vez la causa no sería el fuerte calor. – Después de clase… no llegues tarde. —manifestó decidida y cortantemente.
La rutina comenzó con todos los miembros del club dando lo mejor de cada uno y en especial uno que sólo tenía en mente su próximo enfrentamiento así que se concentró de entrenar arduamente.
El sol fue cediendo poco a poco y al llamado de la campana de finalización de jornada, Eiji se había esfumado. Su encuentro fue tan rápido que no dio tiempo a dar más detalles; Kikumaru Eiji del Seishun Gakuen contra Gakuto Mukahi del Hyotei. El resultado fue seis juegos a dos y el vencedor: El arrogante Mukahi…
--¡Vaya! Pensé que habías mejorado en todos estos torneos. —se burló abiertamente ante la decaída figura del muchacho pelirrojo. – Al menos sé que mis habilidades han incrementado… supongo que al menos debería darte las gracias ¿tal vez?—no contuvo sus carcajadas al comenzar su caminata.
--Mukahi… san…-- musitó Eiji desde el suelo, agraviado por varios moretones en su cuerpo. Sintió la enorme necesidad de no dejarse, ser muy persistente como todos sus compañeros, mucho más lejos del orgullo de su Academia era por su misma persona–Uno más… ¡Una revancha!... por fav…--
--Siempre habrá alguien por encima de ti… -- fue su respuesta sin detener su caminata – Ahora sé que siempre ha habido un solo mejor jugador de tenis acrobático—sonrió maliciosamente – Soy yo… --
Desapareció su delgada figura envuelta en aquel uniforme blanco con azul poco antes del anochecer.
--Eiji…-- susurró sin saber cómo más reaccionar.
--Lo siento… --el mencionado llevó su mano y limpió el resto de sus lágrimas – Es sólo, bueno estoy algo frustrado… -- disimuló una media sonrisa.
--No tienes por qué disculparte – Oishi posó su mano en los rojos cabellos de su compañero que era algo bajo por algunos centímetros y lo acarició tiernamente. –Será mejor que te cure esas heridas y debo revisar tu tobillo- le dio la espalda y se inclinó hasta quedar arrodillado. –Ven, te llevaré. —
El pelirrojo mucho más relajado accedió a ser cargado y así ambos se dirigieron a casa de Oishi, siendo que esta les quedaba mucho más cerca. Cabe mencionar que la luna era la más grande que se había visto en años y su destello era casi mágico, tan resplandeciente como cada uno de los corazones de aquellos mejores amigos. “Siempre estaremos juntos” eran pequeñas ideas que casualmente solían pasar por las mentes distraídas y risueñas de ellos. Su relación de amistad había ido mucho más allá de ser pareja para los juegos de tenis, los cuales disfrutaban mucho y se llevaban una nueva sorpresa en cada nuevo enfrentamiento, cada experiencia que era realmente enriquecedora y eso no los podía hacer más felices. No hace mucho tiempo, su academia fue invitada a un torneo a nivel nacional y ambos había tenido un partido muy duro, tenían muy en claro su meta de ganar su encuentro pero las cosas no se veían nada buenas y fue cuando el nivel de su sincronía para desenvolverse en la cancha subió un escalón más.
--Algo así, sólo ocurre en una situación desesperada – explicó Fuji Syusuke, titular de tercer año y considerado “el genio” del Seigaku.
--Son capaces de leer el pensamiento de cada uno, es como si fueran una sola persona… -- Tezuka, capitán del equipo no dejó de asombrarse por el gran talento de sus compañeros.
Y muchas cosas más seguramente ambos se imaginaban, retos y obstáculos. Sin embargo la seguridad de mirar a su lado y verse juntos era su mayor meta.
Apenas cruzaron el umbral de la entrada fueron recibidos por la madre de Oishi, una mujer muy simpática; de piel muy tersa y mestiza como su hijo, su cabello tan oscuro que sólo la noche se le podía comparar. Normalmente muy sonriente y pacífica con excepción de esa noche, pues al verlos llegar tan tarde se había inquietado mucho y su preocupación se incrementó al ver a Eiji a quien ya conocía desde hace mucho, lastimado. Conformándose con las rápidas explicaciones de ambos jóvenes preparó rápidamente un botiquín y se lo entregó a su hijo.
--¿Bajarán a cenar?
--¡Si! Muchas gracias madre.
--¡Muchas gracias señora!
Apresuradamente subieron los escalones, recorrieron los cortos pasillos y dieron con la habitación del pelinegro. Llegando, Eiji se dejó caer en la acolchonada y amplia cama de color celeste cielo, desordenando las calientes cobijas y dejando caer algunas de las almohadas que adornaban el lugar de descanso así como liberó un gran suspiro. Esto no pasó desapercibido por su amigo, quien lo miró de reojo mientras yacía aún en la entrada.
--Te prepararé el baño, descansa un poco hasta entonces…--
--Gracias Oishi…-- musitó antes de cerrar sus cansados ojos.
Escasos minutos, que parecieron prolongadas y placenteras horas de sueño para Eiji.
Carentes instantes que utilizó Oishi para pensar en su amigo y la manera de animarlo.
El vapor comenzó a llenar el claro e iluminado cuarto de baño, los relajantes olores provenientes de los perfumados jabones comenzaban a tomar todo el lugar y el sonido de la espuma hacía de aquel pequeño sitio, el más perfecto.
--Eiji… ¡Eiji!—Oishi lo movía suavemente, pues apenas se había desaparecido unos minutos y su compañero se había dormido profundamente. Tal como marchaba la situación el felino no cedería y el baño se enfriaría, era algo que no era para nada aceptable.
--¡Eiji!—optó por darle un golpe en la frente empleando un poco de fuerza, sin embargo el dormilón continuaba dándole lucha. ¿Qué voy a hacer?... pensó y su expresión entristeció levemente. --¡¡Despierta!!—gritó y reiteró el pequeño pero fuerte golpe.
--¡Ay!—finalmente se despertó, dando un brinco. Eiji se sobó la frente algo mal humorado por la repentina interrupción –Oishi ¿Por qué hiciste eso?—hizo un puchero de manera algo infantil.
--Tu baño está listo.
--Me dolió… hay otra formas de despertar a alguien, nya.
Sus miradas chocaron y no pudieron evitar reírse, muy divertidos de las expresiones de su amigo.
--Ven…-- el pelinegro hizo que Eiji se apoyara en su hombro y lo llevó de manera cuidadosa el cuarto de baño.
--¡Vaya! Huele muy bien, nya—el pelirrojo sonrió ampliamente y el rubor de su rostro así como el brillo de sus felinos ojos fueron un alivio para su compañero. El sueño también lo ayudó mucho y de cierta manera parte de la tensión se fue al verlo más contento.
--Me alegro que te guste ¿Podrás arreglártelas tú solo?—descendió cuidadosamente su mano por la espalda de Eiji.
--¡Hoi, hoi!—respondió muy enérgicamente. Él, también tratando separarse de su amigo, dio un pequeño paso hacia atrás, el cual no concluyó de manera eficaz ya que el dolor de su tobillo lo invadió de manera brutal y lo obligó a conseguir apoyo desesperadamente para no caer y lo primero que encontró fue a su mejor amigo, sin pensarlo Eiji se apoyó de tal manera en Oishi que perdieron el equilibrio y ambos cayeron en la tina de baño. Causando un leve estruendo pero si un gran desorden, ambos se encontraban totalmente empapados por las tibias aguas y cabe mencionar en una no muy cómoda posición.
El mayor de cabellos oscuros estaba totalmente hundido con excepción de su rostro en las aguas y su mejor amigo encima de él manteniéndolo abrazado fuertemente con la intensión de que no se hiciera daño, adaptándose supo acomodarse entre las piernas de Oishi y así se mantuvieron unos instantes.
--Oye eso me dolió. —el pelinegro se quejó aun esforzándose por mantener su rostro en la superficie.
--Lo siento – rio el felino – perdí el equilibrio… mmm ¡Ya sé! Te compensaré, nya – inmediatamente comenzó a deshacerse de la camiseta de su amigo y él también buscó la manera de acomodarse a lado de él en la tina.
--¿Qué haces?—preguntó algo apenado.
--Te tallaré la espalda. —respondió sin perder su bella sonrisa.
--Pero, Eiji eh preparado el baño para ti. —
--No hay problema, nos bañaremos juntos como lo hacíamos cuando estábamos en primer año, nya—
--Aún así… el espacio es algo reducido, tomaré una ducha después de ti ¿de acuerdo?—
-- Pero ya estamos aquí ¿no?—Eiji apretó la esponja cubierta de jabón, dejando salir varias nubes de blanca espuma. –Listo, date vuelta—sonrió tiernamente.
--Sí, claro…-- Oishi resignado obedeció la petición y se las arregló para acomodarse de manera que ambos no se hicieran daño, el joven pelirrojo felizmente pareció olvidar el malestar de su tobillo y comenzó a frotar la amplia espalda con la espumosa esponja mientras mantenía una melodía en sus labios que permanecían cerrados pero no lo suficiente para no escucharla.
--No conozco esa canción.
--Es de mi grupo Idol[1] favorito ¡Las Chocolate!
--Ya veo… debió ser genial la visita del otro día. —Oishi sonrió nostálgicamente.
--¡Nya!—y Eiji se sonrojó al recrear aquella vez en que en un concurso de la televisión, él había ganado y como recompensa, su grupo favorito le hizo una grata visita. Él día fue realmente tenso y él hacía toda clase de preparativos para que sea perfecto pero lo más divertido fue recibir la visita de sus compañeros del instituto (entre ellos Oishi) quienes no se marcharon hasta muy tarde y aun confusos por el extraño comportamiento del gato, sin querer conocieron a las jóvenes idols.
--Ahora es mi turno—demandó Oishi quitándole de manera juguetona la esponja a su amigo quien ni se percató por estar perdido en sus recuerdos.
--¿Eh? ¡¡Eso es trampa, nya!!
--Mala suerte, gato que se duerme se le lleva la corriente.
--Ese dicho ni siquiera existe – Eiji levantó sus brazos y los agitó torpemente tratando de alcanzar las manos de su amigo, sin ningún éxito.
--Tampoco es justo, tienes los brazos más largos que yo, nya. —recriminó tiernamente.
--¿Cuánto tiempo te quedarás con la playera puesta?—bramó fingiendo ser alguien caprichoso, el pelinegro alzó la camiseta fugazmente y en un abrir y cerrar de ojos Eiji se encontraba semidesnudo aún algo molesto pero como solo lo sabe hacer un infante de jardín. – El agua empieza a enfriarse. —
--Sí, si…-- el más bajo se dio vuelta y dejó al descubierto su amplia y bronceada espalda algo amoreteada. Oishi no movió un solo músculo al verlo, aquella sensación que tanto detestaba de tristeza regresaba despiadadamente e invadía su mente. Divisó un total de seis moretones que se habían tornado de color púrpura a sólo un paso de oscurecer mucho más y no pudo dejar de pensar lo mucho que le había dolido aquel enfrentamiento y no sólo refiriéndose al dolor físico.
--¡Oishi tengo frío!—reclamó abrazándose a sí mismo.
--L-lo siento… -- volvió a sonreír y procedió a deslizar la esponja muy delicadamente por la piel lastimada, haciendo lo posible por olvidarse de sus ideas…
--Eiji, escúchame bien. Necesito que te relajes ¿de acuerdo?—el muchacho más alto permanecía de rodillas frente a su amigo.
--P-pero…-- sus labios parecían temblar y su piel comenzó a acalorarse gradualmente --¿Me va a doler?
--Eso me temo, pero será mucho peor si te pones tenso.
--¡No! No quiero ¿y si la dejamos para otra ocasión? –sus ojos comenzaron a cristalizarse.
--Sabes que no, respira… no tardaré.
--Por favor se amable.
--Aquí voy.
Hace pocos minutos que ambos habían terminado de asearse, se vistieron rápidamente con ropa ligera y Oishi se encargó de alivianar la lesión de Eiji.
El pelirrojo tomó asiento en el borde la cama y su compañero se arrodillo frente suyo, tomó su pie delicadamente y comenzó con el doloroso tratamiento, en ciertas ocasiones Eiji ahogaba su voz y reprimía sus quejidos por el dolor que le causaban, no duró mucho más de diez minutos pero al parecer para ambos fue demasiado tiempo aun. Finalmente, Oishi se encontraba vendando el tobillo ya mucho menos hinchado y por supuesto el dolor casi había desaparecido.
--Intenta ponerte de pie.
Eiji obedeció.
--¡Vaya! Ya no me duele para nada, nya.
--Me alegro.
--¡Muchas gracias Oishi!—Eiji se abalanzó sobre su amigo y lo abrazó fuertemente. El impacto casi hace que ambos vuelvan a caer.
--Aun así debes tener cuidado, mañana mismo iremos con un profesional ¡Eiji!
--Sí, ya te escuché—dijo aun sin desprenderse de Oishi.
--Además deberías…--
El alegre diálogo del par fue interrumpido por la fuerte melodía de una canción con ritmo bastante pegadizo, proveniente del teléfono celular…
--¡Oh! Mi teléfono—Eiji saltó y corrió para atender la nueva llamada entrante.
--Buenas noches, Kikumaru al habla, nya.
--¡Eiji! ¡Por fin!
--¿Eh?
--Te eh estado llamando por horas ¡¿dónde estás?!
Tan sorprendido como asustado revisó la pantalla del diminuto aparato y con algo de nerviosismo confirmo un total de cincuenta llamadas perdidas, quizá permanecimos mucho tiempo en el baño, pasó por su cabeza y sonrió nerviosamente.
--¡Eiji!
--Lo siento mamá, no me di cuenta.
--¿Dónde estás?
--E-en la casa de Oishi—y este último también se preocupó de sobremanera.
--Gracias al cielo, temía que estuvieras por las calles.
La mujer al otro lado del teléfono dejó salir un suspiro mientras por detrás de ella se escuchaban más voces todas hablando al mismo tiempo, ¡Mamá seguramente está con su novia! ¡Nuestro Eiji ya es un hombre! ¡Pero que no se haga costumbre no venir a dormir! Eran algunas de las frases que se podían escuchar.
--Mamá iré enseguida a casa.
--Pero hijo ya es media noche.
--¡¿Qué ?!—tanto como Eiji así como Oishi comprobaron lo que decía la mujer en su respectivos teléfonos celulares.
--No creí que tardamos tanto.
--Supongo que te quedarás en casa de Oishi-chan.
--Pero…
--Sé muy amable con su madre, no vemos mañana.
--Mamá….
La llamada se cortó y al parecer todos los planes ya estaban hechos. El pelinegro se adelantó hasta quedar a su lado y ambos cruzaron miradas, sonriéndose como cómplices era siempre su manera de eliminar sus preocupaciones o tensiones.
--Lo siento mucho Oishi.
--No hay problema, sabes que siempre eres bienvenido. Traeré unas mantas extras.
--¡Te ayudaré, nya!
--No—lo empujó suavemente a la cama –Es la hora de que los niños descansen—le sonrió muy maternalmente –No tardaré, tú ya prepárate para dormir.
--¡Oishi!—salió de la habitación – a veces me trata como un niño—Eiji se metió entre las suaves cobijas sin perder de vista la puerta por donde acababa de salir.
El silencio empezó a reinar toda la manzana y por su puesto la oscuridad se adueñó de la vivienda dejando un único destello haciendo de las suyas en la habitación del segundo piso.
--Eiji ¿podrías apagar ese teléfono? O al menos no lo apuntes a mi rostro.
--Pero Oishi te ves incómodo ahí.
Después de llegar con las mantas, el pelinegro se acomodó en su sillón de no muy extenso tamaño pero sí bastante acolchonado, situado frente a la cama y alado del escritorio.
--Ven a dormir aquí – Eiji se deslizó al extremo de la cama y señalo el espacio restante.
--Estoy bien, gracias. Buenas noches.
--Oishi no siempre piensa realmente lo que dice, nya. —rio divertidamente.
--¡Oye!
--Lo siento… entonces ¿vendrás? Te morirás de frío ahí y con ese espacio puede amanecer dislocado el cuello.
Las rebuscadas y peculiares ideas del pelirrojo siempre lo animaban, es más era su característica más especial de cierta manera. –Si digo que si, dejarás de cegarme con esa luz. —
--¡Prometido, nya!
--Está bien.
Algo en lo que si tenía razón Eiji era en el insoportable frío de la madrugada, él apenas y lo captó casi corrió el pequeño camino hasta la cama, entrando de un brinco, jaló las mantas hasta sentirse totalmente envuelto en ellas.
--Buenas noches Ei… ¡oye!
El felino se acurrucó en su pecho y lo abrazó por la cintura.
--Hace mucho frío…-- susurró algo somnoliento. –Nya…
Era cierto así que lo permitió.
--Por cierto en la reunión de hoy, Tezuka habló sobre nuestro nuevo entrenamiento… en lo que consiste es en…
Pero la respiración de su compañero se estabilizó y sus felinos ojos ya se habían cerrado, el agarre de sus brazos se debilitó levemente y habría escuchado o no, se dejó llevar por el sueño completamente.
--¿Eiji?... vaya, no tiene remedio… -- pasó una mano hasta corresponderle el abrazo débilmente, tiernamente.
– Ni hablar, mañana se lo diré.
[1] Idol: Es una celebridad que ha alcanzado fama en Japón en gran parte por virtud de su apariencia. El término usualmente se refiere a celebridades femeninas japonesas que van desde adolescentes hasta jóvenes