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The cursed son and the Beast por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Hola he aquí el final como lo prometí, ahora si volveré a mis otras historias y no dejaré que una nueva idea me seduzca ajjajaja 

Gracias por los comentarios y por darle unaoprtunidad espero les agrade la tercera parte.

Saludos

 

III PARTE

 

El chico de cabellos plateados despertó en la mañana acostado en su cama, tuvo un deja vú como si aquella sensación ya comenzara a ser habitual, la tormenta de la noche anterior había cesado e inclusive a pesar del habitual cielo nublado y la blanca nieve cubriendo el paisaje, esta no caía, no nevaba pero eso no le quitaba el hecho de que fuese una fría mañana, se acurrucó aún más dentro de las sabanas mientras intentaba desviar las imágenes de la visión que había tenido luego de enfrentar al Por qué.

Un escalofrío le recorrió la piel al recordar cada imagen, cada campo de batalla, cada persona que vio y por un momento sintió pena por Aioria, después de ver lo que él vio comprendió por qué se había trasformado en una bestia, en un monstruo sin sentimientos que no le interesaba si una mujer moría bajo el frío de la noche, no, porque él mismo había dado muerte  a mucha mujeres como aquella muchacha.

La ironía que tenía todo lo que le estaba sucediendo era casi irrisoria, su madre había maldecido a Aiora, su madre a pesar de encontrar refugio aquella noche murió al dar a luz, los aldeanos lo echaron del pueblo por creer que él había causado la maldición, pero de cierta forma tenían razón, no fue él directamente pero su presencia había sido una clave crucial para que la bestia naciera, y él que fue hijo de esa mujer estaba a pasos de romper la maldición, comprendió por qué el espejo le pidió que cubriera su  cabeza de la bestia y porqué él lo echó del palacio cuando lo vio.

El sonar del reloj que había en el pasillo le indicaba que era tiempo de bajar a comer, se levantó con pesar de su cama no queriendo poner un pie a fuera de ella pero no podía romper una regla más, tenía que bajar a comer a pesar de que no tuviese hambre.

Saga se vistió con la ropa que había dentro del armario, aquella ropa perteneciente a alguien de la nobleza, camisa blanca pantalón celeste claro y chaquetilla sin brazos de color café claro y sobre esta una chaqueta del mismo color de los pantalones, siempre tardaba más de lo que quería al cambiar su ropa, no estaba acostumbrado a tantos botones, frunces y a ropa que sí le quedara, porque antes de estar en el palacio era sólo el pobre chico que habitaba en la casa que había dejado el mercader que había sido casi como un padre cuando su madre falleció, un padre que lo protegió del pueblo hasta que su salud no le permitió mantenerse con vida, aquel amable hombre le había dejado todo a él, su casa, sus posesiones, su dinero, su ropa que usó cuando la de él fue demasiado pequeña, los pocos animales que tenía y los pedazos de tierra que usaba para plantar alimentos que no eran mucho debido a la nieve, ese había sido su hogar, hasta que los aldeanos consiguieron lo que siempre anhelaron deshacerse del chico maldito, del hijo de la bruja.

Saga como siempre al llegar al comedor vió que todo estaba servido, después de la primera semana en  ese lugar había dejado de preguntarse de donde es que venía la comida, si las maldiciones eran posibles, si un hombre era capaz de transformarse en bestia de día, en un monstruo de noche y ser también un espejo parlante, que la comida apareciera por si sola sin haber otra persona en el palacio dejó de parecerle del todo extraño.

Se sentó en la mesa y como cosa de costumbre esperó unos minutos a que la bestia apareciera, pero tal como el día en que lo llamó por su nombre este no apareció por lo que resignado comenzó a comer, aún debía estar en algún lugar, lo sabía, el hombre que aparecía durante la noche lo había confirmado, pero de seguro estaba recluido en el ala donde él no podía pasar al menos durante el día, la comida como siempre había estaba deliciosa a pesar de no saber que probaba con cada bocado.

La puerta del comedor se abrió congelando los movimientos de Saga por un momento, la vista que había estado en alto desde que llegó ahora se dirigía hasta su plato sin querer ver por ningún motivo al otro, ni si quiera por el borde de sus ojos, más que no querer, no podía, la regla de no mirarlo aún seguía en pie a pesar de ya haberlo visto en más de una ocasión.

— ¿Por qué agachas tu cabeza? —preguntó en un tono malhumorado de la criatura.

— Porque esas son las reglas, no puedo mirarlo, ya lo he hecho en dos ocasiones y en esas dos ocasiones he causado tu molestia— Dijo Saga aún con su vista en el plato y sus manos sobre sus muslos.

— Esa regla queda revocada cuando me ves y más aún cuando ya has tenido a Cuando, a Quién  y a Por qué— Saga pasó saliva pesadamente, al parecer todas esas partes estaban conectadas y todas tenían la misma información de él  y lo que pasaba con sus otras partes.

—Ya sé, que sabes de la maldición, conoces quien soy, bueno… en realidad quien fui, sabes también que pasó y además viste lo frágil que es el alma de una bestia ¿Qué pretendes lograr, mocoso? —La voz de la bestia a diferencia de en otras ocasiones e escuchaba más calmada pero no por ello menos atemorizante.

—Saga— dijo el adolescente en un tono bajo.

— ¿Que has dicho? —

—Saga, mi nombre es Saga, no soy mocoso, tampoco plebeyo, ni tampoco el hijo maldito— respondió esta vez alzando su rostro chocando su propia mirada azulada contra aquellos ojos celestes— Yo ya sé tu nombre, Aioria, ahora tú sabes el mío, estamos a mano—

— Pues bien Saga ¿Estás dispuesto a seguir con esto? Ya sabes cómo burlar las reglas, ya sabes que debes hacer, sabes que soy y lo que he hecho ¿Por qué sigues con todo esto? Ya te has acostumbrado al palacio, aquí tienes comida, ropa, un techo y lujos, detente ahora y deja las cosas como están, es mejor para ambos— concluyó la criatura de pelaje castaño.

—No lo están, Aioria, nada está bien, eres prisionero de una maldición y yo prisionero tuyo, si dejo las cosas tan cómo están no se podrá avanzar, quedaremos congelados por el tiempo hasta que uno de los dos muera y si te soy sincero ya no sé por qué estoy haciendo esto, en un principio era porque si la maldición se rompía podría por fin abandonar este lugar, pero ya ni de eso estoy seguro, tampoco es porque creo que es lo correcto, no me entiendo— su voz se quebró al igual que su interior, sus ojos se comenzaron a anegar en lágrimas, su mirada otra vez viajó hasta el plato mientras vía como el líquido salado caía sobre su comida y evitaba que sollozos salieran de su boca.

Saga no se lo espero, jamás pensó que algo como aquello podría pasar, pudo haber esperado un grito, un golpe y cualquier cosa que lo dañara, pero no esperó sentir unos brazos rodeándolo mientras su cabeza se hundía en un pecho firme, por un momento su llanto cesó y su vista se giró hacia arriba en un pestañeo aquel rostro cubierto de pelo y con partes de animal desapareció vio el  atractivo rostro de un hombre, de cabello y barba rubia, de piel clara, ojos celestes penetrantes y dentro de ellos una mirada diferente a  cualquiera que hubiese visto antes, pero todo aquello duró eso sólo un pestañeo.

— Las cosas deben cambiar Aioria, sólo espero lograr ver qué sucederá cuando todo esto acabe—  la voz de Saga sonó con melancolía se apartó del cuerpo que lo había rodeado entre sus brazos y salió del comedor.

Saga no lo pudo ver, porque Saga no se volteó en aquel momento, porque si lo hubiese hecho habría alcanzado notar una escurridiza lágrima correr desde la comisura de los ojos de aquel guapo y gallardo hombre rubio y habría notado como una mano se aferraba con dolor al lado izquierdo de su pecho para que en un segundo adquiriera nuevamente la forma de la bestia.

 

***°***

 

La noche como igual a las otras era obscura el sonido del viento chocando contra las ventanas era igual que el día anterior, otra nueva tormenta e avecinaba, como un presagio de que algo malo ocurriría tal como lo había hecho la noche anterior en la que se enfrentó a Por qué y fue obligado a ver todas aquellas crudas imágenes, el sonido del reloj retumbó por los pasillos hasta ser captado por el oído de Saga, esta era la noche, en la que tendría que ver a aquel hombre a los ojos y si era necesario correr por su vida hasta llegar al ala oeste y buscar lo que tenía que encontrar.

Saga amarró su cabello en una coleta, se había puesto el pijama verde menta de seda a pesar de que sabía que esa noche no dormiría, necesitaba ser rápido, necesitaba movilidad, movilidad que no le garantizaba la rígida ropa que usaba durante el día. Sus pies chocaron con las frías baldosas de la habitación, miró el espejo que aún estaba roto, miró por entre las puertas francesas que daban hacia el balcón para notar las ramas de los árboles agitarse con la fuerza del viento y caminó hasta estar frente a la puerta para luego girar el pomo.

Ya debía ser la hora en que Aioria llegara, espero frente al umbral por unos minutos pero nadie venía y el único sonido que podía escuchar era el de la tormenta, las posibilidades de que él otro no apareciera por esa noche eran altas, el espejo había desparecido tras saber su nombre, Aioria despareció por unos días pero cuando volvió varias reglas habían desparecido también  al saber quién era el hombre que aparecía por las noches tal vez este no volviese a mostrar su presencia.

— ¿Por qué?— lo llamó Saga, teniendo sólo el silencio como respuesta.

Su corazón comenzó a latir, la valentía que había tenido hace unos momentos atrás comenzaba menguar, las ganas de volver a su cama y cubrirse con las sabanas y desear que todo acabara pronto eran muchas,  comenzó a temblar al encontrarse dudoso de sus próximos movimientos, por mucho que las cosas habían cambiado aun recordaba quien era él, quien era el que estaba en el castillo, que monstruos lo rondaban y  que le esperaba si daba un paso en falso.

Pero de todas formas lo hizo su naturaleza curiosa le jugó una mala pasada y lo hizo dejar las protectoras paredes de su cuarto y adentrarse a los obscuros pasillos del palacio. Debía ser rápido para ir a donde necesitaba ir y encontrar lo que fuese que necesitara, pero la obscuridad no ayudaba mucho eso y el hecho que preso del miedo sus piernas se demoraban en responder a los deseos de su cerebro, caminó por los pasillos evitando meter algún ruido, pasó a través de los pasillos donde estaban los cuartos, pasó más allá de la biblioteca, de la puerta donde encontró a la bestia la primera vez que huyó.

Pronto estaría en territorio prohibido, bueno, un territorio que estaba prohibido de día, tembló al encontrarse con la enorme escalera de la puerta principal a su pies, ese era el punto en que debía decidir entre huir o ir al ala oeste, dudó, lo dudó demasiado, la tentación de huir era enorme pero guiado por su primera intención avanzó y se encaminó hacía el ala oeste.

A pesar de la obscuridad el gemelo lograba notar todo lo que había su alrededor, las cortinas rasgadas, las ventanas rotas del pasillo, muebles hecho añicos al igual que varias de las puertas, paredes destruidas con marcas de unas garras, manchas obscuras sobre la pintura, la cual estaba seguro de que sustancia provenía dicha mancha y hasta recordar de quien era, su estómago se revolvió al recordar esas imágenes y tuvo que llevar una mano a su boca para no botar todo lo que comió durante la cena.

El que las puertas estuvieran destruidas le ayuda a ver hacia el interior de las habitaciones que se encontraban algunas algo desordenadas o simplemente totalmente destruidas, su corazón se oprimía a medida que más avanzaba, revisaba cuarto por cuarto buscando algo que no sabía que sería, de vez en cuando el sonido de los truenos lo hacían dar un brinco y detenían su respiración al pensar que cada vez que aquel flash blanco apareciera encontraría al hombre rubio frente a él con su sádica y burlona mirada.

El sonido comenzó a ser más bajo, y la luz más escaza, cada vez veía menos, con cada paso el sonido del viento comenzaba a desaparecer, pero pese a esto casi como en un trance siguió caminando, hasta que se vió privado de estos dos sentidos y su desesperación interna se hizo presente, sus ojos estaban vendados con algo, y sus oídos tapados, no veía, no escucha. Saga se quedó inmóvil en el mismo lugar sin saber qué hacer, si estaba gritando por el miedo no lo sabía, si la bestia estaba al lado suyo a punto de desgarrarlo con sus garras tampoco lo sabía, sólo escuchaba y veía la imperiosa y absoluta nada, quiso llorar, y dejarse caer ahí mismo al saber que ya no podría romper la maldición, que con todo lo que había logrado avanzar moriría en cualquier momento en ese lugar.

Pero algo lo sacó de sus pensamientos de desesperación, un sonido, algo tenue, casi imperceptible que lleno sus oídos, hipnotizado por aquel sonido que se escuchaba parecido al tic-tac de un reloj comenzó a seguirlo, o al menos eso pensaba que hacía, había dejado de sentir sus pies moverse, aun no era capaz de ver algo.

Sentía que aquel sonido hacía retumbar su ser por completo, deseaba alcanzarlo con todas su fuerzas y sentía que estaba cerca, tanto que hasta podía tocarlo, mientras más notorio se hacía más se daba cuenta que no era como el sonido de un reloj, era algo que había escuchado antes, pero no sabía dónde ni a que pertenecía, era rítmico, calmado un sonido con el cual incluso podría hasta relajarse.

Sintió sus manos chocar contra algo, aun con su ceguera logró identificar una pared y siguió palpando, luego se dio cuenta que no era una pared, sino más bien era una puerta, con sus dedos tembloroso y sintiendo el cálido sonido giró con sus manos el pomo al momento que una cascada de emociones lo envolvía, pena, rabia, ira, tristeza, melancolía, felicidad, temor, alegría, éxtasis, excitación y todas ellas se alojaban en un solo punto de su cuerpo, con su mano palpó su pecho buscando contener aquellas emociones que sentía, pero si había algo que estaba seguro era de que no le pertenecían.

Ese debía ser Dónde, el lugar, aquel guardián del Qué, el donde estaba representado en lo que le había pasado, cuando sus ojos dejaron de ver, y sus oídos de escuchar, era un lugar al cual no se podría acceder con esos sentidos y lo que le mostraba era tan avasallador como cálido, el Qué por otra parte debía ser todo esas emociones que sintió, Dónde y Qué estaban juntos, Dónde y Qué no se habían separado como los otros, Dónde y Qué debían ser lo mismo, una misma “cosa” capaz de representar ambos.

Cuando tuvo la respuesta lo pronunció, a sabiendas de que no se podía oír a sí mismo, dijo el nombre del Qué y del Donde, algo que sólo podía significar ambos, sólo podía ser una cosa, una cosa perdida que la bestia había dejado tiempo atrás y eso era su corazón, el Qué y el Dónde era el corazón de la bestia.

La obscuridad cesó siendo remplazada por una luz brillante de color blanco, sus oídos volvían a escuchar la tormenta y sus ojos parpadearon unas cuantas veces hasta encontrarse frente al objeto que lo había iniciado todo, el pago por una noche en el palacio, lo único que aquella vez llevaba su madre aparte de sus hijos en su vientre, una rosa, a la cual le faltaban pétalos, y que los pocos que quedaban amenazaban con caerse, de un rojo escarlata rodeada de un halo de luz dorada flotaba en el aire frente a él y Saga tentado estiró su mano para tomarla, sintió la misma calidez de cuando se vio ciego y sordo, sintió un palpitar en la flor y pudo escuchar ese sonido ahora con claridad, no era un tic-tac de un reloj, era un palpitar, el palpitar del corazón de la bestia, un corazón a punto de marchitarse.

Un sonido lo sacó de sus pensamientos, un rayo había caído cerca del palacio, demasiado cerca, el viento empezaba soplar más fuerte que antes, escuchó el sonido de varias ventanas rompiéndose y dentro de los sonidos de la feroz tormenta el aullido de los lobos que le erizó la piel.

 

***º***

 

Saga corría por los pasillos del ala oeste con la rosa contra su pecho, llevándola con todo el cuidado que merecía para que ninguno de sus pétalos cayera en el proceso, llevaba ese corazón entre su brazos como si fuese el propio, porque eso era lo que llevaba, no una flor, no, el llevaba el corazón de la bestia, un corazón que a pesar de saber de quién era el dueño deseaba protegerlo y cuidarlo con todas sus fuerzas.

Aullidos y gruñidos feroces se escuchaban mientras corría por sobre el vidrio roto, los objetos tirados en el suelo, el palacio comenzaba a ser un caos y cuando  se encontró otra vez más frente a la escalera de la entrada principal notó que esta estaba abierta, que la madera tenía rastros de garras en ellas y además alcanzó a escuchar el ladrido de los lobos avisándole que habían logrado meterse al palacio.

Saga se quedó estático sin saber qué hacer, hacia donde correr, no era contrincante para los lobos, las rejas del patio no lo fueron, la enorme y pesada puerta principal tampoco pudo y ningún otro cuarto del palacio sería capaz de resguardarlo, estaba perdido, no moriría como lo pensó, después de haber enfrentado a la bestia su muerte sería causada por los lobos, quizás ese era su destino ya había huido de ellos en dos ocasiones ya, pero estaba vez la fortaleza que lo había salvado había sido penetrada y la bestia que lo salvó estaba desparecida.

O al menos eso creía, no notó al hombro que tomó una de sus manos y rápidamente era jalado y obligado a correr al mismo tiempo que los animales emprendía su carrera tras de ellos, Saga aún tenía la flor contra su pecho sintiendo el palpitar de esta pero eso no era todo, la misma calidez venía desde la mano que lo jalaba, alzó su vista y  vió la espalda ancha, lo cabellos rubios agitarse, era la figura del Por qué, que lo estaba guiando en dirección a su cuarto.

Siguieron corriendo por el palacio, ambos jadeando de cansancio y con una manada de al menos veinte lobos que corrían de tras de ellos para cazarlos, el rubio cuando estuvo frente a la puerta lanzó a Saga a dentro y sintió como su mano era soltada y con confusión vió como el hombre no ingresaba a la habitación y recordó lo que ocurría cuando este intentaba hacerlo.

—Corre hacia el balcón e intenta subir hacía el techo—le gritaba el hombre con desesperación tras el umbral.

—No te voy a dejar aquí sólo, no puedo dejarte aquí — le gritó de vuelta sintiendo su propio corazón romperse un poco al saber que el otro lo estaba ayudando a pesar de poner su vida en riesgo, porque ese era el Por qué, no la bestia, no la poderosa criatura que sería capaz de acabar con todos esos lobos con sus garras y colmillos.

—No, hagas esto ahora, ¿Por qué quieres que vaya contigo después de todo lo que he hecho? Si muero serás libre de mí, de la maldición, ya no estaré para atormentarte nunca más— respondió el rubio mientras Saga escuchaba a lo lejos los pasos y gruñidos de los lobos acercarse más aún.

— No quiero estar libre de ti, quiero que cuando todo esto termine tú también lo estés, que esté el Aioria completo, quiero que tomes otra vez mi mano, que entres a esta habitación y corramos— sin saber en qué momento había ocurrido, finas lagrimas corrían por el blanquecino y cansado rostro de Saga.

—Si eso es lo que quieres, dime tu nombre e invítame a pasar y tomaré tu mano—respondió el mayor alzando sus ojos color celeste frente a Saga.

—Mi nombre es Saga, hijo de la hechicera y yo te invito a entrar a mi habitación— dijo saga y tras aquello sintió otra vez aquella cálida mano tomar la suya y ver como el hombre entraba y cerraba la puerta antes de los lobos lo alcanzaran.

La puerta no resistiría por mucho tiempo así que sin perder tiempo corrieron hasta la puerta que daba al balcón, al abrirla el viento les dio a ambos en la cara  se escuchaba el retumbar de los relámpagos en el cielo, rayos cayendo en medio del bosque, se veía poco esperanzador si los lobos no los alcanzaban quizás un rayo si lo hiciera.

Al llegar a al borde del balcón Saga siguiendo las instrucciones que le daba Aioria se subió a la baranda e intentó trepar por una columna, aun no soltaba la rosa, no quería hacerlo, a pesar de lo difícil que era trepar con algo en sus manos, cuando consiguió algo de altura y pudo apoyarse estiró su mano para alcanzar a Aioria, pero este no tomó su mano, este lo vió directamente a los ojos y le sonrió como si fuese su despedida, Saga escuchó el vidrio romperse, y seguido de eso el gruñido de los lobos.

El corazón de Saga se paralizó por un momento en que un montón de lobos amenazaban con lanzarse contra el hombre, el geminiano no lo había notado en ese momento, por el miedo y su carrera por el lugar no había notado que todo comenzaba hacerse más claro, que podía ver perfectamente la silueta de Por qué en el balcón, podía ver los arboles meciéndose con el viento, el color gris del pelaje de los lobos y sus amenazadores dientes, ya estaba haciéndose de día, y eso sólo podía significar una sola cosa, Aioria comenzaba a transformarse, su piel se cubría de aquel pelaje marrón opaco, se hacía más alto, su cuerpo más robusto y parte de sus prendas se rasgaban frente a esta transformación, el rugido que se comparó al fuerte estallido de un relámpago apareció y le heló la sangre.

La bestia se lanzó en cuatro patas contra la manada de lobos, estos sin quedarse atrás y probablemente acostumbrados a atacar en grupo se sincronizaban para morder a la criatura, sus piernas, sus hombros, su abdomen, Saga veía con horror como sangre comenzaba salir de los lugares donde eran incrustados los colmillos, pero la bestia no se quedaba parada él también atacaba con su garras, desgarrando la piel de los lobos, clavando sus propios colmillos en el cuello de los animales, con su manos lanzando por el mismo balcón a otros.

Saga seguía inmóvil, su corazón bombeaba sangre como loco, quería gritar, quería llorar, pero dentro de todo aquello no quería seguir viendo como la bestia era lastimada,  no quería seguir escuchando esos gritos de dolor por parte del hombre que lo había salvado en más de una ocasión, pero era inútil, por más que lo deseara sólo podía permanecer ahí inerte viendo como los lobos lo atacaban y mientras mantenía la flor contra su pecho.

El número se reducía poco a poco, al igual que las fuerzas de la bestia, ya sólo quedaban tres lobos más y una jadeante bestia se mantenía de rodillas, cubierto de sangre y heridas y gruñendo para que los mamíferos que se quedaran se abstuvieran de atacar, pero eso no sucedió, el que estaba al medio corrió a atacarlo, clavando sus fauces en su brazo mientras el otro hacía lo mismo pero en el muslo derecho de Aioria, Saga que observaba todo desde lo alto vió lo que le tercer lobo quería hacer, como mientras la bestia luchaba por quitarse a los otros dos este se ponía por detrás para atacarlo, si él no hacía nada, la bestia iba a morir ahí mismo, su corazón se estrujó al sólo pensarlo y guiado por su irracional deseo de proteger al hombre se lanzó de donde estaba contra el lomo del lobo.

Su cuerpo se golpeó con fuerza y la rosa que llevaba en su mano calló un poco más allá, pero no tuvo tiempo para quejarse del dolor ni buscar la flor por que sus fuerzas se concentraban en contener la boca del lobo que le gruñía en su cara y sólo buscaba morderlo, su cabellos se enredaban entre las garras del grisáceo animal jalándole mechones de pelo, las garras de sus patas rasguñaban con fuerza sus brazos haciéndolos sangrar

Aioria lo vió, vio a aquel muchacho que salto desde donde lo había dejado, vio como este luchaba contra un lobo que estuvo a punto de acabar con él, vio las manchas de sangre manchar a aquel hermoso cabello gris claro  y sus ojos de aquel hermoso celeste se volvieron rojos, tan rojos como la sangre con la que estaba bañado, con la fuerza de su brazo azotó al lobo que tenía en el brazo contra el piso dejándolo inconsciente al instante, el que tenía anclado a su pierna  le atravesó la garganta con sus garras y no contento con aquello aplastó con su pata el tórax de este escuchando con satisfacción las costillas romperse.

Su siguiente objetivo no tardó en ser alcanzando, y con rapidez quitó al lobo que estaba sobre saga y con su colmillos comenzó a desgarrar el cuello de este escuchando como este gruñía y gemía de dolor, Saga que ahora estaba libre del lobo notó que aquella bestia no se detenía de masacrar a su presa y la sangre del animal se desparramaba por el piso.

— ¡Aioria, detente, este no eres tú, no eres una bestia, yo lo sé, yo lo ví, yo lo sentí detente por favor! —El chico sabiendo que aquello no sería una buena idea se lanzó y abrazó la espalda de la bestia mientras este gruñía y se sacudía para sacárselo de encima.

— ¡No tienes porqué ser  una bestia, dentro de ti hay más que esto! —Saga gritaba y lloraba aferrándose a la espalda del monstruo hasta que sus fuerzas no dieron más y fue lanzado chocando su espalda contra la baranda del balcón.

La bestia ahora lo miraba con su ojos rojos, con su cuerpo bañado en sangre y las ansias de muerte clavada en su mirada, Saga temblaba de miedo, quizás de todas formas su final sería ese, su final sería como debió ser en un principio, en manos de la bestia, pero eso ya no le importaba morir, ya no le interesaba seguir con vida, ya había hecho lo que él quería lo había salvado aunque esto ahora le costara su propia vida, era irónico como después de todo ese tiempo el fuese capaz de hacer algo por la bestia, recordó al espejo, al por qué y la iracunda criatura que lo recibió el primer día y como su relación fue cambiando y en ese momento se dio cuenta que él había dejado de ver con lo mismo ojos a aquellas personas, para él no eran seres diferentes, pera Saga todos ellos eran parte de una sola persona y aquel era Aioria, Saga estimaba a Aioria, Saga quería a Aioria y si Saga fue capaz de lanzarse contra los lobos para salvar su vida eso sólo podía significar que amaba a Aioria.

—Te amo, Aioria—dijo con una sonrisa triste al momento en que la bestia se dispuso a atacarlo.

Pero el ataque nunca llegó, la mordida nunca apareció, el chico de cabellos grises abrió lentamente sus ojos para ver una fuente de luz que lo obligaba volver a cerrarlo, escuchaba el grito de la bestia y como el cuerpo de esta flotaba en el aire, vio como la rosa que estaba maltratada en el piso flotaba cubierta en un hermoso halo de brillo y parecía renacer, cubriéndose de nuevos pétalos y nuevas hojas para luego fundirse donde estaba el cuerpo de la bestia.

Los rayos de luz siguieron brillando hasta que fue demasiado intensa para que pudiese ver y tuvo que cerrar los ojos por unos instantes. Cuando Saga los volvió a abrir notó que el viento había dejado de soplar, que los relámpagos ya no se escuchaban y que el lugar donde había estado la bestia ahora estaba tirado un muy mal herido hombre de cabellos rubios, de piel algo tostada y un tranquilo rostro que parecía estar dormido.

Saga se acercó a él y coloco su cabeza en su regazos con la tela de su pijama limpio el ensangrentado rostro y comenzó a acariciarlo, era el mismo rostro del Por qué, pero más cálido como el del Dónde, sus alargados dedos tocaron sus cabellos rubios, siguieron el contorno de su rostro topándose con aquella barba de color claro y siguió hasta palpar con la yema de sus dedos sus labios color durazno.

—Lo hiciste— dijo una voz grave que tomó por sorpresa a Saga—  encontraste el Cómo, lo que quería el Cómo, descubriste el modo de romper la maldición, te arriesgaste para salvarme, te ofreciste a ser mi presa en el último momento, él deseaba ser querido, él deseaba ser amado  y cuando dijiste que me amabas te transformaste en el “aquel” que tanto estuve esperando, aquel capaz de enamorarse de una bestia— La mano de Aioria tocó el rostro de Saga y limpió las lágrimas que habían comenzado a caer.

—Eres un mocoso que no sabe cuándo rendirse— Bromeó el rubio dando una sonrisa que Saga nunca esperó ver formarse en esos labios.

—No soy un mocoso— Respondió sonriéndole de la misma forma mientras sentía como un mano empujaba su cabeza hacia abajo.

—Si lo sé, eres Saga, mi hermoso Saga— dijo el león para luego topar sus labios con los del chicos, siento como un escalofrío lo recorría por completo, sintiendo el temblor del otro en sus labios, la dulzura de un  beso y aquel palpitar en su corazón que tanto había anhelado volver a sentir.

—Te amo, Saga— Aioria cortó el beso para decir aquellas palabras, vio como los ojos de Saga se aguaron una vez más y este se apoyaba contra él para comenzar a sollozar, Aioria sólo pudo en ese momento cerrar sus ojo y abrazar el cuerpo de aquel que lo había salvado, que había salvado su corazón y que había sido capaz de acabar con el hechizo.

El cielo comenzaba despejarse, las nueves comenzaban a desparecer del cielo, aquel gris eterno que había atormentado esas tierras por más de una década cesaba mostrando un hermoso cielo azulado, trayendo esperanzas, trayendo aquella paz que tanto había anhelado el león todo ese tiempo, ya no había una bestia, ya no había una maldición, ya no estaba el niño maldito del pueblo, ahora eran sólo ellos, porque para Aioria sólo existiría Saga y para Saga sólo Aioria.

 

FIN

Notas finales:

Aclaraciones finales de la historia:

*Creo que no es necesario un epílogo porque creo que así termina bien.

*La bestia tambíen tenía reglas propias como la de que si podía entrar a la habitación de Saga de día pero no de noche.

* El dónde en sí no era un lugar especifico del ala oeste, pero si era necesario hasta ella debido a que las reglas de la madición así lo dictaban.

*Saga no lo sabía, pero en sí el Por qué no podía hacer nada más que engañar a sus presas, la bestia era la encargada de matar a los que salían, por eso los envaucaba para huir durante la noche para que cuando fuese de día la bestia sintiendose traicionada por romper las reglas los atacaría.

Bueno eso es por ahora lo que recuerdo algúna otra duda o algún comentario final acerca dela historía es bienvenido.

 


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