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The cursed son and the Beast por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Gracias por los comentarios y por darle una oportunidad a este fic.

Traté de hacerlo algo más darks que la mayoría de mis fics así como dandole una benvenida a octubre, tambien confieso que esta era una idea par aun one-shoot que se me fue de las manos y escribí tanto que me obligué a separarlo en tres partes.

Teneed aquí la segunda parte y espero la disfrutuen.

 

II PARTE

 

El sonido de los lobos se escuchaba cerca de él, sintiendo el nauseabundo olor del hocico de uno casi junto a él, sentía el fuerte viendo de las nieves empujarlo con todas sus fuerzas evitando que avanzara como si él y aquellos animales se confabularan para ver su final, sintió  aquella sensación oprimiendo su pecho cuando el suelo bajo él se resquebrajó  y como el hielo se partía sintiendo de inmediato el frío de las aguas congeladas quemándole la piel, adentrándose a sus pulmones, su vista nublándose, perdiendo las fuerzas y a lo lejos el aullido de los lobos y el rugido de una bestia.

Saga se despertó de golpe con su pecho agitado y se removió asustado entre las sabanas que se enredaron a sus pies, ya no sentía frío, ya no sentía viento azotar contra sus oídos y o el frío hielo bajo sus pies, no veía todo a su alrededor blanco, ya no se sentí perseguido pero eso no le quitaba la sensación de que aún se encontraba en peligro, estaba una vez más en su habitación, el lugar donde había “dormido” la noche anterior, el palacio donde había un espejo capaz de humillarte , una bestia llena de ira y un lobo en piel de oveja.

Sus ropas habían sido removidas y probablemente arrancadas, sentía la desnudes de su cuerpo rosar con las suaves sabanas de la cama, se cubrió el cuerpo con ellas a pesar de no tener a nadie cerca que lo observara, si estaba nuevamente ahí era por una sola razón, la bestia se había arrepentido de darle su libertad y ahora acabaría con él por romper tres de sus reglas.

Saga se levantó de la cama cubierto de las telas blancas y su piel tocó el frío y helado suelo. Se acercó hasta sentarse frente al espejo, no consideraba que fuese una buena idea, pero necesitaba obtener respuestas aunque en el proceso tuviese que rogarle a un petulante y desagradable reflejo de un espejo.

— ¿Estás ahí? — dijo Saga sólo obteniendo como respuesta el silencio de su vacía habitación.

— No deseo molestarte pero…— no terminó de hablar cuando su reflejo se transformó y sintió un escalofrío al ver  una vez más aquellos espectrales ojos.

— ¿Qué quieres? —La voz de desagrado y la mueca en su rostro no habían cambiado al ver a Saga.

— Por favor te lo ruego, dime quien eres— Saga suplicó frente al altivo espejo ganándose una fría mirada por parte del rubio.

— La pregunta no es quien, si no cuando— Respondió el muchacho dejando a Saga confundido.

— ¿Cuando? — Preguntó finalmente el de cabellos color plata.

— Soy lo antiguo, lo que ya ocurrió, el que no olvida, el que ata, el que guarda, el que vuelve al presente, el que en enseña, ese soy yo— Saga analizaba las palabras del rubio, aún sin comprender la frase que había dicho.

— ¿Cómo se puede ser lo antiguo que vuelve al presente? —El chico frente a él sólo bufó y rodó sus ojos con clara intención de no querer responderle.

— El adivinarlo será tu trabajo, plebeyo— una sonrisa altanera y una ceja levantado hizo suspirar a Saga, aquel chico era exasperante por momentos, pero prefería la compañía de él en vez de lo que se encontraba fuera de su habitación.

—Me llamo Saga, no plebeyo— dijo el gemelo ganándose una sonrisa por parte del otro.

—Pues serás Saga, el plebeyo— rió el reflejo, dando una sonrisa verdadera, como si de verdad se hubiese estado divirtiendo.

— ¿Cómo llegaste al espejo? —La curiosidad innata de Saga se hizo presente cuando había aparecido algo de confianza entre ellos y haciendo uso de esta no dudaba en obtener información, toda clase de pista que le otorgara de salir de la completa ignorancia de estar metido en un palacio escondido hablando con un espejo parlante.

— Lo sabrás cuando adivines mi nombre— respondió una vez más con una sonrisa en el rostro dejando entre ver una blanca dentadura. —Pero…supongo que ya que duraste más que cualquiera que haya pisado el palacio puedo decirte algunas cosas, además sólo con el hecho de haber vuelto después de haber roto tres reglas podría significar algo bueno— Saga se dio cuenta con sus palabras que había sido el único en durar más, lo que quería decir que nadie había durado más de un día dentro de aquel lugar lo cual le recordaba el hecho de su estadía ahí dentro era incierta.

—En este palacio existe Qué, Quien, Cómo, Cuando, Donde y Por qué, cada uno es diferente al otro. Qué es algo, quien es alguien, cómo el modo, cuando el tiempo, Donde el lugar y Por qué la razón, cuando aquel tenga a los seis el fin vendrá — Las palabras del espejo eran más confusas mientras más las analizaba, eran un acertijo, eran la verdad que él tanto deseaba saber arreglada de una manera en la que nadie pudiese adivinar.

— ¿Aquél soy yo? — Saga preguntó dudando realmente si al menos había entendido algo de lo se le había sido dicho— ¿y Ya he conocido a tres de los seis cierto? —

—Vaya eres más listo de lo que creí Saga, el plebeyo— rió el rubio— Ya conoces a tres de los seis, pero aún no sabes cuál es cual y no eres aquel, aquel será antes del fin y el fin vendrá cuando aquel esté presente— terminó de hablar

Las dudas de Saga se acrecentaban con cada segundo que pasaba, logrando que su mente comenzara a trabajar hilando los puntos con la información que ya tenía y fue cuando algo se le vino a la mente, algo tan sutil que pudo haber pasado desapercibido para cualquiera, pero no para él.

— Tú eres cuando— dijo logrando sacar una sonrisa por parte del rubio.

— Acertaste, Saga, pero aún no adivinas mi acertijo— respondió con aquella sonrisa burlona en su rostro y asombrado por no haber sido llamado plebeyo.

— Cuando es el tiempo, pero también eres lo antiguo, pero que no olvida, el que se guarda pero que puede volver al presente— Saga recargó sus codos contra el tocador acercando su rostro al espejo.

— Eres bello, para ser sólo un simple plebeyo, demasiado inusual para un  vulgar campesino y demasiado joven para ser aquella que lo comenzó— El rostro de Saga adquirió tintes colorados en sus mejillas al escuchar las palabras entre elogio y desprecio del chico y además de la cercanía que tenía del otro sintiendo que incluso el reflejo estuviese tan cerca de él que en cualquier momento un mano lo atraparía.

Cuando no podía tener un nombre de persona, debía ser un cuando, pero un cuando era demasiado ambiguo, debía ser algo, algo que cumpliese con cada característica algo que representara el tiempo que no se olvida, el tiempo que se guarda, que renace.

—Recuerdo…— susurró calladamente

— ¿Que has dicho? — preguntó el rubio tras haber escuchado vagamente las palabras del otro.

—Eres el recuerdo— una luz  provino del espejo que lo encandilo y para cuando pudo abrir sus ojos todo su alrededor había cambiado, estaba en la entrada del palacio, un palacio que lucía más vivo, menos lúgubre, más hermoso.

Frente a él estaba aquel que se hacía llamar el recuerdo poniendo aquellas mismas caras de cuando lo conoció, altanero, despectivo, con una mueca de desagrado en su rostro miraba a una mujer que estaba frente a la puerta temblando, cubierta por nieve.

—Por favor permítame quedarme sólo por esta noche, esta rosa es lo único que puedo ofrecerle, señor— rogaba la mujer, mientras el hombre se acercó a ella y descubrió la capucha que cubría su cabeza a Saga se le detuvo el corazón unos instantes, cabellos blancos, ojos azules, piel pálida una mujer casi idéntica a él, vio en el rubio una sonrisa lujuriosa al acercase a ella, pero todo intento de tocarla se detuvo cuando la mujer tocó su vientre y se hizo notorio aquel enorme abdomen tan redondo como un globo.

— ¡Lárgate de aquí sucia vagabunda, en mi palacio no lugar para gente como tú, y no necesito tu estúpida rosa!— tomando la flor de las manos de la mujer la apretó entre sus dedos produciendo que cayera cada uno de los pétalos rojos de la rosa.

—Hombre, que no es hombre, que su exterior no deja ver su vacío interior, que los dioses escuchen mi súplica, para que jamás olvides este día,  el día en que tu exterior salga a la luz,  cuando te conviertas en lo que realmente eres, Perderás el Qué en el donde,  olvidaras el quien pero recordaras cada día el cuándo, sufrirás al no saber el cómo y el por qué te atormentará hasta que aquel aparezca—El rostro de la mujer estaba envuelto en ira, sus ojos azules parecía brillar por si solos dejando temblando al chico ante él.

La mujer tocó su vientre antes de cerrar la puerta tras de ella dando el inicio a la trasformación que Saga ya había visto, al ver como aquel hombre se transformaba en una bestia.

 

 

***°***

 

Saga despertó con su rostro apoyado sobre la mesa y el frío del invierno azotando su espalda,  a su mente se le vinieron las imágenes que acababa de ver, de aquel mismo chico que estaba dentro del espejo, una mujer que podría haber sido su madre, no estaba seguro que ella lo era y aquella especie de maldición que ella misma había hecho caer dentro del palacio, su madre había arruinado la vida de aquel hombre, su madre había sido la creadora de la bestia y esa bestia ahora lo tenía como prisionero.

Alzó su mirada al frente para sólo encontrarse con vidrio roto, el espejo hecho añicos y ni si quiera un rastro de aquel joven que había permanecido atrapado dentro del espejo.

Saga se levantó de la silla, su cuerpo estaba helado aún conservaba su desnudez, la ropa con la que andaba antes de huir del castillo estaba regada en el piso como trozos de tela que habían sido rasgadas, pero su mayor interrogante era que estaba pasando en realidad, porqué la bestia lo había ido a buscar, porque lo había salvado de la muerte a pesar de que estuvo a punto de morir en sus propias manos.

Abandonó a habitación en busca de su captor, de la bestia, del hombre maldito, no se intimidaría frente a él, necesitaba respuestas y ya no le importaba morir, estar tres veces a punto de morir en menos de un día le hacía sentir una seguridad nueva y luego de lo que el espejo le había mostrado comprendía un poco más de lo que estaba ocurriendo en el palacio del bosque prohibido.

Los gruñidos de un animal  resonando por los pasillos llamaron la atención de Saga y comenzó a caminar hacía el lugar desde donde venían aquellos quejidos, tenía miedo aún, era un sentimiento constante dese de que pisó el terreno, si existía una emoción habitual de seguro aquella debía ser el miedo, el pavor que le provocaba no saber cómo cambiarían las cosas de un momento a otro, de no saber si en tan sólo un segundo su pecho no estaría desgarrado por las garras de la bestia.

Al entrar a una habitación se encontró con el color anaranjado de las llamas saliendo desde una chimenea de piedra, el sonido venía desde un sillón que estaba frente a la fuente de calor  y podía notar parte del cuerpo de aquel ser sobresalir. Sentía su pulso acelerarse y hasta el tragar saliva se le hacía dificultoso en ese momento, sus piernas temblaban ya no por el frío, sino por la estar en la misma habitación de aquel monstruo, miró hacia arriba del fuego y pudo notar un retrato con tres personas en él podía notar a una bella mujer de cabellos rubios y ojos color miel sostener a un pequeño entre sus brazos y junto a ella un hombre atractivo alto, de tés clara, cabellos negros y ese peculiar tono celeste en los ojos que también poseía su captor y raíz de sus miedos.

— Disculpe— Su voz atravesó a estancia produciendo y completo silencio en donde hasta la madera que ardía bajo el fuego no se resquebrajaba.

— ¿Qué quieres niño? —Pero fuera de todo pronóstico aquella voz había sonado menos como un animal, menos llena de ira y hasta podía entrever cansancio de ella, Saga no supo que responder después de aquello, no se había preparado para esa respuesta y se quedó en silencio preguntándose así mismo que era lo que él quería de la bestia.

—Quería…yo… yo quería saber que hago aquí otra vez — su voz sonaba a punto de quebrarse y de que sus labios no salieran ni una sola palabra más.

La bestia se levantó del lugar en donde estaba, su oponente figura lo ensombreció por completo pero dejando aquellos vividos ojos celestes brillar en la oscuridad, Saga se vio obligado a retroceder un paso cuando la criatura se le acercaba a paso lánguido y pausado hasta que se detuvo al darse cuenta que él retrocedía con su avanzar.

— No te lo diré y es mi última palabra—Aquella frase era como las que venían del reflejo en el espejo con un poco menos de desprecio, Saga con su mirada recorrió el cuerpo de la bestia, notando ahora cada detalle de él, sabía que ya había roto una de sus reglas, pero al parecer esta ya había desaparecido después de haberla quebrado, pudo notar como un líquido espeso goteaba desde el brazo de la bestia cayendo al suelo y otra mancha roja en lo que parecía ser su pierna.

—Estás sangrando— Saga perdiendo el sentido de sobrevivencia que tanto le había ayudado en ese último tiempo se acercó sin pensar a la criatura y con sumo cuidado tomó su brazo haciendo que este al contacto con su manos retirara su mano de inmediato.

— ¡No me toques!— alzó la voz pero Saga sabiendo que podía ser una mala idea siguió intentándolo.

—Pero si no se detiene la hemorragia podría ocurrirte algo, déjame ayudarte por favor— y tras sus palabras la bestia rió.

— ¿Tu, ayudarme a mí? ¿Cómo podría una basura insignificante como tú serme de ayuda? — su voz sonó esta vez burlona y al igual como había ocurrido con el espejo intentaba humillarlo.

Pero Saga no amedrentó  aun cuando su cuerpo temblaba de miedo, aun cuando no podía ser capaz de emitir algún sonido, se puso de rodillas y con la ayuda de sus dientes rompió un trozo de la tela que usaba para cubrir su cuerpo  y comenzó a envolver con sumo cuidado el muslo de dónde provenía la sangre y así de la misma manera rasgó otro trozo y se levantó para ponerlo en el brazo de él frente a una mirada que le causaba escalofrío pero que no le perdía de vista en ningún momento hasta que dio por terminada su rudimentaria forma de dar primeros auxilios pero satisfecho por haberlo terminado sin ser gritado o jaloneado.

Saga aun en silencio y en la misma posición frente a la bestia giró su rostro hacia una pared donde había otro cuadro y aquella imagen si la conocía, si sabía de quien era, otra vez aquellas tres personas, el hombre de cabellos azabache con su rostro más avejentado la mujer más madura y el chico rubio que había empezado todo y bajo el marco dorado las palabras “Duque Régulus de Leo III, Duquesa Andrómeda de Leo y Duque  Aioria de Leo”

Las palabras del espejo se le vinieron a la mente buscando encajar aquel descubriendo con los cinco misterios restantes que le quedaban por encontrar, estaba seguro que aquello no podía ser coincidencia, que lo que ocurría en aquel palacio no era al azar, que cada cosa estaba puesta por una razón, cada norma, cada regla, cada mueble era parte de la maldición que su madre había dejado para el hombre que yacía atrapado en el cuerpo de una criatura.

—Tu eres quién— la bestia enarcó una ceja al escuchar la frase del joven frente a él y quedarse atónito frente a esos ojos color zafiro que ahora lo miraban llenos de brillo.

—Eres quien, tu eres alguien, tu eres una persona, un nombre y tu nombre es Aioria de Leo— la bestia se arrodillo tocando su pecho y como la vez anterior una luz llenó la habitación.

Saga vio la imagen de aquel apuesto joven de cabellos rubios convertirse en bestia mientras una luz salía de su pecho para desaparecer, vió como la bestia que ahora era, con sus ojos completamente rojos corría por la escaleras y pasillos dando gruñidos, destruyendo todo lo que estaba su paso, como los pisos y la paredes se iban manchando de color escarlata, como cuerpos caían uno a  uno dándole muerte por los colmillos y las garras del monstruo que ahora estaba dentro del castillo, Saga veía todo aquello con miedo, con temor con lástima porque veía a alguien desesperado buscando algo, algo se le había sido arrebatado, algo que ya no estaba con él y al verse privado de ello se quedó vacío siendo preso del miedo y la ira.

La imagen termino y volvió a ver a la bestia respirar con pesadez aún con la mano en su pecho, Saga lucía impactado con las imágenes que había presenciado, la sangre, las heridas, los cuerpos desplomarse, aquellos ojos perder el brillo al ver que su alma había sido arrebatada desde su cuerpo por las feroces fauces de un monstruo, lo que una vez fue Aioria de Leo se levantaba  y caminaba hasta el frágil cuerpo de Saga que retrocedió hasta sentir su cuerpo chocar con la pared.

— ¿Ya lo entiendes no? Lo que viste es lo que soy, lo que fuí, lo que seré, soy una bestia que destruye todo lo que toca, soy un hombre que perdió aquello que lo diferencia de un monstruo, mi pecho está vació, no soy capaz de sentir nada más que no sea ira y aunque rompas la maldición de la hechicera mis pecados del pasado jamás se podrán deshacer, estoy maldito hasta el día  en que muera—El aliento de Aioria chocaba con el rostro de Saga pero después de esas escenas no pudo ver a ese hombre como una bestia, le temía, sí, pero bajo de todo ese odio, todo ese rencor, había un hombre que clamaba por ser libre de la maldición que pedía a gritos ser rescatado.

 

****°****

 

En lo que restó de ese día Saga abandonó su habitación sólo para bajar a comer sentando en una enorme mesa con toda clase de comida pero en completa soledad, Aioria no lo había acompañado ese día, de hecho no había sentido su presencia por el palacio en ningún momento, no lo encontró en la sala con la chimenea, tampoco en la biblioteca, en el gran salón que alguna vez de seguro fue utilizado para bailar, nada y resignado cuando vio que lentamente la poca luminosidad del día se apagaba decidió que ya era hora de volver a su cuarto y encerrarse otra vez más dentro de él esperando que esa noche no volvía aparecer aquel hombre.

Como Saga sospechó cuando en el reloj comenzó a sonar a través de los pasillos como si fuese una alarma al mismo tiempo el golpeteo de su puerta con las intenciones de que la abrieran para él, pero Saga no estaba loco, se había salvado  por poco de las garras de la criatura y no se arriesgaría una vez más.

— ¡Largo, no abriré mi puerta! —Lleno de un extraño valor que apareció dentro de él al sentirse seguro dentro de esas cuatro paredes alzó la voz para pedir que el constante golpeteo acabara.

—No seas aguafiestas, lo de ayer fue un error, pero si sales ahora prometo ayudarte a escapar—replicó el hombre tras la puerta.

—No soy un idiota, sé que pretendes, tú eres la verdadera bestia, nada de lo que digas me hará cambiar de opinión— Respondió, Saga se preguntó si existía una regla para que aquel hombre no pudiese llegar a su habitación a diferencia de la bestia que al parecer si podía debido a que había aparecido ahí tras el ataque de los lobos.

—En el algún momento tendrás que salir dulzura, —dijo el rubio con cierto tono a reto en sus palabras— si es que quieres romper la maldición claro está— finalizó y Saga se odio a si mismo al verse atrapado en las palabras del rubio.

— ¿Qué quieres decir con eso? —Preguntó el adolescente levantándose de su cama y dirigiéndose hacia la puerta.

—Sé que ya has encontrado a dos, está claro que la maldición es de tu interés y me divierte saber cómo acabará todo esto, has sobrevivido a mí, has roto el espejo, y has llamado por su nombre a la bestia, me quito el sombrero ante ti, pero…aún te falta encontrar a los otros cuatro, bueno tres porque de seguro que ya sabes que soy uno de ellos—El mayor hablaba mientras Saga se encargaba de analizar cada una de sus frases, aquel monstruo no quería nada bueno de eso estaba seguro.

—Lo lograré, no necesito salir cuando tú estés, puedo buscar a los otros durante el día y…—Saga fue interrumpido por la risa del otro que lo congeló.

— Te equivocas niño, te daré una pista sólo porque estoy de buen humor y tu valentía me hace querer ver hasta donde llegas, quiero ver tus ojos llenos de esperanza para luego apagarlos yo mismo cuando te veas acorralado, pero recuerda lo que te dijo el espejo y recuerda lo que te dijo al llegar la bestia—el valor que hace unos momentos había tenido se esfumó, podía sentir aquella mirada brillosa atravesar la madera dirigiéndose a él, sentía el peso de esa mirada queriendo devorarlo.

Sabía que no debía confiar en él, pero después de romper muchas reglas estaba claro que la lógica no serviría en aquel lugar. Saga aún debía encontrar a Qué, Cómo, Donde y Por qué, él que lo encontraría en el donde lo que podría significar que encontraría algún “algo”, algún objeto en algún lugar de la palacio, y ese lugar sería el donde, pero el cómo y el por qué aún eran confusos para él. Saga siguió también las otra sugerencia del ser nocturno, las reglas, reglas que había roto debía decir de paso, no contradecirlo, bajar a cenar, no salir de su habitación por la noche, no verlo, no salir del palacio y no ir al ala oeste durante el día.

En aquellas reglas estaba su pista, pero no podía ver a que se refería el otro, repasaba cada una y las consecuencias que había traído para él romperlas, el gemelo botó aire presamente por su boca y se volvió a acostar en su cama cobijándose de la fría noche, de los aterradores monstruos y la magia maldita del  lugar.

—No lo entiendo— contestó al aire—comprendo parte de ello, pero cuando hablas de las reglas no comprendo en que me debo fijar, si rompo una me traerá problemas, salir de noche de mi habitación casi me convierte en tu víctima— escuchó una risa detrás de la puerta al momento en que terminó de hablar.

— No debes ver más allá, sólo tómalas textualmente—Dijo el hombre.

Saga pensó en qué lugar podía ser el donde, el palacio era enorme y buscar un algo que ni siquiera sabía que podía ser en medio el inmenso lugar no sería tarea fácil, pero le estaban dando un pista de eso estaba seguro y suponía que debía ser en relación al Dónde.

—El ala prohibida susurró— pero su susurro al parecer si había logrado ser escuchado al escuchar unos aplausos que sobresalían del perpetuo silencio de la noche.

—Pero está prohibida, como se supone que pueda ir si está prohibida ir ahí sería entregarme con una manzana en la boca y bañado en jugo— replicó el geminiano, Aioria sólo quería confundirlo, sólo deseaba acabar con él como no había podido hacerlo la noche anterior.

—Aunque suene tentador aquello, recuerda las reglas, mocoso—

Tras aquellas palabras el de cabellera plateada comenzó a pensar en las reglas y le dijo tal cual como se la habían enseñado “cinco, no puedes ir al ala oeste del palacio durante el día, está prohibido” y el foco en su mente se prendió aquella regla se aplicaba a una condición y esa tenía que ver con el tiempo misma condición que le impedía salir de noche pero si podía vagar por el día, Saga comprendió que si podía ir al ala oeste pero si quería hacerlo tendría que hacerlo de noche y comprendió a que se refería el mayor al decir que en algún momento saldría.

—Veo que ya lo has comprendido… será que mejor duermas y pienses, esta maldición es casi como un juego de estrategia y debes saber muy bien cómo mover tus fichas.

Saga se sintió cansado y abrumado, se tapó hasta las cabeza con las mantas mientras que el otro tras la puerta le seguía hablando, a veces reía, a veces tocaba su puerta, lo llamaba, buscaba su atención pero cuando se acostumbró al bullicio y rendido por el cansancio físico y mental Saga se durmió esperando que el día de mañana estuviese lejos de esa bestia, de ese monstruo, lejos del castillo y la maldición.

 

***°***

 

Al día siguiente Saga bajó a comer como le habían dicho pero a bestia nuevamente no aparecía y fue así en cada comida, se sintió con la confianza y la libertad de recorrer el palacio sabiendo que tenía un espacio limitado para recorrer y rogando porque su conversación con el hombre que aparecía durante la noche fuese sólo alguna treta para embaucarlo recorrió cada rincón donde se le era permitido andar, pero nada, nada mágico, nada que pudiese ser relacionado a la maldición sólo habitaciones llenas de lujo desde el piso hasta el techo, lo que si había conseguido fue obtener alguna que otra información en relación a su captor, confirmó su nombre y el de sus padres, supo también que la propiedad había sido construida hace bastante tiempo y que el linaje de los “Leo” eran tan antiguo como el pueblo mismo y se podía decir que inclusive más, era una acaudalada familia francesa los cuales si quisieran podrían bañarse en oro, el joven en cuestión además de ser el único heredero de la familia y poseer el título nobiliario de Duque que le correspondía por derecho de sangre tenía el título de caballero y no uno cualquier, un caballero de renombre que había ganado cada batalla en la cual él estuvo a cargo.

En una de las habitaciones logró ver una pintura donde lo inmortalizaban a él en una armadura, blandiendo su espada luchando contra un enorme león, león que de paso también formaba parte del escudo de la familia, aquel joven tenía el mundo a sus pies, tenía a cada persona en su mano, pero la vida se había encargado de transformarlo en un ser arrogante, narcisista y lleno de desprecio por los demás y eso mismo fue lo que lo llevó a no aceptar la rosa de su madre, a no dejar que una mujer que pedía para resguardarse de una tormenta se quedara bajo su mismo techo.

Cuando se hacía de noche su búsqueda terminaba  y el resguardo de su habitación lo protegía, cada noche aquel hombre volvía a aparecer, cada noche recreaba la misma escena de cuando la primera vez se encontró con él, cada noche llamaba a su puerta, cada noche le decía que debían escapar, como si Saga no supiese lo que aquello significaba, se formó casi una rutina  en la que él escuchaba, se negaba y de vez en cuando conversaban acerca de cuál era la razón de que él matara pero este siempre mantenía silencio, también preguntó por la Aioria/Bestia pero tampoco le decía nada.

El tema de salir de la habitación aún no lo tenía completamente decidido pero las semanas pasaban y la soledad lo abrumaba, a veces pensaba que la única razón por la cual le respondía a aquel ser y no se iba a dormir de inmediato era para no sentir el peso de la soledad y el encierro.

El gemelo tras recorrer hasta el último rincón que podía del palacio se resignó a aceptar la realidad que le decía la criatura, aquella verdad en la que lo que él buscaba estaba en la otra ala, aquella ala prohibida de día, pero tenía hacerlo si quería salir de ahí, si quería acabar con la maldición, con las muertes y terminar con lo que su madre había iniciado, pero sabía que si salía por esa puerta en la noche el rubio lo atacaría y si iba de día la bestia que en algún lado debía estar se encargaría de él.

La noche en que Saga cumplió un mes en el palacio se armó de valor, uno que no poseía, uno que no sabía si de verdad existía pero algo debía hacer, aquella tarde dejó la puerta abierta de su recamara, el clima había conspirado contra él para hacerlo temblar de miedo, un viento extremo sacudía todo y golpeaba contra la ventanas que parecía que en cualquier momento podrían romperse, cuando la noche cayó se comenzaron a escuchar relámpagos cual sonido retumbaba por los pasillos, rayos, relámpagos, viento y granizo veía por la ventana al mismo tiempo en que una voz irrumpió.

— ¿Es que acaso dejaste de temerle al monstruo dentro del armario? — preguntó el hombre parado frente a la habitación, con loa luz que llegaba de la tormenta pudo verlo bien, un hombre maduro, de cabellos rubios, ojos celestes, alto, de espalda y hombros fornidos, esa noche en particular vestía con un armadura y saga pudo recordar que era aquella misma armadura dorada en la cual estaba en el cuadro.

— No, te equivocas, aún le temo a ese monstruo—respondió mirándolo fijamente—pero…necesito avanzar o nos quedaremos así para siempre— terminó de hablar.

— ¿Y qué tiene de malo estar así para siempre, muchacho? ¿No te gusta? —Aioria o como fuera que se llamase él se mantenía a unos centímetros del umbral de la puerta, como un animal asechando a su presa dispuesto a enterrarle sus fauces al menor descuido.

— No es lo que yo quiero, y he de suponer que tú tampoco lo deseas ¿No, Duque Aioria? —Pudo ver una mueca de desagrado en el habitual rostro burlón que lo estremeció de pies a cabeza.

—Yo no soy Quien, no oses darme un nombre que no me corresponde, al que llamas ya lo encontraste pero el cobarde se encerró al recordar su humanidad, se encerró al verse rodeado de miedo, yo no soy como él, porque yo no soy un él—replicó con severidad, con algo de molestia en sus abismales ojos.

—No, no eres un quien, tampoco un cuando, ni donde ni qué, de eso puedo estar seguro—Saga llevaba meditando todo ese tiempo en quien podría ser, sus opciones eran cómo y por qué— ¿Qué provecho sacas tú al embaucar inocente, darle esperanzas de vida para luego tú mismo quitárselas? —

— ¿Saco algún provecho de esto? —preguntó el monstruo de vuelta a Saga y este se levantó de su cama y caminó vestido de la suave y ropa de seda de color blanco que utilizaba para dormir.

— Yo no he dicho eso, es más preguntaba si existía algún provecho para ti ¿Qué sacas con matar gente, qué obtienes de ello? Más que manchar tus manos con sangre— por más que intentara tranquilizarse se le era imposible estaba   a un paso del umbral de la puerta alzando su rostro para ver directamente a la cara del verdugo.

—Basta de hablarme con ligereza y darme nombres que no son el mío— insistió Aioria más molesto que la vez anterior.

— ¿Por qué actúas de esta manera? Es como si no quisieras que la maldición se rompiera ¿Por qué matas? ¿Por qué destruyes? ¿Por qué das esperanzas para luego arrebatarlas? — gritó  el gemelo ya casi fuera de sí, sintiendo su cuerpo temblar de ira, una ira que había estado escondiéndose tras el miedo desde que tiene razón de ser, ira por su madre por dejarlo sólo en el mundo, ira por los aldeanos y sus creencias estúpidas, ira contra el hombre frente a él que no fue capaz de tener un acto de bondad y desinteresado por una vez.

—Porque es lo que soy, soy un asesino, esa es la razón, porque debajo de toda esa galantería de duque y un famoso caballero soy un asesino que mató niños, madres, jóvenes, hombres que protegían a su familia de la colonización de sus tierras, porque soy la razón de que Aioria de Leo fuese maldecido por una hechicera, soy la razón de que su interior se convirtiera en una bestia de sangre fría capaz de destrozar todo lo que estaba delante de él— le gritó el hombre al momento en que un rayo retumbó por el palacio, la luz iluminó la habitación y pudo ver aquellos ojos celestes tornarse rojos y como una mano que comenzaba a atravesar el umbral quemándose al momento de traspasar al otro lado y llegar al banco cuello del geminiano.

—Eres el por qué, la razón, de que llevó a la maldición, el camino que forjó Aioria para convertirse en la bestia que fue y es— respondió con Saga con dificultad al sentir su tráquea siendo presionado por el fuerte brazo del monstruo de ojos escarlata. —eres parte de Aioria, al igual que todos los demás, un sentimiento que no pudo abandonar pero que se escondió al transformarse en una bestia, eres el arrepentimiento, no…, la culpa, eres la culpa de Aioria— 

Aquel grito animalesco se volvió a escuchar resonar pero esta vez de la boca del hombre rubio, sintió unas garras clavarse en sus garganta pero que al instante lo soltaban y lo dejaban caer al piso jadeando  por respirar, tocó su cuello y por la luz que entraba por la ventana debido a la tormenta, vio el líquido rojo, en sus manos y sentía como caía más de ese tibio y espesa sustancia desde su cuello.

Sus ojos fueron cegados por luz, esta nueva luz que emanaba el cuerpo de la culpa y como sucedió con los otros dos recuerdos llegaron a su mente, esta vez no fueron imágenes del tiempo de la maldición, no estás eran más antiguas, el campo de batalla, cuerpo tirados y cubiertos de sangre, heridos, cuerpo cercenados, decapitados, extremidades separadas por el filo de una espada, niños, hombres mujeres, ancianos, soldados, guerreros, caballeros, aliados y enemigos todos por igual repartidos, gente que se resistió a la conquista, gente en contra de su país, y el en medio de todo aquello sintiendo el nauseabundo olor metálico de la muerte ingresar hasta lo más profundo de su ser.

Estas imágenes se repitieron pero en distintos escenarios, en distintos tiempos y diferentes muertos Saga lloraba y gritaba que quería dejar de ver todo aquello, no soportaba verlo con sus propios ojos, no era capaz de mirar el escenario sin sentir que su estómago intentara salir por su boca, pero las escenas de muertos acabaron, pero llegaron otras a remplazarlas, las de un hombre de cabellos rubios gritando y rompiendo todo a su alrededor, llorando desconsolado mientras la rabia arrasaba con todo a su paso, ahí estaba la verdadera transformación, cuando vio aquella sonrisa lo supo, ahí estaba Aioria recomponiéndose de su desborde emocional, esa era la vez en que Aioria pasó a ser una bestia que escondió sus sentimientos, la última vez que se consideró a sí mismo un humano.

Su cabeza golpeó contra el  suelo tras la visión, su cuerpo se sintió cansado y de sus ojos seguían cayendo lagrimas aun cuando Saga se quedó profundamente dormido.

 

 


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