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El corazón de los lobos por Glowbastard

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Empujé la ultima caja al interior de la casa, arrastrándola hasta el salón, donde finalmente me dejé caer al suelo totalmente derrotado. Al fin todas mis cosas estaban en la nueva casa pero aún no me sentía para nada seguro de mi decisión de haber ido allí. Suspiré profundamente y levanté mi pobre y pesado cuerpo del suelo de madera levemente polvoriento y caminé con las últimas y pocas fuerzas que me quedaban hasta el dormitorio principal, donde desplomé mi cuerpo sobre la amplia cama, que aún solo disponía del colchón y una triste manta sobre el somier. 
Mi tío Angus siempre había sido un hombre solitario y misterioso, que había decidido mudarse a las montañas y vivir allí tranquilamente sin tener que estar bajo la molesta mirada de ningún familiar o conocido entrometido. Yo tampoco gozaba de una buena relación con ellos así que nunca cuestioné su decisión de apartarse al contrario que los demás. A mí mi tío siempre me había parecido una persona culta, responsable y consecuente, así que me llevaba bien con él y él conmigo. No éramos especialmente cercanos pero si había cierta complicidad y nos entendíamos mejor entre nosotros de lo que nadie más con nuestro apellido podría hacerlo. Pero por desgracia hacía unos años le fue diagnosticada una enfermedad que le mantuvo incapacitado en el hospital durante el último año entero hasta que hacía dos meses al final se nos había ido. Lloré su muerte con auténtico dolor, molestando eventualmente al resto de la gente del funeral que parecían concentrarse peor en fingir su duelo con mis sonidos. A la hora de abrir el testamento encontramos que todo su dinero lo había donado a distintas organizaciones que se encargaban de proteger y cuidar a los lobos, y lo único que quedó, la casa de la montaña a la que se había apartado, me la dio a mi. Yo sabía que él me la había dado para que pudiese escapar como él así que acepté el regalo con profundo agradecimiento y comencé a mudarme lo antes posible. Aunque llegados a este punto comenzaba a ver demasiadas desventajas. 
La casa estaba prácticamente en medio de la nada y tenía que coger el coche para poder llegar al pueblo mas cercano. Todo lo que había a mi alrededor eran rocas y árboles, y me habían dicho que también había un pequeño lago, pero no lo había visto por el momento así que supuse que habría que adentrarse un poco más en la naturaleza para encontrarlo. 
-Realmente estoy aislado de todo… como me rompa algo va a ser muy divertido averiguar como llego al hospital.-reí de manera cansada y sarcástica para mi mismo y forcé mi agotado cuerpo a ponerse en pie para empezar a desempaquetar. 
Había conseguido un trabajo en una cafetería del pueblo, Riskfield, para poder pagar mis gastos, ya que la casa estaba totalmente pagada y libre de cargas, y ya había ido un par de veces para conocer el lugar, a los compañeros y familiarizarme con el ambiente de trabajo, y allí había conseguido un par de comentarios tanto burlescos como sorprendidos por ser el sobrino de quien era y por vivir donde vivía, pero con resignación y tragándome el orgullo decidí no preguntar ni cuestionar nada aún, ya que era demasiado pronto para ganarse enemistades. 
La mayoría de mis cosas eran libros y café, así que dediqué mi dulce tiempo a organizarlos adecuada y cuidadosamente en sus estanterías en el salón, cuarto y cocina respectivamente. Luego acondicioné el cuarto principal, en el que iba a dormir, y después metí la ropa en la cómoda y armarios, dejando para lo ultimo objetos pequeños, elementos de decoración y de aseo. Aunque cuando hice la lista en mi cabeza al inicio me parecieron pocas cosas y que en poco tiempo estarían mas que de sobra terminadas, al final resultó llevarme una copiosa cantidad de horas, cayendo la noche y yo sobre el lecho una vez más sintiendo que mis huesos pesaban el triple de lo habitual y que tiraban de mi hacia el suelo. 
Me quité la camisa que llevaba a modo de chaqueta quedándome solo con la camiseta negra que llevaba debajo y los vaqueros y me descalcé tirando las deportivas con los mismos pies bien lejos de donde yo estaba, sintiendo algo del calor que se había generado por la actividad desprenderse de mi cuerpo. 
Me tumbé boca abajo y observé por el rabillo del ojo la última caja que quedaba sin colocar, junto a la mesilla. Bufé someramente al verla y giré la cabeza hacia el otro lado, fingiendo que no existía y estiré el brazo hasta el botón de la luz, que presioné con suavidad para apagarla, quedándome dormido de inmediato en medio de la total oscuridad. 


El lejano sonido del piar de los pájaros fue mi despertador a la mañana siguiente. Aún con los ojos cerrados me resultó increíblemente agradable. Era sin duda mucho mejor que el sonido de los coches o del ajetreo de la gente con la que convivía en casa, preparándose para iniciar su jornada en la ciudad. Y mil veces mejor que el agudo e irritante chillido del despertador que ya descansaba en la mesilla preparado para darme los buenos días a la mañana siguiente. 
Aspiré profundamente y me llego un cercano olor a polvo y tierra. ¿El olor del campo? No… parecía algo que estaba realmente al lado. Abrí los ojos con extrañeza y allí, durmiendo plácidamente justo a unos escasos centímetros de mi sobre la cama, había tumbado un chico totalmente desnudo. 
Del puro susto pegué un grito y traté de alejarme rápidamente, cayéndome de la cama con estrépito. Traté de recomponerme lo antes posible, analizando todo el cuarto con la mirada. La puerta del cuarto estaba abierta, y de ahí venía toda la luz de la mañana que se filtraba a través de las cristaleras del pasillo y las ventanas de otros cuartos, habiendo yo cerrado la puerta por la noche precisamente para evitar aquello. Nada parecía revuelto o movido en lo más mínimo, así que descarté rápido la opción de que fuese un ladrón. Además de que ningún ladrón se quedaría a dormir en cueros al lado de la persona a la que estaba robando. 
Busqué con los ojos algo en el cuarto que pudiese servirme de protección pero el chico ya se estaba recostando de manera perezosa, rascándose un ojo. 
-¿Qué es este alboroto…?-bostezó con los ojos aún cerrados. 
-¿¡Como te atreves a preguntar tu!? ¿¡Quien eres y como has entrado en mi casa!? ¿Qué eres? ¿Un pervertido? ¿Un exhibicionista? ¿¿Ambas cosas?? 
El chico abrió los ojos con sorpresa ante mi voz alterada y me encontré con unos ojos amarillos, brillantes como dos gemas, mirándome fijamente. Aquellos orbes me dejaron paralizado unos segundos, causándome una gran impresión y respeto, siendo unos ojos que jamás había visto en ninguna persona pero que me resultaban familiares. 
-¿Eh? ¿Tu quien eres?-me preguntó como quien no quiere la cosa. 
-¡Esa ha sido mi pregunta!-le contesté volviendo en mi con histeria. 
-¡Yo soy Wolvan!-me contestó con la mas radiante e inocente de las sonrisas.-¿Dónde está Angus? Él siempre duerme aquí… el caso es que me había extrañado ver el cuarto tan cerrado, él siempre duerme con la ventana y la puerta abierta.-miró al techo pensativo, como analizando sus propias palabras. 
-¿Conoces a mi tío….? 
-¡Pues claro! Con que eres familiar suyo… ¡Entonces debes de ser Nate! Es la única persona a la que dejaría entrar en la casa.-concluyó dicharachero, sacudiéndome con sorpresa. 
¿Quién era aquel tipo tan extraño? ¿Conocía a mi tío y además sabía dónde dormía? ¿Era habitual que apareciese así? Y lo peor de todo, ¿¿Me conocía a mí?? Traté de recomponerme y salir de mi shock mientras el otro chico seguía hablando. 
-¿Le has quitado la cama? ¿Esta durmiendo en el sofá? Eso es muy desconsiderado. 
-Bueno, la verdad es que… 
-¡Va a despertarse realmente cabreado!-río sin escuchar mis palabras siquiera.-Refunfuña mucho cuando ha dormido mal y es muy aburrido estar con él hasta que se le pasa. 
-Escucha, él… 
-¡Ala! Pues más vale que quede café del de la etiqueta azul o será imposible que se… 
-¡Angus esta muerto!-le interrumpí bruscamente alzando la voz.- ¡Esta muerto y no va a volver así que deja de parlotear tu solo por un momento! 
El silencio inundó el cuarto de manera repentina y profunda. Incluso yo me había sonado demasiado brusco, y la tensión podía sentirse claramente sobre los cuerpos. Tragué saliva y abrí la boca para disculparme cuando reparé en la cara del otro chico. 
Sentí un fuerte latido golpear mi pecho cuando vi su rostro. Su cara reflejaba una total desesperanza, la noticia debía de haber sido un shock realmente enorme para el. Se quedó unos segundos mirando al frente, sin ver realmente nada, con los ojos abiertos como platos, los cuales pronto se llenaron de lágrimas que comenzaron a caer como cascadas por sus mejillas, sin saber si llorar, gritar o maldecir al cielo. 
Tras coger aire finalmente se dobló con un sonoro quejido de dolor que resonó por todo el cuarto. Se abrazó el estómago mientras permanecía arrodillado sobre la cama, con la cara pegada al colchón, su cuerpo agitándose violentamente con los sollozos de auténtico dolor. 
Se me cerró la garganta al ver su sufrimiento, mucho mas intenso que el mío incluso a pesar de que yo era su familiar. El estómago se me revolvió con empatía y acabé acercándome al extraño, posando mi mano sobre su espalda desnuda, notando los músculos tensos y marcados bajo la piel caliente y le acaricie con delicadeza con intención de calmarle. 
-Vamos, tranquilo… ya no hay nada que hacer… pero ahora está en paz…-susurré acompañado de un suave suspiro al recordar a mi tio. 
Tras un rato logró calmarse y recomponerse un poco, dedicándome una sonrisa triste acompañada de sus ojos amarillos aun bañados en lágrimas. Le recomendé que se duchase para terminar de sentirse mejor y cuando le ofrecí ropa declinó mi ofrecimiento porque, al parecer, ya tenía ropa para él preparada en la casa y sabía donde encontrar las cosas, aunque me pregunté si sabría apañárselas bien ya que yo había cambiado gran cantidad de cosas a mi gusto, pero como aún no había terminado de colocar todo y de hecho nunca había visto las prendas de las que me habló, supuse que aún podría encontrar bastantes cosas como el recordaba. 
Bajé a la cocina y preparé café y dos tazas. Era una buena idea sentarse hablar con aquel extraño chico e intentar aclarar las cosas y descubrir de una vez cual era la relación entre mi tío y el. La primera respuesta que venía a mi mente era que fuese su amante, pero ni siquiera podía pensar en eso sin que me recorriese un escalofrío desagradable. Él tendría mas o menos mi edad, que era 22 y mi tío tenía ya cincuenta y cuatro. Me parecía genial que se relacionase con quien le pareciese bien y no era quien para decir nada sobre su vida personal o preferencias, pero siendo mi tío el protagonista de la cuestión prefería ni siquiera imaginarlo. Otra opción era que fuese su hijo y que nos lo hubiese mantenido oculto, pero le llamaba por su nombre de pila, así que esa opción perdió posibilidades en mis suposiciones. 
Cuando finalmente bajó por las escaleras agradecí profundamente verle vestido para poder analizarle adecuadamente con la mirada mientras el se acercaba y yo le invitaba a sentarse conmigo y tomar una de las tazas. 
Definitivamente tendría mas o menos mis años, con una cabellera negra como el alabastro, que ahora brillaba al haber sido recién lavada pero que aún caía en desordenados y revueltos mechones hasta sus hombros y en ocasiones sobre su rostro, sin parecer importarle mucho. Su cuerpo era atlético, musculoso, claramente fruto de un entrenamiento habitual y completo, por lo que pensé que tal vez era deportista o tenía algún trabajo complicado, pues su complexión revelaba que aquel cuerpo no era como los de aquellos que hacían ejercicios o iban al gimnasio con el objetivo de tornear su cuerpo para impresionar a otros. 
El aún para mi desconocido sujetaba la taza de café entre las manos mientras le contaba todo lo sucedido con mi tío, su fallecimiento y como conseguí la casa con detenimiento y, esta vez si, con mucho tacto y el suficiente cuidado. 
El sonrió suavemente con los ojos tristes sin levantar la vista del café en el interior del recipiente. 
-Pensé que me había abandonado… de la noche a la mañana la casa quedó vacía y nadie me explicó nada… supongo que en verdad no tenía a nadie para que pudiese explicarme… y después de casi un año entero vuelvo a ver la casa abierta… me puse tan condenadamente contento…-soltó una pequeña carcajada que trató de ocultar un sollozo. 
-Le llevaron al hospital después de que se desmayase mientras estaba de visita en nuestra ciudad, seguramente por eso no te dijo nada, ni siquiera él se lo esperaba. 
-Yo ya sabía que estaba enfermo pero nunca me dijo que tan mal… 
-Pues mira, ya sabías mas que todos nosotros. 
-Sea como sea… como ya dijiste antes no va a volver y no puedo hacer nada…-sonreí nervioso ante el recordatorio, para el sin dobles intenciones, de mi desagradable comentario. 
-Y bueno…-comencé a preguntar tras tomar una buena bocanada de aire, reuniendo estómago y valor.- ¿Cuál es tu… era tu relación con mi tío? 
-Oh, Angus me cuidaba. Siempre he deambulado por ahí y una vez me hice daño en una pata y él me recogió y me curó. Desde entonces ha sido muy bueno conmigo, cuando llueve o hace mucho viento me dejaba refugiarme aquí, a veces venía a desayunar o comer o simplemente venía a verle y pasar el rato con el. Angus era un hombre genial.-sonrió radiante al recordarle. 
«¿Pata? Que importa, era una relación normal de solidaridad y amistad.» Fue mi primer pensamiento, con alivio. Por lo que me había dicho y su aspecto supuse que era algún vagabundo, alguien a quien habían echado o se había escapado de casa y mi tío le habría cogido simpatía dios sabe por qué. A lo mejor realmente era muy buen chico, no le conocía como para juzgar. 
Algo en mi interior me dijo que mi tío seguramente querría que le echase un vistazo a su amigo para comprobar que le iba bien y que no le pasase nada ahora que el no estaba, se podía ver claramente que era una persona distraída y desorganizada. 
-Si quieres puedes seguir pasándote por aquí cuando lo veas conveniente. Pero tendrás que llamar al timbre como las visitas normales, ¡Nada de colarse! ¡Ni de ir desnudo! Ni siquiera te voy a preguntar por que te metiste en mi cama sin ropa porque no quiero saberlo, pero que no se repita, ¿Esta bien? Entonces serás bien recibido siempre que quieras. 
-¡Gracias Nate!-sonrió totalmente emocionado y se lanzó sobre mi para abrazarme.- ¡Eres un buen chico! ¡Seguro que nos hacemos amigos! ¡Ya veras! 
-Si, si, seguro, ahora quítate de encima, me estás aplastando las costillas.-le di un par de palmaditas en la espalda en muestra de reciprocidad algo sorprendido por la repentina acción y tratando de no sonar muy desagradable. 
Él se separó y me miró con los ojos alegres, chispeando, reflejando una sonrisa tan amplia como la que estiraba sus labios. 
-Muchas gracias de verdad… ¡Volveré a verte pronto! La casa esta como a la mitad, así que te dejo tiempo para acomodarte. 
-Si, eso seria un detalle. 
-Bueno, pues hasta pronto.-rió mientras se levantaba y abría el vetanal que daba al patio, colindante con el bosque. 
-¿No prefieres salir por la puerta principal?-pegué un salto al verle quitarse la ropa a toda velocidad.-¿¿Oye que te crees que…?? 
Mi garganta se arrancó, dejándome en total silencio, con los ojos abiertos como platos en la máxima representación de la sorpresa al ver el cuerpo de Wolvan transformarse en el de un lobo gris de gran tamaño, dedicándome una misteriosa mirada antes de salir corriendo de la casa moviendo elegantemente la cola y perdiéndose en la espesura del verde y oscuro bosque, recordando donde había visto unos ojos amarillos así antes. En los lobos. 


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