Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

L'appel de la vie por Girlyfairly

[Reviews - 61]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

He dicho que no prometo un lindo final, eso depende de cada quien, quizá algunos lo encuentren malo, quizá otros lo encuentren bonito. Yo solo espero que les guste. OOC

 

Notas del capitulo:

Bien, sé que tengo fics pendientes, pero me es imposible escribir un capítulo sino me sacaba esto ya de la cabeza. Aunque no será un fic largo, según yo, constará nada más de cinco capítulos a lo mucho. 

¿Vieron la advertencia de Mpreg? Bien, he de decir que no soy fanatica de eso, pero me ha resultado ventajoso para este fic. La idea  es probar cosas nuevas, o algo así dijo mi psicologo el día de hoy. 

 

Bien, empecemos.

1.ROUTINE

Se dobló las mangas largas hasta el codo, los cuales luego procedió a apoyar sobre el escritorio. El reloj ya marcaba las 18h34, su horario laboral había finalizado hace un poco más de media hora, de hecho, los demás escritorios de sus compañeros estaban ordenadamente vacíos, pero los apilados papeles sobre el suyo le hacían saber que le faltaba al menos una hora más para poder partir.

Suspiró por enésima vez esa fría tarde. No deseaba quejarse, era él quien había pedido las horas extras a su jefe pues necesitaba el dinero, pero eso no quería decir que no estaba cansado. Cansado de lo que ahora era su vida. Si hace diez años alguien le hubiese dicho que a los veintisiete no sería más que un simple oficinista, probablemente se hubiese reído en sus rostros para luego pavonearse sobre ser el mejor detective del mundo algún día.

Continuó moviendo con rapidez sus dedos sobre el teclado del computador, viendo de vez en vez los archivos que tenía sobre el escritorio, comparándolos con las gráficas que se mostraban en la pantalla. Terminó quitándose la corbata negra para luego desabotonar tres botones de su camisa, total, estaba solo en ese lugar.

El ardor en sus ojos se hizo más presente una vez que apagó el ordenador. Acomodó todas sus carpetas en los cajones de su escritorio y se estiró un poco sobre la silla para desentumecer sus extremidades.

Tuvo que cerrar por completo su gabardina tan pronto puso un pie fuera del lugar, el viento invernal lo había golpeado de lleno, calando hasta la médula. Llegó hasta el parqueo situado al otro lado de la calle, ése destinado a los empleados de aquel gris edificio. Encendió el motor de su viejo Chevrolet color marrón, no sin antes retirar algo de su dedo y guardarlo en el bolsillo de su pantalón.

-_-_-

A pesar del mal tiempo que hacía, tuvo que retirar su bufanda y gabardina al cruzar el umbral de aquel lugar que estaba custodiado por dos guardias mal encarados a cada lado. A pesar de estar casi vacío, como cualquier otro bar en día miércoles, el olor a tabaco era realmente penetrante. No tenía la mejor iluminación, sin embargo el humo de los cigarrillos y puros hacían más tenue el lugar. Estiró un poco su cuello, intentando vislumbrar la presencia de alguien entre las mesas caoba del salón pero sin éxito, dirigió sus pasos hasta la barra que estaba al fondo, donde una mujer que rondaba los treinta años se encontraba limpiando las jarras y acomodándolas en el estante que estaba sobre todas las botellas de licor.


-¿Jeannette?,¿ acaso ella aún no viene?- preguntó al sentarse en las altas sillas de color negro brillante, llamando la atención de la robusta mujer, quien volteó al reconocer su voz.

-¡Vaya que te has tardado hoy!- reclamó, guardando el trapo en su delantal para luego recoger sus rubios rizos con una cola mal hecha.

-lo siento, tuve que hacer horas extras. ¿Ella se ha ido ya?- su voz sonó nerviosa, temiendo no verla.

-Sube- fue la única respuesta luego de hacer una bomba de chicle, la cual explotó sobre sus labios rojos.

Lawliet sonrío y sin perder tiempo se dirigió a las escaleras que estaban a un lado de la barra, ésas que al fondo mostraban una puerta de madera con un número 20 escrito en dorado sobre ella.

-¿Quien es?- se escuchó una suave voz al otro lado, algo que le hizo temblar como un chiquillo al reconocerla, su emoción era tanto que podía jurar haber percibido ya su fresco y ligero olor a rosas y limón.

-Soy quien tú desees.

Su seductora voz llegó hasta los oídos de la chica quién se encontraba frente al espejo de un tocador acomodándose sus prendas, por instinto corrió a la puerta y sonrío ampliamente al verlo. A pesar que su aspecto lucia cansado, con su camisa arrugada por fuera del pantalón, sus mangas dobladas hasta los codos, unos cabellos desarreglados y unas ojeras más marcadas que lo usual, aún así lograba verse jodidamente sensual para ella.

-Hoy has tardado- Hizo un leve puchero mientras se cruzaba de brazos.

Lawliet cerró la puerta tras de él, quedándose mudo por unos segundos. A pesar que la pelínegra quisiese hacer un rostro aniñado, contrastaba enormemente con su curvilíneo cuerpo. Se relamió los labios sin pudor alguno, la manera en la que esas liguillas se hundían levemente en sus turgentes y blancas piernas le excitaba, sentía su pene temblar bajo el pantalón ante lo bien que se marcaba la estrecha cintura de la chica con ese corsé rojo haciendo juego con la lencería del mismo color. El corpiño apenas y contenía sus voluptuosos senos, y el hilo se perdía exquisitamente entre aquellas redondas nalgas.

-Comenzaré a ponerme celoso que trabajes en este sitio visitado mayormente por hombres.

Sin dejar su sonrisa de lado, la tomó por las caderas empujándola hasta que la puso sobre el tocador del camerino, situándose él entre las redondas piernas.

El corazón de Kiyomi latía con fuerza, no solo por lo que aquellas pálidas manos provocaban al aventurarse en cada rincón de su cuerpo, sino también por la emoción que le embargaba al estar a su lado.

Cinco meses habían pasado ya desde aquella tarde que Lawliet había cruzado el umbral del bar, Kiyomi para ese entonces solo tenía tres semanas trabajando y a pesar que Jeannette le había aconsejado no entrometerse demasiado en la vida de los clientes, no pudo evitar extenderle otro vaso de whisky al pálido y frustrado hombre sentado tras la barra.

Lawliet pronto se descubrió cómodo intercambiando palabras con aquella mujer, poseedora de unos hermosos ojos color gris que jamás había visto, le hacía olvidar su día a día, su aburrida rutina: de la casa al trabajo, del trabajo a la casa. Se perdía en el contonear de sus caderas cuando se desplazaba por el bar sirviendo las jarras sobre las mesas, lo hacía reír cuando luego de su jornada decidían compartir un momento juntos.

Ninguno de los dos supo como sus labios chocaron esa fría noche fuera del bar, cuando sus pálidas manos tomaron posesivamente aquellas turgentes caderas sobre la pegada falda de cuero, apresándola contra el muro de aquel oscuro callejón, al lado de los basureros de metal. Ese había sido el inicio de aquella furtiva relación y el desencadenamiento del amor que guardaba el corazón de Kiyomi.

El pequeño camerino se había caldeado y los gemidos agudos y roncos iban en aumento, sus largas uñas intentaban sujetarse de la pálida espalda, dejando surcos rojos a su paso. Los labios de Lawliet se deleitaban con aquel terso cuello, mientras la chica echaba su cabeza para atrás, dejándose poseer por las corrientes eléctricas que recorrían su cuerpo en cada profunda estocada que el azabache propinaba. Sujetó con fuerza la estrecha cintura, dejando las marcas de sus dedos sobre ella, sus roncos gemidos eran señal de su inminente orgasmo. Se pegó más a su cuerpo, hundiendo su miembro en ésa húmeda y caliente cavidad, la cual acunó su abundante y espeso semen. Su débil y agitado cuerpo se recostó sobre el de Kiyomi, quien se encontraba en una situación similar, sus negros cabellos pegándose por el sudor en su frente y su espalda recostada contra el espejo del tocador mientras sus brazos rodeaban con ternura la espalda del azabache, cuyos cabellos acariciaba delicadamente.

-Te amo, Elle- Confesó temerosa. Jamás habían formalizado esa relación y le daba miedo que para Lawliet solo significase un simple acoston, porque para ella era mucho más. No eran mucho los meses que llevaban juntos, las citas eran esporádicas y solamente a lugares poco conocidos, pero aún así ese azabache era el dueño de sus pensamientos.

El pelinegro alzó su rostro, viendo el miedo reflejado en aquellos hermosos ojos color gris, sin embargo no pudo contestar como ella hubiese deseado, porque aunque ella era especial, no se atrevía a decir una mentira tan grande. Optó por acortar la distancia, juntando sus labios de nuevo, sumergiéndola en un beso más pasional que los previos.

-Me ha encantado verte, como siempre.

Le tomó el rostro con ambas manos, acariciándole con sus pulgares tiernamente.

Una triste sonrisa surcó sus labios por no haber escuchado lo que sus oídos querían y sobretodo por su significado, era una despedida. Lo vio agacharse para tomar el pantalón que rodeaba sus tobillos. Ella se puso de pie, sintiendo sus piernas entumecidas por haber estado abierta en aquella incomoda posición, se hizo a un lado para darle espacio y que pudiera acomodarse las prendas frente al espejo.

-A mí también me encantó verte- susurró, abrazándole por detrás, recorriendo con sus manos el pálido pecho antes que el azabache terminase de abotonarse la camisa.

-Eres como una luz en mi vida- se volteó, viéndola sonreír ampliamente. Sabía que las mujeres amaban ese tipo de cosas y para hacerlo perfecto, la beso nuevamente, sintiendo como los labios de Kiyomi temblaban de alegría.

-_-_-

El reloj sobre el tablero del auto marcaba las 21h40. Apagó el motor frente a una humilde y pequeña casa, cuya pintura celeste se estaba descascarando por los años. Suspiró profundo una vez se situó frente a la gastada puerta, llevó su mano al bolsillo de su pantalón y sacó el objeto que había guardado horas antes, el brillante anillo que regresó a su dedo anular.

Abrió la puerta y se sorprendió que la luz de la pequeña sala estuviese encendida, pero más le sorprendió ver el desorden en ella. La mesita de centro había sido puesta en un extremo, ese espacio ahora se encontraba invadido por libros, cuadernos, página, lápices, colores, cartulinas. Los cuales no solo se limitaban a estar sobre los ladrillos, sino también sobre los sillones. La casa de por sí ya era pequeña, solo constaba de cuatro habitaciones bien distribuidos: cocina y comedor en uno solo, la sala en otro, la habitación principal a un lado y el baño por último, siendo el más pequeño a la vez. Sin embargo ese desorden hacia ver el lugar aún más estrecho.

-¡Amor!

Su vista dejó de lado la desorganizada sala y la alzó al reconocer la alegre voz de Light, quien acababa de salir de la puerta que estaba a un lado -su habitación- trayendo en mano más carpetas mientras caminaba apresurado hacia él.

-¿Ya comiste?- preguntó Light -Puedo prepararte algo- le besó los labios, no sin antes dejar los papeles sobre el suelo.

-No tengo hambre- su voz ronca y apagada fue algo que alarmó al castaño, cuya mirada se lleno de preocupación.

-¿Elle, te sientes mal?- con el dorso de la mano palpó la frente del otro, cerciorándose que no tuviese fiebre. Pero éste ladeó su rostro, alejándose de él.

-¿¡Como quieres que me sienta sí al regresar encuentro la casa hecha un desorden!?- molesto, dejó la gabardina en el perchero que estaba al lado de la puerta, dando la espalda al castaño. Últimamente la relación de ellos se había vuelto más tensa, explotando hasta con lo mas mínimo. 

-Es por una tarea de la universidad, pero dejaré todo en su lugar al terminar- explicó con voz suave, sabía que contestar con agresividad solo generaría más violencia y ese día no se sentía de ánimos para discutir cuando tenía tantas cosas qué hacer.

-¿¡¡Y es necesario tanto desorden para una simple tarea!!?- farfullo con el rostro completamente rojo, provocando que Light se encogiera levemente e inevitablemente retrocediera un paso.

-No es para que te pongas así...- Intentó acercarse, queriendo tomarle el rostro con su trémula mano, pero Lawliet se la apartó de un preciso golpe sobre el dorso.

-¡Sabes que detesto el desorden!, ¡Maldita sea, Light!, ¿¡Tantos años juntos para que no sepas ni eso!?

-¡Un mal día en el trabajo no es razón para que te desquites conmigo!- se cruzó de brazos, dandole la espalda mientras apretaba los labios. Estaba harto, ¿cuándo hablar las cosas como personas civilizadas dejó de ser una opción?

-¡Vamos, Light! Mis días no serían tan malos si al regresar no encontrase la casa hecha una mierda!- fue lo último que dijo en el mismo tono alto de voz antes de girar y dirigirse a zancadas hasta la habitación, azotando la puerta al encerrarse en ella.

El castaño se quedó en medio de la sala, sin saber cómo reaccionar en un principio, esas ultimas palabras calaron.  Llevó la mano a sus labios para evitar que algún sollozo escapase de ellos. Como por inercia, dirigió sus pasos hacia la pequeña mesa que él mismo había colocado a un lado para dar espacio a su tarea, en ella se encontraba una foto cuyo blanco marco tenía cursis figuras de corazones rojo. Fue inevitable que una lagrima no rodease quemándole la mejilla al ver dicha fotografía: Elledetrás de él rodeándole el cuello con los brazos, ambos usando trajes negros; parados en medio de aquel verde jardín, donde a lo lejos se podía apreciar un arco forrado de blancas rosas.

Si el día de su boda alguien le hubiese dicho que el amor se les acabaría a los tres años de casados, se hubiese reído por lo infinito que ese afecto era. Ambos lucían tan felices y enamorados el día en que habían decidido unir sus vidas para siempre. Y es que Light le seguía amando de la misma manera, deseaba convencerse que las peleas eran parte de cualquier matrimonio, que su relación solo se haría más fuerte en cada prueba, así como las que ya habían superado, ambos habían salido adelante a pesar de la oposición de su familia, quienes desaprobaban su homosexualidad y mucho más el que quisiera casarse a la edad de veinte años. Jamás se arrepintió de haber firmado aquellos papeles esa tarde de abril, siempre mostraba con orgullo el anillo que decoraba su dedo anular. Pero últimamente comenzaba a cuestionarse si ese flamante amor aún existía en el pecho de su esposo, o si realmente ya se había extinguido por completo.

 

Notas finales:

No hay historia mía que no sea simple y trillada, pero aún así espero que les guste.

Hasta luego.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).