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L'appel de la vie por Girlyfairly

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Notas del capitulo:

20h47

En el otro fic, a veces tengo la maña de poner la hora en la que empiezo a subirlo xD 

Empecé a escribir como a eso de las 10h, más o menos, pero ya saben. Escribía, veía Facebook; escribía, almorzaba; escribía, acariciaba a mi gato; escribía, arreglaba mi cuarto. A veces me distraigo fácil, les juro que cuando me concentro, puedo terminar más rápido, pero a veces son buenos esos momentos de distracción xD 

Bien, ¿alguien ya notó mi uso excesivo de la palabra "bien"?. Bien, no importa. 

Continuando, antes de olvidarlo. mi principal objetivo de comenzar a escribir temprano es porque ayer no pude escribir nada, como algunos ya sabrán *todos la ignoran* ando enferma y ayer creo que fue mi límite, calentura y dolor de cabeza, aún así tuve que trabajar e ir a clases T.T maldita pobreza. 

Ya me fui por otro lado, de nuevo. Mi principal objetivo de haber comenzado hoy temprano es... realmente yo quería actualizar temprano T.T ... es que el review de alguien diciendo que el viernes pasado se quedó esperando mi actualizacion me partió el corazón. Awns, soy un ser detestable, lo sé. 

Otra cosa, yo siempre soy un lío con las palabras. Soy salvadoreña xD y aquí hablamos de "vos" y no de "tú"...aunque nunca utilizo el "vos"  en mis capítulos, el punto de decirles esto es porque siempre intento usar palabras... ¿universales?... o sea, que sé que todos sin importar el país, entenderán. (En serio, siempre tengo una página de sinonimos abierta cada que escribo) lo sé, hago drama de nada, pero quiero a todos en la misma sintonía. El punto es que, a veces les digo "chichis", porque al menos aquí es como cariño de decir "bebés"... pero ayer mientras estaba moribunda, recordé que en México (creo) se les dice chichis a los pechos xD LOL... no, yo me refiero a bebecitos, no pechitos :*

4.RÉALITÉ. 

No dolía, mientras dormía nada parecía doler, la realidad se esfumada y los recuerdos se apagaban. Habían pasado dos semana, quizá menos, o quizá más, había dejado de contar los días, de hecho, ya ni se daba cuenta cuando era de día o cuando era de noche. Se la pasaba en la misma posición hora tras hora, con su rostro hundido en la suave almohada y su cuerpo envuelto en el grueso edredón color rosa. No importaba cuanto tiempo durmiese, siempre tenía sueño, algo que le resultaba ventajoso pues estando inconsciente lograba olvidar, mientras que los pocos momentos en los que estaba despierto la desesperación le embargaba en cuestión de segundos, acumulándole las lágrimas tras los párpados, cerrándole la garganta por la impotencia y haciéndole devolver lo poco que su estómago contenía.

La puerta de la habitación se abrió con cuidado, aún así provocando un molesto chirrido, el cual no pareció molestar al castaño. Misa se mordió los labios para contener el jadeo que estuvo a punto de dejar escapar por la conmoción que le causaba ver en lo que se había convertido su cuarto de huéspedes. Dos maletas en medio con la ropa revuelta y algunas prendas tiradas por cualquier parte del suelo; el lugar sumido en una casi completa oscuridad, interrumpido solamente por los rayos del sol que se colaban cómo podían en algún espacio libre de la gruesa cortina oscura que Light había colocado sobre la ventana; el olor a encierro combinado con rancio le hizo llevarse una mano a su nariz y boca por lo fuerte que resultaba ser; el lugar se había caldeado y el viejo ventilador de techo que temblaba en cada movimiento hacia muy pobremente su trabajo de refrescar, aún así, el castaño estaba completamente cobijado, como si un gélido aire fuese el que recorriese la habitación; aunque lo peor, y por mucho, era la impotencia que le causaba verlo sumiéndose en su depresión. No dudó ni un segundo de recibirlo en su casa la noche en la que, entre gimoteos, Light le había llamado casi de manera suplicante, pero aparte de darle un lugar donde dormir, no tenia muy claro que más podía hacer.

Se sentó en la orilla con sumo cuidado, colocando la bandeja con comida que traía en manos sobre la mesita de noche, haciendo a un lado el plato que ella misma le había llevado para el desayuno, el cual, tampoco había probado.

Le removió algunos mechones que le cubrían el rostro, viendo cómo éste se había vuelto levemente más pálido, junto a un contorno hinchado y rojizo que le enmarcaba los ojos, a eso sumándole que había perdido peso, haciendo que sus mejillas se hundiesen un poco, dandole un aspecto bastante enfermizo que alarmaría a cualquiera.

—Light... despierta...— susurró mientras con una mano le sacudía suavemente, no queriendo perturbarlo.

Toda esta situación sumado a la poca ingesta de alimento tenían al castaño un poco irritable en las ocasiones que estaba despierto. Y no fue difícil para que los ojos del castaño se abriesen, pero luciendo apagados, sin rastros de la alegría que siempre le hacían lucir unos orbes miel tan brillantes.

—Te he traído un poco de sopa, debes comer algo—  continuó acariciandole el cabello, desenredándolo con sus dedos, manteniendo su sonrisa nerviosa al verlo sin mover ni el más ínfimo músculo, ni siquiera la veía, su vista estaba fija en algún inexistente punto de la habitación, cosa que la ponía sumamente nerviosa al no saber qué hacer.

—No tengo hambre.

La debilidad en sus palabras era evidente, habían sonado forzadas o pastosas antes que los ojos se le volviesen a anegar en lágrimas como siempre sucedía. Misa limpió con ternura la primera que bajó deslizándose por su nariz, aunque le siguieron muchas otras, junto a los espasmódicos movimientos de sus hombros.

—Light, soy tu amiga y te entiendo, joder que si, pero no puedes lanzar toda tu vida y esfuerzos por la borda a causa de un amor fallido, por un hombre que no te supo valorar— se puso de pie, encaminándose hacia la ventana para remover la oscura cortina, haciendo que la habitación se llenara de una luz que para el castaño resultó ser casi cegadora, obligándolo a apretar los ojos antes de echarse la cobija sobre el rostro.

Sabía que dos semanas no eran suficientes para superar una traición, sobretodo cuando Lawliet había resultado ser el primer novio de Light, ambos se habían conocido desde adolescentes. Por ello le resultaba lógico que su amigo necesitase un poco más de tiempo para superarlo, pero ella no estaba con las intenciones de esperar pues de seguir así, terminaría enfermando de gravedad. 

—Anda, levántate. Llevas dos semanas sin ir a la universidad, así que debes recuperarte o terminarás reprobando el ciclo— tomó las cobijas y luego de un pequeño forcejeo, logró arrebatarlas de Light, quien molesto se sentó con cierta dificultad debido a los mareos causados por su poca ingesta de alimentos.

—No me importa la universidad...— espetó entre dientes, apoyando su espalda contra el respaldar mientras la veía acercarse nuevamente a la cama y sentarse a su lado —¿Que no entiendes que yo solo quisiera mo...-

—No se te ocurra terminar esa frase con alguna estupidez, Light Yagami— reprendió súbitamente, tomando entre manos el plato de sopa que tanto le había costado preparar. Ella no era muy aficionada de las sopas, prefería platos más fuertes, pero tomando en cuenta que Light había estado de renuente a probar bocado, no podía atascarlo con algún platillo demasiado pesado.

Solo era sopa de pollo o de verduras, Light no sabia distinguir, solo sabía que se veía horrenda y el humeante olor que le llegó a su nariz era demasiado escandaloso, revolviéndole el estomago en un instante, obligándole a llevarse una mano a los labios antes de salir corriendo en dirección a la habitación de baño que se encontraba enfrente de la cama.

—Perfecto... sé que no cocino nada mal— suspiró, susurrando para sí al verlo correr al baño, de nuevo. Tomó la cuchara para probar la comida solo para cerciorarse que no sabía mal, las reacciones de Light cada que le ponía los platos enfrente le estaban haciendo comenzar a dudar de sus habilidades. Se puso de pie, dejando todo a un lado para dirigirse a la puerta del baño, donde claramente se escuchaban unas forzadas arcadas, pero sin que algo saliese de su boca, ¿por qué y qué podría vomitar si se había rehusado a comer? —¡Light!, ¡abre la puerta, necesitamos que te vea un doctor!— gritó desde afuera, golpeando la puerta al mismo tiempo que intentaba girar la perilla, pero que ésta se encontraba bajo llave.

—¡No quiero!, ¡no quiero ir al puto doctor!, ¡no quiero salir de esta habitación!, ¡no quiero ir a la universidad!, ¡no quiero nada, joder!

Un golpe sobre la madera hizo retroceder un paso a la rubia quien se encontraba al otro lado de la puerta, provocando que un leve temblor la embargase ante la desesperación combinado con rendición que había percibido en sus palabras. Se amarró el cabello completo en una cola alta pues de repente la habitación le resultaba más caliente; ella no estaba atraída por mantener una relación estable, quizá no había aparecido el indicado, aunque solía creer que se debía a su idea de mantenerse enfocada en sus estudios y mantenerse alejada del drama que cualquier noviazgo acarrea, pero jamás creyó que la relación fallida de alguien más pudiese afectarle tanto, porque quería a Light, amaba a ése necio castaño que estaba al otro lado.

—¡Light, te aprecio demasiado como para dejar que te hundas!, ¡Te quiero pero no me echaré contigo a llorar y a sentir lástima por ti!, ¡No me importa a quien deba de llamar pero te haré salir!

Lo escuchó quejarse pero sus palabras no fueron claras, al menos no para ella quien se había alejado un poco y se concentraba en la pantalla de su celular, repasando uno a uno sus contactos. En momentos como estos es que podía, quizá, odiar el vivir sola; aunque Light hubiese perdido peso, seguía siendo más pesado que ella, ni a rastras lograría moverlo, pero estaba decidida. Creyó que ser condescendiente era la mejor manera de ayudarle, en buena parte porque entendía como él debía sentirse, pero ahora solo deseaba llamarle a alguien que pudiese sacarlo para llevarlo —por las buenas o malas— a un hospital, porque entendía que la tristeza provocase que también cayese enfermo, pero eso no quería decir que los constantes vomitos fuese algo normal.

 

 

 

-_-_-

 

 

 

Era un milagro que alguien en su condición se hubiese presentado diariamente a trabajar. Quizá porque durante esas horas lograba alejarse de su realidad, de la asquerosa realidad que le alcanzaba al llegar a casa. Si antes el día a día se le hacía aburrido, hoy lo encontraba jodidamente dificultoso, no entendía como lograba ponerse de pie por las mañanas, ni cómo rayos lograba conciliar el sueño por las noches. Si solía creer que regresar a casa no le generaba alegría, hoy detestaba ese sentimiento de pavor que le provocaba; la soledad hacía eco por todo el lugar y, es peor cuando su mano roza por accidente el lado de la cama donde Light solía dormir, sintiéndola terriblemente gélida, un frío que le traspasa la piel en un instante.

—¿Hoy tampoco trajiste comida?— interrumpió Matsuda, sentándose a su lado en la mesa de la cafetería, extendiéndole un sándwich adicional que a diario llevaba desde que lo había notado más decaído. Lawliet le dedicó una leve sonrisa, la mejor que pudo, aunque podía asegurar que le salió torcida antes de tomar el emparedado que su compañero le ofrecía.

Lo vio colocar su almuerzo sobre la mesa, notando ese brillo que solía invadir los ojos de su compañero cada que comenzaba a acomodar todo, como queriendo descubrir con qué lo sorprendería su esposa esta vez. Negó suavemente con la cabeza mientras desenvolvía su emparedado, Matsuda ahora sonreía al leer una pequeña nota que estaba oculta en la lonchera. Siempre decían lo mismo; desde su posición, Lawliet ya había logrado leerlas en algunas ocasiones, todo el tiempo decían "Te amo, vuelve pronto a casa". Recordaba que en alguna ocasión lo había molestado por lo cursi que le resultaba la cara de tonto que se le formaba cada que leía esos papelitos, poniendo un rostro de asombro como si fuese la primera vez. Aunque ahora daría lo que fuese por estar en la posición de Matsuda, siendo él quien se sintiese emocionado por saber que comida le habían preparado, pero mejor aún, ser él quien tuviese la cara de tonto por leer una notita escrita por Light.

—Da las gracias por mi a tu esposa.

Matsuda asintió sonriente, mientras él le daba otro bocado al emparedado. Realmente no importaba de qué tipo fuese, todos le sabían a lo mismo, de hecho no sabían a nada, sentía la boca demasiado seca o pastosa, haciéndole difícil el tragar. Pero eso sería algo que jamás diría, intentaba comer de la manera más normal posible, conteniendo las tremendas ganas de arrugar la cara por el asco que le causaba, eso sería descortés con alguien que solo está tratando de ser amable.

—¿Sigue sin contestarte las llamadas?— se atrevió a preguntar, viendo de reojo  como el azabache tenía la vista fija en el celular que había colocado sobre la mesa, expectante que éste se encendiese en cualquier momento, como si la respuesta que espera fuese a llegar por lo insistente de su mirada.

—Lo tiene apagado...— susurró con miedo, sintiendo como si el cuerpo entero se le hubiese aflojado de repente. No importaba la hora ni el día en que le llamase, el celular del castaño siempre estaba apagado, aunque... cada que su llamada era desviada al buzón de voz, por un instante, por un ínfimo momento, podía escuchar su cálida voz. Y era ahí cuando se daba cuenta que debía estar volviéndose loco, estaba consciente que el maldito celular iba a estar apagado independientemente de la hora en la que intentase, pero seguía llamando, seguía haciéndolo para escucharlo... aunque fuese por un segundo.

—Creo que deberías pedirle vacaciones al jefe... no te ves muy bien— intentó que sus palabras no se fuesen a tomar de la manera equivocada, pero es que realmente Elle se veía más demacrado, de por sí ni siquiera era un tipo de apariencia dura, ahora podíamos sumarle que su rostro lucía más jalado y sus pómulos más prominentes, dandole un aspecto escuálido.

Negó lento con la cabeza mientras envolvía la mitad del sándwich, convencido que no sería capaz de dar un mordisco más. ¿Él, de vacaciones?, ¿cómo para que?, si le huía de gran manera a estar en la casa, habían ocasiones en los que regresaba a altas horas de la noche y, solamente cuando el cansancio era extremo, a sabiendas que caería dormido con solo acostarse; sino, prefería pasar la noche en cualquier motel barato, alejado de la frialdad que emanaba su propia cama, una frivolidad que parecía alimentarse de su desesperación y miedo, haciéndolo doblegarse hasta el llanto, recordándole lo solo que estaba y, en como los días pasaban sin saber nada de Light.

 

 

 

-_-_-

 

 

 

Aún estaba molesto, aunque ya ni sabia el porqué. No sabía si estaba molesto con Misa por haber llamado a dos de sus amigos, quienes bajo amenaza le hicieron tomar una ducha y salir del baño, si es que acaso no deseaba que ellos lo hicieran por él; o bien, podía estar molesto por tener más de cuatro horas sentado sobre el sofá de cuero color blanco, el cual a pesar de ser cómodo, se le hacía sumamente detestable. De hecho todo le parecía irritante de ese lugar; los blanquecinos focos incrustados en el techo parecían lastimarle la vista; el pulcro y brillante piso que combinaba de buena manera con el reluciente blanco de las paredes se le hacía demasiado perfecto; los niños que no dejaban de quejarse por la espera lo estaban desesperando, por desgracia había dos puertas en ese consultorio, una de ellas pertenecía a la pediatra, así que no sabía cómo había podido soportar cuatro horas a esos padres que hojeaban las revistas ignorando el alboroto de sus hijos; y lo peor, la sonriente enfermera que se encontraba tras el mostrador en medio de ambas puertas, su amabilidad lo estaba exasperando.

—Pero mira que brillante se ve tu cabello ahora— pasó sus delgados dedos entre los castaños mechones de su amigo, sintiéndolos suave luego del baño que a regañadientes había tomado.

—Ya me quiero ir, Misa. Sabes que podríamos haber venido por los resultados mañana, en lugar de estar toda la tarde aquí— resopló, apoyando su quijada en el dorso de su mano, viendo cómo las agujas del reloj que estaba detrás del mostrador parecían moverse más lento de lo normal.

—Aii, no seas desesperado. El doctor nos llamará en cualquier momento— ¿y para que iba a mentir?, ella también se estaba aburriendo en demasía, había tenido que ponerse de pie al menos unas ocho veces al sentir las piernas entumecidas, ¿pero volver a casa?, ¿para que Light volviese a su encierro? No, gracias. Aunque malhumorado y con ayuda de sus amigos, había logrado sacarlo, no a un lindo lugar donde pudiesen pasear, pero al menos no estaba hecho un asco en las penumbras de su habitación.

—El doctor los espera— dijo la sonriente enfermera que se situó frente a ellos les hizo dar un leve respingo, antes que ambos se pusieran de pie, uno entre bufidos y la otra emocionada.

Hubiese deseado no tener que ver al hombre de avanzada edad tan pronto. El doctor que le entregaría y leería los resultados del hemograma carecía de cabello en la coronilla, cuyos ojos lucían gachos por el paso del tiempo, pero que sonreía ampliamente a pesar que ello requería que su rostro por completo se arrugase. De nuevo estaba sentándose en las sillas frente al escritorio, donde unas horas antes había estado mientras le sacaban sangre, la espera se le había hecho eterna, así que rogaba que el doctorcito hiciese su trabajo de una vez y los dejase partir.

—Me sorprende la paciencia que han tenido, muchos prefieren regresar al día siguiente por los resultados— sonrío, mientras su trémula mano intentaba abrir el sobre de los resultados. Light suspiró mientras le lanzaba una mirada de reproche a Misa, como un "te lo dije".

—Mi amigo se ha sentido bastante mal, por ello no queríamos esperar ni un día más— se acomodó la falda cubriéndose las rodillas, deseando que el doctor se tomase todo el tiempo que quisiese, ella no tenía prisas en regresar

El doctor echó una mirada rápida sobre el muchacho, cuya expresión corporal denotaba fastidio, quijada tensa y brazos cruzados, pero con una palidez casi amarillenta en su piel que no era normal. Desvió su vista hacia el papel que ya tenía entre manos, buscando alguna anomalía.

—Bien, Yagami Light. El porcentaje de glóbulos rojos está bajo lo normal, probablemente por la mala alimentación que has tenido los últimos días, según me comentaba tu amiga horas antes— se acomodó los lentes, sin despegar la vista del papel, repasando minuciosamente cada detalle.

—¡Ves!, ¡Te dije que debíamos venir al doctor!— le soltó un suave golpecito en el hombro, ganándose otra mirada de reproche por parte del castaño, quien había escuchado el resultado pero no le preocupaba en lo más mínimo. Anemia no se escuchaba tan mal sí lo comparábamos con lo pésimo que se sentía.

—¿Que otros síntomas ha tenido, joven Yagami?— el cambio en la voz del doctor fue algo que llamó la atención de ambos, no tenía esa pizca de abuelito alegre, ahora sonaba bastante serio y su rostro lo confirmaba.

—Estoy pasando por un mal momento, es normal que esté enfermo— se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

—Más bien creo que está deprimido. Solo pasa con sueño, no quiere comer y lo poco que come lo regresa, todo le da asco. MI comida le da asco— interrumpió la rubia, llevándose una mano al pecho indignada ante el último hecho. Un acto dramático que devolvió la sonrisa al carismático doctor.

—Preguntaba porque también se detectó la presencia de la hormona "Gonadotropina Coriónica Humana" más conocido solamente por las siglas "GCH"

—¿...Qué...?— se escuchó la voz de ambos al unísono, con sus ojos abiertos de par en par. El doctor sonreía, parecía emocionado, pero ellos no podían estar más confundidos. ¿Gonado... qué?

—Es la hormona que se hace presente en el embarazo— continuó con una sonrisa más amplia aún. Si de por sí una noticia como esas siempre lograba emocionarlo en demasía, ahora podíamos sumarle el entusiasmo que le embargaba estar frente a un caso que posiblemente vería muy poco en los años que le quedaban de su carrera.

—¿¡Qué!?— el grito de sorpresa y confusión de ambos no se hizo esperar. Pasaron unos segundos sin que nadie dijese nada, borrando por completo cualquier sonrisa que podía tener el hombre de bata blanca, sobretodo al notar la aflicción que se hizo presente en el rostro del joven.

—¿Light está embarazado...?— una sonrisa nerviosa surcó sus labios de Misa, entre emoción y confusión. ¿Era siquiera posible?

—Yo no puedo estar emba...— las palabras no lograron salir de sus labios, sus puños se cerraron con fuerza sobre sus piernas mientras negaba frenéticamente con la cabeza.

—Los embarazos en hombres ahora son más comunes de lo que piensas— se puso de pie, rodeando su escritorio para situarse tras el muchacho, dandole unas palmadas en la espalda.

—¡No puedo estarlo!— se revolvió nervioso, poniéndose de pie para alejarse de las manos del mayor. Esas palmadas cuyo significado no había sabido descifrar, podía ser un "lo siento" o "felicidades", pero lo que fuesen le habían causado desasosiego.

—Light... ya escuchaste al doctor, ¿no te emociona la idea?— se puso de pie al notarlo tan intranquilo, queriendo acercarse a él quien se apoyaba nervioso y  encorvado sobre el escritorio, pero verlo tan alterado la hacia desistir. Su respiración se notaba claramente errática, su mirada se desviaba por todos lados como queriendo buscar alguna respuesta, sus manos temblaban mientras se aferraban a la madera.

—Si, el embarazado en hombres ocurre cuando....

—¿¡Que no me entienden!?— se irguió súbitamente, dando cara al doctor quien palideció al sentir las manos del muchacho aferrándose a su bata —¡No puedo!, ¡No quiero estar embarazado!

—Light, necesitas calmarte— dejando sus dudas de lado, se acercó a su amigo, rodeándolo con sus delgados brazos al ver que éste comenzaba a zangolotear al doctor. El castaño se dejó caer nuevamente sobre el asiento, aun siendo abrazado por su amiga, a quien se aferró cuando sintió que los espasmos comenzaban a embargarle el cuerpo.

—¿...Por q-qué, Misa...? ¿Por qué a-ahora...?— lo abrazó con más fuerza, permitiéndole que hundiese su rostro en su pecho, el cual recibió la humedad de las lágrimas que no pudieron retener los párpados de su amigo —No lo q-quiero...— masculló, pero aún siendo lo suficiente claro para que el doctor tomase el teléfono de su escritorio y pidiese por asistencia.

—¡No digas idioteces, Light!, ¡Estas hablando de TU hijo!— le tomó el rostro con dureza, obligándole a alzarlo, sintiendo el pecho comprimírsele al verlo tan quebrantado, con los ojos aguanosos junto a un rostro más pálido, si es que era posible. Pero eso no la hizo desistir  en su serio semblante, queriéndolo hacer reaccionar por la barbaridad que acababa de decir.

—¡Y también es de él!— se encorvó sobre el asiento, gimoteando más alto, tomando con fuerza su vientre hasta el punto de querer hacerse daño.

—Lo mejor será sedarlo— susurró el mayor tan pronto dos enfermeros atravesaron la puerta, quienes se acercaron al muchacho a sabiendas de lo que tenían que hacer. Misa se hizo a un lado para dar espacio a los hombres, situandose junto al doctor mientras con una mano se cubría la boca queriendo retener los jadeos de desconcierto e inquietud —Debe ponerse en control lo más pronto posible para saber las semanas de gestación, pero sobretodo para que empiece a consumir las vitaminas necesarias. El sedante no será en gran cantidad pero si la suficiente para dormirlo por unas horas, por lo que considero idóneo que pase la noche en el hospital. Una vez se haya tranquilizado, podrá asimilar de mejor manera la noticia.

La rubia asintió distraídamente, de acuerdo en cualquiera y cada una de las palabras que saliesen de la veterana boca. Sabía que el mayor tenía razón pero su atención estaba completamente puesta en la escena frente a sus ojos, en como uno de los enfermeros le sujetaba el brazo al castaño mientras el otro lo mantenía quieto, aunque no era como si fuese necesario, Light no oponía resistencia, más bien su vista parecía perdida en algún punto inexistente del consultorio mientras las lágrimas le seguían bajando por las mejillas; sabía lo que hacían esos enfermeros, lo pondrían a dormir y él no estaba en contra de ello, al dormir no pensaba, al dormir nada le dañaba. Misa continuó viéndolo, notando como el líquido desaparecía de la jeringa, ni el pinchazo le había hecho dar un sobresalto, aunque fuese uno pequeño, se veía tan decaído que ni siquiera se percató cuando su cuerpo fue colocado sobre una camilla, donde los sollozos se fueron apagando y la respiración normalizando al cabo de unos minutos.

 

 

 

-_-_-

 

 

 


"En estos momentos mi celular probablemente se encuentre apagado, o estoy demasiado ocupado y no puedo atenderte, pero déjame tu mensaje y te contactaré a la brevedad posible"

 

Lo siguiente que escuchó fue el ensordecedor "bip " de la máquina contestador, antes que despegase lentamente el celular de su oreja. Hace horas que había salido de su trabajo y ahora se encontraba parqueado frente a cierta casa, cuyas luces estaban completamente apagadas y que ninguna había sido encendida en las dos horas que tenía de estar ahí.

Encorvado sobre el volante, llevó una vez más el teléfono a su oído activando el altavoz, dejando invadir el pequeño auto por aquella voz que tan melodiosa le resultaba en estos momentos. Imposible le resultó que un sollozo no escapase de sus labios tan pronto la grabación finalizó, dejando el lugar sumido en un silencio casi sepulcral.

Lo extrañaba, lo quería de vuelta, lo necesitaba a su lado. Joder, joder, joder. Sus manos se aferraron con fuerzas sobre el volante, temblando por no poder controlar la ola de emociones que comenzaban a embargarlo. Se sentía infinitamente desdichado, impotente por no tener la capacidad de regresar el maldito tiempo, regresarlo a ese fatídico día donde cometió el estúpido error de dejar entrar a Kiyomi a su casa; no, ni siquiera eso, regresarlo muchos meses atrás, a la noche que la invitó a salir por primera vez; no, mejor aún, jamás haber entrado a ese maldito bar. Pero que imbécil se sentía, ni siquiera había sentido la necesidad de verla, sus manos no estaban ansiosas por perderse en las curvaturas de aquel cuerpo, su boca no pedía a gritos el poder probar el sabor de su piel. Lo único que deseaba era poder percibir ese olor a miel que emanaban los cabellos de Light, perderse en el brillo de sus ojos cada que lo miraba, embriagarse con el sabor de sus labios. Golpeó a puño cerrado y con fuerzas el tablero del auto, deseando así mitigar el dolor que le comprimía el pecho, ése que le dificultaba hasta el respirar, pero no importaba cuanto intentase, la desdicha solo iba en aumento, ya no había parte de sus mejillas que no se encontrase húmeda, algunas lágrimas ya le recorrían el cuello.

No tenía deseo de pasar la noche en un motel barato, pero tampoco deseaba regresar a casa, ¡lo quería a él, joder!. ¿Por algo tan insostenible como una aventura había sacrificado su matrimonio?. Con Kiyomi solo bastaron dos intentos de cita para abrirle las piernas y, no, no la juzgaba, al final era eso lo que él buscaba; pero con Light había sido diferente, el sexo había venido por añadidura. Primero fue el tonteo de cualquier adolescente, cortejándolo constantemente con las ansias de algún día recibir el tan esperado "si"; le continuaron las visitas fugaces, los besos furtivos, los sonrojos constantes. Y cuando el momento llegó, sus trémulos dedos pudieron abrirse paso en aquella delicada piel, arrancando tímidos jadeos en cada nueva sensación; ambos recorrían el cuerpo del otro despacio, sin experiencia y hasta de manera torpe, pero no pudo resultar ser más perfecto. Light significaba mañanas de juegos entre las sábanas, tardes de largas platicas tomados de la mano mientras contemplaban el ocaso y, por supuesto, también momentos de enojo, reclamos y peleas, pero hasta eso estaba bien, ahora lo entendía. Light significaba todo y Kiyomi había sido solo un instante.

Se irguió sobre el asiento al percibir una tenue luz chocándole en un lado del rostro, se limpió rápidamente los ojos para aclarar su visión, Misa había regresado. Como un robot ya programado tomó la manija del auto para salir y dirigirse a la casa que se encontraba al otro lado de la calle.

—¡Misa, por favor, espera!— logró colocar una mano deteniendo la puerta antes que la chica la cerrase, quien se sobresaltó ante tan sorpresiva aparición.

—¿Lawliet...?— desde que Light le había llamado llorando por teléfono, había tenido las tremendas ganas de tenerlo enfrente para darle el sopapo que se merece. Pero no pudo, se quedó de piedra al tenerlo frente a su puerta, respirando con dificultad, con su uniforme desarreglado, un aspecto que erizaba a cualquiera: ojos rojos y cansados, piel tan pálida que dejaba ver algunas venas surcando por debajo, las mejillas completamente húmedas y la nariz enrojecida, denotando que tenía buen rato llorando.

—...Déjame verlo...— suplicó sin dejar de sostener la puerta, convencido que Light debía estar con ella, era la única amiga que le conocía, la única de la que siempre hablaba. 

—Lo siento, Lawliet. No puedo— se mordió el labio, sabiendo que aunque quisiera permitirlo, no podía, principalmente porque Light pasaría la noche en el hospital. Pero sabía que esa era información de la cual el azabache no debía tener conocimiento, al menos no sin el consentimiento de su amigo.

—¡Por favor!, ¡Necesito hablar con él!— apretó la mandíbula, ejerciendo más presión en la puerta, provocando que la chica utilizase el peso de todo su cuerpo para impedir que la abriese por completo —¡Light!... ¡Solo necesito hablar contigo!, ¡Sal, por favor!— su voz sonaba quebrantada, pero aún con la suficiente fuerza de gritar todo lo posible hasta hacerlo salir. No importándole si se lastimaba la garganta, estaba tan desesperado que estaba dispuesto a gritarle toda la noche de ser necesario.

—¡Aléjate de una vez!— espetó, mostrando el pequeño bote que acaba de sacar de su cartera, ése que tuvo que tomar al sentir que la desesperación de sentirse indefensa le embargó. No le tenía miedo, pero si le inquietaba la desesperanza reflejada en aquel rostro, Lawliet no parecía dispuesto a ceder y era obvio que él tenía más fuerzas que ella. Si se lo proponía, podía hacerla a un lado fácilmente al empujar la puerta.

—¿¡Que maldita parte de "solo quiero hablar con él" no entiendes!?— las venas en su cuello se marcaron por un instante a la vez que sus ojos perdidos parecían haberse abierto por completo, antes que diese un sonoro golpe sobre la puerta, haciéndola vibrar. El golpe junto a la desesperación del azabache la hizo dar un sobresalto, presionando el bote que tenía apuntándole al rostro —¡JODER!— chilló, llevándose ambas manos al rostro, arañándolo un poco por el desesperante ardor y asfixiante sensación.

—¡Joder!, ¡por favor, perdóname! Es que me asustaste— buscó desesperada algún pañuelo en su cartera, no sabía en qué podría ayudar, pero al menos podría secar el lagrimeo de los ojos. Pero se detuvo al escuchar un lastimero y quebrantado "solo quiero verlo" —Lawliet, éste no es el momento. Así que por favor, vete— tomó nuevamente la puerta, decidida a cerrarla, pero una pálida y débil mano la detuvo de nuevo.

—...Espera, por favor...— alzó su rostro, dejando ver sus ojos aguanosos y sus mejillas rojas. Aunque dudaba mucho que fuese solo efecto del gas pimienta —¿...P- puedes decirle a-algo por mí...?— suplicó, viendo directo a aquellos ojos azules que lucían dubitativos, no muy convencida de ceder.

—Está bien...— susurró para luego morderse el labio, no disfrutando nada esta situación. Creyó que al pasar Light en el hospital, podría tener una noche tranquila al saber que estaría bien cuidado, ¿y ahora su noche debía ser perturbada por la imagen de Lawliet tan devastado?.

Agachó la cabeza y calló por unos segundos, ¿qué exactamente debía decir?, todo deseaba decírselo directamente a él, ser testigo de todas y cada una de las reacciones que sus palabras causarían en el castaño, poder sostenerle el rostro y verle a los ojos, sentir la suavidad de su piel entre sus dedos y embriagarse con el aroma de su cuerpo. Pero él se rehusaba a salir, eso le había dolido más que el gas que Misa le había rociado. Retiró su mano de la puerta, pero aún así la chica no la cerró, esperando que algo saliese de sus pálidos labios.

—...¿Puedes d-decirle que lo a-amo...?— alzó la mirada, sus ojos aguanosos le nublaban la vista de gran manera, pero aún así la había visto asentir levemente antes que la puerta se cerrase súbitamente.

Se quedó de pie, esperando que algún dios se pusiera de su lado y escuchase las súplicas de su alma, que le permitiesen verlo aunque fuese por un instante. Pero los minutos pasaron y la puerta no se abrió, se dio por vencido cuando Misa apagó el foco de afuera desde el interior, dejando todo a oscuras nuevamente. Regresó sus pasos a su auto, donde se encerró dispuesto a buscar un lugar donde pasar lo que restaba de la noche; pero antes de prender el motor, llevó su mano izquierda a sus labios, besando el anillo que decoraba a su dedo anular, ése que ahora portaba a diario, no retirándolo en ningún momento.

 

Notas finales:

¿Gonado... qué?. No me juzguen xD yo no sé nada.

solo para dejar claro, la esposa de Matsuda y Misa si saben cocinar xD

Gmail se me actualizó esta semana y cada que recibo mensaje nuevo... el sonido es diferente... bastante ... ¿cursi?... ¡Quiero mi pitido de antes!

ah... ¿Alguien esperaba una reacción así por parte de Light?... yo tampoco... ña, les miento, obvio si la esperaba xD

Bueno, empezare a escribir el capítulo del otro fic. 

La verdad es que ayer me regresé temprano de clases y como me sentía tan mal, mi tía me dio dos pastillas, las cuales me hicieron dormir como desde las 17h hasta las 8h que me desperté hoy, así que supongo que es normal que no tenga sueño, aparte que soy un poco insomne, siempre les digo a algunas personas que mis escritos salen menos mal cuando los hago de noche. 

22h29. *Ellie se retira lanzándoles besitos*


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