Alma Gemela
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Kobori sintió como el aire se espesaba a su alrededor, no queriendo entrar a sus pulmones, se estaba ahogando. Era el miedo lo que estaba haciendo estragos en él en ese momento, ¿pero qué otra cosa podía sentir? Estaba viendo la marca de su Alma Gemela tatuada en el cuerpo de Moriyama.
Estaba justo en su espalda baja, eran dos triángulos superpuestos, donde el de atrás era negro y el de encima no tenía color. Era sencillo, pero a Kobori le parecía hermoso, porque era idéntica a su marca, la que llevaba sobre la mano derecha.
Había encontrado a su Alma Gemela, la persona que nacía con una marca idéntica a la de otra, comúnmente eran figuras geométricas, otras veces animales. No era muy común encontrar a esa persona tan jóvenes y ahí estaba, con la vista clavada en la marca que lucía sobre la piel de Moriyama, que guardaba las cosas en su casillero.
No era la primera vez que se cambiaban de ropa juntos, luego de los entrenamientos en el club, pero nunca antes la había visto, quizás era porque la mayoría solía cubrirse esas marcas, como él se vendaba la mano que lucía la suya.
Sentía miedo, porque Moriyama era heterosexual. Siempre decía que estaba seguro de que su Alma Gemela sería una chica muy bonita, coqueta por excelencia y que lo sabría en cuanto se vieran.
A pesar de eso, Kobori estaba avanzando hacia el chico, tragando con fuerza, pero no estaba pensando con claridad, era un revuelo de emociones y miedos, no podía lidiar con todo.
Kobori se quitaba la venda con cada paso, la dejó caer al suelo y alzó la mano, rozando aquella marca en Moriyama con la punta de los dedos. Fue como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo por instantes, para dejar un calor y un cosquilleo casi mágico. Supo que Moriyama lo había sentido cuando el chico se giró con los abiertos en completo asombro.
—Moriyama… —no fue capaz de decir otra cosa que no fuera su nombre, alzando la mano por instinto y mostrándole su marca, como un perrito al mostrar su panza.
—Es la marca, es la misma que tengo —soltó el chico observando aquella figura, idéntica a la propia—. ¿Pero cómo la has visto? Mierda, el parche se ha caído —se respondió a si mismo rozando su espalda con los dedos.
Kobori no podía dejar de mirarlo embelesado, como si aquel contacto hubiese sido un flechado de cupido.
No debió haberlo hecho, no se desataban esos sentimientos si es que no se reconocía la marca, si es que no se hacía contacto directo, eso porque si había gente que no encontraba a su otra mitad, podían amar a otros. Aunque el sentimiento no se comparaba, Kobori lo estaba sintiendo en el fondo del pecho.
—Así que, eres mi Alma Gemela —dijo Moriyama y Kobori cerró los ojos unos instantes, disfrutando de como sonaba aquello.
Atinó a asentir y Moriyama sonrió divertido, gesto que el más alto no supo interpretar. Pero le estaba acariciando la mano, justo sobre la marca, enviando miles de descargas con cada roce. Se sentía demasiado bien.
—Deberíamos sentirnos afortunados, ¿no? Es raro que pase tan pronto. —La voz de Moriyama sonaba un tanto serena, pero Kobori podía percibir el temblor en sus labios. Estaba tan asustado como él.
—Dame una oportunidad, Moriyama, quizás podría funcionar —pidió deslizando la mano hacia atrás, encontrando la marca por mero instinto, como si ambas se llamaran como imanes.
La otra mano de Kobori descansaba a un lado su rostro mientras rozaba la nariz por la mejilla de Moriyama, que temblaba entre sus brazos. Podría besarlo en ese instante, devorarlo y reclamar todo de él, pero Kobori no quería asustarlo. Moriyama le había dado una oportunidad, así que la tomaría con cautela.
Aquello iba a funcionar. Lo sabía porque sus marcas eran perfectas, porque se sentía como si estuviera completo con solo tocarlo.