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November is Multishipper por Leana

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Notas del capitulo:

PWP. ¿Eso debería ser una advertencia? Bueno, es que de la mezcla de cáncer y escorpio no me puedo imaginar otra cosa. Además, Himuro está como para comérselo, literalmente hablando. Midorima… bueno, tiene debilidad por los azabaches sexys ;)

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Midorima x Himuro: “Midorima supo que debía evitarlo en aquel instante en que sus miradas se cruzaron –cáncer debía alejarse de las tentaciones ese día- pero no pudo, no con el deseo hecho hombre.” 

 

 

Sublime

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Midorima le apretó las caderas con fuerza, sabía que dejaría marcas, pero su juicio estaba demasiado nublado como para importarle. Su mente sumida en una bruma gris que sólo le permitía concentrarse en la estreches de ese culo moviéndose de arriba hacia abajo por su erección.

Sabía que no estaba nada bien lo que estaba haciendo, estaba teniendo sexo en el auto, en plena carretera, con el barman del café que frecuentaba después del trabajo. No era la primera vez. Himuro lo había arrastrado por el camino del desenfreno desde el primer día en que se conocieron y Midorima supo que debía evitarlo en aquel instante en que sus miradas se cruzaron –cáncer debía alejarse de las tentaciones ese día- pero no pudo, no con el deseo hecho hombre.

No era solo su físico, porque aquel chico, menor que él por ocho años, era hermoso en todo lo que abarcaba la palabra. Sus facciones, su lunar en el pómulo, su cabello negro brillaba con fuerza, se sentía sedoso al tacto. Olía tan bien que podría tener el rostro enterrado en la curvatura de su cuello durante horas.

Su cuerpo, duro bajo sus palmas abiertas y sus caderas estrechas que se movían de forma gloriosa. Su piel blanca, las piernas largas y firmes impulsándolo en aquel vaivén.

También era su inteligencia, porque Midorima no se acostaba con quién no generara algún tipo de lazo previo y con él lo había hecho. Cuando Himuro le trajo su orden y se sentó a conversar con él al terminar su turno, desde aquella primera vez, Midorima no pudo evitar caer en sus redes, temas de conversaciones interesantes mezcladas con esa mirada intensa, con esa sonrisa coqueta.

Habría dicho que fue inevitable, pero la verdad es que él quería que pasara aquello, lo provocó cuando le dijo que podía llevarlo a casa. Habían hecho una parada en un hotel cercano, donde la noche fue más que inolvidable y la adicción a la piel ajena fue demasiado para ignorarla.

—Midorima, voy a correrme —jadeó Himuro en su cuello, trayéndolo de vuelta al presente mientras el chico lo mordía, subiendo hasta su oreja, donde desahogó todos los gemidos de descarado placer.

El de cabellos verdes no pudo más alzar las caderas una y otra vez para arrancar el orgasmo de Himuro. La lluvia afuera chocaba contra el metal del auto, pero dentro los ruidos eran húmedos, diferentes. Vulgares. El chapoteo de su pene al entrar lo incitaba aún más.

Sus encuentros habían comenzado desde hacía dos meses y eran cada vez más reiterados, más desesperados. Midorima sabía que tenía responsabilidad en ello, porque quería adueñarse de Himuro por completo, quería tener algo más que su cuerpo y la atención esporádica. Quería intentar algo más serio.

No pudo hundirse en el pesimismo que ese sentimiento le traía cuando Himuro se retorció en torno a su duro pene cuando se corrió con fuerza, todo atrapado en el condón que estaba usando. Midorima fue arrastrado por la vorágine de su calor y siguió moviéndose mientras el azabache siseaba, aun sensible, hasta que se vino abrazando al chico con fuerza, mordiéndolo en la curvatura de su cuello.

Se relajó contra el asiento, con Himuro recostado sobre él como un felino satisfecho.

Los minutos avanzaron y la incomodidad les ganó. Midorima se sentó al volante y encendió el auto, estaban a treinta minutos de su departamento, pero ninguno de los dos había podido soportarlo.

Cuando se internó en la calle desierta, se lamió los labios, listo para lanzarse al vacío. Quizás fueran los retazos del placer o la imprudencia propia de un cáncer, pero ya no podía callarse.

—¿Quieres ir a la playa la próxima semana? —la pregunta salió suave, como si tanteara terreno y era exactamente lo que estaba haciendo.

—Estaba esperando que te decidieras, Midorima —contestó el azabache con una sonrisa.

Midorima lo miró unos instantes antes de corresponderle con una mueca suave.

Ese chico era una completa caja de sorpresas, pero él quería todas y cada una de ellas. Porque estaba atrapado hasta la médula.

Tenía su amuleto de la suerte, así que nada podría salir mal, confiaba en ello.

 

 

Notas finales:

Sus reviews siempre son amados...

Besos de gato~


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