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El regreso por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenece, yo solo utilizo sus personajes para crear nuevas historias.

Disfrútenlo!

Al otro lado de la puerta vi a mis antiguos amigos, mi familia y mis sacerdotes. Todos ellos me atraían como un imán hacia allí y así caminé hacia delante con mi capa volando detrás de mí y mis ojos ardiendo de aguantar las lágrimas.

Lo último que escuché fue el llanto de personas que quedarían ancladas en mi pecho para siempre.

Pero que grande fue mi decepción al poner un pie dentro. Todos desaparecieron con un pequeño “puf” mientras chispas saltaban hacia los lados. Todo se volvió celeste pastel y nubes y en lo que suponía que era el suelo, un camino que terminaba en un arco de oscuridad.

Ya que no tenía nada mejor que hacer, lo seguí. Al cruzar miré hacia atrás, ya no veía nada ahí por donde entré, la luz desapareció.

-¿Hola? –realmente espero que haya alguien que me ayude porque esta no era mi idea del descanso eterno.

Nadie respondió, ni si quiera oía un sonido, es más podía jurar que ni siquiera había aire. ¿Podía respirar aunque no hubiera aire? ¿De cualquier forma, necesitaba respirar? ¿Los muertos respiran?

Apareció un espejo en medio de un círculo iluminado. Di un paso atrás al ver mi reflejo, se movía y no junto a mí, estaba seguro de que el que estaba ahí era Yami. Pero si ese es Yami, ¿Quién soy yo?

“Demoraste en llegar aquí, más de tres mil años”.

Me di vuelta bruscamente.

¡Los dioses! Ahí mismo habían tres tronos de oro y en cada uno había un hombre, bueno parecían pero más bien eran criaturas encapuchadas por una capa que arrastraba por el suelo, de un tono tan rojo que parecía negro. Ninguno tenía rostro, solo una mancha negra con un par de ojos verdes sin iris ni pupila.

El de la derecha irradiaba una luz carmesí y por un costado del trono pasando por arriba del apoya brazo hasta el suelo había una gran cola; larga y gruesa, de color rojo que se movía apenas pulgadas cada tanto. A mi izquierda, al encapuchado le salían dos brazos musculosos y azules desde los hombros rompiendo la tela de las mangas de su capa y de él resplandecía el color azul marino. Para terminar en el trono del centro la última figura poseía dos enormes y bellísimas alas doradas, tan doradas como el mismísimo oro y su luz era más fuerte que la de los otros, era el sol en vida.

Me hinqué sobre mi pierna izquierda en señal de respeto.

“Has salvado a la humanidad de nuevo, faraón Atem. Sacrificaste tu propia beneficencia en beneficio de las demás personas”.  Habló el del centro.

-¿En dónde estoy?

“Estás en un límite, entre la vida y la muerte”. Habló ahora el de la derecha, sus voces sonaban ásperas y firmes.

-¿Por qué está tan oscuro? No lo entiendo, son los Dioses que  representan la luz y la paz para mí.

A veces es en la oscuridad en dónde se empieza a apreciar mejor la luz”. Dijo el de la izquierda.

 -¿Por qué estoy aquí? Debería estar descansando como todos los faraones anteriores a mí.

“Porque se te va a recompensar. Puedes pedir el deseo que quieras. Lo que nos pidas, si está dentro de nuestras posibilidades, te lo entregaremos… “.

Me llegaron recuerdos fugases de mi familia, mi padre y mi madre que apenas recordaba, pero siempre quise saber que se sentiría tenerla a mi lado. También pensé en mis sacerdotes, se sacrificaron y nunca pude agradecerles por eso.

“Pero antes debes saber algunas cosas”. Los tres comenzaron a hablar al mismo tiempo. “Tu ausencia provocó que la muerte de quienes lucharon junto a ti en esa batalla no fuera finalizada. No había terminado hasta que recuperases tus memorias, esperando a que la historia se volviera a repetir y finalmente terminara. Así que para todos aquellos que esperaban, luego de tu encierro en el rompecabezas del milenio, no hubo infierno ni cielo ni el suficiente tiempo en esta vida”.

-¿Puedo hacer algo por ellos?

“Por supuesto, puedes elegir su destino, una nueva vida o el cielo para todos. Pero antes de elegir, es hora de que definas quien eres”.

Una fuerza me volteó quedando cara a cara con mi reflejo y otra fuerza me hizo atravesar el espejo. Siento nauseas, miré hacia atrás y mi reflejo era distinto, Yami ya no estaba.

-Auh, mi cabeza… –llevé mis manos a esta, sentía como si me la exprimieran mientras me golpeaban. Imágenes comenzaron a pasar frente a mis ojos. Tenía ideas sobre lo vivido con Yugi, sabía que había pasado con Yami y él pero ahora tenía en mi corazón los sentimientos y en mi cabeza recuerdos vividos. Ya no sé si Egipto es lo que quiero, ahora también quiero volver con mis amigos ¿O sus amigos? No, mis amigos. Podría elegir volver, pero quiero también a mi familia.

“Ya no hay donde empiece el faraón y donde termina Yami, son la misma alma. Son uno y ese uno elegirá según sus deseos”

 -Sé lo que elegir –les corte-. Quiero una nueva oportunidad para todos. Si nadie ha muerto hasta llegar a otra vida, quiero que vivan hasta llegar a la muerte que se merecen. Quiero saber lo que es reinar a Egipto de verdad y tener a mis sacerdotes apoyándome a mi lado. Quiero unir familias separadas por la destrucción de la magia.

“Muy bien Atem, escucha con atención”. El piso desapareció y debajo de mi podía ver un palacio y un pueblo, algunas pirámides pequeñas y el hermoso Rio Nilo en su curso. “Vivirás y reinarás como si nada en la vida de Yugi Muto hubiera pasado. Solo tus Sacerdotes conocerán la verdadera historia, pero el resto solo recordará la lucha de un faraón junto a sus Dioses salvándolos de la maldad pura de Zork. Pero deberás aceptar algo a cambio”.

Los Dioses me ofrecían la felicidad de un pueblo entero, su vida de nuevo. Jamás pude demostrar que era un buen faraón y quiero hacerlo. No importan las condiciones si traían el beneficio de los que quería.

-¿Qué es?

“Es Marik, seguramente jamás lo notaste pero él era parte de tu ejército. La primera vez cuando Seth quedó como faraón este lo eligió para cuidar en un futuro el cetro y el collar milenario después de su muerte. Su familia hizo su trabajo de generación en generación con honor, pero sufriendo porque el tal faraón no llegaba hasta que fue el turno de Malik. No estaba feliz y por primera vez Marik, que estaba encerrado en el cetro para custodiarlo se dio a conocer teniendo una visión diferente de lo que era su trabajo. Ahora te preguntamos lo que nos preguntamos a nosotros hace un año cuando el también pasó por aquí, ¿tú crees que fue justo esperar que generación tras generación hiciera lo mismo sin esperar una revelación y que cuando esto suceda juzgarlos?”

“Las personas suelen ser ciegas al ver equivocarse a alguien, no les importan las cosas que hizo bien sino las cosas que hizo mal”, comentó Ra.

-Pues no, no se les podía obligar a hacer algo que no quisieran en beneficio de alguien a quien ni siquiera conocían. ¿Pero a qué viene todo esto?

“El alma de Marik ha sido encerrada durante el último año en el mundo de las sombras por Malik. Un castigo justo para alguien que quiso el mal para el mundo. Pero aún así tratamos de ser lo más justos posibles y por su sacrificio durante siglos hemos decidido beneficiarle”.

-¿De qué modo?

“Las almas son muy débiles al estar encerradas en ese pozo sin fondo, fue fácil ver su sueño de comandar el ejército así que irán juntos a ese nuevo mundo, será tu mano izquierda y será capaz de tener su felicidad porque nadie más que tú y Shadi sabrán culés fueron sus antiguas intenciones”.

Se abrió otro arco como por la que había entrado, pero no había luz al otro lado y esta vez el que entró fue Marik. Iba ya vestido con su armadura del ejército egipcio (no usaban armaduras, pero bueno, le queda bien) y una espada sable con empuñadura de plata colgando de su cinturón. Se aproximó a mí haciendo una reverencia en forma de disculpa y respeto ante su faraón y yo me limité a asentir con la cabeza al aceptarla.

-Quiero algo más –los miré serio, no me importaba realmente lo de Marik y menos ahora que me enteré de su vida, me parecía justo-. Quisiera que los artículos milenarios volvieran con sus antiguos dueños, mis sacerdotes, y no solo eso, quiero que también hayan otros para mis amigos, pero creados con luz.

Los Dioses luego de un silencio aceptaron, usaron su propia magia para crear unos nuevos, algo que agradecía porque no quería el asesinato de 100 personas más y así los nuevos artículos se sumieron en un viaje para llegar al destinatario. Dejar a Yugi era muy doloroso para mí, pero sentía que esto era lo correcto y no quería dejarlo sin protección, esta era la manera perfecta de poder sentirme en paz sin preocuparme.

-Quiero otra cosa más –está bien, estaba pidiendo demasiado, pero ellos dijeron que eligiera lo que yo quisiera y no parecían esforzarse mucho con lo que pedía-. Quiero a mi padre de vuelta.

“No”. Pronunció el Dios a mi izquierda.

“Tu padre no murió en la batalla, su alma lleva descansando más de treinta siglos. Tu deseo es egoísta”. Dijo ahora el Dios de mi derecha.

-Eso es porque soy humano y como tal he aprendido que necesito de él más de lo que pensaba. Es mi deseo y si pudieron hacer todo esto, también pueden devolverlo a la vida, dudo que se moleste porque su hijo lo despierte para que pase junto a él muchos años más.

“Lo que pides es posible pero eso no significa que está bien”. Dijo el del centro y los otros lo miraron enseguida, parecía tranquilo. “Te dijimos que podías pedir lo que quisiera que pudiéramos darte y cómo podemos te lo daremos. Aun así, tu padre recordará lo que es la muerte, no sabrá que sucedió y debemos alterar las memorias de todos para que no recuerden que su antiguo faraón murió. Es un trabajo demasiado difícil hasta para nosotros”.

“Queda un asunto más”. Volvió a decir el de la izquierda, no parecía gustarle la decisión afirmativa que había tomado el otro. Movió su musculoso brazo abriendo otra abertura, de esta si entraba la luz y hasta sentía la brisa. Entraron dos ángeles; hombres altos desnudos, de tez pálida y rostro armonioso, tenían sus alas blancas en modo de descanso y arrastraban con cadenas el cuerpo de Akefia que caminaba con pesadez. “Me parece que ustedes deberían juzgarlo, será nuestro turno el día que muera”.

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-Luego de eso el piso se abrió y los tres caímos dentro de una de las fuentes de los jardines. El palacio se encontraba vacío pero cuando llevamos a Akefia a las mazmorras estas estaban llenas de prisioneros, los mismos que había visto que estaban. Cree una celda especial para él, una de la que nadie excepto yo o Shadi pudiese entrar. Cuando volvimos aparecieron esclavos, algunos escribas y soldados, Marik se fue con ellos para “seguir” con su trabajo, todos parecían conocerle y yo me fui a mi antigua habitación, era tarde así que me acosté a dormir. Me despertó Shimon y en el desayuno estaban mis Sacerdotes y Shadi y mi padre. Todo se había vuelto perfecto.

-¿Y por qué te fuiste entonces? –preguntó Tristán tomando su bebida.

Después de la competencia, Yugi y los otros dieron algunas entrevistas. Eran las 9 p.m. cuando nos fuimos de estadio y Pegasus nos llevó a todos a su temporal casa en Japón, invitándonos la cena. Estuve rodeado de abrazos y un golpe de Mai por dejar sufriendo a Yugi.

Todos estaban aquí para tener respuestas, así que las preguntas no demoraron en llegar y comencé desde el principio mientras veía a Marik y Akefia observándonos cuidadosamente desde la puerta de la cocina.

-Después de que me adaptase de nuevo, a los dos meses tuve una visita de unos comerciantes de una ciudad famosa por sus recursos y su rey les acompañaba. La sorpresa que me llevé cuando vi que era Dartz, sus Dioses también le dieron una oportunidad aprovechando la nueva línea de tiempo creada, así que la Atlántida volvió a emerger en el centro del Mar Mediterráneo.

-Con razón no hemos vuelto a saber de ellos -dijo Mokuba-. Mi hermano me contó que no hay ningún rastro de lo que fue su empresa ni nadie que haya visto aparecer una isla de la nada.

-Al parecer todos los que desaparecen se van para ahí –dijo Joey sonriendo.

-Bueno la cosa es que ambos comerciábamos mucho entre terceros pero hace tres semanas nos visitó personalmente de nuevo –les conté la experiencia que tuvo Dartz con el oráculo en Grecia, el sueño de Shadi y visión de Ishizu con la experiencia que estos dos tuvieron-. Dijeron que no deseaba mis deseos tanto como les había hecho creer y que por eso, esa línea se iba a empezar a desmoronar.

-Pero esos eran tus deseos, querías tu antigua vida –dijo Yugi bajando la cabeza, lo vi un poco triste cuando dije que mi deseo a los Dioses no fue quedarme con él sino alejarme.

-Sí pero sin darme cuenta ya no la quería. Había convertido al antiguo Egipto en un intento de pueblo moderno, hasta mandaba a traer arroz de China.

-A ti no te gusta el arroz –dijo el abuelo frunciendo el ceño.

-¡Lo sé! –dije riendo-. Pero luego de 6 meses del otro lado, la primera cosa se desmoronó; mi padre comenzó a sentirse mal y luego de otro par de meses terminó en una cama sin poder levantarse. La muerte estaba llevándoselo de nuevo.

-Lamento mucho eso Yami… -dijo Tea con cara afligida llevándose ambas manos al pecho, sentí la mano de Yugi sobre la mía debajo de la mesa-. Debió ser horrible pasar por eso dos veces.

-Gracias, Tea. Lo fue y ahora que lo pienso, le hubiera dado una mejor paz si no lo hubiera revivido por capricho mío.

-No es culpa tuya Yami –dijo serio Ryou-. Si yo hubiese estado en tu lugar hubiera revivido a mi madre y a mi hermana sin pensarlo. No puedes culparte por extrañar a una persona.

-Gracias –les sonreí y la verdad que el peliblanco tenía razón, era normal pero está mal traer a las personas desde la muerte-. Cuatro de los que estábamos allí habíamos pedido deseos y tres no los disfrutamos. Yo quería volver porque los extrañaba y ser faraón al final ya no era lo que quería.

-¿Qué pidió Bakura… digo Akefia? –preguntó con timidez el peliblanco.

-La verdad que ni idea, yo también me lo he preguntado, no creo que sea vivir encerrado así que no lo sé.

-¿Y Marik? –dijo Malik-. Dijiste que siempre quiso ser general  y lo fue. ¿Eso fue lo que pidió?

Asentí con la cabeza y vi como apretaba los puños sobre la mesa y bajaba la cabeza. La puerta de la cocina se abrió dejando ver a Akefia cinchando a Marik para que no salga, habíamos acordado que primero les contaría todo.

Por suerte solo llegamos a verlos Yugi, Joey, Pegasus, Mokuba y yo, pero todos estos me miraron esperando una respuesta. Yo sonreía lo más inocente que podía.

-Los Dioses nos dieron la oportunidad de volver a todos – los ojos de todos los presentes (menos los que ya sabían) me miraron ahora, quería terminar la historia rápido porque Marik seguía luchando-. Y después de pensarlo lo acepté, si seguía allá todo podía derrumbarse y no me parecía justo. Extrañaba estar acá y ellos también querían regresar.

-Entonces si era de eso de lo que hablaban mis hermanos… Marik regresó.

 Se escuchó la puerta abrirse pero enseguida Akefia le cinchó de la chaqueta haciéndolo desaparecer.

-¿Qué fue eso? –preguntó Rebecca mirando hacia atrás donde estaba la puerta, pero ya se habían ido. Volví a sonreír a todos.

-¿Y cómo llegaste a convertirte en el heredero de Pegasus? –dijo el profesor Hawkins.

-Cuando aparecimos en esta línea estábamos en Egipto, Ishizu vio nuestra llegada y le pidió ayuda a Pegasus para crearnos una identidad, encontrar donde quedarnos y entrar a la Universidad.

-Y un cambio de estilo –agregó Pegasus tomando su taza de té con elegancia y las piernas cruzadas, hasta el momento pensé que no prestaba atención a nuestra charla-. Muy importante.

-Eso explica por qué ya no usas una falda- dijo Duke riendo.

-Pegasus me ofreció heredar su compañía, no tenía otros planes en mente así que acepté. Luego de eso vinimos a Dominó, nos instalamos y ahora tenemos que estudiar lo que podamos de un semestre perdido en lo que queda del verano.

-Para grandes logros hay que hacer grandes sacrificios –dijo el abuelo sonriendo sabiamente y de pronto se escuchó golpes de ollas tras la puerta.

Los voy a asesinar cuando esto termine, son unos escandalosos.

-Oh oh –susurró Yugi por lo bajo, Tea se había parado e iba hacia allá a ver qué era lo que sucedía-. ¡No!

Tarde. Tea gritó. Me lo imaginé. Todos se dieron vuelta viendo la escena de Akefia cinchándole del pelo a Marik mientras este le mordía su otro brazo y con un sartén en la mano listo para noquear a cualquiera. Ambos habían quedado estáticos al ver entrar a la castaña. Se separaron rápidamente y quedaron parados como soldaditos. Marik soltó el sartén que retumbó en el silencio.

-Ho-hola –dijo Marik saludando con una mano mientras que Tea caminaba hacia atrás-. ¿Cómo están? ¿La comida estuvo buena?

Me tapé la cara con ambas manos, sentía vergüenza ajena de solo oírlo.

-¡¿Por qué demonios volviste si tu vida era tan perfecta?! –gritó Malik de repente dejándonos a todos atónitos. Se paró y dio tres pasos acercándosele. Pasaron segundos y nadie decía ni movía absolutamente nada-. ¿Vas a seguir ahí parado?.... Pues bien.

Malik comenzó a caminar hacia la puerta y así todos nos paramos, en menos de tres segundos el rubio había explotado sin dejarnos pensar. Marik pestañó varias veces y enseguida salió detrás de él, por fin puso sus pies sobre la tierra.

+ - +

-¡Espera! –el mayor trató de agarrarlo de la muñeca pero apenas rozó su mano el otro se dio la vuelta, aprovechando el impulso para darle una bofetada. El ruido se escuchó en toda la habitación y tanto Yugi como Tea gritaron su nombre en forma de regaño-. Bien, me lo merecía.

-¡Pues claro que sí! ¿Por qué volviste? –Malik ardía en furia, el cetro colgando de su cinturón brillaba.

-Malik tranquilo –Marik trataba de calmar a Malik, pero este parecía no escuchar-. No quiero hacerle el mal a nadie, solo quiero disculparme, quiero que todos me perdonen. Más que nada quiero tú perdón, porque no importa que tan importante sea en otra línea del tiempo si sé que me odias.

-¡Lo hubieras pensado antes de traicionarme!

-¡Yo no te traicioné! –con esto Malik le pegó otra bofetada-. Auch…  solo me equivoqué. Pensé que era lo mejor, ahora sé que no lo era. Debería haber hecho que nos quedáramos en Japón los dos y olvidar todo lo recurrente a las cartas y a Egipto, pero me cegué. Quise ayudarte y terminé empeorando las cosas.

-Me mandaste al mundo de las sombras…- le recriminó con rencor. Malik no pudo evitar comenzar a sollozar ante los recuerdos.

-Quería protegerte para que yo absorbiera todo en ese duelo y sé que eres una de las mejores personas que hay en este mundo, hubieras detenido el plan en cuanto pudieras para no dañar a nadie y pensé que eso sería lo peor que nos podía pasar.

-¡No tienes idea de lo que es estar ahí! –Malik lloraba a lágrimas de cocodrilo. Yugi quería acercarse pero Yami lo agarró por los hombros acercándolo a sí. Era algo que ellos solos debían resolver.

-Sí la tengo, tú terminaste enviándome ahí por un año –dijo suavemente y Malik dio un paso atrás entrando en pánico.

Trataba de no pensar en eso, ese lugar era horrible, solo estuvo allí un par de horas y las consideraba las peores de su vida entera. En su cabeza retumbaba una voz que repetía una y otra vez: “tú lo enviaste ahí. Enviaste a la persona que supuestamente amabas al mundo de las sombras”. Él hablaba de traición, pero también había traicionado a Marik, él fue el culpable de tirar a la basura todo su amor según lo que decía Marik. Se secó las lágrimas con enojo

-Sé que lo sabes Malik –le dijo con suavidad Marik- y no me importa porque era lo justo, no debes culparte por eso.

-¡Pero fue mi culpa! Ese lugar es horrible y yo te condené a él –Malik parecía estar volviéndose ahora en su propia contra sintiéndose culpable, típico de un hikari-. Lo siento…

-No te culpes, hiciste lo correcto y estoy aquí para que tú me perdones a mí, no al revés.

-Pero…

-Pero nada –dijo Marik quedando cara a cara con él-. Hagamos una cosa, yo te perdono si tú me perdonas.

-Está bien –dijo Malik y cuando el otro le pasó una mano por la mejilla colocó sus manos en el pecho del otro y lo empujó-. ¡Pero esto no cambia nada! ¡Ya me pediste perdón y lo acepté ahora vuelve a tu otra vida y déjame solo!

Marik bajó la cabeza, ya no tenía más trucos bajo la manga. No sabía cómo hacer que su hikari bajara la guardia y el hecho de que todos los mirasen como si fueran el mejor entretenimiento  que vieron lo ponía nervioso.

-No puedo hacerlo, una vez que llagamos ya no hubo ni habrá marcha atrás. A parte no quiero volver. Mi vida podrá haber sido “perfecta” pero no la quiero si no estás en ella. Malik, por favor, solo quiero que todo vuelva a ser como antes –Malik negaba con la cabeza y Marik apretó los puños-. Por favor…

El guardián del cetro milenario se dio la vuelta dispuesto a salir por la puerta.

-Lo siento, no puedo hacerlo, primero necesito confiar en ti de nuevo.

Marik asintió mientras escuchaba la puerta cerrarse. Pegasus salió detrás de él, seguramente no dejaría que se fuera solo caminando a su casa. Marik se sentía devastado, lo habían rechazado pero aún así Malik le dio el punto clave para recuperarse, él quería confianza y eso era lo que iba hacer, haría que volviera a confiar en él.

El resto estaba estático, muy pocos sabían que ellos dos habían tenido algo más que una unión Yami-Hikari, así que algunos se dieron cuenta recién por las palabras dichas. Fueron muchas cosas de golpe. Mai se había acercado a Ryou pasando un brazo por la cintura del pequeño que lucía agitado y fulminó con la mirada a Akefia.

-Si tienes algo que decir, dilo ahora, pero ni pienses que te dejo acercarte –dijo firme la rubia.

Akefia pensaba en lo mal que podía salir esto, estaba claro que Yami no tuvo mucha oportunidad para dejar en claro que no eran tanmalos y que no venían a arruinar nada. Tristán y Duke estaban serios y parecían prontos para saltarle en cualquier momento.

-Oigan, tranquilos –trató de calmar las cosas Yami-. Nadie vino a hacer daño aquí, no hubieran venido si fuera así.

-Si quieren saber que quiero decir, es perdón –Akefia miró directamente los ojos castaños del peliblanco-. Pero no diré nada más, no es asunto suyo. Yo vine a hablar con Ryou, no con ustedes.

Mai lo fulminó con la mirada de nuevo junto a algunos más. El abuelo comenzó a mover sus dedos entre sí mostrando sus nervios por Ryou, pero sus nietos le sonrieron tranquilizándolo.

Ryou conocía a Bakura, mentiría si dijera que su actitud le sorprendió, sabía que era una persona más bien reservada y que no hablaría con nadie más que no fuera él, al menos no sinceramente. Había escuchado bien a Marik, ya no podrían irse así que no podría evitar una conversación con él durante toda su vida.

Parecía que solo tenía intenciones de disculparse y él tenía intenciones de escucharlo. Así que tomó una decisión.

-Está bien, Mai –dijo el peliblanco sacando el brazo protector de la rubia de su cintura-. Ven…

Ryou solo se dirigió a su Yami mientras hablaba y luego caminó hasta la puerta con los pasos del otro atrás.

-Ryou, ¿estás seguro de lo que haces? –le preguntó alarmado Tristán.

-Sí, chicos, estoy bien –Ryou les dedicó una sonrisa que le había costado mucho hacer, la verdad es que estaba muy nervioso y hasta tenía un poco de miedo pero era algo que debía hacer-. Se cuidarme solo.

Y no mentía con eso, había aprendido a controlar la magia de la sortija del milenio, pero aún así no sabía si era suficiente como para detener a su yami en caso de una emergencia. Pero debía hacerlo, por él mismo. Ya no era un niño al que Bakura podía dominar y eso se lo dejaría claro.

No quería alejarse mucho así que subió un par de escalones de la escalera de la mansión y se sentó, estaban solo a unos metros de la puerta del comedor.

-No pensé que me darías una oportunidad –comenzó su oscuridad quien estaba parado el pie de la escalera-. Aunque es normal viniendo de ti… jamás rechazas a nadie.

-Te rechazo a ti, hiciste que te odiara –dijo el peliblanco con la voz muy baja.

-No es cierto. No me odias –Ryou lo miró mal y abrió la boca para decir algo pero el continuó-. Jamás has odiado a nadie, ni siquiera a mí cuando tenías todo el derecho de hacerlo y por eso eres tan especial para mí.

-¿Es-especial? –el peliblanco no entendía, Akefia le hablaba con voz dulce y tranquila, muy pocas veces lo oía hablar así, generalmente parecía enojado y desesperado.

-Pues sí, eres el único que no me ha despreciado y siempre tuviste esperanzas en mí, aunque no las tomé. Por eso quiero pedirte perdón, abusé de tu generosidad y arruiné muchos días de tu vida –ambos se miraban directamente a los ojos para trasmitir que lo que decían era toda la sinceridad que tenían-. Sé que pedirte que me perdones es algo muy grande, por lo que no te pido que lo hagas ahora. Te juro Ryou, que voy a vivir el resto de mi vida para hacer que me perdones si es necesario. Te lo juro.

-Lo que hiciste fue algo horrible, algo demente, pero viví mucho tiempo contigo para no darme cuenta de que has cambiado –Ryou se paró y bajó hasta el segundo escalón y así quedar a la misma altura-. Quisiera conocer a este nuevo Bakura, aunque no quiero un giro de ciento ochenta grados.

Akefia sonrió con todos sus dientes, al parecer no le fue mal ya que tenía una oportunidad. Haría que lo perdonara, no podía cambiar lo sucedido, pero haría que todo se volviera como un mal sueño de hace años.

-Bien pues mi nombre es Akefia Atemu, vengo de Egipto con mis hermanos mellizos después de la muerte de mis padres de los cuales no me acuerdo  ni su nombre, pero hagamos que eso es normal. Tengo 19 años y un pasado oscuro, soy estudiante de música en la Universidad de Dominó y… ¿por qué te ríes? Tú dijiste que querías conocer al nuevo Bakura.

Ryou comenzó a reírse fuerte, no era la manera de conocerlo que se esperaba pero no estaba mal. Luego comenzó a llorar… él se estaba comportando como cuando venía su padre o en esos momentos extraños en que parecían amigos y eran la razón por la que no lo odiaba. Era el Bakura que siempre supo que estaba ahí y aparecía poco por estar cegado por la venganza.

-Oye… no llores, ¿acaso dije algo malo? –preguntó preocupado y el solo negó con la cabeza incapaz de hablar, llevó una mano a su boca para callar los sollozos y la otra mano a su corazón para tratar sin lograrlo que deje de latir tan rápido.

-Ya llevas demasiado tiempo con él –dijo Mai saliendo del comedor, vio a Ryou llorando y su cara se puso más enojada que antes, si eso era posible-. ¡Te damos la oportunidad de hablar con él a solas y lo haces llorar! ¿Qué sucede contigo?

Mai parecía dispuesta a lanzarle lo primero que encontrara a su lado, que fue un florero, pero por suerte apareció Yami para sacárselo cuando estaba a punto de tomar vuelo.

-¡Yo no le hice nada! Lo estás interpretando mal… -dijo Akefia defendiéndose.

-Tranquila Mai, estoy bien. No me hizo nada –para ese momento ya todos habían salido a ver qué sucedía, así que se secó las lágrimas y bajó los escalones que le quedaban para unirse con ellos.

-¿Está todo bien? –preguntó Yugi bajito tomando las manos de Ryou entre las suyas y este asintió sonriendo para terminar abrazándose.

-¿Qué te pasó en la cara? –le preguntó Akefia a Marik quien tenía una bolsa de hielo en el pómulo izquierdo-. Me voy cinco minutos y pasa esto, diablos. ¿Por qué no me esperaron?

-Que bien que te diviertas –dijo rencoroso el rubio.

-Te lo tenías merecido –dijo Mai cruzándose de brazos, Akefia la miró con los ojos abiertos. ¿Enserio ella hizo eso?-. Eso te pasa por mandarme al mundo de las sombras.

Todos se fueron a la entrada, era tarde y debían llegar a casa. Akefia se reía de Marik; “El general del ejército Egipcio golpeado por una chica”, esto provocó las risas de los demás. Yami tenía razón con que terminarían llevándose bien, eran buenos cuando los conocías.

Se calzaron y salieron para subirse a las limosinas. Los Yamis, el abuelo, Ryou, Yugi, Moki y Joey subieron a una mientras que el resto se fue en otra.

-Oye Moki, sé que es mucho pedir pero, ¿crees que le puedas contar un poco de cómo fue la cosa a tu hermano? Hoy no se lo tomó muy bien al verme -le dijo Yami al chibi y este asintió parpadeando suavemente, se estaba durmiendo en el hombro de Joey.

Mokuba fue al que dejaron primero y Joey lo acompañó ya que parecía que se caería en cualquier momento del sueño. Joey volvió refunfuñando sobre que Kaiba era un idiota, al parecer los guardias de la mansión (que ya lo conocían) le dijeron que estaba en la lista de los no deseados. Seguramente era algo nuevo por haberle ganado, porque había venido cientos de veces a jugar videojuegos con el pelinegro y nunca había sido un problema.

-¿Hola? Sí, hola Ishizu, soy Yugi. Al fin pude comunicarme. Sí, llamo por eso. Sí, ¿cómo está?... ¿entonces?... claro, entiendo, está bien… Adiós y gracias –el tricolor había estado llamando a Malik desde que Ryou salió para hablar con Akefia, pero este no contestaba así que ya en la limusina tanto Ryou como Yugi comenzaron a llamar desesperados a cualquiera de los tres hermanos Ishtar, pero nadie respondió hasta que llamaron a la casa.

 -¿Qué te dijo? –preguntó Ryou.

-Malik llegó bien pero se encerró en su habitación y solo habla con ellos si es a través de la puerta. Parece que estuvo enojado en un principio y luego se puso triste y luego volvió a estar enojado. Están tratando de calmarlo.

-Y como siempre es mi culpa –dijo lamentándose Marik tirando la cabeza hacia atrás apoyándola en el respaldo de su asiento.

El resto sintió lástima por él, habían visto como intentaba una y otra vez  salir para hablar con él y una vez que lo había logrado fue rechazado, no del todo pero no logró algo de lo que festejar.

-Eras el que más emocionado estabas y fuiste al que peor le fue… eso sí que es mala suerte, hermano -dijo Akefia riendo pero la verdad se sentía un poco mal por él, podría haberle tocado a él pero por milagro de la vida su hikari era el más bondadoso sobre la tierra y lo había perdonado.

-Kura… -lo regañó Ryou y este sonrió feliz, que lindo se oía el ser regañado por él, podía hacerlo siempre que quisiera, se lo merecía.

Los siguientes en bajarse fueron los Yamis, no antes de que Yugi y Yami prometieran volver a verse al otro día con un gran abrazo. Luego dejaron al abuelo Muto, después a Ryou y por último se bajaron Yugi y Joey.

El tricolor no borró su sonrisa en todo el camino del ascensor, abrió la puerta del apartamento sonriendo, se sacó los zapatos sonriente.

-¿Estás feliz? –le preguntó Joey también sonriente abrazándolo por detrás.

-Lo estoy. En este momento me siento la persona más feliz del mundo, ojalá todos pudiesen sentirse tan felices como yo –dijo el pequeño mientras colocaba en un estante todos los trofeos que traían y la corona, junto a todos los trofeos que ambos ya tenían y luego se sacaron sus duelodisc.

-Ahora podrán llamarnos la pareja invencible –dijo el rubio provocando la risa del otro y con esto aprovechó para morderle el cuello.

-Auh… me mordiste –dijo Yugi sonriendo sonrojado.

-Perdón, no me di cuenta –el rubio se hizo el inocente y pasó su lengua por donde había mordido anteriormente arrancando un gemido de paso.

Joey dio vuelta a Yugi y se apoderó de los finos labios que con un poco de dificultad siguieron su ritmo. Bajó sus manos desde la espalda hasta sus caderas acariciando suavemente para luego llevarlas a su trasero, el cuál apretó  arrancando otro gemido.

Adoraba ese sonido. Se agachó un poco para tomar sus muslos y así dejar que sus piernas envolvieran su cintura, volvió a colocar sus manos en el redondo y firme trasero y camino hasta dejar que su espalda diese con una pared para soportar mejor el peso.

Ambas lenguas se peleaban y las manos de Yugi revolvían la maraña de pelo rubio, dejándolo aún más desordenado. Joey separó sus bocas y llevó la suya al cuello del otro besándolo, haciendo que tire la cabeza hacia atrás ahogando un gemido. Era su lado sensible y Joey lo sabía. Las manos le temblaban pero aún así se dirigieron al pañuelo para retirarlo y luego comenzar a empujar la chaqueta que traía el otro.

Joey ya sentía la molestia en sus pantalones y viendo como Yugi quería desvestirlo lo cargó de nuevo dirigiéndose a su habitación, se sentó en el bode de la cama con él a horcajadas. Comenzaron otra guerra de lenguas para callar sus gemidos ante el frote de Yugi contra su miembro.

-Definitivamente este ha sido el mejor día de todos –dijo el rubio entre gemidos por una mordida en su cuello, Yugi llevó sus manos a la remera del otro y tiró hacia arriba, desapareciéndola por ahí.

Joey dio vuelta en la cama acostándolo y quedando él encima, lentamente desprendió uno a uno los botones de su camisa viendo como el otro se sonrojaba, tomo su mano y la colocó en su pecho para que sintiera su corazón mientras tiraba también esa prenda. Llevó su mano derecha al botón del pantalón y luego la metió allí, oyó un gemido ahogado y sonrió frotando con más firmeza el miembro de su pareja mientras hasta sus pezones. Los lamió alrededor para luego chuparlos, pasó la lengua una y otra vez sin detener su mano, sintiendo como el cuerpo debajo de él se contorneaba tras una fuerte mordida en el rosado pezón.

Mordió después el otro pezón y se alejó de ahí, bajando entre besos hacia el ombligo que rodeo con su lengua dejando un camino de saliva. Retiró su mano y subió a besar a Yugi de nuevo, que como siempre volvía a estar sonrojado, pero más lindo que nunca y trataba de evitar su mirada. Tomó con suavidad su mentón moviendo su rostro para que la miel y las amatistas chocaran.

-Te amo –susurraron a la vez para luego besarse suavemente.

Joey llevó sus manos a los lados del pantalón del pequeño junto a su ropa interior y apartándose de la droga de sus labios comenzó a bajarlos hasta dejarlos en el suelo. Su mano volvió a la erección de Yugi subiendo y bajando y haciendo que el pequeño ya no tan pequeño volviera a gemir y apretara las sábanas blancas entre sus puños. Acercó su boca a la parte baja de su pareja y lamio la punta sin dejar de mirarlo.

-Jo-Joey –Yugi decía su nombre entre gemidos encendiéndolo más de lo que estaba, sentía apretado y mojado su bóxer así que decidió bajarlos dejando todo libre mientras subía y bajaba su cabeza en un ritmo enloquecedor.

 Metía el pequeño falo en su baca chupando cuando llegaba al glande y lamiendo cada tanto bien la punta con todas sus ganas, le encantaba verlo disfrutar. Sintió un par de manos entre sus cabellos haciendo presión hacia abajo para que no se detenga, aunque no pensaba hacerlo. Llevó las suyas a las piernas del tricolor, paseándolas sobre la tersa y suave piel subiendo hasta llegar a los muslos, separó su rostro de la pelvis volviendo a masturbarlo y en el muslo interno hizo un chupetón. Si no podía marcarlo en un lugar visible entonces lo haría ahí, pero lo marcaría. Volvió a lamer la punta mientras lo masturbaba y luego se lo metió de lleno en la boca.

-N-no puedo –dijo suavemente antes de llenarle la boca de semen blanco y viscoso que tragó enseguida.

Se lamio los labios asegurándose de que nada quedó afuera y se quedó mirando sonriente como el pecho de Yugi subía y bajaba. Se acercó y lo besó compartiendo su sabor.

+

Yugi se incorporó en la cama sin dejar de besarme y con los pies consiguió sacar lo que le quedaba de ropa, nos dimos vuelta de nuevo quedando yo debajo con Yugi a horcajadas sobre mí y continuando con nuestro apasionado beso. Al separarnos me arrastré hasta quedar apoyado con las almohadas en la espalda, quedando medio sentado, Yugi se arrodilló entre mis piernas abiertas y volvió a besarme.

Pasé mis manos por sus pezones, su cintura y terminé en sus nalgas ahora desnudas para mí, me encantan, son bien carnosas como las de una chica. No entiendo cómo logra eso. Pasé el dedo índice por toda la raya del medio sintiendo como se estremecía y me mordía el labio inferior con sus dientes. A la segunda vez metí el dedo hasta la segunda falange pero se separó de un salto.

Debí imaginármelo, no porque estaba feliz iba a dejarme entrar en él, aunque creía que hoy era mi día.

 Yugi se agachó hasta mi pene dejando una vista hermosa de su trasero elevado y todo mejoró cuando sentí la tibieza de su lengua envolver mi falo en la punta mientras masturbaba la base con una mano. Gemí fuerte, era una escena demasiado excitante.

Se apartó justo antes de que terminara, haciendo que llenase su rostro de semen, tomó un poco en su dedo y se lo llevó a la boca probándolo. Maldición, este niño quería matarme a orgasmos. Dudo que se me baje en un buen rato. Se estiró y agarró un pañuelo de arriba de una mesa de luz con el que se limpió la cara.

Pasé mis dedos por el lado izquierdo de su pecho, ¿quién hubiera pensado que el faraón iba a regresar?

-¿Qué tal un baño? –le pregunté y el asintió.

Le sonreí y saliendo de la cama le agarré como princesa de cuentos mientras se reía y nos metí debajo de la regadera con agua fría.

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Marik apenas había llegado puso la cara más deprimente que tenía y se dirigió a la sala de juegos.

Yami se preocupó, ahora eran amigos, es más eran hermanos legalmente y no era justo que el vaya a dormir tranquilo mientras el otro sufría un rechazo. Tomó una botella de vodka de un mini bar en la sala y se dirigió a donde se encontraba el rubio.

Estaba jugando a un videojuego de matar zombis, más que sentado parecía que poco a poco se caía y tenía una chaqueta de cuero subida hasta el cuello y la gorra puesta. Apenas se dejaba ver.

-Ten –le lanzó la botella.

Puso pausa al juego para girar la rosca y dar el primer trago que le hizo fruncir el ceño y quemar la garganta. Mientras tanto Yami se unió al juego y de tanto en tanto oía como el líquido pasaba por la garganta del otro.

-¿Quieres? –le ofreció Marik.

-No, gracias. Parece que a ti te hace más falta que a mí, disfrútalo porque no te daré otra –contesto sin sacar los ojos de la pantalla, no porque el otro estaba mal significaba que lo dejaría ganar.

 Marik sabía que era el único al que le fue prácticamente mal, se había bloqueado por un segundo pensando que todo sería como antes olvidándose de lo pasado. Le había dado una oportunidad y lo agradecía con toda su alma, pero no le gustaba eso de que Malik sufriera, se quería golpear a si mismo de imaginar los dulces ojos lavanda llenos de lágrimas por su culpa.

Yami miró de reojo al otro y vio como caía por su mejilla una lágrima solitaria y rebelde. No dijo nada, no sabía que decirle para que se sintiera mejor, así que solo se quedó ahí haciéndole compañía.

 

Notas finales:

¿Les gustó?

Al fin volvieron a encontrarse todos!! Fue dura la espera pero yo creo que lo valió.

Gracias por leer!

Nos vemos en el próximo capítulo!


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