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El regreso por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenece, yo solo utilizo sus personajes para crear nuevas historias.

Hola! No me maten, ¿sí? Todavía soy muy joven...

Ya sé, ya sé, un capítulo al año es una decepción increíble. Realmente pretendía actualizar antes pero bueno, primero que nada creo que todos estamos de acuerdo con que este año arruinó muchas cosas y al menos a mí me hizo pasar por un estrés increíble. Este año fue una montaña rusa de emociones por varios motivos y las ganas de escribir se iban tan rápido como aparecían.

Por suerte, puedo decir que recuperé mi humor finalmente y comencé a escribir este cap. A la vez en enero pensé en que ya era hora de subir una historia que empecé hace ya dos años, pero que no quería compartir hasta terminar esta. Al final la compartí, para los que estén interesados se llama "¿Quién eres?" y es más que nada un puppyshipping y puzzleshipping, y bueno, tuvo muy buena recepción así que me propuse actualizarla todos los lunes mientras pueda (actualmente cuenta con 8 capítulos).

Con esto voy a que a la vez que subí mi otra historia, también comencé a escribir este cap, la otra me distrajo junto a algunos exámenes y tuve que detenerme. La semana pasada terminé este cap y me dediqué desde el miércoles a editar tooooda esta historia por fin, hasta hoy (domingo) hice una limpieza hasta al capítulo 15, no sé cuándo continuaré.

Hablando de esta historia, está largo el cap porque el final es bastante especial... espero que lo disfruten. Hace más de dos años, cuando pensaba sobre lo que sucedería en este cap, no dejaba de imaginarlo como una peli en la que saltaba de un personaje a otro en el mismo tiempo lineal. Me fascinó la idea y espero que ustedes también.

Disfruten!    

El viaje a la otra línea de tiempo les revolvió el estómago, los cinco giraban sobre sí mismos sintiendo como si cayeran por un precipicio. Yugi abrió los ojos viendo a su alrededor solo negro, todo color ausente y sus ojos lagrimeaban por la ventolera de la fricción al caer al vacío. Veía a sus amigos a su lado, pero no era capaz siquiera de decirles algo, no podía ni siquiera separar sus labios y probablemente sus amigos tampoco podrían escucharlo. Mirando hacia abajo vio que se aproximaban a una luz brillante que se hacía más cercana.

Deseó que no fuera la típica “luz brillante al final del túnel” de la que uno debía alejarse.

Pero solo la atravesaron y a pesar de que habían sentido como si cayeran por la boca de un volcán, aterrizaron suavemente en una ardiente arena. Ryou se levantó escupiendo arena, sintiendo como esta había raspado sus brazos y rodillas, al final Tea lo ayudó a pararse y se sorprendió al contemplarla.

Tea llevaba un vestido de lino hasta el muslo con mangas, atado por un cinto de cuero en su cintura, en sus pies llevaba sandalias y su pelo estaba adornado con algunas piedras brillantes, así como brazaletes de oro labrados en las muñecas. Se fijó en el resto: Marik ayudaba a pararse a Malik y Yugi lo estaba logrando de a poco. El mismo y Yugi llevaban un atuendo parecido al de Tea  pero sin mangas; notó que Yugi y el compartían un collar usej en el cuello con piedras y brazaletes y tobilleras de oro. Marik y Malik  vestían solo un faldón sujeto por cuero y llevaban un anillo en dorado en cada bíceps además de los brazaletes y tobilleras.

El brazalete de oro en el brazo izquierdo de todos era en realidad un DiaDhank.

-Esto será útil –pronunció Marik sacando de una vaina en su cintura un sable.

Solo entonces, al ver el arma, Ryou notó un peso en su propia cintura, sacó de su propia vaina un cuchillo corto, lo contempló girándolo en su mano y lo volvió a guardar con miedo de cortarse. El resto también llevaba su propio cuchillo.

-Ahí está la ciudad –señaló Yugi, se veían pequeñas construcciones cuadradas y un par de personas.

-No, es un pueblo, lo recuerdo. Estamos cerca de Tebas –comentó Marik-. Andando.

Ryou estaba seguro de que este había cambiado totalmente su cara; serio y decidido, se preguntó si este era su verdadero ser o este era él cumpliendo su rol de guardián. En el pueblo pasaron bastante desapercibidos, no como les hubiera gustado, pero seguro que hubiera sido peor con la ropa que antes tenían.       

-Ahora sí nos ven –le comentó Tea a Yugi y este asintió. Yugi recordó que ellos ya habían estado en el Antiguo Egipto antes, dentro del rompecabezas y que en aquella ocasión no hacían más que traspasar a la gente como fantasmas.

Tratando de fingir que pertenecían a esa época caminaron por los caminos del pueblo guiados por Marik y se detuvieron tras una casa que tenía atados caballos y camellos, agotados de tomar sol durante todo la mañana. Los caballos estaban siendo “vigilados” por dos guardias, que más que hacer su trabajo tomaban algo mientras jugaban un juego simple con piedras y reían.

-¿Crees que te reconocerían y te obedecerían si les ordenas algo? –preguntó esperanzado Malik, estaba apoyado contra la pared, tratando de disimular sus intenciones.

-Este no es el futuro, no todos han visto la cara de quien está al mando y puede que ni siquiera se acuerden de mi a este punto –Malik observó bien a su novio, tratando de adivinar si eso que decía le afectaba de alguna manera y debía de admitir que le aliviaba ver que Marik estaba bien al respecto.

De repente Yugi escuchó un sollozo venir de un lugar cerca y les pidió al resto que pararan de idear planes por un segundo. A metros de donde estaban, dos casas formaban un callejón en sombras y algo dentro de sí le decía que era importante. Su collar del milenio brilló tenuemente por un segundo. Caminó hasta allí con miedo, con el resto pisándole los talones.

Asomó con temor la cabeza, solo vio un caballo blanco con un lunar en la frente, sin embargo alguien escondido detrás de cajas sostenía su cuerda y era quien sollozaba. Tea tomó su mano para darle fuerza y ambos salieron a ver quién era. Una chica morena de pelo castaño estaba sentada en el piso llorando sobre sus rodillas y apretando su cetro contra su pecho.

-¿Mana? –preguntó Yugi y la chica levantó la vista. Sus ojos llenos de lágrimas se asustaron al verle y ella trató de escaparse gateando-. ¡Espera! Soy Yugi, nos conocimos una vez. Somos amigos.

Mana se levantó y se dio vuelta para darle una segunda mirada, apuntándoles con su cetro con desconfianza, Yugi deseaba que no saliera la Maga Oscura de ella. Mara vio que Yugi tenía los ojos amatistas, era de altura baja y claramente su piel era blanca lechosa. Él no era el faraón, a pesar de su parecido cabello.

-Me acuerdo de ti y de ti también, Tea. Lo siento, pensé que eras Atem cuando te vi. ¡Oh Atem! –Mana cayó de rodillas y largó el llanto de nuevo.

Los cinco se miraron preocupados. Mana era la mejor amiga de Atem en este mundo y vivía en el palacio como aprendiz, si de algo podían estar seguros es que ya se habían cruzado y que su reencuentro no había ido para nada bien. Marik fue quien decidió dar el primer paso esta vez.

-Mana, soy Marik, ¿me recuerdas? –ela alzó la vista y asintió sorprendida, es más, esperanzada-. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué estás aquí?

-La princesa, la hija de Dartz… -comenzó, pero las palabras se le atoraron en la garganta, Yugi se agachó junto a ella y colocó la mano en su hombro en señal de apoyo, luego Tea lo imitó a su otro lado. Ella continuó-. Todo estaba tranquilo, era un día normal, estaba practicando junto a Mahad y entonces entró Isis diciendo que tuvo una visión, que debíamos juntarnos con los demás sacerdotes y el Faraón, que estábamos en peligro. Nos reunimos en la sala del trono y de pronto escuchamos gritos de los guardias, antes de darnos cuenta ella irrumpió en el lugar siguiendo a Atem. Él estaba tan raro, daba miedo mirarlo –Mana volvió a llorar y Yugi la abrazó pensando en qué clase de persona había convertido Chris a Yami.

-¿Qué pasó entonces? ¿Venía alguien más con ellos? –preguntó angustiado Ryou, lo único que quería saber es si su novio estaba bien.

-Nos negamos a entregar el trono, estábamos muy confundidos, no sabíamos que hacer. Era Atem, era nuestro antiguo Faraón. Pero el convocó monstruos y comenzó a atacarnos, principalmente a Seth. Mahad me alejó de allí junto a Shadi y lo último que pude ver fue a Seth caer al piso al bloquear un hechizo que iba dirigido a Isis. Escapamos del palacio, Shadi dijo que viniera aquí y me escondiera mientras él buscaba ayuda.  Mahad volvió para ayudar.

-Ahora entiendo por qué nos hizo caer aquí –confirmó Marik-. Nosotros somos tu ayuda y tú la nuestra. Vamos a salvar a Egipto y a Atem, te lo prometo.

Mana se sintió mejor después de eso, no tenían tiempo para ponerse a charlar, así que solo le contaron que la mala de la historia era Chris; quien manipulaba a Atem y además había secuestrado a Akefia.

-Pero no entiendo, ¿cómo logró Chris controlar a Atem? Él es un faraón, no es tarea fácil –Mana les preguntó.

-Ella usó un cuchillo extraño sobre él –explicó Tea-, por más que no lo tocó este se llenó de sangre y la volcó dentro de un frasco. Después lo ató a su cuello, supongo que hay que recuperarlo.

Mana asintió ante esto, conocía ese tipo de magia y entendía qué debían de hacer. –No te equivocas Tea, hay que recuperarlo. Ahora lo entiendo claro, Atem no haría esas cosas si fuera de otra forma. Chris le ha robado el alma…

-¡¿El alma?! –Yugi se alarmó, en segundos palideció.

 -Sí. Hay una parte de Atem en él aún, y conociéndolo, no dudo que deje de luchar –dijo Mana depositando toda su confianza en su viejo amigo-. Pero no sé si su voluntad es suficiente para traerlo de vuelta a la normalidad. Necesitamos ese frasco –concluyó con determinación.

-Si no recuerdo mal, la última vez que nos involucramos con la Atlantis, Dartz necesitaba del alma del faraón y su fuerza para despertar al Leviatán –aportó Tea-. Debe de necesitarlo de nuevo, no solo se trata de obtener el apoyo de Egipto.

-Quiere levantar a Egipto en armas utilizando a Atem y cuando ya no lo necesite, lo utilizará para convocar a su arma más poderosa –dijo Marik suspirando mientras se apretaba el tabique con estrés.

Malik se acercó a él y le frotó la espalda para tranquilizarlo, eso sirvió. Marik lo miró y al ver sus ojos, deseó que él no estuviese en ese lugar, hubiera preferido que se quedase esperándolo en casa, desnudo en su cama y listo para hacerlo olvidar esta pesadilla.

-Entonces ya sabemos que hacer. Debemos movernos, ahora. Necesitamos robar esos caballos e ir lo más rápido que podamos al bajo Egipto a donde, según Shadi, se dirige Chris–concluyó Malik mientras miraba a los guardias, pensando cómo robarles sin armar tanto escándalo.

-Ya deja de decir robar… -le pidió angustiado Ryou y Malik rodó los ojos, él estaba desesperado por actuar pero esto no era lo suyo, era mejor decir “tomar prestado, pero sin devolución”.

-¿Quieres salvar a Akefia o no? –contestó Marik mirándolo desafiante.

-¡Por supuesto que sí! ¡Hagámoslo!

-Esperen –los interrumpió Mana-. No puedo ir al bajo Egipto, ¿qué pasa con el Faraón Seth?  Alguien tiene que ayudarlo si está en prisión y debo saber si el resto de los Sacerdotes están bien… Mahad.

-Quizá  separarnos  será lo mejor –propuso Yugi con incomodidad-. Quiero ir al Palacio, quiero ver a Yami, él me necesita. Si el hechizo no se rompe, quizá pueda llegar a él con mi vínculo.

-Yo también iré. Hay que rescatar a Akefia y dudo que Chris se lo haya llevado, ella no podría con él –apoyó Ryou.

Luego de una breve discusión llegaron a un acuerdo, no tenían tiempo que perder, Chris avanzaba para escaparse de Egipto de una vez por todas. No había forma de que Chris supiera que ellos iban tras ella, ella cría que ya no había forma de cruzar de un lado a otro. Se llevaría una grata sorpresa.

-Bueno, ahora sí, a robar esos caballos –dijo Malik. Miró sobre su espalda y suspiró al ver a Yugi y Ryou luchar contra sí mismos.

¿Por qué no vino Joey con ellos? Seguro que él ni dudaría.

+ - + - + - + - +   

 Joey despertó en una cama cómoda, ya prácticamente la consideraba suya, pasaba más noches en ella que en la suya propia. Fuera de las frazadas sentía el ambiente frío del invierno, pero él se mantenía cálido con un cuerpo pesado envolviéndolo.

Tenía ganas de soltar una risa malvada cada vez que conseguía agotar a Seto por la noche y al final se quedaba dormido por la mañana a su lado proporcionándole calor. Hoy ni siquiera había despertador que los molestara, así que era mucho mejor.

Se giró hundiendo su rostro en el pecho de Seto y refregó sus mejillas en el escaso cabello que había allí, quizá era raro pero le encantaba olerlo, se sentía mareado cada vez que se hundía en su olor, pero en el buen sentido. Dedos comenzaron a trazar su columna mientras Seto despertaba y eso le generaba cosquillas y risas que callaba en la piel del otro.

-¿Qué hora es, cachorro?

-De levantarnos –Joey soltó un bostezo mientras pataleaba quejándose por no poder hacer del vago todo el día.

Seto por fin se enderezó y miró el reloj, hizo una cuenta rápida y confirmó que podrían tener unos veinte minutos si no desayunaban y si se apuraban. Llevó sus manos al trasero de Joey para comenzar a masajearlo, cuando este levantó la mirada entendió que Joey sabía lo que quería y que también él lo quería. No hizo falta más que una sonrisa compartida para que le saltara encima. Veinte minutos más tarde ambos se lavaban los dientes frente al espejo del baño ya vestidos.

-Me debes un desayuno ahora –le dijo Joey mirándolo por el espejo, su boca estaba llena de espuma pero Seto ya había aprendido a entenderlo.

-Claro, porque yo era el único que quería –le respondió sarcásticamente luego de secarse con una toalla.

-Siempre –Joey le mandó un guiño juguetón.

Dos minutos después bajaron a la entrada donde vieron a Mokuba con su sombra, Yudai, y a Serenity. Ella usualmente también se quedaba, Joey no la quería dejar sola en el apartamento muy seguido, pero él amaba quedarse a dormir con Seto. Le era extraño no sentirlo a su lado en la cama. Mokuba los miraba con enojo mientras golpeaba una y otra vez el reloj en su muñeca con un dedo.

Al menos ellos tuvieron la decencia de parecer sentirse mal por la culpa.   

Se subieron todos a la limusina y fueron a la casa de Tristán como primera parada. Joey notó en seguida lo nervioso que estaba cuando se les unió, a este punto no sabía si era por su hermana o por el regreso de Duke.

Porque sí, ya sabía lo de Duke.

Todavía se sentía como un idiota por ser el último en enterarse de que esos dos andaban follando por ahí. Duke se lo había confesado hacía más de un mes, en una de sus usuales videollamadas. Estaban hablado de juegos cuando Duke le preguntó sobre la relación entre Tristán y Serenity, Joey solo se rió mientras se burlaba de Tristán por no lograr nada a pesar de sus intentos. Algo estaba claro, no estaban juntos.

Cuando le prestó atención a Duke, este se veía un poco rojo, no miraba la pantalla y acomodaba nerviosamente su cabello tras la oreja. Lo vio suspirar aliviado, un poco triste también. Pensó sobre eso. Duke le había dicho que no quería nada con su hermana, que solo coqueteaba con ella para hacer enojar a Tristán, pero ahora parecía envidioso.

“¿Has hablado con Tristán?” Le había preguntado entonces, y Duke negó con la cabeza al responderle: “No hemos hablado desde que me fui”.

Joey se había sorprendido, no tenía idea de que ellos no hablaban hacía meses. Él mismo hablaba con Duke al menos una vez a la semana y parloteaba sobre él con su mejor amigo todo el tiempo, aunque se había vuelto más un él parloteando y Tristán escuchando. Su cabecita entonces empezó a crear teorías, ¿qué había pasado?

“¿Se pelearon? ¿Por qué ninguno me comentó nada?” Admitía que le había molestado un poco y Duke enseguida se puso nervioso, tapó su rostro con ambas manos soltando un gemido, cuando se dejó ver estaba aún más nervioso. “Joey, hay algo que tengo que confesarte”.

 No lo podía creer. Eso era todo. Ahora entendía por qué le decían que andaba con la cabeza en las nubes. ¡Sus mejores amigos llevaban follando a escondidas durante meses y él no se había dado cuenta! Y lo peor de todo: Duke se había enamorado, lo habían rechazado y ahora tenía el corazón partido en mil pedazos.

Volviendo al presente, notó como Tristán no se quedaba quieto mientras viajaban a la casa de Duke a recogerlo; se movía, cinchaba del cuello de su abrigo, secaba su sudor con la manga. Duke había llegado ayer y había vuelto a su casa durante el tiempo que le llevara su estadía, así que la fiesta que planeaban por el regreso temporal de Malik y Yugi también sería para él.

Joey entendió lo grave que era todo cuando Duke subió al coche y les dedicó una sonrisa ligera a todos al saludarlos, esa no era para nada la gran sonrisa marca Duke Deblin, parecía más bien la de un perro pateado. Mokuba lo bombardeó a preguntas sobre su país como para que no haya incomodidad en el ambiente, pero era muy palpable si mirabas a Tristán, quien miraba a Duke con miradas furtivas, asustadas y tímidas.

-¿Y cómo está tu vida sentimental? ¿Al final que pasó con el chico que me contaste? –Joey quebró la paz con la sonrisa más inocente del mundo. A veces era una suerte ser un idiota que hace preguntas inapropiadas, nadie se da cuenta cuando lo haces a propósito.

Seto a su lado le piso el pie, obviamente le había contado y hasta él sabía que esa pregunta era una mala idea.

-¿Estás saliendo con alguien Duke? –preguntó su hermana.

Joey disfrutó ver como Tristán ahora sí prestaba mucha atención a la conversación, miró de su hermana a Duke esperando una respuesta mientras masticaba ansioso sus labios. De verdad no entendía qué pasaba con Tristán, estaba seguro que pasaba por una ‘crisis gay’, pero era estaño viniendo de alguien que le había dicho “hasta que al fin lo admites” cuando le confesó su sexualidad. ¡Él debería de tomar sus propios consejos!   

-No, no estoy saliendo con nadie –respondió Duke sonriendo a Serenity-. Solo tuvimos un par de citas.

Joey quiso soltar la risa gorda cuando vio a Tristán mirar a Duke con los ojos enchinados y soltar un ‘tsk’ molesto, apenas se escuchaba pero estaba prestando atención. Duke le dirigió una mirada rápida para después desviar la vista a la ventana.

-Pero te gusta, ¿o no? ¿Por qué no intentas tener una relación? –Volvió a picar Joey y tuvo el inmenso placer de sentir la mirada fulminante de Tristán sobre sí. ¡Esta era su venganza por no haberle dicho nada!

-Quizá –dijo Duke sonando no muy convencido y dando fin a la conversación.

La limusina atravesó el portón detrás del auto negro perteneciente a los hermanos mayores Ishtar, tuvieron que clavar los frenos cuando el auto paró de la nada en el camino y Joey vio a Ishizu salir corriendo de la puerta del acompañante.

-¿Qué fue eso? –preguntó Mokuba enderezándose, Yudai fue lo único que evitó que saliera volando al sostenerlo.

Joey bajó de la limusina y corrió detrás de los hermanos hacia la mansión, los demás le pisaban los talones. Se sorprendió cuando en la sala vio a Shadi y de inmediato supo que algo no iba bien, para nada bien. Ishizu y Odión hablaban con él rápido y en un idioma que no entendía, eso lo desesperaba.

-¿Esto era una sorpresa? –preguntó Duke al entrar señalando el cartel a medio colgar de “bienvenidos”.

-Al parecer ya no –le respondió Joey mientras se acercaba a los otros tres-. ¿Qué está pasando? ¿Dónde están los demás? Ellos ya deberían de estar aquí. ¿Y qué carajos haces tú aquí Shadi?

-Tus amigos están en problemas Joey y necesitan ayuda –Shadi fue conciso.

Ishizu y Odión estaban preocupados, la pelinegra decía un montón de cosas en árabe que no podían entender y apretaba su collar del milenio con una mano. Tuvieron que sentarse ante tanta historia abrumadora: Tea mala y hechizada por una niña loca por meses que torturó a Akefia y Yami antes de secuestrarlos y lavarle el cerebro al faraón. Esto era una locura, ¿cómo no se habían dado cuenta de algo así?

-Ellos fueron en su rescate, ¿no es así? –pronunció Tristán ante la falta de los demás.

-Así es –afirmó Shadi.

-Tienes que enviarnos también, pueden necesitarlos –insistió Joey y Tristán junto a Duke asintieron en confirmación.

-Es peligroso, es mejor que no se involucren –comenzó diciendo Ishizu, estaba muy angustiada-. No podemos hacer nada por los que ya fueron, pero no podemos seguir arriesgando vidas al mandarlos allí.

-¡No nos importa! –saltaron tanto Joey como Tristán.

-Tendrán que ir –les dijo Shadi mientras cerraba los ojos y se concentraba, estaban seguros de que estaba viendo lo que pasaba en la otra línea temporal.

-Pero Shadi…

-No. Yo solo no podré traerlos de vuelta, necesito algo antes: reunir todos los objetos milenarios del otro lado, de lo contrario no me dará la energía para que todos regresen. Pero existe el problema del rompecabezas, fue de vuelto a la tumba de Atem y debe de volver ensamblarse y solo Yugi podrá hacerlo. Alguien tiene que ir a la tumba del faraón y obtener el rompecabezas una vez que el resto cumpla con su misión.

-Joey y yo hemos estado allí, conocemos las trampas y ya las pasamos todas, podemos hacerlo y llevárselo a Yugi –menciona Tristán.

-También está mi visión… -menciona Ishizu-. Vi momentáneamente a Yugi en prisión, hay que rescatarlo si es que se encuentra allí ahora.

Por lo tanto, debían de separarse. Orión e Ishizu debían de ser suficiente para llevarlos al otro lado con la condición de ellos mismos no ir, todo quedaría en manos de los jóvenes. Seto y Joey irían por el rompecabezas al valle de los reyes y Tristán y Duke se infiltrarían en el palacio real para rescatar a Yugi de la cárcel, el parecido entre Seth y Seto podría ocasionar problemas si ellos iban.

-¿Y nosotros qué haremos? –les dijo Mokuba muy molesto al ver que ya tenían un plan hecho y a ellos no les dieron nada-. ¿Acaso piensan que nos quedaremos aquí sentados sin hacer nada?

-Claro que sí, esto es peligroso, Mokuba –le respondió Seto con mirada firme.

-Pero podríamos ayudar –trató de  convencerlos Serenity.

-No en esto, si algo les pasara no nos lo perdonaríamos jamás. Por favor entiéndanlo –insistió Joey.

Mokuba y Yudai comenzaron a discutir por querer ayudar, convencidos de que ya no eran niños y que podrían de verdad necesitarlos. Seto se paró firme al decir que no, no dejaría que fueran al viejo Egipto.

-Tengo una tercera misión para la que pueden ser muy útiles –mencionó entonces Shadi y Kaiba estuvo a dos segundos de sacarle los ojos por querer poner a su hermano menor en peligro. Pero lo que les mostró no era nada peligroso, solo un poco aterrador. Shadi sostenía en sus brazos a un Kuro muy mal herido que hasta entonces estaba en el sofá siendo ignorado por todos. Serenity soltó un pequeño grito de angustia al verlo-. Chris lo lastimó al en su camino y necesita un veterinario, hicimos lo que pudimos pero no somos expertos.

-¿Esperan que solo nos ocupemos del gato? –volvió a quejarse Mokuba.

-¿Quieres que Yami regrese después de lo que está pasando y encuentre a su gato muerto? –le preguntó Seto ya enojándose.

-No, supongo que no…

Los tres menores tomaron a Kuro con cuidado colocándolo sobre un almohadón del sofá y salieron para subirse a la limusina, se dirigieron a toda velocidad hacia un veterinario. Trataron de ponerse de acuerdo sobre qué le dirían al doctor, la verdad estaba vetada de una y además Marik había curado sus heridas más superficiales dejando una cicatriz. Al final Mokuba tenía pensado usar el “soy un Kaiba, solo cura al gato y no hagas preguntas”.

Apenas se marcharon, el resto se preparó para su propio viaje y Joey veía a Duke dudoso de ir con Tristán, esperaba que la incomodidad entre ellos no los pusiese en peligro. Después de todo, Seto no aceptaría por ningún motivo hacer un cambio de parejas y perderlo de vista.

-¿Listos? –preguntó Ishizu con ojos brillantes de aguantarse las lágrimas.

-Listos.

+ - + - + - + - +   

-¡No puedo creer que hayas hecho eso, Ryou! –gritó Yugi desde su caballo que iba a todo galope en el desierto.

-¡Teníamos que conseguir los caballos! –se justificó Ryou entre gritos, el ruido del trote les dificultaba la comunicación.

-¡Robamos caballos! –se lamentó Yugi y a su lado Mana se rio desde su propia cabalgadura.

-¡Ya dejen de decir robar! –insistió Ryou.

Al final entre tanto plan entre Marik y Malik para apoderarse de los caballos, estaban perdiendo mucho tiempo, discutían sin parar. Ryou intervino e hizo el primer movimiento, antes de darse cuenta ya contaban con un modo de moverse y se separaban.

Ryou no quería hacerlo, pero no podían moverse por el desierto a pie, les tomaría siglos llegar. Y Akefia podía no tener tanto tiempo. Sabía que estaba bien por ahora, su lazo se lo decía y cada vez que se acercaban podía sentirlo más fuerte. Insistió con su sortija milenaria, tratando de entablar una conexión pero parecía de una sola vía, no había respuestas del otro lado.

Hasta que de pronto sintió algo, un pulso que le causó terror total, Akefia estaba sintiendo un terror total.

-¡Algo está pasando, mi sortija! –les contó con desesperación.

Entonces la sortija del milenio comenzó a brillar y ella sola se elevó de su pecho, las lágrimas de oro comenzaron a apuntar hacia su izquierda, a una dirección en concreto en el horizonte.

-¡Está apuntando hacia allí! ¡Debe ser Akefia! –Ryou detuvo su caballo y los otros lo imitaron. Contemplaron la sortija, Ryou estaba emocionado de al fin tener una señal-. Tenemos que ir.

Mana se llevó una mano a la frente para hacerse sombra mirando en la dirección indicada por la sortija, y entendió de inmediato lo que pasaba. -Oh no… lo están alejando de la ciudad y llevando al Río Nilo.

-¿Al río? ¿Por qué? ¿Qué hay ahí? –preguntó desesperado Ryou, sin dejar de mirar ese punto en el horizonte.

-Ryou… -comenzó Yugi mirándolo apenado, él sí entendía lo que Mana quería decir-, los egipcios aplicaban la pena de muerte ahogando a los criminales en el río, los ataban a piedras y los arrojaban al agua.

Ryou lo miró aterrado, de repente le faltó el aire y sus manos temblaban con ansiedad. Iba a perder a Akefia, ellos iban a matarlo por los crímenes que había realizado en el pasado. No podía acabar así, ellos apenas habían empezado. No se habían tomado las manos los suficientemente fuerte o besado lo suficiente.

No habían hecho el amor. Y ahora podría no pasar nunca.

-Tengo que ir por él –dijo firme, Mana y Yugi asintieron, confirmando que irían con él a ayudarlo-. Pero iré solo.

-¡¿Qué?! ¡No! Es peligroso, Ryou –se negó Yugi.

-Ustedes tienen que ayudar a Yami y a los demás Sacerdotes. Probablemente ninguno de ellos haya ido con Akefia, deben de seguir en el palacio, es ahí donde deben de ir.

Ryou no esperó a que confirmaran su decisión, sabía que no estarían de acuerdo pero era lo correcto. Tomó las riendas de su caballo y le ordenó emprender la carrera en la dirección que la sortija le guiaba. La última vez que vio a Yugi sobre su hombro, le gritaba que regresara entre la arena levantada por su caballo. Ryou no pudo evitar que algunas lágrimas se le salieran, estaba solo ahora.       

No podía fallar, era única esperanza que le quedaba a Akefia. Lo amaba y debía de demostrárselo, no dejaría que su historia terminara así.

Insistió a su caballo a que fuera más rápido, debía apurarse, no sabía cuánto tiempo tenía. Entonces recordó ese sueño extraño que había tenido hace meses ya; no corría pero si trotaba por el desierto tan rápido como se le permitía y sabía que el tiempo se le agotaba. Nunca supo por qué debía de apurarse en ese sueño o qué era tan importante, ahora lo sabía y estaba horrorizado por eso.

+

Yugi estaba llorando para cuando Ryou se perdió de vista. Lo entendía, claro que lo entendía. Ryou debía salvar a su yami y  él también, así que tomó las riendas de su caballo y se tragó las lágrimas que tenía atoradas, no era tiempo para eso.

-Vamos Mana, debemos de salvar a Atem.

Mana asintió con ganas y ambos volvieron a  emprender camino hacia el palacio.

El sol estaba en lo más alto del cielo cuando llegaron al pueblo y decidieron bordearlo  para evitar posibles guardias bajo el control del nuevo faraón. Se dieron cuenta de que no había mucha gente en las calles; los padres trataban de meter a sus hijos dentro de las casas y todos se quedaban adentro, tal y como los soldados (que parecían confundidos) les estaban ordenando. 

-Las personas se están dando cuenta de que algo está mal –le dijo Mana llevando a su caballo por las riendas, habían decidido caminar.

-¿Crees que sepan del regreso del viejo faraón? –preguntó Yugi, trataba de esconderse para no llamar la atención; la ropa no era suficiente para tapar los rasgos asiáticos y llamativo cabello.

-No lo creo, si fuera así, ya se hubieran alarmado y habría caos en las calles.

-Entonces tenemos que rescatar a Yami antes de que dos faraones se peleen por el trono de Egipto.

Yugi se plantó frente a las murallas contemplando su altitud; como la última vez, trepar no era opción y la entrada estaba siendo vigilada por guardias. Mana tomó su mano y lo guió alrededor de las altas paredes de piedra a una entrada secundaria vigilada por un solo guardia.

-Es la entrada a los dormitorios de los aprendices, yo pasaré sin problemas. Lo distraeré para que puedas pasar.

Mana se fue antes de que pudiese decirle lo mal plan que le parecía que era. El guardia solo le dedicó un cabeceó de reconocimiento  al dejarla pasar. Mana caminó un par de pasos antes de soltar un grito bastante falso de sorpresa y fingir un tropiezo, el guardia enseguida se dio vuelta y corrió a ayudarla. Yugi no sabía si reír o llorar por la mala actuación; Mana cayó al suelo pero luego de rodar exageradamente terminó por sobarse la rodilla que no se había golpeado.

De todas formas, el guardia parece que se la creyó totalmente.

Yugi aprovechó a moverse, rápidamente pasó por la entrada corriendo y buscó algún acceso al palacio, no tenía idea de a dónde debía de ir. Iba hacia el ala derecha, por donde entraban varios jóvenes que asumió eran aprendices, al igual que Mana, sin embargo el miedo a ser descubierto lo hizo preferir ir al lado contrario. El cambio de sentido lo hizo tropezar de verdad.

-¡Oye tú, detente!

Yugi, ahora desde el piso, levantó su vista para ver al guardia que estaba levantando a Mana, mirarlo salvaje y sospechosamente. Él sabía que no era de ahí, era obvio. Trató de levantarse rápidamente pero sus rodillas se habían raspado y dolían, cuando lo consiguió el guardia ya lo estaba persiguiéndolo y no demoró en tomarlo.

-¡No! ¡Suéltame! –Yugi se retorció en los brazos del hombre, pero le llevaba como dos cabezas y muchos músculos de delantera.

-¡Yugi! ¡Déjalo! –Mana gritó con energía, vio con esfuerzo como otro guardia aparecía de la nada y también la detenían.

-¡Mantente quieto! –le ordenó. Yugi no le hizo caso y al final terminó siendo arrojado al suelo.

Desde el suelo Yugi vio una oportunidad para escaparse, no quería hacerle daño pero debía de deshacerse del hombre que se cernía sobre él. El ojo de Horus apareció en su frente y el guardia se asustó enseguida, antes de que Yugi pudiera terminar de pensar si quiera en qué hechizo hacer, un fuerte golpe fue dirigido a su nariz. El fuerte dolor se extendió por todo su cuerpo y perdió la consciencia.

-¡No! ¡Yugi! –el guardia que sostenía a Mana le quitó su cetro.

 Mana vio como la cabeza de Yugi golpeaba el suelo, su nariz sangraba chorreando sobre sus labios hacia un lado y terminando en la piedra.

-¿Qué es eso? –se preguntó el guardia al ver el rompecabezas del milenio colgar del cuello del intruso. Lo reconoció de inmediato como el collar del antiguo faraón-. Lleva al aprendiz con los demás estudiantes, yo llevaré al intruso a las mazmorras.

El segundo guardia asintió arrastrando a Mana hacia otro lado, donde los estudiantes estaban reunidos y mirando lo que sucedía nerviosos. El rompecabezas fue retirado del cuello de Yugi y fue cargado con facilidad sobre un hombro.

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Una hora más tarde Yugi despertó en una celda oscura, un gran dolor retumbaba en sus oídos sin parar y sentía gusto a sangre en la boca. Llevó dos dedos a su nariz sintiendo un dolor agudo y sangre seca al tacto. Se sentó en lo que parecía una pobre cama y pestaño rápidamente tratando de obtener algo de luz, caminó hacia la reja tambaleándose y notó que la única fuente de luz existente provenía de dos antorchas en un pasillo oscurecido.

Se forzó a pensar en lo que había sucedido y en donde estaba. Llevó sus manos a su pecho en busca de su collar para tranquilizarse y se dio cuenta de que no había nada allí. Sus ojos se aguaron y una gran bola de angustia se atoró en su garganta.

Estaba en una prisión y había perdido su rompecabezas.

-No puede ser… -cayó de rodillas hundiendo su rostro entre sus manos y soltando un sollozo-. Yami… lo siento tanto…

Sintió que había fallado, que le había fallado a Yami. No tenía forma de salir de esa celda, si solo tuviera su collar podría deshacerse de las rejas, pero lo había perdido y ni siquiera sabía cómo. Solo recordaba estar peleando con un guardia, un fuerte dolor y entonces oscuridad absoluta.

 Falló. Falló. Falló. Nadie salvaría a Yami, no lo volvería a ver. Ni a él ni a sus amigos, porque estaría atrapado en esa celda en una línea de tiempo muy lejana a la suya. Lágrimas caían sin parar por sus mejillas y dejó salir un gemido agudo de puro dolor.

Lo siento tanto, Yami.

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Seto y Joey cayeron sin parar por un agujero, por un horrendo precipicio en donde lo único que veían era una luz lejos a sus pies.

-¡Ay, ay, ay! ¡Es la luz, la luz al final del túnel! –se quejó Joey pataleando en el aire y tratando de escapar hacia el otro lado.      

-¡Eso no va a servirte, perro! –Kaiba volteó los ojos, él no quería estar ahí y todavía Joey se comportaba como un tonto, apenas había podido oírlo y no estaba seguro de que Joey lo haya entendido.

De todas formas lo ponía de los nervios no poder confirmar la seguridad de su cachorro. Estiró su brazo hasta que pudo alcanzar la mano de Joey y cinchar hasta conseguir acercarlo a sí. Joey se alivió al tener a Seto junto a sí, envolvió sus brazos a su alrededor y escondió su rostro en su clavícula, Seto le correspondió el abrazo.

La luz del túnel los envolvió y entonces rodaron juntos sobre la arena caliente del desierto del Antiguo Egipto. La sensación de Joey quedó amortiguada por el cuerpo de Seto y se rio al ver la incomodidad de este al golpear su cabeza, lo besó en los labios para ablandarlo un poco, necesitaba que lo ayudara a rescatar a sus amigos y de esta manera estaría más colaborativo.

-Ni creas que no sé lo que tratas de hacer –le dijo Seto, pero aun así le correspondió el beso mientras sus manos acariciaban una espalda desnuda y cálida.

La falta de ropa es lo que lo hizo separarse con curiosidad, se ayudaron el uno al otro a pararse y notaron que sus ropas ya no estaban. Ambos llevaban solo un faldón y cinturón, con un cuchillo en su cintura y sandalias de cuero. También tenían brazaletes anchos de oro en sus brazos, reconocieron los DiaDhank de inmediato.

-Esto no es como la última vez –dijo Joey mientras acariciaba los siempre marcados abdominales de Seto con lamento-. No tienes idea cuanto me arrepiento de no haberme quedado en la cama contigo esta mañana.

-Acabaremos con esto pronto, cachorro. Y entonces tendremos un montón de mañanas para estar juntos –Seto besó su frente y miró a los alrededores, solo veía un montón de arena y un cielo azul-. Bueno, ¿para dónde?

Joey levantó la mirada y recordó donde se hallaban gracias a la última vez que estuvieron allí, apenas era reconocible entre tanta arena, pero podía ubicar la entrada a la tumba con facilidad.

-Es allí, ven, sígueme –le dijo Joey antes de tomarlo de la mano y arrastrarlo.

Sabían que el Valle de los Reyes estaba siendo vigilado por guardias que trataban de evitar que los ladrones de tumbas asaltaran y se llevaran los tesoros que están allí. Aun así no se encontraron con ninguno cerca. La tumba estaba sellada y Joey se sintió un poco mal por entrar, a pesar de que claramente no había ninguna momia yaciendo allí.

La momia jugaba duelo de monstruos con ellos todos los días.

En la entrada encontraron antorchas ya encendidas, les extrañó pero lo necesitaban. Joey caminó con confianza por los corredores de la tumba, mientras tanto Seto observaba atentamente los jeroglíficos en las paredes, se preguntó si entre todas esas historias se encontraban ellos. 

-Las tumbas de los egipcios están llenas de trampas, tienes suerte de venir con alguien como yo –dijo Joey, se señalaba con el pulgar con orgullo mientras entraban a la primera cámara.

Distraído avanzó demasiado, activando la primera trampa; un dardo venenoso salió disparado de la boca de una serpiente en su dirección. Por suerte, Seto logró verlo enseguida y lo cinchó hacia sí salvándolo. Le dio a Joey una mirada de reproche y este sonrió con timidez y vergüenza.

-Estoy empezando a creer que tendría más suerte viniendo solo –se quejó. Observó bien a las serpientes de ojos de rubí que se encontraban a lo alto de las paredes. Analizó rápidamente la situación.

-Me había olvidado de que eso estaba ahí –Joey se rió vergonzosamente y Seto rodó los ojos-. Juró que me acuerdo del resto perfectamente.

-Moriremos si dependemos de ti –Joey estaba listo para comenzar una discusión allí mismo, Seto lo besó en la mejilla y se calmó (él también sabía cómo calmar a su novio)-. Conozco a Yami, no dudo que su tumba esté hasta el techo de juegos capaces de matarnos a ambos. Iremos despacio y con cuidado, ¿bien?

-¿Cuándo yo no tengo cuidado? –le reclamó Joey con las manos en las caderas.

Seto lo miró de arriba abajo, pensando en cuál de todas las estupideces de Joey era digna de ser recordada primero. Joey levantó una mano poniéndosela frente a su rostro.

-¿Sabes qué? Olvídalo –se rindió Joey y Seto se rió.

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Tristán y Duke no cayeron lejos del palacio, más bien en un callejón oscuro a unas casas de la gran muralla. Ambos sabían que estaban en una situación de la que dependía mucha gente, por eso no dudaron ni un segundo en ir juntos a pesar de la clara incomodidad que seguro les llegaría.

Tristán apenas había podido pegar el ojo la noche anterior, estaba extremadamente nervioso. Hacía meses que no sabía nada de Duke directamente, ni una llamada o una foto, y la última vez que se habían visto… bueno, fue un completo desastre. Todavía no sabía cómo sentirse al respecto; le gustaba a Duke, en el sentido de gustar, gustar. Y actuó como un total idiota al respecto, Duke se le había confesado y su respuesta fue nula, ni siquiera le respondió.

¡Y es que él mismo quería golpearse al recordarlo!

En ese momento le impactó tanto, que no supo que responder, no había esperado una confesión por parte de Duke. Lo suyo había sido cosa de sexo casual, un par de folladas de vez en cuando porque Duke lo hacía fenomenal. Pero él nunca pensó que se convertiría en algo más, no de parte de Duke Deblin, un casanova. Y no de parte de él mismo, que estaba enamorado de Serenity.

Porque estaba enamorado de Serenity, ¿verdad? Si alguien se lo hubiera preguntado hace un par de meses habría dicho que sí enseguida, pero ahora no estaba seguro. En los últimos meses, su interés por ella disminuyó al punto de olvidársele por completo, porque tenía cosas más importantes en las que pensar, por ejemplo cómo hacer que Duke no lo odiase y le volviera a hablar.

-Eso fue aterrador –comentó Duke desde el suelo donde se había caído.

-Si esto llega a ser solo un poco como la última vez, va a ser mucho más aterrador –Tristán trató de decir algo divertido mientras extendía su mano para que pudiese levantarse más fácilmente.

Duke lo miró fijamente, titubeando entre si tomarla o no; no quería hacerlo, pero rechazarla podría verse hostil y no tenían tiempo para ello. La tomó y Tristán tiró de él, quedaron muy juntos y enseguida se puso nervioso al observar tan de cerca los ojos chocolate. Se alejó de un salto y desvió la vista, estaba actuando como un cobarde, no le gustaba lo que su estúpido enamoramiento le hacía a su personalidad.

Duke no la estaba pasando nada bien, los últimos meses se moría de vergüenza de solo pensar en Tristán y su rechazo, un rechazo público particularmente humillante. Ahora mismo lo menos que quería era estar al lado del moreno, pero debía de salvar a sus amigos, esa era su prioridad.

-Muy bien, tú eres el que ya estuvo aquí, guíanos –dijo Duke dándole la espalda y distrayendo su mirada en su nuevo atuendo egipcio de solo un faldón.

-Oye Duke, ¿no crees que deberíamos de aclarar algo primero? Nuestros amigos cuentan con nosotros y por lo tanto, no deberíamos dejar que otras cosas intervengan.

Duke se sorprendió de que Tristán sacara el tema, sinceramente había pensado que el castaño lo dejaría pasar como agua bajo el río, fingiendo que su confesión nunca sucedió. Pero ahora era él quien no quería hablar del tema, se moría de la vergüenza.

-No hay nada de qué hablar, debemos de apurarnos –pensó que si le daba espacio Tristán lo aprovecharía para escapar, pero no.

-Claro que sí –insistió Tristán-. Lo que pasó entre nosotros hace un par de meses… -hizo una pausa, Duke seguía dándole la espalda-. Mira, no hemos hablado en meses, pero no es momento para una mala comunicación. Digo, no me has llamado en mucho tiempo…

-No es como si tú me hubieras llamado –le recriminó Duke dándose la vuelta al fin y clavándole una mala mirada con sus ojos verdes.

-No sabía que podía hacerlo –le respondió Tristán, desvió la vista al piso luego de que sintiera como esas esmeraldas le taladraban hasta el alma-. Pensé que probablemente yo era la última persona con la que querías hablar… y que si lo quisieras, me llamarías.

-Pues te equivocaste, eras la persona de la cual más quería recibir una llamada –la cara de Duke era de completo enojo.

-¿Y por qué no me llamaste tú?

-¿Eres idiota o qué? –Tristán se sonrojó ante el enojo aparente de Duke-. Claramente me moría de vergüenza y pensé que ya no querías saber nada de mí, estoy seguro de que ahora no quieres saber nada de mí.

Duke se volvió a dar vuelta entonces para que Tristán no viera las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Ya estaba cansado de todo esto, estaba cansado de llorar, él no era así, esta persona que lleva su cara no es Duke Deblin.       

-¿Qué? No, Duke. Por supuesto que no… -le dijo Tristán, estiró su brazo para apoyarlo en su hombro, pero prefirió dejarlo caer a su lado, si Duke quería dejar espacio entre ellos, lo respetaría-. En realidad todo este tiempo me he muerto de envidia al ver como llamas y te mantienes en contacto con todos, excepto conmigo. Yo también deseaba una llamada tuya. Pero también mi vergüenza… y orgullo, no me dejaron llamarte.

-Me merecía una llamada –Duke volvió a darse la vuelta después de tragarse las lágrimas y volvió a mirarlo con odio-. Al menos hubiera podido explicarme o pedido disculpas…

-No necesitas pedirme disculpas, Duke –Tristán frunció el ceño ante lo dicho por el otro.

-¡No me interrumpas! –se quejó Duke-. No pienso pedir disculpas por confesarme, soy libre de sentir lo que quiera y tú eres un patán por el modo en que te comportaste. Pero supongo que todo esto fue culpa mía, porque dije que no me iba a enamorar, que trazaríamos la línea en solo sexo y luego… estuve enamorado de un idiota.

A Tristán se le cortó la respiración. Recordaba que al principio trataba de convencerse de que lo que había sucedido en realidad no era real, de que Duke realmente no se había confesado, después de todo él nunca dijo que lo amaba o que por lo menos le gustaba. Dijo que estaba celoso de Serenity porque ella estaba recibiendo su atención, él mismo sacó la conclusión de que a Duke entonces le gustaba.

Había tratado con todas sus fuerzas de confundirse a sí mismo y auto convencerse de que en realidad Duke no estaba enamorado de él. De que para afirmar que eso era cierto, debía de escucharlo directamente. Pero ahora, ahora lo estaba escuchando de la boca de Duke.

Sin embargo, no pudo evitar centrarse en ese verbo en pasado. ¿Duke ya no estaba enamorado de él? Sintió un dolor feo en el estómago ante ese pensamiento. ¿Tendría algo que ver ese chico que  Joey nombró? Quizá en esos meses en los que Duke tuvo su corazón roto por su culpa, alguien más apareció para repararlo. Apretó los puños a sus lados.          

-Tienes razón, me comporté como un patán, no te merecías eso, debía haberte dicho algo –estiró la mano, completamente tentado a acomodar ese mechón oscuro detrás de su oreja, igual que lo había hecho siempre.

-Sí, debiste haberlo dicho –de un golpe apartó la mano de Tristán-. Andando, Yugi puede estarnos esperando en prisión ahora mismo.

-Lo siento –pronunció al esconder nuevamente su mano-. Entonces, ¿puedo llamarte cuando regreses a casa?

-Yo no voy a detenerte, te contestaré –respondió Duke.

Tristán de verdad echaba de menos las sonrisas de Duke, desde que lo volvió a ver este no sonrió sinceramente ni una sola vez y cada vez que le dirigía la mirada, sentía cómo le clavaban cincuenta cuchillos en el pecho, una completa mirada de odio. Sospechaba que Duke le echaba la culpa de algo y suponía que era por haber roto su corazón en pedazos. Se merecía cada una de esas miradas, falta de sonrisas, falta de llamadas y mucho más.

Duke ya estaba en la punta del callejón, sacando la cabeza y viendo si venía alguien que pudiese ser un reto para ellos.

-Entonces, ¿ya no estás enamorado de mí?

Tristán sabía que no debió de preguntar, había sido cruel. Probablemente para Duke era humillante tener que responder esa pregunta ahora mismo. Pero necesitaba saberlo, no sabía por qué, pero lo necesitaba tanto como respirar. Quería saber si Duke todavía lo amaba y ya no sabía si era por su ego o por algo más.

Duke volteó a mirarlo y Tristán soltó un suspiro bobo cuando lo vio sonrojado, sus ojos se llenaron de lágrimas sin que Duke pudiera evitarlo y sus labios, esos hermosos labios que se sentían perfectos sobre su piel, temblaron ligeramente.

-No lo sé –fue toda la respuesta que Duke le dio antes de mirar por última vez a la calle, lo consideró más seguro que seguir atrapado con el lobo, y salió del callejón.

La voz de Duke había salido un poco ahogada y desesperada, quería librarse de la situación, quería mentir, pero no podía. Tristán entonces notó un alivio enorme en su pecho, una preocupación había sido eliminada por completo, porque al final del día, hacía meses que estaba preocupado pensando en si Duke seguía o no enamorado de él. Solo que él se mentía a sí mismo sobre la razón de esta preocupación.

Y al final estaba aliviado porque había obtenido la respuesta que quería, no importaba lo que Duke dijera, había captado la respuesta verdadera.

Duke seguía enamorado de él.

Eso era lo único que le importaba. Llámenlo un puto egoísta, pero no quería soltar a Duke Deblin al mundo, quería su completa atención sobre él de nuevo, no se lo daría a nadie más.

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Pasado ya el mediodía, Ryou llegó a la ribera del Río Nilo, había cabalgado por más de una hora. Sus experiencias a caballo se remontaban a muchos años atrás, la mayoría de ellas en viajes a Egipto con su padre y a casas de campo en Inglaterra con familiares cercanos. Por lo tanto, ante la falta de costumbre, sentía sus piernas acalambradas y un pequeño dolor de espalda comenzaba a desarrollarse.

Cuando comenzaba a acercarse al río, su sortija del milenio había dejado de darle direcciones, así que ahora se encontraba completamente desesperado. Había un sonido en sus oídos, como un retumbe de tambores que se extendía a su pecho y se mezclaba con los latidos de su corazón; y no era más que la sensación de terror, ansiedad y angustia que Akefia transmitía en su dirección.

Sus manos habían comenzado a temblar, sin embargo sostuvo bien las riendas del caballo. Reconocía que su corcel estaba tan cansado y sediento como él, no queriendo hacer otra cosa que beber del agua fresca del río, pero por más que le doliera negárselo, no se lo podía permitir. Necesitaban seguir andando.

-Voy a encontrarte, te prometo que voy a encontrarte… -Ryou sostuvo con fuerza su sortija, ya había perdido la esperanza de que esta le diese alguna otra pista. Tomó las riendas del caballo y les dio un sacudón-. Vamos, sigamos.

Su garganta estaba seca por falta de agua, sus ojos ardían por el sol y la arena que se metía en ellos, y ya había comenzado a sentir hambre. El calor lo abrumaba y le hacía perder su concentración. Tenía ganas de echarse a llorar.

Su propia angustia se fusionó con la de Akefia y por última vez la sortija le dio una pista, Akefia estaba más cerca que nunca.

-¡Vamos! – exigió a su caballo ir a galope. 

Continuando por la ribera del río, comenzó a escuchar voces a los diez minutos. Habían hombres que gritaban y por algún motivo podía captar algunas palabras, había pensado que Mana hablaba japonés y que por eso le entendía, pero en realidad todas las personas estaban hablando en lo que él pensaba que era japonés.

Se detuvo en una pendiente y observó hacia abajo lo que estaba sucediendo.

-kura…

Había hombres armados con lanzas allí abajo, guardias del faraón. Por lo menos unos diez, y mientras que la mitad cuidaban de los prisioneros, los otros hacían los preparativos para terminar con la vida de estos. Entre ellos, Akefia.

Akefia estaba de rodillas en el suelo, vestido solamente con un faldón, tenía las manos atadas a la espalda y un retazo de tela sucia en la boca. Desde lejos vio cómo su cara estaba roja e inflamada en algunos lugares, se preguntó si era consecuencia de una tortura o de todos los golpes que se había dado con Atem, tampoco dudaba ni por un segundo de que hubiese intentado escapar.

Pero lo peor de todo era que a pesar de mostrar una cara hostil a los guardias, Ryou reconoció la rendición en él. Akefia se había dado por vencido, él pensaba que iba morir.

-Siempre nos hemos preguntado en qué sector de toda esa prisión estabas, nos tiene sorprendidos saber que nadie te haya asesinado en ese lugar –dijo un guardia acercándose por detrás a Akefia y forzándolo a ponerse de pie.

-Hay mucha gente que ha estado esperando tu muerte, es lo mínimo que te mereces luego de lo que nos hiciste pasar –dijo un segundo guardia. Este caminó hacia lo que habían preparado anteriormente y tomó una de las cuerdas que estaban atadas a piedras y la levantó. 

La cara de Akefia cambió finalmente a la de terror total al ver al hombre acercarse, comenzó a negar con la cabeza y a decir cosas que no se escuchaban por la tela en su boca. Un tercer guardia apareció por detrás y lo tomó por el cabello para que dejara de moverse con brusquedad.

-No entiendo de que te quejas –le dijo con sarcasmo-, después de todo, mírate, se nota que la pasaste mejor que cualquiera de ellos en prisión –cinchó de su cabello para dejar en claro su referencia a lo aseado que estaba y Akefia tropezó hacia atrás.

Ellos se burlaban de él y lo disfrutaban a más no poder, se sentían orgullosos de poder ser ellos quienes lo asesinaran.

-Es bastante injusto, ¿no lo creen? –volvió a opinar el guardia-. Yo digo que deberíamos cortarlo, no se lo merece –el guardia sacó un cuchillo y enrolló el cabello platinado en su puño. Akefia no dejaba de removerse.

Fue entonces cuando Ryou decidió que ya no podía ver más, algo tan tonto como pensar en Akefia con el pelo corto era lo que más lo impulsó a actuar. Nadie cortaría ese cabello platinado jamás, no mientras él existiera. Así que ni hablemos de darles ni una mínima oportunidad de dejarles que maten al amor de su vida.

-¡Ni si quiera se atrevan! –les gritó Ryou mientras ordenaba a su caballo bajar por la pendiente.

Los guardias que le daban la espalda se voltearon a verle y levantaron sus lanzas con determinación, los otros guardias lo miraron confundidos pero alertas. Ninguno entendía lo que veía: un chico blanco de pelo aún más blanco se acercaba con determinación a ellos.

El guardia del cuchillo aceró el objeto a la garganta de Akefia cuando este comenzó a removerse y gritar más que nunca. Akefia miraba a Ryou con esperanza y miedo a la vez, nunca se había alegrado tanto de verle pero era una situación peligrosa y solo quería gritarle que corriera lo más lejos que pudiera de allí.

-¡¿Quién eres?! ¡No tienes permitido estar aquí, estás interviniendo con órdenes directas del faraón! –le gritó el guardia que tenía la piedra, la cual dejó caer y corrió a tomar su propia lanza. 

Ryou se dio cuenta de que prácticamente estaba por enfrentarse a un ejército de diez hombres solo y sin un plan. Entonces recordó su DiaDhank; no tenía idea de cómo funcionaba, claramente no funcionaba con cartas, lo poco que sabía era lo que Akefia le había contado. Trató de recordarlo y se concentró en invocar a un monstruo.

-¡Necrofear Oscuro! –Ryou de inmediato notó que había funcionado, su monstruo apareció a su lado y luego se adelantó.

-¡El convocó un monstruo! ¿Cómo es eso posible? –dijo el guardia del cuchillo, el cual dejó caer al suelo y apartó las manos del cabello platinado de Akefia.

Los guardias se mostraron asustados ante el monstruo, se suponía que solo los sacerdotes y el faraón eran capaces de hacer tal cosa, y ellos no estaban preparados tampoco para enfrentarse a una cosa así. Dos de ellos lo demostraron al soltar sus lanzas y huir despavoridos. Los otros prisioneros también se asustaron y atados como estaban, comenzaron a arrastrarse para huir.

Ryou fue detrás de los tres tontos y le ordenó a su monstruo que fuera por los otros, su monstruo enseguida comenzó la batalla ganándola por completo. Ryou bajó de su caballo de un salto, y este huyó despavorido.

-¡Ryou, no! ¡Huye! –Akefia había conseguido sacarse el pañuelo de la boca y su única prioridad era que Ryou se alejara lo más posible.

Uno de los guardias lo lanzó al suelo dándole un puñetazo a su estómago y no pudo hacer más que retorcerse, estaba muy débil para intentar hacer algo de magia. Ryou se dio cuenta de que nuevamente no sabía qué hacer, seguían siendo tres hombres con armas contra él solo y su monstruo estaba ocupado peleando contra los otros.

-Te arrepentirás de haber intervenido, niño –le dijo el primer guardia, lo miraba de forma burlona y con ansias de atravesarlo con la lanza.

-¡No soy un niño, y ustedes se arrepentirán de haber intentado cortar su cabello! –les respondió Ryou  ya en ese punto, muy enojado-. Necrofear, ataca.

Se Necrofear dejó de pelear contras los pocos hombres que quedaban y voló hacia él, siguiendo instrucciones de Ryou empujó a los dos guardias para alejarlos de Akefia y darle el camino libre.

Ryou se lanzó a la arena al lado de Akefia, quien se retorcía de dolor, tomó su rostro entre sus manos y dejó que por fin las lágrimas resbalaran por sus mejillas. –Ya te tengo, todo va estar bien, estás conmigo.

 -Ryou… -su nombre dicho tan suavemente le hizo soltar un sollozo.

Akefia estaba lastimado a más no poder, física y emocionalmente, pero su fuerza de voluntad estaba de vuelta al verle. Sus ojos se llenaron de lágrimas por un par de segundos, pero no las dejó salir. Ryou apoyó sus labios sobre los suyos por un breve segundo y supo que si moría, al menos lo haría siendo el hombre más feliz del mundo.

Le ayudó a pararse con dificultad, aún tenía las manos atadas a su espalda, Ryou las tanteó, lo rodeó y sacó su cuchillo de la vaina en su cintura. Estaba cortando la gruesa soga cuando un dolor agudo se produjo en su pecho y tuvo que detenerse. -¡Ahh! Mi Monstruo…

Uno de los guardias que antes había sido echado al suelo por el Necrofear, se había recuperado y al ver a sus tres compañeros en peligro, consiguió levantarse y lanzarle su lanza al monstruo por la espalda. Ahora el Necrofear estaba atravesado en su estómago por el arma y de a poco de desvanecía. Ryou sentía mucho dolor, como si el dolor de su monstruo se estuviera reproduciendo en él y la tristeza por perderlo también lo inundó.

-Veremos como lo haces ahora sin protección, niño –le dijo con desprecio el segundo guardia, tenía el labio partido y escupió al suelo un montón de sangre, Ryou no se sintió mal por él ni por un momento.

-Debiste de apartarte y dejarnos seguir con nuestro trabajo –le dijo el primer guardia mientras ayudaba a levantarse al tercero.

Ryou miró a su alrededor; habían guardias en el suelo que no se levantarían, pero otros ya estaban de pie y dispuestos a ir tras ellos, algunos de los prisioneros habían conseguido huir aunque dudaba que lograran llegar lejos estando atados y el resto estaba amontonado mirando todo con pavor. Akefia estaba débil, apenas se podía poner de pie, estaba solo para luchar contra ellos.

-¡Si quieres matarlo, tendrás que matarme a mí primero! –Ryou se puso delante de Akefia, tratando de protegerlo. Ya no tenía miedo y estaba decidido a salvar a Akefia.   

-Ryou, corre… -le dijo Akefia a su oído, pero él solo negó con fuerza mientras las lágrimas volvían a caer, pero esta vez eran de rabia e impotencia absoluta.

-Ni te atrevas a decirlo de nuevo. Saldremos de esta, juntos –le confirmó Ryou mientras lo protegía con ambos brazos, tratando de hacer de muralla humana.

Los guardias se rieron de él, claramente no lo veían como una amenaza. Y eso hizo enojar a Ryou aún más. Era débil, sí, ¿y qué? Su yami debía de estarlo protegiendo todo el tiempo, pero eso también significaba que le había enseñado a protegerse a sí mismo para cuando él no estuviera. Era hora de ponerlo en práctica.

Se concentró, debía de volver a convocar un monstruo, su DiaDhank todavía tenía energía, podía hacerlo. Cerró los ojos por un segundo y recordó cómo lo había hecho la última vez.

-¡Necrofear Oscuro, vuelve y protégenos! –Ryou vio cómo su monstruo volvía a materializarse y los guardias daban un paso atrás-. ¡Ataca!

-¡Su monstruo regresó! ¿Qué haremos? –preguntó el primer guardia.

Akefia se rio suavemente al ver lo asustados que esos tipos estaban y todo eso lo había causado Ryou, mejor imposible.

Ryou lo rodeó y volvió a intentar cortar las sogas, un par de cortes y Akefia estaba libre. Lo primero que hicieron fue abrazarse, quizá no era lo más recomendable para esa situación, pero era una necesidad.

-Te dije que te salvaría –Ryou lo miró con ojos brillantes y salvajes.

-Eres increíble –Akefia tomó su rostro con ambas manos y lo besó suavemente, tal y como Ryou hizo con él anteriormente-. Vamos.

Akefia se sostuvo el estómago, el golpe aun le dolía pero podía caminar, debían de aprovechar la distracción que habían creado. Ryou tomó su brazo y lo pasó sobre sus hombros para hacerle de apoyo. Comenzó a buscar a su caballo pero no lo encontró.

-Tomemos ese –le dijo Akefia señalando uno entre la montonera de corceles pertenecientes a los guardias.

-¿Puedes montar?

-No tengo idea, pero tendré que hacerlo igual.

Tomaron las riendas de un caballo y Ryou ayudó a Akefia a subirse, luego Akefia lo ayudó a él a montarse detrás. Se abrazó a Akefia y hundió su rostro en el cabello platinado, olía delicioso. El Necrofear no podría aguantar mucho ahora que el resto de los guardias estaban levantándose, así que debían de tomar la mayor ventaja posible.

A los cinco minutos de ir a galope, Ryou ordenó a su monstruo a retirarse finalmente. Había pasado por uno de los momentos más estresantes de su vida, el subidón de adrenalina estaba desapareciendo y lo estaba dejando agotado.

Ya podía estar tranquilo porque Akefia estaba de vuelta y con ese pensamiento se quedó dormido.

+

Cuando despertó le costó ubicarse, se sentó en frío suelo y contempló que estaba rodeado de paredes de roca. A unos pasos de donde estaba había una pequeña fogata y el repiqueteo del fuego le parecía hipnotizante. Donde sea que estuviese, era acogedor.

-¿Akefia?

No estaba alarmado por no verlo, porque después de horas sin ser capaz de ubicarlo, su unión había regresado a la normalidad y su sortija le decía que Akefia no estaba lejos.

Su hombre se dejó ver entonces, venía desde una entrada cargando ramas para seguir con el fuego prendido. Ryou le sonrió y se paró de inmediato, Akefia apenas tuvo tiempo de dejar la carga en el suelo antes de que Ryou se le fuera encima. El chico envolvió sus brazos alrededor de su cuello y lo besó desesperadamente.

Akefia envolvió sus manos alrededor de la cintura de Ryou y lo pegó a él aún más, cuando despegaron sus labios vio que los ojos de Ryou estaban inundados en lágrimas.

-Estás llorando… –dijo el peliblanco mientras pasaba sus pulgares por las mejillas del moreno para barrer las lágrimas. Recién entonces Akefia se dio cuenta de que también él estaba llorando.

-Pensé que no volvería a verte –un sollozo le salió a la fuerza y enterró su rostro en el cuello de su hikari.

Ryou acompañó su llanto y trepó sobre él envolviendo sus piernas en su cintura, Akefia lo sostuvo sin problemas por los muslos. El platinado caminó con él hasta estar más cerca del fuego y se acuclilló allí, ambos dejaron salir las últimas lágrimas sin separarse. Ryou presionó su frente contra la de su yami y miró a lo profundo de sus ojos lavanda, nunca había visto algo más hermoso, a pesar de que esos ojos estaban rojos por el llanto.

-Nunca vas perderme. Yo te salvaré y tú vas a salvarme –le dijo Ryou suavemente y decidido, estaban solos, sus palabras solo eran para el otro.

-Eres lo mejor que me ha pasado –Akefia volvió a besarlo.

Ryou se estaba mareando en ese beso, los labios de Akefia eran suaves contra los suyos y sus lenguas se buscaban como nunca antes. Unas manos grandes acariciaban sus caderas en círculos y él enredaba sus dedos en un largo cabello platinado con desesperación. Volvieron separarse y pegar sus frentes juntas, fue entonces cuando vio las marcas moradas que se empezaban a formar en el rostro de Akefia.

-¿Te duelen? –le preguntó, él negó y Ryou dejó un suave beso sobre su pómulo.

-Los caballos tenían agua, comida y otras cosas, vi un aceite ahí que seguramente ayude –le comentó en susurros.

Ryou le dejó un último pico en los labios antes de levantarse e ir hacia una de las esquinas de lo que él asumía que era una caverna. Había un par de vasijas allí, abrió una de agua, la siguiente tenía lo que quería.

Volvió con Akefia que se había sentado en la arena, pensó en arrodillarse frente a él, pero eso no era lo que realmente quería. Después de hoy, se prometió que dejaría de pensar tanto sobre si lo que quería con y de su hombre estaba bien o mal. Se sentó sobre Akefia, quien lo miró sorprendido y colocó sus piernas dobladas a cada lado de las suyas, se pegó a él lo más posible. Abrió el frasco y una dulce fragancia salió de allí, miró a Akefia a los ojos y entonces volvió a poner el tapón, Ryou quería usar el aceite para otra cosa. Dejó el frasco a un lado.

Con las yemas de sus dedos trazó las facciones del rostro del egipcio, nunca se cansaba de verlo tan de cerca, persiguió la gran cicatriz en su mejilla hasta llegar a sus labios, los cuales estaban llenos y suaves. Acercó sus labios a los morenos y los trazó con su lengua sensualmente, una vez que Akefia separó sus labios para soltar un suspiro, metió su lengua allí comenzando un jugueteo.    

Ryou soltó un gemido dentro de la boca del otro. Se separaron para volver a mirarse y no necesitaron decirse nada para continuar. Ryou se sostuvo sobre sus rodillas y le dejó otro beso en la mejilla antes de ir por su oreja, darle un mordisco a su lóbulo y lamerla.

-Te amo –le susurró allí.

Akefia lamió su cuello, aprovechando la superior altura de Ryou al estar de rodillas, luego chupó fuerte, lo suficiente para dejar una marca allí. Ryou soltó un gemido ahogado.

Akefia se encendió entonces, Ryou quería jugar y él no le diría que no. Sus manos fueron directo a sus piernas donde acariciaron hasta apretar sus lechosos muslos y dejar marcas rojas de sus dedos. Siguió besando su cuello y Ryou volvió a dejar salir un sensual gemido que fue directo a su miembro. Ryou entonces bajó la mirada y apenas hicieron contacto volvieron a besarse salvajemente, mordían los labios del otro como si no pudieran tener lo que querían.

Tomando una de las manos de Ryou, le quitó su DiaDhank el cual arrojó a un lado, luego desprendió su collar usej, por último envolvió las manos alrededor de la cintura de Ryou, la cual no dejaba de moverse de lado a lado buscando fricción contra su estómago y desenredó su cinturón de cuero, lo unió a la pila de cosas que quería fuera de Ryou.

Ryou estaba caliente, más de lo que había estado nunca y estaba cansado de la vergüenza perpetua, quería a su hombre más cerca que nunca y lo tendría. Solo quería sentir placer y quería que Akefia se lo proporcionara.

Sus pies cosquilleaban al igual que su miembro, el cual no podía dejar de presionar contra Akefia y sentía el de este presionarse contra su trasero, la punta le estaba rozando sus propias bolas y eso le estaba haciendo perder el control. Se sostuvo de los anchos hombros del egipcio y él comenzó a levantar su traje de lino.

Empujó a Akefia hacia atrás y este entendiendo se recostó en el suelo, sin dejar de mirarlo a los ojos. Ryou tomó entonces su propia vestimenta y lentamente comenzó a quitarla por su cabeza mientras movía sus caderas suavemente, y su miembro se movía con estas. Deseaba provocar a su chico.

-Por los Dioses –dejó escapar Akefia al ver la vista, seguía acariciando de arriba abajo sus muslos, una sonrisa se extendió en su cara-. Quieres jugar, ¿verdad?

Ryou le devolvió la juguetona sonrisa y luego se mordió el labio. Ryou quería jugar. Se inclinó entonces sobre él y comenzó a besarle el cuello, chupó su nuez de Adán disfrutando del gruñido que obtuvo de Akefia. Bajó por su clavícula y mordió un pezón oscuro, Akefia soltó un gemido combinado con una risa y le dio una suave cachetada a su trasero. Ryou también se rio mientras bajaba por su estómago en un río de besos.

Ryou desató como pudo el cinturón de cuero que sostenía la última prenda, luego de tirarlo a un lado Akefia levantó las caderas para ayudarlo a quitarle el faldón. Su miembro estaba pegado a su estómago, la punta casi llegaba al ombligo y chorreaba pre-semen sobre su piel. Ryou se agachó y dejó un último beso en su pelvis, justo al lado de su miembro por lo que recibió un movimiento de caderas de Akefia. Se rio por su desesperación mientras subía a lamer el pre-semen de su estómago.

-Eres tan hermoso –le halagó cuando Ryou regresó a mirarle, con su pulgar trazó su labio inferior, lo sintió resbaloso por sus fluidos y gimió cuando Ryou le chupó el dedo soltándolo con un ‘pop’.

Con una sonrisita malvada, Ryou se metió su miembro a la boca comenzando a chupar. Por más que amaba mirarlo hacer eso, su cabeza cayó hacia atrás y cerró los ojos disfrutando de la succión de la boca de Ryou, era el mismísimo paraíso. Ryou trataba de meterse lo que podía en la boca, tanto que se le llenaban los ojos de lágrimas y caían por sus mejillas, aun así continuó. Disfrutaba de los gemidos, halagos y palabras sucias que su yami le decía, su propio miembro no daba más y se masajeó un poco a sí mismo.

-Mierda, Ryou. Eres fantástico –Akefia le dijo luego de que Ryou chupara la cabeza mientras apretaba sus bolas y las masajeaba con una mano, se había apoyado sobre un codo para poder ver de primera mano cómo Ryou le daba la mejor felación de su vida.

-¿Te gusta? –le preguntó inocentemente Ryou, pero sus ojos solo mostraban la diversión de jugar un papel sumiso. Dejó de lamer su miembro para meterse una de sus bolas a la boca y chuparla, la soltó con otro ‘pop’.

-Claro que sí, cariño. Ven aquí –le respondió y Ryou entendió enseguida lo que quería.

Desde hacía semanas hacían esto cada vez que se quedaban en la casa del otro a pasar la noche (lo cual era casi siempre). Como no se sentían prontos para tener sexo, habían buscado su propia forma de complacerse mutuamente y Ryou ya se sentía completamente cómodo y a gusto. Tanto se sentía a gusto que desesperadamente se movió, se dio la vuelta y pasó una pierna sobre Akefia, le entregó con total confianza su trasero en popa.

Ryou jamás pensó que hacer un 69 se sintiera tan placentero, pero a este punto ya se consideraba adicto a eso. Soltó un suspiro de alivio cuando Akefia se metió su miembro a la boca y lo chupó, cuando lo soltó recién pudo volver a continuar con lo que hacía, engulló el miembro de Akefia.

Soltó un ronroneó alrededor del pene, ¿por qué nadie le dijo que se sentiría tan bien tener algo en su boca?

-Eres un encanto –le halagaron y entonces recibió su recompensa.

Akefia lamió de punta a punta entre sus mejillas para terminar colocando sus labios alrededor de su entrada y hundir su lengua en su agujero. Disfrutó de escuchar a Ryou gemir alrededor de su miembro. Sostuvo las caderas de Ryou para que no se moviera tanto, Ryou de verdad quería que lo follara con su lengua, le pareció adorable, nunca podía controlarse ni cuando decía que no quería.

Comenzó con un pequeño-mete saca de su lengua y cada vez mantenía más tiempo su lengua adentro, en esos momentos Ryou dejaba su miembro para soltar un gran gemido. Si actuaba así por su lengua, no podía ni imaginar cómo gritaría cuando su miembro estuviera en él. Tomó el miembro de Ryou y comenzó a acariciarlo suavemente al mismo ritmo que su lengua, de vez en cuando se lo metía en la boca para darle una chupada.

Sumó su dedo índice empapado en saliva a la ecuación. Lamía alrededor mientras que su dedo se hundía y tocaba ese punto dulce en su interior, luego lo sacaba y aprovechaba la abertura para introducir su lengua tan adentro como podía.

-Oh Dios… -gimió Ryou, sacó el miembro de su boca para buscar aire y gemir. Akefia movía su legua de forma deliciosa dentro suyo mientras le regalaba una que otra bofetada a las mejillas de su trasero-. Ya… no es suficiente, quiero más.

Ryou no esperó a  que Akefia le contestara, salió de encima y luego se estiró sobre él en toda su extensión, quedando cara a cara. Akefia tenía los ojos más oscuros que nunca y se relamía los labios con placer absoluto. Ryou se acercó y unió sus labios para que ambos pudieran sentir el sabor del otro, era sinceramente exquisito.

-¿Estás seguro? –le preguntó Akefia apenas se separaron.

-Claro que sí, siento que ya no puedo más –le respondió Ryou, movió sus caderas para que ambos miembros se frotaran entre sí y dejar claro su punto.

-Está bien  -besó a Ryou una última vez y giró para dejar a Ryou debajo de él.

Akefia se arrodillo entre las piernas de Ryou y se estiró para agarrar el aceite. Ryou le dedicó una sonrisa desde abajo mientras levantaba sus piernas y envolvía un brazo alrededor de una para darle un buen acceso. Akefia no podía creer lo que veía, Ryou se ponía caliente seguido junto a él, pero al llegar a este punto los nervios lo dominaban la mayoría de las veces y se cerraba por completo. Ahora tenía al Ryou juguetón con el que siempre empezaba sus encuentros sexuales y no parecía querer irse esta vez.

Sacó el tapón mojando los dedos de una mano. Se inclinó a besar a Ryou por última vez y le costó separarse de su hermosa lengua. Introdujo dos dedos de una, después de todo sabía por la práctica que Ryou podía con ello, le encantaba sentir como lo estiraban de una y además estaba bastante dilatado por su lengua. Se agachó nuevamente, pero esta vez para engullir el miembro de Ryou y distraerlo del tercer dedo que entraba.

Cuando llegó al cuarto, Ryou solo gritaba de placer, en ningún momento sintió dolor o molestia y supuso que era por lo tranquilo que estaba, estaba más que cachondo y sus pensamientos solo eran sobre lo bien que se sentía eso y que por lo tanto, el sexo solo podría sentirse mejor.

-Lo meteré ahora, ¿bien? –le avisó Akefia llenando su polla de aceite y Ryou asintió con desesperación.

Esta era la parte que mataba de nervios a Akefia luego de que Ryou se desmayara por dolor, así que decidió ir despacio, el tamaño de su miembro terminó siendo una desgracia. Metió la punta con dificultad, porque Ryou estaba apretado a pesar de lo excitado que se encontraba, sin embargo Ryou gimió con devoción.

-Como aprietas… -Akefia cerró los ojos ante el placer-dolor, el interior de Ryou lo estaba succionando muy fuerte.   

Quería que Ryou se acostumbrara a él, así que comenzó a dar estocadas suaves que no llegaban ni a la mitad de su miembro, pero seguramente para Ryou, era igual que tener un pene promedio dentro. Sonrió al ver la cara de placer absoluto de su hikari, nunca lo había visto disfrutar tanto de algo y ser él quien le proporcionara eso… su ego estaba por las nubes.

-Se siente tan bien –sollozó Ryou de placer después de un rato de deliciosas estocadas, se llevó un par de dedos a su boca y los chupó y mordió con furor.

-¿Quieres el resto? –le preguntó, se agachó y le besó la frente.

-¿Hay… más? –Ryou lo miró sorprendido.

-Cariño, falta más de la mitad –Akefia se rio de la cara de sorpresa de Ryou. Se preguntó si eso asustaba a su hikari.

Entonces Ryou cambio su cara de sorpresa a una de cachondo total, se mordió el labio y presionó un pie contra su trasero.

–Dámelo todo. Dámelo de una, apuesto a que se sigue sintiendo bien.

Akefia tragó saliva al verlo, quería obedecerlo en seguida, cumplir sus órdenes. Pero reconocía que Ryou estaba más excitado que nunca y no pensaba con claridad. Por más que quería clavar su miembro hasta el fondo en ese agujero, debía cuidar de no lastimar a Ryou. Así que decidió hacerlo a medias.

Ryou ya no podía sostener su propia pierna, no podía concentrarse en algo como eso, quería recostarse y disfrutar. Akefia tomó ambos muslos entonces y apoyándose en ellos, comenzó a hundirse suavemente sin parar, hasta que sus bolas golpearon el trasero de Ryou.

Ambos soltaron un gemido de placer.

Era la mejor sensación que habían sentido en su vida, eso era todo. Ryou no dio ningún signo de dolor, solo de placer absoluto. Akefia entonces comenzó a penetrarlo de verdad, a un ritmo favorecedor y Ryou levantaba las caderas para encontrarse con él.

-Es muy bueno, eres muy bueno –le halagó Ryou entre gemidos y volvió a meterse un par de dedos a la boca que se dedicó a chupar, Akefia notó que Ryou tenía la costumbre de hacer eso, se preguntó si sería fijación oral.

-Tu trasero es lo único bueno aquí –le devolvió mientras empezaba con unas cuantas estocadas rápidas y profundas.

Akefia se estiró sobre el cuerpo de Ryou y se dedicó a besarle y lamerle el cuello. A cambio, Ryou envolvió sus piernas alrededor de Akefia y con sus pies comenzó a marcarle el ritmo, pareciera que le insistía en que entrara más adentró y el egipcio no entendía cómo es que quería más.

Su hikari era insaciable.

-Quiero montarte –le susurró Ryou al oído, su vergüenza se había esfumado y solo podía pensar en recibir placer y otorgarlo.

-Vas a matarme… tus deseos son órdenes –le respondió con una risa, esto era mejor de lo que siempre había creído.

Lo tomó por la cintura y este envolvió sus brazos alrededor de su cuello. Clavó sus rodillas en el suelo y entonces levantó a Ryou, se sentó en la arena y su chico quedó sobre él. Pensó que era imposible ir más adentro, pero Ryou le demostró que no es así, cayó sobre su miembro soltando un hermoso gemido mientras echaba la cabeza hacia atrás.

-Vamos. Móntame –le dio una cachetada a su blanco trasero.

Ryou clavó las rodillas en la arena y entonces comenzó a moverse tomando el control. Ya no les faltaba mucho para correrse, estaban más que a punto. Sus piernas temblaban débiles, pero la ansiedad por eyacular era más fuerte.

Sosteniéndose de los hombros de Akefia subía y bajaba con desesperación mientras ambos se besaban. Akefia apretaba su trasero, ayudándole a moverse más rápido y su miembro se frotaba contra el pecho oscuro.

-Solo un poco más, cariño –le dijo Akefia sosteniendo a Ryou para marcar un ritmo rápido por unos segundos.

 Akefia soltó un gemido grave y comenzó a correrse dentro de Ryou, soltó un suspiro de alivio y empezó a llenar de besos agradecidos el cuello del peliblanco. Ryou cerró los ojos con placer al sentir su interior llenarse de esperma caliente, sabía que el miembro de Akefia decaería en cualquier momento y a pesar de que podría sentir esa sensación toda la vida; forzó a sus piernas a moverse como nunca.

-Me voy a correr –le susurró entre suspiros al oído.

Eyaculó sobre el pecho de Akefia y cuando creyó que ya no podía más, volvió a eyacular un poco más. Enterró el rostro en el cuello de Akefia, disfrutando de los olores del sexo y el fuego a su alrededor. Estuvieron unos cuantos minutos así, volviendo  a la normalidad su respiración.

Akefia levantó su mejilla con una mano y lo acercó para besarle suavemente. Se miraron a los ojos y se sonrieron.

-¿Qué fue todo eso? ¿Por qué andas tan juguetón hoy? –le preguntó con los ojos entrecerrados y curiosos.

-Nada –respondió simplemente y le dedicó una dulce sonrisa inocente y se sonrojó un poco.

-Ahora ya no sabré si cuando me miras así quieres besarme o quieres que te folle contra la pared –se lamentó.

-Kura… -Ryou le dio un golpe en su hombro mientras se sonrojaba completamente.

-¿Ya volviste a la normalidad? –Se rio.

Ryou se paró suavemente, dejando que el miembro ya flácido resbalara fuera de él. Sintió como algo se escurría por sus muslos y lo sintió cómodo. Akefia se dejó caer hacia atrás agotado y Ryou se acurrucó a su lado.

-¿Tienes sueño? Dormiste durante muchas horas, estaba anocheciendo cuando volví –le dijo Akefia, una de sus manos acariciaban con suavidad a lo largo de su columna vertebral.

-Un poco, sí –le respondió mientras hundía su rostro en su pecho.

-Duerme entonces, yo esperaré a que el fuego se apague.

Ryou cayó dormido enseguida, al fin podía estar tranquilo porque Akefia estaba con él.

Notas finales:

¿Les gustó? 


Me encantaría poder decirles que voy a actualizar seguido, pero vamos, al final quedo como mentirosa. La verdad es que los últimos dos meses me he entretenido escribiendo sin parar, pero mi receso terminará pronto y los estudios matan la inspiración de cualquiera. No lo merezco pero tenganme paciencia. 


Mientras tanto, les invito a leer mi nueva historia "¿Quien eres?" Espero poder leer lo que opinan de mis dos historias.


Gracias por leer!


Nos vemos en el próximo cap, de esta o mi otra historia!!


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