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El regreso por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenece, yo solo utilizo sus personajes para escribir nuevas historias.

Habrá un poco de Wishshipping de ahora hasta dentro de muchos capítulos más.

-¿Estás seguro que quieres hacerlo, Yugi?

-Sí, Malik. No se preocupen, ya me siento mejor.

Miré a los chicos, no parecían muy conformes con mi respuesta. Desde ayer cuando me desmayé que están así y más que nada Joey, pero  necesito hacer esto. Todos están esperando que lo haga.

-¡Yugi! ¡Chicos! ¡Por aquí! –escuchamos gritar a Mokuba.

-Chibi, que gusto verte de nuevo –dijo Joey mientras Moki lo abrazaba. Estos dos se llevaban muy  bien y Joey siempre se encargaba de cuidarlo cuando salía con nosotros, a pesar de ya tener 14 años-. ¿Y al final quién ganó? ¿Quién va a competir contra Yugi?

-Bueno… no les sorprenderá… Seto al final compitió y ganó.

-Agh… ¿Otra vez?  –dijo Tristán-. ¿Qué no se cansa de pedirle duelos a Yugi? No es como si le fuera a ganar.

-¡Tristán ya deja de molestar a Kaiba! –le gritó Tea dándole un golpe en la cabeza.

-¡Ya chicos! No pelen –los detuve tratando de no discutir por lo mismo de siempre, estaba claro que a Tristán no le caía bien Kaiba y que Tea quería hacer la paz, nunca terminaban bien estas discusiones-. Kaiba solo quiere mantener su puesto, no hacer la guerra conmigo…

Escuché a los demás resoplar.

-Suerte Yugi –me dijo Ryou.

Me di vuelta y caminé hacia la arena de duelo. Estábamos en el estadio de Kaibalandia y este estaba lleno de gente que gritaba emocionada, por más de que lo había vivido mil veces sigo sin poder evitar sentir mis mejillas arder aunque no tuviese miedo. Les sonreí a todos con timidez.

Tomé mi posición a un lado de la arena, escuchaba a la gente darme aliento, vi que había cámaras que seguramente trasmitían en vivo y me vi en la enorme pantalla, colorado. Qué vergüenza.

Toqué mi collar del milenio y luego dirigí mi mano a mi pecho izquierdo, a mi corazón. Recordé a Yami y las incontables veces en que me pidió que fuera valiente. Siempre me ayudaba pensar en  él  en estas situaciones. Respiré profundo y sonreí levantando un brazo para saludar.

Escuché un ruido y miré hacia arriba, era Kaiba bajando en su Jet Pack, rodé los ojos riendo. Algunas cosas nunca cambian.

-¡Presumido! –escuché la voz de Joey entre el público-. ¡Auch! ¡Tea! ¡Ya deja de golpearme!

-¡Eso te lo ganas por atrevido!

-¿Estás listo, Muto? –me dijo serio Kaiba una vez posicionado en su lugar.

-Claro que sí –le sonreí y él me envió una mirada de asco, yo se que en el fondo nos tiene como amigos.

No puede ser desagradable todo el tiempo, así que pienso seguir insistiendo.

-¡Hora del Duelo! –grité.

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-Oye Yami, mira esto –llamo al faraón por el nuevo nombre que tiene, dijeron que deberíamos irnos acostumbrando ya que somos  “hermanos”. Pero aún así siento que aparecerá Isis y me regañará por tomarme tales libertades con el faraón como siempre.

-¿Qué quieres, Marik? –me ignora totalmente… y yo soy el malo…

Él está recostado cómodamente sobre un puf, con la vista completamente centrada en el aparato electrónico entre sus manos; de vez en cuando soltaba algún festejo o alguna maldición en voz alta.

Esa cosa le está secando el cerebro desde que llegamos.

-Te gustará, ven –me mira con cara de ‘no me molestes’-. Es enserio, ya deja eso.

-¿Qué sucede? –deja su videojuego y se acerca, aunque de mala gana.

-Es un duelo y no uno cualquiera, uno importante. Está por todos lados en vivo –le respondo, acerco mi nuevo celular hacia él.

-¡Es Yugi y Kaiba! –responde con una sonrisa-. Pásalo a la pantalla.

Hago lo que me pide y nos sentamos en los sillones  a ver el duelo frente a la pantalla grande en el living de la casa alquilada. Atem no dejaba de sonreír ante cada movimiento que hacia el tricolor y a veces hasta se adelantaba a las jugadas de este gritando un “lo sabía” mientras saltaba de su asiento.

-Iré a mi habitación, luego me cuentas como terminó.

-Ajá… -ni siquiera estoy seguro de que me haya prestado atención.

Cuando Shadi se fue me instalé en su habitación, aunque Ishizu quisiera que siguiera sufriendo y la cerró con llave, yo quemé la cerradura de la puerta hasta hacerla pedazos y poder abrirla. No más sillones para mí. La habitación era espaciosa y tenía un balcón con vista a las pirámides y la ciudad, estábamos lejos de esta aún así.

Me recosté sobre la baranda. Envidiaba a Yami. Era capaz de sonreír a pesar de lo pasado en la mañana con su padre y todo gracias a su hikari, esto no era lo que envidiaba, solo me sorprendía. Lo que de verdad envidiaba eran sus ganas de llegar a Japón y verlo, seguramente se abrazarían, se volverían muy unidos, pasaría por él después de la Universidad y luego ambos se darían cuenta de que querían más de una amistad convirtiéndose en esa clase de pareja acaramelada que todos envidian.

Incluyéndome.

Porque aunque él no quisiera admitirlo o no se diera cuenta, yo sé que él siente algo más que una amistad. Capaz que es el destino que quiere que Yamis y Hikaris estén juntos o tal vez solos es resultado del tiempo  que pasamos juntos. No lo sé, pero que los tres, sí tres, porque Akefia también siente algo por su hikari, sentimos algo por nuestros hikaris parece una irónica circunstancia.

La diferencia entre el faraón y yo es que no lograré nada de eso. Malik demostró al abandonarme que no me necesita y la necesidad era el pequeño consuelo que tenía para que él quisiera quedarse conmigo, para recuperarlo. No sé cómo volver a hablarle; tal vez irlo a buscar a su casa o esperar a encontrarnos “casualmente”.

Tal vez pudo enviarle un regalo; tal vez flores y chocolates o invitarlo a salir luego de pedirle perdón mil veces seguidas. No, no, que estupidez, es un cuida tumbas no una quinceañera. Aunque si lo pensaba yo soy el que estaba actuando así, como una niña a la que invitan a su primera cita. Además tampoco sé si en estos dos años ha conocido a alguien más. ¿Y si es así? Yo no podría interponerme sin que él se enojara, quiero su felicidad ante nada y eso significa que mi regreso era para nada.

Debería darle tiempo al tiempo y dejar que todo fluya como debe ser, pero eso sí, rendirse no está en mis planes. No dejé mi vida “perfecta” en el otro mundo para perder de nuevo a mi amado Malik.

-Es hora de la cena Marik –dijo Akefia al pasar por la puerta abierta de mi habitación y yo lo seguí.

En la cena Yami se pasó contando sobre lo asombroso que estuvo Yugi y como ganó a Kaiba sin tener que utilizar a sus dioses egipcios, dejando furioso al empresario que sufrió otra humillante derrota.

-Tomen. Pegasus los envió hace un rato –dijo Ishizu alcanzándonos boletos de avión-. Son para mañana. También les dejó otras cosas en la entrada.

Cuando nos fuimos a fijar qué era, vimos tres maletas; cada una tenía el nombre a quién estaba destinada y dentro estaban llenas de ropa nueva. La llevé a mi habitación, era bastante grande y de color café, era lo único que me llevaría porque era lo único que tenía de momento.

Daba vueltas y vueltas en la cama sin conciliar el sueño. Mi mente siente la necesidad de hacer un plan para cuando vea a Malik, al igual que hacía cuando había una guerra y como general de Egipto me tocaba hacer la mejor estrategia existente, porque definitivamente él era un ejército bien armado y estaba dispuesto a que se pasara a mi bando. Como una araña hambrienta que quiere tejer una telaraña para capturar a su presa.

Me senté en la cama y miré mis pies que tocaban el frío suelo, de repente se movieron solos hasta el baño y me lavé la cara. Me miré en el espejo, estaba diferente y no solo por el hecho de que mis ojos eran mieles, sino por el hecho de la madures en mi rosto, tenía cicatrices pequeñas pero visibles. Mis entrenamientos eran largos y exhaustos, dejándome con una figura con los músculos bien marcados, más que nada los de los brazos. Ya no había nada de aspecto dulce, delicado y suave en este cuerpo. Solo esperaba que a Malik le gustara. Volví y tomé mi teléfono.

Ayer antes de irse, Pegasus nos entregó tarjetas con el dinero que trajo Yami y celulares de la más avanzada tecnología que ya tenía registrado los números de nuestros, si se podía decir así, amigos, hasta incluido los hermanos Kaiba (estaba un noventa y cinco por ciento seguro de que estos no estarían de acuerdo con eso). También nos dejó en aviso de que mandaría ropa hoy comprada y hecha por las chicas que vinieron con él ayer y que tomaron nuestras medidas.

Busqué el contacto de Malik y sin poder evitarlo le envié un mensaje.

“Hasta pronto, mi brisa del desierto”

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-Oye Moki. ¿Estás seguro que no quieres venir a comer con nosotros?

-Gracias Joey, pero tengo que ir. Seto… -respondió tristemente el pelinegro como única explicación.

-No porque él pierda significa que tú tienes que aburrirte –siempre le hace lo mismo, es injusto teniendo en cuenta que permanentemente pierde contra Yugi.

Esto ya es una costumbre, ambas cosas.

-¡Joey! No digas esas cosas -me regañó Ryou, él al igual que Yugi eran demasiado buenos como para burlarse de alguien más-. Seguro que a ti no te gustaría que tu hermana se fuera a festejar cuando tú pierdes.

-Está bien, está bien, perdón. Entonces Chibi, vamos a la oficina principal a por tu hermano –dije mientras lo tomaba del brazo y comenzaba a caminar hacia el sitio contrario al que íbamos-. Los veré en un rato en el sitio de siempre.

-No tienes que acompañarme continuamente Joey –sabía que no tenía por qué, pero aun así quería hacerlo. No importaba lo grande que se veía y que estaba a punto de demostrar que pegaría un estirón enorme como su hermano, dejarlo solo caminando no era mi preferencia ni la de Kaiba y si yo no lo hacía mandaría un guardia a que lo hiciera y eso me parecía muy agobiante.

Llegamos a las oficinas principales, un pequeño edificio de seis pisos detrás de una maraña de árboles. Subimos al ascensor hasta el piso cinco y al salir, distraído, choqué contra alguien haciendo que se le cayera todo lo que este llevaba.

-¡Perdón! Cuánto lo siento –comencé a disculparme, hasta que…

Oh, oh, choqué contra Kaiba. Bueno, ya no lo siento tanto.

Le ayude a recoger los papeles caídos y se los alcancé. Fue entonces cuando me di cuenta de algo que no había notado antes.

¿Desde cuándo tenía ese color de ojos? Parecían como el cielo mismo o las aguas de un océano profundo… son hermosos y dan tanta tranquilidad a pesar del frio hielo que parecen representar ahora.

Esos ojos trataban de asesinarme. -¿Qué tanto me miras, perro?

Balbuceé sin decir nada. ¡Vamos Wheeler! Di algo inteligente. ¡Insúltalo como siempre!

-Me gustan… tus ojos…

-¿Qué? –me dijo extrañado.

¡¿Qué?! De todo lo que podía haberle dicho… ¿por qué he dicho eso, Wheeler? Estoy demente, seguramente esos ojos me hechizaron ¡Me enviarán a un loquero! ¿Cómo pude decirle al CEO más importante de todo Japón y a mi peor enemigo que me gustan sus ojos? Eso va en contra de las leyes de ser enemigos. Seguro que tengo instintos suicidas.

-Di-digo… ¡Nada! –dije rápidamente y me di vuelta para llamar al ascensor tocando el botón una y otra vez como un loco hasta que se abrió la puerta, demostrando mi desesperación y me metí dentro-. Solo venía  a dejar a Mokuba, ya me voy. A-A-Adiós.

Vi a Mokuba riendo mientras se sostenía el estomago lejos de su hermano y este me miró extrañado hasta el segundo antes de que se cerrara la puerta cuando ya no alcancé a verlo.

Me recargué en la pared mientras me sostenía por las sienes la cabeza. ¿Por qué dije algo como eso? No es como si fuera a un secreto para él que tiene unos impresionantes ojos azules, seguramente todas sus fanáticas se lo han dicho miles de veces, pero que yo se lo diga… agh,  soy un imbécil.

+

Sentí una mano en la mía y levanté mi cabeza. – ¿Joey estás bien?

Desde que llegué al restaurante me dediqué a comer mis papas. Nadie me dijo nada, seguramente piensan que tengo mucha hambre como siempre. Pero al pequeño no lo podía engañar, lo estaba preocupando. ¡Yo solo quiero comer feliz mis papas!

-Sí, tranquilo. Solo estoy cansado, no he dormido bien por cuidarte –Yugi bajó la mirada apenado. ¿Pero que me pasa? Se supone que quiero que no se preocupe, no que se sienta culpable.

-Siento haberte causado tantos problemas…

-N-No Yugi, no quise que lo interpretaras así. Lo haría otra vez, las veces que haga falta…

Tomé su mano entre la mía y la besé. Yugi se sonrojó  haciendo más notorios sus inocentes ojos, esos si eran ojos que me encantaban. Escuché las risas de los demás, provocando un sonrojo aún más notorio y yo solo sonreí.

-¡Oigan! No se me pongan gays ahora que estoy comiendo –escuché el comentario de Tristán y le lancé una papa riendo.

A pesar de que muchos creían que Tristán y yo dejaríamos de ser amigos cuando confesé mis preferencias no fue así. A Tristán le conté primero que a todos, confesándole también el nacimiento de sentimientos que estaba sintiendo por el ojo amatista y lo único que me contestó fue “hasta que al fin lo admites”.

Quizás no soy tan invisible como creía, sino que mis sentimientos son tan trasparentes como un vaso de vidrio.

Eso me tranquilizó de verdad, no es que fuera sumamente extraño mis gustos, pero  para alguien que le gusta tanto las chicas puede ser difícil de aceptar, ya lo he vivido en carne propia. Pensé que como estrella de futbol de la Universidad me enviaría al carajo pero al parecer conocía  de su equipo (más de la mitad al parecer) que les gustaba lo que viniera, por lo que ellos no le dijeron nada, es más lo atosigaron a preguntas para saber si estaba disponible y dispuesto.

Últimamente Tristán se pasaba como un guardaespaldas de todos ya que no quería que nadie se aproveche de nosotros. Imbécil, al parecer ya se olvidó quien era el que se metía en problemas junto a él y que aún lo hace. Yo soy más capaz de patear traseros que él.

Creo que piensa que pasé por una metamorfosis y ahora soy una hermosa mariposa… puaj.

-Ustedes me hacen sentir solito… -dijo Malik haciendo puchero haciendo que todos nos riamos.

-Eres un envidioso –le dijo Ryou.

-Chicos, nosotros nos retiramos –dijo el tricolor levantándose-. Joey no ha dormido bien, se quedó despierto toda la noche cuidándome.

Saludamos a todos uno por uno y ya nos íbamos cuando escuchamos un golpe en el piso.

-¿Malik? –preguntó Yugi-. ¿Estás bien?

-S-sí, solo se me cayó el ce-ce-celular –dijo este, estaba pálido, tal vez a él también le estaban afectando los artículos milenarios como a Yugi.

Salimos de Kaibalandia agarrados de la mano, era de noche y hacia un calor insoportable de mitad de verano. Pasamos a unos metros de donde Mokuba se subía a una limosina y Kaiba estaba parado en la puerta por subirse, se me quedó mirando y yo frené para imitarlo, no me iba a dejar intimidar.

¿Por qué me miraba? ¿Se habrá enojado tanto por el cumplido? Estaba completamente serio pero de repente… de repente… me sonrió. ¿Qué demonios? Kaiba no hace eso, ni para mí ni para nadie, solo para Moki.

Pero me gustaba esa sonrisa, demasiado. Combinaba a la perfección con sus ojos celestes. Sentía la necesidad de devolvérsela pero no lo hice, en cambio hice otra cosa.

-Joey, estas actuando extraño. ¿Qué sucede? –sentí que Yugi me miraba e hice la cosa más tonta que se me pudo haber ocurrido.

Lo besé, ahí en la calle, donde había todavía fanáticos, donde estaba él. Abrí mis ojos disimuladamente durante el beso y vi como la sonrisa tímida se borraba de la cara de Kaiba y escuché una voz.

-¿Hermano? ¿Sucede algo?

-No, Mokuba –entró en la limosina y se fue.

Recién ahí me separé de Yugi, estaba sonrojado parecía perdido.

-¿Por qué fue eso? –dijo Yugi sonriendo.

-Porque te quiero –dije yo abrazándolo y le susurré al oído-. Y cuando lleguemos al apartamento te voy a demostrar cuanto te amo.

Me reí. Seguro que Yugi estaba más rojo que un tomate. ¿Qué me está pasando?

+  - + - + - + - + - + - + - +

-¿Seto?

-¿Qué necesitas Mokuba? –le pegunté mientras miraba por la ventana de la limosina.

-¿Qué pasó allá fuera? –preguntó suavemente-. ¿Sucedió algo malo?

-Nada, solo vi algo horrible –Mokuba no dijo nada más.

El viaje a la mansión fue silencioso y todavía comenzó a llover. Apenas entramos, el servicio nos esperaba con toallas secas y otras pequeñas y calientes para las manos.

-La cena está pronta, señores Kaiba.

-Yo no cenaré. Estaré en la biblioteca si me necesitan para algo –dejé las toallas en manos de quien me las entregó en un principio.

Tal como dije me dirigí hacia la biblioteca, nadie trató de detenerme, sabían que no era conveniente si querían mantener una buena relación conmigo. Fui hacia un armario de madera con puertas de vidrio y me serví de allí un vaso con whisky, me senté en un sofá de terciopelo rojo frente a un ventanal.

Me mantuve a oscuras y sin pensar hasta terminar mi primer trago. Miré el vaso vació y lo lancé contra la pared consiguiendo que se rompiera en pedazos. Lo había intentado una y otra vez y lo único que lograba al final eran derrotas y humillaciones, las personas ya me habían comenzado a llamar loco por intentarlo una y otra vez, y aunque cambiaba mis estrategias él seguía ganando.

Me dirigí al armario de nuevo y tomé directamente la botella de vidrio y volví a sentarme en el mismo lugar. Destapé la bebida y comencé a tomar de a pequeños tragos, el alcohol quemaba mi garganta pero no me importaba.

Nadie dudaba de que fuera un buen duelista pero estaba siempre en segundo lugar. No quiero ser bueno, quiero ser el mejor. Nadie me gana excepto una persona. Tal vez Mokuba tiene razón y después de cuatro años ya era hora de rendirse.

No. ¡No!

¿Qué estoy pensando?

Yo no me rindo. Seguiré planeando estrategias hasta ganarle porque no importa lo que digan los otros, yo soy el mejor duelista de todos.

Me acosté a lo largo del sofá y coloqué un brazo sobre mis ojos y la otra colgaba con la botella vacía rozando el piso de madera oscura y pulida. Algún día me iba a vengar de esa banda de tontos que solo me complicaban la vida.

Como hoy, el tonto perro se burlo de mí, me hizo sonreír aunque aún no se como lo hizo. De solo recordarlo me daba rabia, se burló en mi propia cara. Ni siquiera sé por qué me afectó tanto su comentario, no era el primero que me alagaba pero… no sé… lo asumí diferente… parecía que lo decía muy enserio y yo me lo creí.

Tonto, enserio lo era. Realmente lo creí y me emocioné. ¿Por qué? Para peor después de estar sonriendo como idiota durante una hora mientras arreglaba los papeles que el rubio tiro (y que realmente ni me molestaba, me lo olvidé enseguida), me lo encuentro besándose en mi cara con mi peor rival.

Me refregó en la cara que era un idiota por haberle creído… y yo todavía le dediqué una sonrisa. A veces me preguntaba si algún día iba a recibir algo sincero de alguien sincero.

Esa era una de las cosas que no sabía por qué lo había hecho, dediqué una sonrisa a alguien que no era mi hermano. Quisiera entender por qué lo hice, por qué sentí el estomago apretado cuando me miró a los ojos y por qué el pecho me dolió al verlo besarse con el enano ojón.

Poco a poco me fui quedando dormido pero antes escuche pasos acercándose y como me colocaban una mata ligera por encima. Mokuba se fue susurrando un “Buenas noches Seto”.

 

Notas finales:

¿Les gustó?

Gracias por leer!!

Nos vemos en el próximo capítulo!!


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