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Snow angel (Yuri on ice) por Crimson angel

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Notas del capitulo:

Hola a tod@s!!

Muchas gracias por sus reviews y por el apoyo al fic. Se les agradece con mucho cariño. Los he leido y estaré contestandolos en un par de horas. 

Me alegra saber que el fic les ha gustado mucho y espero no decepcionarlas.

Gracias a adlesir, Anónimo, Yui, Lilith Lawless, Anita Uzumak, Amhy713214 y fandelvictuuri.

Anuncio especial

Asegúrense de leer el capítulo hasta el final.

Saludos!

Se lamentaba una y otra vez mientras estrujaba la carta contra su pecho dejando salir esas lágrimas que no podía evitar. Internamente se culpaba, se echaba la culpa por no haber sido más precavido. Si tan solo lo hubiera esperado, si tan solo no se hubiera adelantado, si tan solo se hubiera quedado.

El hubiera no existe, se lo decía mucho su difunto abuelo. Nada servía justificar sus acciones con la palabra “hubiera” porque solo estaría tratando de engañarse. Tratando de ocultar algo que era imposible con una frágil cubierta.

Yurio caminaba con un ramo de flores blancas, unos primorosos tulipanes níveos. A cada paso que daba, rememorando aquella trágica noche de hace un mes.

Esperaba impaciente vistiendo su traje de gala en aquel salón elegante junto a los demás invitados. Miraba de manera insistente la puerta esperando por el cerdito ya que estaba atrasado y solo faltaba él para hacer el famoso brindis. No estaban todos: Víctor Nikiforov brillaba por su ausencia. Cuando lo viera le daría una paliza.

Estaba molesto de las burlas de Jean, se alejó cuando el rey canadiense comenzó a coquetear con patinadoras y decirle que si no se incluía entre ellas. Se vengaría pronto, y le pediría ayuda al cerdito coreano-como apodaba ahora a Seung Gil Lee, por su parecido con el Yuri japonés- ya que vio como andaba de coqueto con este, mas sin embargo el coreano le arreó un golpazo que lo dejó viendo estrellitas.

Bufó dejando su copa y tomando su celular para llamarle al japonés y exigirle que se presentara ya en el lugar.

—¿Qué pasa, Yurio?- Nikola le miró extrañado, todos los patinadores estaban en la mesa central-¿Por qué esa cara?

—Ese cerdito ya debería estar aquí. Está tardándose muchísimo.-gruñó al notar que lo mandaban a buzón-Maldita sea, no me contesta.

—Quizás se quedó dormido, recuerden que estuvo hospitalizado.-el tailandés razonó-Pero él vendrá.

—Fue demasiado para él, tuvo demasiada presión.

Pero algo no dejaba en paz a Yurio. Algo no estaba bien, conocía muy bien a Yuri como para saber eso. Tenía un muy mal presentimiento y cuando eso ocurría, nada bueno resultaba. Se paró tempestivamente de la mesa y salió a zancadas del lugar, empujando en el trayecto al canadiense que iba a hacerle una broma coqueta. Al salir del hotel corrió desesperado hacía donde estaba Yuri, el cual quedaba a unas cuantas cuadras. No le importó cruzarse las calles sin fijarse en el semáforo, o incluso empujar a transeúntes que pasaban por ahí. Solo quería llegar al hotel donde se hospedaban.

Al llegar al lugar se detuvo a recuperar un poco de aire, fue una carrera pesada. Corrió por las escaleras volándose varios escalones y tropezándose a la vez. No se detuvo hasta llegar a la habitación del otro.

 

Abrió la puerta con violencia llamándose a gritos. Lo buscó por la habitación avanzando por ella. Se detuvo al ver a Yuri con su traje oscuro y al borde del balcón.

Vio como Yuri giraba medio rostro y le sonreía de manera triste mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

—Gracias, Yurio.

Segundos después, se dejó caer al vacío ante la mirada aterrada del otro.

—¡¡YURIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!! ¡¡NOOOOOOOOO!!

Corrió al balcón deteniéndose en el borde del mismo observando atónito y el rostro lleno de lágrimas el cuerpo inmóvil de Yuri en el suelo pisos abajo. Negó con su cabeza y salió disparado del lugar empujando a la gente que se encontraba orando que fuese una mentira. Esto debía ser una maldita pesadilla.

Sin embargo, no fue así. Vio el cuerpo sin vida del joven con una expresión vacía y triste, en un charco de sangre mientras había un camino de lágrimas por sus mejillas que se mezclaba con la sangre que emanaba de su boca. Atónito y lloroso, se acercó a él y le incorporó abrazándole con lágrimas y sollozos desgarradores, sin importarle que su traje blanco se viese manchado de carmesí.

—Despierta, maldito cerdo egoísta, no puedes hacerme esto.-meció su cuerpo viendo los ojos sin vida del otro. Lo abrazó desatando su llanto sin importarle nada ya-¡Por favor, no! ¡Maldita sea! ¡¿Por qué?! ¡¡Despierta Yuri!! ¡¡Por favor despierta!!

—Está muerto, Plisetsky.

Los otros sorprendidos por la abrupta salida del ruso, corrieron detrás de él aunque tardaron un poco más. Se sorprendieron cuando le vieron en el suelo manchándose de sangre y dando alaridos de dolor mientras abrazaba un cuerpo sin vida. Con horror, se dieron cuenta que se trataba de Yuri Katsuki. Quien se acercó había sido el canadiense, quien se dio cuenta que el japonés había fallecido, para cerrarle los ojos. Los otros estaban demasiado consternados entre llantos.

—¡No lo toques, maldito mujeriego! ¡Estás mintiendo, estúpido, él solo está dormido!-murmuró con la voz rota mientras apegaba el cuerpo a su pecho-Solo está haciéndose el dormido. Ya tiene que despertarse, no le gustará verme enojado. ¡¿Me escuchaste?! ¡Despiértate! ¡Por favor, deja de hacerte el gracioso!

Eso era una mentira. Él jamás iba a despertar. Cuando vieron que la gente comenzaba a acercarse, los demás patinadores hicieron una valla humana muy férrea en torno a Yurio quien sollozaba acunando a Yuri. Jean llamó a los oficiales quienes alejaron a la gente y periodistas despejándolos, incluyendo la propia seguridad del canadiense. Fue muy difícil quitarle el cuerpo a Yurio, argumentando que no quería dejarle solo, que él se quedaría a su lado.

Después de practicar los protocolos de ley, y de rendir declaraciones ante las autoridades francesas, el cuerpo de Yuri Katsuki fue repatriado a Japón para rendirle los funerales correspondientes, acompañados de sus compañeros patinadores. Fue muy duro para el rubio ruso ver como enterraban el cuerpo del único amigo que llegó a tener en la vida. Él se había ido para siempre.

Se hospedó junto a los demás en un hotel y vio los sobres que le había entregado el oficial en Francia. Uno llevaba su nombre, otro estaba dirigido a los demás patinadores y el último era para Víctor. Lo abrió y leyó el contenido de la carta enterándose del oscuro secreto que llevaba a sus espaldas Yuri. Los motivos que tuvo y lo que descubrió. Yurio se odió tanto por no haber estado más al pendiente, por no haber sido más consciente. Si tan solo se hubiera dado cuenta de que la culpa recaía en Víctor, nada de esto hubiera sucedido.

Los demás lo supieron después. Trataron de comunicarse con Víctor en vano. Una semana pasó y a todos les llegó una invitación a la boda del ruso con la heredera de una importante familia rusa. Yurio se llenó de rabia e impotencia, jurando que iba a hacerle pagar por todo el daño que le había hecho a Yuri. A su querido cerdito.

Al llegar con Víctor, y luego de arrojarle el periódico y gritarle de todo, se marchó no yendo a la boda que transcurrió de manera tensa a palabras de Yakov. Su entrenador, fue a visitarse semanas después a su apartamento, le dijo que Víctor estuvo medio ido y distante en la boda pero lo supo ocultar bien. En la tarde, Victor acudió a su apartamento y Yurio le golpeó nuevamente culpándolo. Le entregó la carta de Yuri y le dijo que se marchara. Víctor estaba necio a creerle que Yuri había muerto, así que Yurio le dijo que le demostraría la verdad.

Ahora ambos caminaban hacía aquel cementerio ubicado cerca del castillo. Yurio al llegar a la lápida depositó las flores escuchando como Víctor se descomponía en sollozos viendo aquella lápida con flores y múltiples velas.

“Katsuki Yuri. 29 de noviembre de 1993-16 de marzo de 2016”

“Amado hijo y amigo, extraordinario patinador.”

—He ahí la prueba que tanto querías.

Le miró de rodillas viendo la fotografía de Yuri sobre aquella cubierta de mármol mientras su Macacchin gimoteaba triste. Apretó sus puños al escucharlo pedirle perdón, sintiendo nuevas ganas por golpearlo.

—Déjame decirte algo, Nikiforov. Sea lo que sea que hayas hecho, no sirvió de nada. Fuiste y eres una basura de lo peor. Lo elevaste hasta hacerle tocar los cielos y hacerle sentir la infinita gloria para después cortarle las alas y dejarlo caer en el peor de los infiernos.-Yurio le dio la espalda secando de manera rabiosa sus lágrimas-Jugaste con sus sentimientos, le hiciste creer que en realidad lo amabas…Y mira como resultó tu engaño: destruiste sus sueños, destruiste su vida. Él está muerto. Por tu culpa.

El rubio no sintió pena por el otro, pese a escuchar sus sollozos. Quería destrozarlo, quería hacerle pagar de alguna manera por lo que había ocasionado. Bufó ahogando un sollozo y dándole una breve mirada al peliplateado que sollozaba de rodillas ante aquella lápida.

—Ahora ve, y vive esa vida que tanto anhelabas tener. Lo que te retenía ya no está.-su voz se fue quebrando-Tus lágrimas no servirán, no lo harán volver. Yuri se ha ido para siempre.

—Perdóname Yuri, lo lamento…Voy a extrañarte mucho.

Se colocó sus lentes y salió a pasos rápidos del cementerio no pudiendo aguantar. Se internó en el parque cercano y derrumbándose frente a un árbol lloró, dejó salir todo ese dolor que lo aquejaba y golpeaba el tronco con sus puños maldiciendo sin parar. No le importó que estos comenzaran a sangrar, simplemente quería despertar de esa pesadilla, de esa verdadera pesadilla.

Una mano detuvo sus puños y molesto miró a quien había sido el causante.

—¿Qué demonios haces aquí?

—Te seguí cuando desapareciste con Nikiforov en Rusia.- J.J le miró serio-Alcancé a escuchar lo que le dijiste y te equivocas. Él no es culpable.

—¿De qué hablas?

—Él no tuvo la culpa de que Yuri muriera. Fue el propio Yuri quien decidió quitarse la vida, él es el único…

Sin embargo no alcanzó a terminar debido a un bien plantado golpe que le dio el rubio. J.J miró a Yurio quien jadeaba nuevamente con lágrimas y le daba por demás una mirada ardida.

—¡Jamás vuelvas a decir eso, imbécil! ¡La culpa es del estúpido de Víctor! ¡Él es quien tiene la culpa!-cayó de rodillas cubriendo su rostro-¡Él sabía que estaba mal! ¡Lo sabía! ¡Juró jamás dejarlo solo, jamás abandonarlo! ¡Y mira como le paga! ¡Se va dejándolo por una tipa que ni viene al caso diciéndole que solo lo utilizó para “recuperar” su jodida inspiración!-rehuyó el tacto del otro-Lo orilló a esto. Le dio el tiro de gracia…¡Maldita sea, él le dio la última voluntad para aventarse! ¡Ya nada lo ataba aquí! ¡Sus padres y demás familia murieron! ¡Los amigos que decían ser sus amigos tenían su mundo aparte y él estaba solo!

—Aun así, ambos sabemos la verdad.- dejó su personalidad burlesca de lado para darle paso a la seria-Y no podemos cambiarla.

—No, y no te atrevas siquiera a decir nada más.-le gruñó levantándose-Para mí, Víctor Nikiforov es quien causó la muerte de Yuri. Jamás se lo perdonaré, y si tú piensas así, te odiaré.

El rubio se marchó de ahí dejando al otro solo. Mientras corría a su mente acudieron los múltiples recuerdos con su difunto amigo Yuri, remembrando sucesos importantes y deteniéndose de golpe. Sin darse cuenta llegó al antiguo onsen, donde se había hospedado cuando llegaba a Japón. Una señora le abrió, al reconocerlo, y se adentró en la que fue la antigua casa de los Katsuki. Miró las fotografías de la sala de estar con nostalgia y una firme decisión. Él sabía que algo oscuro había detrás de todo eso. Nunca lo dejó de pensar. Y él, Yurio Plisetsky lo iba a averiguar. No importase el costo, él iba a descubrir la verdad detrás de todo.

Hizo un par de llamadas a su abogado y después se sentó en el pórtico de la casa marcando otro número. De reojo vio la fotografía que se había tomado con los Katsuki meses antes de su muerte, en celebración de su cumpleaños en Japón ante la insistencia de la amable familia del cerdito.

—Quiero un boleto de avión para esta misma tarde.-miró el reloj de la pared, que aun funcionaba, dando la hora- Lo quiero para las cinco en punto.

¿Su destino, señor?

—París, Francia.

 

Un mes antes

 

Poco a poco iba dándose cuenta de su alrededor. Sentía una extraña y agradable calidez envolverlo. Nunca en su vida había estado tan cómodo. Era como si estuviese durmiendo entre nubes del más suave algodón. Parpadeó lentamente tratando de enfocar su vista en el lugar donde se encontraba. Una habitación demasiado elegante, con paredes finamente decoradas y hermosos retratos. Cortinas de seda en las ventanas y en los doseles de la cama, sabanas de los más finos algodones, de un color azul zafiro. Había una sala no muy lejos de la cama junto con demás mueblería fina.

¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era haber entrado a los sanitarios de la estación de autobuses por una nausea y después nada…¡¿Dónde estaban sus cosas?! ¡Más importante ¿Cómo rayos llegó ahí?!

—¿D-Dónde estoy?

—En Füssen, Alemania. Específicamente en el castillo Neuschwanstein.

Yuri se congeló al escuchar esa voz, se le hacía tan conocida. Tembló de manera involuntaria aferrando sus manos a las sábanas buscando el origen de la voz que le había contestado. Encontró el origen no muy lejos, parado justamente junto a la ventada descubierta mirando hacia el exterior. La figura estaba ataviada con una fina bata oscura dándole la espalda notando sus cabellos platinos sujetos a una coleta por su hombro. A su lado, había un caniche grande de pelaje oscuro. La persona giró levemente su rostro hacía él haciéndolo entrar en pánico. Esa mirada, y esos profundos ojos azules…

—Buenos días, Yuri.

—No, no…

Víctor

Notas finales:

Espero les haya gustado el capítulo. Si tienen dudas o comentarios favor de postearlo en un review. A partir de este cap, les iré dando un adelanto en frase junto con el título del capítulo próximo.

Próximo cap

Doloroso deseo: una vida sin ti

 

Es preferible vivir una vida sin ti, a vivir una vida en la que moriré día a día

 


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