Pov Kyoya:
Rojo el rojo de la sangre, blanco, el blanco de la nieve. Esferas dibujadas en el suelo congelado. Copos de nieve estampados en las gotas de vida. El viento es constante y poderoso, es fuerte, da frio, cierro los ojos y vuelvo a abrirlos. El fin está cerca.
Levanto la mano y contemplo mi anillo, tras concentrarme, puedo ver una flama morada, su brillo me embelesa, la mantengo allí con lo último de mi fuerza vital y me parece ver en ella retratos dibujados, mi hogar, mis mascotas, mis batallas y él. Su hermoso rostro, su cálida mirada, su dulce sonrisa.
Él mi tutor, mi domador, mi amante.
Esas imágenes en la flama, me hacer recordar las visiones de la niña de los fósforos y mi final será como el suyo, morir congelado, enterrado en la nieve menos que el desangre sea primero.
A mi lado yace mi enemigo muerto, logre vencerlo y ganar la batalla, pero termine herido y estoy solo en este paraje invernal olvidado de todo.
“Lo siento Dino, esta vez no podre celebrar el diciembre 18 contigo”
Cierro los ojos exhaustos temblando de frio y dolorido. Me invade una sensación de tristeza y soledad, una nostalgia que me trae el eco de mil ayeres y un lamento por lo que pudo ser y no será. Por el tiempo perdido gracias a mi estúpido orgullo.
Ya es tarde, lo sé y sin embargo no hay nada más que hacer, el sueño me invade y me giro un poco logrando quedar de costado, descanso mi cabeza sobre el brazo mientras me quedo adormecido arrullado por la canción del hielo.
Una lágrima se desliza por mis mejillas congelándose al acto, quedando allí inmortalizada sobre mi frio cuerpo que sólo añora sentir una vez más sus caricias.
Mi esencia se pierde en el olvido en esa cama de blanco y rojo, de nieve y sangre.
Pov Dino:
La búsqueda fue difícil, mis hombres decían que debía volver. Sentí que estaba a punto de desfallecer por el cansancio y el frio, pero mi temor a perderlo me instaba a continuar.
No sé cuánto tiempo paso, pero a punto de perderla esperanza vi una tenue luz brillar era de un suave color morado, la flama languidecía, fue la chispa que me devolvió la energía y seguí la marcha pensando en mi alondra.
Unos cuantos pasos más y tropecé con un cumulo de nieve teñida de rojo tratando de combinar y crear una rosa mortal. Entonces con las manos cual palas, removí la nieve que guardaba mi más valioso tesoro, mi amada nube.
Estaba frio, pálido e inerte. Las lágrimas se desbordaron de mis ojos y le aferre con fuerza contra mi pecho.
─Il, mio amore, retornare perfavore…
Solloce desesperado mientras usaba mis últimas energías para convocar las sanadoras llamas del sol. La herida de mi amado yacía congelada y el frio había detenido el sangrado. Comencé una lenta curación, pero no había señales de vida.
Decidí morir con él, porque sin él no había vida ni nada.
Al carajo los deberes, la responsabilidad, al carajo todo, incluso la familia.
Entonces percibí un leve latido y un débil pulso. Él estaba vivo. El alma me volvió al cuerpo, lo bese y regreso la suya.
Mire una vez más el espectáculo de rojo y blanco en sincronía y la suave flama en mi anillo que avivo la del de Kyoya, juntando nuestras energías al unísono ahora que estábamos nuevamente juntos y completos.
─Dino…
Susurro al reconocerme y pego su cabeza a mi pecho. Di el aviso y pronto un helicóptero nos recogió y llevo rumbo al hospital más cercano, en todo ese tiempo no deje de decirle palabras de amor a Kyoya.
Al día siguiente la pareja se encontraba mucho mejor, habían sido tratados los dos por el cansancio extremo que cargaban y por la hipotermia, las heridas de Kyoya habían sido curadas por las llamas de su novio.
Ahora mientras Kyoya seguía recostado en la cama cubierto por muchas mantas Dino se acercaba a él con una humeante taza de café.
El moreno la recibió y probó el líquido, estaba preparado como le gustaba, con un ligero toque de canela y nuez.
Kyoya miro a su amado fijamente y una tímida sonrisa asomo en sus labios.
─Acepto.
─ ¿Qué cosa cariño?
Hibari extendió su mano hacia su pareja.
─Acepto convertirme en Kyoya Hibari de Cavallone.
Dino sonrió y se acercó a besarlo. Días antes de aquella misión él le había pedido matrimonio con una hermosa argolla de plata que el japonés rechazo diciendo que era estúpido casarse siendo ambos hombres y que estaban bien solo de antes, que no iba a quererlo más o menos solo por un patético contrato, pero tras el día anterior pensó que si a Dino le hacía feliz por qué no, además no es que le molestara, solo quería una cosa, vivir largamente al lado de su amado haneuma.
─ ¿Te parece diciembre 18?
─Nuestro aniversario.