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Simplemente tu Presencia por Lure89

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Notas del fanfic:

Hola! Muy feliz Navidad a tod@s! Este fic es un regalo que me tocó realizar gracias a la organización de un proyecto de regalos de intercambio de Navidad. Realmente sufrí un poco al principio al no estar muy familiarizada con la pareja, pero luego supe disfrutar de escribirlos y me terminó encantando, jeje. Espero que a ustedes también les guste y en especial a mi amiga, la destinataria del mismo. Te quiero bonita Loup! Feliz Navidad!!!

Simplemente tu Presencia

 

La palabra “ordenado” es un término que definitivamente no representa a Hal Jordan. Generalmente su cotidianeidad, pero más específicamente el departamento en donde vive, es (según palabras exactas de su novio) un desastre total. El castaño siempre replicaba diciendo que el velocista simplemente exageraba; para él nunca había estado tan desordenado y sucio como para llamarlo “desastre total”. Pero muy en el fondo, el Linterna sabía que algo de todo eso era cierto, ya que por lo general, a él le gustaba pasar más tiempo en el departamento de Barry que en el suyo propio. Siempre Hal admiraba y destacaba que en el hogar de Flash se olía constantemente una fragancia a perfumes frutales; en todo momento cada cosa, cada objeto, tenía su lugar; y todo estaba continuamente limpio y pulcro. Demasiado limpio quizás para su gusto y hasta muchas veces pensaba que se pasaba de lo excesivo. Tanto así lo consideraba que le parecía realmente una exageración ver como cualquier cubierto que se dejaba de usar era rápidamente llevado a la cocina y lavado en cuestión de segundos. ¿El pretexto de aquella obsesión?: No desestabilizar con la energía de la casa. Algo del Feng Shui especulaba que implementaba el rubio en ese lugar porque todo era demasiado agradable, armonioso y perfecto.

Para Hal, pasar las noches en aquel departamento, comer una deliciosa comida hecha en casa, dormir junto al de ojos azules, abrazados, en una cama con sábanas lavadas y perfumadas, era uno de sus placeres preferidos. Quizás en ese sentido, refiriéndose al orden y la limpieza, eran polos totalmente opuestos. Pero tal y como dice el dicho… los polos opuestos se atraen. Y eso era algo de lo que realmente ambos estaban más que seguros. La química que había entre ellos era, sin lugar a dudas, pura atracción.

Pero retomando el desorden al que el piloto estaba acostumbrado, la excusa que solía usar tenía que ver con que nunca estaba en su casa y que la mayor parte de su tiempo lo invertía ocupado en sus diferentes trabajos. Por tal motivo, prácticamente no la habitaba. Y justamente gracias a un trabajo para la Liga de la Justicia en el Polo Norte, contrajo un terrible resfriado que lo obligó a instalarse en su casa varios días seguidos de lo habitual.

En aquella ocasión en que tuvo que sumarse a sus compañeros para enfrentarse a un enemigo, su añillo de poder se quedó sin energía luego de estar en acción por más de 24hs, dejándolo indefenso ante el tremendo frío del lugar. Fue gracias a que Flash estaba trabajando a su lado que no terminó muerto de hipotermia y congelado como un bloque de hielo. Afortunadamente, el velocista lo había encontrado antes de que perdiera la consciencia y lo tomó en brazos hasta llevarlo rápidamente a la nave de la Liga para resguardarlo del terrible temporal.

 

—¡¿Es que acaso puedes ser más descuidado?! —le regañó Barry en aquella ocasión mientras lo atraía más hacia su pecho para intentar brindarle un poco de su calor—. ¡¿Cómo es que se te olvida tu linterna para recargar el anillo?! —Apresuró sus pasos lo suficiente para acelerar su marcha, pero no tanto como para terminar ahogando a su pareja por la falta de oxígeno.

 

N-no, no es mí, mi… cu-culpa —se defendió como pudo, tiritando, mientras temblaba de frío—. Se, se, suponía que es-esta misión… du-duraría menos de… ¡Agh! —se quejó al no poder hablar correctamente y ocultó su cabeza en la axila del otro desistiendo de excusarse.

 

Flash estaba en lo correcto, aquel descuido podría haberle causado la muerte a Hal. Tuvo suerte que el resultado de exponerse a esas bajas temperaturas solo le causara un fuerte resfriado y no así una pulmonía o algo aun peor. Y aunque hoy en día no es común que alguien muera por un resfriado, el malestar de Hal no era menor. La fiebre, los continuos estornudos, mareos y una constante tos, lo obligaron a hacer reposo y quedarse encerrado en su horrible departamento. Porque sí, rayos, el castaño realmente pensaba que era horrible ese departamento. Por culpa de eso, el desorden natural del lugar en donde habitaba se había acrecentado de manera colosal.

Su malestar, que venía azotándolo desde hacía varios días, le demandaba ocupar el lecho de su dormitorio sin poder ir a ningún lado. Su cama y el piso estaban repletos de pañuelitos usados que no se molestaba en tirar al cesto de la basura; el único alimento que ingería estaba basado en comida pedida a delivery cuyos envases descartables terminaban apilándose a un costado sobre la mesita de luz; y para sumarle más al desastre de aquella habitación, también había desperdigado por el suelo unas cuantas latitas de cerveza vacías sin aplastar. Ropas tiradas por doquier, las sábanas sin cambiar y bolsas de basura sin sacar a la calle, eran algunas de las pocas cosas que hacían la catástrofe total de su casa.

Definitivamente no sabía cuidarse solo cuando caía enfermo y claramente necesitaba pedir ayuda. Pero justo igual a otro que conocía, era demasiado orgulloso como para pedirla. Se decía a sí mismo: “en un par de días estaré como nuevo”, y eso también se lo repetía a su novio cuando lo llamaba y le insistía con ir a verlo o asistirlo. Pero en época de fiestas, lamentablemente la Atalaya entera estaba de servicio ocupándose de los miles de casos que necesitaban de su ayuda. Hal sabiendo la necesidad de la presencia de Barry para las misiones, le tenía prohibido pasarse por su casa para ver cómo estaba. Lo consideraba una pérdida de tiempo, pero muy en el fondo, también le avergonzaba que viera en qué condiciones estaba viviendo y prefería mantenerlo alejado mientras se recuperaba. Hal no estaba acostumbrado a enfermarse, pero cuando lo hacía, siempre le agarraba bastante fuerte y su recuperación era lenta.

Aburrido de los días que había pasado tirado en la cama sin hacer nada, Hal se encontraba tumbado boca arriba cambiando de canal cada dos segundos sin encontrar nada que le atrajera para ver. Ya había visto todas las películas navideñas que pasaban en la tele, se había hartado de los programas de chimentos y ya hasta mirar los noticieros le era fastidioso. Lo único que podía ver de los reportes era su incompetencia a la hora de salvar a las personas al estar ahí anclado en su cama. Mientras él era obligado a recuperarse, otros héroes ocupaban su lugar en el campo de batalla. Porque sí, Batman, junto con el apoyo de varios otros, lo habían obligado a hacer reposo al considerarlo no apto para enfrentamientos o misiones.

 

—¡Tienes prohibido moverte de tu casa por los próximos días! ¡Bah! —imitó la voz del héroe de Gotham de manera burlona, molesto por haber sido tratado como si fuera un niño y no un adulto que toma sus propias decisiones—. Maldito murciélago amargado, diciéndome lo que puedo y no puedo hacer. ¿Quién se cree que es? ¡¿El dueño del satélite?! ¡Achú! —Estornudó con fuerza y se llevó rápidamente un pañuelito a la nariz para evitar que los mocos se le escaparan.

 

—Bueno… prácticamente él financió todas las instalaciones y equipamientos de la Atalaya. Así que sí… podríamos decir que es suya. —Sonrió Barry que se había hecho presente repentinamente en medio de la habitación con varias bolsas en las manos.

 

—¡¿Barry?! —exclamó sorprendido el linterna mientras se sonaba la nariz con suma delicadeza para evitar seguir irritando la zona que ya se encontraba pelada y colorada. En seguida, tiró el pañuelito al suelo acrecentando a la montaña de papeles que había creado a su derecha y se puso de pie—. ¿Qué, qué haces aquí? ¡Espera! ¿Estás aquí? —preguntó aún dudoso de la presencia del velocista porque en otras oportunidades la fiebre le había hecho pasar una mala jugada.

 

—Claro que estoy aquí. —Tocó su frente suavemente para tomarle la temperatura y al rato exhaló satisfecho al saber que no tenía fiebre. Seguido, deslizó su mano sobre la mejilla del otro en una dulce caricia e hizo una mueca de dolor.

 

Barry no podía creer lo descuidado que se encontraba su novio con tan pocos días de haberlo dejado solo. A simple vista se notaba que había estado comiendo mal, que había estado viviendo en el desorden y hasta había descuidado su aspecto que dejaba ver una barba crecida de días. Se reprochaba el no haber pasado antes para ver cómo se encontraba y ayudarlo.

Una sonrisa boba surcó los labios de Hal al sentir aquel gesto de cariño y al ver en los ojos de su amado la preocupación. Pero en cuanto notó como Barry alejaba su mano y comenzaba a caminar y relojear la habitación, el pánico le inundó. Rápidamente, el Linterna convocó a su anillo extendiendo su mano hacia la mesita de luz, el mismo salió volando de entre los envases de comida y se colocó en seguida sobre su dedo mayor derecho. Una vez puesto en su mano, usó su fuerza de voluntad y creó una aspiradora enorme que comenzó a tragarse todos los desperdicios del lugar.

 

—¡¿Qué significa esto?! ¡Esto! ¡Y esto! —Flash soltó las bolsas que traía en mano al suelo y se paseó a gran velocidad con la boca abierta por toda la habitación, deteniéndose y señalando cada detalle “desastroso” del cuarto—. ¿En serio? Hal… ¿por qué no has pedido ayuda antes? Si no te hubiera caído de sorpresa no me hubiera enterado—. Cruzó los brazos con un gesto de enfado y miró al castaño hacer el intento de despejar un poco.

 

—Es que… ya estoy mejor, Bear. Como has notado, ya no tengo fiebre y ya casi no toso. Es más, solo tengo un poco de mocos y… y… ¡Achú! —Estornudó sacudiéndose todo, haciendo que la luz de energía se rompa, soltando toda la basura que había recolectado sobre Barry.

 

El pie del velocista zapateaba rápidamente arrugando un poco más su rostro mientras descruzaba los brazos para dejar caer algunos papeles que se habían atascado en su cuerpo. Hal salió corriendo a su encuentro y retiró un par de pañuelitos que estaban sobre su cabeza con una sonrisa comprometida, expresando claramente un “lo siento”.

 

—No me gusta que me mientan, Hal. ¡Sabes que no me gusta que me mientan! —se quejó dos veces tironeándole los cachetes para borrarle esa sonrisa tonta.

 

—Bueno… está bien, lo siento. No quería preocuparte de más. —Fue levantando los brazos dócilmente hasta tomarlo de la cintura—. Vamos, Barry, quita esa expresión de tu rostro. Sé que me extrañabas y por eso viniste a verme. Anda… que las líneas verticales en tu entrecejo no son lo tuyo.  —Rodeó sus brazos suavemente y luego lo abrazó con fuerza a la vez que hacía trompita con los labios tirándole besitos—. Hey, ¿me voy por unos días y ya se te contagió lo amargado del murciélago? —Trató de besarlo, pero Barry interpuso una mano entre sus bocas.

 

—No le digas así, que estoy aquí porque él decidió dejarme libre el día de hoy. ¿Sabes que es noche buena? Y aun así me suplantó en mi guardia para que pudiera venir a verte. —Lo miró serio por unos pocos segundos, pero luego temblando, sin poder resistirse a las caras del otro que intentaba hacerle reír, dejo ver una enorme sonrisa surcando su rostro—. ¿Pero a quién engaño? No me puedo enojar contigo. Rayos… sí que te extrañaba. —Correspondió el abrazo con fuerza y pegó su mejilla sobándolo como un gatito mimoso, raspándose un poquito con los pelos crecidos del otro.

 

El entusiasmo regresado del rubio, hizo que el Linterna se llenara de emoción e intentara besarlo nuevamente, pero Flash salió de entre sus brazos disimuladamente y corrió hasta pararse al lado de sus bolsas. Las tomó una por una con calma, ignorando la atenta mirada del castaño que lo observaba incrédulo por haberle evadido por segunda vez un intento de besarlo.

 

—Bear, me dejas solo aquí ofreciéndote mis labios. —Llevó una mano a la cintura y con la otra le hizo señas como para que se aproximara para culminar lo que su boca deseaba.

 

—En un segundo, Hal. No, mejor dame un minuto. Quiero hacer varias cosas y… ¡Pero mira la hora que es! ¡Ya se está haciendo tarde! —exclamó al ver el reloj de su muñeca y cerró un ojo haciendo los cálculos en su cabeza de lo que le llevaría hacer todo lo que tenía planeado hacer.

 

—Barry... —lo llamó mirándolo desafiante y dio unos pasos a su encuentro, pero el otro regalándole otra sonrisa desapareció en una estela hacia el comedor—. ¡Hombre! ¡No esquives mis besos! —le reclamó rascándose la cabeza al no comprender porque el otro lo eludía. Y decidido en in a buscarlo, caminó con pesadez hasta la otra habitación. Pero cuando entró, todo intento de demanda por un beso desapareció—. Wooow… —atinó a decir al ver el terrible cambio que había sufrido su cocina-comedor en cuestión de segundos.

 

El lugar se encontraba totalmente despejado. Los papeles y desperdicios habían sido tirados, las bolsas de basura ya no estaban, la ropa que había dejado desperdigada por los sillones y el suelo se encontraba prolijamente doblada sobre una silla, y hasta los platos que había dejado sin lavar se encontraban cuidadosamente limpios sobre la mesada escurriéndose.

 

—Puedes tomar asiento aquí. —Barry lo tomó de un brazo y retiró hacia afuera una silla para sentarlo en el lugar. Luego corrió de un lado a otro y le dejó servido sobre la mesa un vaso con agua y una pastillita blanca—. Tomate esto, te ayudará con el resfrió. —De nueva cuenta emprendió la marcha y continuó con lo que tenía en mente.

 

—Es… increíble. Está todo limpio y ordenado —dijo asombrado mientras se llevaba a la boca la pastilla y tomaba mucha agua detrás. A la vez, no podía dejar de ver todo con los ojos bien abiertos, lleno de asombro.

 

—¿Te gusta? —preguntó el rubio deteniéndose en seco con guantes puestos, una rejilla en una mano y un plumero en la otra—. Solo limpié y acomodé todo un poco. Una persona con un resfriado como el tuyo debe estar en un ambiente libre de polvo. —Volvió a retomar la marcha y continuó con los detalles de la limpieza.

 

—Realmente… no es tan malo este departamento, ¿eh? —Miró la heladera lustrada, la mesa despejada y el portalámparas de la habitación que daba una luz más brillante al encontrase limpio. Hasta ya podía oler el delicioso aroma a frutas que usaba Barry en su casa y que tanto le gustaba.

 

—No es malo tu departamento. Solo descuidado. Si lo mantuvieras en condiciones no sufrirías tanto el pasar el tiempo aquí. —Se puso a secar la vajilla e iba y volvía del armario cada vez que tenía que guardar los cubiertos o platos.

 

—Hmm… —contestó Hal meditando esa frase, pero no se detuvo mucho tiempo a pensar en ella—. Quiero un beso —demandó repentinamente enérgico señalando sus labios con el índice, recordando porque lo había seguido hasta allí. Pero el otro ignorándolo, siguió en la suya con un resoplido—. Bear… ¡Vamos! Ya está todo limpio. Deja de estar dando vueltas. ¡Me mareas! —Se puso de pie, miró como el chico se movía de un lado a otro y suspiró cansado—. ¡Bien! —dijo decidido con una pequeña mueca de satisfacción por la idea que se le había ocurrida en su cabeza.

 

Alzando su mano, señaló en dirección al recorrido que hacía el de ojos azules y creó un colchón gigante en medio de la habitación deteniendo abruptamente sus correteadas. En seguida este colchón se transformó en un lazo que rodeó el cuerpo de Barry y tirando del mismo comenzó a traer hacia sí a su pareja.

 

—¡¿Qué haces?! ¡Hal! —Se removió un poco incómodo y clavó sus pies al suelo para ofrecer mayor resistencia—. Déjame terminar con lo que he empezado. Luego quiero que ponerme a cocinar —insistió tratando de soltarse de las cuerdas.

 

Pero el Linterna tironeó con fuerza hasta despegar a Barry del suelo, lo atrapó en el aire entre sus brazos y rápidamente lo rodeó de la cintura para apresarlo. Teniéndolo cerca suspiró complacido y arrimando sus labios hasta el oído del rubio le susurró—: No sabes cuánto te extrañé Barry. —Volvió a inhalar y exhalar en profundidad el perfume que usaba su pareja y que tanto le encantaba. Era un aroma embriagador—. También extrañaba tu deliciosa comida. ¿Qué cocinarás esta vez? —preguntó llevando una mano al trasero del otro y ronroneando acercó sus labios de manera seductora.

 

Barry cerró sus ojos por unos segundos al sentir el aliento de su amado golpear su cuello y luego al abrirlos y ver su rostro a escasos centímetros, tragó saliva desesperado—: Hal… por favor, no —contestó quedadamente, sintiéndose atraído por los labios ajenos a los cuales ansiaba devorar.

 

—¿Por qué no? ¿Por qué no puedo besar a mi sexy novio? —susurró la pregunta a una muy corta distancia hasta que sus rebordes carnosos se rozaron.

 

—Es que… —trató de contestar pensando una excusa y se mordió los labios intentando contenerse con todas sus fuerzas—. Es que apestas, Hal —dijo temblando con una expresión llena de pena y culpa por lo que había dicho.

 

—¡¿En serio?! —Se separó bruscamente y comenzó a oler su axila y su ropa poniendo una cara de desconcierto al descubrir que ciertamente no era para tanto—. ¿Realmente huelo mal para ti? Un poco sudoroso tal vez, pero no es algo de lo que te hayas quejado an… a… ¡Achú! —Se sostuvo la nariz al ver que no tenía nada con que cubrirse y fue en un parpadeo que tuvo en sus manos un pañuelito ofrecido por el velocista—. Gracias —respondió todo gangoso a la vez que se sonaba.

 

—Por qué no me dejas a mí terminar aquí y tú te tomas un largo y rico baño. —Desapareció de la vista del castaño solo para volver aparecerse a los pocos segundos dejándole en mano un juego de toallas limpias, shampoo y jabón—. Te hará bien relajarte en el agua.

 

—Bueno… pero báñate conmigo, Bear —pidió levantando una ceja dándole a entender al otro cuáles eran sus intenciones—. Hace tiempo que no lo hacemos. No me vendría mal un poco de compañía en la bañera. —Sonrió de lado y dejó ver un poco de fuego en sus apagados ojos—. Podemos intentar inundar el baño como la última vez.

 

Al instante, Barry se puso colorado recordando lo que había sucedido en aquella ocasión y carraspeó un poco antes de hablar—: No. Tú te bañarás solito… te afeitarás, y yo cocinaré. Tengo un rico pavo, verduras, ensalada y postre que preparar. —Se alejó usando toda la fuerza de voluntad que poseía y se encaminó veloz hacia la mesa para comenzar a quitar de las bolsas todos los elementos para disponerse a cocinar.

 

—¿Y luego cuando salga del baño… ¡Achú!... me darás mi beso? —preguntó llevándose el pañuelito a la nariz mirándolo esperanzado de obtener lo que más estaba deseando en ese instante.

 

—Mmm, luego veremos. Antes que nada quiero dejar todo listo —respondió de espaldas mientras prendía el horno para precalentarlo. Su rostro se contrajo un poco de tristeza, pero afortunadamente el piloto no lo pudo ver.

 

Una mueca de descontento y a la vez de incertidumbre se formó en los labios del Linterna al no comprender la actitud reticente de su pareja para besarlo o estar cerca. Era algo totalmente fuera de lo común, porque por lo general, Flash solía ser una persona bastante melosa, que se le prendía encima cada vez que podía y que no tenía empacho en hacer demostraciones de cariño o alardes de cuanto lo quería y deseaba.

Cabizbajo y confundido, Hal se encaminó al baño para pasar un buen rato adentro de la bañera y limpiarse bien a fondo. No solo porque realmente el otro le había dicho que apestaba (aunque no hacía ni un día que se había dado una ducha medianamente fría para bajar la fiebre), sino también porque su cuerpo, cansado y adormecido de pesar tanto tiempo en cama, se lo estaba pidiendo.

Mientras tanto, Barry lavó el pavo con cuidado, luego lo adobó con varias especias que había comprado y por último lo metió al horno. Seguido preparó dos asaderas con varias papas, batatas, tomates, zanahorias, ajíes y cebollas cortadas en rodajas. Siempre comida en abundancia para sus estómagos pretenciosos. Al terminar con los alimentos que iban al horno, lavó las hojas de las verduras, puso a hervir varios huevos y se dispuso a cortar todo para la ensalada; solo dejó para lo último el condimentar la misma antes servir en la mesa.

 

Con un suspiro melancólico se acercó hacia la última bolsita que quedaba sobre la mesada y retiró su contenido—: Será en otra ocasión. —Suspiró nuevamente abatido, mirando con angustia al muérdago que había comprado. Sin pensárselo dos veces, se encaminó pesadamente hacia el tacho de basura y lo abrió para descartar la planta. Dudó unos segundos, pero luego desistió de la idea de conservarla y la arrojó.

 

Desde que Batman le había dicho en la mañana que tomaría su turno en la guardia de la Atalaya y que le dejaría el resto del día libre para disponer como quisiera, había planeado pasar la cena de Noche Buena junto a su pareja. Durante la tarde, aprovechó a dedicarse a hacer las compras de todas las cosas que le hacían falta al departamento del castaño, porque estaba más que seguro que desde que este se encontraba en cama enfermo, había descuidado su hogar. Barry compró de todo para abastecer a Hal. Desde comida en abundancia para llenar la heladera, artículos de limpieza de todo tipo, medicamentos para el resfrío y hasta el tradicional muérdago para colocar sobre alguna puerta y así obtener el ansiado beso que les daría suerte en el amor. Pero al llegar al hogar del Linterna, toda ida de besarse bajo la planta tradicional había quedado descartada. Más bien, cualquier intento de contacto con su pareja había quedado descartado. Esto lo había decidido al ver la condición de Hal, que, a su parecer, era delicada. Si bien ya no tenía fiebre y solo parecía que conservaba un poco de secreción nasal y algún que otro estornudo, aun creía que necesitaba hacer reposo y descasar. Y conociéndose, sabía que cualquier contacto con su novio desencadenaría algo que él no podría frenar. Un fuego que se instalaba en su bajo vientre cuando estaba junto a él y que con el mero contacto de sus labios o su piel salía a flote y arrasaba con todo. Porque eso era lo que generaba Hal Jordan en Barry cuando estaban juntos y el otro usaba todos sus encantos y seducciones con él. El velocista caía fácilmente en los deseos del piloto y en los suyos propios como cualquier mosca a la miel. Como ejemplo, una idea de salir a comer afuera planeada con días de anticipación, quedaba cancelada al empezar con unos simples besos que terminaban en una noche de sexo salvaje.

Para evitar que algo así sucediera teniendo al piloto enfermo, Barry prefirió mantener la distancia y evitar dentro de todas sus posibilidades el contacto. No quería caer ante la tentación y terminar perjudicando la salud de su pareja por dejarse arrastrar por sus deseos.

 

—Bien, he terminado con la preparación de la cena. Solo hay que esperar a que el pavo esté listo. Es hora de limpiar ese dormitorio —dijo en voz alta palmeándose los cachetes para despabilarse y borrar la cara de tristeza que se había instalado en su rostro.

 

Rápidamente, el velocista corrió a la habitación y se deshizo de todos los pañuelitos, juntó todos los envases de comida, y tiró todo en una bolsa de residuo que sacó velozmente a la calle. Seguido, juntó toda la ropa, puso una tanda sucia a lavar y dobló gran parte de la otra para luego dejarla acomodada en el armario. Se llevó una enorme sorpresa al descubrir que el mismo estaba casi vació y rió al darse cuenta que prácticamente toda su ropa había estado desperdigada por la casa. Habiendo despejado el cuarto, quitó las sábanas sucias y las remplazó por unas limpias, abrió las ventanas para permitir que el aire se renovara, pasó el plumero y terminó por trapear el suelo con desodorante. Satisfecho, miró su gran trabajo llevándose ambas manos a la cintura y con una sonrisa regresó a la cocina para preparar el postre. El mismo simplemente constaba en una ensalada de frutas con helado y crema.

Lo primero que hizo fue lavar toda la fruta, luego buscó un bol para ocupar como recipiente y dejar cortadas todas las frutas ahí, y por último, exprimió unas cuantas naranjas para hacer el jugo. Luego lo guardó en la heladera y se dispuso a preparar la crema. Tomó azúcar y crema de leche, y comenzó a batir a gran velocidad pero siendo cuidadoso a la vez de no verter el contenido afuera del pote.

 

—¿Qué haces? —preguntó repentinamente Hal rodeando la cintura del rubio por la espalda al mismo tiempo que se pegaba a su cuerpo y apoyaba el mentón sobre el hombro para ver por arriba.

 

—¡Ah! ¡Hal! —exclamó sorprendido, inhalando por la boca al sentir el aliento del pilo acariciando nuevamente su cuello. Detuvo instantáneamente la tarea y vibró por unos segundos al percatarse que el otro estaba casi desnudo; solo cubría sus partes íntimas una pequeña toalla atada a la cintura—. ¿Qué haces así? Estás resfriado. No deberías estar desnudo. Vete a poner algo. Hace frío —habló rápidamente con oraciones cortas; lo mejor que pudo articular su boca al sentirse dominado por la presencia del otro. Y sorpresivamente sin esperarse tal acción, se puso tenso al sentir los labios del castaño acariciando su cuello.

 

—Estoy que ardo, Barry, no siento frío alguno. —Comenzó un recorrido de delicados besos sobre la piel del otro y se aferró a su cintura, arrimándose aun más a su cuerpo—. He visto cómo has dejado mi habitación. Te lo agradezco. —Usó sus dientes para mordisquear un poco la zona logrando quitar un gemido de los labios ajenos junto a un cosquilleo en su bajo vientre—. El pavo tardará una hora por lo menos, ¿cierto? Quizás deberíamos revolcarnos un rato en mi cama y ensuciar esas sábanas limpias. —Deslizó su pulgar derecho por la cintura del rubio y contorneó su ingle.

 

—Hal… —lo llamó con un hilo de voz deteniendo abruptamente la mano que se acercaba peligrosamente a su masculinidad—… no deberías hacer esfuerzo. Necesitas cuidarte bien hasta que te recuperes por completo. —Se dio media vuelta entre los brazos del otro y al verlo con el semblante mejorado sonrió. Luego sostuvo su rostro entre sus manos y rozó sus labios en un simple y casto beso—. Aquí tienes tu beso del día —le dijo con media sonrisa y rió suavemente al ver la cara insatisfecha del otro—. Vete a cambiar, yo debo irme por un rato. —Salió rápidamente del agarré para no caer ante los encantos del Lintera y buscó de inmediato su abrigo.

 

—¿En serio?  ¿A dónde irás? —preguntó Hal sin entender aún la actitud del rubio y alzó la vista al reloj de pared que se encontraba a metros de donde estaba parado. —Ya es de noche. ¿Qué piensas hacer afuera a esta hora?

 

—Emmm… Me faltan un par de cosas por comprar. Se me olvidó lo más importante —mintió rápidamente. Lo que realmente quería hacer era tomar un poco de aire fresco para despejar su mente y quitar de su cabeza la imagen de su amante desnudo y de la sensación del tacto que había quedado en su cuerpo.

 

—Vamos… has traído de todo. ¿Qué se te ha olvidado comprar? —Lo miró confundido y ladeó su cabeza al notar cómo se sonrojaba y se terminaba de abrigar dándose media vuelta.

 

Barry lo observó de costado por un instante para tratar de no detenerse en mirar su torso perfectamente marcado. Era demasiado espectáculo y apenas podía contenerse—. Ya vete a poner algo que realmente está haciendo mucho frío. Regresaré pronto. Lo prometo. Sabes que soy rápido. —Y sin dejarle acotar nada, tomó la copia de llaves que tenía del departamento y salió corriendo de la habitación a la calle a toda velocidad.

 

Hal quedó con el brazo extendido en un intento de detenerlo, pero al verlo desaparecer en cuestión de segundos dejó caer el mismo apesumbrado. Seguido, se rascó la cabeza con un desconcierto que le hacía doler el pecho y caminó hacia su cuarto para buscar algo que ponerse. En cuanto Barry se fue del lugar, el fuego que lo quemaba por dentro se había apagado y ya estaba comenzando a sentir frío. Miró su departamento mientras se encaminaba al dormitorio y la belleza que había encontrado en el había desaparecido. A pesar de que todo estaba limpio, prolijo, ordenado y hasta perfumado, dejó de sentir eso que hacía que su hogar no fuera tan malo.

Terminó de cambiarse y luego de pasar un rato mirando el televisor, lo apagó y regresó a la cocina para revisar el horno. Ya el estómago le estaba haciendo ruidos del hambre que sentía; su cuerpo le estaba pasando factura por estar durante tantos días comiendo pura chatarra, y ahora al oler el delicioso aroma, el apetito se le había despertado. En esos instantes, su estómago le estaba demandando un buen pedazo de pata de pavo con esas deliciosas papas que se estaban terminando de dorar.

 

—Vamos Barry, ¿qué te demora tanto? —se quejó angustiado y cerró la puerta del horno al mismo tiempo que hacía lo mismo con sus ojos, lleno de tristeza. Ya estaba tentado en salir a buscarlo, pero estaba la posibilidad de desencontrarse y solo lograría que el otro se enojara al salir con el frió que estaba haciendo.

 

Luego de un largo rato, Hal nuevamente miró la hora y comenzó a preocuparse. Ya había pasado tiempo en que su pareja había salido, y no era normal que se demorara tanto. La comida estaría en cuestión de minutos y el velocista aún no se había hecho presente.

Caminó pesadamente hacia la ventana y corrió la cortina para ver hacia afuera. La nieve caía suavemente dejando poco a poco el piso blanco. Sintió un escalofrío al ver pasar a unas cuantas personas abrigadas de pies a cabeza y se maldijo por dentro al notar como llevaban consigo regalos bajo el brazo; él no tenía nada que ofrecerle a Barry. Después de todo lo que había hecho por él, deseaba poder recompensarle de alguna manera aunque sea con un simple obsequio. Pero con el asunto de que había estado en cama haciendo reposo no había reparado en los presentes para intercambiar al día siguiente en Navidad, y eso le molestaba mucho. No era que a él realmente le importara recibir un regalo, todo lo contrario, pero era una tradición que a Barry le encantaba y al menos deseaba complacerlo de esa manera.

Suspiró melancólico al verse sin nada para regalar y cuando justo estaba por cerrar la cortina vio a Flash caminando presuroso con una sonrisa en los labios y un par de bolsas en las manos. Rápidamente Hal corrió hasta la puerta y abrió la misma a la espera de que su pareja subiera. Mientras aguardaba, se mordía los labios de la ansiedad que sentía por volverlo a ver.

 

—¡Al fin! —se quejó en cuanto lo vio aparecerse del elevador—. ¿Por qué te has tardado tanto? La comida ya está por estar —exclamó molesto por el tiempo que el otro se había demorado en regresar, pero más que nada por la sensación de angustia que le había generado su ausencia.

 

—Lo siento, estaban todos los negocios cerrados, y sí o sí necesitaba comprar un par de cosas que había olvidado. Suerte que encontré uno abierto a un par de kilómetro de aquí. —Sonrió ampliamente y entró dándole un beso en la mejilla, apresurando sus pasos para dejar las bolsas y quitarse su abrigo.

 

Hal se sostuvo la cara el sentir el cariño del otro y rápidamente sintió como en su pecho reinaba otra vez la felicidad. Lleno de dicha, correspondió la sonrisa y acotó—: ¿Crees que vas a distraerme con esos besos? Quiero uno de verdad, de lengüita. —Interpretó las intenciones del otro que creía que lo contentaría con simples besos castos.

 

Los ojos de Barry se abrieron de la sorpresa al verse descubierto y comenzó a reír a carcajadas—: Que hábil eres, me has descubierto. Hice mi mayor esfuerzo. —Rió esta vez dulcemente y en seguida tomó uno de los paquetes que traía consigo para volver a distraer al castaño—. ¡Mira! —dijo con entusiasmo a la vez que retiraba la bolsa que envolvía al objeto—. ¿No es precioso? —preguntó con brillos en los ojos y presionando un botón las luces de este comenzaron a prenderse y apagarse.

 

—¿Un pequeño pino de Navidad? —Lo tomó desconcertado y lo inspeccionó de arriba abajo prestándole atención a los sencillos pero delicados detalles.

 

Era un simple árbol de pino pequeño, de no más de cuarenta centímetros. Estaba adornado con guirnaldas doradas y rojas, con varias esferas haciendo juego con los mismos colores y con unas pequeñas luces en las puntas de las ramas que alumbraban constantemente con diferentes colores.

 

—Claro que es un pino. ¿Qué otra cosa podría ser? —acotó a la pregunta socarronamente quitándole el arbolito, y luego lo colocó sobre una mesita al lado de un sillón—. Traje también regalos. Uno para ti y otro para mí. Sé que no has podido comprar nada así que busqué para los dos. —Sonrió dulcemente y apoyó los dos paquetes envueltos al costado del pequeño pino.

 

—Bear, en verdad… esto… —Se rascó la nuca ante la atenta mirada del velocista y se aclaró la garganta antes de hablar—. En verdad, gracias. Gracias por venir a cuidarme, por cocinarme, y… ¡Rayos! También te has puesto a limpiar. ¿Quién se pone a limpiar el desastre de otro? —Alzó los labios con alegría y todavía le parecía increíble el ver tantas atenciones recibidas—. No sé cómo compensar todo lo que has hecho por mí. Es más de lo que merezco —dijo finalmente luego de tomar valor para agradecer como correspondía.

 

La mano del velocista se movió como restándole importancia al asunto y dijo sintiéndose alagado y vergonzoso—: No seas tonto, Hal, no digas que es más de lo que mereces. Eres mi novio y lo que hice fue con gusto, porque te quiero, y deseo cuidarte. No necesitas darme las gracias y mucho menos tienes que compensarme. —Ligeramente sus pómulos tomaron color y lo miró con un amor profundo que el Linterna ágilmente supo interpretar—. Vamos… que la comida ya debe estar lista y me estoy muriendo de hambre—. Cambió de tema, lo tomó de la mano y lo guió hasta la mesa para sentarlo.

 

—Yo también estoy ansioso por probar tu pavo. Ya desde que comencé a sentir el delicioso aroma estoy que se me hace agua la boca. —Refregó sus manos, ansioso, y se acomodó mejor en la silla esperando pacientemente a que le sirvieran—. ¡Es la mejor vigilia de Navidad que he pasado en años! —exclamó emocionado con un brillo en los ojos.

 

—¡Claro que sí! Por eso traje tantas cosas. No se puede considerar una fiesta de Navidad si no hay un pino, regalos, un pavo y un muér… —se calló al instante al darse cuenta de lo que estaba por decir y agachó la cabeza levemente con ojos afligidos.

 

Esto no pasó desapercibido para Hal, que sabía que algo le estaba ocultando el rubio desde que había llagado.

 

—¿Qué sucede, Barry? Hay algo que no me estás diciendo —soltó repentinamente sorprendiendo a Flash que no se esperaba esa pregunta—. Actúas a veces distante y hasta por momentos noto que pones un semblante triste. ¿Algo te está molestando? ¿Algo que hice yo? —Hizo una pausa y recordó la primera cosa que hizo enojar a su pareja en cuanto lo vio entrar a su dormitorio—. Bueno… más allá de que te mentí diciéndote que todo estaba bajo control.

 

—No… no es nada. No hay nada que hayas hecho para molestarme. —Sonrió falsamente y acotó—: ¿Has notado como dejaste de estornudar? Al parecer el remedio está haciendo efecto. Deberías tomarlo cada ocho horas. O sea que la próxima toma debería ser a las cuatro de la mañana. Fíjate que el baño también ayudó. Siempre un buen baño de agua caliente relaja y afloja los mocos. También traje naranjas para hacer exprimido. Las naranjas tienen muchas vitaminas C. ¿Pero que estoy haciendo? ¡Debería quitar el pavo del horno cuanto antes!

 

Hal solo logró suspirar al ver la cantidad de oraciones que decía el de ojos claros sin parar. Sabía que algo no andaba bien pero aún no descifraba que; no podía captar del todo lo que estaba sucediendo. Sus sospechas de que algo afligía a Barry fueron acertadas al ver lo nervioso que se había puesto con aquella pregunta. Solo le quedaba esperar y ver si el rubio entraba en confianza como para decírselo. Y rumiando en su cabeza, comenzó a meditar sus acciones desde que había llegado para ver si encontraba alguna pista que le diera a entender su rara actitud.

Sin perder un minuto más, Flash dejó de hablar al verse que cada vez se hundía más y se dedicó a preparar la mesa. Colocó el mantel y los cubiertos en cuestión de segundos y apagó el horno para retirar el pavo y las bandejas con las verduras. Dispuso todo, y veloz condimentó la ensalada, sacó las bebidas de la heladera y buscó el pan que estaba sobre la mesada. Una vez que tuvo todo preparado para empezar, comenzó a servir la comida en los platos con abundancia.

 

—Bear… —lo llamó repentinamente con voz suave y melancólica, y el otro detuvo su tarea para escucharlo al sentir aquel tono en sus palabras—. ¿Puedo pedirte un favor? —preguntó con cuidado mientras acomodaba el tenedor distraídamente sobre la mesa.

 

—Sí, claro, dime. ¿Qué necesitas? —Dejó lo que estaba haciendo y se sentó por un minuto para atenderlo con atención.

 

—Desearía que a partir de ahora… dejaras de moverte a tanta velocidad. No hay necesidad de que corras. No tienes un incendio al cual asistir, ¿cierto? Quiero disfrutar a mi novio por completo y no ver simplemente una estela de él. —Sonrió con cariño y acercó su mano para tocarlo, pero quedó a una pequeña distancia esperando a que el otro la sorteara por su propia cuenta.

 

El corazón del rubio se llenó de amor y tomó cálidamente la mano del piloto que quería tocarlo para sujetarla suavemente. Deseaba tanto besarlo, tomarlo entre sus brazos, aproximarse a él y sentir su calor, pero se contuvo con todas sus fuerzas.

 

Flash simplemente asintió levemente con su cabeza y respondió—: Claro que si, Hal. Procuraré ahora moverme a un ritmo normal. —Soltó el agarre suavemente, como queriendo aprovechar cada leve contacto que tenía, y seguidamente terminó de servir los platos.

 

Luego de aquello, ambos disfrutaron de una agradable cena y conversaron de cosas normales como una pareja que pasa junta la noche buena. Hal le contó las varias películas aburridas que había visto y que jamás volvería a ver, y Barry le relató las misiones a las cuales se tuvo que hacer cargo junto a la Liga. Le contó lo mucho que le había hecho falta su presencia en esos días que había estado en cama y de cuanto extrañaba su compañía. Esto infló el pecho del Linterna de orgullo al sentirse necesitado y sonrió ampliamente a la vez que se llevaba algo de beber a la boca. Realmente necesitaba levantar un poco la autoestima al verse tantos días inactivo.

Al finalizar la encantadora cena, el velocista hizo un ademán de ponerse de pie para limpiar la mesa, pero en seguida con un gesto de su mano el castaño lo detuvo.

 

—Alto ahí, Bear. Ya has hecho demasiado por mí el día de hoy. Al menos déjame a mí levantar la mesa y lavar los platos. Tengo un simple resfriado, puedo sobrevivir a hacer un poco de limpieza —habló todo jocoso pero convencido de lo que quería hacer. La decisión había sido tomada desde hacía rato y se la dejó ver a Flash en los ojos.

 

Barry se sorprendió por aquel gesto inesperado y aceptó gustoso las intenciones de su pareja en repartir las tareas—: Gracias —dijo luego de varios segundos al quedarse en silencio meditando la petición—. He traído algo interesante para pasar la noche. Mientras tú haces eso yo iré a tu habitación a preparar el DVD. He alquilado un par de películas que te van a encantar. —Se puso inmediatamente de pie y se dirigió al dormitorio llevando consigo las mismas—. ¡He traído lo mejor de lo mejor del cine de acción! —exclamó desde el cuarto con entusiasmo al saber la clase de películas que le gustaba ver a su pareja.

 

—¡Eso es genial, Bear! Me cansé de ver pura porquería. Ya deseaba algo bueno  —contestó entusiasmado mientras recogía varios platos y se encaminaba al cesto de basura para tirar los restos de huesos que habían quedado del pavo.

 

Al abrir el tacho, se llevó una enorme sorpresa de encontrar lo que Barry había descartado horas atrás. Miró confundido hacia la habitación en donde estaba su pareja y dejando de lado los cubiertos, tomó la pequeña planta entre sus manos. Una mueca de picardía se formó en sus labios al saber las primeras intenciones de Barry para con él pero luego arrugó su entrecejo y negó con la cabeza al no terminar de comprender porque había tomado esa decisión de desecharla. Resuelto a averiguar lo que estaba sucediendo, caminó directamente hacia su cuarto con claras intenciones de lograr que de una vez por todas su novio le confesara lo que pasaba.

Distraídamente, Flash sin saber lo que sucedía en la cocina, buscó el DVD, lo instaló y de inmediato abrió una de las cajitas de las películas para colocarla y dejarla lista para darle play. Seguido, dio la media vuelta feliz para regresar al comedor y esperar a que su pareja terminara con la tarea. Pero su marcha fue detenida abruptamente al notar a Hal repentinamente parado en medio del umbral de la puerta.

 

—¡Ah! ¿Ya has terminado con los platos? —preguntó sorprendido y alzó una ceja al ver al otro apoyar su mano contra la puerta ocupando la salida por completo—. ¿Quieres primero comer el postre o prefieres ver la película? —siguió preguntando al ver el mutismo del otro que simplemente lo observaba detenidamente. Al no haber respuesta, ladeó su cabeza confundido—. ¿Hal?

 

—Hmm —contestó simplemente y tosió un par de veces haciendo un gesto indicativo hacia arriba.

 

El de ojos azules arrugó su nariz desconcertado y al mismo tiempo alzó la vista en dirección a donde apuntaba para llevarse una enorme sorpresa. El muérdago que había tirado a la basura se encontraba suspendido en el aire por la energía verde del anillo de poder. Miró nuevamente a Hal con la boca abierta al verse descubierto y se mordió los labios por no saber qué contestar. Sabía que el otro le demandaría una explicación y en esos instantes estaba bloqueado como inventarle una mentira.

 

—Dice la tradición que, si dos personas se aman y quedan bajo un muérdago, deben de besarse para perpetuar su amor —explicó tranquilamente a la vez que lo miraba con intensidad, como si pudiera desnudar su alma con aquellos ojos cargados con la fuerza de voluntad, el coraje y la valentía propios de un Linterna Verde.

 

—Hal… yo… —Agachó su cabeza sintiéndose incómodo e intentó dar un paso hacia atrás para alejarse. Pero su tentativa de escape de la situación fue rápidamente detenida por el piloto que lo tomó de los brazos para no permitir que se alejara.

 

—¡Ah, no! ¡Esta vez no te me escapas! —afirmó enérgico mientras lo apresaba contra su cuerpo rodeándolo por la cintura—. Te tomaste la molestia de comprar un muérdago para besarme. ¿Por qué lo tiraste a la basura? —preguntó confundido sin soltar el agarre, no iba a permitir que esquivara una pregunta y mucho menos que se zafara de su abrazo.

 

Barry alzó la mirada y se perdió en aquellos ojos que lo observaban con tanto anhelo y necesidad—: Porque… soy débil, Hal. Por eso la tiré. —Inhaló profundamente y vibró por unos segundos antes de soltar lo que había intentado ocultar—. No se controlarme cuando estoy contigo. Te deseo tanto… Y si fuera por mí… ya hubiera cedido ante mis deseos dejándome tomar por ti en el baño, o hubiera terminado revolcándome en tus sábanas, sintiéndome tuyo entre tus brazos, como lo sugeriste. —Sus mejillas se sonrojaron y llevó ambas manos hacia el pecho del otro para apreciar ese palpitante corazón—. Pero aún estás enfermo y necesitas recuperar fuerzas. No quiero besarte y luego no poder controlarme, accediendo a hacer algo que luego podría hacerte daño.

 

—Oh Dios… Eres la persona más dulce y tierna que conozco. Yo me siento igual cuando estoy contigo, Bear. Todo el tiempo te deseo —dijo abrazándolo con cariño, inhalando nuevamente su delicado perfume al tener su nariz sobre su cuello—. Te preocupas demasiado por mí. Solo tengo un simple resfriado.

 

—Lo sé —contestó en un susurro y correspondió el abrazo también—. Pero, aunque me digas que te encuentras bien, y por dentro me muera de ganas por tenerte, no quiero terminar haciendo el amor contigo, no al menos esta noche. Quiero que descanses y te recuperes por completo. ¿Puedes ayudarme a controlarme? —preguntó vibrando, sintiendo como ya no tenía fuerzas para seguir conteniéndose.

 

—¿Estás seguro de saber a quién le estás pidiendo que se controle? —Rió enérgico y se separó del cuello para verlo y tomar dulcemente su mejilla—. Me estás pidiendo lo imposible, Bear. Pero… hagamos el intento —susurró eso último al borde de la desesperación, porque él tampoco aguantaba mucho más el contenerse.

 

Sosteniendo entre sus manos el rostro de Barry, Hal se perdió en aquellos ojos azules que lo miraban lleno de amor. Eran tan hermosos y puros, que le parecía que alcanzaba ver a través de ellos el cielo del mediodía, limpio, sin una nube opacándolos. El castaño sentía que podía estar horas viendo la luz que desprendían de ellos como si la misma alcanzara a alumbrar cada rincón de su corazón.

 

—Cierra los ojos, Barry. Voy a besarte en este mismo instante —pidió suavemente cerca de los labios ajenos y suspiró complacido al ver como su novio relamía los mismos, ansioso por qué así lo hiciera.

 

—Si... —contestó con un hilo de voz sintiendo que sucumbía ante el timbre usado en aquellas palabras. Instantáneamente fue cerrando los párpados con calma, apreciando los últimos detalles del rostro de su amante que no dejaba de observarlo detenidamente.

 

Los labios de Hal sortearon esa pequeña distancia acercándose tiernamente a Barry y este cerró sus ojos por completo con un suspiro cargado de deseo. Ambos rebordes carnosos se rozaron al fin y comenzaron a buscarse delicadamente, aprisionando suavemente a los otros, regalándose pequeñas caricias, tomando lo que cada uno creía que era suyo. Se besaron sin apuros, con calma, disfrutando lentamente del contacto que venían deseando desde que se habían visto en la tarde. Solo los labios permanecieron conectados durante esos pequeños pero intensos toques hasta que el deseo de ambos por explorarse más profundamente se hizo presente. Fue la lengua de Flash la que tímidamente apareció luego de un tiempo, tocando suavemente los labios ajenos como pidiendo permiso para ingresar; y aceptando gustoso, Hal correspondió la demanda abriendo grande su boca para darle paso a uno de sus bocados favoritos. Unidas entre sí, sus lenguas se movieron armoniosas mientras recorrían los rincones de cada uno, buscando tocar esos lugares en donde sabían que lograban estremecer, jugando en una feroz y desesperada lucha para hacer sucumbir al otro ante el deseo. La humedad en ambas cavidades se hizo rápidamente presente al sentirse invadidas y sondeadas de aquella manera que poco a poco se volvía cada vez más pretensiosa; y al comenzar a sentir como se generaba el traspaso de saliva, la temperatura en aquellos cuerpos que se deseaban con tanto anhelo aumentó hasta llegar a sofocarlos. Al sentir el sabor ajeno impregnado en el fluido que intercambiaban, las manos que antes permanecían tímidas, retraídas, simplemente acariciando solo la cintura o la espalda, se volvieron briosas de sentir, palpar y hasta de apretar al cuerpo que tenían delante. Cada tanto que se separaban para tomar una bocanada de aire y permitirse respirar, aprovechaban ese intervalo para mirarse con lujuria solo para arremeterse nuevamente con más fuerza que antes para continuar en donde se habían quedado.

 

—Hal… —lo llamó Barry como pudo apenas se separó un segundo de sus labios, sintiendo el ardor en los suyos al ser tomados tan demandantemente. Pero nuevamente la boca ajena no quería soltarlo y lo tomó con más prepotencia para silenciarlo, apresándolo de manera tal que casi no le permitía respirar—. E-espera… por favor… Hal —volvió a insistir con más fuerza sintiendo como sus piernas comenzaban a flaquear, sinónimo de que si no lo detenía en ese instante o no se detenía a sí mismo, ya nada lo haría.

 

El piloto se separó con rudeza sosteniendo los cabellos sedosos del rubio y apoyó su frente junto a la otra para mirarlo con el respirar acelerado. Ambos cuerpos temblaron de deseo sintiendo como el fuego los consumía por dentro. Sus bajo vientres clamaban por atención, por sentir las manos ajenas sirviéndose a gusto, anclándose a sus más bajos instintos.

 

—Lo sé… —dijo el castaño con dificultad y cerró sus ojos para inhalar profundo y tratar de enfriar sus sentidos—. Lo sé. Detengámonos ahora. —Soltó suavemente las hebras doradas para tomar lentamente distancia, como si necesitara meditar mil veces lo que estaba haciendo—. A por el postre y luego las películas —terminó de decir dándose media vuelta y caminó con pasos ligeros hasta el comedor.

 

Barry lo miró exaltado por unos segundos, y en cuanto lo notó dándose la vuelta para regresar, se desplomó en el suelo temblando por calor que lo había debilitado. Llevó una mano hacia su pecho y se quedó quieto ahí hasta que sintió como sus latidos volvían a tener un bombear más pausado, un ritmo normal. Fue gracias a que le expresó lo que sentía que ambos pudieron detenerse, que pudieron decir “basta, no sigamos”. Para Barry era importante eso, porque estaba convencido que terminaría afectando a su amante si avanzaban más. Le hubiera dolido en el alma sucumbir ante la excitación y terminar teniendo la razón. Para Hal, bueno…  a él no le hubiera importado mucho sentirse peor de su resfriado si con eso saciaba su pasión por el velocista. Pero él sabiendo todas las molestias que se había tomado su pareja para cuidarlo y para hacerlo sentir mejor, quiso respetar la energía que le había dedicado a sus atenciones; por eso se contuvo.

 

El resto de la noche se suscitó como cualquier otra. Comieron la deliciosa ensalada de frutas con helado y crema, luego se fueron a recostar en la cama del dormitorio para ver las películas, igual que otras tantas veces, y por último, cerca de la media noche, se acercaron a la ventana para ver la blanca Navidad. El cielo oscuro era iluminado solo por las luces de de calle y la noche fría los hacía acurrucarse aún más viendo como la nieve continuaba cayendo afuera. El amor que se tenían era más que suficiente para calentar sus corazones y brindarles un poco de calor. Inmediatamente pasadas las doce, entusiasmados fueron hacia el pequeño pino y abrieron los regalos. Se sentaron en el suelo y el rubio repartió cada presente que había comprado. El regalo de Hal era una delicada bufanda de color negro y verde, y el de Barry, un simple gorro de lana amarillo y rojo. A Flash siempre le gustaba jugar con los colores de los trajes de sus alter egos.

 

—Muchas gracias por el obsequio, Barry. Prometo que te regalaré algo en cuanto pueda salir a un centro comercial —le dijo el Lintera al sentirse en falta por no haberle comprado un presente.

 

—No quiero nada, Hal. Solo quiero que te mejores pronto, con eso solo me conformo —contestó colocándole la bufanda delicadamente, envolviendo su cuello para verlo más abrigado. Luego de observarlo unos segundos comenzó a reír discretamente tratando de cubrirse la boca con una mano.

 

—¿Qué? ¿Me queda mal? —preguntó Hal al no entender la risa del otro.

 

—No. Solo… es gracioso ver como resalta tu nariz colorada. —Volvió a reír con cariño y tomó la mano del Linterna para darle un suave apretón.

 

Hal miró el agarre y sintió la mano de Barry fría. En seguida palpó su mejilla y al verlo estremecerse, se puso de pie tirando de él para levantarlo del suelo.

 

—Vamos, Bear. Hace frío y estás temblando. Debes estar cansado del día largo que  has tenido. Vayamos a la cama. —Lo alzó de la cintura y lo tomó entre sus brazos, cargándolo, mientras se encaminaba con paso firme hacia la habitación.

 

—¿Qué haces? ¡Hal! ¡Ya bájame! —exclamó entre risas y palmeó un par de veces su espalda para llamarle la atención.

 

El otro haciendo caso omiso al pedido del rubio, continuó su andar hacia el cuarto hasta estar cerca del lecho para recostarlo. Con ganas de hacerle una travesura, se tiró encima aplastándolo un poco para luego provocarlo a jugar entre algunos besos tímidos y cosquillas. Sintiéndose cansados por del peso del día, ambos jóvenes decidieron irse a dormir luego de haber pasado largo rato mimándose. Entonces, juntos se quitaron todas las prendas hasta quedar solamente en ropa interior. Permaneciendo pegados uno al lado del otro, sintiendo el calor que se propinaba y los complacía, se cubrieron con las sábanas limpias y un acolchado grueso para abrigarse bien. Seguido, se abrazaron con cariño y antes de entregarse al dulce sueño que los embargaba se regalaron un último y casto beso.

Mientras Hal sucumbía al cansancio, meditó la sensación de paz, de amor y de disfrute que apreciaba estando con el rubio. Había descubierto ese día que el placer que le generaba ocupar el departamento de su pareja, no tenía nada que ver con el lugar en sí, ni con la limpieza, ni con el orden, simplemente era la presencia de Barry, de su Bear, la que lo hacía sentirse lleno de dicha estuviera donde estuviera.

Notas finales:

Gracias por leer hasta el final. Espero que hayan tenido una hermosa Noche Buena y estén disfrutando de una maravillosa Navidad. Los quiero y les dejo muchos besos!


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