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Tranquilidad. por OnlyYou

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El único sonido que se escuchaba en la habitación era el de sus respiraciones, la calma era algo que no obtenía de forma fácil teniendo en cuenta de con quién vivía, por lo que aquellos momentos eran de lo más preciados para un amante de la tranquilidad como él. No era que le molestara el ruido que producía su rubio, uno llegaba a acostumbrarse y hasta llegaba a hacerle sentir extraño esos momentos de silencio cuando estaban despiertos. La respiración suave del contrario le daba a entender que había caído profundamente dormido y, permitiéndose cerrar los ojos, dejó escapar un pequeño suspiro de felicidad y en sus labios apareció una pequeña sonrisa. Una patadita hizo que el menor se quejara de forma baja y removiera, embargando al Uchiha de una profunda felicidad. Su mano derecha se encontraba en el redondeado vientre de 7 meses mientras que la izquierda se encontraba sobre la de su pareja, sosteniéndolo de alguna forma para que no cayera a un lado. Su torso servía de apoyo para la espalda ajena, permitiéndole esto poder ver parte del rostro ligeramente sonrojado del su pareja. Se veía adorable sin lugar a duda.

Itachi se había enamorado de Deidara apenas sus ojos se habían cruzado con los orbes celestes del rubio y, aunque no lo había exteriorizado jamás, sabía que a él le había sucedido lo mismo. Jamás había imaginado que podría llegar a sentir algo tan fuerte y espontaneo, pero allí lo tenía. No pasaba un día en el cual mirara al rubio con una sonrisa y agradeciera en silencio por su presencia…incluso cuando a éste se le daba por practicar con su maldita arcilla y acababa por explotar las cosas que se encontraban cerca del mismo. Por lo mismo fue que le había prohibido terminantemente practicar con ella mientras estuviera esperando a su primer hijo. Recordaba lo duro que había sido convencerlo de que era lo mejor para su salud y que una vez que el niño naciera, él mismo se encargaría de asignarle un verdadero estudio para que pudiera hacer todas las esculturas y explotarlas como quisiera.

Apretó los labios de forma suave para impedir que una risa escapara de sus labios, pero no pudo impedir que su cuerpo se moviera ligeramente, siendo esto suficiente para que el rubio saliera de su sueño con un ligero gruñido de molestia. —Itachi…— Se quejó, componiendo un molesto puchero en su rostro al tiempo que soltaba la mano del mayor y llevaba ambas a frotar sus ojos en un intento por espabilarse. El momento tranquilo había terminado. —¿Por qué haces tanto ruido, hm? Tu hijo no deja de patearme y tú no me dejas dormir. — Exageró, provocando que el pelinegro pusiera los ojos en blanco y que negara con la cabeza, mordiéndose el labio inferior.

—Lo siento, cariño.  No era mi intensión.— Se disculpó de todos modos, depositando un suave beso en la nuca de su pareja y acariciando su vientre con ambas manos para comprobar que su bebé continuara pateando y en cualquier caso, mimar a su rubio. —¿Izuna está portándose mal? — Preguntó con dulzura, dejando libre al rubio de sus brazos cuando éste se enderezó, observándolo e imitándolo cuando se levantó de la cama.

—Sí…es decir, no. Hm. — Frunció su ceño de forma leve a la vez que pasaba una de sus manos por el cabello alborotado en un intento de alisarlo, llevando la otra a su vientre en un gesto que había adquirido en el transcurso de aquellos meses. —Itachi, quiero fresas con crema…y algo picante. ¿Todavía hay ají? ¿Puedes ir a comprar? — Preguntó, ignorando lo anormal de lo que le estaba pidiendo al mayor, pues simplemente sentía la necesidad de comer aquello que había pedido. Sin aguardar a que su esposo respondiera afirmativa o negativamente, se metió al baño y cerró la puerta. No aguantaba más de dos o tres horas sin ir al baño, y eso que no había estado bebiendo demasiado líquido…sin contar los hielos que había tomado la costumbre de masticar.

El Uchiha observó durante unos segundos la puerta del baño con una expresión de incredulidad e indecisión, sin saber si debía permitir que Deidara hiciera tal mezcla. Ante el pensamiento de cómo sería si se negaba a hacerlo, prefirió darle el gusto de cumplir su antojo y conseguir las fresas y el ají que el rubio pedía. —Iré a comprar eso, ¿quieres algo más? — Preguntó, queriendo evitar el volver a la casa y que el contrario lo sorprendiera con que se le había olvidado pedirle alguna cosa.

—¡Compra chocolate! Y gaseosa de naranja y comida chatarra, hm. — Itachi casi deseó no haber preguntado, odiaba que a Deidara sólo le dieran antojos por la comida chatarra, tanto porque era bueno, chatarra, y luego se quejaría de que había engordado demasiado en el embarazo. ¿Lo peor? Lo culparía a él por haber accedido a todo, ya se lo venía venir.

—Llevaré el teléfono por si se te ocurre algo más. — Fue lo último que dijo antes de girar y abandonar la habitación con una media sonrisa, bajando las escaleras hasta la entrada de su hogar. Se calzó y no tardó en salir del inmueble, girando la vista hacia la ventana de su dormitorio a la vez que negaba con la cabeza.

La tranquilidad se había esfumado en tan sólo un momento, dejando paso a un rubio ruidoso y antojadizo. A pesar de todo, no podía evitar sentir ese cariño inmenso por él, joder que lo tenía completamente enamorado.

Apenas subió a su auto, el sonido de su celular lo hizo reaccionar, notando dos mensajes nuevos provenientes de Deidara. No sabía si reír o subir a darle un pequeño golpe, optando finalmente por la primera. Abrió el mensaje e inevitablemente, una amplia sonrisa se apoderó de sus labios.

“Trae crema de maní, pan y cebollas.” Rezaba el primero para el nuevo desconcierto del mayor de los dos, preguntándose qué diría el segundo mensaje. “Izuna y yo te queremos.” Cerró los ojos durante unos instantes, la sonrisa de idiota le duraría un largo rato. Definitivamente, amaba todo lo que proviniera de su escandaloso Deidara. 


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