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Inunaki por MikitsuLee

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Notas del fanfic:

Originalmente, en WP.

Notas del capitulo:

Algo raro e inusual. Espero sea de su agrado. 

Junio recién terminaba, la misma rutina del día. Las mañanas llegaban a ser frías, las tardes soleadas, pero casi al anochecer llovía. Fue uno de los primeros días de julio en que la vida de Takao cambio.

Takao Kazunari, 20 años de edad, estatura promedio, cabello azabache, ojos azules, lo apodaban "ojos de halcón", estudiaba en Aoyama Gakuin, estaba en la facultad de Medicina. Hobby, baloncesto. Familia, padres y una hermana menor de 8 años. Un chico bastante normal con amigos y vida normales. Hasta el momento.

Takao en realidad quería estudiar enfermería, pero por una u otra razón su padre le había obligado a estudiar medicina. Era el orgullo de la familia, aparentemente. Un día que salió más tarde de lo previsto, las cosas tomaron un rumbo completamente diferente para él. Le cambiaron la vida.

Noche lluviosa. Por Shibuya no eran muchas las zonas con árboles, no si no era cerca del parque Yoyogi, de camino a casa pasaba por unos cuantos parques, pero lo que vio ese día le sobresalto. No le dio miedo.

La zona no era peligrosa si no era Ikebukuro, los asesinatos no eran vistos ni si quiera más de una vez al mes, pero esa noche Takao presencio como era que a un hombre le arrebataban la vida con una navaja. Cosa normal, de llamarse de alguna manera. Sin embargo, quedo paralizado cuando el mismo sujeto además de degustar la sangre de la navaja y de sus manos manchadas, se inclinaba contra el suelo hacia la herida realizada. "¡Un vampiro!", pensó. Después se dijo que era bastante estúpido.

El tipo parecía no percatarse de su presencia, así que se acercó un poco al recóndito callejón donde se había llevado el crimen. "Qué estás haciendo, qué estás haciendo", pensaba mientras con sigilo avanzaba, entonces lo pudo ver mejor. El asesino no solo lamia la sangre que escurría de las heridas del cuerpo ya sin vida, sino que también mordía. No, no solo mordía. Estaba tragando.

Takao trastabillo hacia atrás en cuanto vio que el sujeto se había comido gran parte de lo que debió haber sido el cuello y hombro de la víctima, grave error, fue cuando el tipo reparo en su presencia. Al azabache la respiración se le detuvo por un instante y estuvo seguro que dejo de hacerlo en cuanto el asesino se había ido contra él acorralándolo contra la pared. Takao entonces no supo que paso.

Pensó que al tenerlo cerca vería cualquier tipo de cosa anormal y fantasiosa relacionada con los vampiros: colmillos, piel pálida, ojos rojos... cualquier cosa. Pero en cambio lo que encontró fueron dos ojos color esmeralda adornados con pestañas hermosas y anteojos cubriéndole. Takao parecía morado de lo que no respiraba. Era un tipo alto, más que él y su ropa era de manta, es más, parecía de una época remota. El sujeto le estaba mirando fijamente, Takao no podía despegar la vista de su boca donde una línea dura y recta formaban sus labios, escurría de sangre, estaba manchado, inclusive las mejillas. Junto a los anteojos y las vestimentas, eran un desastre rojo. Takao entendió que se estaba mareando porque el sujeto le apretaba el cuello impidiendo que el oxígeno le llegara a los pulmones, tampoco supo por qué razón le soltó.

-¿Vives cerca?

Cuestiono de repente con una voz gruesa y el tono le hizo recordar a la voz madura de su padre. Extrañamente se estremeció, una corriente eléctrica le recorrió todo su cuerpo provocándole que se le enchinara la piel. Takao solo pudo asentir.

-Llévame.

El azabache tocio un poco y se llevó la mano a la garganta en cuanto recupero el oxígeno le miro con un ligero temblor. El asesino no solo tenía los ojos verdes, su cabello también lo era.

-¿Pretendes... que te lleve a mi casa?

-Sería conveniente que lo hicieras por las buenas.

El peli verde le mostro la navaja y Takao se volvió a estremecer. Se quitó la chaqueta y se la dio.

-Estas... lleno de sangre. Al menos ponte esto para no llamar la atención.

El asesino medito la sugerencia un par de segundos. No le importaba en realidad que le vieran lleno de sangre, que se dieran cuenta del homicidio, del cuerpo a sus pies. A él no le importaba en realidad nada. Sin embargo tuvo el impulso de acatar la indicación. Igualmente su aspecto era extraño, aun poseía las vestimentas de su aldea.

"La constitución de las leyes de Japón no aplica aquí".

Takao vivía a tan solo unas cuadras más, el asesino caminaba a sus espaldas, al menos la lluvia había limpiado la sangre fresca de su rostro, pero él se sentía tenso, no solo por lo que había visto, sino también por no saber exactamente la razón que le había llevado aceptar llevar al asesino a su propia casa. Lo había visto ya, se había comido al sujeto que mato primero. ¡Pero qué clase de enfermo era! Y lo estaba llevando a su casa... con su familia... Pero seguía avanzando. Le seguía indicando la dirección...

El azabache titubeo al momento de abrir la puerta, pensando que cualquier cosa podría pasar en cuanto la cruzara... pero hubo completo silencio. Las luces estaban apagadas. Entonces, Takao lo recordó. Los miércoles se hacía visita a casa de sus abuelos paternos. No lo habían llevado por su tardanza. Takao pudo respirar después.

-¿Vives solo?

Preguntaron a sus espaldas. Takao dio un respingo al escuchar de nuevo esa voz. Era... tan peculiar. Y le gustaba. Lo peor de todo.

-No... mis padres y mi hermana. Hoy llegaran más tarde.

El peli verde comenzó a inspeccionar todo estando adentro. Era extraño. Parecía sorprendido al ver las lámparas que iluminaban todo, la pantalla de plasma, el tostador, el refri... todo. Como si jamás lo hubiera visto en su vida, como si fuera la primera vez, como si fuera un niño pequeño explorando el mundo, no supo porque esa idea le llego a enternecer.

-¿Por qué no te das un baño?

-¿Un baño? ¿Hay un rio cerca?

Takao enarco una ceja y negó con los ojos atacados de la sorpresa. Le tomo de la muñeca y lo dirigió por el pasillo hasta el fondo donde estaba la regadera. El asesino no entendía que hacían ahí.

-Para que tomes un baño.

-¿Cómo es que funciona esto?

Takao de nuevo abrió los ojos de la sorpresa al escuchar la cuestión, pero rio tan fuerte al ver como el asesino abría la llave de agua fría para mojarse todo que el criminal no pudo decirle algo ofensivo, solo mirarle de forma recriminatoria.

-Vamos, vamos, ¿qué es todo esto? ¿Jamás habías estado en la regadera?

-No las hay en mi aldea.

"Un pueblo misterioso que está aislado de otras aldeas, incluso del mismo país"

Fue entonces cuando las cosas tomaron un rumbo diferente para ambos. Takao jamás se imaginó que alguna vez en su vida terminaría enseñándole a usar la regadera a alguien, menos a un chico. Inevitablemente, se había sonrojado al tenerlo enfrente sin nada de ropa. El asesino resulto ser un chico realmente sexy. Su cuerpo estaba definido, los músculos estaban tonificados y eran notorios sin tener que llegar a ser llamativos, eran equilibrados como todo en él, inclusive el arma mortal entre sus piernas. Takao tuvo que pasar saliva al notar ello, porque se cohibió y comenzó a preguntarse la razón del porque eso le ponía tan nervioso.

El asesino escuchaba con atención las indicaciones que el chico contrario le decía sin pasar desapercibidas las expresiones en su rostro, comenzando con las mejillas acaloradas. Le llamaba la atención. Tenía ganas de morderlo... de comerlo...

El azabache tomo un pijama de su padre al igual que una muda completa de ropa. Había pensado en decir que era un amigo de la universidad, que estaban en la misma carrera, que vivía lejos por ello estaba en la casa. Durmió en su habitación. No compartieron cama porque además sería bastante extraño. Pero el azabache sabía que algo iba a pasar y no sabía que tan bueno o malo seria. El paso del tiempo solo le indico que debía de ser discreto.

"-Me llamo Shintaro. Midorima Shintaro.

Dijo el asesino al día siguiente de que lo conociera, lo había llevado consigo a la universidad y quedado en uno de los jardines más aislados para que nadie supiera de lo que hablaban.

-Yo soy Takao Kazunari.

El contrario solo asintió. A decir verdad, era bastante callado. Takao solo sonreía al estar al lado suyo.

-¿De dónde vienes?

Midorima guardo silencio. Un largo silencio.

-De un lugar poco conocido pero en el que no podía permanecer por más tiempo.

Takao lo noto, como era que el semblante del peliverde cambiaba a uno más sombrío.

-¿Puedo saber? Claro, si lo deseas.

Un prolongado silencio se hizo presente de nuevo.

-Me violaron."

"La gente de este pueblo vive de una forma extrañamente rara. El incesto, el canibalismo o el asesinato es muy común."

Los meses pasaron, poco después de que Midorima llegara a la casa de la familia Takao, el azabache considero que sería buena idea irse a vivir a un departamento propio, con su Shin-chan, por su puesto. Ese había sido el apodo que le había asignado.

Midorima observaba siempre las expresiones del azabache como si fuera algo que nunca hubiera visto. Había... jovialidad.

"Era normal el olor nauseabundo. Su madre preparaba la comida. Los trozos de carne habían sido proporcionados por su padre. Tenía tierras nuevas y carne gratis, además. Midorima esperaba por el momento en que los familiares del pobre imbécil que cenarían se aparecieran para reclamar venganza. Varias veces llego a preguntarse cómo era que su aldea no estaba extinta.

La venganza llego, claro. Pero antes, algo había pasado primero.

Se había enterado que el hijo de su vecino – que era su primo – estaba en cinta. El padre, era su propio padre. Algo normal. Los padres podían procrear con sus hijos, con sus nietos, con cualquiera. Resultaba nauseabundo, aun más considerando que si no estaban satisfechos con lo que se engendraba se comían al madre, al padre o al propio bebé.

Midorima supo de varios bebés que habían terminado en el estómago de sus padres y también supo de que muchos de ellos terminaron siendo asesinados por las madres de los bebés. Les sacaban las tripas y las exhibían colgadas fuera de su casa. La cabeza era el adorno principal, justo en la puerta. El corazón era desechado y las vísceras cocinadas en consomé. Las extremidades eran removidas de toda carne para asarla y los huesos eran usados de adornos dentro, como recuerdo.

El peliverde temió que eso pasara con su primo. Pero nunca imagino que le iba a pasar a él.

Antes de que los familiares encolerizados llegaran a su morada, su padre lo había seguido rumbo al rio. Las aguas de ese rio eran la única forma en que pudieran bañarse de vez en cuando, su padre lo siguió porque "quería bañarse". No fue por eso. Apenas lo había visto sin ropa le había sometido violentamente separando sus glúteos para después embestirlo de la misma forma. El peliverde lloró. Siempre había sentido que no encajaba en ese ambiente, que algo "estaba mal con él", el dolor físico le marco de por vida, pero el dolor al saberse ultrajado por su padre fue peor. Nadie hizo nada, por su puesto, estaba permitido, ni si quiera debía de sentirse mal.

Pero no quería estar en cinta. El saber que había tenido una hermana que su padres terminaron comiendo fue la gota que derramo el vaso. Se fue de ahí, se largó, se olvidó de ellos... aunque sus orígenes no pudieran ser ocultados, menos por su fascinación al ver las partes humanas sangrantes ser engullidas por sí."

"Muchas personas fueron a este pueblo antes, pero nadie regreso"

-Shin-chan, ¿qué deseas comer hoy?

Midorima parecía no prestar atención, estudiaba cuidadosamente el corazón que tenía en la mesa analizándolo desde cualquier perspectiva. Takao amaba ver esa expresión concentrada, amaba ver todo tipo de órganos. Era la segunda cosa que le hacía tener pasión por algo. La segunda era él.

-He escuchado un rumor, quiero comprobarlo.

-¿Cuál es?

-Que las mejillas saben deliciosas cocidas en su punto exacta acompañadas con ensalada en aderezo de naranja.

-¿Y cómo las prefieres?

-De mujer. No mayor de 25, dicen que esas son las mejores.

Era algo de rutina. Antes de salir al hospital, Takao preguntaba a su esposo qué deseaba comer. Lo conseguía de regreso a casa. En esa ocasión tenia a la persona indicada. Un practicante de 20 años que no dejaba de insinuársele a su Shin-chan. Mientras esta realizaba el inventario, Takao la había encontrado, y sin dudarlo le había golpeado con todas sus fuerzas en la cabeza con un martillo, inconsciente había aplicado anestesia solo para que la perra no se levantara a mitad de su trabajo, cerró la puerta del almacén y comenzó a cortar toda la carne de su pómulo. Después salió del lugar como si nada guardando lo deseado en bolsitas contenedoras congeladas.

"Midorima camino durante mucho tiempo, encontró turistas de vez en cuando, la mayoría europeos, supo entonces que los franceses tenían una sangre más dulce que los ingleses que sabía más a grasa. También supo que lo que le gustaba comer más era la parte del cuello y hombro, en parte porque al encontrar la yugular la sangre era abundante, y cada que se enfocaba en las piernas, le encantaba alcanzar la carótida. La sangre siempre lo llamaba"

La cena no solo resulto ser un éxito, sino que además, tuvo un "final feliz". Takao había provocado a Midorima por debajo de la mesa con caricias incitadoras en su miembro con el pie. Poco a poco la mirada del peliverde se había tornado en una más amenazadora. Takao amaba la forma en que su esposo lo miraba, a punto de devorar, como cuando estudiaba qué era lo que deseaba comer.

Pronto, el azabache se había ido debajo de la mesa, ocupo lugar entre sus piernas para desabrochar los pantalones de su esposo y descubrir una naciente erección, entonces Takao jugaba un poco hasta que la paciencia del contrario estaba a su límite y lo alzaba sobre la mesa rasgándole la ropa. Lo embestía primero y después descubrió su torso, besaba su cuello y sus hombros, mordiendo tan fuerte que la sangre de él le mojaba los labios, entonces Midorima succionaba y mordía de nuevo. La sangre de su esposo era la que más le gustaba, la que más deseaba, lo que más disfrutaba.

Cuando los asesinatos se hicieron más frecuentes en la misma zona, ellos se cambiaron de lugar de residencia. Fue cuando se enteraron. Iban a ser padres.

Takao por un momento tuvo miedo, la expresión en su esposo no fue de felicidad. Esa misma noche supo porque, su esposo se movía constantemente en la cama mencionando algo sobre los bebés devorados.

-No quiero comerlo....

-No lo comerás, Shin-chan

Pero Midorima lloraba. Lo hacía al recordar cada cosa de su aldea, al recordar a su hermana muerta, y tenía miedo, un miedo que se prolongó al tener a su bebé en brazos. "La mayoría de los bebés asesinados, eran niñas".

-Shin-chan, una linda muñequita.

"Pero la mayoría de los bebés devorados por su padres.... Eran niñas".

-Una hermosísima niña.

Concluyo él.

Notas finales:

Gracias por su tiempo. 


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