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Life por MikitsuLee

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Notas del fanfic:

Originalmente, en WP

Notas del capitulo:

Ojala sea de su agrado.

Las partes en cursiva, son escenas pasadas. 

Al principio de las cosas, lo que depara el futuro es un completo misterio, tiende a hacer que las personas tengan curiosidad y planeen cosas que no saben si van a cumplir. Algo como sueños.

“Cuando era niño, Takao Kazunari soñaba con crecer, encontrar trabajo en alguna oficina y casarse después, teniendo dos pequeños con una esposa linda a la que amara mucho, de cabello largo y de ojos castaños. Quería que cuando llegara del trabajo sus hijos lo recibieran clamando sus brazos y su esposa le esperara con la cena lista.

Sin en cambio, Midorima Shintaro lo que esperaba al crecer era ser un médico reconocido, que pudiera viajar a diferentes lugares no solo de su tierra, sino también del mundo aplicando sus conocimientos para el  beneficio  de las personas que lo necesitaran. Shintaro en realidad, no esperaba ser un millonario, lo que deseaba era simplemente poder ayudar a quien lo necesitaba, aunque estas personas no tuvieran medio de pagar. Deseaba ayudar, sin más. De manera genuina.

Kazunari era un niño alegre, reía por todo, era curioso, sus maestros se quejaban de su exceso de energía, dijeron que era hiperactivo. En una ocasión de las tantas que habían mandado a llamar a su mamá debido a los disturbios de su pequeño hijo de 6 años por no poder estar en un solo lugar, el profesor le hizo una recomendación muy diferente a todas las anteriores profesoras y profesores que exigían un castigo.

—Kazunari es un chico especial – había dicho el profesor, mirando con cariño al niño que estaba regañado en su lugar – No es un mal estudiante, solo desborda energía. ¿Ha probado inscribirlo a alguna actividad física, Sra. Takao? De esa forma, pienso que Kazunari podría utilizar las grandes reservas que tiene.

Siguiendo el gran consejo del profesor, la mamá de Kazunari probó primero con natación. El niño disfrutaba el agua, sin duda, pero no, no era lo que él quería. Continúo con el futbol. Después de unas semanas se dio cuenta de que a pesar de que le encantaba correr, no le agradaba precisamente la idea de hacerlo tras de un balón. Entonces, él eligió solito.

En una ocasión mientras buscaba que ver en televisión, lo encontró. Un partido de baloncesto entre dos equipos norteamericanos. Los Lakers de los Ángeles y los Búfalos de Chicago. La forma en que se burlaban del contrincante escondiendo el balón y haciendo maniobras que implicaban largos saltos le atrajo de inmediato y en su cumpleaños lo que pidió fue un balón de baloncesto. Fue así como comenzó su participación en pequeños torneos infantiles hasta llegar a la secundaria, donde conoció a muchos jugadores muy interesantes, otros terroríficos. La generación milagrosa fue quien más le sorprendió.

Caso contrario, Shintaro siempre represento ser un orgullo para la familia Midorima. El hijo mayor del matrimonio, un excelente estudiante, ganador de numerosos reconocimientos y diplomas, un alumno ejemplar e hijo. Su tiempo estaba enfocado al estudio solamente, pero con el tiempo su madre temió a que no consiguiera amigos. Sin embargo, lo que no sabía era que él por su propia cuenta participaba en los clubes de su propia escuela, no solo el de investigación, sino que también lo hacía en el de baloncesto. Resulto que tenía buena condición para los deportes, resistía toda la práctica y se quedaba un poco más a prácticas su dribleo. Cuando entro a secundaria y conoció la clase de equipo que tenía Teiko, el club represento lo mismo que los estudios, debía de mantener sus calificaciones, aunque cierta persona le hubiese quitado el puesto número uno. A pesar de ello, y de los celos que había sentido en un principio, se dio cuenta de que no podía odiarlo, es más, había terminado admirándolo. Resulto que esa persona era un excelente compañero de shogi. Poco a poco los demás miembros de su equipo comenzaron a representar una parte de su vida. En especial, él, quien era el líder del equipo.

Fue en esa competencia donde la indiferencia gobernó la cancha, porque nadie era rival para la generación de los milagros, para la secundaria Teiko, nadie podía asemejarse a esos monstros. Fue cuando su camino se cruzó. Y sus lazos también.”

Al llegar a casa, la completa oscuridad le dice a Kazunari que eso no fue lo que pensó que pasaría, que las cosas que había soñado antes no eran las que estaban ocurriendo en ese momento. Al llegar a casa y ver el desorden en la cocina y la sala, se queda pensando en lo que hizo para que eso ocurriera. No tiene una bella esposa ni tiene un par de pequeños que lo esperan para la cena ni que añoran sus brazos. No tiene nada de eso. Solo muchos inciertos que no sabe cómo se solucionaran. Su mente está llena de dudas y se sigue preguntando qué es lo que pasara en el futuro. Se acerca a su armario para ver una vez más su uniforme abandonado de Shutoku y los ojos se le llenan de lágrimas al revivir con ese hecho todos los recuerdos de la preparatoria. Y a él.

“El año más amargo en la secundaria fue el último. Fue el más duro, indiferente y desolador. Shintaro también lo sintió aunque no dijo nada pese a todo, a la preocupación de Kuroko, la inasistencia de Aomine, la casi deserción de Murasakibara, indiferencia de Kise y absolutismo de Akashi. Aunque se percataba de todo lo que pasaba después del cambio del pelirrojo, no dijo nada, dejo que las cosas siguieran igual y se graduó herido.

Akashi no lo quería, no de la forma que lo quería él.

El trabajo en equipo era un mito en sus prácticas. Estuvo seguro que él solo podría asegurar una victoria en cualquier partido. La suerte siempre estaba de sus lado, por ello jamás dejaba de escuchar a Oha Asa.

Sus padres seguían orgullosos de él al igual que su hermana, pero esa sensación de que algo aún faltaba no se esfumaba ni con todas las medallas ni diplomas que pudiera conseguir. Fue cuando lo conoció.

Estúpido, entrometido, bobo, irritante. Pero persistente.”

Shintaro piensa en la discusión que ha tenido con Takao dos semanas atrás. Bebe agua, se afloja la corbata y soba su garganta porque de alguna manera le raspa. Mira los libros de anatomía frente a él, observa a un lado una fotografía de su primer año en Shutoku y a lado una de él y Takao en su último año. El baile de graduación. Ambos de traje, como siempre, el azabache siempre siendo tan expresivo y él tan reservado. Después de esa foto, habían discutido otra vez.

“Kazunari no pensó jamás volverse a encontrar con el monstro de los triples en su nueva escuela. Shutoku estaba feliz de tener a uno de los miembros de la generación de los milagros en sus filas para ganar la Winter Cup. El azabache trataba de seguir como una sombra cada movimiento del peliverde, aunque este no le prestaba ni la más mínima atención, ni si quiera recordaba el partido de secundaria donde su equipo había sido devorado por esos prodigios triplicando el marcador al final. El resentimiento se convirtió en admiración. Esa admiración, en algo más.

La manera en que se le había confesado, fue después de una discusión. Justo después de perder contra Rakuzan.

Shintaro prestaba tanta atención a Akashi a pesar de haber rechazo un amistoso apretón de manos que Kazunari había explotado.

— ¡Es increíble que pese a esos desplantes, lo sigas mencionando como una prioridad! – Gritó el azabache en los baños, donde había ido después de la derrota para limpiarse el rostro después del llanto – ¡Shin-chan! ¡¿Por qué sigue siendo tan importante aunque te lastime?!

Shintaro no le sostenía la mirada. Kazunari estaba rabioso y apretaba tanto los puños como la mandíbula mientras observaba al peliverde solo contemplar el piso, aunque con la sorpresa de que el azabache pudiera hablarle de esa manera.

—Akashi siempre será importante. Estemos en la misma escuela o no. Me ignore o no.

Aquellas palabras hicieron que el azabache abriera más los ojos, por la sorpresa que después desencadeno el dolor. El sonido de nuevos sollozos hizo que Shintaro levantara la mirada comprobando las nuevas lágrimas de Kazunari mientras apretaba su pecho.

—Supongo que lo entiendo – dijo gimoteando, ahora con la vista baja – Supongo… que es parecido a lo que siento – tomo aire para limpiar sus lágrimas con el dorso y poder vislumbrar la sorpresa en los ojos esmeralda de Shintaro – Desde un inicio no me importo ser nada aun estando frente a ti. Quería que tuvieras en claro que quería superarte, siguiendo cada uno de tus movimientos, pero no lo notaste tampoco. No sé cuándo sucedió, solo te seguí. Continúe siguiendo cada uno de tus movimientos con tal de abrirte paso en la cancha y que pudieras lucirte, que continuaras siendo el tirador más valioso aunque el equipo en el que estuvieras no tuviera el nivel de la generación milagrosa. ¡Ah, pero qué idiota! – El azabache dejo escapar una pequeña risita mientras nuevas lágrimas aparecían, el peliverde escuchaba cada vez más sorprendido – No sé desde cuando te puse por encima de mí, pero entiendo lo que dices. Aunque me trates como basura, aunque me hieras sin darte cuenta, siempre serás importante. Estemos en la misma escuela o no. Me ignores o no.

Finalmente, el azabache salió del lugar con un gesto más que nada furioso.

Shintaro permanece en su lugar, sorprendido, pero confuso. No espero tales palabras de Kazunari, ni si quiera la mitad de ellas. Mucho menos el reclamo.

El camino de regreso fue incomodo, Kazunari iba sentado a lado suyo pero no mi miraba, en ningún momento lo hizo. Parecía ignorarlo y eso le molestaba. Quizás porque se había acostumbrado a ser su centro de atención, pues en ese momento parecía comprenderlo. Kazunari siempre le observaba, como decía.

Shintaro siempre era lento.”

Takao se despierta con pereza, talla sus ojos, mira la hora casi con odio poniéndose de pie  con lentitud, mira a un lado por inercia encontrándose con el hueco de la cama donde Midorima no está. Resopla. Sigue doliendo. Se aproxima a la ducha para enjuagarse durante diez minutos que parecen horas, después sale, frota la toalla contra su cuerpo para secarse procediendo a vestirse. El uniforme blanco del trabajo le  hace recordar siempre al traje que deseo usar en su boda. No en una boda con una mujer, en su boda con un hombre. En su boda con  Shintaro.

Los ojos se le inundan de lágrimas al saber que eso no puede ser posible ahora, las limpia antes de que se desborden revisando por última vez su uniforme, toma  sus cosas para salir y sale del departamento para caminar al trabajo. Y hacia él. Trabajaban en el mismo lugar, continuando la tortura que quedaba inconclusa por las noches de soledad. No había un solo lugar lleno de paz, todos los lugares a los que iba estaba empapados de recuerdos y por consiguiente, todo llevaba a él.

Pero Midorima Shintaro no estaba más ahí.

El peliverde ya está despierto media hora antes de que el azabache lo este. Termina su desayuno mientras revisa el ranking de Oha Asa, entrando en controversia al descubrir su Ítem de la suerte para ese día. “El regalo que te haya dado la persona más importante para ti”. Shintaro revisa en su armario buscando por inercia los regalos de Kazunari. El que más le ha gustado, ha sido una corbata azul marino con rayas verdes que forman rombos. Al reparar en el hecho de esas dos cosas – que es el regalo que más le ha gustado de la persona más importante para él –, se siente vacío, dirige la mirada hacia la cocina para no encontrar a un atolondrado haciendo café para el camino. Resopla. Se acomoda la corbata con lentitud y contempla si semblante descubriendo aquel gesto que tuvo en el último año en Teiko. Y le duele.

Cepilla los dientes al último, toma sus cosas y sale directo al hospital para cumplir con la lista de pacientes que debe atender en su consultorio. Mira la hora con el temor de llegar retrasado, él jamás llega retrasado. Faltan diez minutos para llegar a tiempo cuando está a punto de tomar el elevador, tropezando con la persona en quien ha estado pensando desde hace dos semanas atrás de día y de noche. Le mira con sorpresa, el otro le mira con incredulidad. No puede creer en que se haya topado con él en ese lugar. Y los recuerdos regresan, en un remolino de emociones que amenazan con llenarle los ojos de agua salina.

“El azabache se emociona al saber dónde ha conseguido trabajo. En la cena, parlotea acerca de lo feliz que se encuentra porque no tiene que ir demasiado lejos para descuidar a su hermana menor. Midorima escucha, bebiendo café tranquilamente mientras le observa sin gran expresión en su rostro.

— ¿No es increíble, Shin-chan? Para alguien promedio como yo trabajar en uno de los hospitales de mayor demanda, ¡es impresionante!

—Tienes razón. Me pregunto qué es lo que piensa el director de ese hospital para contratarte.

Kazunari abulta los labios mirando con los ojos entrecerrados al contrario, ofendido.

— ¡No todos somos unos genios!

—Eres la viva prueba.

Kazunari se estresa más, frunciendo ahora el ceño.

—A veces eres tan cruel, Shin-chan – agrega con un gesto infantil. Entonces ve una ligera curva formándose en la comisura de los labios del contrario, obligándolo a aguantar la respiración.

—Lo sabes mejor que nadie.

La sonrisa se vuelve notoria, Kazunari siente escalofríos. Shintaro ha terminado su café y alarga la mano por encima de la mesa para alcanzar la del azabache.

—Espero que no asustes a los pacientes sobre el cruel doctor Midorima – comienza el peliverde, haciendo que el otro se sorprenda – No sabes quién estará trabajando contigo, Bakao.

El susodicho comprende a la primera, poniéndose de pie al instante para lanzarse a los brazos de su amado. Shintaro corresponde, cerrando los ojos para disfrutar de todo el tacto que puede conseguir. También estaba feliz.

—Estarás en el mismo hospital, ¿cierto, Shin-chan?

—Por supuesto. Alguien debe supervisarte.

Kazunari le mira fingiendo sentirse ofendido, pero después le mira con una sonrisa, riendo al final. Se inclina a robarle un beso, Shintaro le mira sin perder detalle de sus labios, pasando las manos por su cintura, alcanza sus labios para reanudar el gesto, haciéndolo de forma lenta. Kazunari se derrite entre sus brazos, Shintaro lo consume. Al final, Kazunari lo arrastra hacia la habitación para sacar algo de su closet.

— ¡Mira esto! Pensé inmediatamente en ti en cuanto lo vi. Sera perfecto porque hace juego con tus ojos y cabello.

— ¿Qué locura has comprado ahora?

— ¡Ninguna!

Shintaro gusta de sacarlo de sus casillas de vez en cuando, en ese momento sonríe sutilmente para observar enseguida el obsequio de su novio. Una corbata azul marino con líneas verdes que forman rombos. Le gusta. Esa corbata no es una que Kazunari utilizaría, pero que a Shintaro le sienta perfecto.

—Utilizaba en el primer día que nos tengamos que presentar, ¿sí? – sugiere el azabache, con una gran ilusión en sus ojos.

—Por supuesto.

Una semana después, al despertar, Shintaro observa en el gancho colgado en su closet su camisa lista para usar, la corbata a un lado y en otro gancho, su bata impecable. Mira a un lado, Kazunari no está. Observa la hora, despertó a la hora usual. Entiende que su novio madrugo y se levanta para buscarlo. Kazunari termina de preparar el desayuno y también el almuerzo de su primer día de trabajo, se voltea para encontrarse con Shintaro despierto y le sonríe.

—Alístate, guapo. Me encargue de lo demás.

—Madrugaste.

— ¡Claro! Estoy tan nervioso que no puedo estar quieto. ¡A la ducha, doctor Midorima!

Shintaro lo observa, estando solo en la ducha sonríe como nunca, apresurándose a limpiar su cuerpo. Viste la ropa preparada por Kazunari, pero al llegar a la corbata, le sorprende de nuevo, apareciendo para arreglársela.

—Impecable. Perfecto como siempre, Shin-chan.

Se pone de puntitas para robarle un beso. Shintaro no le deja para prolongarlo. Aprovechan los diez minutos que tienen de gane gracias a que Kazunari madrugo t comienza con el pue derecho el día tras haber gemido durante ese tiempo con las piernas entrelazadas.

Kazunari no puede sonreír mas mientras van de camino a su nuevo trabajo después de la graduación, dicen que no será conveniente llegar juntos, además, deben ir a diferentes áreas.

Veinte minutos después, ambos están frente al elevador, encontrándose de nuevo.”

Para Kazunari parece ser demasiado el hecho de encontrárselo cara a cara por la mañana, utilizando el regalo que le dio hace un año atrás, en su primer día de trabajo juntos.  Desvía la vista porque siente aproximarse el llanto y toma aire. Shintaro le queda observando unos segundos más hasta que el elevado acude a su llamado. Vacío. Shintaro entra, pero Kazunari no, le observa y sonríe un poco.

—Buenos días, doctor.

Es todo lo que dice, dejando que Shintaro subiera al piso donde daba consultas. Kazunari espera el siguiente turno, mientras tanto, trata de tomar aire, porque el oxígeno no llega a sus pulmones y se siente mareado. Debe comer más, lo sabe, pero no lo hace.

En el elevador, Shintaro procesa lo ocurrido, el encuentro con la persona que le había dado esa corbata y la frialdad del saludo. No pudo contestar.

Ingresa a su consultorio, a tiempo y en forma como siempre, su asistente le mira extrañada, sabe que algo le pasa, en su mente le cruzan ideas de cómo hacer que el doctor se sienta mejor. Kazunari la odia. El azabache la encontró varias veces, demasiado cerca de su novio. “Zorra”, así la denomina el azabache sobre todo cuando está molesto. Lo está cuando en su guardia la escucha canturrear con las demás asistentes. Prepara café, sabe que es para Shintaro.

— ¿Cómo te va a ti, querida? – cuestiona otra de las tipejas que no dejan de ver al peliverde. Kazunari siente ponzoña en la boca.

—Bien, bien. Hoy el doctor no parece estar de buenas. Ha estado así durante dos semanas – Kazunari escucha atento, sabe que es el tiempo que ha pasado desde que Shintaro dejo la casa para regresar a su departamento de soltero.

— ¿El doctor Midorima? ¿Es que hay diferencia cuando está feliz o malhumorado?

Suelta una de las pocas amigas de Takao, Ila, una de las pocas que conoce la relación de ambos. Las demás asistentes ríen, la asistente del peliverde sonríe aunque por dentro ya la ha ahorcado.

—Pues yo se distinguir cuando está de buen humor o no – alardea – Y es evidente que hoy no lo está. Quizás algo le paso de camino al hospital.

—Ah, eres adivina – se burla Ila – ¿Y según tú, que le pasa?

—No lo sé muy bien, querida. Pero yo creo que el doctor necesita novia.

Ila comienza a reír. La asistente le mira con algo parecido al odio.

—Ya tiene pareja, querida

La tipeja tuerce la boca, Takao finge ir entrando, sonríe felizmente al escuchar lo que su camarada le dice a la asistente que tanto odia. Ella le mira con recelo. Tampoco le cae bien porque en todas sus sospechas por saber quién podría ser la pareja del doctor del que tanto le gusta, no hay otra que él. Y le tiene celos, como Kazunari a ella.

En su oficina, Shintaro piensa nuevamente en lo ocurrido por la mañana y en lo ocurrido dos semanas atrás. Después, su mente divaga en la secundaria, divaga en u pelirrojo y termina por divagar en el azabache. En su discusión. Resopla y vuelve a recordar.

“Shintaro fue de visita con sus padres. Su hermana comenzaría la escuela preparatoria dentro de poco y a él comenzaron a cuestionarlo.

— ¿Cuándo es que nos darás la sorpresa y traerás a una linda chica a la casa?

Cuestiona de primero su padre, Shintaro siente que la comida ya se le ha amargado con esa simple pregunta y su hermana que está atenta nota el cambio en su expresión.

—No traeré una chica.

Sus padres le siguen mirando. Su madre en especial es quien más preocupada esta, ese temor le regresa, solo que en vez de pensar que no conseguirá amigos, piensa que no encontrara pareja, y no lo desea.

—Hijo, estamos hablando enserio. Tienes trabajo, ejerces bien tu profesión, puedes sostener un hogar, una familia, estás en edad para casarte.

La comida se vuelve difícil de tragar con esa última parte, Shintaro carraspea la garganta y toma algo de té.

—Tampoco quiero casarme.

— ¿Bromeas? – su padre no cree una sola palabra.

—No.

—Querido, deja que consiga primero una novia y después hablas sobre matrimonio – interfiere su madre, el peliverde agradece.

—Exacto, papá. Deja que el amargado de mi hermano consiga a una chica linda primero.

Agrega su hermana con una sonrisa traviesa, Shintaro sabe que bromea y de alguna forma, esas palabras le hacen recordar a Takao. Sonríe ligeramente y sigue comiendo.

—Bien, no hablemos sobre matrimonio. ¿Pero cuando mostraras interés con alguien? ¿No quieres una novia?

—Ya dije que no traeré a una chica.

Su madre conoce esa determinación, su padre guarda silencio por un momento.

—Tengo pareja.

— ¡¿Enserio?!

Cuestionan los tres al mismo tiempo, Shintaro interrumpe su comida un momento para reanudarlo un segundo después. Asiente.

—Espero que sea inteligente y linda como tú – comienza su madre

— ¡Pero divertida! No quiero ver doble porque sea amargada como tú – dice su hermana, Shintaro ríe entre dientes. Takao no es amargado.

— ¡No! Que sepa cocinar delicioso, que sea una buena ama de casa – termina su padre.

La comida se le vuelve a amargar. No se refiere a una chica al decir que tiene pareja, su hermana parece descifrarlo además de entusiasmarle la idea. Al saber la verdad, solo su padre podría estar en desacuerdo. Su único hijo varón, siendo pareja de un chico.  El orgullo de su familia, podrían decir que se había convertido en una deshonra. Tenía miedo, pero no pensaba negar a Kazunari.

—Pues… – Shintaro  se queda pensando en su novio, repara en todas sus características y después mira directamente a su padre – No es un genio, pero es lindo. Es divertido, se ríe mucho por todo. Desborda alegría, no sabe quedarse quieto. Al principio, cocinaba terrible, pero ha mejorado mucho. Es persistente. Sus ojos me encantan – conforme describe, la sonrisa en el rostro de su padre se deshace poco a poco, con cada adjetivo entiende menos – Lo conozco de la preparatoria, jugamos juntos. Es un chico.

La mirada de su padre desencaja, se pone abruptamente de pie,  Shintaro hace lo mismo, preparando el rostro para recibir el primer puñetazo si es el caso, su madre lo hace también, tomando el brazo de su padre detenerlo.

— ¡¿Un chico?! ¡¿Enserio, Shintaro?!

 La incrédula combinada con la decepción quizás es lo que ve Shintaro en los ojos esmeralda de su padre, su hermana es al ultima que se pone de pie tomando la mano de su hermano para apretarla fuerte, sabe que está preocupada.

—Sí, un chico.

— ¿Es que no quieres darme nietos, acaso?

Un nuevo nudo se forma en la garganta del peliverde, porque ni siquiera ha considerado esa idea. Ni matrimonio, ni hijos, ni nada. Su pequeño mundo está bien con Takao en él, sin formalidades.

—Tranquilo, querido – interviene su madre, lo jala otro poco, su padre parece calmarse poco a poco, su hermana también afloja el agarre de su mano.

—Shintaro, ¿es lo que quieres? ¿Eres feliz con él? ¿Estás seguro?

Es entonces cuando el peliverde comprende que su padre no está molesto precisamente porque esté con un chico, si no que le cuesta renunciar a la idea de verlo algún día casado con una mujer para que le dé nietos. Esa ha sido su ilusión siempre, lo sabe, desde que supo que iba a ser padre e iba a ser varón esa fue su ilusión, que su hijo le presentara a una linda y humilde chica para hacerla su esposa. Sabe que reacciona así porque es difícil soltarse de algo que se esperó durante mucho, pero también sabe que no está molesto.

—Soy más feliz de lo que alguna vez pensé.

La madre de Shintaro sonríe al escuchar las palabras de su hijo, está emocionada. Su padre resopla, cierra los ojos y vuelve a resoplar, después se acerca a su hijo para estrecharlo en un abrazo fraterno.

—Tráelo pronto. Queremos conocerlo.

Shintaro corresponde después, una ligera curva aparece en sus labios y su hermana le abraza por detrás.

— ¡Mas te vale que sea tan divertido como dices!

—Lo es – dice con una sonrisa.

Su familia sabe que no sonríe así con regularidad, por lo tanto, están más que satisfechos. Shintaro se despide de ellos media hora después para regresar al departamento con Kazunari. 

Notas finales:

Gracias por leer!!


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