Con el ceño fruncido, tomó sus audífonos para tratar de ignorar el ruido que se armaba en la planta inferior.
Eran apenas las nueve de la mañana y, sin embargo, ya había vuelto el mismo fastidio de una semana. Una voz casi alterada, bastante habitual, y una nueva reclamante, la cual tenía una semana de ir a su casa.
En principio parecía un monólogo pero prestando la suficiente atención era claro que una voz reclamaba varios puntos a la vez mientras que la otra se hacía notar apenas.
Si bien era paciente no soportaba el ruido en extremo así que decidió que lo mejor sería acabar con él o por lo menos trasladarlo a otro lugar lejos de su oído.
-¿Aló?
-Necesito que vengas. Ahora.
-Tú casa, tus problemas.
-Mis problemas no son rubios.
-También necesito descanso. Es agotador estar con ambos a la vez.
-Sí, me doy cuenta. Pero pasa que desde hace tres noches que no tengo un sueño decente.
-Tus sueños nunca son decentes, Sasori.
-No me refiero a eso.
-Ya sé. Paso en media hora.
-Dejaré la llave tirada para que entres. Estará cerca de la puerta.
-Bien.
Se levantó de su cama y asomó el torso por la ventana que daba a la fachada de su casa. Tiró la llave tal y como había dicho y se recostó nuevamente.
La media hora pasó y escuchó cómo habría la puerta. Una sonrisa se dibujó en su rostro, silencio al fin. Se pasó el resto de la mañana dormido hasta que la alarma sonó. Era mediodía, lo que suponía ir a la academia.
Se alistó tranquilamente y partió. Iba en el bus y coincidentemente Sasuke apareció ahí también. Se sentó a su lado sin decir palabra alguna, lo único que hizo fue bostezar. En su mente se formó la irónica idea de la ley del talión. “Si yo no pude dormir bien, tu tampoco”.
-Se te ve de maravilla, Sasuke.
-Me veo fatal comparado contigo.
Ambos se miraron desafiantes y posterior a eso, rieron. Ambos estaban cansados por razones diferentes pero tenían que ver una con otra en cierta manera. Sasuke se había pasado la noche hablando con Ino hasta las dos de la mañana. Por su lado, Sasori había tenido que escuchar las innumerables reprendidas que le daba Deidara a Naruto.
-Me pregunto cuánto aguantarás con tu jueguito.
-Antes hubiera dicho que tres meses más.
-Sinceramente, tengo mis dudas.
-Yo también.
-Puedes terminarlo cuando quieras. El idiota está que se reprende hasta de no echarle azúcar al café.
-Lo sé; pero no quiero acabarlo.
-… Explícate.
-No quiero estar cerca de él. Sasori, tengo miedo.
En ese momento apareció una amarga sonrisa en el pelinegro. Sasori entendía bastante bien lo que sucedía. Seguían siendo personas. Ser como eran no era tan simple como decir “estoy muerto”. Era todo un proceso; cada vez iban convirtiéndose en lo que eran hasta que llegaran al punto de ya no sentir nada.
Él ya había pasado por ese proceso y sin dificultades pero Sasuke aún no. Y de no haber sido por Naruto, él no tendría miedo. Sasuke temía del dolor y sabía que si estaba cerca de Naruto, en algún momento sería herido.
Solo tenía dos opciones: La primera era seguir con el juego hasta hacer que Naruto se sintiera completamente miserable. Romperse a sí mismo, romper al reflejo de lo que pudo ser. La segunda era acercarse a Naruto. Se arriesgaría a ser alguien más del montón y a sentir le que siente ese montón.
Antes le hubiera dicho que hiciese lo primero. “Rompe a Naruto. Se cómo nosotros” pero no podía decirlo, había algo que lo retenía de decir esa respuesta.
En el pelirrojo también apareció esa triste sonrisa. Comprendió que lo que lo retenía era la simple preferencia de que Sasuke fuera como los demás. Quería que tuviese el privilegio de sentirse vivo y de sentir cosas agradables. Cálidas. No quería que fuera como él.
Lo vio de reojo, su mano temblaba, su rostro permanecía sereno. Probablemente lo que sentía hacía Sasuke sería lo más parecido al amor que sentiría en su vida. Le tomó la mano sin mirarle. Era fría; Sasuke solo se apoyó en su hombro para dormir.
Llegaron a la academia y ambos bajaron del bus. Era el momento de decirle y mostrarle el cariño que le tomó.
-Debes acabar con ese juego.
-No lo haré.
-Sasuke-
-Sé lo que tratas de hacer. No quiero perder lo único que tengo.
-Tú aún puedes-
-No, no puedo. Deberías de entenderlo, tú eres como yo.
-Te equivocas. Somos parecidos pero no iguales.
-Sasori, ya basta.
-Mírame. Tienes en mí un amigo, Sasuke. Tienes en Naruto la oportunidad de ser feliz. ¿No lo ves? Si te conviertes en mí siempre estarás solo. Y es agradable algunas veces pero también duele.
-A mí me gusta estar solo.
-A mí también pero sabes de lo que hablo. Te despertarás y harás lo que tengas que hacer. Saldrás de tu casa y volverás y siempre encontrarás la luz apagada. Dormirás en medio de un silencio total. Sasuke, Naruto te recibirá con los brazos abiertos, eso lo sabes tan bien como yo.
-Pero yo no… no sé qué decir. Le tengo miedo a él y lo peor es que no sé por qué. Es tonto y ruidoso y me agrada pero no sé porqué le tengo tanto miedo.
-Porque no es miedo.
-Qué dices. Conozco el miedo y este lo es.
-Nervios, aumento del ritmo cardiaco y frío ¿Cierto? O por lo menos la sensación de frío.
-Sí.
-Eso no es miedo, tonto. Aunque se le parece.
-Qué es entonces.
-Atracción. Sasuke, aun si no te gusta Naruto, puedes salir con él. Dicen que el amor es la mejor experiencia que uno tiene, y sí, atracción y amor son dos ideas distintas pero quizá puedas sentir esa calidez que deseas. Solo dile lo que quiere escuchar. Sé feliz, Sasuke. Por los dos.
Dicho aquello se alejó del azabache. Caminó a paso lento hacia el salón; ya estaba por el cafetín cuando Sasuke le rebasó. Sonrió para sus adentros, nada podría salir mal.
Iba a pedir un café cuando su celular sonó. El número era de Itachi.
-Qué pasa.
-Dónde se supone que estás.
-Por ahí, a ti qué más te da.
-Cierto.
-Como que estás muy calmadito para estar con Deidara.
-Bueno, Naruto ya se fue y las cosas se van a arreglar.
-Qué hiciste, Itachi.
-Le dije a Naruto que se portara mal. Parece que la persona por la que discutían solo estaba jugando con Naruto para hacerle sentir miserable así que le dije que si ese tipo trataba de ir a su lado fuera lo más cruel posible. Después de todo es una por una.
Sasori colgó y corrió al aula. Trató de entrar pero la puerta tenía seguro, vio por la ventana que Sasuke estaba frente a Naruto y sus nuevos amigos. Le pareció que todo sucedía tan rápido y tan lento a la vez. Le dolía el pecho, cuánto ha pasado, ¿Uno? ¿Diez? ¿Treinta? No sabía cuantos segundos se quedó viendo antes de que Sasuke hablara con el rubio pero la punzada en su pecho era muy fuerte, tanto que no le dejaba reaccionar.
-Quiero que me disculpes por cómo me comporte. También… quiero decirte que me gustas mucho y que quiero que salgas conmigo.
-Sasuke… eso es… muy tonto de tu parte. A mí no me importa cómo te comportas, nosotros no somos amigos ni nada por el estilo. Y ¿Te gusto? ¿Te van los hombres? Vamos, puedes hacerlo mejor. Arrodíllate, dame la mano. Por qué estaría cerca de alguien tan tedioso como tú.
-… Ya veo.
El rostro de Sasuke era inexpresivo. Solo se sentó en una carpeta de atrás, no le miró. Le abrieron la puerta y fue directamente a donde Sasuke estaba. Le tomo de la muñeca y se lo llevó. Fue con un coordinador y le dijo una mentira para que los dejara salir.
“Sasuke está mal, le ha dado la influenza” simple. Salieron y tomaron un taxi hacia la casa del pelirrojo. Sasuke no decía nada, solo miraba por la ventana.
Llegaron y subieron a la habitación del pelirrojo. No soltó y solo le miraba. No podía verle los ojos ya que tenía la cabeza gacha entonces le abrazó y, en un susurro, le pidió perdón repetidamente.
En un momento sintió como algo húmedo le mojaba el hombro. Abrazó a Sasuke con más fuerza. Se reprendía mentalmente por haberle empujado a ese dolor. Se sentía triste y enojado pero eso no era lo más importante para él.
No necesitaba saber los detalles de la vida de Sasuke para saber qué tan mal se sentía. Si bien todos ellos se parecían mucho siempre hay algo que te diferencia. Hay algo a lo que todos le temen y tratan de evitar.
Algunos evitan la compañía, otros evitan hablar, otros, escuchar. Él mismo evitaba tomase las cosas en serio y Sasuke ilusionarse. Le dio la esperanza de una vida feliz a Sasuke y lo lanzó al dolor, no soportaría mucho. Cuando se trata de evitar alguna sensación tan bien como lo hizo Sasuke, se olvida lo que se siente y cuando vuelve es peor que la anterior.
Sasuke era como él y como el resto de ellos. No había forma de evitarlo y lo ayudaría a ser lo que debía ser.
Despacio, buscó los labios del moreno para besarlo. Sasuke no opuso resistencia, tal vez sabía lo que debía pasar. Lo llevó a su cama y lo recostó con delicadeza. Se separó un poco para verle al rostro. Le diría que sería solo un revolcón y ya, algo para pasar el rato. Vio sus ojos tan vacíos, la negrura que se daba en ellos un llanto solitario.
No podía, no quería que Sasuke fuera así. Juntó sus frentes y le hizo una promesa que nunca rompería. El rostro de Sasuke se descompuso totalmente y lágrimas cayeron de sus ojos. Siguió adelante, haciéndole sentir nuevas sensaciones al pelinegro, arrancando de sus labios varios suspiros hasta que se hizo de noche.
Esta es mi única oportunidad, Sasuke. Me enseñarás a querer y ser querido. Jamás serás algo de una noche. En mí tienes a un amigo, a un confidente, a un amante. Y la poca calidez que tenga te la daré a ti porque eres lo más cercano a alguien amado que tuve y tendré. Siempre estaré de tu lado y siempre serás lo más importante para mí; porque tú me enseñarás a sentir, porque tú serás la luz de mis noches, yo solo sentiré para tí. Te lo prometo.