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Vivir y existir son dos cosas distintas. por Amaidesu

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Notas del capitulo:

Lamento mucho haber demorado tanto para actualizar, ocurrienron algunas cosas por las que me tuve que alejar de la red en general.

Por ahora las cosas se están normalizando y logré traerles este cap.

Espero que le guste. Aviso al final del texto.

<https://www.youtube.com/watch?v=sk1RcHo0Wos

 

 

7:10 am.

Un ligero temblor atravesó el cuerpo bajo las sábanas, se cubrió para que no le diera tanto el aire y volver a dormir pero no fue capaz de zambullirse profundamente al sueño otra vez. Se levantó con un cansancio anormal en él.

Si bien otras veces no le daban ganas de levantarse aquello era distinto. Se sentía cansado, como si hubiera estado cargando algo pesado y no entendía el porqué.

Bajó a desayunar y se preparó un café caliente para relajarse. Era una mañana extraña, el cielo nublado le gustaba pero era algo raro en pleno verano. Lo mejor es aprovechar los escasos buenos momentos. Terminó y dejó su taza en la mesa, se dio una ducha rápida y se cambió raudamente para, finalmente, salir.

A hora y media de su casa había un parque realmente hermoso. No era como los otros parques, donde encuentras asientos y puestos de comida, era distinto, agradable. Sí, había asientos pero estaban lejos del pequeño bosque de árboles; ese era su lugar favorito.

Pocas personas se internaban en ese lugar ya que no había sombrillas ni otras atracciones que no fueran las plantas, pero sobraban insectos, especialmente voladores. Para él era casi un regalo. Podía entrar libremente y trepar sin que nadie le dijera nada; bellas aves cantaban entre las ramas y más de una vez encontró nidos con polluelos dentro.

Llegó y, como esperaba, no había nadie alrededor.

Se quedó parado un momento en la entrada, cerrando los ojos respiró hondó y dejó que el silencio se apoderara de sus oídos.  Abrió los ojos y se internó entre los árboles…

Caminó varios minutos siendo el canto de las aves su compás a cada paso. Era lo más hermoso que había podido experimentar; el sonido de las ramas bajos sus tenis y el viento entre las copas. Las franjas de luz, no muy fuertes, no muy tenues, que se filtraban por entre las hojas y la fría calidez que lo envolvía.

Era su mundo, algo para él y que nadie jamás entendería.

Siguió caminando todo recto, tenía en mente su destino. Lo vio, a lo lejos estaba la mayor atracción de ese sitio: Un imponente árbol que se distinguía del resto. Era el más grande y el más viejo…  y era perfecto.

Lo trepó como había hecho docenas de veces, lo trepó y al llegar a la cima vio el fin del mundo. Enfocó su mirada hacia el cielo, viendo el lento caminar de las nubes turbias. Llovería pero sería tenue.

-Una llovizna de verano.

Primero fue una gota seguida de otra. Así comenzó el llanto silencioso del cielo. Gota a gota se desahogaba; era su forma de hablar.

-Han pasado muchas cosas, viejo Albus. Algunas más peculiares que otras.

Lentamente descendía entre las ramas hasta llegar a la mitad. Se acomodó en una de las ramas más gruesas y apoyó su espalda en el tronco principal.

-Dos meses han pasado, viejo Albus… Ya tengo 18, ya soy mayor de edad… Ya no soy un niño. No lo entiendo, lo eh pensado pero no encuentro respuestas. Te lo dije a ti primero pero ya no estoy muy seguro de hacerlo. Es algo tonto y no sé qué es lo que siento. Cuando lo dije solo lo hice sin pensar en hacerlo pero no eh podido quitármelo de la mente. Es extraño, sabes que desde hace años había podido controlarlo pero ya no. Apenas me descuido y… pienso, cada vez es peor. Lo que me hace sentir es algo raro. Me da frío y, una corriente, siento una corriente rara por mi cuerpo. Es una sensación extraña pero… me gusta.

Calló. Cerró los ojos y se concentró en los sonidos del exterior. Respiraba lentamente mientras evocaba aquella sensación que le causaba tanta confusión. Al principio le costaba un poco pero solo era profundizar más en su mente.

Abrió los ojos lentamente viendo a través de las ramas sin decir nada. Una sonrisa apareció en sus labios y una gota cristalina escapó de su dominio.

-Quisiera saber cómo eliminar esto. No puedo ser tan tonto. Tú me has ayudado mucho, viejo Albus, ¿Puedes ayudarme ahora?... Es realmente tentador…

Miraba hacia abajo mientras se sujetaba fuertemente del árbol, una mirada soñadora observaba inquisitoriamente las hojas, la tierra debajo de él. No supo cuánto tiempo estuvo vigilando el suelo pero para cuando recuperó la conciencia sentía adormecida sus piernas y brazos. Se paró en la rama estirándose e iba a subir para tomar un objeto cuando un gato apareció ramas abajo. Este lo miraba y comenzó a trepar hasta llegar a sus pies.

Volvió a sentarse y el felino se acomodó en sus piernas enrollando la cola y ronroneando. Iba a tocar las orejitas del gato cuando un sonido lo alertó; ramas quebrándose bajo los pies de alguien.

Molestia y curiosidad se hicieron presentes. No era de su agrado que otra persona estuviera a su alrededor pero le causaba cierta intriga el saber quién había llegado a ese sitio. 

Esperó a que aquella persona se acercara más para poder verle.

El sonido de las pisadas fue acrecentándose, estaba más cerca. Miró en dirección al sonido.

A veces pensaba que al mundo le gustaba fastidiarlo; de todas las personas que podrían haber ido a ese parque y de entre todas ellas, la que se hubiera internado en el bosque; demasiadas casualidades que más parecían bromas hechas por un vago bufón.

-¿Sasuke? ¿Qué haces aquí?

“Qué haces aquí”, tenía varias respuestas tanto válidas como burlescas, y en ese momento se le ocurrieron varias mordaces.

-A qué has venido.

-Estaba siguiendo a ese gato del demonio. El muy tonto se metió al bosque así que tuve que venir para llevarlo de vuelta.

-… Ya veo.

El azabache miró al felino en su regazo para luego cogerlo del cuello.

 -Toma.

Y sin más lanzó al gato en dirección al rubio que lo miró atónito por haber tirado al gato de una altura de cuatro metros.

-¡En qué demonios piensas! ¡¿Cómo se te ocurre tirar a un pobre animal desde tan alto?!

-Tú querías tu gato, además esos siempre caen de pie, ¿No?

-De los dos, tú eres el más animal.

-¿Me estás comparando contigo?

-Cállate idiota.

El ojizarco se devolvió sobre sus pasos para, finalmente, desaparecer de la vista del azabache. Sasuke se quedó viendo en la dirección en la que se había ido el rubio, por un breve instante pensó que este le reclamaría por estar en un árbol y, probablemente, le exigiría bajar de ahí. No sucedió y se sentía confundido.

Volvió a pararse sobre la rama para alcanzar la soga que dejaba atada a la mitad del árbol, la tomó y ató un extremo a su tobillo derecho. Se aseguró de que estuviera bien atado ya que un accidente sería problemático y difícil de ocultar. Hizo un nudo extra al extremo que estaba amarrado al tronco y subió nuevamente hasta donde la cuerda se tensaba.

Miró al suelo y balanceó suavemente la soga.

Uno, dos, tres; su corazón aceleraba el ritmo y el sudor perlado invadía sus palmas. Nervios, ansias, miedo; tantas emociones por un solo acto, y aún no lo había realizado. Se puso de cuclillas, sujetó fuertemente las ramas, inclinó un poco el cuerpo hacia adelante.

La brisa estaba fría y era como si le empujara. Hacerlo, no hacerlo.

-Yolo.

Abrió las palmas y dejó que la gravedad hiciera su trabajo. El rugido del viento en sus oídos, era relajante a su modo pero otro sonido se hizo presente. Escuchó claramente como alguien gritaba su nombre, dejándolo desconcertado. 

La soga volvió a tensarse, el dolor en el tobillo le hizo abrir los ojos. Estaba de cabeza a treinta cm. del suelo.

El sonido de pisadas se acercaba seguido de un “idiota” en letras grandes.

-Menos mal; ¿Tienes idea del susto que me has dado? Tú, maldito idiota.

Si antes estaba desconcertado, aquello no se le comparaba.

Primero, Naruto había regresado y tenía en los brazos sándwiches y refrescos. Segundo, puede que al rubio no le hiciera gracia llevarse un susto pero lo que veía no cuadraba con el enojo totalmente. El ceño del rubio estaba ligeramente fruncido, sus ojos tenían pequeñas lágrimas, pero se quedaron ahí;  y lo más extraño, los labios y cuerpo temblaban como si tuviera frío, lo cual era imposible en pleno verano.

-Por qué tiemblas.

-¿¡Cómo que por qué tiemblo!? ¿Casi te matas y quieres que esté como si nada?

El azabache no dijo más. Haciendo un poco de esfuerzo se soltó de la soga. Se levantó y mostro su cuello, brazos, y abdomen al rubio para mostrarle que no tenía ninguna herida.

-Ahora deja de temblar, pareces una gelatina.

-Tu tobillo, ¿No te duele?

-No.

-Déjame ver.

De inmediato Sasuke quitó su pierna del alcance del contrario aunque le costó. Al apoyar su pesó en su pierna derecha sintió como si le atravesaran el tobillo con una lámina de metal, suficiente dolor para perder el equilibrio. Naruto no desaprovecho y de inmediato le alzó la basta del pantalón dejando al descubierto el tobillo del contrario.

Como esperaba, este tenía marcada la zona del tobillo en moretones causados por la soga. Sasuke, como no le hizo gracia, pateó al rubio de modo que cayó de espaldas. Se cubrió los moretones y se paró dispuesto a volver a su casa.

-Qué haces.

-Me voy, ¿No ves?

-Pero tu tobillo, por lo menos ponte algo frío para que ya no te duela.

-No me duele.

-Estás mintiendo.

El moreno simplemente le dio la espalda para irse. No tenía la más mínima intención de mostrarse débil, y menos por un tobillo. Empezó a devolver sus pasos pero Naruto le retuvo. Jaló su brazo para soltarse pero el rubio simplemente no lo dejaba.

Harto ya de esa situación, y no viendo otra salida, dejó de resistirse para llegar a un acuerdo.

-¿Qué quieres para dejarme ir?

-Tu casa está lejos desde aquí. Podría comprar hielo en un quiosco para que te lo pongas.

-Si lo hago ¿Me podré ir?

-Sí.

Se disponía a sentarse cuando fue detenido por el rubio. Lo miró enojado, ya había aceptado el hielo ¿Qué otra cosa quería?

-Voy a esperar a que vuelvas. ¿O prefieres que camine con mi tobillo terriblemente lastimado? Eso sería muy cruel de tu parte.

Dicho de esa forma, le presentó un dilema al rubio. Dejarlo y correr el riesgo de que se fuera en su ausencia. Llevarlo consigo y empeorar su tobillo. Ninguna de las opciones era conveniente.

-Me quedaré.

-¿En serio?

-Uhum. Me quedaré aquí sentado hasta que vuelvas, lo prometo.

Siendo así Naruto dejó a Sasuke sentado sobre el árbol. Salió del bosque a comprar hielo y regresó. A mitad de camino se quitó el polo para envolver con este el hielo. Llegó al sitio donde había dejado a Sasuke, pero no lo encontró. Se había ido.

Lo buscó por los alrededores con la esperanza de que no estuviera muy lejos pero no lo encontró.

Al final se rindió, tiró el hielo y se puso el polo, ahora mojado, para regresar a su casa. Debía ir a clases.

De camino a la academia se le ocurrían las diversas formas de regañar al azabache por haberse ido y por mentir. Nada más entrar al salón lo vio. Estaba sentado en una carpeta del medio como si nada.

-¡Tú, mentiroso bastardo!

Tan  pronto  lo dijo se arrepintió. No pensó, habló por impulso y ahora todo el salón lo miraba. Todos excepto Sasuke, él se matenía viendo al frente.

Tragándose la vergüenza se sentó junto al azabache. Iba a zarandearlo pero notó que el contrario llevaba los ojos cerrados y sus audífonos puestos.

Se le veía bien. Su cara reflejaba calma; parecía dormido y despierto, como si en cualquier momento fuera a molestarlo como siempre. Se le quedó viendo un rato y se concentró tanto en hacerlo que no se dio cuenta de cuando llegó el profesor.

Sasuke se quitó los audífonos y escuchó la clase como cualquier otro día. Naruto había perdido la oportunidad de reñirlo.

Llegó el receso y Sasuke se subió a la carpeta para salir sin pedirle permiso a Naruto. Este, enojado, le siguió. El moreno nuevamente se había puesto los audífonos y no escuchaba lo que Naruto le decía. Compró una galleta y se devolvió al salón siendo seguido todavía por Naruto.

Quizá fuera su imaginación pero le parecía que Sasuke le estaba le estaba ignorando. Al final no pudo reñirle, mucho menos hablarle en toda la tarde. A la salida Sasuke volvió a subirse a la carpeta para salir.

Naruto le llamaba, le pedía que se detenga, pero nuevamente Sasuke no escuchaba.

O eso creía él.

Naruto estaba empezando a desesperarse así que le retuvo del brazo. Por su parte, Sasuke solo se le quedó viendo un instante para después soltarse  violentamente. Los ojos azules veían extraños lo que sucedía. Los ojos morenos miraban cansados al contrario.

Sasuke soltó un suspiro y se quitó los audífonos.

-Qué quieres.

-¿Cómo que qué quiero? Has estado ignorándome todo el día. Mentiste cuando dijiste que te quedarías.

-Tenía los dedos cruzados.

-… No tienes derecho a ignorarme.

-¿Desde cuándo tengo derecho a algo?

-Estaba preocupado. Pudiste haberte matado ahí.

-Eso es imposible.

-Dijiste que podíamos ser amigos.

-Eso es más imposible.

- Yo, en serio que trato de acercarme a ti pero tú no me dejas hacerlo.

-Ni aunque te dejara lo lograrías.

-¿Es que acaso no piensas responderme? ¿Tienes algún problema?

-¿No debería seguir sintiendo culpa?

-Soy tu amigo y te apoyaré en lo pueda, pero ¿Qué puedo hacer si no me dices algo?

-Entonces ¿Por qué tengo tantas ganas de romperlo?

-Puedes confiar en mí.

-Idiota…- Hay cosas más importantes que tú. ¿Por qué debo perder mi tiempo contigo?

Lo conocido es seguro. Lo nuevo es peligroso. Lo nuevo puede desmoronar lo que con tiempo se construyó.

Lo nuevo es malo.

Volvió a ponerse sus audífonos y se fue al paradero. Tomó el bus correspondiente para volver a casa.

En todo el rato que estuvo en el bus se preguntaba cómo ahogar lo que sentía. La música ya no era suficiente. Los libros lo empeoraban. No podía dejarse llevar, eso era para tontos.

-Cobarde. Eso es lo que soy.

Llegó a casa y cenó como era habitual. Al terminar subió a su cuarto, solo quería dormir para dejar de pensar, para dejar de crear, para dejar de suponer.

Para dejar de despertar.

Volvió a ponerse sus audífonos y puso un electro.

-Qué demonios…

Tan pronto empezó a oír la música, en sus ojos se formaron lágrimas. Siguió escuchando y estas cayeron. Se quitó los audífonos totalmente aturdido. Trató de dormir pero solo lograba dar vueltas en su cama.

Sabía lo que debía hacer pero no quería que su cuerpo hiciera lo que quisiera. Llorar por nada, sin una herida, sin un golpe, eso no tenía sentido. Siguió dando vueltas en su cama reacio a escuchar música.

Dio las 2 am y ya estaba cansado. Quería dormir y no podía. Entonces cogió su celular y buscó en su memoria. Oculto dentro de varias carpetas había una canción, la puso y volvió a pasar lo mismo.

Lágrimas crecieron en sus orbes y salieron pero a medida que avanzaba la canción fueron disminuyendo. Para cuando la canción terminó él ya se había dormido.

Dentro de una bañera estaba un niño pequeño, lloraba ocultando su rostro entre sus piernas y ahogaba su llanto mordiéndose los labios. El pequeño estaba desnudo sentado en agua con hielo, tenía mucho frío pero tenía prohibido pararse hasta que se lo dijeran.

Temblaba por el llanto y por el frío y entre sollozos decía dos palabras inaudibles, pero tenían sentido para el infante.

La puerta se abrió dejando ver a una mujer de cabello azabache, tenía la mirada dolida y rastros de lágrimas.

Se acercó al pequeño y le acarició la cabeza, le sonrió con esfuerzo por lo que su sonrisa salió torcida.

-Ya es hora de que duermas, mi hijito. Mañana iremos al parque y podrás jugar todo lo que quieras. Ven, levántate.

El niño se levantó de la bañera y su madre le dio una toalla para que se secara. Salió del agua y su madre le dio su pijama. El pequeño solo la miró un rato, no se movía.

La madre empezó a cambiar a su hijo mientras este derramaba lágrimas sin contenerlas. No hacía ningún sonido, solo dejaba que las lágrimas salieran.

La madre trató de cargar a su hijo pero al hacerlo el cuerpo de su hijo se tensó y escuchó un quejido sordo del pequeño. Lo alzó sujetándole solo la espalda y lo acomodó en su cama. Al hacerlo notó que el pequeño se mordía los labios y en su cara podía ver que aún sentía dolor por los golpes.

Terminó de acomodar a su hijo y apagó la  luz para que este durmiera.

Al irse su madre, el niño se puso de costado y se acurrucó a sí mismo. Aún temblaba y lloraba.

-Ni para cuidarme sirves.

Se hizo de día y el menor se levantó de su cama. Caminar le costaba como nunca antes, aun así se dirigió al baño.

Primero secó lo que había mojado el día anterior al salir de la bañera, luego se duchó para cambiarse.

Al verse al espejo vio sus ojos algo hinchados y enrojecidos. Tocó su reflejo y delineó la parte inferior de sus ojos, después tocó la cabeza de su reflejo. Nuevas lágrimas salieron de sus ojos y eso le hizo enojar de sobremanera. Entró al baño y con la ante pierna golpeó la bañera. La golpeó repetidas veces hasta que el dolor le inundó.

Vio un hilo de sangre que salía de su ante pierna, en el borde de la bañera también había un poco de sangre. Tomó el polo que usó el día anterior y lo rompió para sacar una tira de tela. Envolvió la herida con esta y la ató fuertemente.

Su madre entró a su habitación, rápidamente se bajó la manga del pantalón y salió del cuarto de baño.

Su madre, al verlo, le sonrió, le tomó de la mano y bajaron juntos al comedor.

En la mesa estaba su padre leyendo el periódico, su hermano mayor también estaba sentado desayunando, su madre se sentó y le invitó a hacer lo mismo. Aceptó sin oponerse.

-Hijo ¿Estás bien?

El aludido no respondió la pregunta a lo que su padre la volvió a repetir. Un asentimiento de cabeza fue la única respuesta que su padre recibió.

Como dijo su madre, ese día fueron al parque. Su hermano iba por las tiendas comprando golosinas. Mientras él iba con sus padres su hermano menor empezó a llorar.

Se detuvieron para que su madre le cambiara el pañal.

Su madre le había dicho que podría jugar todo lo que quisiera pero hasta ese momento no había en nada. El único que jugaba era su hermano mayor.

-Ya me aburrí. ¿A qué hora nos vamos?

Su madre le miró y luego a su padre. El bebé seguía llorando y ya se estaba hastiando.

-Volveremos hasta las seis. ¿No quieres ir a jugar con tu hermano?

-Sabes bien que no le gusta jugar conmigo, además ya tiene un equipo con quién jugar.

Su padre quedó mudo ante sus palabras. Su hermano mayor estaba jugando con otros niños de su edad. No había lugar para él.

Fue entonces que a lo lejos vio lo que parecían ser árboles juntos. Le dio curiosidad ya que nunca había visto un árbol real. Había varias plantas por la ciudad pero ningún árbol.

-Iré a jugar por ahí. Regresaré a las cinco.

-A dónde iras a jugar.

-Ya veré.

-Puedes jugar por aquí cerca.

-No quiero jugar por aquí.

-Te puedes perder.

-Dame tu celular.

Madre e hijo se miraron. En los ojos de la madre había enojo por la obstinación de su hijo. En los ojos del hijo no había nada. Finalmente fue el padre quien le dio su celular a su hijo.

-Debes volver a las cinco. Si no sabes cómo volver llama a tu madre ¿De acuerdo?

-Uhum.

El niño se fue en dirección a los árboles. Cuando estuvo a diez metros del lugar dobló a la derecha, hacía un puesto de golosinas que había. Entró al lugar y se metió bajo la mesa más cercana a la puerta. Esperó un rato y vio que sus padres entraron. Aguardó a que sus padres se adentraran más en la tienda, buscándolo, para salir y correr tan rápido como pudiera hacia el bosque que veía.

Se adentró corriendo hasta que se cansó. Se detuvo a regular su respiración cuando el celular de su padre sonó.

-Hijo, dónde estás.

-Estoy jugando. Si quieren pueden esperarme en la tienda.

Sin esperar respuesta colgó. Apagó el celular y se adentró más en el bosque.

Probablemente su padre se enojaría mucho pero eso ya no le importaba.

Caminó por entre los árboles sin saber a dónde ir. Así estuvo durante varios minutos y habría seguido de no ser por el cansancio y el dolor. Encontró un árbol gigantesco a sus ojos; apoyó el cuerpo al tronco de este para descansar.

Las imágenes del día anterior se repetían en su mente y el recuerdo le resultó doloroso. Sentía los moretones calientes nuevamente, y sentía ganas de llorar otra vez.

Gruesas gotas caían por su rostro. Al principio luchó por mantenerlas a raya pero al final las dejó fluir.

-Nadie me quiere. Estoy solo.

El pequeño repetía esas palabras como un mantra. De la nada sintió algo frío tocar su mano.

Agua, Una pequeña gota de agua bailaba sobre su mano. Otra gota cayó, pero esta vez en la punta de su nariz.

Miró hacía arriba y por un instante divisó un arcoíris. Se levantó para buscarlo pero las ramas de los árboles no le dejaban ver nada.

Fue entonces que decidió trepar el árbol. Nunca lo había hecho y tenía miedo de caer pero una extraña sensación dentro de él le empujaba a hacerlo.

Empezó por la rama más baja y fue subiendo, sin embargo, al agarrarse de la tercera rama resbaló y cayó al suelo de cabeza.

El golpe no fue muy duro ya que no había subido muy alto y la tierra estaba cubierta por hojas.

Volvió a intentarlo, y esta vez logró subir seis ramas antes de caer. Cayó de espaldas pero se levantó de inmediato para volver a intentarlo, olvidándose del dolor.

A la tercera había subido catorce ramas, pero nuevamente cayó. Enojado, le gritó al árbol exigiéndole que lo dejara subir. Al tratar de pasar de la primera rama a la segunda resbaló. Le pareció que el árbol no quería que subiera y volvió a llorar.

-Por qué no me dejas subir. Yo solo quiero ver el arco iris…

Siguió llorando ante la frustración de no poder trepar el árbol. No se dio cuenta de cuando una pequeña ardilla se le había acercado sino cuando esta empezó a rascar en un lugar. Al ver lo que hacía pudo ver un discman con audífonos.

Lo tomó y pulsó el botón de play pero no sonó nada. Estaba malogrado. Lo dejó donde estaba y la ardilla empezó a golpearla con sus patas. Entonces una mariposa apareció, se posó sobre el discman y luego sobre una rama.

El niño quiso atrapar a la mariposa pero esta le huía. Se posaba en el discman y luego en la rama, y cada que trataba de atraparla volvía a hacer lo mismo.

-¿Acaso quieres que agarre el discman?

Tomó el discman y la mariposa volvió a posarse en una rama del árbol. Esta vez no trató de atraparla.

Sujetó fuertemente el discman y comenzó a subir de nuevo. Se apoyaba en las ramas en las que la mariposa se posaba y así llegó hasta la cima del árbol, justo a tiempo para ver como el arco iris desaparecía lentamente.

La mariposa se había ido y el arco iris también. Entonces, inesperadamente, el discman empezó a funcionar. Se estaba reproduciendo una canción. Se puso los audífonos para escucharla mientras miraba al cielo.

Lentamente la melodía de esa canción envolvió los pensamientos del niño, haciendo que, por ese breve momento, olvidara todo.

El niño seguía viendo al cielo cuando empezó a llover de nuevo. La lluvia era leve, no era una lluvia.

-Una llovizna de verano.

Y poco a poco fue apareciendo un arco iris. Estaba maravillado, nunca había experimentado algo similar. Nada de lo que había vivido se acercaba a esa sensación de calidez.

Aquí termina el mundo.

Así como el arco iris llegó se fue, y de la misma manera lo hizo la música. La canción había acabado, ya había visto el arco iris, debía bajar.

Se quitó los audífonos y se dispuso a bajar, iba a apoyarse en una rama más baja pero en esta había una araña grande. La araña empezó a subir el tronco hacia él y en su descuido se cayó.

Primero chocó con una rama repleta de hojas y a esa le siguió otra y otra hasta que finalmente llegó al suelo. El caer de rama en rama amortiguó una caída mortal.

-¿Tú me salvaste? No dejaste que me cayera.

Se acercó al árbol y tocó su tronco. Miraba en dirección al cielo pero solo veía la copa del árbol. Revisó su cuello, brazos y abdomen para saber si se había hecho alguna herida.

No había nada.

-Me protegiste… Tú… me cuidaste.

Primero fue una seguida de otra. Nuevas lágrimas nacieron en los ojos del niño hasta que ya no las contuvo. Sentía como le apretaba el pecho. Estaba triste, muy triste, más de lo que quisiera estar.

Lloraba frente al árbol, se sentía tan pequeño en ese momento que le causaba rabia por no ser más grande… por no ser más fuerte. Entonces sintió como algo se tocó su hombro. Se giró para ver que era y lo que vio solo le hizo sentirse más triste.

Una hoja del árbol estaba en su hombro, y no era la única. Otra hoja caía y se posó en su cabeza, y otra hoja cayó y le rozó el rostro. Luego empezó a soplar un viento fuerte que hizo volar las dos hojas que estaban sobre él.

El viento estaba frío y soplaba fuertemente. Dirigió su atención al árbol y vio que las hojas se movían con el viento.

-Mi nombre es Sasuke. ¿Tú tienes un nombre?

La mariposa que se había ido volvió y se posó en el tronco del árbol. El viento sopló más fuerte y hacía un sonido sordo pero, para él, era una respuesta.

Albus.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                      

 

Notas finales:

Por si quieren saber la canción que Sasuke escucha, es Friday morning (Arriba está el link. En caso de que no puedan ir a traves de él les dejo el nombre) . Así la pueden encontrar en Youtube.

Bien, el aviso es el siguiente:

Para los que hallan leído mi otro fic. Lo eh eliminado y eso para poder concentrarme solo en este para poder terminarlo más rápido.

Lo volveré a subir cuando acabe este, mientras, si quieren, pueden decirme que les gustaría que pusiera en ese fic.

Para los que leen este fic. A partir de ahora podré subir como mínimo un capítulo por semana (se puede dar el caso de que suba más).

Y lo último. Como disculpa por tardar pueden pedir y preguntar lo que quieran con respecto a este fic. Responderé a sus preguntas y, si se puede, les concederé su pedido.

Eso es todo.


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