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School days (Yuri on ice) por LaelChan

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Caminando apresurado por los pasillos del corredor, con apenas unos minutos disponibles antes de regresar a clase, diciendo hola y adiós a su paso aquellos con los que se topaba, iba el jovencito popular del colegio Privileged Gold. A lo lejos escucho alguien quejarse, probablemente lo habría pisado, bien lo sentía mucho, pero si se quedaba para pedir disculpas de la manera apropiada, no llegaría a tiempo a verlo. Esta era una de las pocas oportunidades que tenían para verse, cada minuto contaba, si alguno de los dos faltaba a clases los rumos se esparcieran más rápido, probablemente antes que su encuentro terminara. Por eso a veces odiaba a las chicas.

Solo un piso más, unos escalones más, unos pasos más, un poco de aire para sus pulmones y…

“¿Se puede saber qué haces en este edificio y a esta hora?”, preguntó la molesta voz detrás de él.

“Vine a…”, pensar no era su talento.

“¿Viniste a…?”, repitió la voz poniendo su mano en el hombro del joven para darle la vuelta.

“¡Mierda, porque me espantas así… me darás un infarto!” le dijo recobrando el aliento al ver a su padre. Al menos no estaba en problemas.

“Oye no hables así” le dio un golpe en la cabeza a modo de juego. “¿Se puede saber qué haces en este edificio?”, pregunto tomando varias carpetas y documentos.

“Ya te lo dije vine a…”

“No me importa, nos vamos, lo bueno es que fui yo quien te encontró, imagina si alguien más lo hubiera hecho, estarías en serios problemas jovencito”, lo regaño mientras cerraba el cuarto de donde había salido con llave.

El joven tenía que cambiar de tema rápido. Estaba más que claro que ya no podría verlo hoy, y pensar que estuvo tan cerca. Ahora estaba enojado con su papá, había echado a perder la única oportunidad del dia de estar con quien quería. Pero no podía reprochárselo, su padre no sabía nada, y esta no era la manera ni el lugar apropiado para contarle la verdad.

“¿En qué piensas?”, dijo su papá escoltándolo por el pasillo de vuelta a su edificio.

“Ese es tu laboratorio, verdad”, preguntó mientras bajaban por las escaleras.

“Ah… si, es el laboratorio, no es mío, pero cuando estés aburrido entre recesos puedes venir a verme”, contestó sonriendo “casi siempre estoy ahí”.

“Bueno lo mejor es que bajes tu primero, recuerda que si nos ven juntos podría arruinar mi vida, la tuya ya está arruinada”, término diciendo cediendo el paso al cansado profesor.

Su padre no pudo evitar mirarlo con el enojo que la indiferencia no pudo disimular, ante tal comentario.

“Buenas tardes profesor Nikiforov”, saludo una chica de cabello castaño a los hombros con uniforme deportivo que iba subiendo, al ver a su acompañante, le abrazo fuertemente rebotando juntos contra la pared “Yuri”, gritó.

El profesor saludo cortésmente y siguió su camino, sin antes mirar de reojo a su hijo y dedicarle una pícara sonrisa.

“¿Estas en problemas?, si quieres puedo distraer al viejo y escapas”, dijo la chica mientras aun lo apretaba a su pecho.

Yuri dio gracias a dios que la chica no se desarrollaba por completo, de lo contrario estaría muy apenado. Entre risas nerviosas logro zafarse. La chica lo miro curiosa en espera de la respuesta a su pregunta.

“Espero que no la verdad”, le dijo “será mejor que lo siga”. La chica asintió.

De vuelta escaleras abajo, encontró a su papá, teniendo problemas para cargar las carpetas y documentos que llevaba en las manos. El tenía la mejor intención de ayudarlo por lo que corrió hacia él, más no esperaba terminar sobre él, esparciendo todos los papeles en el pasillo. Haciendo que unos chicos sobre una puerta en el fondo rieran descaradamente.

“Oigan ustedes de que se ríen… imbéciles”, grito Yuri caminando hacia ellos, con el puño agitado en el aire.

¿Era popular? si, y una de las buenas razones era por meterse siempre en problemas. Si solo se estuvieran riendo de él, probablemente no hubiera reaccionado así, pero en el fondo sabía que reían de su papá, como muchos en el colegio lo envidiaban, esperaban verlo humillado o sufriendo. La ira se apodero de él.

“Yuri plisetsky, si haces algo estarás en problemas” escucho a su padre gritarle desde el otro lado del pasillo, aun en el piso recogiendo los papeles con la ayuda de algunas chicas demasiado atentas.

Su delgada y pálida mano sujetaba el cuello de la camisa de al parecer el líder de ese grupito. De repente las estrepitosas risas adolescentes pararon, en cambio pedían disculpas a alguien. Seguramente no eran para él o su padre. Los snobs como Yuri veía a todos en esa escuela a excepción de sus amigos, habían salido corriendo. Si no les partía la cara en ese instante, lo haría al estilo de la vieja escuela, a la hora de la salida.

“Estas castigado jovencito”, dijo la voz detrás de él.

“Ya lo sé”, contesto de manera golpeada.

Toda esa rabia desapareció al instante al ver quien era. Perfecto el profesor de gimnasia.  Para él, significaba dos cosas, problemas y perversión. Lo bueno es que esta vez no estaba solo. Su papá venia en camino hacia ellos.

“Giacometti, gracias”, dijo haciendo referencia a evitar los problemas que pudo causar su hijo.

“Vamos Viktor no hay necesidad de formalidades, puedes llamarme Chris”, contesto mientras le arrebataba algunas carpetas al profesor para ayudarlo “pero tienes que corregir la conducta de tu hijo”.

“Si, no te preocupes, está castigado”, dijo el profesor dedicándole una mirada al molesto chico.

“Si me lo permites yo podría…” fue interrumpido por Yuri, quien ya descifraba las intenciones del profesor de gimnasia.

“No es necesario gracias”, dijo mientras le quitaba las cosas de su papá, dirigiéndose a las escaleras, igual de enojado que antes por la ingenuidad de su papá.

“Y así se hace llamar científico”, pensó “mejor no hubieras dejado el patinaje, hubieras tenido más éxito”.

Una vez en la planta baja y con la mente un poco más despejada, recordó porque había dejado su edificio, atravesando las canchas, piscina y estacionamiento. Rápidamente saco su celular e hizo la llamada pertinente, antes que su padre lo alcanzara.

En espera, no le contestaba, se había enojado con él. Pero no había sido su culpa, se había esforzado mucho para llegar y además el también quería verlo. El recuerdo de su sonrisa lo hizo sonreír también.

“¿Por qué tan feliz, niño?, levanto la vista del piso, ojos grises-azulados se encontraron con los suyos.

Todos decían que actuaba por impulso, pura mentira. De ser así hubiera brincado a los brazos del otro chico y le hubiera dado un beso en la boca, sin importar quien estuviera alrededor. ¿Era normal que el corazón de un chico latiera así por ver a otro?, esperaba que la respuesta fuera un sí.

“Joven Leroy, un gusto verlo”, este sonrió.

“Ahora no, maldita sea ahora no”, pensó Yuri.

“El gusto es mío profesor Nikiforov”, volvió a sonreír “El joven Plisetsky causo problemas, tengo entendido que los menores no pueden estar en este lado”

“¡Maldito!, fuiste tú quien me dijo que nos viéramos aquí”, bufó molesto.

“Si, pero ya se va, ¿quieres ayudarme?”, le dijo dándole algunas capetas que cargaba, mientras le quitaba el resto a Yuri.

Con un último vistazo a los dos hombres que había dejado atrás se dirigió a su edificio, cuando menos lo había visto, no como quisiera pero lo había hecho. De regreso a clases con mariposas en el estómago. 


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