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Traveling por shiroyama yaoi

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Salió de lo que él había autodenominado como "La habitación de tortura" con el parte médico de su diagnóstico. Luego de una consulta bastante extraña e incómoda en la que recordó con furor a su madre por fin podía abandonar el recinto. 
Comenzaba a preguntarse cómo su hermosa progenitora hablaba con tanta fluidez con un médico, en la mayoría de sus citas médicas de antaño él solo miraba cómo la señora Yutaka explicar los síntomas mientras él como buen inútil la miraba como su heroína. Pero de eso ya era bastante tiempo, a sus casi treinta y dos años los recuerdos de la adolescencia le parecían sacados de otro mundo, el problema era que aquel maldito psicólogo con gestos estoicos y muy mayor le hacía tener una regresión bastante nítida de su infancia. 


Parecía un niño contando alguna grave travesura, pero él solamente se había desmayado: en frente de una clase se tercero con niños de no más de ocho años que gritaron aterrorizados "Yutaka- Sensei se muere" corriendo en círculos, otros llorando y alguno que otro sugiriendo  picarle con un palo como si se tratara de un animal muerto. 


No era su culpa, bueno, quizás tuvo algo que ver su mala alimentación, la falta de sueño y descanso que le sobrexijía un poco, pero solo un poco a su no tan joven cuerpo. Pero los detalles eran insignificantes, la culpa era del psicólogo con tan mala cara que lo ponía más nervioso; o de eso intentaba convencerse. Sin embargo el parte era claro, la palabra "Estrés" en mayúsculas no lucía muy bien y mucho menos al lado de "Crónico" en negrilla. 


Llevaba algunos medicamentos en su mano que servirían para relajarse, pero el médico fue claro: necesitaba un descanso. Su trabajo era duro y lo admitía, los niños gritando, los trabajos por corregir y las clases sin preparar le rondaban siempre por la mente, eso sumado a unos cuatro años sin vacaciones; le dejaban un resultado no muy alentador. 


Llamó a Aoi a su teléfono para contarle su diagnóstico y tal como se esperaba el moreno le regaño casi todo el tiempo que le tomó regresar a casa. Cada cinco palabras repetía el adjetivo "Irresponsable" como un signo de puntuación y como buen amigo y director del instituto en el que trabajaba le sugirió unas vacaciones obligatorias, amenazándolo con sacarlo de la clase a patadas si se le ocurría ir a trabajar. 


Suspiró cansado al sentarse en el sillón de su amplia sala de estar. Escuchó a una vocecilla decirle que no todo era tan malo subiendo mínimamente su ánimo. Y con el optimismo del mismo tamaño que su inteligencia fue por la computadora y un poco de café para iniciar su búsqueda. Cinco horas después y casi unas mil páginas visitadas tenía planeado un viaje a Honolulu, un “paraíso tropical” según la página que había leído, el viaje se haría en dos días, lo que le daba tiempo suficiente para empacar todo y no tener ninguna preocupación en su esperadísimo viaje. 

 

Cuarenta y ocho horas después y con casi dos horas de retraso, Yutaka se encontraba en un taxi mirando el reloj con desesperación, según la estúpida página debería estar en el aeropuerto con tres horas de anticipación a su vuelo para realizar todos los trámites sin ninguna alteración, y ahí estaba él, en un maldito embotellamiento a una hora y quince minutos de tener que abordar el avión hacia Hawaii y la cuenta regresiva no paraba. 
Al llegar a su destino bajó del vehículo apresurado  golpeándose el la cabeza al salir y tropezando con la maldita acera cayendo en cuatro patas y rompiendo su pantalón favorito en el incidente. 


—¡ACERA DE LA MIERDA! —gritó más que enfurecido viendo como el taxista se reía entre dientes intentando disimular la gracia. Y el tiempo se detuvo cuando sintió un fuerte golpe en la nuca. 
Más que enfurecido se giró con la mano en alto dispuesto a golpear al hijo de su infeliz madre que osó a golpearle, encontrándose con una abuela de bastante edad que lo miró indignada. 

—¡Va a golpearme, este delincuente va a golpearme! —exclamó intentando llamar la atención de todos los presentes que le miraban enfurecidos. 


—Cálmese Señora, pensé que era otra persona yo jamás le pegaría a alguien de su edad —La vieja bruja como la bautizó en su mente lo miró aún más fastidiada, con los labios haciendo una perfecta circunferencia y la mano en el pecho como si hubiese sido ofendida de la peor manera. 

—¡Niño grosero!, aparte de decir improperios me llamas vieja, que sepas que soy muy joven ¡Descarado! —Exclamó lo último dándole un fuerte golpe con la maleta en la cara y marchándose indignada. 

—¡Entienda que está vieja, y que le falta sexo! —Le gritó sin ser oído. Intentando recuperar la poca dignidad que le quedaba, tomó su maleta y entró al aeropuerto ignorando los susurros de la gente que se burlaba de él por la escena que protagonizó. Miró el reloj notando que le quedaban solo cincuenta minutos, genial, había perdido diez minutos siendo maltratado y no en el buen sentido de la palabra por una Señora con delirios de juventud. 

Corrió hasta la zona de Check-in eligiendo rápidamente los asientos y respiró con más tranquilidad sintiéndose más calmado al ser informado de que su vuelo llevaba una hora y media de retraso por una razón que no le importó escuchar. Con más tranquilidad se dirigió a migración y luego del tramite iniciaron con la revisión del equipaje. Ante la mirada escrutadora de la mujer comenzó a preguntarse si llevaba droga en su equipaje sin saberlo, comenzó a recordar las películas extranjeras en las que alguien escabullía un paquete de cocaína en una maleta ajena. ¡La maldita vieja le había metido droga en la maleta! Estaba seguro, lo llevarían a la cárcel y sería violado y amenazado por guardias y presos, ¡Se iban a pelear por su virginidad inexistente! Y cuando lo notaran sería humillado y terriblemente golpeado; pero no, el no se iba a hundir solo, esa mujer se iría con él por meter droga en su maleta, la jodería y a pesar de todo el sería feliz. Despertó de su insana imaginación al escuchar a la señorita hablarle. 

—Señor hay un problema con su equipaje —musitó de la forma más profesional que Kai había oído  en su vida. 

—¡Fue la bruja lo juro, yo solo iba bajando, es de ella no es mía! —dijo atropellándose a sí mismo mientras lo decía. 

—¿El equipaje no es suyo? ¿Pagará usted el excedente? —la mujer lo miraba confundida apunto de llamar a los oficiales de la zona para que revisaran el estado del extraño pasajero. 

—Sí, es mía pero la vieja metió eso en mi male... Espere ¿Cuál excedente? —preguntó confundido. 

—Su maleta pesa más de veintitrés kilogramos, deberá pagar extra si planea llevarla —explicó la amable joven, y Yutaka sintió como el alma le volvía al cuerpo, ¡No había droga en la maleta! Ese debía ser el mejor día de su vida, mejor que su cumpleaños y la vez en la que ganó ese televisor en un concurso; pero no se confiaba, seguía sospechando de la mujer, algo tenía de raro ella y su pesado bolso, lo sabía. 

—Claro, no hay problema —finalizó sabiendo que debía moverse lo más rápido posible para no perder el vuelo. 
Una hora más tarde se encontraba en la sala de embarque sentado en el lugar de espera sintiendo su paciencia abandonarlo con los segundos. Sentía los golpes cada vez más fuertes en su espalda, primero era uno y ahora parecían miles que lo golpeaban al ritmo de un balanceo que un estúpido, intenso y mal educado niño le daba a su maldita silla. 

¿Y la madre? Pues solo le aplaudía la gracia  riéndose con el niño.

 
Una patada más, una maldita patada más y juraba que lo juzgarían por infanticidio y no se arrepentiría. Aunque si intentaba decirle a la madre que parara al niño quizás no tendría que pasar los próximos años en prisión, ese día estaba pensando demasiado, era muy inteligente, ¡Bien Yutaka! Se auto felicitó. Y con la mejor de sus sonrisas compradoras se giró para hacer uso de sus nulas dotes lingüísticas que quedaron aún más rezagadas al notar que no era la madre la que aplaudía sino su abuela y era la maldita bruja. 


La mujer lo miro con ira contenida insultándolo mentalmente y antes de que dijera algo tomó su maleta para salir casi corriendo y tropezándose con demasiada frecuencia, por fortuna el avión ya había llegado y ya no tendría que pensar más en la furibunda mujer o al menos eso esperaba. 


Entró con lentitud por el pasillo buscando su asiento y justo cuando lo había encontrado escuchó la inconfundible voz de la abuela chillando mientras perseguía a un joven bastante bajo que ignoraba los insultos de la mujer. 

El panorama cambió cuando la mujer mencionó que "debía aprender a maquillarse y a tratar a los mayores", el rubio paró en seco su camino justo a su lado permitiéndole a Yutaka observar mejor la escena; el menor apretó los puños y encaró a la problemática mujer y comenzó con su agresiva defensa: 

—Escúcheme bien porque no pienso desperdiciar más mi tiempo, si no puede mantener a ese engendro que denomina nieto en su maldito lugar y sin pisar mis zapatos nuevos no es mi problema; póngale una correa o lo que sea que usen los niños y en cuanto a mi maldito maquillaje, creo que no le impide respirar vieja metiche o me deja en paz o yo mismo le enseñaré a tratar a los jóvenes —terminó para sentarse justo al lado del sorprendido Kai que admiraba como la Señora golpeadora miraba con odio al muchacho continuando con su camino diciendo cuanto podía contra la juventud. 

—¿Qué me miras imbécil? — entonces Kai notó que se había quedado mirando embobado al muchacho. 

—Disculpa, es solo que la mujer llevaba molestándome bastante y me asombró que la lograras callar —al parecer logró calmar al menor con eso y notó como sonreía de medio lado. 

—Soy Takanori Matsumoto —dijo de repente extendiendo su mano algo que le pareció extraño  al mayor pero dejó pasar. 

—Tanabe Yutaka —contestó devolviendo el gesto. La piel de Takanori era bastante suave y las uñas demasiado cuidadas, entonces se fijó en su vestimenta: botas de cuero bastante altas, un pantalón de lo que Kai creía era cuero ajustado a sus delgadas piernas, un suéter de lana algo grande y una bufanda negra que cubría coquetamente su cuello. Al terminar su inspección concluyó dos cosas: Takanori era homosexual y le parecía demasiado hermoso, como sacado de una revista de moda. 


—¿Puedo pedirte un favor? —preguntó algo apenado el más bajo. 

—Claro — respondió Kai siendo lo más amable que podía. 

—¿Puedes prestarme tu móvil?, necesito llamar a mi madre pero no tengo saldo — inmediatamente Yutaka asintió y buscó el teléfono entre sus pantalones, se lo tendió al joven despreocupado observando cada mínimo detalle en él. Le parecía demasiado hermoso, los labios rojos y la cara redondita le daban una ternura inexplicable. ¡Por Dios se sonrojó!, se veía aún más tierno... Momento, ¿Por qué se sonrojaba? Bajó la mirada hasta su teléfono encontrando una conversación que olvidó cerrar en la que Aoi le había enviado una imagen bastante explícita de dos hombre teniendo sexo con un una descripción que ponía un sencillo "Lo que te falta para superar el estrés". 


Rogó a todas las deidades del mundo porque en ese momento la tierra se abriera y no lo escupiera nunca más, su maldita dignidad se había suicidado al presenciar la escena y hasta su llamado ángel de la guarda lo había abandonado aludiendo a su estupidez como argumento suficiente para dimitir del trabajo. 

—E-eso es... —tartamudeó intentando excusarse  fallando miserablemente cuando su garganta se cerró y no le dejó pronunciar nada más. 


—Pornografía—respondió Takanori algo shockeado. 

—Sí, pero no es mía, es decir sí está en mi móvil, pero un amigo la envió— Se odiaba, demasiado. Cada vez que estaba nervioso soltaba palabras sin pensar en ellas y no resultaba nada, nada bien. Pero se calmó al notar una pequeña risa en los labios del rubio que se convirtió poco a poco en carcajadas estruendosas. 

La situación demasiado ridícula y con algo de nerviosismo Kai terminó por reírse también  como hace mucho no hacía, sintiendo el dolor extraño en el abdomen y sus ojos inundarse en lágrimas, ambos parecían idiotas riéndose sin razón aparente rompiendo con la incomodidad de hace un momento.

 
Cuando terminaron de reír Takanori llamó a su madre y poco tiempo después iniciaron el largo vuelo de más de nueve horas. Durante el viaje hablaron sin parar, Yutaka se había enterado que Takanori tenía apenas veintiún años y era estudiante de  derecho, algo que por cierto  no le quedaba para nada;  sus amigos le llamaban Ruki y no notó en qué momento de la conversación pasaron a usar sus respectivos sobrenombres. Ruki tenía una linda mascota y se dirigía a Hawaii a descansar de la vida universitaria. Con cada minuto Yutaka admitía que le gustaba ver como se movía, cómo usaba las manos para expresarse y ver esas arrugas que se le formaban al reír. 
En algún momento Takanorí picó el hoyuelo que dibujaba su rostro al sonreír. 

—Tienes una sonrisa muy linda—dijo mirándole con ojos felinos. 

—Tu eres mucho más lindo— mencionó alegrándose al ver el sonrojo en los mofletes redondos de su acompañante. 

—¿A usted le  gustaría practicar lo de la fotografía en el baño del avión? —De inmediato Yutaka pensó que el chico no se iba por las ramas y era bastante decidido aunque algo apresurado, pero no sería tan torpe para negarse, menos luego de saber que se dirigían al mismo hotel y que podrían pasar las vacaciones juntos como habían mencionado antes 
—Eres un niño—susurró cerca de su oído jugando con los suaves mechones de su cabello. 

—Y eso le gusta ¿Verdad? —respondió en igual tono sin romper la atmósfera. 

—Como no tienes idea—tomó el mentón del menor y besó sus labios con hambre y dedicación, apreciando los movimientos algo torpes de Ruki y el sentimiento con el que pegó sus manos a su pecho y apretó la fina tela de la camisa. 

Era probablemente el mejor beso a pesar de la torpeza de Takanori, nada podría arrebatarle el preciado momen... 

—¡EXHIBICIONISTAS! —El grito y el golpe que se llevaron ambos interrumpió el beso que terminó por joderse cuando sintió de nuevo los golpes en la silla.

¿Cuánto era el tiempo de condena por un  gerontocidio? 

   

 

Notas finales:

Gracias por leer 😁 😃 


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